Panel: El trabajo de mujeres en distintos pueblos de Puerto Rico
La mujer tortoleña en el trabajo por contrato del Puerto Rico de finales del siglo XIX: el caso llevado contra John Peter y consortes en la hacienda Quebrada Palmas de Naguabo.
-René Hernández González
Estudiante graduado del
Departamento de Historia, UPR-RP (M.A.)
Para
la década del 1870 la economía azucarera en Puerto Rico padeció una profunda
crisis cuyas raíces respondían a distintos procesos sociales y económicos,
tanto internos como externos. Entre los externos cabe destacar el
fortalecimiento de la industria del azúcar de remolacha en Europa que llevó a
muchos países europeos a suplirse el azúcar por ellos mismos. Esta
transformación en el mercado europeo tuvo un impacto nefasto para la industria
azucarera puertorriqueña, cuyo segundo mercado de mayor importancia era
Inglaterra, quien ahora pasaba a satisfacer su demanda con el azúcar de
remolacha europeo que era más barato y de mayor calidad.[1] La alta producción europea
también supuso un considerable desplome de los precios en los que se cotizaba
el azúcar en el mercado internacional, resultando en la quiebra de muchos
productores caribeños. Más la situación no se detenía ahí: existían situaciones
internas que igualmente amenazaban a la economía azucarera puertorriqueña. En
1870 el gobierno español puso en vigor la conocida Ley Moret, comenzando de
esta manera la gradual abolición de la esclavitud, que en Puerto Rico llegaría
finalmente en marzo de 1873, junto a la eliminación del notorio sistema de la
libreta.[2] De este modo, el sistema
laboral sobre el cual se fundamentaba la economía de plantación estaba
condenado a la extinción. Ahora, los plantadores tendrían que negociar con los
trabajadores asalariados para llegar a acuerdos sobre los sueldos a pagarse.
Además, bajo este nuevo sistema los plantadores ya no podrían ejercer los
distintos métodos de coerción directa sobre el trabajo que antes solían gozar.
Así
las cosas, la clase plantadora de Puerto Rico buscó maneras de enfrentar esta
crisis. Una de estas fue a través de la modernización de sus unidades
productivas, con lo que cual esperaban producir más azúcar, aunque no le
prestaron la atención suficiente a la calidad del producto final. Sin embargo,
este aumento productivo repercutía a su vez en otras áreas de la producción que
también necesitaban cambios y transformaciones. Una de estas fue, otra vez, el
sistema de laboral. Ya desde 1850, los hacendados de la isla habían alertado a
las autoridades coloniales sobre la “supuesta” necesidad de mano de obra que
padecían, y le habían propuesto, infructuosamente, la introducción de
trabajadores contratados de la India, China, Yucatán o las Antillas menores.[3] No obstante, ya para 1860
se comenzaba a ver un “velado tráfico de trabajadores contratados, procedentes
de las islas británicas del Caribe”[4], que normalmente se
localizó en las regiones Este y Sureste de la Isla, y que tenía como verdadero
fin bajar los salarios que los hacendados estaban ahora obligados a pagarles a
los trabajadores. Esta inmigración contratada vivió en unas condiciones muy
precarias y sus relaciones conflictivas con las autoridades españolas y sus
empleadores les valieron no pocas veces, azotes, presidios y hasta la muerte.
Aunque sobre esta inmigración tortoleña (como despectivamente se les llamaba)
se ha escrito relativamente poco, menos aún se ha estudiado el papel de la
mujer dentro de este grupo. Hagamos, pues, algún acercamiento.
El
31 de diciembre de 1874 el vicecónsul británico en la ciudad de Ponce, informa
que en dicha ciudad hay cerca de 44 trabajadores naturales del Caribe inglés
que ocupan diversos puestos laborales que van desde trabajos de campo en la
industria azucarera, hasta carpinteros, albañiles y criados domésticos.[5] Aunque el documento no
hace mención explícita a la mujer como criada doméstica, entendemos que la
referencia hace alusión a ella. En otros casos de migración anglocaribeña
durante estos mismos años, se observan mujeres ocupando este rol. Dos años más
tarde, y también desde la ciudad de Ponce, el vicecónsul inglés Gibbons vuelve
a indicar que en dicha ciudad hay un número “considerable” de súbditos
británicos de otras islas de Caribe empleados a diversos trabajos, siendo uno
de ellos el de servicio doméstico. Afirma también que estos ganan en Puerto
Rico más dinero del que podrían obtener en sus islas nativas.[6] Sin embargo, aquí tampoco
nos encontramos con una referencia clara y precisa sobre la presencia femenina
dentro de este grupo inmigrante.
No
en balde, documentación oficial de la época producida por la Guardia Civil de
Puerto Rico arroja alguna luz sobre la presencia de la mujer del Caribe inglés
contratada en Puerto Rico. La noche del 20 de agosto de 1871, la hacienda
Quebrada Palma de Naguabo fue escenario de un disturbio entre trabajadores
tortoleños y una pareja de la Guardia Civil que había sido llevada para poner
el orden. Las declaraciones que se recogen en el texto oficial del proceso
llevado a cabo contra estos inmigrantes son dispares y contradictorias. Por
tanto, analizaremos algunas de ellas para ver qué nos pueden ofrecer para
entender el rol al que estaba sometida la mujer en este contexto.
El
guardia primero de caballería Andrés Navarro al ser interrogado sobre los
sucesos de la noche del 20 de agosto de 1871 dijo que esa noche él y el guardia
Pedro Monteserín se encontraban dando una ronda por las inmediaciones de la
hacienda Quebrada Palma cuando decidieron ir a la misma para ver si ocurría
alguna novedad, como según ellos solía ocurrir allí durante los días festivos.
Al llegar, el mayordomo don José les pidió que se quedaran un rato pues, aunque
todavía no había novedad, hacía poco “habían tenido una reyerta varios
trabajadores y temía volviesen a renovarlos, en atención á hallarse muchos de
ellos algo bebidos”[7].
Entonces, a eso de las 7 de la noche, un negro de la hacienda pasó por la casa
del mayordomo donde se encontraban estos guardias para notificarles que en el
cuartel de materiales de la hacienda estaban peleando varios tortoleños, tanto
hombres como mujeres. Inmediatamente enterados del asunto, los dos guardias,
acompañados por el comisario y el mayordomo don José, fueron hasta el cuartel
de materiales en donde entró Navarro, “quien trató de separar á tres hombres y
dos mugeres que estaban agarrados unos dé otros y dándose golpes”[8]. Como no pudo conseguir
detener la reyerta a través de la palabra (que valga decir, los tortoleños no
conocían), el dicho guardia tuvo que “echar mano a una de las mujeres” y
retirarlas del grupo, y desenfundar su sable y dar varios golpes de plano,
hasta calmar la situación. Sin embargo, esta acción lo que suscitó fue que más
tortoleños se agruparan a las afueras del cuartel y comenzaran a gritarles en
el idioma inglés y a amenazarlos, hasta que uno se les acercó con un machete.
Luego de desarmarlo y de disparar al aire para que los trabajadores alzados se
asustaran, una lluvia de piedras y ladrillos cayó cerca de donde estaban los
guardias, siendo herido levemente el mayordomo don José.
Las
mujeres en cuestión son las tortoleñas Victorine Petter y María Thomas, ambas
naturales de la isla de San Thomas. Para ninguna de las dos hay mención alguna
sobre el trabajo al que se dedicaban. Sin embargo, la declaración de Henry
Joseph (otro de los acusados) nos ayuda a ver el tipo de abuso al que estaban
expuestas estas mujeres, así como los escasos medios que tenían para hacer
valer sus derechos de personas libres. Dice Joseph, que la noche del 20 de
agosto entró al cuartel de materiales junto a su corteja María Thomas para
separar la pelea que tenían Siliví y su querida Victorine. Mientras intentaban
esto, llegó la pareja de guardias civiles y entró uno de ellos quien sin mediar
palabra alguna le dio un sablazo a un tal Jackson que se encontraba con ellos,
y dos golpes a Victorine. Al ver esto Henry Joseph y María Thomas decidieron
irse a sus cuartos, allí otro trabajador que había seguido viendo lo que
sucedía a las afueras del cuartel les notificó que los guardias iban a
“amarrar” a Victorine, lo que ocasionó que María Thomas saliese al lugar de los
hechos y les dijera a los guardias que les debería dar vergüenza que amarrasen
a una mujer[9],
lo que a su vez ocasionó que el mayordomo ordenase al guardia que le pegase a
María, lo que este hizo tres veces y luego varias veces más cuando esta cayó al
suelo luego de haber salido corriendo.[10]
El
testimonio de Victorine concuerda con el dicho por Henry Joseph, aunque añade
que su cortejo Siliví intentaba pegarle con unas sogas. Además, Victorine
menciona que no le pegaron pero que sí la estaban amarrando para llevarla al
pueblo.[11] Por otra parte, María
Thomas declara que a Victorine sí le pegaron dos sablazos y que cuando esta se
fue a quejar porque amarraban a su compañera lo hizo en inglés y ante el
mayordomo, quien ordenó que le pegasen, por lo que la hicieron botar sangre por
la nariz, una vez que el guardia Monteserín le pegó en la cara estando ella en
el piso.[12]
Dentro de este grupo de mujeres, cabe destacar la presencia de otra tortoleña
que igualmente sufrió de la arbitrariedad de las autoridades. Se trata de
Elizabeth Williams natural de la isla de Santa Cruz. Esta mujer no estuvo
presente en los sucesos de la noche del 20 de agosto, ni tampoco era empleada
en la hacienda Quebrada Palma, aunque su cortejo sí. Sin embargo, y en un
asunto algo confuso y nebuloso, su cortejo había ido a declarar al pueblo de
Naguabo sobre el disturbio, y al regresar le dijo a ella que también tenía que
ir. Tras esta ir y presentarse ante el alcalde, el mismo ordenó su arresto y la
ingresaron a la cárcel junto a Victorine y María[13], en donde estaría
injustamente junto a los otros 11 implicados hasta el año 1873.
Como hemos podido ver, si la
condición de los trabajadores contratados del Caribe inglés en Puerto Rico fue
de por sí opresiva y abusiva, la explotación sufrida por estas mujeres parece
haber sido mucho mayor. Las mismas no solo tenían que soportar los castigos y
abusos de la sociedad paternalista dentro del hogar, sino también las del
sistema de contratación que por ser mujeres negras y extranjeras las marginaba
aun más todavía. Aunque en la documentación analizada sobre los sucesos de la
hacienda Quebrada Palma no hemos podido determinar a qué se dedicaban estas
tres mujeres inmigrantes, según el “Reglamento de jornaleros extranjeros en la
isla de Vieques”[14]
del año 1870 es probable que estas mujeres hayan sido empleadas en las labores
agrícolas de la economía de plantación o que, como intuíamos de lo mencionado
por los cónsules, se dedicaran a los trabajos domésticos. De esta manera,
resulta imprescindible prestar mayor atención a este movimiento migratorio de
trabajadores del Caribe inglés y danés hacia Puerto Rico, y sobre todo al
elemento femenino de esta inmigración que muchas veces suele pasarse por alto
en estudios relacionados, pues entienden que estaba desvinculado de la economía
de plantación.
Doña
Mirian Rodríguez una mujer para la historia obrero de Coamo
Luis A Caldera Ortiz
En esta
presente ponencia, nos enfocaremos en hablar y exponer un poco sobre la vida y
obra de Mirian Rodríguez.[15] Esta humilde mujer nacida
y criada en el sector Las Flores del pueblo de Coamo, a lo largo de su vida
hizo una serie de obras que son dignas de recordar. Su procedencia no era una de
orígenes acaudalados, sino una cuna de humildad.
El natalicio de
la Sra. Rodríguez fue para el año 1930, siendo un miembro más de una familia numerosa.
No debemos olvidar que a principios del siglo 20, muchas de las familias
humildes y de pocos recursos, solían ser bastante amplia en comparación a los
matrimonios de orígenes pudientes. Una de las pasiones más querida de Doña
Mirian desde su juventud lo fue la aguja, es decir el cocer y tejer. En esa
época lejana de la década del 1940, jóvenes como Mirian Rodríguez vieron esta
industria como una oportunidad de traer un ingreso extra a su hogar. En la
etapa de la adultez, Mirian tiene ocho hijos, cuatro varones y cuatro femenina.
En la década del 1960, fue contratada como empleada de comedor en la escuela
Rufino Huertas del sector Las Flores del pueblo de Coamo.
A principios de
la década del 1970, Miriam como madre y líder comunitaria, tuvo una preocupación
legítima, era que en esa época había pocas oportunidades de empleos para los
jóvenes adultos de su sector Las Flores. Esta señora en conjunto con otras
personas tomó la iniciativa de incorporar una pequeña fábrica dedicada a las
manualidades y a la sastrería. El nombre que tomó la fábrica fue Metalarte y
fue inaugurada en el 1972, con sobre una docena de empleados jóvenes del sector
Las Flores. Siendo doña Mirian una de sus principales fundadores. Hoy en día aún
existe la compañía Metalarte, tiene sobre 120 empleos y sus principales
productos son los juegos de cuartos y gabinetes para la cocina. Prácticamente,
esta industria mantiene las ideas de Miriam, sus empleados mayormente son del
sector Las Flores.
En la misma
época del nacimiento de Metalarte, un acontecimiento para la historia de la
arqueología de Coamo, también se dio. Una enorme creciente del rio Coamo en el
1970, conllevó a que aparecieran rastros de vasijas indígenas. En cuestión de
tiempo un equipo de investigadores arqueológicos encabezados por José “Pepe”
Aguilu, hizo una serie de excavaciones científicas. El yacimiento quedaba muy
cerca de la casa de Miriam, esta les proporcionó refugio y comida diariamente a
todas las personas que estuvieron envueltas en las excavaciones del proyecto.
En total estuvieron sobre cinco años haciendo excavaciones científicas.
Lamentablemente, el mismo se quedó sin fondo y tuvo que ser tapado otra vez.
También había otro problema, las piezas y restos descubiertas no tenían un
lugar en donde estudiarse. Por lo que doña Miriam con la esperanza de que un día
los trabajos iban a continuar, esta acepto guardar todas las piezas en su casa.
Las que eran museables fueron guardadas en cajas especiales, mientras las
utilizadas para el estudio de campo fueron guardadas en un pequeño rancho. Con
el pasar del tiempo, doña Mirian se hizo custodia oficial de las piezas
arqueológicas.
En la década
del 1990, la líder comunitaria se retiró de su trabajo de comedores escolares,
pero no fui el fin de ella como obrera. En su casa amplia un pequeño cuarto,
poco a poco fue comprando máquinas de coser. En sus horas de ocio Miriam se
buscaba un extra con los aspectos de la aguja. Mientras ella ensenaba
gratuitamente a otras mujeres el oficio de la costura, en voz tenue aclamaba
que las piezas arqueológicas estuviesen en un lugar seguro. También se envolvió
más de lleno en los aspectos de necesidad comunitaria y entidades sin fines de
lucro.
Este servidor
tuvo la oportunidad de conocer a Miriam para el mes de febrero del 2012, para
esa época ella estaba recién cumplido los 80 años. Miriam y este servidor
preocupados por las piezas arqueológicas, nos tomamos de organizar un
conversatorio sobre las piezas y el mismo se dio en la casa de ella, el día 23
de septiembre del mismo años. El resultado del evento, fue la adopción de las
piezas no museables por parte de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez.
El municipio Autónomo de Coamo también se comprometió a buscar las vías
posibles para adoptar las piezas museables. Ese mismo día Miriam, nos tenía una
sorpresa y era el deseo de hacer un proyecto comunitario, para enseñar personas
a ser manualidades con productos desechados.
De ese evento, salió
la planificación y la inscripción de la sociedad sin fines de lucro llamada
MARS (Manos a la obra reciclando), doña Miriam ofreció gratuitamente su taller
de sobre 25 máquinas de costuras gratuitamente a todos los participantes
interesados. El resultado de este proyecto fue que en dos años, se certificaron
sobre una docena de artesanos en el pueblo de Coamo. Una vez más una idea
pequeña de ayuda comunitaria, había resultado en empleos para un jefe(a) de
familia.
Prácticamente,
Miriam estuvo pendiente de los eventos de Metalerte y de la Asociación MARS
hasta los últimos días de su muerte. Por lo que siempre quiso estar pendiente
que sus amigos y compueblanos estuviesen o estuvieran un nivel de vida deseado.
A largo de su vida, la vida obrera de Miriam impactó grandemente al sector Las
Flores, a pesar que sus orígenes humildes no la llevaron a ser tan conocida
como otras mujeres en Coamo, el aporte de ella a su comunidad es un legado de
ejemplo hacia el futuro. Doña Miriam fue un ejemplo clásico en donde la fuerza
obrera esta en las manos de todo aquel que luche por un mejor futuro. Hace
falta más mujeres como ella.
El impacto de Altrusa
en el desarrollo laboral y de conciencia social
de la mujer en San Sebastián
Por: Marilourdes Acevedo Román
El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de
sus sueños.
Eleanor Roosevelt
Altrusa
se fundó en Nashville, Tennessee en 1917, originalmente como el Instituto Altrusa. Esto, con la idea de desarrollar foros de discusión
relacionados al desarrollo profesional y en los negocios de la mujer. El
Dr. Alfred Durham, miembro de los Kiwanis, organización de servicio a la
comunidad fundada en el año de 1915, comenzó a organizar clubes en Nashville, Tennessee,
Louisville, Kentucky y Dayton, Ohio, antes de trasladarse a
Indianapolis, donde conoció a Mamie L. Bass. El Instituto Altrusa le proveyó la
oportunidad a Bass, de ver su sueño hecho realidad; el surgimiento de la primera organización nacional de mujeres
profesionales y de negocios en los Estados Unidos.
Posteriormente, el Instituto
Altrusa pasó a conocerse con el nombre
de Asociación Internacional de Clubes Altrusas Inc. en 1935, ya que se
convirtió en organización internacional al extenderse a México. Finalmente, en 1947, Altrusa acogió el nombre de Altrusa
Internacional Inc. En la actualidad, Altrusa cuenta con alrededor de 8,000
miembros distribuidos en 313 clubes en 13 países incluyendo: Canadá, Nueva Zelanda e India. La organización provee más de un millón de
horas de trabajo voluntario a las comunidades, durante un año.
Los objetivos de Altrusa han cambiado muy poco con el paso de los años:
[…] cultivar relaciones de amistad y fomentar la solidaridad entre mujeres empresarias y profesionales; alentar altos estándares éticos de conducta empresarial y profesional; proporcionar información y servicio vocacional a mujeres jóvenes y adultas; alentar la participación ciudadana en asuntos comunitarios y públicos, nacionales e internacionales y promover la capacitación educativa y cultural[16].
En abril de 1940, se organizó el
Primer Club Altrusa en San Juan, Puerto
Rico. Los clubes que se establecieron en
Puerto Rico fueron unidos al Distrito Uno que incluía estados del sur de los
Estados Unidos. Luego pasaron a formar
parte del Distrito Dos, el cual lo conformaban estados del este de la nación, hasta
el año de 1976, cuando tuvo su origen el Distrito Catorce. Este albergó 16 clubes en Puerto Rico. Los números han variado desde ese entonces y
hoy, Puerto Rico, cuenta con alrededor de 500 miembros distribuidos en 22
clubes.
Altrusa Internacional de San Sebastián fue organizado el 8 de abril de
1976 y constituido en la misma fecha pero en año 1977. Los miembros realizan su
misión de servicio mediante la formación
de comités de trabajo: Servicio,
Festival de la Novilla, Comunicaciones, Finanzas Desarrollo de Miembros,
ASTRA[17] y Becas ALVA (Altrusa
Local Vocational Aid). El club Altrusa
de San Sebastián desarrolla y auspicia proyectos específicos que ayudan a
satisfacer las necesidades en la comunidad. Las áreas de impacto social son: servicio, alfabetización
y desarrollo vocacional.
Durante
los pasados 42 años, Altrusa de San Sebastián se ha dado a la tarea, de que
tanto sus miembros, los jóvenes, a través de ASTRA, y la comunidad en general,
conozcan sus comunidades, identifiquen
sus necesidades comunes e individuales, para luego establecer planes de acción
efectivos. Es decir, que sean capaces de
percibir las realidades circundantes que requieren atención y de igual forma, sean capaces de actuar para la transformación de las mismas. De
esa toma de conciencia comunitaria, surgen los proyectos de servicio y
alfabetización que año tras año trabaja la
organización.
De
igual forma, Altrusa de San Sebastián, ha ayudado a decenas de mujeres pepinianas a preparase académicamente, para enfrentar
el mundo laboral y a su vez poder llevar el sustento diario a sus hogares. Esta ayuda, ha sido posible gracias a
donativos de ciudadanos del pueblo y a las ganancias de actividades de
recaudación, relacionadas directamente con el Festival de la Novilla de las
Fiestas.
El
Primer Festival de la Novilla de las Fiestas se celebró en el año de 1977. El desfile tiene varios fines. El primero,
de índole cultural, ya que
rescata, para el disfrute de las
generaciones más jóvenes, estampas del Puerto Rico de los siglos pasados. En segundo lugar, se encuentra su fin social, pues el Festival
busca estrechar lazos entre las entidades cívicas, culturales, escolares, deportivas y religiosas de nuestra
población. En tercer lugar, también sirvió como una alternativa para
recaudar fondos para llevar a cabo proyectos de servicio a la comunidad.
Hoy
día, parte del dinero recaudado durante el Festival, está destinado para
otorgar las Becas ALVA (Altrusa Local Vocational Aids) a mujeres que deseen mejorar
su calidad de vida a través del estudio de carreras cortas, vocacionales o
grados asociados. Cabe destacar que las
Becas ALVA fueron creadas, y hoy, tan solo otorgadas, por iniciativa del club de San Sebastián. Las becarias son estudiantes de centros de
capacitación y educación postsecundaria radicados en San Sebastián como: EDP
University, EDUTEC y IBO & Technology Course, entre otros.
Algunos
de los proyectos de impacto a la comunidad coordinados y llevados a cabo por
los miembros de Altrusa de San Sebastián son:
proyectos para maximizar la alfabetización, en las escuelas públicas y
privadas del pueblo, y promover la
concienciación de la paz en nuestro entorno, proyectos que benefician a envejecientes como
“Sin fronteras para mi gente”, que consistió en la entrega de almuerzos en
hogares de adultos de edad avanzada en diversos sectores de San Sebastián y proyectos
de huertos caseros y reciclaje en comunidades rurales. Otros proyectos han
estado dirigidos a dirigidos a mejorar la calidad de vida de los jóvenes,
mediante la orientación y prevención de la diabetes, obesidad y la prevención del suicidio.
También llevaron a cabo el proyecto “Descubre
mi mundo” dirigido a mejorar la calidad
de vida de los niños con el espectro de
autismo.
Los
proyectos de Altrusa de San Sebastián cobran proyección internacional, ya que
han colaborado económicamente para: la compra de catéteres para pacientes que
recibían tratamiento de diálisis en la República Dominicana, la compra de
prótesis a través de la organización “Haití se pone de pie”, la confección de estuches
individuales de higiene femenina que se distribuyen en diferentes partes del
mundo por la organización “Days for Girls” y la compra de estufas solares y la
perforación de pozos para la extracción de aguas subterráneas en África.
Hay tiempo,
esfuerzo, recursos económicos, pero más que todo, voluntad, invertidos en mejorar la calidad de vida de
nuestras comunidades. Esperamos que este
trabajo sirva de motivación o tema de estudio para futuras investigaciones sobre la labor voluntaria que
llevan a cabo miles de puertorriqueños, que establecen la diferencia, dentro y fuera de la Isla.
Bibliografía
Altrusa
Internacional Inc.-History. Web. 18 enero 2018. <http://altrusa.org/Who-We-Are/History.aspx>.
Altrusa
International, Inc. of Indianapolis Records, 1917-1997. Web. 18 enero 2018. <http://www.ulib.iupui.edu/collections/philanthropy/mss009>.
Altrusa Internacional Inc. Enciclopedia Altrusa.
(Traducción) 2011. Impreso.
Reseña histórica de los orígenes de Altrusa y el
Festival de la Novilla en San Sebastián
“Una aportación al desarrollo institucional de
nuestro pueblo”. San Sebastián, 2015.
Impreso.
[1] Andrés Ramos Mattei, “Technical
Innovations and Social Changes in the Sugar Industry of Puerto Rico, 1870-1800”
en Between Slavery and Free Labor: The
Spanish Speaking Caribbean in the Nineteenth Century eds. Manuel Moreno
Fraginals, Frank Moya Pons y Stanley L. Engerman. (Baltimore y Londres: The
John Hopkins University Press, 1985): 160.
[2] Frank Moya Pons, History of the Caribbean: Plantations,
Trade, and War in the Atlantic World (Princeton: Markus Wiener Publishers,
2007): 252-253.
[3] Andrés Ramos Mattei, “La importación de
trabajadores contratados para la industria azucarera puertorriqueña:
1860-1880”, en Inmigración y clases
sociales en el Puerto Rico del siglo XIX, edición de Francisco Scarano,
2da. Edición (Ediciones Huracán: San Juan, 1985):129-130.
[4] Ibíd., 134.
[5] Gervasio Luis García y Emma Dávila Cox, Puerto Rico en la Mirada extranjera:
correspondencia de los cónsules norteamericanos, franceses e ingleses,
1869-1900. (Centro de Investigaciones Históricas: San Juan, 2005): 149.
[6] Ibíd., 164.
[7] “Proceso instruido contra Jhon Petter…”, Archivo General de
Puerto Rico (AGPR), Fondo Capitanía General, Sección Agencias Gubernamentales,
Serie Guardia Civil, caja 324, folio 10 recto.
[9] ¿Acaso se refiere al cepo?
[14] Apartado 7mo de dicho reglamento. “Reglamento
de jornaleros extranjeros en la isla de Vieques”, Archivo Histórico Nacional de
Madrid, Ultramar, legajo 315, exp.18. Estipula que a los hombres se les pagará
por el trabajo de cada día 50 centavos de peso, con aumento de 12 centavos y
medio cuando tengan que trabajar hasta las altas horas de la noche durante la
zafra. Por otra parte, el reglamento establece que los hombres menos robustos,
las mujeres y los muchachos, cobrarán un sueldo de tres, dos, uno y medio o un
real, según sus fuerzas.
[15] Las Fuentes para hacer esta
ponencia es a base de una entrevista realizada a una de las hijas de Mirian
Rodríguez, llamada Lourdes Viera Rodríguez. Otra parte de la ponencia, es
crónica del mismo autor que conoció a la Sra. Rodríguez.
[16] Altrusa International, Inc. of Indianapolis
Records, 1917-1997. Web. 18 enero
2018. <http://www.ulib.iupui.edu/
collections/philanthropy/mss009>.
[17] Organización voluntaria para jóvenes entre las
edades de 12 a 25 años, patrocinado por los Clubes Altrusas Locales como parte
de su programa general de servicio a la comunidad.
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