El
feminismo maternalista de Zeno Gandía en las
novelas
“El Monstruo” y “El Negocio”[1]
Iván Collazo
Rodríguez
El presente trabajo
pretende examinar algunos elementos feministas en la narrativa de Manuel
Zeno Gandía. Dentro de la compleja gama de planteamientos esbozados por el
autor en su obra, se destaca su percepción de la condición femenina y la
relación entre géneros. El personaje de
la madre en “El Monstruo” y la
afirmación del autor sobre la superioridad sentimental de las mujeres, podrían
aproximar a Zeno a la corriente de pensamiento que se denomina como “feminismo
maternalista”. De otra parte, los conflictos
afectivos de las mujeres en “El Negocio”
se desarrollan entre imposiciones patriarcales,
pero su desenlace se manifiesta
dentro de una serie de solidaridades femeninas. Zeno Gandía no hace acopio
exclusivo de un tipo de feminismo, sino de varios registros discursivos, lo
cual enriquece su propuesta literaria.
Marco Teórico
Esta exposición intentará ejercer una
interpretación maternalista a través de
los personajes femeninos que construye el novelista. Pese a que El Monstruo, y particularmente El Negocio, son universos
masculinos, las mujeres que aparecen en
el texto son claves para entender la noción femenina de Zeno Gandía. El feminismo maternalista sostiene que toda mujer siempre es madre,
independientemente de su fecundidad. Dicha condición la hace superior al
hombre. Este discurso se basa en la
teoría psicoanalítica de Nancy Chodorow[2]
y la teoría moral de Carol Gilligan[3].
Estas pensadoras sostienen que las distinciones drásticas entre géneros se explican en función de sus diferentes experiencias
en las primeras etapas de desarrollo. La moralidad de las mujeres se vincula a
un conjunto de valores más humanos que la inclina a una “ética del cuidado”
femenina, en contraposición a una “ética de la justicia” masculina. La ética
del cuidado se decanta más por la responsabilidad y las relaciones que por el
derecho; se enfoca en las necesidades de situaciones específicas por encima de
las normas generales de conducta. El pensamiento maternalista políticamente
afirma que el discurso público debe estar inspirado en las virtudes maternales
como amor, atención, cuidado y compasión, que son aspectos menospreciados por
las nociones patriarcales del liberalismo estatal.
El Monstruo de María
El Monstruo[4]
(1878), texto juvenil de Zeno Gandía, es una novela escrita para hombres. El
narrador proclama desde un inicio la superioridad femenina gracias a sus
sentimientos y expresa:
“…hablándote francamente, no escribo para ellas. La razón es obvia.
Ellas, todas ellas, son positivamente de mi opinión. No te diré que piensan
como yo, pero de fijo sienten mis opiniones. A ninguna se le ocurrirá imputarme
falsedad; por el contrario muchas dirán: “Así procedería yo.” “Mi corazón
siente iguales
impulsos.”
“¡Que bien conoce el autor el corazón humano!”
La breve novela deja claramente establecida la
simpatía del autor con las mujeres y asegura, con sesgos narcisista, tener su
empatía y admiración. El Monstruo se
reduce a un documento pedagógico para ilustrar el analfabetismo sentimental de
los hombres. En el escrito se presenta a una joven pareja con problemas para
reproducirse. Cuando finalmente logran procrear, la criatura resulta ser terriblemente
fea. El padre muestra cierta repugnancia
ante su primogénito, pero la madre simplemente lo toma entre sus brazos
y lo acerca a su pecho.
Ante la
fealdad, el hombre muestra reticencia, pero la mujer abraza o más bien rebasa
este tipo de concepto. La idea de la belleza es un concepto artificial
elaborado por un entorno cultural masculino-centrista. Los esquemas estéticos
occidentales en el devenir histórico se disociaron de los valores éticos y
asumieron una frívola arbitrariedad. Pero la maternidad, o esa experiencia
vital que decidimos consignar bajo dicho término, procede de modo natural, sin caprichos. Al
nacer, María se enlaza a su monstruo. Ella es su madre, el engendro es su hijo,
no hacen falta más argumentos. La mujer-madre opera en el ámbito del
sentimiento; la razón no es necesaria.
Para entender la situación anterior,
podríamos preguntarnos qué le ocurriría al niño si no contara con esa
solidaridad maternal. De solo existir el “patri
onium” masculino y su conjunto de
artificios, el engendro quedaría a la deriva, huérfano. Debido a su fealdad, el
monstruo pasaría a ser un paria, en el sentido estricto de la palabra, un
exilado del patrius, sin el favor del
padre y sin posibilidades de existir por su frágil condición. El hecho de no
cumplir naturalmente con unas expectativas culturales, sería algo letal. Su
fealdad sería su muerte.
Las mujeres de “El Negocio”
En la novela El Negocio (1922) la presencia de
mujeres subordinadas es determinante para la solución de los conflictos
amorosos. Discutir a fondo todos los personajes femeninos del texto excede la
extensión de este ensayo, pero al menos podemos explorar sus contornos. La
novela se desarrolla en el ambiente urbano de una ciudad costera orientada al
comercio. Los hombres convergen en un cafetín en donde se vinculan de forma
fugaz y superficial. Un personaje de nombre Camilo Cerdán reflexiona agudamente
sobre el país entre tragos de ginebra. Los acuerdos mercantiles permean la
atmósfera. Los comentarios de Camilo se pierden entre la codicia
económica.
El
Negocio posee al menos dos historias amorosas: la de Clarita con Sergio
Madrid y la de Leocadia con Leopoldo Amor. Clarita es hija de Andújar,
ambicioso comerciante que ya había aparecido en la trama de La Charca. Su madre es Filomena, quien a
lo largo del texto demuestra una gran capacidad para romper con los
convencionalismos y entender el alma femenina. Clarita está enamorada de Sergio
Madrid, pero Andújar pretende casarla con Rosaldez, quien es un hombre rico y
por consiguiente un “buen negocio”. Este conflicto se resuelve gracias a la
intervención de Lupe, que a pesar de estar enamorada del propio Sergio, lo
ayuda a concretar su relación con Clarita. Curiosamente Lupe es una mujer
hermosa, pero marginal, con una reputación cuestionable.
En las otras novelas de Zeno Gandía,
podemos notar un patrón en la construcción de personajes femeninos: la mujer
prostituida por las circunstancias. Este es el caso de
Casilda en “Garduña”, Silvina en “La
Charca”, Lupe en “El Negocio” y
Piadosa en
“Redentores”.
No es necesario condenar ni mitificar la prostitución para explicarnos el
destino asumido. No se trata de una elección deliberada ante un universo de
opciones. Las mujeres no tienen demasiadas alternativas en un contexto
masculino que las aborda como mero objeto sexual o como madre-esposa abnegada.
Entre esos dos extremos oscila buena parte de la noción patriarcal de ese otro femenino, dando
como resultado la cosificación de la mujer, reduciéndola a un “negocio”, una
simple mercancía.
Para entender el destino de Lupe
contamos con la siguiente descripción:
“…era una muchacha nacida en los suburbios”. La echaron del mundo; eso
fue todo. Cuando adolescente siguió un trillado: primero seducida, luego
abandonada. No tenía ella de las cosas otro concepto que el de la ejemplaridad.
Vio aquello y pensó que imitarlo era lo mejor. Nadie le dijo nunca que hubiera
mejor camino. En su medio ambiente no vio otra cosa que lo que ella hizo. Al
cabo aprendió a cotizarse…[5]”.
Y luego añade:
“Su
prostitución era extraña, singular. De sí misma solo poseía el alma. Alma
virgen, inconsciente y suya, solo suya, inspirada en generosos y puros
sentimientos. Era un jirón social sin comprenderlo; una mala mujer ignorándolo.
Creía que su camino era el único que una mujer como ella pudiera seguir, y si
su cuerpo sufría sin injurias, su alma aleteaba contenta, con infantil
responsabilidad, como si no pecara, como si todo aquello fuera justo, como si
vivir y ser bueno consistía en hacer lo que ella hacía. Nació, la empujaron,
cayó, vivía como fosforescencia de pantano”[6].
Podemos observar que Lupe es víctima de las
circunstancias y hasta cierto punto está enajenada de la “ética de la justicia”
masculina. Está inspirada en “generosos y puros sentimientos” e ignora ser una
mala mujer ante los esquemas de pensamiento masculino. El machismo patriarcal es contradictorio:
asume a Lupe como objeto y la desea; la utiliza y la condena; le admira y la
margina.
Clarita en
cambio es una niña. Está embelesada con el objeto de su afecto y nunca le ha
dirigido la palabra. Su atracción posiblemente responde a una proyección de sus
fantasías juveniles. Su amor es ingenuo y frágil, como su salud.
Lamentablemente no es una mujer preparada para enfrentar las contradicciones
del patriarcado, sino para asumirlo. Su padre Andújar insiste en matrimoniarla
con otro hombre, pero sus sentimientos desafían internamente el mandato
paternal. El poder contestatario de Clarita no es racional, sino
sentimental. Aunque el radio de acción
de Lupe es más amplio que el de Clarita y la supera en experiencias, ambas
carecen de referentes para entender el entorno en el que se desplazan. Tanto la
niña de “bien” que representa Clarita, como la mujer-objeto que encarna Lupe,
serán sometidas al orden imperante. Una como esposa permanente, la otra como
amante ocasional. Pero gracias a sus diferentes opresiones habrá margen para la
mutua solidaridad.
Filomena, la
madre de Clarita, la defiende de su ambicioso padre Andújar. Entablan una
discusión sobre el proyectado matrimonio con el próspero Rosaldez. La
madre objeta y dice “ella no le ama”. Andújar pregunta: “¿sabe ella lo que es el matrimonio?” La madre certeramente
contesta: “es mujer y sabe lo que son los
sentimientos”. Para el padre el enlace matrimonial debe consistir en un
“buen negocio”, como literalmente expresa en uno de sus diálogos. Para
Filomena, dicho vínculo debe estar regido por la “lógica” del sentimiento. Observamos reiteradamente que la manera en
que se desafían los valores pragmáticos del mercantilismo, ocurre por medio de la
irracionalidad del alma, del impulso afectivo.
Si el patriarcado y sus valores
éticos se traducen en orden, lógica, utilidad y control, el elemento femenino
subvierte estos esquemas por conducto del “desorden” de los afectos, la
intuición, el desprendimiento y la disposición al sacrificio. Sergio Madrid,
ante la impotencia de no poder evitar el matrimonio entre Rosaldez y Clarita,
se encuentra frustrado y se dirige a los manglares, fuera de la ciudad. Allí se
encuentra con Lupe, quien luego de confesar sin tapujos sus sentimientos hacia
él, se entrega. En un acto de suprema generosidad, Lupe se pone a disposición
de Sergio en calidad de celestina, para llevar unas cartas donde Clarita y
poder resolver el entuerto amoroso. Su intervención fue clave para evitar el
matrimonio programado y el enlace eventual entre Sergio y su enamorada.
Si Lupe respondiera a los valores
racionales de la utilidad jamás hubiese asistido de esa manera a Sergio, ya que
en el fondo ella también le amaba. Era una “mal negocio” conectar al sujeto de
su afecto con otra mujer. Pero gracias a su desprendimiento, una pareja tuvo la
oportunidad de asumir un destino. Si mediante la imaginación nos recreamos esta
situación a la inversa, el desenlace hubiese sido muy diferente y lamentable.
Tendríamos a una Lupe, egoísta y posesiva, que solo pretende aprovecharse de
las situaciones. Haría lo posible por explotar la desesperación de Sergio,
dilataría su ayuda para lograr que Rosaldez y Clarita se casen. Finalmente ella
poseería, permanente o esporádicamente a un infeliz Sergio. Pero gracias al
“maternalismo” de Lupe, el desenlace es distinto, ya que antepone la felicidad
de otros a la suya propia. Solo queda sospechar que beneficios, si alguno, pudo
obtener con este gesto.
El personaje
de Lupe, contrasta con el de Pasión, otra dama que en cierto modo también ha
caído en esa prostitución involuntaria. Hermosa y deseada, su nombre revela
precisamente lo que despierta en los demás: pasión, atracción carnal. Los
hombres la abordan como objeto a ser consumido, la despojan de su humanidad.
Galante, un acaudalado comerciante, le brinda un poco de condescendencia, pero
como aborrece el matrimonio, no le brinda “status” de esposa ni reconocerá
plenamente al hijo en común.
Al parecer Pasión, distinto a Lupe,
fue tentada por la ilusión de la prosperidad burguesa:
“Pensó
en las leyendas de viejos opulentos enriqueciendo muchachas pobres. Sonó en
poéticas quintas, en lujosas residencias en las que ella seria la diosa. Esperó
una fantástica ascensión en el medio social, llegando al papel de gran señora,
objeto de cortesía, en el cual las mas encumbradas familias le abrirían sus
salones y le perdonarían el color mulato, considerándola como blanca. Sonó todo
eso. Fueron delirios”[7].
Otra
personaje femenino que podemos comentar brevemente es el de Leocadia
Calvente. No deja de ser curioso que aparezca su
apellido. Las pocas mujeres que aparecen en el texto, particularmente las
marginadas, solo son descritas con su nombre. Leocadia no es un ser típicamente
subordinado, ya que el menos posee medios económicos y el oficio de la costura.
Tiene criterio propio y cuestiona el futuro enlace entre Clarita y Rosaldez.
Plantea que ante la falta de afecto no hace sentido el compromiso. Es un
argumento elemental desde la lógica de los sentimientos. Leocadia está
enamorada de Leopoldo Amor y su astuta prudencia será de mucha ayuda para
ambos.
Al final de la novela, Filomena
ayuda a su hija Clarita y a Sergio Madrid en su escape hacia París. La madre se
sostiene en su posición original: su hija debe regirse por los sentimientos y
abordarlos a plenitud. Con este gesto, Filomena destruye el plan mercantilista
de su esposo Andújar, que pretendía materializar un matrimonio con Rosaldez, en
una especie de inversión carnal, utilizando a su hija como mero objeto de
transacción. La acción de Filomena constituye un acto de redención del
subalterno que se revela y triunfa de forma inesperada y creativa.
Conclusión
Los personajes femeninos de Zeno Gandía poseen, en la
mayoría de los casos, un poder contestatario que reacciona contra la
arbitrariedad de los valores masculinos. Independientemente de su extracción
económica, María (madre del monstruo), Lupe, Filomena, Clarita y Leocadia
salvan su integridad por medio de los afectos. Las mujeres de “El Negocio” se
distinguen por no dejarse programar con el pragmatismo. A pesar de circular en un entorno de dominación
masculina, no es la fría razón, ni el
afán desalmado de prosperidad material la que rige su proceder. La opresión
patriarcal las afecta de maneras diferentes, pero las aproxima a la
solidaridad. Las féminas de Zeno Gandía
exhiben una predisposición al mundo
interior, donde el alma prevalece a pesar del abuso, las violaciones, la
opresión y la estrechez racional de ciertos hombres. El absurdo racional masculino se enfrenta al absurdo sentimental
femenino y languidece.
Bibliografía
Chodorow,
Nancy. The Reproduction of Mothering:
Psychoanalysis and the Sociology of Gender. Berkeley,
University of California Press, 1978.
Díaz, Luis Felipe. Modernidad
Literaria Puertorriqueña. San Juan, P.R. Editorial Isla Negra: Editorial
Cultural, 2005
Gilligan,
Carol. In a different voice:
Psychological Theory and Women’s Development. Cambridge, Harvard University Press, 1982.
Mérida Jiménez, Rafael M.
Mujer y género en las letras
hispánicas. Lleida, Universitat de Lleida, 2008.
Moi,
Toril. Teoría literaria feminista.
Madrid, Cátedra, 2006.
Náter, Miguel Ángel. La Traición de la didáctica: Manuel Zeno
Gandía, crítico y polemista. San Juan, P.R. Editorial Tiempo Nuevo, 2013.
Zeno
Gandía, Manuel. El Monstruo. San Juan, P.R., Editorial Tiempo Nuevo, 2008.
Zeno
Gandía, Manuel. El Negocio. Río
Piedras, P.R., Editorial Edil 1973.
LUISA GEIGEL
BRUNET: pionera del desnudo en la pintura puertorriqueña: transgresión, estigma y mito
Yamila Azize Vargas, Ph.D.
Las pinturas de mujeres desnudas hechas por Luisa
Geigel Brunet a fines de la década del treinta en Puerto Rico marcaron un hito
en la historia de la pintura puertorriqueña por su novedosa estética y
transgresión de los cañones tradicionales de los pocos desnudos que se
conocían. Sin embargo, a pesar de tu indudable valor pictórico, la historia
oficial de la pintura en Puerto Rico no ha sabido calibrar estas
aportaciones, obsesionada más con el
escándalo suscitado por las mujeres desnudas. Así pues, la historia y pintura
de Luisa
Geigel Brunet se convirtió en algo
de lo que no se habla…
Esta presentación utiliza prensa de la época para
refutar la gran mayoría de las interpretaciones que se han hecho sobre este
primer periodo de la obra de Luisa Geigel Brunet. Críticos y periodistas
contemporáneos han contribuido a
desvirtuar y estigmatizar su historia, y
no han reconocido las valiosas contribuciones de esta pintora, quien además, se
destacó en la escultura, historiografía,
como genealogista y profesora de arte en la Universidad de Puerto Rico.
Imagen de la
mujer deportista puertorriqueña: desde 1960 hasta 2012.
Dra. Delia Lizardi Ortiz
“Las mujeres solo tienen una función en el deporte,
coronar al vencedor con las guirnaldas del triunfo” Barón Pierre de Coubertin,
padre de las Olimpiadas Modernas. La
razón por la cual empiezo con esta cita es que representa el papel que se la ha
adjudicado a la mujer dentro del deporte y que según voy a exponer sigue
permeando dentro de la participación deportiva femenina 112 años mas tarde.
Como mujer, ex atleta, deportista y académica creo
que la participación deportiva y la actividad física en general son aspectos
importantes del desarrollo humano y del desarrollo cultural, social e histórico
de un pueblo. Los deportes y la
actividad física influencian y a su vez son influenciados por los problemas
sociales tales como el sexismo, clasismo y racismo y muchas otras formas de
injusticia.
Por tal razón mi acercamiento a este estudio de la
participación deportiva femenina en Puerto Rico nace de mi convencimiento de
que esta actividad tanto puede liberar como oprimir a los seres humanos, en
especial a las mujeres que deciden mantener una práctica deportiva activa. Creo firmemente que la participación
deportiva necesita transformarse en una actividad que facilite el crecimiento y
el desarrollo libre de todos los individuos envueltos en ella. Por ello el objetivo de esta investigación es
mi deseo de contribuir en hacer de la participación femenina deportiva una
actividad que les permita tanto a mujeres como a hombres crecer y expresarse
natural y libremente. El título de mi
investigación es Imagen de la mujer
deportista puertorriqueña: desde 1960 hasta 2012.
Otra razón por la cual escogí el
tema de la mujer deportista en Puerto Rico es porque dentro de la
historiografía, dentro los estudios de género y dentro de los estudios
culturales el mismo ha estado ausente ya que no ha sido analizada con la misma
rigurosidad e insistencia con que se trabaja el tema de la participación
masculina en los deportes. Trabajos
historiográficos como
Deporte e
Identidad, Puerto Rico y su presencia deportiva internacional(1930-1950) del
Dr. Félix Huertas donde hace mención de la polifacética atlética Rebekah
Colberg y Tres mujeres deportistas, un
discurso patriarcal de las Dra. Frances Concepción y la Dra. Aurea
Echevarría donde se recalcan los problemas que tuvieron las atletas Rebekah
Colberg, Angelita Lind y Beatriz “Gigi” Fernández para poder llegar a competir
internacionalmente son precursores a este trabajo. Esta diferencia es notable tanto dentro de
los escenarios académicos como otros
escenarios más coloquiales e informales, entiéndase medios de comunicación y
revistas deportivas. También podemos
argumentar como en otros espacios sociales, laborales, domésticos y esferas
importantes para la mujer se produce y reproduce una posición de desventaja
hacia la mujer con relación al hombre.
Este aspecto ha sido analizado en temas laborales, temas sobre la
pobreza de las mujeres, su papel dentro de los espacios privados y públicos,
entre otros, pero no se transfiere ese análisis hacia la posición de las
mujeres atletas y mujeres que practican deportes. Podemos inferir que los deportes en Puerto
Rico y en específico el deporte femenino es un pequeño y olvidado espacio
dentro de los contextos históricos, sociales y laborales, entre otros. Sin embargo el hecho de que haya estado
invisible no implica que ésta haya estado ausente de la práctica deportiva,
Entre los planteamientos principales de esta
investigación histórica podemos establecer que la mujer deportista
puertorriqueña ha estado en desventaja frente al deportista masculino. Como consecuencia de esta desventaja
encontramos una menor exposición dentro de la prensa deportiva del país, menos
auspiciadores, menor remuneración económica y dentro del contexto socio
histórico mayor desconocimiento de quienes son estas participantes. Podemos argumentar que este desbalance está
fundamentado en las inequidades sociales basadas en el patriarcado y el control
cultural que muchas veces el género masculino genera y favorece. El deporte se ha convertido en un instrumento
de reproducción ideológica ya que se desarrolla y se difunde como una práctica
que patrocina lo masculino sobre lo femenino.
La historia de la mujer atleta está enmarcada dentro de sus luchas y sus
reivindicaciones para acceder al deporte.
En otras palabras, las luchas de emancipación cultural que ha llevado la
mujer en otros contextos históricos y sociales son las mismas luchas que
impactan su participación deportiva
La mujer como objeto de estudio
dentro de la historiografía puertorriqueña ha sido enfocada mayormente dentro
de los análisis de participación política, económica y por último social. En los últimos años ha habido cambios en la
forma de mirar el pasado, y por lo tanto el presente, dentro de lo que
conocemos como estudios culturales. Esta
nueva perspectiva ha logrado profundizar en el estudio de nuevos temas, los
cuales se enfocaban tradicionalmente en la historia militar, política y
económica de un país o un grupo. En la
actualidad podemos observar diversos aspectos y ampliar nuestras
investigaciones sin que ésto no sea visto como una irracionalidad. La sociedad es vista, analizada y estudiada
como un conglomerado de componentes diferentes, no como un grupo unilineal y
homogéneo. Este trabajo esta planteado a
través de historiografía cultural. Para
entender los significados culturales se debe analizar su relación a la
estructura social y a la historia. La
cultura no es una práctica estática, fija ni exclusiva de un sector
social. La cultura es una expresión
práctica que nos construye y nos define como entes sociales. Para conocer e interpretar como ha sido la
participación de la mujer en el deporte en Puerto Rico hay que estudiar a las
atletas fuera de las clasificaciones que la identifiquen como una mujer socialmente
construida en un mundo hegemónico masculino.
Tal como exploró Antonio Gramsci, la legitimización de la hegemonía
deportiva en Puerto Rico da por sentado que esta práctica pertenece en gran
medida al sector masculino de forma natural y asumible.
Las mujeres deportistas en Puerto
Rico no han estado exentas de estos postulados hegemónicos masculinos que han
obstaculizado y minimizado su participación dentro de la actividad deportiva
local, regional e internacional. Han
sido pocos los directivos e instituciones deportivas puertorriqueñas que han
cuestionado y fomentado la posible participación de las mujeres en los
deportes. Desde comienzos del siglo XX
algunos de estos debates han girado en torno a la capacidad física de éstas
para poder acceder a una práctica deportiva que por décadas ha sido dominada
por el género masculino, tanto en su práctica como en su administración. Estas discusiones planteaban que la mujer
debía participar en deportes, como señalaba Emilio Huyke que “no la obliguen a
perder su femineidad en la práctica”.
Dentro de esta “pérdida de femineidad” no se logra entender
explícitamente cuales son estos significados, ya que éstos no están
expuestos. Muchas deportistas de Puerto
Rico han tenido que luchar con tenacidad para poder integrarse a una práctica
deportiva -donde los cuestionamientos sobre su femineidad, su preferencia
sexual y la exposición de su cuerpo son más explotados que su capacidad para
realizar una faena deportiva- y sobresalir en él.
El deporte no está exento dentro del concepto
hegemónico masculino. Según Antonio
Gramsci hegemonía significa “la forma en que grupos dominantes de una sociedad,
buscan ganar el consentimiento de los grupos subordinados en una
sociedad”. Por lo tanto, las prácticas
culturales deportivas concernientes a la sociedad son aplicadas bajo el poder y
control del género masculino. Las
políticas aplicadas, las prácticas de consumo, la prioridad y el apoyo tienen
un fin masculino. La parte femenina se
encuentra en una zona tumultuosa donde la mayoría de las políticas culturales
se enfocan hacia el mundo de la belleza, el deporte no es entonces otra cosa
que el medio para lograr un cuerpo no el fin mismo de su práctica. Peter Burke plantea que la historia cultural
busca darle visibilidad y sentido a la otredad y establece que la historia
cultural busca darle visibilidad y pertenencia a ese otro elemento que no
cuenta. La mujer deportista
puertorriqueña cae dentro de estos silencios de la historia. Dentro de la reflexión histórica según Jack
Le Goff se puede aplicar el análisis de la ausencia de documentos, textos e
información.
Este trabajo es importante porque son escasos los
trabajos que analicen la participación de la mujer en el deporte en Puerto
Rico. Se trabajó la revisión de fuentes
primarias, se realizaron entrevistas a protagonistas, tanto mujeres como
hombres, en los procesos de cambio de una cultura deportiva masculina a una más
feminizada. Se trabajaron además
referencias con fuentes nacionales e internacionales. Se delimitó el tema de estudio a la época de
los años sesenta hasta la actualidad porque es la época donde la mujer en masa
comienza a perder un poco de esa invisibilidad y comienza a presentarse aunque
esporádicamente en textos y la prensa del país.
Nuestro objeto de estudio no reside en el pasado, sino que también
envuelve al presente y al futuro.
Nuestros intereses se concentran fundamentalmente en los cambios y/o la
permanencia de las estructuras de poder detrás de la participación femenina en
el deporte a través de los últimos cuarenta años, y por lo tanto, en el estudio
de sus causas, de sus mecanismos y de sus consecuencias. Busca analizar las razones culturales e
históricas que invisibilizan a las mujeres deportistas. Se establece como las construcciones
históricas, culturales y sociales de una sociedad deciden quien practica que
deporte y bajo que forma lo hace. Se
trabajan las masculinidades del hombre atleta bajo un punto de vista femenino,
viendo como este busca mantener una masculinidad hegemónica para poder
mantenerse en la práctica deportiva. Se
trabaja el tema de la homosexualidad, las masculinidades, la homofobia la
heterosexualidad. Anterior a este
trabajo la investigación de la mujer en el deporte en Puerto Rico en términos
históricos se remonta a la mención pasajera o una construcción bibliográfica de
mujeres que se han destacado en el deporte.
Otros trabajos como artículos de revistas o periódico, excepto los
trabajados en la década de los ochenta por Elliot Castro y Carlos Uriarte,
mencionan superficialmente las participaciones femeninas enfocadas en una
idealización y relación de la belleza y la atleta. La mayoría de los trabajos académicos
provienen del área de las Ciencias Sociales, específicamente Sociología y
Psicología, donde se trabajan aspectos específicos concernientes a la
participación femenina basados en cuestionarios y entrevistas.
Aunque las mujeres hoy en día acceden a casi la
totalidad de los deportes practicados, solo se le da preferencia en términos de
promoción y exposición a los que no atenten contra la construcción social de lo
femenino. Lamentablemente esta acción de
mercado implica que la mayoría de las mujeres que compiten y representan su
club, su municipio y su país no reciban las ayudas y las remuneraciones
necesarias que las ayuden a desarrollarse en su deporte. Para que haya una equidad de género en los
deportes, debe revisarse cultural e ideológicamente las inequidades existentes
en nuestra sociedad. Desde los modelos
de crianza, socialización, educación, incorporación al mundo del trabajo, entre
otras. Debe trabajarse cambios en la
forma que las personas conciben lo masculino y lo femenino como dos géneros
completamente dispares e irreconciliables, para exponer que la diferencia en
órganos sexuales no equipara a diferenciación de género. Muchas veces ésto es difícil de lograr, más
aún cuando el mismo gobierno establece bajo cartas circulares cuales son las
pautas que se les enseñarán a lso ciudadanos desde niños que es lo que dicta lo
masculino y lo femenino, lo que es el género y cuales son las funciones
atribuidas a cada uno.
Por otro lado la iconografía de la mujer atleta
femenina demuestra dar más énfasis a los atributos de belleza, sensualidad y
feminidad que a las destrezas deportivas
y características físicas que le dan este sitial dentro de la prensa
puertorriqueña. El cuerpo de la mujer
tiene una representación diferente a la del atleta masculino. Las imágenes culturalmente construidas sobre
la mujer en el deporte nacen principalmente de aquellas partes del cuerpo
femenino que estimulen el deseo y la sensualidad. Estos elementos hipersexualizan a la mujer
atleta en muchas ocasiones con el fin de crear un objeto de consumo para el
mercado. Aquella atleta que se destaque
deportivamente y asume una postura de resistencia y cuestionamiento al orden
patriarcal se le tiende a cuestionar su preferencia sexual y se le devalora
como ser humano disfuncional.
El trato diferenciado que se le da a la mujer atleta
frente al hombre se ha justificado sobre fundamentos biológicos que suponen daños físicos, mentales y sexuales que puede
sufrir la mujer al intentar participar en deportes. En otras palabras la práctica deportiva
históricamente se ha intentado presentar como una mas adecuada para el género
masculino. Poco a poco y a través de los
años estas posiciones de naturaleza biológicas han sido retadas y
descalificadas por otras investigaciones científicas. Las mas recientes investigaciones han
demostrado que la mujer si tiene la capacidad para realizar deportes,
estableciendo que mas que las diferencias biológicas son las construcciones
sociales y culturales son las responsables de la existente discriminación hacia
la participación deportiva femenina. Más
que carecer de los atributos físicos, la mujer deportista ha carecido de un
reconocimiento y valor histórico a su participación deportiva.
Trayectoria Histórica del
Concepto de Salud de las Mujeres
Delia M. Camacho
Feliciano, PhD
El concepto de salud de las mujeres ha evolucionado desde un
modelo enfocado en salud reproductiva, hasta un modelo biomédico, uno biosicosocial,
y el más reciente basado en diferencias por sexo y género. La salud integral de
las mujeres incluye condiciones que afectan sólo a las mujeres o que se
expresan o responden de forma distinta al mismo tratamiemto en hombres y
mujeres. Por otro lado, el enfoque de salud y medicina por sexo/género reconoce diferencias en la prevalencia,
incidencia, curso natural, severidad y respuesta a drogas, de distintas
condiciones y enfermedades. A medida que
la medicina explora dirigirse a medicina individualizada, estas diferencias por
sexo y género atraen cada vez mayor atención entre los profesionales de la
salud y los investigadores. Cada uno de los enfoques mencionados ha
evolucionado para entender y atender mejor la salud de las mujeres, destacando la importancia de las consideraciones de sexo
y género en la investigación y los servicios de salud. Se presenta una síntesis
de esta trayectoria hisórica, así como
el rol que ha tenido el Centro
Mujer y Salud del Recinto de Ciencias Médicas en la promoción de la salud de
las mujeres en Puerto Rico.
Del trapito al Kotex: Revisión de historias orales sobre la transición de
productos
para la
menstruación en Puerto Rico, entre 1940 a 1970
Verónica Otero Rivera
Itzel Rodríguez Pérez
Introducción
La menstruación es ciertamente un proceso
natural biológico, característico del estado femenino. A pesar de esto, es
importante no perder de vista que la menstruación presenta una particularidad
de circunstancias sociales que trascienden sus límites biofísicos. Siendo la
mujer la protagonista y encargada de su proceso menstrual, esta también se
encuentra responsable de trabajar con las circunstancias en torno a su
naturaleza. Sin embargo, los mecanismos de hacer frente a ese hecho biológico
no han permanecido constantes a través del tiempo, y por ende se revelan como
indicadores de los contextos históricos particulares de las mujeres que los
ejercen. Desde los orígenes de la humanidad, en diferentes escenarios
geográficos e históricos, las mujeres han trabajado con la menstruación y los
demás procesos reproductivos de muy diversas maneras y por diferentes motivos.
Particularmente en Puerto Rico, en el breve periodo de cien años, ha ocurrido
una multiplicidad de cambios socioculturales y, sobre estos, cambios
tecnológicos. La creciente disponibilidad de las mercancías modernas en la isla
coincide con esta época llena de importantísimos cambios políticos y económicos
en la historia puertorriqueña. Sin embargo, actualmente en la literatura
histórica puertorriqueña, son casi inexistentes los estudios realizados en
torno a las transformaciones tecnológicas dirigidas hacia la menstruación.
Las características particulares de inmundicia y de infamia
que se le atribuyen a la mujer menstruante y a los artefactos asociados ,
establece unas particulares circunstancias sociales a las que la mujer debe
responder. Considerando que las mujeres menstrúan cada mes por razones
naturales e inevitables, y que, en lugar de considerarse como tal, se condena,
las mujeres menstruantes se ven obligadas a ocultar y a intentar hacer
invisible la fuente material de su infamia e inmundicia: su sangre menstrual.
Por categorizar la menstruación, y todo lo relacionado a la misma, como una fuente
de negatividad social, las necesidades de la mujer menstruante recaen en ocultar y esconder su circunstancia para poder sobrellevar eficiente y
normativamente sus contiguos roles en sociedad.
A pesar de que estas circunstancias se hayan pautado hace
mucho tiempo atrás, las exigencias que responden a las mismas siguen teniendo
muchísima vigencia al sol de hoy. Actualmente, donde los recursos y las
herramientas continúan perfeccionándose para lograr una mejora en la creación
de tecnologías, se vuelve más asequible el cumplimiento de estas exigencias.
Con el paso del tiempo se van transformando los artefactos que utilizan las
mujeres para negociar con su menstruación pero la intención de estas
tecnologías sigue siendo vigente sobre cada cambio: el intento deliberado de
ocultar la menstruación a toda costa y de hacerse pasar como un sujeto no
menstruante (Vostral, 2008).
Tecnología Menstrual en Puerto Rico
Los “trapitos”
Considerando la falta de literatura al
respecto y la falta de recursos humanos que provean perspectiva empírica clara,
no resulta posible precisar una fecha exacta para concluir desde cuándo se
comenzaron a utilizar los “trapitos” como mediadores en la retención del flujo
menstrual. Sin embargo, luego de llevar a cabo las entrevistas pertinentes con
una población de 7 mujeres entre las edades de 60 a 80 años, se establece que
durante el periodo preindustrial en
Puerto Rico la manera más popular de
contener el flujo menstrual era la elaboración casera del “trapito”. Como
referencia por parte de las mujeres entrevistadas, todas informaban que el
trapito había sido introducido en sus vidas por parte de sus hermanas mayores,
madres, o abuelas, por tanto sí es posible establecer que esta creación
tecnológica era una que ya venía establecida desde mucho tiempo atrás y fue
sobreviviendo a través de las generaciones.
Asimismo como es indeterminable la fecha exacta de sus inicios, tampoco
se puede proveer una descripción precisada del producto puesto que, al ser un
artículo casero, los materiales utilizados para construirlo y prepararlo
estaban sujetos a la disponibilidad de recursos de cada hogar.
El
“trapito” o “pañito”,
como suele nombrarse, se encuentra como primer elemento moderno para
efectos de estudio, puesto que parece ser una de las maneras más comunes y
antiguas de retención menstrual entre las mujeres promedios en el Puerto Rico
del siglo 19 y 20. A base de las descripciones provistas por las mujeres
entrevistadas, esta primera creación tecnología solía estar hecha de telas de
cualquier tipo y usualmente se formaba con una compilación de ropajes viejos o
pedazos cortados de prendas de vestir. Se cosían múltiples pedazos de tela para
conformar el grosor adecuado para contener el flujo de manera eficiente, y se
ensamblaban a la ropa interior utilizando imperdibles. Aparte de las
perspectivas que se intentan explorar a través de este estudio, una de las más
tempranas perspectivas documentadas sobre la menstruación en la historia
puertorriqueña es la de Carmen Luisa Justiniano quien, nacida en el 1918,
logró, con la ayuda de familiares, redactar y cristalizar su biografía. En su
narrativa adolescente se halla su experiencia en relación a la menarquia y la manera
que existían para lidiar con la menstruación. Acercándose a los catorce años en
1932, Justiniano narra las experiencias de trabajo necesarias para sostener su
circunstancia menstrual:
Uno era convertirlas [medias mercerizadas
con hilo] en almohaditas con algodón o con los pañitos para usarlas en los días
de la menstruación alfileradas con imperdibles delante y detrás y sujetas a una
fajita o tira amarrada a la cintura. Una
cosa realmente cómoda e higiénica que luego de usarse se lavaba y descurtía
a agua, sol y sereno y luego se guardaba para ser usadas de nuevo. (Justiniano,
1994).
Las características de estos “trapitos” fomentaron su reusabilidad puesto
que, por estar hechos de tela, los paños eran lavados y reutilizados para la
próxima menstruación. Luego de cada uso, el deber de la mujer usuaria se
suscitaba en eliminar las manchas que dejara la sangre y secar la tela de modo
que fuese posible volver a utilizarla limpia durante la próxima menstruación.
Según Lucita Martínez, una de las participantes de estudio, quien tuvo su
primera menstruación en el año 1953, expresó que en caso de que la sangre
resultara difícil de remover y dejase manchas en los pedazos de tela, el
proceso de lavado se extendía y se hacía un poco más tortuoso. Según ella, en
esta circunstancia era necesario sumergir la tela en agua con detergente para
poder disolver toda la sangre posible y, si aun así permanecía manchado, se
golpeaban los pedazos de tela sobre planchas calientes de zinc.
A diferencia de Carmen Luisa
Justiniano, múltiples de las informantes para este estudio concluyeron que, a
diferencia de las consecuentes creaciones tecnológicas para la menstruación, el “trapito”
conllevaba un proceso
demasiado dificultoso comparado con los beneficios que proveía.
Carmelina Torres, quien experimento menarquia en el año 1949, y fue residente
en los campos de Vega Alta desde su nacimiento hasta su adultez temprana, narra
la cruda realidad de tener que caminar montaña abajo para llegar a la escuela
todos los días, y regresar en la tarde montaña
arriba con su
“trapito” cargado de sangre hasta la saciedad. El ambiente que
se desarrollaba en sus ropas intimas a lo largo del día, principalmente por la
combinación del sudor y de la secreción menstrual,
por no tener
la disposición de
cambiarse ni lavar
su “trapito”, creó en estas una concepción de incomodidad y
falta de higiene personal sobre el “trapito”. Sin embargo, según
las informantes, estos
problemas característicos del
“trapito”, y por
consiguiente de la menstruación,
se remediaron tan pronto comenzaron a introducir en el mercado, y por ende en
sus vidas, las novedosas toallas sanitarias.
Toallas sanitarias
El desarrollo tecnológico del consecuente producto
utilizado en Puerto Rico, las toallas sanitarias, se centró principalmente en
Estados Unidos, liderado en 1920 por la compañía manufacturera norteamericana
Kimberly Clark. A través de dos años de elaboración y experimentación, Kimberly
Clark y su equipo de investigación lograron preparar el producto ideal para
lograr sacar provecho a todo el inventario perdido que permanecía luego de la
guerra (Kimberly-Clark, s.f.). El primer Kotex distribuido en Estados Unidos,
el cual estaba hecho primordialmente de cellucotton y de gaza fina, y fue el
primer prototipo de lo que hoy conocemos como las toallas sanitarias
modernas.
Sin embargo, en los Estados Unidos, a pesar de que desde
sus inicios fue mercadeado como un producto de vital importancia para la higiene
femenina en general, el Kotex no parecía ser asequible para todas las mujeres
menstruantes por igual (Brumberg, 1997). Poder encontrarse más limpia y más
higiénica, significaba comprar el producto; no obstante, si no se contaba con
los recursos económicos para obtenerlo, se permanecía en un grado de menor
limpieza e higiene.
En Puerto Rico, el caso parece ser similar, aunque en
diferentes temporalidades. Por falta de literatura, la fecha de introducción de
las toallas sanitarias Kotex al mercado puertorriqueño es improbable
determinarse. Los intentos de determinar la fecha exacta, mediante las
historias orales de mujeres entrevistadas, no parecen dar resultados precisos
puesto que, siendo la toalla sanitaria una mercancía que depende del estado
económico del sujeto para obtenerse, cada mujer estima la fecha de introducción
acorde a su capacidad de adquisición. Lo que sí es posible establecer es una
época relativa donde las fechas estimadas por las participantes coincidan: se
sugiere que las primeras toallas sanitarias se introdujeron en Puerto Rico a
partir de mediados de la década del 1940, y que su uso se fue expandiendo
alrededor de la isla durante un periodo siguiente de diez a quince años. No
parece ser casualidad que, durante este periodo de tiempo, Puerto Rico llevaba
a cabo una multiplicidad de cambios políticos y económicos, estos enfáticamente
en relación con los Estados Unidos.
A principios de la década de los cuarenta, el gobierno de
Puerto Rico implementó un plan extraordinario de desarrollo, conocido
como Operación Manos
a la Obra,
“…diseñado para elevar el nivel de vida del pueblo
puertorriqueño, a través de la industrialización y la reforma agraria
patrocinadas por el gobierno, de aumentos extraordinarios en los gastos gubernamentales
para la educación, salud pública, vivienda y otros programas de bienestar social”
(Safa, 1980). Directamente vinculado a este proyecto, se
llevó a cabo la implementación de políticas de impuestos creadas exclusivamente
para la atracción de industrias estadounidenses, donde múltiples compañías se
establecieron en la isla y comenzaron a crear círculos y centros de comercio
local. Por la incorporación de estas reformas e incentivos económicos y
sociales, los cambios en la fuerza laboral puertorriqueña, donde ambos hombres
y mujeres comenzaron a emplearse, eran evidentes. Ya cuando esta operación
estaba en toda su capacidad, entre los 1947 y 1957, la totalidad de los empleos
de manufactura llegaba a unos 20,700, mientras que la Compañía de Fomento figuraba
las cifras hacia una totalidad de 37,000 (Dietz, 1986). Alrededor de este
periodo, la creciente incorporación de mujeres en la fuerza de trabajo
puertorriqueña se centraba en la ola industrial manufacturera que llegaba a
Puerto Rico.
Con estos cambios en la isla, no era menos de esperarse que
las circunstancias cotidianas de las mujeres puertorriqueñas fueran trastocadas
también. El hecho de que en Puerto Rico se viabilizó tan eficientemente la
introducción de un mercado capitalista con bases norteamericanas en Puerto
Rico, proveyó a las compañías de productos sanitarios una nueva rama para
extender su empresa. Aparte de esto, la amplificación del mercado laboral en
Puerto Rico, y la consecuente entrada de las mujeres a esta fuerza de trabajo,
establece nuevas necesidades y motivaciones que incentivan el uso y
establecimiento de nuevas tecnologías. En este caso, las preocupaciones por la
higiene personal y la salud pública que acompañaron los procesos de
industrialización en la isla, estableció las pautas para continuar el impulso
hacia un mejor manejo de la condición
menstrual, retando a
su vez las
capacidades tecnológicas del
tradicional “trapito”.
Las mujeres
entrevistadas fueron escogidas precisamente porque, en algún momento de sus
vidas, pasaron por un proceso de transición desde el “trapito” hacia la toalla sanitaria y porque
presenciaron los cambios sociales que estaban ocurriendo en la isla durante
estos periodos de industrialización. Puesto que la menstruación resultaba ser
una inconveniencia mensual, y las creaciones tecnológicas del momento no
parecían proveer espacio para mejora, la llegada de la toalla sanitaria resultó
ser la solución parcial más viable. Las expresiones más comunes entre las
mujeres entrevistadas eran de aceptación genuina y positiva hacia los primeros
modelos que se empezaron a vender alrededor de la isla. La particularidad del
producto era el compuesto orgánico que contenía, el cual no solo aumentaba el
rango de absorción de sangre, sino que también le atribuía al producto la
característica novedosa de ser desechable. Estos dos componentes provocaron
entre las entrevistadas gran admiración hacia el producto que, según ellas,
representó un gran cambio en su manera de trabajar con la menstruación. Todas
las informantes opinaron sobre el despojo laboral que presentaba el uso de las
toallas sanitarias, comentando que cuando comenzaron a utilizar las toallas
sanitarias se sentían liberadas de la tarea de tener que lavar los trapos
sucios durante sus días menstruando.
Todas las informantes declaran que las toallas sanitarias
que se encuentran en venta ahora son muy distintas a las primeras que se
introdujeron al mercado cuando estas eran jóvenes. Carmen Pérez, una de las
entrevistadas, cuenta como las toallas sanitarias de su época no contaban con
el adhesivo trasero de las que se venden hoy día. En su lugar, ella narra,
algunas cajas de toallas sanitarias traían integrados un artefacto conocido
como el cinturón sanitario. Este era un elástico que se amarraba a la cintura
de la usuaria y actuaba como una base para enganchar la toalla en él, de modo
que se previniera el movimiento innecesario de la toalla mientras se caminaba.
Otras informantes desconocían sobre el
uso de los cinturones y simplemente enganchaban la toalla sanitaria a la ropa
interior con imperdibles, del mismo modo que originalmente enganchaban sus “trapitos”. Por otro lado, Carmelina Torres, quien
comenzó a utilizar las toallas sanitarias por primera vez cuando empezó a
trabajar en 1953, narra sobre el uso de las fajas, o comercialmente conocidas
como “bombachas sanitarias”. Estas se utilizaban para aguantar las toallas
sanitarias en lugar mientras proveía protección adicional, puesto que, a pesar
de ser lavables, el material base para estas fajas era uno muy parecido al
plástico.
En términos de limpieza y comodidad se sentían mucho más a
gusto con el producto que comenzaron a utilizar. Aparte de las expresiones
positivas por parte de las informantes, un aspecto aun presente era el miedo a que
la toalla sanitaria no cumpliera con su función de retener el flujo menstrual
completamente, y como quiera pasara a provocar manchas en la ropa, dejando al
descubierto su circunstancia. Sin embargo, al solicitar una comparación entre
el “trapito” y la toalla sanitaria, el miedo, aunque
presente, se volvía más manejable según las entrevistadas, quienes alegaban
sentir más control sobre sus cuerpo mientras utilizaban toalla sanitaria. Este
control sobre sus procesos menstruales sucedía gracias a la nueva libertad que
obtenían al tener la posibilidad de desechar el producto y sustituirlo por uno
nuevo con facilidad.
Conclusiones
Considérese que las pautas y los discursos socioculturales
acerca de la menstruación, y lo que se hace respecto a esta, ya se encuentran
establecidos y anteceden el desarrollo tecnológico comercial de las toallas
sanitarias. Es concebible establecer una relación entre la elaboración y
transformación del producto a través del tiempo y las concepciones existentes.
Es claro que antes de que existieran los productos menstruales modernos, ya se
encontraban presentes las necesidades de esconder y ocultar las circunstancias
menstruales. Por lo tanto, ¿habrá representado
realmente un progreso
para las mujeres
puertorriqueñas la transición
del “trapito” hacia la toalla sanitaria? Según las
informantes, la respuesta a esta pregunta parece obvia; mediante un análisis
más profundo, se demuestra que las toallas sanitarias representaron en efecto
un progreso. Las mujeres puertorriqueñas encontraron en las toallas sanitarias
propiedades similares a las
que proveía el
“trapito” pero llevadas
a otro grado
de eficiencia, practicidad,
higiene, e intimidad. El cambio más significativo entre estas dos creaciones
tecnológicas fue la capacidad de absorción. La toalla sanitaria le permite a la
mujer sentirse más segura de que no va a manchar su ropa interior, por un
periodo más prolongado. A pesar de esto, las recomendaciones por parte de la
comunidad médica, y de la misma industria manufacturera, se enfatizaban en la
necesidad de reemplazar el producto varias veces al día para conservar buena
higiene (Vostral, 2008). El hecho de que el producto era desechable y que podía
reemplazarse fácilmente, no solo le proveía la posibilidad a la mujer de
mantenerse limpia y de cumplir con las exigencias sociales y de salubridad,
sino que también le concedía a la industria manufacturera el beneficio de
mantener un mercado boyante y constante.
Por tanto, podemos señalar que la industria utilizó los
marcos socioculturales existentes como base para construir un producto que,
mientras los perpetuara directa o indirectamente, también creaba las ganancias
capitalistas deseadas. La necesidad de retener y mantener escondida la sangre
menstrual es un resultado mediado por el sistema ideológico, y por ende se
presenta como fundamento y motivación principal para la transformación y
creación tecnológica de las toallas sanitarias. Las consecuentes creaciones
tecnológicas se dirigen a proveer un medio y a facilitar el proceso de pasaje
que el marco social exige del estado femenino (Vostral, 2008).
Este proceso de pasaje, el que exige que la mujer se
presente ante la sociedad como un sujeto no menstruante, es facilitado y
simplificado a través de las transformaciones y elaboraciones de las creaciones
tecnológicas (Vostral, 2008). La consecuente introducción de productos como el
tampón, la copa menstrual, y más recientemente la píldora hormonal para reducir
la menstruación, aunque desarrollados en diferentes temporalidades, cumplen e
intentan llevar a cabo más eficientemente este proceso de pasaje.
Contextualmente, las inclinaciones hacia el mismo pueden cambiar y los
objetivos del pasaje podrían, a medida que ocurren cambios en diferentes
aspectos de la sociedad que afecten la vida de la usuaria, transformarse a su
vez. Es necesario señalar que, considerando los cambios sociales, económicos y
políticos que se suscitaron en Puerto Rico, y que estos coinciden con la
introducción e incorporación de las toallas sanitarias en la vida de las
mujeres, las motivaciones para el pasaje se vinculan hacia la producción
laboral. Siendo Kotex creado y manufacturado por una industria norteamericana,
y que una multiplicidad de industrias extranjeras comenzaban a incorporar a las
mismas mujeres usuarias en sus centros de producción, no resulta casualidad que
estos productos hayan tenido tanto auge entre la población puertorriqueña. Las
toallas sanitarias, y los demás productos modernos que han surgido dirigidos al
pasaje menstrual, se constan como productos que le permiten a la mujer mantener
incesante su participación en la sociedad capitalista, en términos de consumo y
de producción. Por esto, se proyecta para las próximas investigaciones una
mejor y más detallada examinación entre las relaciones de producción por parte
de las empleadas puertorriqueñas y la incorporación de productos manufacturados
dirigidos a la contención de la menstruación en sus vidas.
Notas
Para este estudio, la infamia e inmundicia en el discurso sobre la
menstruación remite a los cánones bíblicos. Se utiliza el texto de Levítico
15:19: “Cuando una mujer tenga su flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre,
ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la
toque quedará inmundo hasta el atardecer… También todo aquello sobre lo que
ella se acueste durante su impureza menstrual quedará inmundo, y todo aquello
sobre lo que ella se siente quedará inmundo.”
²
Las informantes que detallan son Lucita Martínez, de 75 años, Carmen Ríos, de
61 años, y Carmen Pérez, de 64 años.
3 Las
informantes que relataban el uso de imperdibles fueron Carmelina Torres, de 78
años, y
Catalina “Ketty”,
de 83 años.
Referencias
Brumberg, Joan Jacobs. (1997). The Body Project: An Intimate History of
American Girls. New York, U.S.: Vintage Books.
Dietz,
James. (1986). Economic History of Puerto
Rico: Institutional Change and Capitalist Development. Princeton, N.J.:
Princeton University Press (p. 212).
Justiniano, C. (1994). Con valor y a como dé lugar: Memorias de una
Jíbara Puertorriqueña.
San Juan, P.R.: La
Editorial, UPR.
Kimberly-Clark (s.f.). Cotton substitute
improves women’s lives:
Disposable feminine sanitary
pads story. Recuperado de
http://www.cms.kimberlyclark.com/umbracoimages/UmbracoFileMedia/ProductEvol_FemininePads_umbracoFile.pdf
Safa, Helen Icken. (1980). Familias del arrabal: Un estudio sobre
desarrollo y desigualdad. San Juan, P.R.: La Editorial, UPR.
Vostral, Sharra. (2008). Under Wraps: A History of Menstrual Hygiene
Technology. Maryland, U.S.: Lexington Books.
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