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Memorias del Segundo Coloquio de Investigación de Historia de las Mujeres

Segundo Coloquio de Investigación de Historias de Mujeres en la UPRU


Memorias


                                                                                 
Compiladora: Sandra A. Enríquez Seiders





Universidad de Puerto Rico en Utuado
8 de marzo de 2013
Quiero sacar a Lulú de las sombras

Nereidín Feliciano, Ph. D.

Este año, 2013, se conmemora el centenario del nacimiento de Luz Martínez de Benítez, conocida cariñosamente por los que la apreciamos y la quisimos como Lulú.
Y este año quiero empezar a sacarla de las sombras.
Esta encomienda no es fácil, porque no hay mucho escrito sobre Lulú. La mayor parte de la “encomienda”, que ya tiene nombre, “Proyecto Lulú”, tendré que hacerla por medio de la historia oral, que sé le alegrará el corazón a mi amiga Sandra Enríquez.   Muchas de las mujeres excepcionales del pasado siglo vivieron a la sombra de sus padres, hermanos o esposos, a veces no por maldad, sino porque así era. La mujer era sombra.
Las mujeres de su generación fueron las heroínas invisibles, y las más de las veces, nunca reconocidas, que ayudaron, apoyaron, aconsejaron, asesoraron y aguantaron a los padres, hermanos y esposos de una época en la que el hombre era el rey absoluto.
Calladas, muchas veces sumisas, invisibles…
Pero algunas calaron hondo en la familia, en las amistades, en los colegas y en los compañeros de oficio o de trabajo de sus esposos. Y algunos de esos esposos fueron cariñosos, humanos, agradecidos, considerados. Y Lulú tuvo uno de esos esposos, el amor de su vida, Jaime Benítez Rexach, académico, abogado, reformista, político, padre, enamorado.
Lulú nació en Yabucoa, obviamente, en 1913.  Su padre, Nicolás Martínez, trabajaba y era hombre de confianza en la finca de la familia Villafañe y años después trabajó, también con ellos, en la empresa de la Sal de Picot. Su madre, Juanita, tuvo a su única hija y luego de enviudar, vivió con la familia Benítez-Martínez hasta su muerte.
Una de las primeras y más antiguas amigas de Lulú fue Inés María Mendoza, quien fue a vivir con los Martínez a Yabucoa, ya que su padre, don Juan Mendoza, la encomendó a su amigo Nicolás.
Sabemos que Lulú conoció al guapo de Jaime Benítez cuando ambos trabajaban para la causa republicana de la Guerra Civil Española, pero aquí, en Puerto Rico. Y sabemos también que el guapo de Jaime Benítez estaba comprometido para casarse con una muchacha, pero se enamoró de Lulú. Y se enamoraron para el resto de la vida, como debe ser.
En un artículo de la revista Puerto Rico Ilustrado, en el año 1967, Malén Rojas Daporta dice que “Lulú no ha robado nunca parte de las candilejas que han enfocado a su importante esposo”, pero si lo hubiera hecho, a don Jaime no le hubiera molestado. Al contrario, la hubiera animado a demostrar su enorme inteligencia, su fino sentido del humor, su facilidad de análisis y su inmenso conocimiento. Porque don Jaime la oía, le preguntaba, le consultaba. Él sabía que tenía en Lulú a su mejor aliada, su igual intelectualmente, su socia.
Lulú estudió lo que en aquellos años las muchachas no estudiaban y que se llamaba Administración Comercial, con una concentración en Economía.  Trabajó también en los Laboratorios Picot. Su capacidad intelectual era enorme y su curiosidad infinita.
Lulú leía, hablaba y discutía sobre el campo intelectual, la filosofía, la cultura, la política nacional e internacional. Sus lecturas incluían a los grandes autores: al gran Kafka; la economista Barbara Ward; la historiadora Barbara Tuchman; el genial Albert Camus, y los puertorriqueños Salvador Tió y Tomás Blanco. Y sus gustos en poesía eran exquisitos: Palés Matos, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Nicolás Guillén, Clara Lair y la grandísima Julia de Burgos.
Confirmamos su enorme intelecto en una carta que le escribiera desde Nueva York en 1968 el pintor Rafael Palacios, primer esposo de Inés Mendoza, indicándole que le enviaba el libro The Immense Journey, de Loren Eiseley.  Palacios compara el libro con Walden, de David Henry Thoreau, pero lo encuentra “mucho más científico, más ameno – aunque menos filosófico – algo que francamente no lamento”.  Sabemos que estos comentarios van dirigidos a una persona que conoce bien a Walden. Palacios también comenta con Lulú sobre sus pinturas y las críticas que ha recibido en la prensa de Nueva York.
Encontramos entre su correspondencia personal numerosas cartas y notas de agradecimiento, por una cena, por una visita que ha hecho en Hispanoamérica a la hija de unos conocidos, por el trabajo que está llevando a cabo ayudando a su esposo, y una de ellas, por “saber ser amiga”. Una de las que más llamó la atención es de Olga Tamayo, esposa del único Rufino, que intercede por la universidad a ver si Calder, quien “es gordo, bueno y parece un oso viejo”, le diseña uno de sus famosísimos móviles para la universidad. Obviamente, sabemos que no fue Calder sino Rufino quien terminó haciendo el extraordinario mural de la Biblioteca Lázaro.
Mientras don Jaime fue rector de la Universidad de Puerto Rico, Lulú estaba a cargo, entre otras muchísimas tareas, de atender a los numerosos visitantes que llegaban a la Casa del Rector en el campus. Dice Malén Rojas que en 25 años Lulú recibió alrededor de 100,000 visitantes en la Casa Rectoría, que también era la casa de la familia. Vinieron de todas partes, de todos los países, de todas las esferas socioeconómicas, desde el inmenso Juan Ramón y su amada Zenobia, hasta padres de estudiantes que pedían ayuda para que sus hijos o hijas pudieran tener la oportunidad de estudiar para mejorar la calidad de vida de su familia.
Fue también asistente de don Jaime en la preparación de algunos de sus artículos y discursos, entre ellos un homenaje al profesor don Sebastián González García, fallecido en esos días.
Un detalle fascinante que se publicó el 9 de marzo de 1969 en el periódico San Juan Star, es la anécdota de su “conspiración” con el arquitecto John Butler para construir una casita en un solar de su propiedad en Jájome sin que don Jaime lo supiera y llevarlo a ver la sorpresa que le tenía. Parte de la sorpresa era un estudio en lo alto de la casita con una vista panorámica para don Jaime y sus libros. Se menciona que los vecinos del campo se preguntaban de quién sería “la casa que vino en un camión”.
En otra ocasión, la vemos en una foto estudiando los planos del famoso arquitecto Henry Klumb de la Casa del Presidente de la universidad en lo que se conocía como la Estación Experimental, hoy Jardín Botánico. Doña Lulú era polifacética.
Existen numerosas cartas dirigidas a doña Lulú para agradecer, comunicar o para que intercediera en asuntos con don Jaime, lo mismo para conseguir una casa en la Residencia de la Facultad como para pedir ayuda económica para un estudiante brillante cuya familia no podía costear los gastos de estudio.
Entre las cartas de doña Lulú dirigidas a don Jaime mientras estaba de viaje por Europa, descubrimos un tono brillante y cínico, que cuenta mucho en pocas palabras, relatando informes brevísimos de asuntos serios sobre lo que está pasando en la universidad.  Entre estos, encontramos una nota muy breve en una tarjeta que, entre otras cosas, dice: “Espero que lo hayas pasado bien, aunque no demasiado, en París”. Por supuesto, ella se había quedado en la Isla a cargo de la casa y la familia.
En otra carta de ese mismo viaje le dice: “Por fin recibí carta tuya con bastante retraso a pesar de que tantos aviones cruzan a diario el Atlántico”.  Y continúa: “Aquí no ha pasado nada”.  Y acto seguido pasa a contarle con detalle numerosos sucesos de una huelga en la UPR, en la que hubo arrestos, una pelea de puños entre un estudiante y un decano porque dicho estudiante “le gritó el superlativo de cabro” al decano. Le cuenta de las quejas que llegaron a la Casa Rectoría, quién es fiel y quién no tanto, quién opina ella que está haciendo bien su trabajo y quién no. Además de sus encargos personales y detallados para que le trajera del viaje.  Menos mal que “no ha pasado nada”.
Nos enteramos por las entrelíneas de las cartas que los oficiales y ejecutivos de la administración de la universidad acudían a doña Lulú en ausencia de don Jaime para consultarle y contarle lo que estaba pasando. Tal era la confianza que le tenía los administradores y profesores de la universidad.
Entre las líneas de las interesantísimas cartas que intercambiaron, doña Lulú le sugiere a don Jaime que retrase su regreso a Puerto Rico hasta que los asuntos en la universidad se calmen un poco, porque si él no está, los huelguistas no tendrían a quién atacar y por la fuerza las cosas se tendrían que tranquilizar.  Y un poco más adelante, conociendo a cabalidad los detalles de los acontecimientos, le escribe: “Mientas más de cerca veo esto, más admiro tu resistencia y habilidad para luchar aquí”. De tu a tu, de igual a igual.
Es harto conocido el distanciamiento de una década que hubo entre las familias Muñoz-Mendoza y Benítez-Martínez, entre otras razones que aquí no tocan, por el asunto entre “occidentalistas” y “puertorriqueñistas”.   Como nos informa Margarita Benítez, grandísima y dilecta amiga y la hija menor de Jaime y Lulú, en el libro Don Jaime Benítez, entre la Universidad y la política, éste quería incluir en la enseñanza básica de la UPR, “la riqueza del pensamiento occidental a los jóvenes de Puerto Rico, entonces en su gran mayoría primera generación universitaria”. (Yo no era “primera generación universitaria”, pero aprovecho para agradecer póstumamente a don Jaime su insistencia en que yo leyera a Pedro Salinas, a Ortega y Gasset, a Juan Ramón, a Dostoyevski, a Cervantes y otros muchos).
Don Jaime diseñó lo que se llamó el curso básico con el propósito de que los universitarios disfrutáramos de todos esos gigantes de la literatura y la filosofía, siguiendo las ideas de su maestro Ortega y Gasset. Sigue contando Margarita que un grupo numeroso de intelectuales criollos rechazaron esta idea,  “… empeñados a su vez en afirmar la primacía del arraigo en lo propio y del entendimiento de nuestra circunstancia y nuestra historia inmediatas, sobre todo en momentos en que se articulaba el Estado Libre Asociado como alternativa a la independencia de Puerto Rico”.  
Al debatirse en público y en privado las “pretensiones” de don Jaime de querer ser occidentalista, Muñoz, ni tonto ni perezoso, y con la enorme facilidad que tenía para armar y desarmar con las palabras, soltó esta puya que llegó rápidamente a los oídos de los Benítez: “Lulú, que toda la vida era de Yabucoa, ahora resulta ser de Occidente”. El agudo intelecto de Lulú, que se podía medir de tu a tu con el del Vate, le contestó con otra aguda puya, que también llegó corriendo a oídos de Muñoz:

“Me dicen algunas gentes
Que se nos pone la proa
Porque en vez de Yabucoa
Pretendo ser de Occidente.
No son cosas diferentes.
El cura reza en latín.
A Roig traen en un patín
Con la justicia social
Que estaba en Das Kapital
Antes que en Muñoz Marín

Aquí podemos apreciar la agudeza, el conocimiento, el sentido del humor y la altura con la que Lulú se debatió como igual con el otrora poeta bohemio, que manejaba las palabras como si las hubiera inventado él mismo.
Éste es un aperitivo de la investigación que ya comencé para sacar a Lulú de las sombras. Y consta: no de la sombra de don Jaime, porque él nunca tuvo a Lulú en las sombras; al contrario, él contaba con ella para todo. Le consultaba y la escuchaba, no como nuestros estudiantes usan la palabra “escuchar”, que quiere decir desde “escuchar” un mensaje de texto impersonal hasta “escuchar” un disparate en ese sustituto de cerebro que se llama facebook, sino en el correcto sentido de la palabra “escuchar”: prestar atención a lo que se oye. 
Quiero sacar a doña Lulú de las sombras de nuestra sociedad machista, que en esa época y todavía ningunea a las mujeres brillantes y las convierte en “la hija de”, “la hermana de”, “la esposa de” y más tarde, “la mamá de” algún hombre que se merece o no a esa extraordinaria mujer, porque las mujeres brillantes les infunden miedo a los niños que nunca crecen en nuestra sociedad.
Ésta es mi misión y mi compromiso. Y no importa cuánto tiempo me tome, estén pendientes, porque ¡ese libro va!  Y así me ayude Dios.
            Quiero cerrar este trabajo de amor, que definitivamente NO es una diatriba en contra de los hombres (por lo menos de algunos), con una décima de amor, que escribió el guapo de Jaime Benítez a su amada Lulú en ocasión de su aniversario de bodas el 15 de agosto de 1981, en la que alude a sus lecturas más amadas:

“Ni la Jimena Lainez,
ni Luisa, ni Beatriz, ni Laura
tuvieron el brío y el aura
que tiene Luz A. Martínez.
Sus comienzos y sus fines
la historia fiel lo repite:
que en todos y en cada envite
de talento y corazón
fue Lulú la inspiración
del joven Jaime Benítez”





















La negra y la multa como trabajadoras y empresarias en el siglo XIX

Vilma Pizarro Santiago Ed. D.; Ph. D.

Introducción
            Cuando el negro arribó a la isla en su condición de esclavo (y uno que otro en su condición de liberto) ya el sistema valorativo de la sociedad esclavista de entonces le había asignado un lugar en la misma.  Había sido excluido  de la estrata social hegemónica.
 Desde los albores de la conquista, el negro había sido declarado por Juan de Torquemada desde el siglo XV en su obra Monarquía Indiana, como descendiente de Cam, “…consecuencia directa de la maldición que Noé echó sobre Cam… [por esto,] tenían que ser esclavos de sus hermanos” (Manrique Cabrera 1992, 5).
            En el estudio que nos ocupa, la marginación causó que este grupo (ya en su condición de liberto) habitara con el pasar del tiempo, por causa de su pobreza y su falta de poder, donde les fuera posible; en tierras de otros, de donde a veces eran echados fuera (UPR, Colección Puertorriqueña, La Gaceta de Puerto Rico, 18 de abril de 1876). Apiñados en humedales y pantanos, en basureros o en mataderos.
            No empecé este paupérrimo hábitat,  sin educación formal," sin familia" [y] "sin techo en que cobijarse " (Ibídem), los negros y los mulatos se las arreglaron para subsistir y pelear un espacio dentro la sociedad de aquél entonces. Para este propósito se sirvieron entre otras cosas, de oficios rechazados por los blancos y soportaron la marginación, el ostracismo, la criminalización, el maltrato y el rechazo por parte de la sociedad hegemónica.
            Uno de los miembros de ese grupo, en este caso, lo son las mujeres: las negras y las mulatas, las cuales lograron escalar lugares sin precedentes en la sociedad hegemónica española con la sola motivación de sus propias ambiciones.

Los lugares de origen de las mujeres negras: los barrios
            El siglo XVIII supuso uno de expansión significativa en cuanto a los lugares de vivienda que se fueron proveyendo extramuros para los libertos de esa época. El área que se desarrolló como uno de paso entre la isleta de San Juan y el resto de la isla, Cangrejos- incluida una sección entre el Puente de San Antonio y Puerta de Tierra- pasó a ser una comunidad que comenzó a crecer precisamente durante ese siglo en parte gracias a la construcción del Camino Real.
Así como Santurce, otros barrios extra muros surgieron en esos años, La Marina (también llamada La Puntilla, y Puerta de Tierra entre otros).   Hubo también comunidades de negros intramuros: Ballajá, Culo Prieto, Hoyo Vicioso y Santa Bárbara, además de espacios separados para vivienda en los bajos de los ricos a lo largo de la ciudad de San Juan.
            Los negros y mulatos, así como blancos pobres y menos pobres, arrendaban y subarrendaban los pocos espacios disponibles dentro del recinto murado.  Nos menciona Díaz Soler (1994, 482) como en la parte trasera del primer piso, luego que se pasaba el zaguán y la escalera que daba al segundo piso, habían “habitaciones independientes” en las que habitaban toda clase de obreros  y artesanos.
Para este tiempo podemos mencionar entre los trabajadores negros y mulatos a: “sastres, pintores, plateros, carpinteros, herreros…” entre otros  (López Cantos 1998, 25).  Así mismo, encontramos mujeres negras vendedoras, dueñas de fondas “con pupilos o inquilinos”; las sirvientas intramuros que realizaban las tareas domésticas y además salían a hacer las compras al mercado (Quiles 2003, 58). También teníamos curanderos/as y comadronas.

La curandera
Un ejemplo de la comadrona- curandera de los barrios pobres que se extendieron hasta bien entrado el siglo XX lo tenemos en una descripción de Pedro Juan Soto en su novela Usmail:
Porque Nana Luisa fungía de profeta también entre despojo y santiguada, entre partos y curas de achaques del hambreado vecindario isleño. La médica de los pobres llamábanle muchos; la sabelona, la curalotodo. Mejor que los mismos señores de espejuelos en el Hospital Municipal…apelando a su cabeza repletas de cosas sabiondas y a un oído recogedor de los consejos de algún espíritu…(Soto  2003, 36-37)
Estas mujeres, quienes de acuerdo al conocimiento popular, alcanzaban el conocimiento de plantas, y eran expertas en sobos y en traer niños al mundo, también se utilizaban como las que hacían despojos o curaban; las que limpiaban el cuerpo y el alma.
La negra elegante y la coqueta
En las fotografías que tomaron los fotógrafos norteamericanos durante el cambio de posesión que sufrió la isla, hay unas fotografías que son mudos testigos del espacio concedido a la mujer negra. Hay una que aparece en el libro Pictorial History of America’s New Possessions (1899), donde el que posee los derechos de autor, es J. M. Jordan. La fotografía tiene un subtitulo que lee “A Porto Rico Belle”. La mujer que habita ese espacio es una negra con algún rastro de mulata, pero definitivamente es más negra que mulata, a no ser por sus rasgos finos. Está elegantemente vestida, con un traje de la época, sombrero y pendiente, y tiene zapatos.  Ha sido fotografiada en una esquina y la cámara logra captar los alrededores de la modelo. En la calle contigua a la esquina hay varias mujeres, las que se asoman de un balcón que da a la calle, son blancas y lucen despeinadas. Las que hablan con ellas o están paradas al frente de los balcones,  son negras y una de ellas es mulata. Estas están muy pendientes de la actividad entre el fotógrafo y su sujeto. Los vestidos de estas otras mujeres  no alcanzan la elegancia de la modelo y tampoco la emulan en porte. De hecho, una mulata que observa  en la curva de la calle contigua, parece estar descalza y uno que parece un niño, que está al lado de la modelo parece ser blanco y tiene los pies descalzos. Para mediados del siglo XIX Adolfo de Hostos (1966, 512, 517) menciona como las mujeres libres de color “obedecían a sus impulsos ostentosos” en una época donde los vecinos blancos y acaudalados le daban importancia a la moda establecida por “la dictadura suntuaria parisiense”. Citando a Coll y Toste, De Hostos dice: “…que las mulatas vestían con la misma elegancia de las blancas”.
También nos la presenta José S. Alegría en sus estampas del San Juan de principios del siglo XX: “Siempre había una muchacha morena y risueña…que entre las mesas vendía dulces…y también caricias, si venía al caso…” “…y las jóvenes cocineritas emperifolladas como polvorones o caramelos en papel de colores, dejando percibir el perfume capitoso de la bergamota y los polvos de Antea que eran saludadas con intencionados requiebros…”  (Alegría  2000, 79). Este personaje, tanto negra como mulata,  había aprendido a moverse dentro de unos límites de “libertad social”, dentro de lo que podría llamarse de acuerdo al concepto social creado por Enrique Dussel (Rodríguez Colón de González  2008, 15), como “altermundo”. Por eso mismo y por muchas otras razones que hemos mencionado de tipo social, era desdeñada y vista con desprecio, aceptada sólo para las obligaciones más bajas en el escalafón social.De acuerdo a Salcedo Chirinos, las mujeres de ese estrato social “…no exigían matrimonio para guardar las apariencias después de algún encuentro sexual ilícito.
Hablando sobre el mundo laboral de la mujer (negra y blanca en el tiempo de Luisa Capetillo- nacida en el 1879), dice Norma Valle:

…la condición de la mujer era de subordinación, era terrible...Luisa Capetillo vivía en un mundo hostil a la mujer, quien vivía subordinada en la familia y en la sociedad. No podía expresarse como quería… La mujer pobre boricua era una sumamente maltratada con la cultura del trabajo. No solamente trabajaba de sol a sol dieciocho horas diarias, sino que tenía que criar a su hijos casi siempre sola… eran madres con hijos a quienes llevaban y cargaban a todas partes…Así es que el trabajo de las mujeres en el tiempo de Luisa Capetillo, era un trabajo fortísimo y agotador…”(Valle  2006,  76-77).
La comerciante
Un observador en nuestra isla para el siglo XIX, Quatrelles, autor de la obra Un parisien dans les Antilles, menciona como  “[l]a clase de color libre es trabajadora, y muchos de sus miembros se encuentran entre los principales contribuyentes” (Fernández Méndez 1975, 253). Así mismo, el corresponsal Albert Gardner Robinson (2005), enviado por The Evening Post a la isla en el 1898 con una expedición de soldados norteamericanos, narra cómo había en Ponce una gran cantidad de vendedores ambulantes, en su mayoría  de frutas y detalla su compra a una mulata puertorriqueña con ropa raída, sucia y escasa, de una especie de “helado”, que no era otra cosa que leche de coco azucarada; de los cuales se ofrecían dos por un centavo.
Otras fotografías nos muestran a la vendedora negra, sin atisbos de ser mulata. Esta mujer es retratada en el mercado o en sus alrededores. Sus rasgos son un poco más parecidos  al gusto occidental, nariz más perfilada y labios menos carnosos, sin embargo, con una negritud reluciente, bien oscura. Como dice Tomás Blanco, citado en Rodríguez Juliá (2004, 137), la “de pañolones a la cabeza”.
Había inclusive negras y/o mulatas que eran dueñas de posadas y de tabernas, los que por supuesto eran más frecuentados por negros, pero también por blancos. Sin embargo tanto Kinsbruner como  Félix Matos Rodríguez (2001) reconocen que ni la elite criolla, la iglesia ni el gobierno apoyaban tales actividades y los miraban de soslayo como áreas sospechosas y altamente peligrosas contra la moral. 
Algunas de estas comerciantes lo eran libertas que venían de islas adyacentes y aun de África, las cuales establecieron puestos ya fuera en el mercado o en aéreas yermas en la capital que se utilizaban como mercados. Varias se desempeñaban como dulceras, alguna que otra hacia sombreros.
También había comerciantes mulatas y algunas de estas, casi blancas. En el mercado había además de vendedoras con sus puestos de ventas, costureras. Estas costureras eran en muchos de los casos blancas, otras, unas mulatas claras, quienes habían aprendido por alguna de sus ascendencias, preferiblemente la blanca, a ejercitarse en dicho oficio.  En los archivos del siglo XIX, también se encuentran entre los oficios de muchas de las negras y mulatas en la capital, el de costurera.
La revendona era otro tipo de mujer comerciante, quien aprovechándose de la lejanía del mercado, revendía sus productos en la calle San Sebastián, en el barrio intramuros decimonónico, Santa Bárbara. Esta, llamada también mondonguera, revendía especialmente el mondongo, un guiso criollo, muy famoso hoy entre los puertorriqueños en general y entre la clase negra y mulata  puertorriqueña de aquel entonces.
Esta revendona, traía también otros productos que se cosechaba en el hinterland de San Juan o en otros barrios extramuros fuera de la ciudad, los cuales revendía a precios más bajos que los comerciantes regulares, lo que suscitó la protesta de estos.

La sirvienta y sus mañas de supervivencia
Otro tipo de obrero/a lo fue la sirvienta, la cual era no solo la mulata o la negra, sino también la mujer blanca que venía de las montañas a San Juan a mediados del siglo XIX, ante la caída del mercado de la caña de azúcar, quien por su pobreza vivió entre los mulatos y negros que habitaban en los barrios extramuros.
Se les exigía más sin embargo a las mujeres mulatas o negras que trabajaban cerca o dentro de las casas de los criollos blancos quienes debían exhibir unos códigos de decencia y respetabilidad por causa del prejuicio que ya se tenía contra estos.  Estas actitudes de muchos de los libertos eran manipuladas por ellos mismos para su propio beneficio, en aras de  asegurar un trabajo ante la falta de educación o de adiestramiento en otro oficio. A la misma vez, el criollo pretendía controlar  al ex esclavo con estos requisitos. Estas conductas “sometidas” aseguraban la aceptación del ex esclavo dentro de los límites que el mismo blanco les había puesto.

La cocinera
También comenta De Hostos que se les había encomendado a los indios y negros la confección y producción de los alimentos para el consumo de los “colonizadores y pobladores del siglo XVII” de tal forma que el pan cotidiano que se consumía, las tortas de casabe, era elaborado por los negros de Cangrejos, tal y como lo habían hecho los indios anteriormente.
Desde esa perspectiva y hasta nuestros días, igualmente la mujer negra se ganó un sitial en nuestra cocina criolla, y eran y son aun muchas las que a lo largo de los siglos se han destacado en la cocina y han hecho de esto un modus vivendi, para subsistir ellas y sus familias. En el ámbito de la creación del dulce, no solo las negras libres o esclavas puertorriqueñas encargadas de la cocina lograban un nombre por su destreza culinaria, sino también las de otras áreas geográficas de nuestra América Latina.  Esto es mencionado en algunas obras hispanas del siglo XIX y XX.
En medio de un mundo patriarcal, masculino y socialmente sesgado, en el que la elaboración de las comidas, caía principalmente sobre mujeres de clases inferiores (cocineras negras, mulatas o blancas pobres) ; y en el que la distribución de los alimentos en el entorno doméstico y comunitario por lo general se hacía considerando la primacía  social de los varones , las capacidades de inventiva culinaria de parte de las cocineras servían para sacar sus figuras del anonimato y otorgarles respetabilidad…De aquí que muchas confecciones , como sucede aún entre nosotros, fueran asociadas con el nombre de sus productoras (el majarete de Dolores, el arroz con dulce de Vicenta, el manjar blanco de Colasa)…(Ortiz Cuadra  2006, 57)

Estas mujeres se adueñaron del peleado espacio urbano habitable del San Juan decimonónico, del espacio que se les permitía habitar. Como ejemplo de esto tenemos el dato de cómo estas mujeres ignoraban las reprimendas oficiales, que insistían en sacarlas de la ciudad. El resultado fue la creatividad de estas para poder vender sus productos o sus servicios (Matos Rodríguez  2001). De hecho, de acuerdo a Rodríguez Silva (2005, 200), las mujeres lograban obtener más contratos de trabajo que sus “contrapartes varones”.
La conocida autora Mayra Santos Febres tiene en su colección de ensayos de su libro Sobre piel y papel (2005), un interesante comentario sobre las mujeres negras de su familia que podemos conectar con este segmento anterior:

Y las mujeres de mi clan eran unas negras fuertes, duras y fieras. La familia Febres dependía de estas mujeres para su supervivencia. De ellas aprendía reírme alto, a no aceptar ninguna negativa por respuesta, a nombrar mi deseo sin vergüenza. Entre mi madre y sus hermanas, ser mujer era otra cosa que convertirse en esa criatura frágil que me enseñaron en la escuela. Las mujeres bebían y bailaban, le montaban casa a sus hombres y los botaban de allí si tenían que hacerlo; remeneaban las caderas, pegaban carcajadas en medio de la calle y mantenían una familia con todos los trabajos que hicieran falta (Santos-Febres  2005, 26).
En el Puerto Rico decimonónico, el color de la piel del negro establecía para este último, la relación social aceptable entre la élite blanca criolla y el negro. Podía el mulato, si exhibía una piel más clara tener un mejor oficio, como por ejemplo, uno artesanal y en caso de ser esclavo podía trabajar más cerca del amo o aun dentro de la casa  (Negrón Portillo y Mayo Santana  2007).
La lavandera
Algunos oficios, tuvieran la piel clara o no, como sucedía en el Viejo San Juan, hacían que la población blanca sanjuanera tuviera, en este caso, a las libertas en alguna estima. Un ejemplo de esto lo eran las lavanderas, y la razón lo era, la dificultad que suponía lavar dentro de la ciudad por la falta de agua fresca en la capital  (Scully & Paton  2005). Por esta razón y con esta autoridad, las lavanderas se arriesgaron a protestar y aun a amenazar con la huelga, por falta de accesibilidad a las cisternas de la ciudad.
Aun y con esta gesta y esta aparente autoridad, esto, no necesariamente le garantizaba aceptación social o acercamiento o entrada a los círculos más elitistas del país. Sued Badillo y López Cantos citados en Alleyne (2005) dicen que cualquier individuo “de color”, no importando la gradación de la piel, era considerado inferior.
Sin embargo, la historia nos dice otra cosa, la lavandera como muchas otras de sus compañeras mulatas supo conquistar un espacio, unirse en solidaridad unas con otras y en más de una ocasión, adquirir unos derechos que manejó con destreza para su futuro y el de sus hijos, muy a pesar de que las mas veces por ser parte de una clase mirada con sospecha, recibió también malos tratos.   Un dato importante es que tanto las lavanderas como las costureras eran las únicas clases de trabajadoras del periodo decimonónico que lograban ser dueñas de su lugar de vivienda.
De acuerdo a Damiani Cósimi (en Los arcos de la memoria  1998, 65), algunas negras y/o mulatas de Santurce se dedicaban a lavar en el “pozo pileta de las lavanderas”, área que pertenecía  la sucesión de Don Bartolomé Vega, planchaban, cosían, cocinaban y servían como domésticas para los “blanquitos” en la carretera (lo que llamamos hoy la Avenida Ponce de León). Sobre ellas dice José Elías Levis en su novela El estercolero "…cuando llueve se pasan días sin poder ganar una peseta y no quiero hablar de su desesperación si un violento aguacero moja la ropa almidonada, casi seca ya” (Irizarry 2008, 65).
            Con el auge que tuvo Santurce como área donde las personas pudientes construían sus  casas de campo en los últimos años del siglo XIX, los negros se dedicaron más a la construcción, así como sus mujeres al trabajo doméstico y servil. La negra o la mulata de Santurce se dedicó a ser lavandera, planchadora, costurera, sirvienta y/o  cocinera para los “blanquitos” que se habían ubicados en casas construidas a lo largo de lo que era en aquél entonces la Carretera Central, hoy Avenida Ponce de León. Ejemplo de estas construcciones a lo largo de la carretera  lo tenemos en la casa  o el palacete del famoso Georgetti, la que surgió un poco de tiempo después y luego fue destruida.



Las nanas
Además de los espacios físicos que se asignaban para la servidumbre en espacios intra y extramuros (Rodríguez Juliá 2004), uno de esos otros pocos espacios emocionales lo eran las nanas (nodrizas) o las madres (de leche) surrogadas.  De acuerdo a Díaz Soler, citado en Babín  (1999,  37), “muchas negras esclavas se convirtieron en madres de leche de los hijos del amo”. Esta  actitud se tornó, luego de las pérdidas del 1898, en un supuesto recuerdo cariñoso; el cual estaba también impregnado de una nostalgia por los tiempos que se habían ido; los tiempos en los que los grandes hacendados criollos imponían los estatutos de aquella sociedad  (Ortiz Lugo  2004; Ruscalleda Bercedóniz  2005). 
La abuela de la autora de este artículo, Ana Costoso Caro, mulata, hija de blanca y negro, se desempeñó como nodriza para la familia de Coll y Cuchí a principios del siglo XX.  De acuerdo al testimonio de Doña Ana, se le hizo un examen exhaustivo para poder ser nodriza de esta criatura. Marlene Duprey confirma esta información en su libro Bioislas. 
Las nodrizas eran mujeres en estado lactante, que se alquilaban generalmente por familias acomodadas para amamantar la criatura en etapa de lactar de las madres de aquellas familias. Para ello, se trataba de implementar ciertos mecanismos de regulación en la selección de las nodrizas…son excelentes ejemplares de las maneras de sistematización del examen sobre el cuerpo de las mujeres  (Duprey 2010, 103).
También Manuel Alonso en su libro El Gíbaro hace mención a esta costumbre en una estampa donde  una negra es regalada al General de la Isla para que le sirva de nodriza a su hijo que está por nacer   (Ramos Rosado  1999, 11 ).
La nana y en algunos casos la cocinera o la doméstica, como en el caso de Palés, impactó la vida y los sentimientos de las familias acomodadas.[1] Eran ellas parte extendida de la familia.  Dice Fernández Méndez en su libro Salvador Brau y su tiempo como las “negras gordas”  amamantaron a  “ ‘los caballeros de la tierra’, hombres de buenos modales y gestos suaves” (Fernández Méndez 1974,  28). De acuerdo a la literatura existente sobre ese tema, en el caso de Palés fue la cocinera de su familia la que ayudó a desarrollar en él la imaginación sobre los temas negristas, con sus relatos, tal vez acompañados por un vocabulario que para el blanco, o para la cultura “occidental, racional” (López Baralt  2009, 3 ; nota al calce ) puede sonar exótico.  Más que nana, el caso de Palés Matos así como la de muchos otros puertorriqueños blancos de fines del XIX y principios del XX, representa como dice Tomás Blanco el caso de “madres intelectuales de toda una generación”  (citado en Babín  1999,  38), contribuyentes, según María Teresa Babín, a la educación de la isla.
Eugenio María de Hostos por su parte, menciona a Mercedes, su niñera,  como “compañera de sus terrores nocturnos y de sus travesuras diurnas”  (Citado en Babín 1999,  37).
El alcance y la voz que en aquellos tiempos podía ejercer una nodriza o nana, nos la presenta un evento donde una de ellas defendió su honor con lo único que podían rescatar para levantar estandarte en una sociedad racista y clasista como la del diecinueve. Sus propios códigos de honor, creados a raíz del rechazo y el maltrato, eran entre otros pocos, su trabajo y su conducta.

…Balbina no salió para Patillas, sino que se fue a una de las propiedades que su patrón tenía en Loíza, y desde allí le escribió al Provisor rechazando ser prostituta y pidiendo un juicio en el que pudiera defender su honor. Ella afirmaba en ese escrito que vivía “con la honestidad y recogimiento correspondiente a su sexo, estado y condición” (Petición de Balbina Alonso, sin fecha). Es decir, la parda manejaba una representación del honor que difería de la del Provisor, quien centraba su interés          en la transgresión de la vida sexual de aquella mujer. Sin embargo, el honor que defendía Balbina no dependía de su origen familiar, de la legitimidad de su nacimiento, de la limpieza de su sangre, ni mucho menos del color de su piel. Ella se presentaba a sí misma como una mujer honesta, recogida y trabajadora. El recogimiento y el trabajo doméstico eran los elementos a partir de los cuales armaba su representación del honor             (Salcedo Chirinos n.d., 2 )

La nana, por haber sido necesitada por el criollo, tenía licencia para moverse en el espacio permitido y de este punto de vista era reconocida como un ente social; no así la mujer que luego nos presenta Palés; sensual, con identidad propia y con libertad de movimiento y de acción. Era esta la protagonista misma del constructo literario de este autor, un constructo que revela la verdadera personalidad mulata y negroide del país. 
La mujer que habitaba los barrios intra o extramuros de aquél entonces era mucho más negra y mucho menos mulata y bajo la mirada “patricia” y permisiva del criollo poseía un espacio que representaba algunos escalafones sociales bajo la elite decimonónica. Esa negra, había aprendido a sobrevivir y a convivir en una sociedad que le imponía un espacio. El lugar de la negra que habitaba con los blancos o con sus descendientes blancos en una casa, era la cocina o la parte trasera de la casa donde nadie la viera. Sin embargo, en nuestro país, a través de sus hechos y de su trabajo, la negra y la mulata han ido saliendo poco a poco de la cocina, para ubicarse en lugares tales como la presidencia del Colegio de Abogados, como poetisa, como profesora  o como candidata a un puesto político entre otras tantas ocupaciones y profesiones. Una vez ha comenzado a escalar peldaños, nuestra mulata no se detendrá…



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La huella político-feminista de Margarita Mergal[2]

 Roxanna D. Domenech Cruz, Ph.D.
“¡Arriba las de abajo!”[3]
(M. Mergal 1972)


Este trabajo presenta algunas de las huellas que ha dejado (y continua dejando) Margarita Mergal en las últimas cuatro décadas de la historia de nuestro país[4].  Pretende dejar por escrito “el caminar”  de una mujer y el impacto que esta ha tenido en la historia de Puerto Rico.  Las huellas de mujeres como Margarita Mergal, muchas veces se pierden al no ser consideradas al momento de narrar y documentar la(s) historia(s) de los países.   A través de las experiencias y del activismo de Margarita, se traza la segunda oleada del movimiento feminista puertorriqueño, al igual que la participación de una feminista dentro del movimiento de izquierda.  Las “migas metafóricas” de esta mujer, le dan vida a datos, fechas y eventos históricos que ocurrieron en nuestro país desde la década del 1970 hasta el presente.

Para delinear algunas de sus huellas, se estudiaron sus datos biográficos y sus variadas publicaciones (columnas, artículos, ensayos y libros).  También se analizaron documentos relacionados a su campaña política del 1972 como candidata a la alcaldía de San Juan por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) archivados en el Centro de Investigaciones Históricas (CIH) de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras (UPR, RP).  Además se incluyeron anécdotas de experiencias y conversaciones compartidas con la profesora Mergal, al igual que una entrevista formal que le fue realizada el 8 de junio del 2012.
Margarita Mergal es una mujer de ilimitada sabiduría, activismo e intelecto, de amplia visión y talento.  Siempre es generosa con su tiempo y su vasto conocimiento.  Dialogar con ella se aproxima a tomar un seminario avanzado sobre la vida.  Es una importante patriota que actúa a nivel local, con visión e impacto global.  Ama los animales, (los gatos en especial), y el mundo natural.  Es una extraordinaria educadora de conciencia humanista, militancia feminista y actitud ambientalista.  Es madre, compañera y amiga de muchos.  Salir con ella es todo un evento, pues conoce y saluda a todas y todos los que se encuentra en el camino siempre con un beso, un fuerte abrazo, y una mirada que refleja total aprecio y sincero respeto.  Con cada persona entabla un tema de conversación (a veces varios entrelazados) pues es versada en política, filosofía, literatura, teoría (de toda clase), el mundo de las artes, asuntos periodísticos y noticiosos a nivel local e internacional, al igual que de proyectos hogareños[5].  Se interesa genuinamente en ti y en tu familia.  Siempre tiene un consejo que transmite utilizando alguna referencia vivencial o académica.  Te recomienda libros, artículos, películas o documentales de todo tema,  y las pocas veces que no sabe algo sobre un tema en particular, te lo confiesa de manera honesta y procede a recomendarte una persona, (algún conocido), que sí sepa, dándote la siguiente instrucción: “Le dices a fulanx que yo te di su número para que comparta información sobre el tema que investigas…”.  Así llegué a entrevistar a algunxs activistas en la Isla para mi tesis doctoral sobre el rol de las mujeres en las luchas ambientales del país.  Tesis que Margarita dirigió con entusiasmo por cuatro años.  Siempre creyó en mí y en mi trabajo.  Cuando nadie más se interesó por trabajar con el tema del ecofeminismo, a ella le apasionó.  Valoró su trascendencia.  Además simpatizó y entendió mi realidad como madre, compañera, estudiante  y mujer trabajadora.  Nuestras reuniones y correos electrónicos frecuentemente concluían con palabras que me animaban a perseverar.  Me decía; “Buena suerte con las búsquedas, y créeme que ya sé cómo con hijos[6], marido, casa, trabajo asalariado, etc. lo difícil que es investigar”.

Conocí a la profesora Mergal  en el 2005 como estudiante del curso de Investigación en la historia contemporánea de Puerto Rico con perspectiva de género en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, último curso que tomaría como estudiante doctoral.  A penas había dado a luz a mi tercer hijo quien padecía de una condición pulmonar y estaba frecuentemente internado en algún hospital.  Ese semestre sería un gran reto, escribiría desde salas de intensivo y desde la lancha hacia Vieques, (con bebé en coche), para entrevistar a mujeres líderes de la lucha viequense como parte de mi investigación.  La profesora Mergal me apoyó en cada momento, me brindó ánimo, me dio contactos y lecturas, me inspiró como feminista y como madre y me retó como estudiante.  Así se convirtió en mi mentora emérita.

El 8 de junio del 2012 le realicé una entrevista formal con el propósito de escuchar (y documentar) algunos datos sobre su vida.  Me interesaba saber: ¿Cuándo se involucró en organizaciones políticas?  ¿En cuáles?  ¿Cómo y cuándo surgió la idea de la candidatura a la alcaldía de San Juan por el PIP?  ¿Cuáles eran las experiencias de las mujeres en la política en aquel momento?[7]  Además quería indagar sobre su perspectiva del feminismo en Puerto Rico, al igual que su percepción del feminismo desde que escribió en el 1992 un ensayo titulado “Puerto Rican Feminism at a Crossroad: Challenges at the Turn of the Century”[8].   Otras preguntas que guiaron la entrevista fueron: ¿Cómo percibe el rol de las mujeres en la política hoy día?; ¿El feminismo está en crisis?; y ¿Cuáles fueron sus experiencias de las mujeres en los procesos políticos en la Isla cuando participó en el PIP y luego cuando militó en el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP)?

La profesora Mergal comenzó nuestra entrevista hablando sobre la situación actual, mencionó que el tiempo que se le dedica a las organizaciones se ha convertido en un elemento desorganizador por las presiones económicas del presente lo que ha causado que la gente esté deprimida y agobiada.  Utilizó al Movimiento Amplio de Mujeres de Puerto Rico (MAMPR) como ejemplo de lo anterior.  Dijo, “ponernos de acuerdo en hora y día casi es imposible… [y a veces] cuando nos reunimos no hay quorum.”  Añadió que las organizaciones también enfrentan la dificultad de pasar de una forma organizativa a otra, por costumbres y hábitos entre otros elementos.  Según Mergal, lo anterior “abona a un retraimiento, a un individualismo de los partidos, de las comunidades, y de las ONGs… el poco tiempo que [la gente] tienen se lo dedican a la familia”. 

Al referirse al activismo de las mujeres dentro de los partidos políticos del país dijo, “por un lado los partidos todos son bien macharranes, machistas y sexistas, tienen sus intereses propios”.  Esto influye la militancia de las mujeres activas en los mismos.  Para ilustrar lo anterior, presentó el ejemplo de Albita Rivera quien le ha confesado que es PNP primero y feminista después.  Añadió que en la izquierda se planteaba que “todo se resolvería con la independencia”, se les cuestionaba (a las mujeres) cuál era su primera lealtad.  Sobre lo anterior dijo: “La izquierda siempre fue la onda de que el problema de las mujeres se resuelve con la independencia, cuando esto sea república el problema de las mujeres [se atenderá]… y eso no es de aquí, eso es bastante generalizado en la izquierda.  Esa es la famosa pelea de Rosa Luxemburgo y de Clara Zetkin con Lenin”. Aunque criticó el machismo dentro de los partidos, hizo hincapié en las experiencias positivas y  en las destrezas organizativas aprendidas en ambos partidos a los que perteneció.  Sobre esto apuntó; “el tener un partido organizado te da experiencia en cómo organizar una comunidad…, te desarrollaba la capacidad de cómo se escribía un boletín… cómo se usa un micrófono, todo ese tipo de cosa… fue una escuela de capacidad organizativa y por el otro lado, mal que bien, y subrayo eso, el partido siempre te daba una estructura, una dirección”.[9]

Por otra parte, Margarita subrayó que todavía las mujeres confrontan la falta de un proyecto claro en términos de metas y estrategias:¿Qué es lo que queremos las mujeres?  Sobre esto dijo: “Hemos logrado unas cosas bien importantes.  Yo creo que la creación de la Oficina de la Procuraduría de las mujeres es fabuloso.  Yo he hablado con mujeres feministas de América Latina que me dicen, “Ustedes no saben la maravilla que ustedes tienen ahí”… Sí,  es una maravilla cuando la persona que está a la cabeza es feminista y entiende lo que está haciendo, pero no cuando representa al partido antifeminista, fundamentalista, y no se atreve a hacerle cara [a esto]…”.  Añadió que a pesar de los logros alcanzados por las mujeres puertorriqueñas, aun experimentamos grandes retos, como la guerra en contra de las mujeres.  Dijo: “The War on Women, ese fundamentalismo está bien presente en Puerto Rico como colonia… Los políticos incluyendo a los de izquierda, le tienen un pánico a hacerle frente a los religiosos”.  Son muchos los retos, sin embargo sostuvo que sigue siendo optimista y que no cree que el movimiento feminista desaparezca “porque la necesidad está ahí… por un lado hay problemas y hay crisis, pero hay gente que aun lucha…” (Mergal, 8 de junio del 1972).

Al preguntarle en nuestra entrevista sobre las mujeres en la política, repitió que los partidos políticos por su tradición histórica, y por su óptica, tienden a ser muy machistas y muy sexistas.  Habló sobre cómo este tipo de actitud y de discriminación aún se manifiesta en el siglo XXI apuntando a las similitudes entre ambas luchas  para abordar que a pesar de los adelantos en el racismo y el sexismo, el discrimen se mantiene ahí.  Margarita dijo:

“yo encuentro que hay muchas coincidencias entre las luchas por los derechos civiles, especialmente las luchas abolicionistas y contra el discrimen racial y las luchas femeninas.  Una de esas similitudes es que ya hemos llegado a un nivel, y no lo estoy diciendo sínicamente, donde nadie o casi nadie, salvo esa gente de extrema derecha en algunos lugares de Estados Unidos, nadie se atreve a decir, “yo creo que los negros son inferiores”… la gente entiende ya que es inmoral, que es incorrecto, o que es feo decirlo... que no luce bien ser racista.  Eso es un adelanto…  Sin embargo tú piensas, ¿es verdad que hemos dejado de ser racistas?  Pues no, claro que no, el racismo está ahí.  El discrimen está ahí y por eso algunas personas tenemos que seguir luchando en contra del racismo, y yo donde quiera que me paro lo digo y establezco esa relación, lo mismo pasa con el feminismo.  Ya hemos llegado a un nivel donde toooodoo el mundo dice, “yo creo en la igualdad para las mujeres, yo creo que no se debe discriminar en contra de las mujeres”.  Ajá, pero mira como han subido los datos de violencia doméstica…  en nuestro país… piensa que en Sudan ahora mismo están lapidando a una mujer y que en Pakistán acaban de matar a un montón de mujeres porque estaban bailando en una boda donde había hombres.  De manera que por un lado hay unas diferencias culturales enormes entre unos lugares y otros de este planeta, que al fin y al cabo no es tan grande… vivimos bajo una gran tapadera” (entrevista 8 de junio 2012).  

Se habla sobre la globalización y como la cibernética nos une, sin embargo, Mergal sostiene que existen abismos en términos del discrimen por sexo y por raza en diferentes partes del mundo. Equidad no hay.  Según Margarita  hay unas lagunas y abismos más grandes que el Gran cañón de Colorado, tanto como en discrimen racial como en discrimen por sexo.  “Esa misma persona que dice, “Ah, sí, yo creo en la igualdad, pero pues yo no quiero al novio de mi hija… no es que yo sea racista, pero uno tiene que pensar en los niños y en el que dirán y en el empleo” (Mergal, 8 de junio del 1972).  La profesora Mergal estableció que dicha inconsistencia en comportamiento y discriminación   también ocurre con asuntos de identidad/orientación sexual.  Afirmó que todo lo anterior se debe al patriarcado, que según ella, “está ahí latente y a veces más que latente, muy viva… mira que rápido entró la era cibernética y en este siglo 21 todavía estamos batallando cosas básicas del patriarcado.  Tenemos todavía mucho camino que andar.”

Durante la entrevista le comenté sobre el documental Missrepresentation [10] donde se plantea (a través de estudios que se han llevado a cabo en Estados Unidos), que la manera en que se critica (por sus apariencias y supuestos comportamientos) a las mujeres en la política tiene un impacto negativo en las generaciones más jóvenes.  Sobre esto Margarita comentó, “[en] programas de televisión de cultura popular es la sexualidad [la que se presenta] no en términos de igualdad, mira los periódicos de aquí, lo que cuentan son las tetas y los fondillos…  La cara bonita, la mujer tiene que ser bella.  Te describen a una mujer en la política y te describen la ropa que llevaba puesta, nunca te dicen Rivera Schatz estaba vestido con una camisa de tal color y unos zapatos sencillos.  No, eso es a las mujeres… esa es [una de las] influencias de los medios”.  Ella también experimentó el recibir críticas por su apariencia, “muchas veces las criticas venían… de las feministas que me decían, o de las personas en el partido político inclusive… una vez me dijeron que yo no era la mejor persona para andar por los barrios y caseríos de Puerto Rico porque yo siempre estaba muy bien arreglada y peinada.  ¿Y eso que tiene que ver?” Margarita hizo alusión a una noticia que alegaba que la antigua primera dama, Luce Vela, se gastaba miles de dólares en peinados y otros arreglos de belleza.   Aclaró, “ahora te digo yo…una cosa es gastarme 13 mil pesos cada seis meses[11] y otra cosa es querer andar bien puesta.  Dentro de, en alguna medida, la definición de género tradicional, nos pintamos las uñas y nos sacamos las cejas.  Eso es otra cosa.  Yo no me dedico a eso...” (Mergal, 8 de junio del 2012).

Para indagar sobre su percepción de la participación femenina en la política hoy día le referí a una  cita escrita por ella en el 1992, “Women have won some political victories, but their political participation has remained at the token level[12]” (“Puerto Rican Feminism at a Crossroad: Challenges at the Turn of the Century” 133).  Luego de analizarla respondió que la situación sigue más o menos igual; “No tengo los datos a la mano, pero una de las cosas que salta  a la vista tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos y en el Reino Unido, lo mismo resaltaron en Francia, es las pocas mujeres en la política.  En España en particular hay muchas más, allí han adelantado mucho más que aquí…  aunque están siendo atacadas fuertemente por la derecha como en todas partes del mundo, pero hay una tradición feminista muy larga.  En Estados Unidos el movimiento feminista está muy decaído…”.

Al preguntarle sobre su incursionó en el mundo de la política, Margarita me habló sobre cómo la crianza que recibió de sus padres cimentó el terreno, “mis padres mantenían un hogar de mucho respeto a las diferencias, era un hogar muy humanista”.  Según ella, la influencia de sus profesores fue enorme.  Mencionó a Aida Montilla y a Milton Pabón en particular.  Comenzó a militar en el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) desde que tenía 19 o 20 años; “empecé a trabajar, a desarrollar posiciones, a tomar carta, estuve encargada de la educación política,  de ahí al comité central de San Juan y de ahí a candidata a alcaldesa en la campaña del 72.  El candidato al PNP era Carlos Romero Barceló y Celia Cintrón del CES, era la del Partido del Pueblo que existía en aquel entonces.  Celia y yo nos llevábamos muy bien”.  Margarita  aceptó  ser candidata a alcaldesa a los treinta y cuatro años.  Durante su campaña Margarita identificó y enfatizó[13] problemas que cuatro décadas más tarde, aun nos aquejan.  En una entrevista publicada en el periódico Claridad (18 de junio del 1972), sostuvo que en San Juan “se agudizan los problemas básicos de Puerto Rico que son… el alto costo de vida, especialmente de los alimentos y servicios básicos; el problema de la vivienda; la falta de servicios adecuados, especialmente de transportación publica; los servicios de salud, cuya situación es escandalosa en San Juan y la falta de parques de recreación” [14].  

En nuestra conversación señaló que había muy pocas mujeres dentro del PIP y que dentro del partido se reproducía la división de trabajo asalariado y doméstico propulsadas por el patriarcado; “las mujeres recogían dinero, freían pastelillos, y hacían el trabajo secretarial”.  En un manuscrito que ella donó al CIH, “Socialismo y mujer”[15](1972),  escribió que las mujeres “estamos sujetas a una condición de subordinación y explotación dobles, por el sistema capitalista colonial y por las tradiciones que nos subordina al hombre.  Primero estamos sujetas al padre, luego al marido y muchas veces hasta nuestros hijos varones.  Esta condición se refleja también todo el resto de nuestras vidas… nos sentimos dependientes constantemente”.  En este documento exhortaba a las mujeres a que sacaran cuenta de las horas de trabajo invertidas en labores domésticas y que se unieran a la lucha para lograr que las tareas del hogar se incorporaran al sector público de la economía, así serían liberadas de la mayor parte de su explotación, dejándolas libres para aportar al bienestar de nuestra sociedad.   En otro documento, un manuscrito también relacionado a las elecciones del 1972, Margarita escribió que el PIP “como elemento de vanguardia de nuestra sociedad y conforme a su meta de transformarla tiene que ser un elemento importante en la lucha de la mujer... No es cuestión de alcanzar el poder, declarar el socialismo y entonces liberarse.”[16]

Las mujeres asertivas, luchadoras, con atribución de poder en la política sufren el que la cuestión de género sea evadida dentro de organizaciones y causas socio-políticas no feministas.   Las organizaciones dentro de las cuales las mujeres militan evaden las necesidades y desigualdades que ellas experimentan. Se les  presenta como excusa que no es el momento,  que es peligroso, o no es conveniente, o que ya se resolverá más adelante a nombre de metas colectivas o por intereses de grupo de quienes reivindican esos procesos. De esta forma se omite la causa oculta o visible de cada mujer[17].  

Sus dos tribunas fueron la partidista y la universitaria.  Según Margarita, donde quiera que se paraba la gente decía, “ya viene ésta a hablar sobre las mujeres otra vez…”.  Esto hizo cuando militó en el PSP y como miembro fundadora de la Organización Puertorriqueña de Mujeres Trabajadoras (OPMT)[18].  Compartió que abandonó el PIP por el PSP por razones fundamentalmente ideológicas y terminó yéndose del PSP “por razones del autoritarismo, por la jerarquía inmovible… las mismas cosas”.  En la década del 1980 participó en el Centro de Investigaciones Sociales (CERES).  Además estuvo involucrada en la fundación de la Oficina de asuntos de la mujer antes de que se creara la Oficina de la Procuraduría de las Mujeres.

Como madre que constantemente batalla con las tareas del hogar y las responsabilidades de lxs niñxs, quise saber cómo ella había logrado sus dobles y triples jornadas.  Al preguntarle qué hacía con lxs niñxs, contestó que se los dejaba a su marido, a su suegra y a su mamá.  Añadió, “Yo me divorcié de mi marido[19] pero no de mi suegra.  Ella hoy vive en un hogar de ancianos, tiene 98 años y no pasa un cumpleaños, una navidad, un día de las madres que yo no le lleve su regalo… siempre son las mamás y las abuelas, las que le dan la mano a uno… sin eso, no hubiera podido de ninguna manera”.  La siguiente pregunta se la hice pensando en otro asunto que experimento en carne propia, los reclamos de mis hijxs por mis compromisos como trabajadora asalariada.  A Margarita también le reclamaron el tiempo que ella le dedicaba a su activismo político-feminista, “lo percibieron en alguna medida como un abandono… ¿por qué tú no puedes ser como las demás mamás?  Y yo le contestaba tranquilamente, porque te tocó esta”.  Ambas nos reímos a carcajadas sobre lo anterior.  Me aseguró que ella se ocupaba mucho de ellxs, “a pesar de la mano de mi mamá y una suegra que me ayudaron mucho más que el marido, yo también tenía un empleo en la yupi que me permitía un horario más flexible, y unos jefes que también me ayudaron… al comienzo me tocaban los peores horarios, ahí me ayudaba mi suegra que era mi vecina porque mami también era asalariada.  Pero yo siempre buscaba la manera de acomodar mi horario de manera que yo llevaba a los niños a la escuela… yo los buscaba y estaba el resto del día “busca la asignación… no sales al patio... váyase a dormir”, si llego a tener un nine to five hubiese sido otra la historia”. 

Margarita aclaró que cuando estaba en la campaña del PIP por la alcaldía de San Juan, pidió una ayudante que le asistiera con el cuido y recogido de sus hijxs.  Insistió en el Partido que tenía una responsabilidad primaria, sus hijxs.  Añadió que las mujeres de hoy tienen que asumir las necesidades de las mujeres como propias; tienen que haber lugares para lxs hijxs, licencias de maternidad y paternidad en los empleos y horarios flexibles.  “Esa es una de las cosas en que yo creo que las mujeres tenemos que exigir”.[20] 

Sus experiencias como profesora en la UPR, Rio Piedras, en especial con lxs estudiantes con quien ha trabajado en la Escuela de Comunicaciones (COPU) desde el 2005, siempre están presentes en sus conversaciones.  Durante nuestra entrevista me habló sobre lo esencial que es la educación para lxs jóvenes y cómo estas experiencias y el conocimiento adquirido les ayuda a saber descifrar cómo manejar el cuadro de vida patriarcal.  “Para entender eso, tienes que estudiar” (Mergal 8 de junio 2012).  Sobre qué van a hacer las mujeres de las  próximas generaciones planteó que “eso les toca a ellas ahora, yo no se lo puedo decir… a largo plazo los partidos van a desaparecer, los jóvenes están apáticos a las jerarquías…”.  Para ilustrar esto utilizó ejemplos del movimiento Occupy en Wall Street (y otras partes del mundo), Los indignados en España, y la primavera árabe, entre otros.  A pesar de apoyar las iniciativas y luchas de las nuevas generaciones, subrayó la importancia de recordar las luchas y los grandes logros de las anteriores;  “Muchas mujeres cogieron cárcel, puño y bofetá para poder tragarte una pastilla [anticonceptiva], para poderte divorciar (aunque se les tildara de malas mujeres), para poder tener un trabajo asalariado…”.  Sostuvo que lxs jóvenes tienen una óptica feminista,  la universidad ya no es un tránsito al matrimonio.  Quieren estudiar y continuar estudios graduados.  Estas generaciones están claras que no se van “a dedicar a limpiar fondillos, ni a criar muchachos toda la vida y hacer arroz y habichuelas…van a hacer algo más con la vida”.  Margarita afirmó que esto es fundamental.  Continuó diciendo que “cuando tu marido te pega, ya hemos visto lo difícil que es romper esa cadena de la dependencia… si tú eres una mujer que no tiene educación, que no tienes a donde ir… ¿Cómo luchas contra eso?  Con la educación, cogiendo cursos de género para entender que eso es el patriarcado.” [21]

Margarita hizo hincapié en lo que ella entiende son los retos de las organizaciones de mujeres y las comunitarias, al igual que de los partidos políticos del presente: “superar el retraimiento individual, buscar estrategias organizadoras, buscar un discurso movilizador que la gente entienda que si no hay lucha común, no hay movimiento.  Esto lo tendrán que descifrar estas generaciones del presente y del futuro”. 

Sobre lo que van a hacer las mujeres ahora, respondió que les toca a ellas decidirlo, “yo no puedo decidir.  Yo hice marchas, mítines, y pasquines, entregué boletines [se ríe], escribí ensayos y di clases!  ¿Qué van a tener que hacer los jóvenes?  Inventárselas.  Algo harán.  De la misma manera que nuestros viejos, decían “¿Pero tú estás loca?  ¡Eso no es así!”, y nosotros, “Sí, esto es así” y palante y lo hicimos.  Estxs lo harán de la misma manera.  Tendrán su tropiezo, tendrán su fracaso, pero lo harán… Y así, sucesivamente, vamos poco a poco, un escaloncito aquí y otro allá… Eso harán lxs jóvenes ahora”.

Trazar las huellas de mujeres como Margarita Mergal (y de tantas otras) comprueba que “no es correcto escribir la historia de Puerto Rico sin referirse al trabajo de las mujeres” (Colón, Mergal y Torres 20).  Es imperativo que continuemos reconociendo e insertando a más mujeres en la historia de nuestros países, para así hacer la historia más nuestra.[22]





































Referencias:
“A debate en televisión: nuevo reto de Margarita a Romero Barceló” (6).  La Hora (8 de
septiembre del 1972).

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Vega Alta, Puerto Rico: Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora, 2006.

Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.  Colección
del Partido Independentista Puertorriqueño, Cajas I, II, III y IV. (Revisión de documentos sobre la campaña electoral del PIP del 1972 donados por Margarita Mergal: cartas, manuscritos, recortes de periódicos, itinerarios de campaña, informes de precintos del municipio de San Juan, entre otros).

Colón Warren, Alice, Margarita Mergal y Nilsa Torres.  Participación de la mujer en la historia
de Puerto Rico            (las primeras décadas del siglo veinte) Folleto.  Centro de Investigaciones   Sociales, Universidad dePuerto Rico, Centro Coordinador de Estudios, Recursos y Servicios a la Mujer (CERES).  Edición auspiciada por el Consorcio de la Equidad en la Educación del Centro de Investigaciones Sociales en colaboración con Rutgers, Universidad del Estado de Nueva Jersey, New Brunswick, New Jersey, 1986.
De Gonzalez, Mari V. “Candidata al PIP condena represión” (6).  Claridad (18 de junio del 1972).
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López, Raúl.  “Quieren privar pueblo de parque” (6).  La Hora (24 de mayo del 1972).
“Margarita Mergal clama por intensificar lucha” (5).  Claridad (14 de noviembre del 1972).
“Margarita Mergal dialoga con los pobres” (6).  La Hora (31 de mayo del 1972).
Mergal, Margarita. (Entrevista sobre el desarrollo del feminismo en Puerto Rico, enero del
2009).

…….  (Entrevistas sobre la crisis económica, política y social que enfrenta el/los feminismo(s)     
del 2012 y 2013, 8 de junio del 2012 y 25 de enero del 2013).

…….  “¿Existen las mujeres?”.  Pedagogía Vol. 30; 1995-1996 Universidad de
Puerto Rico Recinto de Río Piedras. 22-31.

……..  “No más violencia contra mujeres: el método pulgarcito” www.dialogo.com (7 de   diciembre del 2010).
……..  “Pliegos acusatorios, medios, opinión pública y democracia”.  Dialogo (abril-mayo 2008).

……. “Puerto Rican Feminism at a Crossroads: Challenges at the Turn of the Century” (131-
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http://www.80grados.net/author/margarita-mergal/  (Revisión de columnas escritas por Margarita 
Mergal y publicadas en esta revista electrónica desde noviembre del 2010 hasta diciembre












Las mujeres entre siglos: participación y representación política en Puerto Rico*
Luz del Alba Acevedo Gaud, Ph.D.
Introducción
En sociedades democráticas la relación entre género y política se ejemplifica principalmente en la movilización de las mujeres que reclaman participación en la vida pública y los procesos políticos, cambios en las oportunidades y derechos ciudadanos para la mujer y representación en las estructuras de poder decisorio.  La historia de los procesos de participación y representación política de las mujeres se entretejen a través de las luchas, el activismo y la movilización política de las mujeres desde los movimientos sociales (femeninos y/o feministas), los partidos políticos y otras organizaciones de la sociedad civil.  Aunque las mujeres en la historia de Puerto Rico han participado de diferentes formas y grados en la vida pública, el auge de la movilización política de ellas surge en el siglo XX.  La movilización política de las mujeres ha tenido el efecto de incorporarlas a la vida pública y al proceso político como electoras y como representantes de diversas  ideologías e intereses político partidistas   a las estructuras del poder político. Si el siglo XX se caracterizo por las luchas de las mujeres en torno a la participación política y conquistas en el espacio público, el siglo XXI se perfila como uno de grandes desafíos para las luchas femeninas y feministas por consolidar su participación en las estructuras de poder político y alcanzar equidad de género en la representación política.
La participación política de las mujeres se refiere a su activismo político en los diferentes espacios sociales así como a su quehacer en las esferas estatales y partidistas.  La acción política de las mujeres en las sociedades democráticas no se limita a la dimensión institucional de la política formal jerarquizada sino que abarca también, la dimensión social de la vida cotidiana de las mujeres organizada políticamente de múltiples formas; en movimientos sociales, luchas comunitarias, protestas, etc.  Asimismo, la representación política, se manifiesta de diversas formas y asume diferentes connotaciones. Cuando el activismo político de las mujeres se centra en las estructuras formales del poder decisorio éstas actúan en representación de los sectores sociales organizados en partidos políticos para articular principalmente las posiciones ideológicas e intereses de éstos.  De acuerdo con Hannah Pitkin (1967) la representación política se define a partir de cuatro aspectos distintos pero interrelacionados: formal, descriptiva, sustantiva y simbólica. La representación formal se refiere a las reglas y procedimientos que dirigen los procesos políticos.  La dimensión descriptiva se refiere a la correspondencia entre las características y semejanzas de los diversos grupos ciudadanos y los que actúan como sus  representantes. La representación sustantiva significa actuar por los intereses de los ciudadanos que se representa de forma responsiva a sus necesidades y demandas mediante la formulación de política pública. La dimensión simbólica se refiere al impacto que la presencia de las mujeres en posiciones de poder decisorio tiene en el  sector femenino de la ciudadanía.   
            En este trabajo comienzo por trazar la trayectoria de participación política de las mujeres en el siglo XX para examinar los límites de participación femenina y las  implicaciones para los procesos de representación democrática para el siglo XXI. 

Avances y Desafíos en la Participación Política de las Mujeres
El  siglo XX se caracterizó por las luchas para la participación política de las mujeres.  Desde principios del siglo las mujeres se destacaron en las luchas sindicales y sociales –como el voto a favor de la prohibición (Azize Vargas, 1987; Rosario Urrutia, 1990). Pero es la lucha sufragista, que logra conquistar el derecho al voto femenino en 1932 y el voto universal en 1935, la que abre un nuevo espacio de participación política.
Con la conquista del voto se despierta una nueva e importante fuerza electoral sujeta a la “seducción” partidista (promesas y engaños) que busca la movilización del voto femenino para ampliar su base electoral. Como respuesta autónoma de las mujeres se crea el Bloque de Mujeres No-partidistas con el propósito de proveer orientación y educación política a las mujeres que habrían de participar en los procesos electorales. La meta principal era la de prevenir al sector femenino de las manipulaciones partidistas y la necesidad de escudriñar las candidaturas de los partidos antes de emitir el voto (Barceló Miller, 1997, pp. 150-154). 
Con la puesta en vigor de la reformada Ley Electoral reconociendo el derecho al voto de las mujeres “alfabetizadas”, se elige en 1933 la primera mujer en ocupar un escaño en la Cámara de Representantes, María Luisa Arcelay, empresaria y propietaria de talleres de costura en Mayagüez y miembro del Partido Unión Republicana Socialista (Arcelay Santiago, 2005).  En las elecciones del 1936 la fuerza electoral de las mujeres aumenta al levantarse la restricción de alfabetización para la participación electoral de las mujeres. En esa elección la representante Arcelay revalida a su escaño en la Cámara y se elige la primera mujer senadora, María Martínez de Pérez Almiroty en representación del Partido Liberal Puertorriqueño (Bayrón Toro, 2008, p. 217).  Se abren así nuevas oportunidades para el desarrollo de un liderato femenino en los partidos políticos, pero también se abre un nuevo espacio de lucha política por la atracción e instrumentalización del voto femenino por el liderato masculino de los partidos políticos.
            En las dos décadas subsiguientes la actividad  política de las mujeres dentro  de los partidos comienza a diversificarse y a aumentar su visibilidad en la vida pública. En la década del 1940 emergen dos mujeres que desarrollarán sus dotes de liderato al calor del populismo del Partido Popular Democrático (PPD): María Libertad Gómez y  Felisa Rincón de Gautier.  La primera fue electa en 1940 a la Cámara de Representantes y designada presidenta interina de ese cuerpo en 1945 (Rigual, 1994).  Posteriormente resultó electa vicepresidenta de la Cámara para cuatrienio de 1953 al 1956.  Su liderato en la legislatura se extendió por cuatro términos consecutivos.  Fue, además, la única mujer entre 92 miembros que participó en la Asamblea Constituyente de 1951 que resulto en la redacción de la constitución de Puerto Rico (Merino Falú, 2004).  Felisa Rincón de Gautier, por su parte, se desempeñó como Administradora de la Capital al ser designada por el PPD a dicha posición en sustitución de Roberto Sánchez Vilella en 1946. Aunque nunca fue electa, popularmente se le adjudica ser la primera “alcaldesa” de San Juan. Esta designación surge del trabajo político desempeñado en la organización electoral del PPD en San Juan, donde desarrolló una maquinaria político-partidista que le aseguro la victoria electoral a este partido en siete elecciones consecutivas.  Doña Fela, como se le apodó, fue presidenta del Comité Municipal de la Cuidad de San Juan desde el 1938, en 1943 corrió y resultó victoriosa en una primaria del PPD por la presidencia del Comité Municipal de San Juan derrotando la maquinaria masculina del PPD en dicho municipio.[23] Luego de esto se desempeñó como “alcaldesa” de la cuidad capital por 22 años.
            La aprobación en 1952 de la constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico sirvió de estímulo a la participación política de las mujeres y al apoderamiento del liderato femenino del PPD.  La constitución del ELA afirma la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de la vida pública y establece, además, que la discriminación por razones de sexo es inconstitucional.[24] En el mismo año en que se aprueba la constitución de Puerto Rico, el número de mujeres electas a la Asamblea  Legislativa aumentó de una a cinco, tres representantes y dos senadoras y a nivel del gobierno municipal se elije la primera alcaldesa del municipio de Guayama, Obdulia Velásquez de Lorenzo.  La elección de la alcaldesa Velásquez fue precedida por un proceso de luchas políticas y de resistencia y oposición del liderato masculino de su partido que culminó en un proceso primarista ordenado por el gobernador Luis Muñoz Marín.[25] Este proceso sirvió de base para la obtención de la primera ley general de primarias en Puerto Rico. 
En 1960 diez mujeres ocuparon el cargo de alcaldesas de sus respectivos pueblos.  De éstas, nueve fueron electas, hecho sin precedente hasta entonces y no vuelto a igualar en la historia política puertorriqueña (Enríquez Seiders, 2009).  Las diez alcaldesas de esa época pertenecían al PPD. En esta década mujeres profesionales, abogadas en su mayoría, traen a la atención de la Comisión de Derechos Civiles en 1966, la necesidad de investigar el discrimen contra la mujer en la sociedad puertorriqueña. La legislatura de Puerto Rico acogerá estos planteamientos y comisiona a la Comisión de Derechos Civiles para realizar dicho estudio.[26]
            El activismo político de las mujeres cobra fuerzas en la década de los setenta con el surgimiento de nuevas organizaciones femeninas y feministas con relativa autonomía de lo partidos políticos de la época.  En el 1972 surgió el movimiento feminista Mujer Intégrate Ahora (MIA), en el 1975 surge la Federación de Mujeres Puertorriqueñas (FMP) y en el 1977 surgió la Alianza Feminista por la Liberación Humana (AFLH) (Torres Martínez, s.f.; 2003; Rivera Lassén y Crespo Kebler, 2001).  Estos movimientos feministas abogaban por la justicia social que exigía se reconociera el discrimen por sexo y hacían reclamos de igualdad de derechos primordialmente en asuntos laborales y de salud.  Las organizaciones feministas reconocían, además, la importancia de apoyar las aspiraciones de participación política de las mujeres electas a la legislatura.  La movilización feminista de los setenta logró la creación de la Comisión para el Mejoramiento de los Asuntos de la Mujer, mediante la ley 57 de 30 de marzo de 1973, enmendada en 1979 mediante la Ley 56 para dar paso a la Comisión para los Asuntos de la Mujer. Esta Comisión, adscrita a la Oficina del Gobernador, tenía como propósito proponer políticas públicas dirigidas a asistir en la expansión de los derechos y reclamos sociales de las mujeres.[27]  Se creó, también, en 1982 la Comisión Especial de Asuntos de la Mujer del Senado presidida por la Senadora Velda González.
            En los ochenta se constituyen otras organizaciones feministas como la Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora (OPMT), Feministas en Marcha, Taller Salud y la Coordinadora Paz para la Mujer (Azize Vargas, 1987, p. 46; Torres Martínez, s.f., p. 155-161). El cabildeo político de las mujeres y la movilización feminista trajo cambios significativos a la normativa jurídica que se extendió a la década de los ochenta. Importantes enmiendas a las leyes del trabajo y al Código Civil se lograron en los años setenta y ochenta para incluir la no discriminación por sexo en el ámbito del trabajo y la familia.[28]  A finales de los ochenta, después de ejercer presión sobre los partidos políticos, se logró establecer la política pública sobre  hostigamiento sexual en el empleo (Ley 17 de 1988) y violencia doméstica (Ley 54 de 1989). 
            En la medida en que se fue institucionalizando la agenda feminista sobre la igualdad de género, a través de cambios en la normativa jurídica y la creación de estructuras gubernamentales para atender los derechos y asuntos de las mujeres, surgen nuevas oportunidades de participación en la política partidista y de representación en la administración del gobierno.
            En términos de la política electoral, la década de los noventa fue la década de la mujer.  En 1992 se postuló la primera mujer a la gobernación, Victoria Muñoz Mendoza Calero, 1991).  Para las elecciones de 1996 se postuló la primera mujer aspirante al escaño de Comisionado Residente, Celeste Benítez y, por primera vez en la historia, tres mujeres compitieron por la alcaldía de San Juan (Marta Font de Calero, Zaida Hernández y Sila María Calderón).   Asimismo, en 1993 la Cámara de Representantes elige la primera presidenta en propiedad de ese cuerpo, Zaida “Cucusa” Hernández,  mientras que en el Senado, la vicepresidencia la ocupa Luisa Lebrón en 1995.
Como resultado de estas conquistas las mujeres pasaron, además, a ocupar cargos tradicionalmente desempañados por hombres como la Secretaría de Justicia y la Presidencia de la Corte Suprema.[29]  A nivel administrativo, bajo el gobierno de la primera gobernadora se crea la Oficina de la Procuradora de las Mujeres (Ley 20 de abril de 2001) con rango de gabinete y con funciones fiscalizadoras, de reglamentación y cuasi judiciales (Alegría Ortega, 2003, p. 171).  
Justo al finalizar el siglo XX y el inicio del XXI, las mujeres alcanzaron el cenit de participación política con la elección de Sila María Calderón como primera mujer gobernadora, quince legisladoras,  dos alcaldesas y 311 legisladoras municipales, alcanzando ocupar un 26.4% de las posiciones electas del país, cifra sin precedentes hasta entonces (Tabla 1) (Acevedo Gaud, 2011, pp. 169 – 182; Acevedo Gaud, 2013, pp. 289-291).  Una mujer ocupara la vicepresidencia del Senado en el 2001, Velda González.
Tabla 1: Elecciones Generales
Número de Mujeres Electas a Cargos Públicos 1992 – 2008

Ejecutivo
Legislativo
Municipal
Electas
M / H
Año
Gob
Com Res
Cámara
Senado
Alcaldesas
Leg Mun
Total
%
1992
0
0
4
4
4
253
265
21.2
1996
0
0
9
6
7
260
283
22.5
2000
1
0
8
7
2
311
329
26.4
2004
0
0
8
7
1
336
352
27.7
2008
0
0
12
11
5
337
365
28.8
Total
1
0
41
35
19
1497
1593

H+M
5
5
261
143
390
5441
6245

M / H
20.0%
0.0%
15.7%
24.5%
4.9%
27.3%
25.5%

Fuente: Comisión Estatal de Elecciones, Informe Estadístico Elecciones Generales, varios.
En las elecciones de 2004 tres candidatas a senadoras por acumulación de distintos partidos fueron electas con el mayor número de votos (María de Lourdes Santiago, PIP; Norma Burgos, PNP; Sila Marie González Calderón, PPD). Ellas formaron parte de la decimoquinta Asamblea Legislativa (2005-08) que  aprobó la creación del primer caucus legislativo de mujeres. El caucus tenía como objetivo  agrupar legisladoras de diversas ideologías políticas para formular legislación referente a los asuntos de las mujeres así como para  discutir e intercambiar experiencias sobre las diferencias entre género que surgen en los procesos y estructuras de poder político (Acevedo, 2004).  Se presentaron, además, tres proyectos de ley de la autoría de la senadora Sila Marie González a la Comisión de Gobierno del Senado de Puerto Rico dirigidos a aumentar la representación política de las mujeres, sin embargo ninguno fue atendido por dicha comisión.[30] 
            La creación de la Procuraduría de las Mujeres y del Caucus Legislativo de las Mujeres completó un ciclo de luchas proveyendo el marco institucional para la participación de las mujeres en la política y el gobierno por encima de divisiones partidistas. La historia, no obstante, demostraría que las lealtades partidistas serían un obstáculo a este salto cualitativo hacia una representación autónoma.

Representación Política Entre Siglos

            Como discuto a fondo en un artículo de reciente publicación (Acevedo, 2013), la participación política de las mujeres en los procesos electorales como votantes ha aumentado paulatina y sostenidamente, aún cuando la tendencia general de la participación electoral en Puerto Rico es a declinar.  Aunque las mujeres no constituyen un bloque monolítico, ni ideológico, ni partidista su fuerza electoral tiene potencialmente la capacidad de afectar significativamente los resultados de las elecciones.
            La Gráfica 1 ilustra que: (1) en los últimos cinco comicios electorales hay más mujeres inscritas que hombres, (2) las mujeres salen más a votar,  y (3) la tasa de participación de las mujeres es más alta que la de los hombres, aún cuando dicha participación sigue el patrón de declinación general.  Podría decirse que esta tendencia a la mayor participación de mujeres en el proceso electoral ha sido incentivada por el aumento en el número de mujeres candidatas a puestos electivos y de mujeres electas a ocupar cargos de representación política.
            En 2008 se eligió el número mayor de legisladoras en la historia, 23 (11 senadoras y 12 representantes). Un 27.4% de los legisladores eran mujeres y la Cámara de Representantes volvió a ser presidida por una mujer (Jennifer González), mientras en el Senado otra mujer (Margarita Nolasco) asumió la vicepresidencia. Se eligieron, además, cinco alcaldesas en los municipios de Cabo Rojo, Guayama, Naguabo, Ponce y Vieques.
            Con este salto cuantitativo habría sido razonable esperar que se adelantara la agenda feminista a nuevos espacios. Por ejemplo, equidad de representación en cargos electivos, en cargos gubernamentales ejecutivos (de gabinete) y en puestos de toma de decisiones. Temas sobre violencia de género y enmiendas al código de la familia para atender necesidades de uniones de hecho, etcétera. No obstante, entre 2009 y 2012 se presenció el desmantelamiento de la Procuraduría de las Mujeres y el Caucus de la Mujer pareció quedar inoperante ante otros conflictos y prioridades político-partidistas.
           
                                     
                  A pesar de los adelantos y conquistas señaladas, las maquinarias partidistas siguen controlando lealtades y determinando candidaturas. Ejemplo de estas  dinámicas se evidencian en las candidaturas para los escaños de senadores por acumulación y por distrito.  En las primarias de 2004 para el PPD dos mujeres, Sila Marie González y Velda González de Modestti, aspiraron a la candidatura de senadora por acumulación. La aspirante Sila Marie González  recibió el endoso de su partido y el respaldo de la primera mujer gobernadora del país y madre de la candidata, Sila María Calderón. El respaldo de los líderes del partido a su candidatura se basó en la noción de una renovación generacional del liderato del PPD que buscaba introducir caras nuevas en la política partidista (Acevedo Gaud, 2003, p.17).[31]  El apadrinamiento que recibió Sila Marie González la llevo a un triunfo electoral en las primarias (y eventualmente en las elecciones generales de 2004) sobre los demás candidatos de su partido para ocupar este escaño.   La senadora e incumbente Velda González aunque llegó cuarta en las elecciones primarias, no formó parte del grupo de candidatos nuevos que el PPD impulsó.  De hecho, en las elecciones generales perdió su escaño terminando así su participación de más de veinte años como legisladora en seis cuatrienios consecutivos, 1981–84 al 2001–04. La maquinaria reemplazó así una mujer joven sobre una “veterana” en lugar de añadir otra mujer a su plancha.
            Algo parecido ocurre en las primarias de 2012 del Partido Nuevo Progresista (PNP).  El ex alcalde de San Juan, Jorge Santini configuró su “plancha política” nominando para el cargo de senadoras por el distrito 1 de San Juan a dos mujeres, una  incumbente, Liza M. Fernández Rodríguez y a una nueva contendiente, Zoe Laboy Alvarado.[32] Con el apoyo de la maquinaria del alcalde de San Juan estas aplastaron al candidato varón en las primarias. Eventualmente, ambas mujeres serían las portavoces de los ataques y debates del entonces alcalde contra la candidata del partido opositor, Carmen Yulín Cruz (Acevedo, 2013, 11).
            Asimismo, el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, excluyó de la plancha para senadores por acumulación a la incumbente, senadora Kimmey Raschke. La senadora Raschke perdió el apoyo del liderato político y maquinaria del partido y, consecuentemente, fue derrotada en las elecciones primarias.  El trabajo legislativo de la Senadora Raschke fue criticado públicamente por otras mujeres de su partido y por el alcalde de San Juan.  La representante por el distrito 3 de San Juan, Albita Rivera, públicamente tildó de “vaga” a Raschke en su quehacer legislativo.
            En estos casos ambos partidos (PPD y PNP) utilizaron su maquinaria organizativa, recursos e influencia mediática para impulsar la preferencia del partido por candidatas particulares e influenciar el voto de los electores afiliados al partido.  La inclusión en la plancha del partido y el apadrinamiento del liderato político de las candidaturas femeninas contribuye a la elección de mujeres al mismo tiempo que crea “deudas” políticas y debilita las lealtades de género. 
            La cultura política puertorriqueña sigue siendo predominantemente machista. Las mujeres exitosas en la política electoral parecen ser aquellas que adoptan características de liderato masculino o lealtades partidistas por encima de las de género. Las formas en que varias de las mujeres electas hacen política reproducen los mismos estilos de participación y representación política que los hombres. Las maquinarias siguen siendo estructuras masculinas que pretenden instrumentalizar candidaturas femeninas y las agendas feministas para ganar votos, no necesariamente para adelantar la igualdad de género.
            Al iniciar la segunda década del siglo XXI, la representación de las mujeres sufrió un reversazo significativo. El número de legisladoras se redujo de 23 a 12. Esto es, de 27% a 15% del total de legisladores en 2013.  Cabe preguntarse si este sorpresivo giro es el resultado de la cooptación de las agendas y movimientos feministas por las maquinarias partidistas y las instituciones del estado. También sería pertinente replantearse nuevas formas de aumentar la participación y representación en la política y el gobierno. 

Desafíos a la Representación

            Como parte de mi investigación sobre la participación política de las mujeres, entrevisté varias líderes que de los partidos principales de Puerto Rico.  Las experiencias de las entrevistadas, que representan ideologías partidistas diferentes, sirven para reflexionar sobre la naturaleza de las barreras a la participación política. 
Reproduzco a continuación fragmentos de las tres líderes que contendieron en 1996 por la alcaldía de San Juan, Irma Rodríguez, Zaida “Cucusa” Hernández y Sila María Calderón.  Según Irma Rodríguez:
No hay más mujeres en la política porque a nivel de base, a nivel de estructuras intermedias y altas dentro de los partidos políticos no hay muchas mujeres.  Y cuando tienen visibilidad, lo hacen de forma negativa. Muchas de ellas  proyectan actitudes bien negativas y muchas veces de mucha hostilidad.
…yo creo… Que llegan a posiciones políticas y se convierten en hombres.  Eso es lo que hace más daño. O sea, tienen que seguir siendo femeninas, tenemos que seguir siéndolo.
... en muchas ocasiones las mujeres no apoyamos a las mujeres. Yo creo que entre los hombres hay más lealtad entre ellos; se protegen….
[Entre la mujeres no hay lealtad]... porque nosotras somos producto de una cultura política machista y que los hombres...son los que toman las decisiones y ese tipo de cosas.

La también ex presidenta de la Cámara de Representantes, Zaida Hernández Torres  afirma que no hay igualdad en la participación política porque a hombres y mujeres se les juzga de forma diferente.  Los partidos políticos utilizan a las mujeres para asegurar una ganancia electoral mientras sus estructuras limitan la participación y el desarrollo del liderato femenino.  Dichas estructuras  no  promueven o estimulan el crecimiento de la participación de las mujeres en la política.  En cambio a los hombres se les tolera o acepta conductas que en las mujeres se construyen como un fracaso y se les castiga con el voto.  Según  afirma la Hernández Torres:

En algunos casos se utiliza a la mujer porque todos los partidos políticos están conscientes de que somos el cincuenta y dos por ciento y pico del voto y, obviamente, tienen que en sus partidos hacer sus organizaciones, pero fíjese que la hacen como auxiliares, mujeres progresistas, mujeres populares para mantener ese voto femenino y luchar por ese voto femenino.  Pero de ahí a convertirse en líder hay una gran diferencia. Ellos están dispuestos a que las mujeres hagan campaña para ellos, pero cuando una mujer decide hacer campaña para sí misma, ahí es que empiezan los problemas grandes, los problemas serios.  …la poca promoción que se le hace.  O sea, los partidos nunca los verás haciendo campaña para lograr que más mujeres se postulen.
Los partidos políticos en Puerto Rico han sido creados por hombres y para hombres y sus reglamentos propenden a beneficiar a los hombres y muy poco líder masculino quiere a su lado a una mujer como líder. Le temen. Los hombres cualquiera puede fallar, pero se sigue votando por los hombres. Si una mujer falla, pues lo que se dice al otro día es, pues, “Es que es una mujer, es que no se supone que una mujer haga esas cosas”.

            La ex gobernadora Sila María Calderón también opina que hay desigualdad y que esta está enraizada en la cultura.  En sus palabras:
…no hay una representatividad equitativa de esa porción de la población que es mujer.  Yo creo que realmente las razones son razones de índole cultural, de índole educativa, son razones más internas que externas, son las razones que tienen que ver con tu educación, con los roles que se le asignan a cada género, con las percepciones que las mujeres pueden tener de sí mismas y de sus obligaciones, con las sensibilidades, con el temperamento femenino que es distinto al masculino que es mucho más sanguíneo y la dificultad de ese temperamento femenino para poder afrontar las dificultades, estoy reviviendo, verdad, los problemas grandes y las sacudidas grandes que trae el proceso político que es muy fuerte, muy agresivo, muy competitivo a unos niveles muy grandes. 

De estas voces se puede inferir que en el siglo XXI: (1) la participación política de las mujeres continúa siendo inadecuada porque el número de mujeres en el liderato de los partidos políticos es muy reducido; (2)  las pocas mujeres que hay en el liderato no proyectan una representación de calidad; (3) dentro de los partidos tradicionales las cualidades del líder siguen representándose con atributos masculinos y las mujeres exitosas en la política deben asumir estas características y atributos; y (4) entre las mujeres no hay lealtad porque han sido socializadas conforme al canon machista de la cultura tradicional que concentra el poder y la toma de decisiones en la figura del patriarca. Las mujeres en vez de añadir sus cualidades y destrezas particulares a la política se adaptan.  Al adaptarse a los estilos masculinos de hacer política su aportación e importancia se trunca. 
Hay otros desafíos y obstáculos que el espacio limitado permite sólo mencionar: cultura de violencia en el quehacer político; dificultades en el financiamiento de campañas; cobertura desigual y prejuiciada en los medios de comunicación; el énfasis en asuntos ideológicos —como el estatus político— que dificulta la colaboración en agendas feministas (Acevedo, 2013, pp. 294-298).

A modo de conclusión

El desafío político fundamental a la participación y representación política de las mujeres en el siglo XXI es establecer un balance equilibrado entre la movilización feminista a través de organizaciones independientes o relativamente autónomas de las estructuras partidistas y gubernamentales y las estructuras de poder del político estatal De esta forma las organizaciones feministas pueden ejercer liderato denunciando las desigualdades de género en la sociedad, proponiendo políticas públicas, ejerciendo presión colectiva para atender sus reclamos y fiscalizar las acciones gubernamentales. Por otro lado, un aumento en la representación política de las mujeres en las estructuras del poder formal podría servir para establecer vínculos políticos que promuevan las agendas de la sociedad civil.  El desafío está en cómo aumentar la representación sustantiva de la mujer en las estructuras gubernamentales en un contexto de crisis y retrocesos en la participación femenina en la política. De las entrevistas realizadas con líderes políticas se pueden articular, además, dos propuestas: La primera consiste en  desarrollar un programa que provea educación política a las aspirantes a escaños electivos sobre los procesos políticos y la administración del gobierno a nivel estatal y municipal. Según las entrevistadas, un obstáculo importante a la participación política en igualdad de condiciones con los hombres es la falta de conocimiento sobre los procesos políticos y el funcionamiento de las instituciones y estructuras de gobierno.  La segunda propuesta se basa en el establecimiento de mecanismos de cuotas para aumentar el número de mujeres en puestos electivos.  La configuración de este mecanismo, su naturaleza, forma, nivel y extensión de su aplicación es un tema que genera mucha controversia y mucha ambivalencia.  Es claro que se necesita mucha discusión dentro de los partidos políticos, en las esferas del gobierno y las organizaciones de la sociedad civil sobre estas propuestas para incentivar y proveer oportunidades de participación y representación política más equitativas por género. 


Referencias

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Entre el saber y el hacer: Inés María Mendoza, de maestra a ministra sin cartera


José Luis Colón González, MPA


Las mujeres deben interesarse tanto como
los hombres en las actividades de la política
y del gobierno porque de ello depende la filosofía social, los programas de acción social, de bienestar social en beneficio de nuestros países.[33]
Inés María Mendoza


La convocatoria de este II Coloquio sobre Historia de las Mujeres en Puerto Rico y el Caribe busca honrar la aportación de mujeres de las cuales no nos habla la “historia oficial”. Inés María Mendoza Rivera es mayormente recordada por ser la esposa de Luis Muñoz Marín, primer gobernador electo por los puertorriqueños. Sin embargo, cuando nos adentramos a investigar su vida, encontramos que más allá de su rol de Primera Dama de Puerto Rico, tuvo una destacada participación en los asuntos políticos y gubernamentales que no ha sido reconocida, quizás por permanecer bajo la sombra de uno de los líderes más destacados y trascendentales del siglo XX puertorriqueño.
Inés María Mendoza nació el 10 de enero de 1908 en Naguabo. Su niñez estuvo marcada por la transición de una comodidad económica a un ambiente de estrechez y limitaciones, como resultado del absentismo azucarero que despojó a su familia de grandes cantidades de terrenos dedicados al cultivo de caña. Con tesón y sacrificio, la joven Mendoza Rivera obtuvo el grado de Normal en la Universidad de Puerto Rico. Este logro no solo le permitió trabajar como maestra y generar un modesto ingreso para mantener su núcleo familiar, sino que le brindó la oportunidad de dar rienda suelta a la vocación magisterial que desde niña habitaba en ella. En su Diario, expresa:
Me di cuenta de mi vocación cuando, bajo unos árboles frondosos de mangó, reuní a los muchachos de Río Blanco para enseñarles canciones y juegos. Tendría yo entonces doce años y noté el gusto que me daba enseñar por la sorpresa y la alegría que me producía el ver que los niños aprendían como por milagro.[34]

El abuso de los empresarios estadounidenses contra el campesino puertorriqueño, la marginación y el discrimen contra la mujer desató en la joven maestra un arraigado sentimiento patriótico que tuvo su punto culminante durante los años de la década de 1930. Para combatir estos males y abogar por la igualdad y dignidad de la mujer, la joven Inés Mendoza ingresó al Comité Directivo de la Asociación Insular de Mujeres Votantes, a la que llegó de la mano de la líder feminista Isabel Andréu de Aguilar.[35]
Description: F:\Inés M. Mendoza\Album Carmen (77).jpgEn 1931, con apenas 23 años de edad, y luego de ofrecer un discurso a favor de la independencia de Puerto Rico ante la Sesión de Propaganda de la Asamblea Insular de Mujeres Votantes, la joven maestra despertó el interés de la periodista feminista Ángela Negrón Muñoz. Doña Jesusa, su madre, se oponía a que Negrón la entrevistara por entender que su hija era demasiado fogosa. Sin embargo, la periodista no se dio por vencida hasta lograr entrevistar a la joven maestra, ya que fue su discurso el mejor, el de más brío, el que más aplausos conquistara. Sus palabras fueron las más emocionantes y las más sugestivas de la noche.[36]
Durante la entrevista, Inés se expresó con la claridad y sinceridad que siempre le distinguió. Manifestó ser miembro del Partido Nacionalista dirigido por Pedro Albizu Campos, y demandó que la constitución de la República era inaplazable porque solo un gobierno nuestro tendrá interés en suprimir tanto dolor. Recordemos que estos eran los años del desempleo, las enfermedades, el hambre y de la insistencia del gobierno estadounidense en americanizar a los puertorriqueños a través del sistema de instrucción pública.[37] Otra de las manifestaciones que hizo Inés María Mendoza en dicha entrevista fue en contra de la enseñanza en inglés en las escuelas del País. Esta situación la llevó a enfrentar una de las grandes batallas de su vida. Sobre este particular, expresó: Ningún pueblo del mundo discute si debe enseñarse en sus escuelas en el idioma vernáculo o no.[38]
            La lucha del idioma llevó a la joven maestra a ocupar los principales titulares de prensa cuando denunció ante la Comisión para la Investigación de los Derechos Civiles en Puerto Rico, que se constituyó para investigar los sucesos de la Masacre de Ponce de 1937, el uso del inglés en la enseñanza. En su deposición, Mendoza abogó por una educación en el idioma vernáculo porque lo contrario era perjudicial psicológicamente y sería un grave obstáculo a la formación integral del pueblo puertorriqueño. Para Inés, se trataba de una cuestión política. Pocos días después de la denuncia y de su comparecencia ante la Comisión Hays, como también se le conoció a este organismo, recibió la noticia de que su contrato como profesora de español en la Escuela Superior Central de Santurce no le sería renovado.[39]
            Fue durante su participación en la Comisión Hays que se cruzó por primera vez con Luis Muñoz Marín. Antes lo había visto pasar en la Biblioteca Carnegie mientras ella preparaba una lección para sus estudiantes en la Escuela Superior Central. Aquel encuentro, transformó su vida y sus ideales por el resto de sus días. Como resultado, a partir de 1938, Inés Mendoza tuvo una activa participación en la fundación del Partido Popular Democrático. Junto a Muñoz, recorrió campos y pueblos para que los campesinos validaran, mediante el voto en las urnas, la justicia social proclamada en el programa de gobierno del Partido Popular.[40]
Description: F:\Fotos Charla FLMM\Inés\26.jpg            A partir de ese momento, las vidas de Muñoz e Inés se convirtieron en una sola, sin ella necesariamente perder su identidad. Inés María Mendoza se dedicó a soñar y a construir junto a Luis Muñoz Marín la transformación de un nuevo país. En su viejo Ford azul, solía acompañarlo buscando adeptos para su causa entre los desposeídos. Fue una de las promotoras de El Batey, el periódico del Partido Popular que se imprimía con lo que se sacaba de la venta de anuncios para promover los pilares del programa de gobierno del PPD ante la falta de dinero para pautar anuncios en los periódicos de circulación general y la radio. Fue precisamente a través de El Batey que el Partido Popular hizo el primer llamado a las mujeres a través de un escrito titulado “Lean esto las mujeres de nuestros campos”. En el mismo, se les indicaba que eran ellas las más cerca que estaban del hambre, la necesidad y el sufrimiento del pueblo, y que eran ellas las llamadas a ayudar al Partido Popular a combatir los grandes intereses corporacionistas que mantenían al país sumergido en aquella situación.
Inés Mendoza fue también la autora intelectual del Catecismo del Pueblo, la sencilla publicación auspiciada por el Partido Popular a manera de preguntas y respuestas para instruir al jíbaro de la importancia del voto. En la página 6 de su Diario Íntimo, así lo confirma:

Escribía para Muñoz los pensamientos que éste soltaba al aire sobre lo que debía ser el programa de gobierno. Bautizó con el nombre de Catecismo una serie de explicaciones sencillas dictadas por él sobre los problemas sociales, económicos y políticos del pueblo. “¿Qué te parece?, me dijo al dejar de dictar. “Se me parece a un Catecismo”, le dije. Y así se quedó, se repartió y se leyó.”[41]

           
En 1951, luego de aprobada la Ley 600 en el Congreso de los Estados Unidos, el Gobierno de Puerto Rico tenía la responsabilidad de consultar al pueblo para que expresara su respaldo o rechazo a la autoridad conferida por dicha ley para que los puertorriqueños redactaran su propia constitución. Consciente de la importancia de la participación de la mujer en este proceso, Inés María Mendoza levantó su voz y publicó un mensaje en el periódico El Mundo. A través de éste instaba a todas las mujeres puertorriqueñas a respaldar con su voto la redacción y adopción de nuestra constitución. En el mensaje, titulado “Unas palabras a las mujeres de Puerto Rico”, Inés aprovechó la oportunidad para reforzar la importancia del voto y significar la responsabilidad que como mujeres y madres tenían con el mismo:

La gran costumbre de la consulta en la urna electoral es la que le asegura la libre expresión de su voluntad  a nuestros hijos – para que ellos digan cómo quieren que sea su gobierno, cómo quieren que sea su programa de vida. La urna electoral, mis queridas amigas, es el arma de la paz. Es la protección contra el terror que, usando balas y violencia, paraliza la voluntad libre. La urna electoral es la entraña de toda acción creadora de los hombres libres que viven en el estilo democrático… No hay mayor protección para la vida de todos nuestros hijos que esta del respeto a la urna electoral. Por eso debemos ser nosotras las depositarias de esta fe, las que acostumbremos a nuestros hijos a usarla para expresar su voluntad, y las que les dejemos el recuerdo de “habernos visto” usándola para decir lo que queríamos para ellos, para el mayor bien de ellos…[42]
                                                                                                                                          
Cuando, como esposa del primer gobernador electo, mudó su destino a La Fortaleza, comprendió que con su trabajo social y político había logrado atraer a sus manos el privilegio de hacer bueno su ideario social. Como esposa del Gobernador, ahora tendría el poder de hacer.[43] En esa dirección, brindó apoyo y respaldo a proyectos para mejorar la vida rural, el desarrollo de programas para fomentar el bienestar de la niñez, la conservación de la naturaleza y la educación de la comunidad. Fue así como tomaron auge innovadores proyectos como las Estaciones de Leche, originado por su antecesora Grace Tugwell, y se implantaron otras iniciativas como la biblioteca rodante para llevar este vital recurso a comunidades pobres y aisladas.
Description: F:\Fotos Charla FLMM\Inés\IMM Poder.JPG




Como Primera Dama, Inés María Mendoza no limitó sus responsabilidades a ser la anfitriona de las actividades que se organizaban en La Fortaleza. Gracias a su compromiso como portavoz del programa de gobierno de la administración de Muñoz Marín, se convirtió en guardiana de la cultura y del patrimonio puertorriqueño. Una de sus primeras acciones fue revitalizar la Mansión Ejecutiva dotándola de elementos puertorriqueños a través de obras de arte, muebles y artesanías. Desempeñó un rol fundamental en la creación e implantación de proyectos fundamentales como la División de Educación a la Comunidad, la DIVEDCO, en 1949, y el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1955. Gracias a la influencia de Inés María, el gobernador Muñoz Marín favoreció la selección del joven arqueólogo Ricardo Alegría -su discípulo de la Central High- para la dirección ejecutiva del ICP.
De igual forma, cuando Inés María Mendoza tenía que criticar alguna situación, lo hacía con la misma vehemencia y firmeza. Durante los años 50 se le atribuía a Muñoz un estilo dictatorial de gobierno. Inés hizo su propio análisis y en una comunicación confidencial “al Gobernador” detalló los elementos que a su juicio generaron aquella percepción. Repartió críticas por igual: falta de sensibilidad en algunos jefes de agencias, exceso de delegación burocrática, y falta de comunicación entre el Ejecutivo y los legisladores del PPD. Su intervención en los asuntos de gobierno era tomada con respeto y seriedad por parte de los miembros del gabinete del Gobernador. Como cuestión de hecho, era considerada por algunos como el poder detrás del trono.
Por más de una década la Primera Dama se mantuvo en contacto con el pueblo a través de columnas y ensayos que se publicaban en los principales periódicos del país, e intervino en los asuntos políticos del Partido Popular Democrático. Ejemplo de ello quedó demostrado el 16 de agosto de 1964, cuando Luis Muñoz Marín anunció a la Asamblea General del Partido Popular en Mayagüez su retiro definitivo de la política electiva. El reclamo incesante del público para que no lo hiciera ahogó las expresiones de Muñoz. Ante el contundente estribillo de “cuatro años más” que detuvo el mensaje del máximo líder del PPD, doña Inés se apoderó del micrófono para expresar: Silencio. Yo les suplico dejen a mi esposo vivir… ustedes se lo deben, dejen que se vaya… Déjenlo vivir.
Description: F:\Fotos Charla FLMM\Inés\27.jpgPoco más de quince años después de aquella histórica asamblea de Mayagüez, doña Inés Mendoza volvió a ser noticia. En abril de 1980, luego de varios quebrantos de salud, falleció don Luis Muñoz Marín, su compañero de luchas. El País se encontraba sumergido en la ansiedad y desesperanza provocadas por la violencia, opresión y violación de derechos civiles que caracterizó la gobernación de Carlos Romero Barceló. Ausente Muñoz, Inés Mendoza absorbió la responsabilidad del llamado a la unidad y a la militancia para tratar de derrotar a Romero. El 25 de julio de 1980, escasamente cuatro meses antes de las elecciones, al dirigirse a los miles de Populares que se congregaron en el Estadio Hiram Bithorn de San Juan para conmemorar la Constitución del Estado Libre Asociado, doña Inés acuñó la célebre frase, ¡SIN MIEDO!, para que el Partido Popular Democrático no se amilanara en su intento de rescatar a Puerto Rico.
Description: F:\Fotos Charla FLMM\Inés\15.jpgConvencida del rol de la mujer en los asuntos políticos del País, en 1984, en un artículo titulado La participación de la mujer en la política, doña Inés estableció que la democracia de la sociedad estaba sustentada en la figura de la mujer:

La participación activa de la mujer, protectora de la urna electoral, es deber como guardiana que ella es del talento de sus hombres, de la inteligencia de sus hijos, de la honestidad de la vida pública. Todo esto está dentro de la urna electoral con la participación política limpia y noble de la mujer puertorriqueña.[44]

En este escrito, a manera de testamento político, doña Inés pronunció su famosa “Letanía de alabanza de las mujeres ilustres de Puerto Rico”, no solo para consignar la aportación de las mujeres puertorriqueñas al desarrollo político de la Isla, sino también para dejar meridianamente claro que era en la figura de la mujer que estaba la esperanza del País:

                        Lola Rodríguez de Tió, ayúdanos; María Bibiana Benítez,
                        ruega por nosotros; Alejandrina Benítez, Rosa Labrador,
                        Luisa Pimentel, Ana Roqué de Duprey, danos la paz; Luisa
                        Capetillo, Concha Torres, Julia de Burgos, haznos la justicia;
                        Juana Rodríguez Mundo, María Libertad Gómez, rueguen por
                        nosotros todas. Es la letanía que en la religión se alaba a su
                        mujer ejemplar y le pide amparo. Yo las invito a ustedes hoy,
                        las millones que hay que sufrieron, lloraron, bregaron con la
                        escasez, los sacrificios, la ignorancia y el dolor de Puerto Rico, santas mujeres
                        puertorriqueñas: rueguen, rogad por nosotros, rueguen por Puerto Rico en este
                        fin de siglo en que nos toca otra vez levantarlo en vilo con los brazos, sostenerlo
                        en nuestro regazo, protegerlo y salvarlo de la desesperación.[45]

            Transcurrido el tiempo, las palabras de doña Inés aun esperan por terreno fértil. Aunque las mujeres constituyen el 52 por ciento del electorado del País, cada vez son menos las que están dispuestas a participar de la política activa. Doña Inés María Mendoza demostró con sus hechos y acciones que no se necesita un escaño legislativo para decir y hacer; que no hay puesto o título mayor que el deber ciudadano; que por encima de una insignia o de una papeleta, está el compromiso moral de contribuir a forjar un mejor mañana.
            En medio de la crisis de principios y valores democráticos, de la intolerancia, de la violencia y la desesperanza que enfrentamos los puertorriqueños, hoy se hace imperativo que contemos con más ministras sin cartera como doña Inés María Mendoza. Su obra invita, su valentía… inspira.


































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Mariana Bracety: una patriota que no claudicó

Raquel Rosario Rivera, Ph.D.

La figura de Mariana Bracety ha estado plagada de mitos y de historias  recreadas por sus biógrafos. La falta de un compromiso genuino de investigación documental sobre ésta mujer ha permitido crear unas imaginaciones alejadas de la verdadera historia de ésta patriota, que viene a exaltar la figura de la mujer puertorriqueña.  Apenas se empiezan a abrir las puertas de la presencia de mujeres que ejercieron influencia social y política en la historia de nuestros pueblos.  La ausencia de la figura femenina en nuestros libros de historia, ha motivado a otras mujeres, profesionales de la historia,  a buscar toda posible evidencia que permita reconocer las acciones que ejercieron estas mujeres en momentos determinados. [46]
Por ser hija de un venezolano y una puertorriqueña, tuvo la presencia genética de dos culturas que  supieron aportar, mediante las figuras de sus padres, sólidos conocimientos de dos naciones que intentaron gobernarse por mismas y que luchaban por su independencia.
            La educación de Mariana sería fundamental para fortalecer sus ideas, su pensamiento y su propia independencia intelectual  en pos de definir lo que políticamente era necesario para su patria.  Su amor a la Venezuela de Bolívar lo obtendría a través de lecturas que tenía su padre, que era otro amante de la libertad y propulsor de  que los pueblos  tuvieran sus propios gobiernos  no sometidos a imperios castrantes. Apenas sabemos de su desarrollo educativo, pero no es necesario saberlo, cuando su formación se reflejaba en su elegante firma y en  su amor por la lectura que la  encausaría a fortalecer sus propias ideas.  Su madre, María Antonia Cuevas, iletrada, procuró que sus hijos no carecieran de lo que en juventud no tuvo, una educación propia de la época: la de maestros privados,  que le dieran la formación educativa básica: saber leer y escribir. Ella se encargaría de ser una autodidacta del intelectualismo de la época, pues le gustaba leer mucho. Estas lecturas le dieron la formación para poder entender las acciones de los gobiernos dictatoriales y militares de Puerto Rico y el Caribe. Sus lecturas le compusieron los elementos para reconocer  que Puerto Rico necesitaba un cambio político inmediato.

Nació un 29 de julio de 1825 en la hacienda Santa Rosa, del barrio Anones de Mayagüez, propiedad de su padre y fue bautizada con el nombre de Ana María. Fue la décima descendiente que procreó el matrimonio de Antonia Cuevas y Francisco Bracety, que la formaron siete niñas y tres varones. No llegó a conocer a su padre, pues falleció cuando ella apenas contaba con tres años. Su padre falleció en 1828.  Pasó su niñez entre el barrio Anones de Mayagüez y el barrio Rio Cañas de Añasco, donde su padre les dejó una hacienda de mucho valor económico. Supo por las historias contadas entre su familia, que su padre Francisco, era natural de la isla Margarita en Venezuela y que fue capitán de una goleta de su propiedad llamada La Monserrate, por lo que solía tener ausencias prolongadas.  Le contaron de las hazañas de su padre para ayudar a Juan Sánchez Ramírez, aquel patriota dominicano que intentó liberar a Santo Domingo del dominio francés en 1808. Era su padre quien llevaba papeles, víveres, armas y patriotas dominicanos para lograr la independencia de la vecina colonia.[47]  Era una época de guerra, por lo que Bracety fue apresado en par de ocasiones, y devuelto a Mayagüez.        
Ya adolescente,  en sus visitas a Añasco, Mariana conoció a un joven quien sería su primer esposo,  José Adolfo Pesante, hijo del más rico hacendado de Añasco, don José Pesante. Se casó cuando contaba 25 años de edad, precisamente  el día de su onomástico, 29 de julio de 1850.  Con José Adolfo Pesante, cuatro años más joven que Mariana, procreó tres hijos: Antonia, Ramona y José Adolfo. En 1855  la epidemia  del cólera morbo azotó a Puerto Rico trajo estragos en la Isla afectado a 25,820 personas que fallecieron a consecuencia de este mal.[48]  En Añasco fallecieron 1,792 personas entre ellas José Adolfo Pesante cuando apenas sus hijos eran infantes. 
Mariana se mantuvo en estado de viudez durante cuatro años cuando el amor volvió a sonreírle y conoció en Añasco a Miguel María Rojas Luzardo, un joven venezolano recién llegado al pueblo. Este joven, a quien Mariana le superaba por siete años de edad, se enamoró perdidamente de la joven de lánguidos ojos. Cuatro meses después de su matrimonio nacía la niña Wecensla Higinia.[49] Dos años más tarde, el hermano de Miguel, Manuel Antonio Rojas, compró una hacienda de café en el barrio Pezuela y Mirasol de Lares, a la que le dio el nombre de “El Triunfo.” Manuel invitó a su hermano a vivir en una casa aledaña a la gran casona de los Rojas Serrano, lugar que residirían por cinco años.
            Las conversaciones de su esposo Miguel y de su cuñado Manuel Rojas Luzardo influenciaron a Mariana a abrirse a las nuevas ideas, a los nuevos cambios. Formó parte de las células revolucionarias y fue miembro de Centro Bravo Núm. 2, organización revolucionaria del pueblo de Lares. Allí fue nombrada miembro suplente.  Participó en las reuniones con sus ideas  y promocionando un cambio para la Isla.  Estaba muy consciente de que debía haber una revolución, y que  Puerto Rico fuese gobernado por los suyos. Reconocía que el gobierno, con sus impuestos, estaba ahogando a la clase trabajadora, que limitaba los derechos políticos de la población, y que coartaba sus libertades.   Ella fue víctima de esos abusos, cuando en una ocasión por poco pierde a su único esclavo, Marcos. Mariana era muy pobre y esta situación agravaría más su situación económica. Aunque tuvo a su esclavo Marcos desde pequeño, no pudo darle la libertad, que tanto promovía. Creció con él y junto a él. Gracias a éste pudo sobrevivir  los tiempos de una vida precaria. Marcos fue alquilado para realizar trabajos de panadero y fueron sus ingresos los que ayudaron a Mariana y su familia.
No existe duda que Mariana cosió la bandera que recorrió los campos de Lares y de San Sebastián del Pepino. Confirmamos con su hija de crianza, Polita, que si cosió la bandera junto a Obdulia Serrano en la quietud de la hacienda “El Triunfo’ del barrio La Pezuela.  Mariana cosió el símbolo patrio, con sus laboriosas manos, con hilo dorado, pero no sólo con los tejidos que cortó y despuntó, sino  en el alma de los que querían ver a su patria libre y soberana. Era el símbolo de aquellos que, caminado hacia la lucha,  no despegaban sus ojos de lo que la bandera simbolizaba: el sudor y sacrificio de muchos labradores, campesinos, amas de casa y gente humilde, que  tenían una esperanza puesta en aquella gesta.  No fue la única que cosió una bandera patriótica, pues hubo otras banderas como otras costureras, pero fue la más conocida.[50]  Fue tan conocida por ello que le llamaron Brazo de Oro, por la que se le distingue. Mariana Bracety no fue la única Brazo de Oro, nuestra hipótesis nos lleva a pensar que existían varias mujeres que fueron conocidas como Brazo de Oro.[51] Al menos conocemos dos.  Indiscutiblemente, existían féminas que colaboraron con el movimiento y quedaron en el anonimato. Hubo una francesa, joven y hermosa llamada Justina Rochet Ruperto, que  sin tener las ataduras familiares que tenía Mariana, al ser mujer soltera, cumplió – como decía Pérez Moris-  “arrastrar con sus encantos a los jóvenes a la insurrección”.[52]     Fue una manera de convencer a muchos de lo justo y necesario de la causa. Se le llamaba también Brazo de Oro, pues llevaba en sus manos comunicaciones a los miembros y a los nuevos adeptos a la revolución. Como ella, otras mujeres también fueron participantes, aunque menos reconocidas. Debemos también exaltar la figura de otra patriota como María Eduviges Beauchamp, a la que Ramón Emeterio Betances  llamó “benemérita patriota”, exaltándola aún más que a Mariana Bracety a quien llamó “benemérita ciudadana”. El grupo de mujeres que se ha relacionado con la gesta la forman Obdulia Valentina Serrano Ríos, esposa de Manuel Rojas, con  otras implicadas como Dolores Cos, Ana Martínez, doña Joseíta,   Rosalía Márquez y Rosa Martínez.[53] Otras, como María Eduviges Beauchamp, quedaron en el anonimato y sólo se sabe de ellas por las indagatorias. Reafirmamos el compromiso que tenían las mujeres con la causa de conseguir la soberanía de nuestra Isla.
Mariana fue, para muchos,  una mártir dentro de la revolución.  El 6 de octubre  de 1868 era apresada en su casa del barrio Pezuela de Lares y la calamidad arrastraba a su familia pues su esposo Miguel ya había sido apresado. Los soldados registraron toda su casa. Se llevaron documentos de su esposo y cargaron con un baúl lleno de telas.  Su  calvario lo pasó camino a la cárcel de Lares – Casa del Rey- con sus hijos de 17, 15, 13 y  4 años, respectivamente, quienes tuvieron que caminar varias horas con destino a su presidio. La cárcel de Lares fue su casa durante 52 días en una pequeña habitación que sería compartida en la más infame situación con sus tres hijas.  Su hijo José Adolfo se quedó con su tío José Cecilio Cuevas en el pueblo de Lares.
Durante el proceso revolucionario, la cárcel de Lares fue centro de apresamiento de más de 189 presos, todos varones, los que iban ubicando en las habitaciones del primer piso, de la Casa Alcaldía. Mariana estuvo ubicada en una pequeña habitación del segundo piso, en incómodos catres.
Fue la única mujer que afrontó y sufrió  la pena  del encierro injustificado en la cárcel de Lares. No hubo otras mujeres presas, al menos no pernoctaron ni tan si quiera un sólo día.  No las hubo. Sólo una le acompañó por escasas horas y fue su cuñada y solidaria por la causa de la independencia: Obdulia Serrano de Rojas,  esposa del Jefe de las fuerzas revolucionarias  Manuel Rojas Luzardo. Creemos que su padre, don Manuel Serrano, al ser el Sacristán de la Iglesia de Lares hubiese abogado por su hija, logrando liberarla.[54] Ni sus niñas ni ella padecieron alguna enfermedad que les aquejara, a excepción  de las incomodidades de ella y de  las dos niñas mayores, ya adolescentes, en su tránsito mensual de mujer.   Y es preciso aclarar que la condición de salud de Mariana fue normal. Se ha mencionado por algunos autores y por la niña que crió, Polita, de un posible aborto en la cárcel. Ángela Negrón Muñoz menciona que  “Durante su encarcelamiento abortó un hijo que al ser detenida llevaba en su seno.”[55] Hemos descartado con toda certeza este suceso, por  documentos en nuestro poder.[56]  Los informes que presentaran los alcaldes, luego de la amnistía, tuvieron que ser específicos en cuanto a los gastos incurridos  en el proceso. El alcalde de Lares, Rodulfo Guerrero, tuvo que presentar los gastos médicos de los presos. Sólo hubo dos presos  que requirieron ayuda médica, uno fue Manuel Rosado, “el leñero” a quien se le colocaron 12 sanguijuelas, el 29 de septiembre de 1868,  a un costo de 6 pesos. El otro preso que recibió ayuda fue Eugenio Román a quien le colocaron 4 sanguijuelas a un costo de 2 pesos.

“Tengo el honor de remitir a V.E. los antecedentes sobre gastos extraordinarios en la insurrección de 1868 para que en su vista sirva  VE disponer que por el estado se reintegre a los fondos de caminos de este pueblo las cantidades que supliera en aquella época.” [57]  
Su último día en la cárcel de Lares fue el 26 de noviembre del 1868. No estaba siendo liberada, sólo se estaba trasladando de la cárcel a una casa con techo de paja, propiedad de su tío José Cecilio Cuevas, en calidad de encierro domiciliario. Con garantía puesta, allí estaría, sin salir, hasta nuevo aviso. Para ella y sus hijas era lo mejor que  estar oyendo los gritos y  maldiciones de los presos.  Mariana consiguió su libertad y pudo salir libremente de esta casa el 29 de enero de 1869, cuando fue avisada de la Amnistía.
Mariana siempre tuvo en su mente el ideario de Betances, el ideario de la libertad, aunque no lo practicó hasta que fue apresada, esa experiencia le sirvió para valorizar el don preciado de la libertad. Mariana tenía un esclavo y sabemos de él por una carta que le escribió al gobernador en ocasión de no haber pagado un impuesto. Asi decía en estos términos:

“Inmensa ha sido, Excmo. Sr., la pena que sintió mi corazón al recivir hoy por un particular  la nueva de que hiva a perder aunque sin culpa el único recurso que cuento para subvenir  a  las imperiosas necesidades de mi familia que se compone de tres hijas, de un esposo que a consecuencias de los continuos  ataques epilépticos que desde muy atrás sufre como lo prueva el credencial que respetuosamente acompaño, ha quedado en deshuso de la razón, un hijo tullido* y mi avanzada edad se me ba haciendo ya imposible ganar la vida cociendo como lo hacía antes,  y aún lo sigo haciendo trabajosamente; y en tan aflictivas circunstancias  en que me  hayo amenazada tan de  cerca por la miseria máxima en la actualidad  que el temporal ha destruido todos los frutos alimenticios, he deliberado animada por la convicción que me asiste de los filantrópicos y  umanitarios sentimientos que  V.E. tanto enaltecen ocurrir.”[58]
Esta carta nos deja ver la pobreza que estaba viviendo Mariana.   En los momentos de reflexión que vivió en el encerramiento de cincuenta y dos días de cárcel, entendió el valor de la libertad, un derecho inalienable a todos los humanos. Mariana entendió los cuarenta y cuatro años de privación de libertad que tuvo a su querido Marcos. Esa reflexión le serviría para darle la libertad una vez saliera de la cárcel. Así fue. Mariana, voluntariamente, le dio la libertad a Marcos en 1869. Tuvo que vivir la experiencia de la privación, para entender el apreciable valor de la libertad y lo aplicó. Marcos fue libre cuatro años antes de concederse la libertad a los esclavos en Puerto Rico.  Ambos entraron a una nueva etapa de sus vidas, a tener mayor felicidad.
En el año 1871, su esposo Miguel Rojas, quien padeció de epilepsia,  falleció a la edad de 38 años.  Cuatro años más tarde, en abril de 1875, contraía nuevamente nupcias con un joven aguadillano de origen italiano llamado Santiago Laviosa. Otra vez Mariana volvía a casarse  con un caballero 20 años  más joven que ella. De este matrimonio no hubo descendencia, aunque adoptaron a un niño al que le  llamaron Juan Laviosa.
Se ha especulado mucho sobre los últimos anos de Mariana.  Apenas vivió con su esposo Santiago unos 13 años, pues se separó de este, posiblemente por desavenencias propias por la diferencia de edad. Volvió a vivir en la casa del pueblo, la que le perteneció a José Adolfo Betances. Viajaba continuamente a Mayagüez a visitar a sus tías, Las Cuevas, y se mantenía leyendo continuamente y haciendo la caridad a muchos. Mariana tuvo sus limitaciones económicas como familiares. Fue una mujer en todo el sentido de la palabra. Esposa responsable, buena madre, trabajadora, intelectual, segura de sí misma y encaminada hacia un norte. Vivió con Polita, una negrita que adoptó desde 1887 cuando tenía cinco años y que fue su hija adoptiva hasta su muerte. Tenía un sentido de humanidad incalculable e hizo la caridad a muchos en su amado Añasco.
            Se ha mencionado por otros historiadores que Mariana padeció de afasia y que a consecuencia de esto murió. Antes de la llegada de los norteamericanos, Mariana tuvo paralizado su rostro a consecuencia de unos ataques del corazón.   Su corazón debilitado, tal vez por la cantidad de sufrimientos, fue  minando poco a poco su salud. Jamás volvió a decir una sola palabra, sólo Polita la entendía y la ayudaba en todos los quehaceres del hogar. Dejo de respirar un 24 de febrero de 1903 a las doce del mediodía a consecuencia de una endocarditis crónica.
Mariana fue una patriota que sufrió por  amor  a su patria. Mantuvo siempre erguida su cabeza, mantuvo claro sus ideales, y nunca se arrepintió de sus acciones, porque fue leal a su vida, la de sus compañeros, la de la Sociedad y la de su patria.  Sólo la muerte calló su voz, pero sus ideales se mantuvieron vivos porque  Mariana fue una patriota que nunca claudicó.

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El partido republicano y la lucha por el sufragio femenino
Yolanda Martínez Viruet

“No puede haber libertad donde  no hay igualdad, donde el derecho y el deber  no obligan lo mismo al uno que a la otra” 
                                                                              Ricarda López de Ramos Casellas

En su libro “Ricarda López de Ramos Casellas, tizas, conciencia y sufragio”, nos dice  la Dra. Sandra Enríquez Seiders, que  luego de la invasión norteamericana en 1898, el Partido Liberal Fusionista y el Partido Autonomista Puro u Ortodoxo tuvieron que reorganizarse.  Los puros, bajo el liderato del Dr. Celso Barbosa, lograron un manifiesto en marzo de 1899, en la que se proponía la creación de un nuevo partido.  Es así como el 4 de julio de 1899, y luego de una Asamblea, quedó fundado el Partido Republicano Puertorriqueño.   Así mismo, los liberales, lidereados por Luis Muñoz Rivera, aprobaron el 1 de octubre del mismo año el manifiesto y el programa del Partido Federal.

En el primer programa político del Partido Republicano, aprobado el mismo día de su fundación, se estipuló y cito “Fieles a los principios de la Constitución Federal y al régimen de la autonomía local que de aquella se deriva, proclamamos el imperio de la libertad y de los derechos individuales, especialmente el del sufragio universal, para todo ciudadano americano, rico o pobre, nacido o no en el país” (Constitución del Partido Republicano Puertorriqueño, 28 de marzo de 1898. Bolívar Pagán, I,  pp. 35-38). 

En el preámbulo de ese documento se afirmaba: “Siendo ahora territorio y mañana Estado de la Unión Americana, se realizan satisfactoriamente los más perfectos ideales de un pueblo como el puertorriqueño…”  Nos dice María de Fátima Barceló Miller, en “La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico 1896-1935”, “Es evidente que se daba por hecho, en un futuro muy cercano, la anexión de Puerto Rico como estado de la Unión.  Bajo este convencimiento se dio por descontado que la isla tendría todos los poderes garantizados en la Constitución federal, entre ellos, la suficiente autonomía para legislar y fijar los requisitos que habrían de tener los electores locales, como se estaba haciendo en los restantes estados de aquella nación”.

El retraimiento electoral del Partido Federal en las elecciones de 1900,  las primeras que se celebran bajo la bandera estadounidense, permitió que los republicanos coparan los escaños de la Cámara de Delegados. (Sobre los motivos del retraimiento de los federales, véase, Pagán I, pp75-76; Scarano, p. 627).  En ese mismo año, el delegado republicano por Guayama, Pedro María Descartes,  presentó el primer proyecto  de ley dirigido a otorgarle a la mujer puertorriqueña, el derecho al voto. (Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, Siglo XIX, vol. 3, pp. 471-476).

El proyecto que sometió Descartes, el H.B. 41 del 15 de diciembre de 1900, declaraba que la mujer estaba  “…en aptitud de ejercer el derecho electivo; y por lo tanto, puede votar como el hombre.”  Se añadía que, “la edad y condición para ejercer tal derecho serán la mayoría de edad señalada por la ley, y saber leer y escribir”. (Biblioteca Ateneo Puertorriqueño, Colección Antigua, Primera Asamblea Legislativa, Primera Sesión, 3 de diciembre 1900 a 31 de enero 1901). Ahora bien, este proyecto no otorgaba el sufragio a las mujeres en igualdad de condiciones que al varón. La ley electoral vigente, impuesta por el gobierno militar norteamericano en 1899, permitía votar a los hombres mayores de 21 años, que supieran leer y escribir o que pagaran contribuciones al gobierno. (Bolívar  Pagán I. p.75; José Trias Monge, Historia Constitucional de Puerto Rico. San Juan, Editorial Universitaria 1980, vol. I, p.279).  El proyecto de Descartes, eliminaba esta última condición  para las mujeres.  Es decir, el requisito indispensable para que estas ejercieran el voto era la literacia y no su solvencia económica, alternativa ventajosa que gozaban los hombres analfabetos con recursos económicos.  De otra parte, el proyecto no reconocía  el derecho de las mujeres a aspirar a cargos electivos, como escaños legislativos, alcaldías o comisionado residente.

Al parecer, este proyecto fue una iniciativa particular de Descartes, y no contaba con el respaldo de su partido.  El proyecto no fue considerado ni discutido por la Cámara, que estaba dominada en su totalidad – los 35 escaños – por los republicanos.  En la prensa del país se reseñó que los delegados no le prestaron mucha atención, (“Legislative Assembly of Porto Rico-13th day”, The San Juan News, december 18, 1900, p. 1) lo que sugiere  que esta primera generación  de legisladores republicanos entendía por sufragio universal, el masculino universal.

Cuando en 1903 el Consejo Ejecutivo modificó la ley electoral vigente,   y se estableció el sufragio universal masculino, que declaraba capacitados para votar a todos los hombres mayores de 21 años, aunque no supieran leer ni escribir, ni fueran propietarios ni contribuyentes, el Partido Republicano eliminó de sus programas de los años subsiguientes el asunto del derecho electoral. (Véase los Programas del Partido Republicano años 1904, 1913 y 1915. En Pagán I. p.50)

La Coalición, la Alianza y el voto femenino
 Al iniciarse la década de 1920, la atmósfera político-partidista en la Isla se complicó.  El Partido Unión, que copaba los cargos electivos del gobierno desde 1904, se había convertido en una colectividad esencialmente autonomista, aunque todavía contaba con el respaldo del sector independentista.  Pero las gestiones que el presidente del partido y del Senado Antonio R. Barceló realizo en 1922 a favor del Proyecto Campbell, con el cual se pretendía establecer un Estado Libre Asociado con los Estados Unidos, disgustaron a los independentistas que militaban en la colectividad.  Estos se retiraron de la Unión y formaron su propia entidad bajo el nombre de Partido Nacionalista.  El éxodo independentista de las filas unionistas, sumado al aumento de las fuerzas republicanas y socialistas colocó en una posición muy vulnerable al Partido Unión.  El resultado de las elecciones de 1920, en las cuales solo se obtuvo una escasa mayoría absoluta (51.5 por ciento), le presagiaba serios problemas para la contienda de 1924.  Las continuas noticias sobre las negociaciones entre el alto liderato socialista y un sector de los republicanos para concretar un pacto electoral, aumentó sus temores. (García y Quintero, p. 102).

Por su parte, el Partido Republicano también tenía sus fisuras.  Un sector del alto liderato ponderaba la posibilidad de lograr un entendimiento con los unionistas como única vía de lograr una victoria electoral.  Los que respaldaban esta iniciativa, en su mayoría, estaban vinculados o identificados con los grandes inversionistas e intereses del capital norteamericano en la Isla y sentían la amenaza obrera a nivel económico; en general temían a la revolución de los rojos.        
(Debe recordarse que estos son los años del “pánico rojo” que estremeció a los demócratas occidentales, sobre todo a los Estado Unidos, luego del triunfo de los bolcheviques en Rusia. Scarano, p. 655; García y Quintero, p. 102).

Otra fracción del Partido Republicano, compuesta por los elementos menos identificados con los grandes intereses azucareros norteños, no compartía estos temores y no estaba dispuesta a aceptar un pacto con las llamadas “fuerzas vivas del país” que, a su entender, no era otra cosa que los representantes de esos intereses.  Se propuso, entonces, un pacto con el Partido Socialista.  De esta forma se pretendía aminorar el impacto de la casi consumada alianza entre los unionistas y los republicanos más conservadores.  Después de todo, pensaban, la amenaza roja no era tan peligrosa y el ideal anexionista los hermanaba.

De esta forma, quedaron abiertas las avenidas para el realineamiento de los principales partidos políticos insulares.  Alianzas y coaliciones colorearon el caleidoscopio político insular durante los siguientes 16 años de lucha política.  En 1924 el Partido Unión y el sector más conservador de los republicanos ratificaron el acuerdo que creaba un bloque electoral que se conoció como la Alianza Puertorriqueña.  Los republicanos disidentes, encabezados por Rafael Martínez Nadal, que contemplaban un pacto con los socialistas, se retiraron del partido y fundaron uno nuevo llamado Republicano Ortodoxo (luego Constitucional Histórico) que acompaño en la papeleta de votación al Partido Socialista bajo el nombre de la Coalición.

Ahora bien, ¿Cómo se inserta el sufragismo en este entramado partidista?  Todas las colectividades, aunque con  distintas preocupaciones y motivos, volcaron su mirada sobre los 300,000 votos, cifra en que se calculaba la fuerza electoral femenina que podían decidir las futuras contiendas electorales.  (Azize, p. 103).   La Alianza incluyó en su programa una reforma electoral en la que, sin distinción de sexo, se le concedía el derecho al sufragio solamente a los alfabetos y a aquellos electores que hubiesen votado en las elecciones anteriores y que por su edad no estuvieran en condiciones de aprender a leer  a escribir. (Pagán, I, p. 233).  La Coalición, por su parte, se comprometió a conceder el sufragio universal. (Pagán, I. p. 131).  

La primera asamblea del recién creado Partido Republicano Puro, (por quien optó Ricarda López de Ramos Casellas), se celebró en San Juan durante los días 28 y 29 de junio del 1924.  A la asamblea asistieron 160 delegados y cientos de seguidores de toda la Isla.  En la misma se adoptó la plataforma del partido y se aprobó por unanimidad el pacto con los socialistas.  Igualmente se eligió el Comité Territorial del partido “rompiendo con todos los prejuicios y precedentes al nombrar a una mujer por cada distrito para formar parte del alto organismo. (“Magna Asamblea del Partido Republicano Puro”, El Mundo, 30 de junio de 1924, p. 1).

Fue Ricarda López de Ramos Casellas la que propuso en dicha asamblea que se designaran, además de los representantes varones, siete mujeres, una por cada distrito, con voz y voto para formar parte del Comité Territorial.  La resolución fue aprobada y se nombró a seis mujeres allí presentes incluyendo a Ricarda López por el distrito de San Juan y quedó pendiente el nombramiento de la representante por el distrito de Humacao.  Finalizado todos los nombramientos fueron invitadas a pasar al escenario y recibir el aplauso de todos los delegados. (Ibíd.).  El Partido Republicano fue el primer partido político que le dio participación a las mujeres, ocupando posiciones importantes en la dirección del mismo, aún cuando  las mujeres no votaban.

 Años más tarde, Ricarda expresó en una entrevista; “Por primera vez en la historia de nuestra Isla se levantó una mujer a reclamar los derechos del sexo en una asamblea política. Aquella reunión de hombres que se celebraba para salvar su credo, su plataforma y su ideal de la conspiración que se tramaba para hacerlos desaparecer, ese partido fraguado en la tormenta de todos los elementos, llevado a la derrota eleccionaria una y otra vez por los acaparadores del poder y del derecho de la libre conciencia del ciudadano, al reunirse para salvar el honor colectivo de aquella confabulación no tuvo inconvenientes en oír a la mujer y considerar su petición.  No disfrutábamos de la franquicia electoral, pero nuestra voz y nuestro voto valían allí tanto como el de los miembros masculinos.  (“Conversando con las principales feministas del país: Ricarda  López de Ramos Casellas” El Mundo, 26 de enero de 1930)

En 1925, la Dra. Marta Robert fue comisionada para que representara a las mujeres de Puerto Rico ante el Congreso Panamericano que se llevó a cabo en Washington.  En esa Asamblea la Liga logró el apoyo de tres clubes sufragistas de Estados Unidos: el Partido Nacional de Mujeres, la Liga Internacional de Mujeres Votantes y la Liga Nacional de Mujeres Votantes. (“Liga Social Sufragista adquiere la protección de las tres agrupaciones más fuertes en la historia del sufragio femenino” El Mundo, 25 de mayo de 1925, p. 3”).
La afiliación a esas organizaciones facilitó el cabildeo de la L.S.S. en el Congreso de los Estados Unidos.  Así,  por ejemplo, ante los titubeos de la asamblea legislativa de Puerto Rico en lo relativo a extenderles la franquicia a las mujeres, la liga recurrió al Partido Nacional de Mujeres para que movilizara sus contactos en las altas esferas del gobierno estadounidense.  Fue de este modo que, en noviembre de 1927, el Partido Nacional de Mujeres presento, a través del senado Hiram Bingham, un proyecto de ley que concedía el sufragio femenino en Puerto Rico.  (El proyecto Bingham enmendaba el Art. 35  de la Ley Jones al añadirle la especificación de que el derecho al voto no podía ser denegado por razón de sexo.”)  Por su parte, en diciembre de ese mismo ano el Representante Edgar R. Kiess, Presidente de la Comisión de Asuntos Insulares de la Cámara de Representantes de Estados Unidos presento ante ese cuerpo un proyecto similar. (“No veo la razón  por que las mujeres de Puerto Rico no han de tener el voto lo mismo que si residieran en los Estados Unidos” El Mundo, 28 de noviembre de 1927, p.3).  Los senadores de la Alianza criticaron severamente a las sufragistas, pero en especial a la L.S.S. por haberse dirigido al gobierno norteamericano para solicitar una franquicia cuya concesión era prerrogativa de la Asamblea Legislativa Puertorriqueña.  Las tildaron de anti-patrióticas por desacreditar a los legisladores del patio en el foro federal al hacerles creer que ellos, caprichosamente, se negaban a concederles el sufragio.   

La postura de la Alianza fue la que se impuso tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.  El 14 de febrero de 1929, el Senador unionista-aliancista Manuel A. García Méndez, presento el Proyecto del Senado 2.  Este proyecto les concedía el voto a todos los hombres y mujeres mayores de 21 años que supieran leer y escribir y, además, limitaba el derecho a los nuevos electores varones que, al igual que las mujeres, tendrían que estar alfabetizados.  Conservarían el derecho los electores analfabetos que hubiesen participado en anteriores elecciones.  El proyecto fue aprobado en el Senado y en la Cámara en votación partidista. 

Por su parte, el liderato republicano de la Coalición defendió el sufragio universal sin restricciones por sexo o literacia.  Rafael Martínez Nadal fue el principal portavoz de los republicanos puros coalicionistas a favor del voto para todas las mujeres.  Al igual que Tous Soto, Martínez Nadal pensaba que al extenderles ese derecho a las mujeres se daba un importante paso de avance hacia el progreso y la modernización de la sociedad.  Pero, difería en lo relativo a las condiciones bajo las que se les concedería.  Contrario a Tous, que argumentaba que el voto era un privilegio y que como tal se podía limitar, Martínez Nadal consideraba un derecho del que debían gozar todos los ciudadanos incluyendo las mujeres.  Era un acto de justicia que se amparaba en la enmienda XIX de la Constitución de los Estados Unidos. Y, pese a que esta no se aplicaba a la Isla por su situación de territorio no incorporado, el Senado y la Cámara tenían la facultad para legislar sobre la materia.  Para Martínez Nadal, la concesión del sufragio femenino era también un instrumento que perseguía, a manera de antesala a la anexión, la igualdad de los puertorriqueños con el resto de sus conciudadanos norteamericanos.  Según él, en varios estados de la unión el índice de analfabetismo eran tan o más elevado que el de Puerto Rico y no por eso se les privaba del derecho electoral.  Consideraba, que si se continuaba dilatando la concesión del voto a las mujeres, las autoridades metropolitanas podrían interpretarlo como una falta de madurez política. (“Para contestar a unas manifestaciones”, El Mundo, 8 de marzo de 1928, p.1).  Concluía que eran los intereses partidistas de los líderes de la mayoría los que se anteponían a los derechos ciudadanos porque veían en la franquicia universal una amenaza al copo electoral que disfrutaban. 

Las asociaciones político-partidistas femeninas
Luego de la aprobación del P. del S. 2, que le concedió el sufragio a las mujeres alfabetizadas, el electorado femenino comenzó a organizarse.  Las primeras iniciativas en esa dirección correspondieron a las mujeres del Partido Republicano Puro.  De hecho, esa colectividad había sido la primera en incorporar a la mujer en sus organismos directivos a nivel central  como vocales. (“El Parlamento Insular debió haber considerado hace ya tiempo que era necesario reconocer a nuestras mujeres el derecho del sufragio”. El Mundo, 9 de mayo de 1928, p.1).  En agosto de 1930, las republicanas puras fundaron la Asociación de Mujeres Republicanas Puras (A.M.R.P.) con el propósito de “…velar y defender los derechos de la mujer dentro de dicha colectividad y ayudar a su organización y a la propaganda del ideal que sustenta el partido”. (“Se formará Asociación de Mujeres Republicanas Puras”, El Mundo, 6 de agosto de 1928, p. 1).  La líder del nuevo club, Ricarda López de Ramos Casellas, señalaba la necesidad de constituirse en una fuerza que “…por razón de ella nos oigan y atiendan nuestras demandas”. 

Una de las primeras gestiones que realizo la A.M.P.R. para aumentar su participación en la dirección de la colectividad fue exigir que en cada comité municipal se nombrara, por lo menos, una mujer como delegada de la Asamblea Extraordinaria del partido que se efectuaría  en Aguadilla, el 20 de septiembre de ese año.  (“El Bloque de Mujeres Republicanas Puras gestiona representación para la mujer en la asamblea extraordinaria del partido”, El Mundo, 20 de agosto de 930, p.3).  No tardaron en apuntarse el primer triunfo.  En dicha Asamblea las mujeres tuvieron representación como delegadas propietarias y de bloques locales con voz y voto, en igualdad de condiciones con los hombres.  De otra parte, lograron que se reformara el reglamento en lo relativo a la constitución de los comités municipales y de distrito.  Se aprobó, además, aumentar las vice-presidencias del partido a tres y que una de ellas fuera ocupada por una mujer.  En ese mismo acto resulto electa para ocupar el cargo la Dra. Marta Robert.  De este modo se convirtió en la primera mujer en ser elegida para un alto rango en la dirección central de un partido político en Puerto Rico.  En ese momento, Ricarda López de Ramos Casellas, escribió “ Tenemos motivos para estar contentas como mujeres y como republicanas; como mujeres por los derechos que hemos conquistado, como republicanas por ser nuestro partido el primero que reconoce nuestros derechos y hace justicia a la capacidad femenina”, El Mundo, 27 de septiembre de 1930. P. 1).


Cuando a las filas del Partido Republicano Puro se reintegraron los republicanos disidentes de la alianza y se constituyó, en forma, la Unión Republicana, la A.M.R.P. se disolvió y se fundó en abril de 1932, la Asociación de Mujeres de la Unión Republicana (A.M.U.R.).

Se inició una vigorosa campaña en todos los pueblos de la Isla para que las mujeres de la Unión Republicana participaran en las primarias del partido  respaldaran la candidatura de María Luisa Arcelay, candidata por esa colectividad a la Cámara de Representantes.  En la campana que se desarrollo para impulsar la candidatura de María Luisa Arcelay se recalco que el respaldo a esta no debía estar fundado en su sexo, sino en sus convicciones y credo republicano y en su compromiso con la lucha para alcanzar la estadidad federada para la isla.  En las palabras de la propia Sra. de Ramos Casellas: “Las mujeres no podemos votar por un candidato por el solo motivo de ser mujer”. (“Doña Ricarda Ramos Casellas se dirige a las mujeres de la Unión Republicana”. La Correspondencia, 28 de octubre de 1932, p.1). Las mujeres del sector republicano canalizaron sus fuerzas para adelantar sus ideales políticos e intereses partidistas.  

Las elecciones se llevaron a cabo en 8 de noviembre de 1932 con los siguientes resultados: Partido Liberal 170,168 votos;  Unión Republicana 110,794; Partido Socialista, 97,438 y Partido Nacionalista, 5,257.  Aunque los liberales obtuvieron la mayoría de los votos, el triunfo correspondió a la Coalición de los republicanos y los socialistas por un margen de 38,064 votos.  La Coalición gano seis de los siete distritos senatoriales y eligió 14 senadores. Gano, además, 28 de los 35 distritos representativos y eligió 30 representantes.  Santiago Iglesias Pantín, fue electo Comisionado Residente en Washington.  Por su parte, el partido Liberal eligió cinco senadores y nueve representantes.  (Fernando Bayron Toro, Elecciones y partidos políticos en Puerto Rico (1809-1976) Editorial Isla, Inc. 1977, p. 177).

Después de casi diez años de componendas, arreglos y acuerdos partidistas, la Coalición, que desde sus orígenes se comprometió a conceder el sufragio universal, llego al poder en enero 1933.  Con pleno dominio de Cámara  y Senado era de suponer que, tal como había prometido cuando era minoría, una de las primeras leyes que aprobaría el nuevo parlamento coalicionista seria el sufragio universal. 

Sin embargo, durante los primeros dos años de gestión legislativa el sufragio universal no estuvo en la agenda de los legisladores coalicionistas.  Otros asuntos acapararon su atención.  Un examen en conjunto de las Actas del Senado y la Cámara y de la prensa de Puerto Rico revela que durante los años 1933 y 1934 las prioridades legislativas se centraron en la discusión y el análisis de la política del Nuevo Trato en Puerto Rico, impulsada por el Presidente Roosevelt, y las violentas huelgas de los trabajadores de la caña a finales de 1933 y principios de 1934.  No fue sino hasta 1935 que se revivió la promesa del sufragio universal.
El 12 de febrero de 1935, a menos de dos años para las próximas elecciones, el senador socialista Bolívar Pagan presentó el  P. del S. 51 para establecer el sufragio universal en la isla.  El proyecto disponía que todo ciudadano de los Estados Unidos, hombre o mujer, mayor de 21 años tendría derecho al voto.  El 20 de febrero de 1935 se llevó a votación en el pleno del Senado y fue aprobado por unanimidad. (“Acta del 20 de febrero de 1935”, Actas del Senado de Puerto Rico).  Un mes más tarde, el 25 de marzo de 1935, el gobernador Blanton Winship firmó la ley que estableció el sufragio universal en la isla. (“El Gobernador Winship firmó la ley que establece el sufragio universal, Texto integro de la ley”, El Mundo, 26 de marzo de 1935, p.1.).  Para las elecciones de 1936 el número de votantes inscritos se elevó a 764, 602.  Hubo unos 311,864 nuevos electores de los cuales se calcula que alrededor de 156,900  eran mujeres.  Sumadas a las 120,995 que se inscribieron en 1932, hacían un total de 277,895. (Isabel Picó “Women and Puerto Rican Politics Before Enfranchisement”, pp. 415-420).  

El sufragio femenino era una realidad.  La lucha de las mujeres por obtener el derecho al voto en igualdad de condiciones que los hombres habían triunfado.

























Bibliografía

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Trias Monge, José,  “Historia Constitucional de Puerto Rico”. 4 Vols.,  Rio Piedras, Editorial Universidad de Puerto Rico, 1980-1983
Valle Ferrer, Norma, “Luisa Capetillo, historia de una mujer proscrita”, Rio Piedras, Editorial Cultural, 1990










Ponentes











Nereidín Feliciano, Ph. D.

Nereidín Feliciano tiene un trasfondo interdisciplinario, ya que posee un bachillerato en Arte, una maestría en Relaciones Públicas y un doctorado en Historia.  En los veinte últimos años ha enseñado en varias instituciones universitarias en Puerto Rico y ha participado en congresos y seminarios dentro y fuera del país. 
Pertenece al Grupo de Estudios sobre la Biografía (GEB) y a la Asociación Puertorriqueña de Historiadores, Archired-Red de Archivos de Puerto Rico, Fundación Cultural Educativa, entre otras organizaciones profesionales. Ha publicado ensayos y reseñas en el libro La biografía en Puerto Rico; en las revistas Signos y San Juan City Magazine; en las revistas cibernéticas Cuarto Propio y Tinta fresca y en el periódico El Nuevo Día.   Ha ofrecido ponencias en congresos, la Feria de Libro de Puerto Rico y la Fundación Luis Muñoz Marín, entre otras.
Además, la Profesora Feliciano es calígrafa profesional y ha tomado seminarios y talleres con calígrafos de renombre mundial, entre ellos Guillermo Rodríguez Benítez, Charles Pearce y Donald Jackson, calígrafo de la Reina de Inglaterra. 
Entre sus trabajos caligráficos se destacan doctorados honoris causa, el único pergamino que se le otorgó a Raúl Juliá en vida en Puerto Rico, las tarjetas de mesa (place cards) para la cena de su Santidad Juan Pablo II durante su visita a Puerto Rico y haber diseñado y ejecutado pergaminos para cinco receptores del Premio Nobel, Oscar Arias, Desmond Tutu, Jody Williams, el Dalai Lama y Mario Vargas Llosa.

Vilma Pizarro, Ph. D.

Vilma Pizarro es nacida en Nueva York de padres puertorriqueños, pero regresó a la isla, pequeña, justo para empezar sus estudios en la escuela elemental. Es madre de cuatro hijos y abuela de cuatro nietos. Ha sido maestra y profesora por  36 años. Terminó en el 2006 un doctorado en Currículo con concentración en inglés en la UPR, y recientemente, logró su anhelo de toda la vida:  un doctorado en Historia de Puerto Rico del Centro de Estudios Avanzados. Actualmente se desempeña como catedrática asociada en la Universidad Interamericana de Barranquitas como profesora de inglés, educación e historia. Vive en Bayamón con su esposo Milton Nieves

Roxanna D. Domenech Cruz, Ph. D.

Roxanna D. Domenech Cruz es madre de tres hijos (Guillermo, Luna y Guillén) y tía de múltiples sobrinos y sobrinas. Estudió su bachillerato en Humanidades con concentración en  Estudios de mujeres y de género de Smith College, su maestría en Educación con especialidad en Diversidad cultural y desarrollo de currículo de UMASS, Amherst y su doctorado en Historia de Puerto Rico y el Caribe en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Es profesora interdisciplinaria en el Departamento de Humanidades de la Universidad Metropolitana, Cupey, donde dicta cursos en el área de inglés y de historia. Además imparte un curso especializado de Lectura y pensamiento que diseñó para estudiantes de primer año. Las historias de las mujeres, los retos que enfrentan, los malabares que hacen para cumplir con sus dobles y triples jornadas y cómo algunas se convierten en activistas comunitarias, le sirven de inspiración en su diario vivir y en sus escritos.

Luz del Alba Acevedo Gaud, Ph. D.

Catedrática y ex directora del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ph.D. en Ciencias Políticas de la Universidad de Illinois en Chicago, 1992. Ha sido profesora de Estudios de la Mujer en la Universidad del Estado de Nueva York en Albany (1991-1995) y en la Universidad de  Northeastern Illinois en Chicago (1987-1990).  Como investigadora ha ganado becas de la National Science Foundation (NSF) y de la National Endowment for the Humanities (NEH) para realizar un estudio sobre el género y la política en Puerto Rico.

Formó parte del colectivo de investigadoras feministas latinas que publicó el libro Telling to Live Latina Feminist Testimonios (Duke University Press, 2001). Este libro recibió el Gustavus Myers Outstanding Book Award otorgado por el Gustavus Myers Center for the Study of Bigotry and Human Rights, Boston, Massachusetts, en noviembre del 2002. Entre sus publicaciones  recientemente encuentra,  Feminism in High Heels? Sila María. Calderón, the First Woman Governor of Puerto Rico (pp. 169 – 182). En Cynthia Barrow Giles (Ed.), Women in Caribbean Politics. Jamaica: Ian Randle Publishers, 2011  y Género y Procesos Electorales en Puerto Rico, Ámbito de Encuentros, Vol. 6, Núm. 1, 2013.


José Luis Colón González, MPA
José Luis Colón González nació en Vega Baja, Puerto Rico. Posee un bachillerato en Educación Secundaria con concentración en español y una maestría en Administración Pública, con concentración en Administración de Personal, ambos de la Universidad de Puerto Rico. Se ha desempeñado como asambleísta municipal, maestro de escuela, director de Asuntos Culturales, Representante a la Cámara, asesor legislativo y asistente de investigación. Es miembro fundador del Grupo sobre el Estudio de la Biografía, concentrándose en el estudio de la biografía política en Puerto Rico.
Algunas de sus publicaciones son: Jorge Font Saldaña: un hombre para todos los tiempos (2008); Caribe China: ventana  a la modernidad (2008), Palmira Cabrera de Ibarra: la trayectoria de una líder (2011) y Dr. Leopoldo Figueroa: el ideario de un decano 1886-1969 (2012). Además, es coautor junto a la Dra. Yolanda Cordero de “El fortalecimiento del principio de mérito y la profesionalización del servicio público puertorriqueño”, en Un modelo organizativo para la Rama Ejecutiva, de la Escuela Graduada de Administración Pública, Universidad de Puerto Rico, (2009). Actualmente cursa estudios conducentes al grado de Doctor en Filosofía con concentración en Historia de América en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano, donde se desempeña como Ayudante Ejecutivo de la rectora MarilinaWayland.
Raquel Rosario Rivera, Ph. D.
                                                 
            Actualmente ocupa la posicion de Catedrática, de la Universidad de Puerto Rico en Bayamón. Entró en 2009 como  Académica de Número Academia   de Historia Puertorriqueña. Ha publicado varios libros relacionados a historia, genealogia y emigración : Las primeras familias pobladoras de Caguas (2005); La llegada del cíclope: percepciones de San Ciriaco a cien años de su visita. (2000); María de las Mercedes Barbudo: Primera mujer independentista de Puerto Rico. 1773-1849.(1997); La Real Cédula de Gracias de 1815 y sus primeros efectos en Puerto Rico. (1995) y;  Los emigrantes llegados a Puerto Rico procedentes de Venezuela entre 1810-1848. (1992)
            Acaba de terminar el libro Mariana Bracety: una patriota que no claudicó que estará viendo luz este verano. Está actualmente realizando estudios Sabáticos para terminar la investigacion sobre la revolucion de Lares titulada Los hijos y las hijas de la revolución, donde presentará una vision mas clara de quienes fueron los personajes participantes en esta gesta.

Yolanda Martínez Viruet

Es utuadeña y posee un bachillerato y una maestría en Artes y Ciencias con concentración en Justicia Criminal de la American University en Bayamón.  Completó una certificación de Estudios Avanzados conducentes a Doctorado en Derecho de la Universidad del País Vasco (España).  Actualmente trabaja en su tesis sobre María Libertad Gómez Garriga. Es Mediadora de Conflictos certificada por el Negociado de Métodos Alternos y el Tribunal Supremo de Puerto Rico y pertenece a la Asociación por la Historia de Utuado. Hace 17 años trabaja para la Autoridad de Energía Eléctrica en la Oficina del Administrador Regional en Arecibo.  Vive en Manatí junto a su esposo Félix Díaz y se declara enamorada de la historia....






[1]Sin embargo Scarano (n.d.) un poco debate esta idea mencionando como estas familias que incluían a los negros entre sus íntimos sirvientes, no eran necesariamente tan benignos a la hora de explotarlos. Hablando sobre la relación de la elite con el Otro (en su caso, el Otro era el jibaro), este autor cita a Gerald Sider en su presentación sobre como estas relaciones –entre dominador y dominado- se llevan a cabo: “ …dentro de una matriz de incorporación y distancia”  (Scarano  n.d., 1421;  traducción nuestra).
[2] El título de este ensayo fue inspirado en el artículo “No más violencia contra mujeres: el método Pulgarcito” escrito por Margarita Mergal y publicado en www.dialogodigital.com el 7 de diciembre 2010.  Mergal cita a Enrique Gil Calvo y sugiere utilizar “el método del cuento de Pulgarcito, que para no perderse en el bosque fue dejando un reguero de huellas allí por donde cruzaba, a fin de poder después volver a encontrar su propia pista”.  Margarita nos dice que al ir dejando por escrito “las migas metafóricas de nuestro caminar por la vida no nos perdemos en el trajín de la vida moderna.”
[3] Consigna de la campaña electoral del Partido Independentista Puertorriqueño (1972) utilizada en el género femenino en un manuscrito de Margarita archivado en el CIH en la Colección del PIP, Caja I, Cartapacio #5, Documento #46a, titulado “Socialismo y mujer”.
[4] Este trabajo es la primera parte de una investigación biográfica sobre Margarita Mergal más extensa.
[5] Margarita escribió una columna en El Vocero desde el 1998 hasta el 2012 y desde el 2010 es columnista en la revista electrónica 80 grados (http://www.80grados.net/author/margarita-mergal/).
[6] Margarita tiene dos hijos, Margarita Hernández Mergal y Luis Hernández Mergal.
[7] Es importante mencionar que aunque le hice estas preguntas durante la entrevista, le brindé el espacio a Margarita para que respondiera como ella quisiera.  Compartió información que no se incluye ya que ella me pidió que no grabara alguna de sus respuestas.
[8] Ensayo publicado en Colonial Dilemma: Critical Perspectives on Contemporary Puerto Rico (South End Press 1993).
[9] Esto se evidenció en los documentos redactados por Margarita (y otros miembros del PIP) archivados en el CIH, de la UPR (Colección del PIP, Cajas 1-4).
[11] “Fortaleza pagó comisión por los peinados” por Manuel Ernesto Rivera (5/6/2012) http://www.noticel.com/noticia/125091/1347800624000
[12] Se utiliza la palabra “token” en este caso como por cumplir con la cuota de mujeres en la política.
[13] “Candidata PIP condena represión” (6).  Claridad  (18 de junio del 1972).
[14] Centro de Investigaciones Históricas (CIH), Colección del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), Caja III, Cartapacio #3, Documento #271. 
[15] CIH, Colección del PIP, Caja I, Cartapacio #5, Documento 46ª.
[16] CIH, Colección del PIP, Caja # I, Cartapacio #7, Documento 55b.
[17] Lagarde, Marcela.  “Claves identitarias de las latinoamericanas en el umbral del milenio” (13-
28). El siglo de las mujeres.  Ana María Portugal & Carmen Torres, editoras.  Isis Internacional; Ediciones de las Mujeres N. 8, 1999.

[18] En un correo electrónico (enero 2013) compartió lo siguiente:

En el PIP, fui miembro del Comité de San Juan a cargo de Educación política y en el Comité Ejecutivo del partido a cargo de Ciencias Sociales.  También fui miembro del Comité Nacional de Educación Política y candidata a la alcaldía de SJ, elecciones 1972 y miembro fundador del Comité de Mujeres del PIP.  En el PSP estuve poco tiempo, fui miembro del Comité de la Mujer que dirigía Lolita Aulet y dirigí el Comité de Profesores del PSP en el Recinto de R.P.  Estaba en esta tarea durante la huelga del 81.  En la Federación de Mujeres de Puerto Rico fui miembro fundador y miembro del Comité de Educación.  Fui miembro de la APPU hasta que me jubilé y por varios años miembro de su Junta de Directores.  Fui miembro fundador de la OPMT.
[19] Sobre su primer matrimonio (y divorcio) Margarita compartió algo muy íntimo e importante:
en la historia de las mujeres de mi generación… o tienes un marido concientizado, al menos lo suficiente o  te divorcias.  Tan complejo/sencillo como eso.  No conozco una sola mujer que haya pasado por lo que yo pasé, sea por la profesión, por la política, el sindicalismo, el activismo de lo que sea, de paso, incluyendo las tareas religiosas en aquellas sectas cristianas que permiten el liderato femenino, que no diga lo mismo y te aseguro que conozco a muchas… Asumir el feminismo es a veces doloroso.
[20] CIH, Colección PIP, Caja II, Cartapacio #11, Documento #209a  “Acuerdos tomados en la reunión del pasado sábado 14 sobre el funcionamiento electoral de San Juan”.
[21] Es importante mencionar el rol que Margarita ha tenido en la educación con perspectiva de género a nivel local e internacional.  Ella fue miembro del Servicio Universitario Mundial, una organización internacional afiliada a la ONU, dedicada a promover la educación universitaria, electa Secretaria de Asuntos Internacionales del Comité del SUM de Puerto Rico, electa representante a la Junta de Directores Internacional con sede en Ginebra por la comunidad de comités de la América Latina y Secretaria Tesorera de la Junta de Directores Internacional.  Además fue miembro fundador de CERES en el Centro de Investigaciones Sociales, UPRRP, un grupo dedicado a la investigación en asuntos del género.
[22] Paráfrasis de “La mujer se ha insertado en la historia y la va hacienda suya paso a paso” (Participación de la mujer en la historia de Puerto Rico (las primeras décadas del siglo XX, 52).
[23] Doña Fela se enfrentaría en primarias a Roque Román, candidato de varios miembros del gabinete del gobierno Tugwell / Muñoz. Muñoz no tomó partido y Doña Fela triunfó por sus propias fuerzas (Morales, 2003, p. 53 – 68).
[24] Véase la Sección I, Artículo II, Carta de Derechos, Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, 1952.
[25] En esta ocasión el gobernador Luis Muñoz Marín había mantenido neutralidad ante los reclamos de las mujeres del PPD que apoyaban la candidatura de Velásquez de Lorenzo. Gallart (1997, p. 69) narra cómo fue la intercesión de la Primera Dama, doña Inés Mendoza, ante las protestas en Fortaleza de la mujeres de Guayama, la que lleva a Muñoz a conceder la primaria en la que Velásquez de Lorenzo triunfará.
[26] La Comisión de Derechos Civiles rinde el primer informe sobre el “alegado discrimen contra la mujer trabajadora en las distintas esferas del país” en el 1972 bajo el título La Igualdad de Derechos y Oportunidades de la Mujer Puertorriqueña.
[27] Se crearon oficinas de asuntos de la mujer en varios municipios con el propósito de ofrecer servicios de referidos y orientación (Alegría Ortega, 2003, p. 171; Azize Vargas, 1987 p. 46).
[28] Los cambios más importantes fueron: la eliminación de consideraciones especiales en el trabajo nocturno para la mujer; autorizar a las madres a escoger el momento del descanso antes o después del alumbramiento; la enmienda en 1976 el Código Civil para eliminar disposiciones arcaicas relacionadas a la dote y obediencia de la mujer al hombre (Vicente, 1987, pp. 182 – 184; Alegría Ortega, 2003, pp. 172 - 173).
[29] Miriam Naviera Rondón, ocupa el cargo de Juez del Tribunal Supremo en 1985 bajo la administración Rafael Hernández Colón. En 2003 fue designada Juez Presidente hecho que fue seguido por el nombramiento de dos juezas a dicho tribunal (Anabelle Rodríguez y Liana Fiol Matta). La primera mujer en ocupar la secretaría del Departamento de Justicia fue la licenciada Carmen Rita Vélez Borrás en 1976.
[30] P del S 2519 “La participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas electorales, y en los espacios en donde tradicionalmente se toman las decisiones en el País”; PS 2520 “Enmienda a la ‘Ley Electoral de Puerto Rico’, con el objetivo de asegurar la presencia equitativa del hombre y la mujer en cargos electivos”;  y PS 2521 “Para garantizar una participación equilibrada de ambos géneros en los nombramientos para secretario(a) o jefe de agencia.”

[31] Hasta ese momento Sila Marie González se había desempeñado como  “primera dama”  durante la administración de la exgobernadora Sila María Calderón y no había participado en la política partidista.
[32] Zoe Laboy comienza en la política electoral en las primarias de 2012 por el PNP, pero  no es nueva a la política partidista.  Bajo la administración del exgobernador Pedro Roselló fue parte del gabinete como Secretaria de Corrección.
[33] Lilliana Ramos Collado e Ivette Fred Rivera, eds., Largo saber, breve palabra: citas y pensamientos de Inés María Mendoza. San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Mu   ñoz Marín, 2010, p. 62.
[34] Daisy Sánchez, La que te llama vida: Inés M. Mendoza Rivera, su vida interior en sus diarios y cartas. San Juan, Puerto Rico: Grupo Editorial Norma, Inc., 2007, p. 18.
[35]Ibíd., p. 31.
[36]Ibíd., p. 35.
[37] Ver Aida Negrón de Montilla, La americanización en Puerto Rico y el sistema de instrucción pública 1900-1930. Segunda edición, San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990.
[38]Sánchez, óp. cit., p. 39.
[39]Ver Carmelo Rosario Natal, ed., Doña Inés María Mendoza y la batalla del idioma: cartas 1937-1938. San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Muñoz Marín, 2004.
[40]Sánchez, óp. cit., p. 47.
[41]Diario Íntimo, Inés María Mendoza. Fundación Luis Muñoz Marín. p. 6.
[42]Inés María Mendoza, “Unas palabras a las mujeres de Puerto Rico”. Archivo Fundación Luis Muñoz Marín, Sección IV, Colección Inés María Mendoza, Serie 4, Discursos.
[43]Lilliana Ramos Collado, ed., Inés María Mendoza: en sus propias palabras. San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Muñoz Marín, 2008, p. 19.
[44] Inés María Mendoza (s.f.). La participación de la mujer en la política. Archivo Fundación Luis Muñoz Marín, Sección IV, Archivo Inés María Mendoza, Serie 4. Discursos, Cartapacio 63, Documento 1.
[45]Lillliana Ramos Collado e Ivette Fred Rivera, eds. Largo saber, breve palabra: Citas y pensamientos de Inés María Mendoza. San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Muñoz Marín, 2010. p. 89.
[46]  Recientemente se han realizado nuevos estudios sobre la mujer  en las manos de las doctoras Sandra Enríquez, Carmen  Alicia Morales, Nieve Vásquez,  Yamila Azize y Nereidin  Feliciano, entre otras.
[47] Existe un Diario de don Juan Sánchez Ramírez sobre la reconquista de la parte española de la isla de Santo Domingo, hecho con su puño y letra. El mismo fue transcrito por  Del Monte y Tejada, Antonio: Historia de Santo Domingo,  Sociedad Literaria de Amigos del País, Tomo III, págs. 301- 325.

[48] Informe de José Lemery, Capitán General de Puerto Rico, fechado el 26 de enero de 1856. Legajo Biblioteca Nacional de Madrid
[49] De Wecensla Higinia no se supo más, al parecer falleció de meses. Hemos buscado en los libros de Defunciones de Añasco y de Lares, sin que aparezca alguna nota de su muerte. En estos tiempos por las distancias enormes entre los campos y la Iglesias, muchos de los fallecidos eran enterrados en los campos, cerca de árboles.
[50] Hemos constatado la existencia de al menos 6 banderas patrióticas de diverso origen
[51] No podemos olvidar que en las Sociedades Secretas, las mujeres ejercían una labor de apoyo y acorde con sus oficios, como aconteció en la Revolución Francesa.
[52] Pérez Moris, José: Historia de la insurrección de Lares. Editorial Edil, Río Piedras, 1975, pág. 206.
[53] Hasta ahora, no hemos encontrado en los documentos existentes del Archivo General de  Puerto Rico, alguna nota que nos menciones estas otras mujeres. A ninguna se les hizo indagatorias y solo tenemos referencia de otros autores, que no mencionan de dónde sacaron la información.
[54][54] En los informes que diera el alcalde de Lares para
[55] Ángela Negrón Muñoz: Mujeres de Puerto Rico: desde el período de colonización hasta el primer tercio del siglo XX. Imprenta Venezuela, San Juan 1935. Pág.42.
[56]  Un aborto puede conllevar unas consecuencias fatales para la mujer, como son la pérdida de sangre o flujo sanguíneo constante, debilidad, baja de hemoglobina y otras condiciones que pueden llevar hasta la muerte. En los escritos oficiales no hubo mención sobre este particular. Un aborto es un  proceso evidente que de haber acontecido, se hubiera  tenido que documentar, pues Mariana Bracety era la única mujer que fue  presa, y el hecho hubiera sido conocido.
[57] Informe del alcalde Rodulfo Guerrero, 9 de mayo de 1869. En éste aparecen listas de raciones, pagadas  por soldados, listas de Tiendas cobrando por sogas, cerraduras, velas, tablas, barriles de harina. conducción de presos. Las reclamaciones de los gastos incurridos en Lares se continuaban reclamando al 4 nov. 1873 por la suma 1,965 escudos con 285 mils. Estos dineros se habían utilizado, en ocasión de la insurrección, de los Fondos de Caminos y los necesitaban con urgencia, para componer los caminos del municipio. Colección privada de Haydeé Reichard.
[58] A.G.P.R. Gob. Esp. Caja 486. Carta de Mariana Bracety al gobernador José Julián Pavía, 12 de noviembre de 1867.

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