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Memorias de IV Coloquio (Sexta Parte)



Celestina Cordero: pionera de la educación puertorriqueña del siglo XIX
 Gerardo Alberto Hernández Aponte


Celestina Cordero Molina fue una pionera en la educación primaria de las niñas en el Puerto Rico del siglo XIX. Su vocación pedagógica provino de haber nacido en el seno de una familia dedicada a la labor magisterial gratuita. Su ministerio educativo se vio interrumpido por una enfermedad que la enajenó de la realidad. Ante este escenario su hermana María Gregoria, una sobrina y otras personas tuvieron que hacerse cargo de su escuela. Siempre se le menciona asociada a la vida de su hermano el prócer negro, tabaquero y maestro Rafael Cordero Molina. Este trabajo documenta porqué su figura permaneció invisible por muchos años. Asimismo, explora cómo fue rescatada del olvido gracias a los movimientos feministas. Igualmente aporta datos inéditos sobre su vida.





Las primeras mujeres en el derecho puertorriqueño: ¿Por qué tenemos que seguir hablando del tema? 
Dra. Rose Marie Santiago Villafañe 

Este trabajo versa sobre el tema de la mujer en el derecho puertorriqueño. Se pretende identificar o auscultar las características concomitantes que sirvieron de motor para que estas mujeres, en un mundo “de hombres”, se desempeñaran en el ámbito legal de país. 
 Junto a ello, se reconoce la importancia de la diversidad como un elemento vital general. Se pretende un acercamiento al mundo del derecho, con la expectativa de mayor representatividad para proveer el mejor servicio a la población en general. En el análisis de la mujer y el concepto “diversidad”, se hará un recorrido por la trayectoria de las primeras mujeres abogadas de Puerto Rico, y sus características. El hecho de que sean mujeres es un hito en la realidad histórica de cualquier país. Sin embargo,  se intenta descubrir si dentro de esa representatividad hay diversidad. 
“In America law is king, and lawyers are members of a governing class, constituting an aristocracy and enjoying an elevated social and cultural status.” (Wald, 2011, 1)
 Wald establece la preponderancia de la profesión legal y su innegable posición de poder en la sociedad. Se esperaría que fuera una profesión en la que la diversidad estuviese adecuadamente representada con el propósito de promover la equidad como porta estandarte de la profesión. 

“One might expect that as high priests of our civic religion, lawyers would be at the forefront of pursuing diversity and equality, if not outside of the legal profession, at least within its ranks.” ( 2011, 1)

La inconsistencia, ambivalencia y confusión en este sentido, aunque persisten, han sido características de la profesión en Puerto Rico. Ante este atraso en términos de la diversidad, se propone un acercamiento a las primeras mujeres abogadas en Puerto Rico. ¿Qué características tienen en común de estas mujeres? ¿Hay diversidad dentro de las primeras 50 mujeres en el Derecho?
Además de ser mujer, ¿a qué sectores representan? 

Finalmente, luego del análisis de las primeras cincuenta semblanzas las categorías que permanecieron fueron las siguientes: zona de nacimiento o lugar de residencia: padre y madre (lugar de procedencia y ocupación); educación y profesión previas; familias con historial dentro de las leyes; edad en la que se convierte en abogada; estado civil e hijos durante los años de estudios. Sin embargo, antes de leer las semblanzas, se habían establecido algunas otras categoría de las que no pudimos obtener datos, por ejemplo; raza (color). Con esta, se pretendía corroborar los sectores representados dentro de la diversidad. Sin embargo, el elemento de raza (color) no pudo recogerse ya que los datos disponibles no atendían esta categoría. No se hace referencia a la raza de las juristas, y aunque de la mayoría se incluyen fotos, no sería una fuente fiable para establecer un patrón significativo. En cuanto a la zona de nacimiento o lugar de residencia, se deseaba establecer si el ámbito urbano o rural, era un factor determinante; sin embargo, la información no era estándar para llegar a conclusiones adecuadas. En cuanto el nivel socioeconómico los datos no estaban disponibles, y solo se harán algunas inferencias asociadas a elementos como la profesión o puestos ocupados por el padre y la familia.
Es importante comprender que las batallas ganadas, como el acceso a la educación en Derecho, no garantizaba el que estas mujeres finalmente ocuparan posiciones de poder en igualdad de condiciones , situación que hoy se repite y se conoce como el techo de cristal o “no problem problem” 
Del 1917 al 1949 se gradúan la primera 50 mujeres que tuvieron acceso a la educación en Derecho: cincuenta en 32 años. A esa razón de 1.7 mujeres al año, ¿cuántos hombres? ¿Qué por ciento representan esas mujeres en la matrícula general? (Del 1917 al 1961 se gradúan la primera 100; a razón de 2.2 en 44 años. la 51 se gradúa en 1949 al 1961 en 12 años las otras 50: a razón de 4.4 mujeres. Si se compara con los dados actuales, en el que la mujer en la escuela de Derecho de la UPR, representa un 50 porciento, el aumento en representatividad de género es indudable y el aumentos ha sido importante y vertiginoso. 
En el ensayo inicial del libro se establece que “para la clase del 1946, la noticia era que, de las doce personas que se graduaban de Derecho, dos eran del “sexo débil.”” (p. 8) La frase machista del texto “sexo débil”, hace referencia  a un artículo del periódico El Mundo y redactado por Ángel Cruz Cruz quien lo incluye en el titular “11 abogados entre los 560 graduados: Hay dos miembros del sexo débil” “Los esposos Carrera Benítez terminan una nueva carrera”, en referencia a que la pareja completan sus estudios de Derecho. Entre las primeras 50 mujeres, solo 1, se desprende que estaba casada mientras estudiaba. (Copia de la noticia en la página 8 del libro). 
Estas expresiones parecerían del pasado remoto, sin embargo, en el artículo Pabón, Duplantier y Lacoste establece como una de las barreras que se interponen en el desarrollo de la mujer en el campo laboral son los estereotipos de género:
“A barrier to women’s progress is gender stereotypes. Stereotypes still persists that men are better fit to be leaders. For example, qualities traditionally associated with leaders are masculine; such as forcefulness, assertiveness, and being authoritative. However, when women exhibit these “masculine” behaviors they are often punished.” (78)

Añade que otra de las barreras es que se percibe al hombre como el más competente, por el simple estereotipo: ser hombre. Da como ejemplo que los hombres ocupan posiciones de mayor liderato aún en espacios en lo que la mujer ha presentado currículos del mismo nivel. Cita el alto porciento de mujeres solteras y sin hijos a diferencia de un alto porcentaje de hombres casados, (82) Otro de los elementos de interés en este trabajo era si la mujer estaba casada y tenía hijos mientras estudiaba ya que esto se podía ver como un elemento que no propiciaba la representatividad de este sector quien tiene obligaciones marcadas socialmente, más allá de los civil. En su artículo Pabón, Duplantier y Lacoste establecen como otra de las barreras es la poca movilidad (relocalizarse para un mejor posición o puesto de trabajo)de la mujer cuando entra a el ámbito profesional ya que muchas veces depende de que ello incluya la posibilidad de hacerlo cuando se tienen una familia.
Procede el análisis de las categorías representativas en estas primeras 50 mujeres.  En cuanto al lugar de nacimiento y residencia, se puede establecer que es muy variado. Antes de comenzar el estudio, se predijo que el área urbana, cerca de los centros educativos, iba a propiciar  el que las mujeres accedieran a la escuela de Derecho. En cuanto a los datos recogidos, de los 50, 2 eran de San Juan, 3 de Santurce, y 1 de Río Piedras por lo que, el espacio no fue factor determinante.
Aunque el elemento socioeconómico no se explicita, se pudieron hacer inferencias de dos categorías predominantes: profesión del padre y familias con historial en el mundo del derecho: dentro de las primeras 50 sobresalen padres, periodistas, empresarios, políticos, senadores, registrador de la propiedad, médicos, alcaldes, comerciantes. La situación profesional de las madres se describe menos, aunque habría que destacar  que hay amas de casa, y alguna esclava liberta, maestra o líder cívica. 
Las mujeres que entraron a la Escuela de Derecho y completaron su grado, la mayoría habían sido educadas en Colegios asociados con las clases acomodadas; algunas poseían estudios previos y profesiones (maestras, trabajadoras sociales), Bachilleratos, Prelegal, entre otros. 
Fue significativo ver que el historial de la familia servía de apoyo para la decisión de entrar al mundo del derecho. Aunque entre las primeras 50, destaca el caso de una mujer, quien tuvo que batallar ya que su padre entendía que el derecho era un “mundo de machos” o de un padre que quería que su hija estudiara Derecho, mientras la pasión era la Medicina; y de otra que se enfrenta al patriarcado, y la que decide recoger tomates para poder sufragar sus gastos. La información que se desprende de las semblanzas, puede apoyar inferencia válidas para afirmar que la mayoría de estas cincuenta mujeres pertenecían a un mundo socioeconómico, culto, con posibilidades para apoyar la carrera laborar de estas insignes mujeres. 
En la categoría “edad” la mayoría de las mujeres estaban entre los 23 y 26 cuando completaron su carrera de derecho. Además, solo se tiene información de dos, quienes estaban casadas mientras estudiaban derecho por lo que esto era un elemento a su favor para la consecución de las metas en un mundo de hombres. Solo 35  de 50, se casaron y, en la mayoría de los casos, tuvieron entre 1 o 3 hijos. Situación que en el contexto de la época no caracterizaba al resto de las mujeres amas de casa.
Una mirada  a las estadísticas de la ABA en “A Current Glance at Women in the Law,” establece el crecimiento de la participación de la mujer en la profesión jurídica. Sin embargo , se observan algunos ámbitos en los que aún no participa de manera equitativa. En cuanto a la entrada a las escuelas de Derecho, se reporta que para el 2012-13,un 52.2% eran mujeres quienes accedían a su primer año y culminabas su JD. Con respecto a las primeras mujeres no se conoce si todas que fueron admitidas, completaron el grado. Sin embargo sabemos que X cantidad ejerció y X cantidad no continuaron o se insertaron en la profesión jurídica luego de revalidar. Sería interesante conocer las razones para ello.
El análisis de estas primeras mujeres lleva a destacar la importancia de la presencia de la mujer en el mundo del derecho. Mujeres que vivieron en una época en la que la institución del patriarcado determinaba el lugar de las personas en relación con el género como característica definitorio. A pesar de ello, se puede apreciar que , a parte de ser mujer, la representatividad no estaba completamente atendida. La mayor parte de estas extraordinarias mujeres pertenecían a unos estratos socioeconómicos pudientes que sirvieron de motor.
Una de las preocupaciones que quedan latentes es ver si los factores menos representados en estas mujeres seleccionadas pueden tener que ver con la autoexclusión de algunos sectores y si esto permea la representatividad en la actualidad en las escuelas de Derecho del país.
 No cabe duda que todos los sectores deben estar representados en los diversos ámbitos sociales, pero en el derecho debe ser primordial. Por tal razón, habría que, además de aplaudir el acceso a la educación de las mujeres, poder discriminar si dichas mujeres realmente son representativas de la sociedad en la que se desempeñan.

Referencias

American Bar Association (2014) A Current Glance at Women in the Law, July 2014, Commission on Women in the Profession. Chicago: ABA.

Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. (2014). “Las primeras cien”. San Juan: Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. 

Pabón M., Duplantier, A., y Lacoste, N.  Women Leaders in the Areas of Higher Education, the Legal Profession and Corporate Boards: Continued Challenges and Opportunities, 9 Socio-Legal Rev. 60 (2013).

Wald, E. (fall, 2011). “A primer on diversity, discrimination, and equality in the legal profession or who is responsible for pursuing diversity and why”. 24 Geo. J. Legal Ethics, 1079





Esclavitud y Estudios de Género: una
problematización y un acercamiento teórico para el análisis de la cotidianidad. 
Héctor R. Castrillón Costa, M.A.

 Como sugerimos en el título, esta presentación la hemos preparado de forma que podamos examinar la problemática histórica que buscamos resolver, demostrar la teoría que hemos aplicado y el resultado del análisis que esta nos ha provisto.  Este estudio es parte de mi tesis de maestría titulada Esclavitud y Vida Cotidiana en Naguabo entre los años 1824 y 1872, la cual defendí con éxito hace unos meses y que persigue ampliar el análisis de esas prácticas cotidianas que se desarrollaban entre esclavos y propietarios y que en ocasiones otras investigaciones históricas no habían atendido.
 Nos preguntamos, ¿cuál era la participación de las mujeres propietarias de esclavos en la sociedad esclavista?  ¿Necesitaban siempre la presencia o el respaldo de un hombre para desenvolverse en el comercio de esclavos?  ¿Surgían relaciones de solidaridad o desprecio entre mujeres libres y mujeres esclavas?  ¿Cómo reaccionaban los amos al saber que habían procreado un hijo con una de sus esclavas?  ¿Qué estrategias utilizaban algunas mujeres esclavas para liberar a sus hijos?  Finalmente, ¿qué teorías y conceptos podrían abrirnos el camino que nos llevase a contestarnos semejantes interrogantes?   
 La investigación se realizó en el Archivo General de Puerto Rico, principalmente examinando los Protocolos Notariales de Naguabo entre los años antes mencionados.  Esta documentación ya había sido utilizada por otros investigadores para construir trabajos que enfatizaban los aspectos económicos de la esclavitud en Naguabo.[1]  La teoría marxista que revela el comercio y la producción económica de las principales haciendas agrícolas del municipio, su énfasis en la clasificación de los esclavos por su sexo, edad y funciones en el trabajo, el estudio demográfico de la población y los enfoques cuantitativos no permitieron acercarnos a las problemáticas que nos propusimos atender.  Procedimos entonces a reinterpretar estas fuentes partiendo de un enfoque cultural que nos permitiera observar y analizar esas relaciones cotidianas que surgieron entre los miembros de la sociedad naguabeña en el siglo XIX.[2]  Para esta presentación en particular hemos especificado en nuestra teoría dos conceptos que nos ayudaron a resolver las problemáticas que expusimos al principio.  Estos son vida cotidiana y estudios de género.
 Para el concepto vida cotidiana seguimos los razonamientos de Emma León quien en su obra Usos y discursos teóricos sobre la vida cotidiana presenta una crítica importante a la visión funcionalista y utilitarista de las relaciones cotidianas dentro de un espacio social.  Plantea la autora que entender la cotidianidad como un proceso de reproducción cuya única finalidad es satisfacer las necesidades de supervivencia de los miembros de una sociedad, impide la observación y el análisis de otras prácticas cotidianas que construyen las personas fuera de los determinismos de las estructuras de poder.  Así mismo, esta forma de entender la vida cotidiana identifica como meros espectadores a los restantes miembros de la sociedad que carecen de poder para transformar o romper los patrones de comportamiento, esto debido a su falta de fuerza conflictiva organizada.[3]  En palabras más sencillas, el desligarnos de las visiones utilitaristas y funcionalistas nos permitió observar en la sociedad esclavista de Naguabo en el siglo XIX, esas prácticas cotidianas que no necesariamente están determinadas por las estructuras de poder, particularmente las económicas y las relaciones internacionales, cuyos enfoques ha predominado en la mayoría de las investigaciones acerca de esclavitud en Puerto Rico.
 Para el concepto género hemos aplicado tres razonamientos de Joan Scott planteados en su ensayo El género: una categoría útil para el análisis histórico.[4]  Estos nos ayudaran en el análisis de los casos que presentaremos más adelante.  Primero, el concepto estudios de género nos permitió observar las relaciones cotidianas surgidas entre los hombres y las mujeres miembros de una sociedad determinada.  Igual que Joan Scott, entendemos que el concepto historia de las mujeres resulta limitante para nuestros interés, pues implica analizar las prácticas cotidianas de ambos sexos de forma separada y diferenciada por los elementos biológicos y no por las construcciones culturales.  Esta situación nos dificultaría el razonamiento de toda la complejidad social, asunto de mayor interés para nosotros.  Segundo, Joan Scott entiende el género como “el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder”.[5]  Más adelante veremos algunos ejemplos de esas relaciones de poder entre hombres y mujeres que se manifestaban alejadas de las estructuras dominantes de la sociedad esclavista.  Tercero, Joan Scott exhorta a los historiadores a no limitarse a la narración de las cosas que hacían las mujeres, sino a penetrar esa superficie y plantearnos los significados de esas acciones que realizaban. 
Para alcanzar este objetivo, los investigadores debemos integrar el estudio de las acciones cotidianas de los sujetos,  la organización social junto con sus construcciones culturales y a la naturaleza de sus interrelaciones.  Explicada la aplicación que utilizaremos de los conceptos vida cotidiana y estudios de género, procedemos al análisis de las problemáticas históricas que nos propusimos al iniciar esta presentación.
                      María Dolores Luque de Sánchez en su artículo titulado Con pasaporte francés en el
Puerto Rico del siglo XIX (1778-1850), nos invita a prestarle “especial atención (a) las mujeres inmigrantes puesto que un grupo de ellas rompe con el estereotipo decimonónico de la mujer pasiva.  El 61% de las mujeres se desempeñaron como propietarias en el ramo de la agricultura y el comercio”.[6]  Por otra parte, Fernando Picó en su libro Ponce y los rostros rayados. Sociedad y esclavitud 1800-1830, argumenta que en ocasiones las esposas de los emigrados llegaban a Puerto Rico antes que sus cónyuges por lo que quedaban a cargo de sus hogares.  Esta situación provocaba que tuviesen que asumir el control de la familia y los bienes materiales.  De la misma forma, al enviudar muchas mujeres heredaban las riquezas y las deudas de sus difuntos maridos, por lo que en ocasiones se vieron en la necesidad de vender algunos de sus esclavos para saldarlas.[7]  Nuestra investigación en Naguabo encontró varias mujeres que al enviudar se volvieron a casar con otro hacendado, consolidando de esta forma las riquezas de ambos.  En otros casos algunas mujeres junto a  algún hombre que les sirviese de apoderado, asumieron las riendas de las haciendas que habían heredado, integrándose y participando activamente en el comercio de esclavos en Naguabo.   

Sin embargo, nos preguntamos ¿acaso hubo mujeres solteras que sin la participación o respaldo de un hombre hayan participado en el comercio de esclavos, ejecutando de esta manera prácticas cotidianas generalmente realizadas por hombres?  Encontramos dos mujeres solteras y tres mujeres libertas que mencionaremos a continuación.
 Las dos mujeres solteras fueron: doña Magdalena Pressus quien realizó tres ventas y una compra de esclavos.  Estas fueron: el 15 de abril de 1842 le vendió el esclavo Luis, quien era de Martinica y tenía cuarenta años, a don Francisco Lebrón de Humacao.[8]  Luego el 3 de abril de
1843 se lo volvió a comprar.[9]  El 9 de marzo de 1844 le vendió el esclavo Larry, quien era de Guadalupe y tenía cuarenta y un años, a don Jaime Gillespie.[10]  Y el 2 de septiembre de 1847 le vendió la esclava María Francisca, quien era francesa y tenía veintiocho años, a don Marcos Osorio de Humacao.[11]  La otra mujer soltera fue doña María Antonia de Castro quien realizó una venta y dos compras.  Estas fueron: el 24 de septiembre de 1836 le compró la esclava Janí, quien era africana, hablaba un poco de francés y tenía treinta años, a don Pedro Roca.12  Ese mismo día se la vendió a don Francisco Buso.[12]  También el 17 de octubre de 1835 le compró la esclava María a dos Pedro Morales.14  Las tres mujeres libertas fueron: Arce Jaques, una francesa que el
23 de marzo de 1838 le vendió el mulatico Valentín de quince años a don Pedro Cabrera.[13] 
Ysabel Rouyol, una mulata de treinta años que el 7 de enero de 1834 le vendió la esclava Sofía de cuarenta y cinco años al Sr. Márquez de Pirry.[14]  Finalmente, María Castro quien el 8 de enero de 1834 le compró la esclava Lorenza de cincuenta años a don Simón Santiago.17
 Estos cinco casos nos parecen señalar que en la sociedad esclavista de Naguabo, la capacidad de participar en el comercio de esclavos no era una exclusiva de los hombres.  De la misma forma, la ausencia de un apoderado en las transacciones comerciales registradas en los Protocolos Notariales indica, que las mujeres libres no necesariamente necesitaban adquirir el poder de comprar o vender esclavos a través de la presencia de un hombre.  Particularmente cuando analizamos como tres mujeres ex esclavas, que habiendo estado bajo el dominio de las estructuras esclavistas, al liberarse, adquirieron la capacidad de comprar y vender esclavos.  En conclusión, nos atreveríamos a sugerir que la participación en el comercio esclavo no se circunscribía necesariamente a las representaciones o a los significados de los roles de ambos géneros, sino al status de libre o esclavo.  En otras palabras, la condición de esclavo era la que limita la capacidad de participar en el comercio, no el género de las personas. 
Nos preguntamos, ¿surgían entre mujeres libres y mujeres esclavas relaciones de solidaridad o desprecio?  Encontramos dos casos que podrían arrojarnos luz acerca de esta situación.  Primero, en 1836 doña Eufemia Herrera enviudo, heredando los esclavos que poseía su difunto esposo don Mármol.  Entre estos se encontraba María Torres, una esclava de diecisiete años y quien era hija del difunto y de su otra esclava llamada Juana.  A solo semanas de la muerte de su marido, doña Eufemia Herrera vendió a María Torres y aun cuando encontramos que realizó otras ventas de esclavos que datan hasta el año 1847, nunca vendió a Juana.[15]  Esta transacción nos permite inferir una posible relación problemática o de incomodidad entre la viuda y el producto de la infidelidad de su difunto esposo.  El acto de venderla casi inmediatamente después de la muerte de don Mármol, nos lleva a concluir que doña Eufemia Herrera utilizó su poder como propietaria para sacar de su casa a María Torres, sin embargo permitió que la esclava Juana permaneciera a su lado.  ¿Habrá desarrollado doña Eufemia
Herrera un tipo de solidaridad con su esclava Juana y un sentimiento de desprecio hacia su hija María Torres?  ¿Respondería ese desprecio a sentimientos construidos culturalmente que dirigían el coraje y la vergüenza de una infidelidad contra los hijos y no necesariamente contra la mujer?   
El segundo caso ocurrió el 22 de mayo de 1847 cuando la esclava María acompañada de su propietaria doña María Ramos presentaron un reclamo contra don Francisco Pou.  Alegaba la esclava María que don Francisco Pou la había seducido y que quedando embarazada, este le había prometido que le otorgaría la carta de libertad a su hijo.  Don Francisco Pou contesto que el hijo no era de él y que como pertenencia suya se lo había vendido a don Joaquín Primo residente de San Lorenzo.  El alcalde de Humacao entendió que por tratarse de un asunto de paternidad le correspondía a la esclava demostrar con evidencia la veracidad de su alegato.  No pudiendo presentar ninguna evidencia, doña María Ramos negociaba con don Joaquín Primo la compra del niño esclavo para “aliviar las penas de mi criada”.[16]  En este caso podemos observar como la esclava María recurre al amparo del poder de su propietaria doña María Ramos para enfrentar a su antiguo amo don Francisco Pou, quien respaldado por las estructuras de dominación, tiene formas de evitar el cumplimiento de su promesa.  Así mismo podemos identificar como la propietaria, sea por un interés sentimental de solidarizarse con una mujer que aparenta haber sido engañada por su antiguo amo o por el interés económico de que su esclava al reunirse con su hijo pueda ser más productiva en sus tareas, se solidariza con su reclamo y busca la forma de ayudarle.  Nos preguntamos sino no habrá un poco de ambos intereses en la intervención de doña María Ramos en favor de su esclava María.
Nos preguntamos, ¿cómo reaccionaban los hombres que procreaban hijos con alguna de sus esclavas?  ¿Las rechazaban o preferían liberarlas y comenzar una familia?  ¿Eran estas mujeres esclavas totalmente inocentes y víctimas de la seducción de estos hombres?  Nuestra investigación en Naguabo encontró cinco casos en los que un hombre libre embarazó a alguna de las esclavas de residía en la hacienda.  Estos fueron: el 30 de febrero de 1830 don Miguel liberó a
Eugenia y a su hija Ramona.  Sin embargo, no liberó ninguno de los otros hijos que tenía Eugenia.[17]  El 6 de octubre de 1832 don Francisco Miguel liberó a Paula y a su hijo Juan
Saturnino.[18]  El 30 de marzo de 1841 don Pedro Pilar liberó a María Bibiana y a su hija
Eusebia.[19]  El 13 de abril de 1841 don Pedro Donato liberó a Petrona y a su hijo José Gregorio.[20]  Finalmente, el 25 de noviembre de 1844 don José Meléndez liberó a María y a su hijo de dos meses llamado Ciprián.[21]  
Como podemos observar, en la totalidad de los casos el hombre asumió la carga económica de comprarle la carta de libertad tanto a la mujer como a su hijo respondiendo al deseo de mantenerlos unidos y quizás formar una familia.  También notamos como en el caso de don Miguel ese sentimiento no se produjo hacia los otros hijos que tenía la esclava Eugenia y que no eran de él.  Rafael Díaz Díaz en su obra Esclavitud, región y ciudad: el sistema esclavista urbano-regional en Santafé de Bogotá, 1700-1750, desarrolla los conceptos de “acercamiento y alejamiento” para describir la prácticas de algunas esclavas de acercarse a la cotidianidad de sus amos para conseguir mayores espacios de libertad en la esclavitud e inclusive la libertad.[22]  Si tomamos esta aseveración como cierta y entendemos como nos indica Joan Scott que el género es “el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder”, podríamos concluir que estas relaciones cotidianas que surgieron entre estos amos y sus esclavas son producto de lo que yo llamaría una ilusión de dominio.  Esto significa que los amos, empoderados por las estructuras de dominación que colocan a sus esclavas como su propiedad privada, creen seducirlas hasta llevarlas al sexo, cuando en realidad son ellas quienes con su sexualidad los dominan a ellos con el fin de conseguir la libertad tanto de ellas como de sus hijos.  El concepto de ilusión de dominio es uno que introducimos a la discusión de las relaciones de poder entre los géneros y que pensamos que podría ayudarnos a esclarecer cómo se construían y que resultados se obtenían de esas relaciones cotidianas entre hombres libres y mujeres
esclavas.    
Sin duda el tema de las relaciones de género en la esclavitud en Puerto Rico es un campo abierto que amerita la investigación y el análisis con nuevas teorías y conceptos que nos permitan entender esa cotidianidad que en ocasiones ha escapado el interés de la historiografía puertorriqueña.  Esperamos que esta presentación haya provocado el interés por inmiscuirse en tan interesante tema.




El Papel de la Mujer en el Puerto Rico del Siglo XVII

Noemí Rivera De Jesús 
Introducción 
El trabajo que se presenta a continuación es un estudio relacionado al rol que desempeñaba la mujer en el siglo XVII en la isla de Puerto Rico. El XVII es un siglo en Puerto Rico donde abundaba la pobreza, la necesidad de productos y la escasez de hombres en la isla. También dicho siglo es visto por los historiadores como una herencia del siglo XVI. La mujer siempre ha realizado aportaciones a la historia de Puerto Rico desde la época precolombina. Pero observamos que en los libros de textos de Historia de Puerto Rico son pocas las líneas y oraciones que aparecen relacionadas a la importancia de la mujer en nuestra historia. Específicamente en los siglos tempranos como los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero en este caso, analizaremos el rol de la mujer en el siglo XVII. ¿Qué papel desempeñaba la mujer en el siglo XVII?, ¿Cuáles fueron las aportaciones de la mujer en el Puerto Rico del siglo XVII? y ¿Cómo sobrevivió la mujer en un Puerto Rico donde escaseaban los hombres? Estas interrogantes motivaron a la autora a verificar e indagar en fuentes primarias y secundarias relacionadas a la historia de Puerto Rico para buscar los eventos de la mujer en el Puerto Rico del siglo XVII.  Debemos recordar que la escasa documentación relacionada a siglos tempranos en la isla de Puerto Rico y relacionada a la mujer en dicho siglo es una limitación en este análisis. Pero a la vez, resulta fascinante el intentar reconstruir el pasado de la mujer en el Puerto Rico de siglos tempranos como el siglo XVII. 

Vestimenta de la mujer

La vestimenta de la mujer en el Puerto Rico del siglo XVII fue una vestimenta sencilla debido a la pobreza que se atravesaba en la isla. Definitivamente, existió diferencia entre la vestimenta de la mujer pudiente, la mujer pobre y la esclava.  Abbad y Lasierra describe la vestimenta de la mujer en el Puerto Rico del siglo XVII mencionando las diferencias de la vestimenta común y la vestimenta utilizada para los bailes. [1] Mientras que las mujeres blancas y pudientes utilizaban una cadena de oro en el cuello y en algunas ocasiones algún escapulario. Además, el sombrero fue una pieza importante de la mujer debido a la descripción de Abbad y Lasierra. El cronista señala que tanto la mujer pobre como las pudientes siempre utilizaban sombrero para los bailes. Pero destaca que las mujeres pudientes adornaban su sombrero con cucuyos, cucubanos y otras mariposas de luz.[2] 
El historiador Ángel López Cantos postula que las telas escaseaban en la isla de Puerto Rico. [3] Muchas féminas debían permanecer en sus casas y no podían visitar la iglesia debido a que carecían de vestidos. [4]  Sin embargo, la situación llegaba a tal extremo que muchas féminas no podían cumplir con los deberes de la iglesia. Esta situación se daba debido a la escasez de tela y vestidos. Las mujeres no tenían vestidos decentes para poder presentarse en la iglesia. Pero se necesitaba con urgencia ropa hecha. [5] Según Ángel López Cantos, en la balandra holandesa conocida como " La Catarina" encontraron piezas de la tela y otros productos pero embargaron gran cantidad de prendas de vestir. [6] 
En dicha balandra se encontraron vestidos que pertenecían a la marinería y que deberían ser de los hombres. Pero encontraron que la mayoría de las prendas de vestir eran para mujeres y como en dicha balandra no venía ninguna fémina, definitivamente fueron vestidos para ser vendidos. Este evento es evidencia del comercio de ropa usada que existía en el siglo XVII.[7]  La vestimenta de la mujer era muy compleja. Con relación a la ropa interior era un ceñidor, un corpiño que algunos llevaban incorporados una soya. Además, una camisa que la mayoría de las veces estaba bordadas y con encajes. Mientras que las enaguas podían ser de distintos géneros. Como el lienzo y el tafetán color rosado con galones de oro.  [8] 
El historiador Ángel López Cantos clasificó los vestidos de las puertorriqueñas pudientes  como auténticos objetos suntuarios y de gran valor. Llegando al extremo de que un vestido de damasco color azul y rosado, guarnecido con galones de oro costaba 300 pesos. Mientras que unos zarcillos de oro y perlas también costaban 300 pesos. [9] Además, se desconoce las hechuras, pero si se tuvo conocimiento de las telas que confeccionaban y los adornos que utilizaban. Los tejidos más utilizados por las féminas eran el tafetán negro, la capichola, el raso blanco y combinados en azul y morado, azul y rosa, el damasco adornado con puntas grandes negras, el brocado en raso y la tela anteada, sin faltar el terciopelo. [10]
La mujer rica de la isla de Puerto Rico tenía algunos complementos en su vestimenta que posiblemente la distinguía de la mujer pobre. Algunos de esos elementos de distinción fueron un manto de levantar que era de lana o tafetán. Otro de los elementos u objetos fueron los velos para la iglesia, mangos postizos, mantones de calle de seda y de encajes, pañuelos de Holanda, ribereados de encajes y los guantes. Mientras que en los pies llevaba medias de seda y calcetas de hilo. [11] En cuanto a las joyas algunas mujeres pudientes utilizaban sortijas de diamantes, esmeraldas, aderezos de esmeraldas y rubíes. Además, utilizaban pulseras de perlas y granates, zarcillos de perlas, gargantillas de cuentas de oro, perlas y corales. También utilizaban rosarios de perlas y cruces con la imagen en oro.12

El trabajo de las mujeres en el Siglo XVII

Según Eugenio Fernández Méndez, las mujeres de la isla de Puerto Rico eran las más hermosas de todas las indias, honestas, virtuosas y muy trabajadoras. También de lindo juicio, que los Gobernadores Don Enrique y Don Iñigo decían que todos los hombres prudentes se habían de venir a casar a la isla de Puerto Rico.[12] En relación al trabajo de las mujeres Fray Iñigo Abbad y Lasierra señala lo siguiente:
            “El trabajo de las mujeres es casi ninguno: no hilan ni hacen media, cosen muy poco, pasan la vida haciendo cigarros y fumando en las hamacas; las faenas de casa por cuenta de las esclavas".[13] 
Al parecer, las mujeres hacían poco o ningún trabajo doméstico. Definitivamente el trabajo en las casas era realizado por las esclavas. Posiblemente, Abbad y Lasierra pudo observar esa conducta de poco trabajo en la mujer pudiente que tenía esclavas. Tal vez, Fernández Méndez se refería a la mujer pobre y la mujer esclava cuando menciona que las mujeres en Puerto Rico eran muy trabajadoras. 

Criollas blancas

Para las criollas blancas de familias pobres el siglo XVII no fue un buen siglo, debido a que los hombres pudientes solo se fijaban en doncellas o viudas de familias pudientes. Muchas criollas blancas de familias pobres escogieron el claustro. [14] Para toda doncella de familia pudiente era importante contraer matrimonio con algún hombre pudiente y de buena familia. Lamentablemente, estas doncellas vivieron en un siglo XVII donde escaseaban los hombres. La mayoría de la población en la isla de Puerto Rico durante el siglo XVII estuvo compuesta por mueres. Este evento ocasiono un problema o dilema demográfico que afectaría a las doncellas criollas pudientes en su futuro.
Las amas de casa criollas debían realizar tareas de todos y vigilar el cumplimiento. Además, debían cuidar de los hijos y del marido.  Eran mujeres dedicadas y abnegadas ocupaban los ratos de ocio con devociones y labores de aguja. También bordaban, tejían medias para ellas y el resto de la familia y trabajaban en tapicería. Utilizaban una silla baja de madera que tenía el asiento inclinado hacia el respaldo de cuero conocida con el nombre de "turé" y "duho." Este mueble fue adaptación del dujo que utilizaban los tainos. 16  Mientras que Fray Iñigo Abbad y Lasierra señala que las mujeres se sentaban en banquillos y hamacas que tenían colgadas. [15]

La mujer en la Ciudad de San Juan

El autor Federico Ribes Tovar postula que en el año 1616 vivían en San Juan medio centenar de doncellas. Las hijas de nobles esperaban por entrar a un convento. Pero las hijas de los hacendados que estaban en la ruina y las nietas de los conquistadores tenían la esperanza de contraer matrimonio con hombres de igual condición social que ellas. Además, las posibilidades de que las nietas de los conquistadores contrajeran matrimonio con jóvenes igual que ellas eran pocas. Este aspecto sucedía debido a que los jóvenes distinguidos como ellas viajaban a otros lugares de América a buscar fortuna y nunca regresaban.[16] Hasta el momento no especifican los nombres de las nietas de conquistadores que menciona el autor Federico Ribes Tovar en su libro La Mujer Puertorriqueña Su vida y evolución a través de la historia. Pero el autor señala que los descendientes de los conquistadores siempre tenían trato diferencial y al parecer eran personas muy orgullosas. Pues su orgullo superaba la pobreza.[17]
Con la escasez de jóvenes distinguidos, las jóvenes distinguidas muchas veces preferían el convento a un matrimonio desigual. Pues al parecer el orgullo de estas jóvenes pudientes era tanto que si no conseguían un matrimonio al que ellas consideraban digno, preferían entrar en un convento. La mujer del siglo XVII tenía pocas opciones para su futuro. Pues si esta no contraía matrimonio debía entrar a un convento. Pero autores como Abbad y Lasierra, Federico Ribes Tovar y  Eugenio Fernández Méndez no mencionan un dato importante relacionado a la mujer del siglo XVII. La mujer que laboraba en el burdel. Sabemos que en el siglo XVIII existían burdeles en la isla de Puerto Rico. Pues el historiador Ángel López Cantos menciona en su libro Los puertorriqueños mentalidad y actitudes Siglo XVIII que los mejores burdeles estaban en la isla de Puerto Rico. 

La mujer importante elemento de la sociedad del XVII

El historiador Ángel López Cantos postula en su libro Historia de Puerto Rico (1650- 1700) en el año 1673 en la ciudad de San Juan la población contaba con 1,763 almas de más de 10 años de edad. Tal cantidad se dividía en sexos y razas. Además, el total de varones era de 627, mientras que el total de féminas era de 1,136. Habían 792 personas blancas, 304 pardos y 667 esclavos negros. 20 Definitivamente, se puede observar con estos datos estadísticos que el género femenino dominaba dicha población en la ciudad de San Juan. [18]
El historiador Ángel López Cantos postula que esta situación no sucedió en la segunda mitad del siglo XVII, sino que es una herencia del siglo XVI. Considerando que este evento se debe a la salida de los hombres de la isla en busca de mejores lugares donde encontrar un estilo de vida más llevadero. [19] Pero para resolver esta situación relacionada al desfase de sexos en la isla, justificaron que al abundar más mujeres que hombres y estas no producir, se convertían en una pesada carga para el cabeza de la familia. Si es que existía, porque posiblemente en muchas familias debieron ser las mujeres la cabeza de la familia. La mujer debía procurar los alimentos y esto daba lugar a que en muchas ocasiones fuera un tanto dudosa.[20]
Resultó necesario enviar soldados españoles a la isla de Puerto Rico para que estos contrajeran matrimonio con las isleñas y pudieran poblar la isla. Además, que consideraban necesario que abundara más el varón que la hembra. Pues al parecer, existían muchas mujeres como jefas de familia.[21] La idea consistía en enviar 50 hombres todos los años para el servicio del presidio, ordenando a todos los soldados que el que se casase se le borraría la plaza pudiendo quedarse como vecino. Esta idea tenía dos objetivos que era que los militares pudieran dedicarse mejor a sus funciones sin las trabas propias de la familia, y que los que deseaban casarse repoblaran la isla de Puerto Rico.[22] Sin embargo, la falta de hombres en Puerto Rico fue motivada por que la mayoría de ellos emigraban a otros lugares para mejorar su situación económica. Este evento de emigración en los hombres causó que las mujeres estuvieran en franca mayoría y a la vez en desventaja en el momento de elegir pareja.[23]

Infidelidades

La mujer casada conocida con el nombre de señora debía mantener respeto al padre en los hijos. [24] Además, no podía quejarse de las infidelidades de su esposo por que al hacerlo sería una falta de respeto y mucho menos dialogar con alguien sobre la conducta de su esposo.  ¿Con quien se desahogaría una mujer en el siglo XVII cuando el dialogar o escribir es necesario para desahogarse? Ni siquiera podía dialogar con el sacerdote sobre la conducta de su marido. ¿Qué harían las mujeres para poder desahogarse de esta situación de infidelidad? y ¿Alguna de ellas habrá escrito una carta o un diario para poder describir el dolor si sentía alguno sobre la conducta de su marido? Interrogantes que talvez en un futuro  podrán ser contestadas si se encontrara algún documento de una mujer despechada del siglo XVII. Pero debemos recordar que posiblemente la gran mayoría de las mujeres pudientes no sabían leer y escribir por la poca enseñanza de primeras letras que existía en la isla de Puerto Rico. 
Además, la figura que representaba a una mujer feliz era la figura de la " Santa Madre."[25] La mujer casada debía guardar respeto a su marido y  a esto se refería en ignorar sus aventuras de infidelidad. Esta tenía que dedicarse al cuidado de los hijos y su marido y si no tenía esclavas, debía ocuparse de la casa.29 La crianza de los hijos fue muy importante, pero a la vez lamentable por la poca instrucción de letras que existía en la isla. La mayoría de los jóvenes se casaban muy temprano sin conocer instrucción y las obligaciones del cristiano y ciudadano.[26]

Matrimonio en el siglo XVII

El historiador Ángel López Cantos postula en su libro Historia de Puerto Rico (1650- 1700) que la unión ilegitima de los soldados con las isleñas tenía su origen en la prohibición de contraer matrimonio con criollas. Además, los soldados no encontraban otra salida que el amancebamiento. Muchos de los militares que llegaban a la isla ya estaban casados y el amancebamiento aumentaba. Pero posiblemente algunos soldados se casaban con engaño y sucedía un delito mayor. Por esta situación del amancebamiento sucedió la prohibición de los matrimonios secretos. Pero los matrimonios secretos continuaron como es el caso del hijo del gobernador Juan de Robles Lorenzana con la hija del capitán Juan de Amezquita. [27]
Otra situación que tenía el sacramento del matrimonio era la pobreza que vivían los naturales de la isla. El historiador Ángel López Cantos postula que cuando fallecía el marido, la viuda debía establecerse con sus hijos en la casa de los abuelos. La mayoría de las veces se establecían en la casa de los abuelos maternos. Además, muchas familias solían compartir su existencia con algún negro libre.[28]
El historiador Ángel López Cantos postula que en una carta anónima de vecinos redactaron al rey que el gobernador Aguilera y Gamboa se había casado sin solicitar el permiso del rey. Se había caso con la hija del contador Alonso Meléndez Valdés. La preocupación de los vecinos era tendrían que beneficiar a los deudos de su mujer que tenía una familia muy dilatada. [29] 

Baile y fiestas

Pero no importaba las situaciones del diario vivir en la sociedad isleña del siglo XVII, también debían divertirse.[30] Los bailes y fiestas fueron muy populares en los siglos tempranos. Tanto hombres como mujeres iban a los bailes y fiestas. Incluyendo las esclavas y esclavos. Pero también tenían sus normas y reglas en estos actos de socialización y entretenimiento. Muy importante era que si algún hombre quería bailar con la mujer que estaba bailando con otro, debía pedir licencia, pues los hombres siempre estaban armados y como todos suelen tener la razón, el baile solía acabar a cuchilladas. 
El autor señala que también en las fiestas asistían algunas esclavas para servir a los circunstantes. Servían fuentes de masa hechas de harina, leche y miel, frascos de aguardiente y tabacos para fumar.[31] En cuanto a las fiestas, se celebran las corridas de caballos y también las niñas las llevan sentadas en el arzón de la silla de su caballo.[32] 
El cronista Abbad y Lasierra menciona que las mujeres van con igual o mayor desembarazo y seguridad que los hombres. Al parecer las mujeres van sentadas de medio lado sobre sillas a la grieta con solo un estribo. Además, las mujeres llevan espuelas y látigo para avivar la velocidad de los caballos. 

Situación de la mujer 

En el siglo XVII, la mujer no firmaba documentos y tampoco podía participar de testigo sin consentimiento de su marido. Para participar como testigo debía tener una especie de licencia con la autorización de su marido. Como es el caso de Doña Germana de Flores quien fue testigo de un caso en la villa de San German.  Doña Germana de Flores tenía 36 años de edad y como no sabía escribir, era su marido el que firmaba por ella.[33] El caso de la testigo Doña Germana de Flores es ejemplo de que el marido desidia muchas veces las decisiones de la mujer. Posiblemente, la mayoría del tiempo siempre era el marido quien tomaba decisiones por su esposa. 
En cuanto a la viuda, tenemos el caso de la esposa del alfero Juan Ximenez Moreno de ascendencia portuguesa, su esposa e hijos eran mantenidos por él. Su esposa era de la ciudad y pedía plaza de soldados para los hijos de ambos. Además, en el documento se referían a su esposa como una mujer virtuosa y de calidad, que quedó pobre y con tres hijos varones. La viuda pedía humildemente una manutención por los servicios de su difunto marido y plaza de soldados para sus hijos.[34]
En cuanto a la violación de las doncellas resulta interesante analizar el caso de violación de dos mujeres en San German. Las dos damas se acostaron con ambos hombres con palabras de casamiento y luego los dos hombres no cumplieron su palabra. Los hermanos Andrés Martin y Juan de Quiñones fueron los dos hombres que realizaron este tipo de violación a las dos mujeres. Juan de Quiñones fue acusado con el cabildo eclesiástico y estuvo fugitivo. En el caso de Andrés Martin , lo metieron a la cárcel, pero lo ayudaron a escapar. Algunos testigos del expediente manifestaron que la justicia de San German no daba importancias a estos casos y muchos padres de familia estaban preocupados por sus hijas doncellas para que estas no perdieran su honra, "virginidad." [35]

Conclusión

Definitivamente, la mujer enfrentó muchos retos en el siglo XVII. Lamentablemente, el siglo XVII no mejoró para la mujer. A la vez, este siglo fue una continuación del siglo XVI. Las mujeres tuvieron que vivir en un siglo donde abundaba la pobreza, escaseaban las telas para vestir, escaseaban los hombres y las injusticias continuaban. Aunque abundamos un poco sobre la mujer criolla pobre y pudiente, no debemos olvidar a las esclavas y mujeres negras. Pues ellas también son parte de la historia. 
Tenemos el caso que menciona la historiadora Enriqueta Vila Vilar en su libro Historia de Puerto Rico (1600 -1650) de una negra que decía que tenía en su barriga un espíritu que hablaba y se llamaba Pedro Lorenzo. [36] Esta negra fue exorcizada en una iglesia, pero otras negras decían que también entraba algo en su vientre y lo heredaban de unas a otras. El tema de la hechicería, la Inquisición y las esclavas también forma parte del papel de la mujer en el siglo XVII. Existe documentación en España donde se registraron eventos relacionados con la mujer en dicho siglo. Como son los casos del listado de damas de la Sociedad de la Ciudad de Puerto Rico[37], el testamento de una mujer pudiente de San Juan[38], mujeres dueñas de propiedades como Doña Elena de Valdés[39], muertes como el caso de la muerte de Juana Díaz en el Capitanejo[40], las muertes de muchas mujeres a causa de una epidemia y estas fueron nombradas al final del documento según su condición social[41], abortos como el terrible incidente del infante encontrado en las calles de la Ciudad[42], violaciones, matrimonios y otros casos de la vida cotidiana que resultan interesante y a la vez ricos en información para analizar y estudiar el papel de la mujer en el siglo XVII.


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