Una
puertorriqueña del Bronx: Sonia Sotomayor
Prof. Lara Caride Alonso
La primera vez que me encontré con Sonia Sotomayor fue, en
realidad, con su libro, Mi mundo adorado.
Como española estudiando en Río Piedras disfrutaba paseando por las librerías
de la ciudad universitaria en busca de novelas que llenaran los espacios vacíos
de una persona abriéndose paso en la isla. Recuerdo ver el libro en una mesa
con muchos ejemplares, como todo un bestseller. Recuerdo la foto de portada en
la que aparece ella misma en una sonriente y maquillada imagen. Y confieso,
ante mi ignorancia foránea, pensar solo por la tapa del libro, que se trataba
de la historia de alguna famosa puertorriqueña, que por su edad y quien sabe
por qué más, me pareció salida del faranduleo
y del bochinche, como ustedes dicen,
que debía de ser la experiencia de la vida de alguna cantante o actriz
puertorriqueña que contaba sus intimidades. No me malinterpreten, no lo digo
como algo malo, sino solo como lo que me pareció y algo en lo que, ante mis
conjeturas adelantadas, no estaba interesada.
Posteriormente leí por Facebook que varios conocidos de la
universidad estaban, en el momento que lo veía, en el teatro de la Upr, en una
charla de la mencionada mujer. Me extrañó. Aún así, seguía sin saber quién era,
exactamente, ella. Sería más tarde, seguramente entre conversación escuchada en
algún café lleno de libros o en una charla animada en un pasillo, no lo recuerdo,
que empecé a saber quién era. Aclaro que nunca me ha gustado mucho la
televisión y no veo los programas que esta ofrece, por lo que ello no fue una
ayuda para saberlo aunque ni siquiera me molesté en buscarlo, pues no era algo
que pensé me interesaría. Lo equivocada que estaba me vine a dar cuenta,
claramente, el año pasado, cuando fui como oyente a una clase de Empresarismo y
Literatura, de mi admirada profesora Rosa Guzmán. Siempre me ha fascinado la
facilidad de Rosa para mezclar y unir temas dispares de la forma más fácil y
amena, de ahí mi interés por su clase.
En esta, repartió un fragmento sobre Mi mundo adorado que me llamó la atención. Como dije, comencé a
saber de ella sin darme cuenta y estas navidades, en esos momentos de ansiado
ocio que soñamos desde el semestre académico, lo leí. Mientras lo hacía,
pensaba en este congreso del que había oído hablar el año pasado y quería
participar. No sabía muy bien con qué. En cualquier caso, cuando terminé el
libro supe, como saben los grandes escritores, que tenía que escribir sobre
ella. Después de conocer su historia, como mujer nacida en Nueva York, criada
en el Bronx, descendiente de puertorriqueños, que ha llegado a ser la tercera
mujer en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos y la primera latina, una
duda me asaltaba: ¿es Sonia Sotomayor, una puertorriqueña ilustre y pionera
como da título a la mesa de esta ponencia? De nuevo, no me malinterpreten, creo
que lo de ilustre no es muy debatible, pues su historia está marcada por el
salto exitoso de los obstáculos en el camino, del humilde Bronx al prestigioso
Tribunal Supremo.
Sin desmerecer a ninguno, entre ellos hay un largo camino.
Pero ¿es Sonia una puertorriqueña? Reconozco y sé que no me estoy haciendo
ninguna pregunta que no se hayan hecho ustedes antes en multitud de artículos,
ensayos e investigaciones en torno a la cuestión de la identidad puertorriqueña[1].
La primera contestación válida, desde mi punto de vista, y que he escuchado a
algunos decir, es que quién soy yo para decir si ella se siente o no
puertorriqueña. Insisto, muy válida contestación y concuerdo con ello. Si me
permiten un pequeño inciso para recordar mi país, a más de uno le valdría
pensar lo mismo en relación a la cuestión catalana o vasca. Ello no implica que
no se pueda discutir sobre ello y argumentar como toda buena conversación con
diferentes puntos de vista.
Unos meses después de la publicación de Mi mundo adorado en el año 2013, comencé
a dar clase como profesora de Historia de España en la Universidad de Puerto
Rico-Recinto de Río Piedras. Una gran oportunidad que todavía disfruto cada día
que doy clase. Con el grupo de este semestre, y a pesar de no tener directa
relación con la Historia de España, les comenté sobre este congreso y sobre el
tema que iba a tratar, es decir, la cuestión identitaria del puertorriqueño, en
el caso concreto de Sonia Sotomayor. Todos la conocen, aunque solo uno de ellos
tuvo la fortuna de asistir a la presentación de su libro en el teatro de la
Upr. No pasa un día sin que me no me reconcoma saber que no participé de
aquella actividad. La cuestión es que como extranjera, por más que no me
agrade, hay cuestiones puertorriqueñas que se me escapan, si bien estos son los
intentos en los que trato de acercarme a algo tan complejo como esta cuestión.
Sea como fuere, planteé esta cuestión entre mis estudiantes, lo que desencadenó
un interesante debate sobre si es o no puertorriqueña. Los resultados ante la
votación determinaron que la prácticamente mitad de la clase opinaba que no lo
era y la otra mitad, que sí. Los que decían que no, se basaban en que más que
donde uno nace es donde uno se cría, y que al Sonia ser criada en Estados
Unidos, es estadounidense. Añadían que a veces los puertorriqueños intentan,
por ese complejo de inferioridad que inexorablemente implica la colonia,
apropiarse de otros que han
conseguido grandes logros para reivindicarse como pueblo. Agregaban que la
lengua era un factor determinante y que Sonia lo hablaba a medias, así como que
sus costumbres y, en definitiva, su cultura, estaba marcada por la antigua
colonia británica. Los que opinaban que sí lo era, afirmaban que ser
puertorriqueño o no depende de cómo uno se siente y ejemplificaron sus
argumentos con casos personales de padres o conocidos nacidos allá afuera
(siempre me ha fascinado que allá afuera signifique Estados Unidos y no
otros países) que afirmaban ser boricuas pa´que
tú lo sepas. La realidad es que,
ante la diversidad de opiniones, el asunto fritado y refritado, implica que sigue habiendo tela para cortar, pues como
expresa Tzvetan Todorov en su libro La
conquista de América. El problema del otro, hay tres ejes para actuar
frente al otro: desde los juicios de valor, desde la acción de acercamiento o
de alejamiento o desde el desconocimiento[2].
En este sentido, quisiera mencionar un artículo de la
revista digital 80 grados, de Gaby
Avilés, que lleva por título Soy boricua,
¿tú lo sabes?3 En este, su autor, un aficionado del deporte y
abogado de profesión, se cuestiona la cuestión de la identidad puertorriqueña
en relación al boxeador Danny “Swift”
García. Lo que de este artículo me interesa es que un puertorriqueño decide si
otro lo es en función de cada caso y, en ese orden de cosas, cito:
“Este enfoque, al cual
en ocasiones escogemos llamar “resolver en equidad”, inevitablemente parte de
dos presunciones, conscientes o inconscientes: (a) que tenemos un mejor
entendimiento del tema que los demás, que nos permite ser buenos juzgadores; y,
(b) que a los demás les importa o les debe importar lo que nosotros opinamos y
pensamos. Quizás ya ven por qué traté de distanciarme de este grupo al
principio del párrafo; pero el mero hecho de que esté
escribiendo esta
entrada posiblemente me coloca en este grupo”.[3]
De esta forma, el autor divide en cuatro las formas en que
se genera el debate en torno a aquellos nacidos en Estados Unidos de familia
puertorriqueña y aquellos que son descendientes de puertorriqueños pero no por
la inmediatez de los padres. Así, establece: 1. “Chacho, ese no es bori, viste cómo subió sin bandera de Puerto Rico
al ring y no mencionó a Puerto Rico cuando ganó”. 2. “Ese no nació aquí, no es
puertorriqueño”. 3. “Mira, es que ni aunque hubiese nacido en PR, ese no se
desarrolló aquí”. 4. “Es puertorriqueño si compite o compitió por Puerto Rico”.[4]
Seguramente, esta clasificación, con las analogías que se pueden hacer
aunque este ensayo se refiera al deporte, las han escuchado todos ustedes. El
autor concluye, y cito:
“Para mí, sin intención
de sonar a un popular cántico argentino, ser puertorriqueño y ser
boricua es un
sentimiento, no una regla, es una alegría, es una contentura que se lleva
adentro y se celebra y se disfruta, pero por la que también hay que trabajar y
luchar a diario”.6
Sonia Sotomayor, en cambio, lo tiene
claro. Ella afirma sentirse mitad estadounidense, mitad puertorriqueña. En
declaraciones de la jueza en su visita a Puerto Rico, expresó:
“Tengo el alma latina
con el orgullo americano. Para esos que dudan si soy puertorriqueña, yo como
arroz y habichuelas, crecí comiendo lechón, pasteles de Navidad y los domingos
pasaba el día con mi tía viendo a Cantinflas. Vi a mi familia cómo bailaba merengue
y mi primera lengua fue el español... Cuando pienso en mí pienso en una
puertorriqueña de Nueva York. No me crié
aquí, pero me llevé de
aquí la identidad de quién soy”.[5]
Pero veamos un poco más sobre la vida de Sonia Sotomayor,
la que por cierto prefiere que la llamen juez y no jueza, ya que para opinar
hay que saber algo más que su más conocido triunfo al pertenecer al Tribunal
Supremo. Convengamos que el afirmar o no su puertorriqueñidad se ha basado, en
general, en juzgar sobre su nacimiento y crianza en los Estados Unidos. Así
fue, nació y se crió en el Bronx de padres puertorriqueños emigrados por
necesidades económicas. Una influencia muy importante en su vida fue la que
ella llama en su libro, Abuelita, que
lo era por parte de su padre, quien falleció cuando ella era pequeña, producto
de sus problemas con el alcohol. Su primer idioma fue el español y no fue hasta
casi la adolescencia, que tuvo que aprender bien el inglés. Curiosa
contradicción ya que si bien sigue hablando español, hoy comete en español los
mismos errores que seguramente cometía en inglés, nada profundo por lo que no
se la entienda cuando habla.[6]
Diagnosticada con diabetes desde su infancia, esta condición le hizo perseverar
en un momento donde no se sabía tanto sobre ella. Su pasión por el club de
oratoria forjó sus deseos, entre otros motivos, para estudiar derecho. Con
compromiso y tesón consiguió entrar en Princeton y, posteriormente, en Yale, de
las que se graduó con honores. Sus investigaciones universitarias se centraron
en la cuestión de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín y el Estado Libre Asociado.
Como latina, sufrió el racismo contra los denominados spics, lo que seguramente influyó en su pertenencia a Acción
Puertorriqueña en Princeton, asociación que desarrolló planes en orden de
ayudar y adaptar a los hispanos en Estados Unidos. Para Sonia, Acción
Puertorriqueña era “un espacio donde
tener un sentido de pertenencia”.[7]
Tras su trabajo disciplinado como abogada en lo público y privado, ya lo saben,
fue nominada por el actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, para
ocupar un lugar en el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Para lo que se
pregunten si había viajado a Puerto Rico antes de presentar su libro, sí, lo
había hecho en varias ocasiones. Su madre, con el paso de los años, ha ocupado
un valor central en su vida aunque en realidad siempre lo había hecho, como
expresa en su libro, al contemplar el pasado con la madurez del tiempo. Celina,
su madre, tuvo un papel protagonista en su juramentación para con el Tribunal
Supremo[8].
Entonces, ¿qué se puede concluir? En mi opinión, Sonia
Sotomayor es una puertorriqueña del Bronx, y en esta pequeña frase se resume
todo, pues nunca va a ser como un puertorriqueño/a de aquí pero tampoco será
una completa estadounidense pues comparte una identidad múltiple. Mi amigo
historiador, Rafael Acevedo, me decía no hace tanto, que debiéramos ver que
Puerto Rico es el patio del Bronx o el Bronx es el patio de Puerto Rico. Ahora bien,
creo que también debemos de ver que la influencia estadounidense en la isla, si
bien no es completa, es más de lo que algunos llegarían a querer creer y ver.
No sé si Puerto Rico sigue siendo el país de los cuatro pisos o si ya son cinco
o seis, lo que sí me parece cierto es la afirmación que el historiador Carlos
Pabón hace en su ensayo De Albizu a
Madonna que dice:
“Ya no somos, si es que
alguna vez lo fuimos en realidad, el jibarito de Lamento borincano, aquel que
salió en su yegua con su cargamento para la ciudad. No somos el país de los
cuatro pisos, sino el país de los 4x4. Somos los celulares, los beepers, los
fax, los vcr´s y los módems.
Somos CNN, MTV, Pepsi,
McDonald´s, Walmart, Citibank, Visa y Mastercard (…). Somos esto y una
multiplicidad de identidades más que se construyen y se reconstituyen
continuamente como parte de la inserción de la isla en el proceso de la
globalización”.[9]
En cualquier caso, y como apunta Todorov, esta cuestión
debe ser un “diálogo donde nadie tiene la
última palabra, donde ninguna voz reduce a la otra a la categoría de simple
objeto, y donde sacamos provecho de la exterioridad del otro”.[10]
Lo que ocurre, a fin de cuentas, es que este diálogo no termina porque aunque
necesario y lógico, no nos satisface.
Bibliografía
Avilés, Gaby. "Soy boricua, ¿tú lo
sabes?" 80 grados, Septiembre
2013.
González, J.L. El país de los cuatro pisos y otros ensayos. Puerto Rico: Ediciones
Huracán, 1980.
Juez
Sotomayor orgullosa de ser latina.
enero 20,
2013. https://www.youtube.com/watch?v=hixO0EsE2C8
(accessed febrero 20, 2015).
Pábon, C. Nación
postmortem. Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad. San Juan,
: Ediciones Callejón, 2002.
Sonia
Sotomayor prestó juramento. enero 13,
2010.
https://www.youtube.com/watch?v=EhTGyb0BJWA (accessed febrero 20, 2015).
Sotomayor, Sonia. Mi mundo adorado. Nueva York: Vintage Español, 2013.
Todorov, Tzvetan. La conquista de América: el problema del otro. Buenos Aires: Siglo
Veintiuno Editores, 2003.
U.S.
Supreme Court Justice Sonia Sotomayor Visits Yale. febrero
12, 2014. https://www.youtube.com/watch?v=8ODnaFRc_mM (accessed
febrero 20, 2015).
[1] Ver Pábon, C. Nación postmortem. Ensayos sobre los tiempos
de insoportable ambigüedad. San Juan, : Ediciones Callejón, 2002 y
González, J.L. El país de los cuatro
pisos y otros ensayos. Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1980.
[3]
Íbid.
[4] Íbid. 6 Íbid.
[6]
Consultar vídeos de la bibliografía adjunta.
[7]
Sotomayor, Sonia. Mi mundo adorado.
Nueva York: Vintage Español, 2013, p. 155.
[8] Ver Sonia Sotomayor prestó juramento. enero 13, 2010.
https://www.youtube.com/watch?v=EhTGyb0BJWA (accessed febrero 20, 2015)
[9] Pábon, C. Nación postmortem. Ensayos sobre los tiempos
de insoportable ambigüedad. San Juan, : Ediciones Callejón, 2002, p. 28-29.
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