LA GRAN
DEPRESION Y LUCHAS
FEMENINA
COMO RESPUESTA
Cristina Maldonado Caro
“¿Cómo
podría yo romper esa ola de independencia femenina que se extiende por el
mundo…?” Antonio Salazar
A través de
los tiempos la historia ha sido investigada con la perspectiva y visión de
quien la escribe. La historiografía puertorriqueña ha estado marcada por
corrientes e influencias de los ocupantes en el poder. Durante los años de la
década del 1930, Puerto Rico atravesó por una de las peores crisis económica,
mejor conocida como “La Gran Depresión“. Para el historiador Mario Cancel, la
crisis económica se combinó con desastres naturales degradando la situación del
país. [1]
Arrastrada a la isla por las influencias y políticas económicas
estadounidenses, hombres y mujeres puertorriqueños y puertorriqueñas
enfrentaron estos años con desesperanza y desasosiego. Fueron muchos los retos
que familias puertorriqueñas tuvieron que enfrentar. Los retos de cambios se
vivían en todo el país, en las industrias, las ciudades, los campos, escuelas,
alimentarios, laborales, inflación y
políticos. Sin embargo la mujer puertorriqueña jugo un papel protagónico
en las luchas durante la “Gran Depresión”. Pero; ¿Como la historiografía
puertorriqueña ha presentado el rol de las mujeres durante la Gran
Depresión?
Para el 1933,
Eleonor Roosevelt público un texto en el cual hacia un llamado a las mujeres
para defender a sus familias y por ende a su país, que estaba sumergido en una
crisis económica.[2]
No obstante para la misma fecha el movimiento femenino estaba tomando auge en
la Isla, y se estaban viendo resultados positivos. Entre los proyectos del
movimiento femenino estaban la ley de Sufragio. La participación de la mujer en
actividades públicas y muchas veces políticas se interpretaba como una amenaza
a la idea de la feminidad que el cristianismo tradicional había impreso en las
comunidades masculinas.[3]
A través de este estudio mostrare las versiones de algunos estudiosos del
pasado de Puerto Rico, junto a sus visiones y esteriotipos, según han
demostrado en algunos de sus textos publicados. Aunque me atrevo a legitimizar
el pensamientos de Elionor Burkett que afirma que las mujeres han sido
depreciadas e insignificantes por autores
cuyos prejuicios ahora son evidentes.[4]
Crisis es igual a oportunidad
La Gran Depresión fue un conglomerado de
eventos en los Estados Unidos que juntos explotaron en una crisis económica.
Entre algunos de los acontecimientos están la súper producción que esto a su
vez creaba una oferta excesiva, que
redujo la actividad industrial y aumento el desempleo. El efecto domino
llego hasta el 24 de octubre de 1929 donde el llamado “jueves negro” se cayo
las bolsa de valores.[5]
La misma era la casa en donde se guardaban las acciones de la industria del
azúcar en Puerto Rico, también conocido como el capital ausente para la Isla.
Los efectos de
la Gran Depresión estadounidense fueron reflejados en la Isla. En Puerto Rico
con el desplome de las acciones las centrales azucareras tuvieron que reducir
sus costos en mano de obra y en nómina. Mientras ocurrieron un conglomerado de
eventos que afectaron grandemente la economía puertorriqueña, sumada a la Gran Depresión. La furia de la naturaleza azoto a la
Isla con dos huracanes, San Felipe en el 1928 y San Ciprian en 1932. Las
epidemias que sacudían la población como la malaria, la tuberculosis y las
lombrices se veían por doquier. La población era víctima de las terribles enfermedades a causa de las condiciones infrahumanas en las cuales
residían, como la mala alimentación y las grandes jornadas de trabajo. Entre
estas y muchas otras razones aumentaron el desempleo, la pobreza y la
mortalidad infantil. Por estas razones ya mencionadas que la expectativa de vida
era de 45 años para el hombre y la mujer 46 años aproximadamente.[6][7]
Como consecuencia directa a los cambios económicos, hombres y mujeres salieron
a las calles a luchar por sus derechos laborales y equitativos. Se organizaron
huelgas, boicots y marchas que muchas veces llegaron a desatar en actos
violentos y hasta en muertes.
La Gran
Depresión abrió el espacio para que la fuerza femenina tuviera acceso a
espacios de presión y lucha por mas reconocimiento e igualdad. Para el 1930 la
fuerza laboral femenina era mas del 26 por ciento del total.[8]
La Gran Depresión y la mujer
Rafael Bernabé
y Cesar Ayala señalan que después de la Gran Depresión entraron en crisis las
industrias del azúcar, los partidos políticos y el movimiento obrero.[9]
Haciendo alusión a que el culpable de la caída en la economía fueron las
políticas tomadas en Estados Unidos. No obstante estos autores hacen gran
referencia a la participación femenina dentro de los cambios que trajo la Gran
Depresión. Un momento representativo fueron las huelgas que dieron cara a la
lucha que muchos ciudadanos y ciudadanas vivían. La huelga de 1933 fue crucial
para el movimiento obrero y/o femenino, ya que en el municipio de Caguas siete
mil trabajadores se acogieron al voto de huelga, sin embargo cinco mil eran
mujeres.[10][11]
Mientras el mismo ano continuaron realizando luchas huelga ríos, entre agosto y
septiembre se vieron huelgas en el sector de la aguja, donde el grosor de la
fuerza laboral eran féminas. Como resultado directo una de las luchadora
falleció en sus intentos de igualdad y mejores derechos, en la cuidad de
Mayagüez.[12]
Con las huelgas y sentimiento de luchas y cambios las Federación Libre de
Trabajadores era dirigida por una mujer, Teresa Angleró, quien aprovecho los
cambios que se estaban viviendo en los Estados Unidos y logro agrupar a la
fuerzas laborales en sindicatos.[13]
Por
otra parte James Dietz, afirma que la Gran Depresión fue:
… un desafío a la viabilidad y flexibilidad
de todas las naciones capitalistas occidentales, es decir, a su capacidad de
responder a la amenaza de colapso e inestabilidad social que acompaño la crisis
comenzada en los Estados Unidos.[14]
Mientras que en nuestro ambiente insular, la Gran
Depresión saco a la luz las necesidades por las que el pueblo puertorriqueño
pasaba.[15]
Dio a conocer las condiciones de pobreza y miseria vivida por los hombres y
mujeres de Puerto Rico históricamente. Para Dietz la presencia de la fuerza
femenina en las luchas que surgieron como consecuencia de la Gran Depresión fue
inminente, y realza la participación de las mismas con un tópico titulado Las Trabajadoras. En este capítulo James
Dietz hace alusión a las luchas por igualdad en los salarios, ya que las
mujeres recibían por sueldo menos que el promedio o menos de las tercera parte
del sueldo que recibían los hombres en los mismos oficios.[16] Ahora imaginemos un país en crisis
económica, en donde tener a una fuerza laboral femenina nos cuesta menos. Esto
ayudaría a los patronos a recibir mas ganancias. Esta es la razón por la cual
la fuerza laboral femenina aumento para la década de los treinta en Puerto
Rico. La mayoría de las mujeres obreras se desempeñaban en las industrias del
tabaco y el sector de la aguja. Aunque Dietz, señala en su texto que las
condiciones en las fábricas eran mejores que en los ambientes agrícolas o
domésticos. Haciendo referencia a la industria de la aguja, para la misma
existían los talleres y trabajadoras a domicilio.[17]
Todos estos ambientes eran considerados miserables. Por otro lado, José Trías
Monge indica que la Gran Depresión fue esencial para nuestro país.[18][19]
La crisis económica ayudo a la creación de un nuevo partido político que
llegaría al poder. Trías Monge legitimizan la razón de la Gran Depresión, para
la creación de nuevas vertientes políticas, en este caso la fundación del
Partido Popular Democrático. Sin embargo invisibiliza la luchas de hombres y
mujeres con los retos que enfrentaban durante la década de crisis. Las luchas por mayores beneficios y derechos
laborales no son de importancia para Trías Monge. A raíz de los mismos cambios
sociales que nos relata Trías Monge fueron las que le dieron mayor
participación a las mujeres en Puerto Rico. Estas ideas nos dan la visión
patriarcal que afirma que los hombres creían a las mujeres como serenas
irracionales e incapaces de razonar, mientras había que protegerlas desde la
superioridad masculina. [20]
Estados Unidos al rescate
Los Estados Unidos, respondieron a muchas
de las luchas y de los movimientos que se vieron en terreno político y civil.
Es por eso que para el 1932, el Presidente Franklin Delano Roosevelt dio paso
un proyecto que ayudaría a sacar de la mísera vivida tras la crisis económica,
el Nuevo Trato. El propósito fue ofrecer cooperación directa a los desempleados
del sector agrícola, los industriales y los comercios y así restablecer un
balance económico entre los obreros y los capitalistas del ámbito industrial y
financiero.[21]
Tras la creación del Nuevo Trato se logró aprobar Federal Emergency Relief Act. Que a su vez llego a Puerto Rico, con
sus dos grandes programas; La PRERA y la PRRA. Tanto la PRERA y la PRRA, dieron
paso a las reconstrucción de nuestro país. Desde las infraestructura desde las
necesidades del ruralía como reformas agrícolas, la creación de escuelas,
caminos, puentes, creación de fábricas.
Así como nos afirman los
historiadores Mario Cancel y Héctor Feliciano los proyectos de reconstrucción
en Puerto Rico sirvieron para mejorar la imagen del estado, mientras que sello
nuestra dependencia económica y relaciones coloniales con los Estados Unidos.
Los programas de reconstrucción en Puerto Rico, se encontraron con el programa
político del Partido Popular Democrático y las doctrinas de su líder Luis Muñoz
Marín. En un momento de incertidumbre y de necesidad, comienzan a llegar fondos
que ayudan al sostenimiento del país en todos los ámbitos. Las agencias
llegaban para trabajar en los asuntos colectivos y las necesidades del pueblo
puertorriqueño, este momento histórico se vio relacionado a la figura de Luis
Muñoz Marín, junto al PPD. Es por eso
que el momento histórico legitimizó las políticas creadas en Puerto Rico, y ha
perpetuado las relaciones con los Estados Unidos hasta nuestros días.
Si bien para
la historiografía puertorriqueña, ha obviado ciertos personajes y movimientos,
la nueva clase de historiadores y estudiosos de la historia estamos
reformulando la historia para dar a conocer la verdadera historia de nuestro
país. La crisis económica de los años treinta, fue la responsable de dar a
conocer la mísera y las necesidades de los puertorriqueños y puertorriqueñas.
Gracias a la brecha económica que se dio en los Estados Unidos el gobierno se dio
cuenta de la pobreza que su bastión en el caribe poseía. Pero fue esa misma
crisis, la que dio mayor participación a las mujer que había esta acallada por
las políticas religiosas y patriarcales de años anteriores. Aunque las
políticas que llegaron como consecuencia de esta crisis, lograron sacar a la
población de la miseria vivida, actualmente continuamos atados a la metrópoli
estadounidense. Mientras que para el 2014, regresamos a enfrentar otras crisis
económicas. Es verdad que son otros tiempos y otras generaciones las que
habitamos nuestro país, pero aún quedan ecos de los hombres y mujeres que
vivieron los tiempos de descalzos, analfabetas y lombrices.
Referencias
Ayala Cesar y Bernabé Rafael. Puerto Rico en el siglo americano: su
historia desde 1898. Ediciones
Callejón. San Juan. 2011.
Azize Vargas Yamalia. La mujer en Puerto Rico. Ediciones
Huracán. San Juan. 1987.
Baerga Santini,
María del Carmen. La Defensa del trabajo
industrial a domicilio: mujeres en
contra de la sindicalización en Puerto Rico, 1920-1940. “Historia y
Sociedad”. 1994.
Cancel Mario y Feliciano Ramos,
Héctor. Puerto Rico su transformación en
el tiempo. Editorial Cordillera. San
Juan. 2008.
Dietz, James L. Historia económica de Puerto Rico. Cuarta impresión. Ediciones Huracán. Río Piedras. 2007.
Gonzalbo Aizpuru Pilar y Berta Ares
Queija. Las mujeres en la construcción de
las sociedades iberoamericanas. Sevilla-México. Consejo
Superior de Investigaciones
Científicas-EEHA/El Colegio de México.
2004.
Trias Monge, José. Puerto Rico las penas de la colonia mas
antigua del mundo. Editorial de
la Universidad de Puerto Rico. San Juan.
Edición en español. 2007.
El voto, un
reto que se le impone a la mujer:
María
Martínez y otras mujeres, candidatas a puestos electivos
Sara
Bonilla del Río, Ph. D.
El sufragismo comienza a manifestarse a
fines del siglo XIX, pero se hace más evidente con el debate que generó el Acta
Jones en 1917, especialmente con su artículo 35:
Los electores deberán ser ciudadanos
de los Estados Unidos, que hayan
cumplido 21 años de edad y tengan las demás condiciones que se prescribieren por la Asamblea de Puerto Rico;
disponiéndose que no se impondrá ni
exigirá en ningún tiempo a ningún elector, condición alguna que envuelva posesión de propiedad.[1]
No dice hombre o mujer, sino ciudadano de 21 años o más.
¿Estaría la Asamblea Legislativa dispuesta a permitir que la mujer ejerciera el
voto? Claro que no. Pero, si el Congreso había dejado ese poder a la
Legislatura de Puerto Rico, la misma perdió la autoridad de restringir el
sufragio por razón de sexo al aprobarse la Enmienda Décimo-Novena (1920), en la
Constitución de los Estados Unidos, que expresamente prohíbe restringir el
sufragio a los ciudadanos por razón de sexo ya que un territorio no puede hacer
legislación alguna que esté en conflicto con la ley federal. Aunque la enmienda
número 19, no se aplicó a los territorios, estos no podían hacer prohibiciones
en contra de la Constitución federal.[2]
Así que era claro que había que aprobar el derecho al sufragio.
Las líderes sufragistas estaban divididas
porque las sufragistas de la elite criolla tildaban el feminismo radical de las
obreras como uno “masculinizante y contrario a los intereses de la mujer de su
clase.”[3]
Es así como favorecen el sufragio restringido para dejar fuera a las obreras
que en su mayoría no sabían leer ni escribir. Justifican su postura con el
alegato de que “es un paso de adelanto mientras sus ‘hermanitas’, las
proletarias, alcanzan la educación necesaria para intervenir en la vida
política local.”[4]
El 21 de agosto de 1917, la Liga Femínea envió un memorial a la legislatura
solicitando el sufragio de la mujer. Esta petición se basaba en la condición de
igualdad educativa que para ese entonces poseía la mujer.[5]
Obviamente hace referencia a la mujer profesional porque la obrera, en teoría
tenía las mismas oportunidades de educarse, pero en la realidad el trabajo duro
sumado a sus labores cotidianas en el hogar apenas le dejaban tiempo para
realizarse.
Con el fin de lograr el voto las obreras y
sufragistas se unen y esto causó malestar en algunas de los miembros de la Liga
Social Sufragista. Manifiestan su desacuerdo y se dividen; y las disidentes
fundan la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas. La Asociación
dirigida por Ana Roqué e Isabel Andreu apoya el sufragio restringido que era
favorecido por los legisladores sufragistas. La oposición de los legisladores a
dar el derecho al voto a la mujer iliterata, más que temor a que se unieran a
las filas del Partido Socialista y lo fortalecieran, era una cuestión de
género, clase, cultura, moral y confianza.[6]
“Algunos elementos pro-sufragio vieron la franquicia limitada como una fórmula
para aliviar las ansiedades de los “nativos” respetables acerca de los rápidos
cambios sociales.”[7]
La Liga Social Sufragista dirigida por
Marta Robert y Milagros Benet difunde el sufragio universal, desarrollando un
plan de lucha a favor del voto: “el cabildeo legislativo en
Washington.”[8]
Se infiere que ese cabildeo genera
presión en la legislatura puertorriqueña porque de no aprobarse el voto a la
mujer, el mismo podría ser impuesto por el Congreso de los Estados
Unidos. Es así que el 18 de abril de 1929, se aprueba un
proyecto sometido por el senador García Méndez concediendo el voto a las
mujeres mayores de 21 años que supiera
leer y escribir. Las mujeres continúan la lucha y el 20 de febrero de 1935
logran que el Senado de Puerto Rico apruebe un proyecto del senador Bolívar
Pagán concediendo el voto universal.
El impacto del sufragio femenino y el rol
que ocuparían las mujeres en las elecciones políticas de 1936 se hizo sentir en
las inscripciones generales. Hubo un abarrotamiento en las juntas de
inscripción por parte del nuevo electorado femenino. Las inscripciones de
electores nuevos para las elecciones de 1936 comenzaron el 8 de enero. Serían
dirigidas por los jueces municipales y jueces de paz y sustitutos debidamente
autorizados y en funciones. El secretario de la Junta Insular de Elecciones
había acordado que las féminas que peticionaran ser inscritas lo harían en un
color distinto al modelo masculino, pero debido a la tarea imposible de suplir
la demanda de tantos modelos se llenaron las peticiones en los modelos masculinos.[9]
Hecho que contribuyó a que surgieran errores.
Fueron tantas las
peticiones de inscripciones por parte del electorado femenino que hubo que dar
días adicionales para inscribir sólo a mujeres.[10]
En febrero, la Junta Insular de Elecciones aprobó una resolución otorgando días
adicionales a 12 municipios para la inscripción de mujeres. Sólo en dos de
estos municipios se permitió un día más para hombres.[11]
Como en toda contienda eleccionaria todos los partidos adjudicaban que la
mayoría de las personas que se estaban inscribiendo pertenecían a sus
respectivas filas.
En el resumen final de las inscripciones,
conforme a la Junta Insular de Elecciones, de un total de 467,891 nuevos
electores, 266,593 eran mujeres y 201,298 eran hombres.[12]
Hecho que contribuyó a que los partidos políticos comenzaran a ver en las mujeres
una fuerza política grande. Y las mujeres se vieron así mismas como esa fuerza
que atraería votos para los partidos. Para los partidos el tener mujeres como
candidatas para puestos electivos, tanto a nivel estatal como a nivel municipal
se convirtió en un imperativo.
Las mujeres habían participado en las
elecciones de 1932 y había salido electa como representante del Distrito de
Mayagüez María Luisa Arcelay. En esas elecciones, el voto había sido
restringido a las alfabetizadas. En 1936 se imponía el nuevo reto a todas las
mujeres, ya no era asunto de unas cuantas, ahora era de interés general para
todas las mujeres. Aunque María Martínez, dama cívica y filántropa, opinaba que
la mujer no estaba interesada en la política, las inscripciones y las elecciones
demostraron lo contrario, con una amplia participación de mujeres en las
urnas.
Monsita A. de Olivieri, líder liberal,
escribe a las damas liberales y les exhorta a inscribirse y a votar y le hace
la pregunta, “¿están dispuestas a ir a la lucha? o, ¿nos vamos a quedar en el
sagrado recinto del hogar como hacían nuestras abuelas? Yo les aconsejo, yo les
digo, que hay que ir a la lucha y, a vencer.”[13]
De igual forma se alineaba con esos pensamientos
la líder feminista del Partido Liberal
Mercedes Abrego, quien escribió:
La mujer atraviesa por un período de
emancipación general que la empuja a conquistar un nuevo campo: la política.
Poco a poco irá orientándose en los problemas más fundamentales de nuestro
gobierno. Es un deber nuevo que se le impone… mi voto es imprescindible es el
que decide la suerte de mi partido.[14]
Entre las candidatas femeninas a la Cámara
de Representantes figuraba Doña Adela
Ramírez, por el Distrito de Mayagüez. Adela era maestra y
esposa del rico comerciante, Higinio Ramírez. Su contrincante de papeleta fue
María Luisa Arcelay, por la Coalición.[15]
Arcelay fue quien ganó el escaño, tanto en las elecciones de 1932, como en el
año 1936, convirtiéndose en la primera legisladora de Puerto Rico. María Luisa
era una destacada figura de la industria de la aguja que tenía su centro en
Mayagüez.
Luisa Boix, seguidora del Partido Liberal,
en un discurso radial habló de cómo Arcelay llegó al poder:
Los que conocen íntimamente la política
republicana de Mayagüez y yo soy de Mayagüez, sabemos que el republicanismo de
la Sultana del Oeste, no adora otra cosa, que el becerro de oro, pues solo con
la corrupción del oro, ha podido triunfar una y otra vez en aquella querida
ciudad, digna de mayor suerte, y junto con Alfonso Valdés, el amo plutocrático
del Partido Republicano, y con Manolo Marín, el gran samaritano de los
sacrificios económicos, María Luisa Arcelay es una fuerza económica respetable,
imposible de despreciar por un partido cuya única preocupación es esgrimir el
arma corruptora del dinero frente a la obra conquistadora de conciencias que
hace el Partido Liberal.[16]
A pesar de que este discurso es un ataque político,
demuestra el respeto que ya había cobrado la mujer, por parte de los hombres,
en el ámbito empresarial y político.
Las fuerzas uniorrepublicanas postularon
para la alcaldía de San Juan a Doña Sara R. de Gaetán. Ella perdió en primarias
frente al Dr. de Castro. Sara Gaetán fue líder sufragista y estaba a cargo de
la dirección escolar del Gobierno de la capital en el 1936, cuando fue nominada
su candidatura. Varios caballeros de las filas uniorrepublicanas expresaron su
apoyo a la candidatura de Doña Sara, porque para la ciudad Capital hacía falta
un candidato de capacidad intelectual que no admitiera discusión; cuyos méritos
personales constituyeran el mejor argumento para que fuese aceptada sin titubeos.
Doña Sara manifestó que aceptó la candidatura:
“No por el honor que para mí personalmente representa, sino
por lo que ello significa para todas las demás mujeres jóvenes que han de
llegar detrás de mí.”[17]
De estas palabras se desprende que ella quería servir de modelo para que las
mujeres continuaran la lucha por ganar un espacio en la política del País.
Otra gran mujer que alzó su voz para
dirigirse a las mujeres e invitarlas a votar fue Felisa Rincón. Decía que la
mujer había llegado a la política a luchar contra la explotación económica,
causa de calamidades sociales que conmovían a la mujer, y a luchar precisamente
contra la explotación política. Que la mujer que hasta ese momento había sido
mera espectadora de la lucha de los hombres contra los males sociales, con la
conquista del voto entraba también en la lucha.[18]
En un momento dado se pensó en ella para candidata a la Cámara por San Juan.[19]
Aparentemente las subjuntas liberales de San Juan y Puerta de Tierra la habían
proclamado como candidata, pero el presidente de la Subjunta Liberal de San
Juan indicó que el procedimiento que se había seguido era ilegal. Y que él no
deseaba que las cosas se dieran como en Santurce para la selección del
candidato donde reinaba el desencanto. Hacía referencia a Josefina
Barceló.
Doña Josefina Barceló de Romero fue la
candidata para Representante a la Cámara por
Santurce, por el Partido Liberal. También fue respaldada
públicamente como la candidata del Partido Afirmación Socialista, un partido de
obreros.[20]
En su discurso político aseguraba que sería una trabajadora incansable y que no
consideraría terminada su labor hasta que cada uno de los obreros de Santurce
fuese propietario de su hogar. Fue derrotada por el candidato uniorrepublicano
Eduardo R. González. Barceló de Romero manifestó que aceptó esa candidatura,
aunque fue un sacrificio material, por la insistencia de sus amistades y en
beneficio de su Partido.[21]
Estas expresiones denotan que ella conocía que no contaba con el suficiente
respaldo para haber salido electa.
Para senadoras por acumulación hubo dos
candidatas. Una por el Partido Liberal y otra por el Partido Unión Republicana.
Por este último quedó nominada Ricarda L. Ramos Casellas, como candidata a
senadora por acumulación. Esta candidatura fue lanzada por la Asociación de
Mujeres de la Unión Republicana porque con ésta se trataba
de, “hacer justicia a la mujer en la persona incorruptible, leal y
desinteresada de Ramos Casellas.”[22]
Ramos Casellas fue maestra, líder sufragista y vice presidenta del Partido
Unión Republicana. Doña Ricarda confrontó algunas desventajas en su
candidatura. La Coalición (socialistas y uniorrepublicanos) postularon los
mismos candidatos para todos los puestos en la papeleta, con excepción de los
puestos por acumulación, cada partido postuló sus candidatos. Lo que evitó que
Ricarda se beneficiara del voto femenino socialista.[23]
La candidata del Partido Liberal fue María
Martínez de Pérez Almiroty. En una de las actividades del Partido “pronunció un
bello discurso en el que hizo resaltar los méritos de la mujer puertorriqueña y
especialmente de la mujer liberal para tomar parte en todas las luchas de su
pueblo. Hizo breve síntesis del movimiento sufragista, manifestando que ella
siempre fue feminista, pero que nunca fue sufragista.”[24]
María Martínez era de parecer que la mujer no estaba preparada para ejercer el
voto. En entrevista realizada por la periodista Rosario Guiscafré en el
1962, encontramos la respuesta al por qué
no fue sufragista:
¿Luchó usted por el sufragio femenino?
Nunca luché por el sufragio. Siempre he
creído que la impaciencia no conduce a nada y consideraba que todavía nuestra
mujer no estaba lo suficientemente interesada en ese privilegio. Creía que
podía hacerse bastante dentro del feminismo en lo que llegaba ese momento.
Conseguido el voto, siempre propuse para ocupar cargos solo a aquéllas que
sabía que habrían de poner en alto nuestro nombre.[25]
En ocasión de la campaña política que se
desarrollaba en la Isla, en el pueblo de
Maunabo, se celebró una magna asamblea por el Comité de
Damas Liberales. En esa asamblea se manifestó María Martínez. En su discurso
arremetió contra miembros de la Coalición que la habían censurado por usar como
símbolo de su candidatura el retrato de Ana Roqué de Duprey, que estaba muerta.
Arremetiendo contra estos dijo que
se sentía orgullosa de haber seleccionado
el retrato de la ilustre educadora, de la inmensa Doña Ana Roqué de Duprey,
cuando casi todos los candidatos coalicionistas por acumulación renunciando a
la memoria de Barbosa, Gómez Brioso y otros ilustres republicanos del pasado
optaron por una fauna acéfala de cangrejos, caballos y pitirres, hundiendo en
el olvido aquellos que dieron gloria y lustre a esta patria.[26]
Luego de este discurso fue ovacionada de
pie. María Martínez ganó el escaño en 1936 como senadora por acumulación con
85,000 votos, y hace historia convirtiéndose en la primera mujer electa para
este cuerpo legislativo. Iniciando una consistente representación electoral
femenina que continúa hasta nuestros días.
Otras mujeres que salieron favorecidas
fueron María Luisa Arcelay, por el distrito representativo número 16, quien
ocupaba un escaño en este cuerpo legislativo desde 1932. Siendo la primera
mujer en ocupar un puesto en dicho cuerpo. Dolores Valdivieso, salió electa
alcaldesa de Guaynabo, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar dicho cargo
en la Isla.
Los resultados de las elecciones
demostraron que las mujeres eran una fuerza recién llegada, con una
participación importante para favorecer a sus partidos. Letradas o no letradas,
con su voto comenzaron a marcar la diferencia. En las elecciones de 1936
salieron airosas las mujeres. En todas las áreas políticas tuvieron
representación: 1 senadora, 1 legisladora, 1 alcaldesa y 117 asambleístas.
Quedó demostrado que las mujeres no sólo habían obtenido el derecho al voto,
sino que lo ejercieron. Y con su voto llevaron a muchas mujeres a ocupar cargos
en el gobierno, desplazando o sustituyendo a un gran número de hombres.
[1]
. Puerto Rico: Leyes fundamentales
(Río Piedras: Editorial Edil, 1982), 183.
[2] . El Artículo VI Sección
2, de la Constitución de los Estados Unidos de América, expresa: Esta
Constitución,
y las leyes de los Estados Unidos que se expidan con arreglo a ella, y todos
los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad de los Estados
Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada Estado estarán
obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en contrario que se
encuentre en la Constitución o las leyes de cualquier Estado. Esta Sección es
conocida como la Cláusula de Supremacía y en jurisprudencia se ha interpretado
que cualquier ley de los estados o territorios que sea contraria a alguna
disposición de la Constitución será nula. Entrevista al Licenciado Nelson
Rochet.
[3]
. Mayra Rosario Urrutia y María de Fátima Barceló Miller. Temperancia y sufragismo en el Puerto Rico del Siglo XX, Avance de investigación no. 7 (Santurce, PR: Centro de
Investigaciones Académicas, Universidad del Sagrado Corazón, 1989),22.
[4]
. Ibid.
[5]
. Isabel Andreu de Aguilar, “Reseña
histórica del movimiento feminista en Puerto Rico”, Revista Puerto Rico 1, no. 3 (junio 1935): 261.
[6]
. Félix V. Matos Rodríguez y Linda C. Delgado, Puerto Rican women’s history: new perspectives (Armonk, New York:
M.E. Sharpe, Inc., 1998), 165.
[7]
. Ibid., 159.
[8]
. Yamila Azize Vargas, La mujer en la
lucha (Río Piedras: Editorial Cultural, 1985), 141-142.
[9]
. “Sobre las inscripciones electorales,” El Mundo, 6 de enero de 1936.
[10]
. “Se darán días adicionales,” El mundo, 17 de enero de 1936.
[11]
. “Nuevos días de
inscripción para doce poblaciones de la Isla,” El Mundo, 22 de febrero de 1936.
[12]
. “467,891 electores registrados en las recientes inscripciones generales,” El
Mundo, 5 de febrero de 1936.
[13]
. “A las damas liberales puertorriqueñas y especialmente a las ponceñas,” La
Democracia, 30 de agosto de 1936.
[14]
. “A las mujeres liberales,” La Democracia, 12 de enero de 1936.
[15]
. Bolívar Pagán, Historia de los Partidos
Políticos Puertorriqueños 1898-1956, Tomo II (San Juan, P.R.:
Litografía Real Hermanos,
Inc., 1959 y 1972), 115.
[16]
. Discurso por radio de doña Luisa Boix, La Democracia, 25 de octubre de 1936.
[17]
. “Doña Sara R. de Gaetán explica por qué ha aceptado,” El Mundo, 10 de mayo de
1936.
[18]
. “Discurso de Felisa Rincón,” La Democracia, 27 de octubre de 1936.
[19]
. “Sobre una candidatura liberal,” El Mundo, 23 de marzo de 1936.
[20]
. “Josefina Barceló de Romero, candidata a Representante a la Cámara por
Santurce, habla a sus electores,” La Democracia, 28 de octubre de 1936.
[21]
. “La Sra. Barceló de Romero felicita al Sr. González,” El Mundo, 20 de
noviembre de 1936.
[22]
. “En torno a la candidatura,” El Mundo, 15 de agosto de 1936.
[23] . Sandra A Enríquez
Seiders, Tizas, Conciencia y sufragio:
Ricarda López de Ramos Casellas (Colombia: Ediciones Callejón, 2006), 137.
[24]
. “Brillante festival político celebrado el domingo en Las Palmas,” La
Democracia, 17 de marzo de 1936.
[25]
. Rosario Guiscafré, “María M. de Pérez Almiroty recuerda con cariño una vida
dedicada al mejoramiento social de Puerto Rico,” El Mundo, 10 de marzo de
1962.
[26]
. “La vice-presidenta del Partido Liberal, doña María Pérez de Almiroty es
aclamada en Maunabo,” La Democracia, 23 de octubre de 1936.
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