Celestina Cordero: pionera de
la educación puertorriqueña del siglo XIX
Gerardo Alberto Hernández
Aponte
Celestina
Cordero Molina fue una pionera en la educación primaria de las niñas en el
Puerto Rico del siglo XIX. Su vocación pedagógica provino de haber nacido en el
seno de una familia dedicada a la labor magisterial gratuita. Su ministerio
educativo se vio interrumpido por una enfermedad que la enajenó de la realidad.
Ante este escenario su hermana María Gregoria, una sobrina y otras personas
tuvieron que hacerse cargo de su escuela. Siempre se le menciona asociada a la
vida de su hermano el prócer negro, tabaquero y maestro Rafael Cordero Molina.
Este trabajo documenta porqué su figura permaneció invisible por muchos años.
Asimismo, explora cómo fue rescatada del olvido gracias a los movimientos
feministas. Igualmente aporta datos inéditos sobre su vida.
Las primeras
mujeres en el derecho puertorriqueño: ¿Por qué tenemos que seguir hablando del
tema?
Dra. Rose Marie Santiago Villafañe
Este trabajo versa sobre el tema de la
mujer en el derecho puertorriqueño. Se pretende identificar o auscultar las
características concomitantes que sirvieron de motor para que estas mujeres, en
un mundo “de hombres”, se desempeñaran en el ámbito legal de país.
Junto a ello, se
reconoce la importancia de la diversidad como un elemento vital general. Se
pretende un acercamiento al mundo del derecho, con la expectativa de mayor
representatividad para proveer el mejor servicio a la población en
general. En el análisis de la
mujer y el concepto “diversidad”, se hará un recorrido por la trayectoria de
las primeras mujeres abogadas de Puerto Rico, y sus características. El hecho de que sean mujeres es un hito en
la realidad histórica de cualquier país. Sin embargo, se intenta descubrir si dentro de esa
representatividad hay diversidad.
“In America
law is king,
and lawyers are members
of a governing class, constituting an aristocracy and enjoying an elevated
social and cultural status.” (Wald, 2011, 1)
Wald establece la preponderancia de la profesión legal y su
innegable posición de poder en la sociedad. Se esperaría que fuera una
profesión en la que la diversidad estuviese adecuadamente representada con el
propósito de promover la equidad como porta estandarte de la profesión.
“One might
expect that as high priests of our civic religion, lawyers would be at the
forefront of pursuing diversity and equality, if not outside of the legal
profession, at least within its ranks.” ( 2011, 1)
La inconsistencia, ambivalencia y
confusión en este sentido, aunque persisten, han sido características de la
profesión en Puerto Rico. Ante este atraso en términos de la diversidad, se
propone un acercamiento a las primeras mujeres abogadas en Puerto Rico. ¿Qué
características tienen en común de estas mujeres? ¿Hay diversidad dentro de las
primeras 50 mujeres en el Derecho?
Además de ser mujer, ¿a qué sectores
representan?
Finalmente, luego del análisis de las
primeras cincuenta semblanzas las categorías que permanecieron fueron las
siguientes: zona de nacimiento o lugar de residencia: padre y madre (lugar de
procedencia y ocupación); educación y profesión previas; familias con historial
dentro de las leyes; edad en la que se convierte en abogada; estado civil e hijos
durante los años de estudios. Sin embargo, antes de leer las semblanzas, se
habían establecido algunas otras categoría de las que no pudimos obtener datos,
por ejemplo; raza (color). Con esta, se pretendía corroborar los sectores
representados dentro de la diversidad. Sin embargo, el elemento de raza (color)
no pudo recogerse ya que los datos disponibles no atendían esta categoría. No
se hace referencia a la raza de las juristas, y aunque de la mayoría se
incluyen fotos, no sería una fuente fiable para establecer un patrón
significativo. En cuanto a la zona de nacimiento o lugar de residencia, se
deseaba establecer si el ámbito urbano o rural, era un factor determinante; sin
embargo, la información no era estándar para llegar a conclusiones adecuadas. En
cuanto el nivel socioeconómico los datos no estaban disponibles, y solo se
harán algunas inferencias asociadas a elementos como la profesión o puestos
ocupados por el padre y la familia.
Es importante comprender que las
batallas ganadas, como el acceso a la educación en Derecho, no garantizaba el
que estas mujeres finalmente ocuparan posiciones de poder en igualdad de
condiciones , situación que hoy se repite y se conoce como el techo de cristal
o “no problem problem”
Del 1917 al 1949 se gradúan la primera
50 mujeres que tuvieron acceso a la educación en Derecho: cincuenta en 32 años.
A esa razón de 1.7 mujeres al año, ¿cuántos hombres? ¿Qué por ciento
representan esas mujeres en la matrícula general? (Del 1917 al 1961 se gradúan
la primera 100; a razón de 2.2 en 44 años. la 51 se gradúa en 1949 al 1961 en
12 años las otras 50: a razón de 4.4 mujeres. Si se compara con los dados
actuales, en el que la mujer en la escuela de Derecho de la UPR, representa un
50 porciento, el aumento en representatividad de género es indudable y el
aumentos ha sido importante y vertiginoso.
En el ensayo inicial del libro se
establece que “para la clase del 1946, la noticia era que, de las doce personas
que se graduaban de Derecho, dos eran del “sexo débil.”” (p. 8) La frase
machista del texto “sexo débil”, hace referencia a un artículo del periódico El Mundo y
redactado por Ángel Cruz Cruz quien lo incluye en el titular “11 abogados entre
los 560 graduados: Hay dos miembros del sexo débil” “Los esposos Carrera
Benítez terminan una nueva carrera”, en referencia a que la pareja completan
sus estudios de Derecho. Entre las primeras 50 mujeres, solo 1, se desprende
que estaba casada mientras estudiaba. (Copia de la noticia en la página 8 del
libro).
Estas expresiones parecerían del pasado
remoto, sin embargo, en el artículo Pabón, Duplantier y Lacoste establece como
una de las barreras que se interponen en el desarrollo de la mujer en el campo
laboral son los estereotipos de género:
“A barrier
to women’s progress is gender stereotypes. Stereotypes still persists that men
are better fit to be leaders. For example, qualities traditionally associated
with leaders are masculine; such as forcefulness, assertiveness, and being
authoritative. However, when women exhibit these “masculine” behaviors they are
often punished.” (78)
Añade que otra de las barreras es que se
percibe al hombre como el más competente, por el simple estereotipo: ser
hombre. Da como ejemplo que los hombres ocupan posiciones de mayor liderato aún
en espacios en lo que la mujer ha presentado currículos del mismo nivel. Cita
el alto porciento de mujeres solteras y sin hijos a diferencia de un alto
porcentaje de hombres casados, (82) Otro de los elementos de interés en este
trabajo era si la mujer estaba casada y tenía hijos mientras estudiaba ya que
esto se podía ver como un elemento que no propiciaba la representatividad de
este sector quien tiene obligaciones marcadas socialmente, más allá de los
civil. En su artículo Pabón, Duplantier y Lacoste establecen como otra de las
barreras es la poca movilidad (relocalizarse para un mejor posición o puesto de
trabajo)de la mujer cuando entra a el ámbito profesional ya que muchas veces
depende de que ello incluya la posibilidad de hacerlo cuando se tienen una
familia.
Procede el análisis de las categorías
representativas en estas primeras 50 mujeres.
En cuanto al lugar de nacimiento y residencia, se puede establecer que
es muy variado. Antes de comenzar el estudio, se predijo que el área urbana,
cerca de los centros educativos, iba a propiciar el que las mujeres accedieran a la escuela de
Derecho. En cuanto a los datos recogidos, de los 50, 2 eran de San Juan, 3 de
Santurce, y 1 de Río Piedras por lo que, el espacio no fue factor determinante.
Aunque el elemento socioeconómico no se
explicita, se pudieron hacer inferencias de dos categorías predominantes:
profesión del padre y familias con historial en el mundo del derecho: dentro de
las primeras 50 sobresalen padres, periodistas, empresarios, políticos,
senadores, registrador de la propiedad, médicos, alcaldes, comerciantes. La
situación profesional de las madres se describe menos, aunque habría que
destacar que hay amas de casa, y alguna
esclava liberta, maestra o líder cívica.
Las mujeres que entraron a la Escuela de
Derecho y completaron su grado, la mayoría habían sido educadas en Colegios
asociados con las clases acomodadas; algunas poseían estudios previos y
profesiones (maestras, trabajadoras sociales), Bachilleratos, Prelegal, entre
otros.
Fue significativo ver que el historial de
la familia servía de apoyo para la decisión de entrar al mundo del derecho.
Aunque entre las primeras 50, destaca el caso de una mujer, quien tuvo que
batallar ya que su padre entendía que el derecho era un “mundo de machos” o de
un padre que quería que su hija estudiara Derecho, mientras la pasión era la
Medicina; y de otra que se enfrenta al patriarcado, y la que decide recoger
tomates para poder sufragar sus gastos. La información que se desprende de las
semblanzas, puede apoyar inferencia válidas para afirmar que la mayoría de
estas cincuenta mujeres pertenecían a un mundo socioeconómico, culto, con
posibilidades para apoyar la carrera laborar de estas insignes mujeres.
En la categoría “edad” la mayoría de las
mujeres estaban entre los 23 y 26 cuando completaron su carrera de derecho.
Además, solo se tiene información de dos, quienes estaban casadas mientras
estudiaban derecho por lo que esto era un elemento a su favor para la
consecución de las metas en un mundo de hombres. Solo 35 de 50, se casaron y, en la mayoría de los
casos, tuvieron entre 1 o 3 hijos. Situación que en el contexto de la época no
caracterizaba al resto de las mujeres amas de casa.
Una mirada
a las estadísticas de la ABA en “A Current Glance at Women in the Law,”
establece el crecimiento de la participación de la mujer en la profesión
jurídica. Sin embargo , se observan algunos ámbitos en los que aún no participa
de manera equitativa. En cuanto a la entrada a las escuelas de Derecho, se
reporta que para el 2012-13,un 52.2% eran mujeres quienes accedían a su primer
año y culminabas su JD. Con respecto a las primeras mujeres no se conoce si
todas que fueron admitidas, completaron el grado. Sin embargo sabemos que X
cantidad ejerció y X cantidad no continuaron o se insertaron en la profesión
jurídica luego de revalidar. Sería interesante conocer las razones para ello.
El análisis de estas primeras mujeres
lleva a destacar la importancia de la presencia de la mujer en el mundo del
derecho. Mujeres que vivieron en una época en la que la institución del
patriarcado determinaba el lugar de las personas en relación con el género como
característica definitorio. A pesar de ello, se puede apreciar que , a parte de
ser mujer, la representatividad no estaba completamente atendida. La mayor
parte de estas extraordinarias mujeres pertenecían a unos estratos
socioeconómicos pudientes que sirvieron de motor.
Una de las preocupaciones que quedan latentes es ver si los
factores menos representados en estas mujeres seleccionadas pueden tener que
ver con la autoexclusión de algunos sectores y si esto permea la
representatividad en la actualidad en las escuelas de Derecho del país.
No cabe duda que
todos los sectores deben estar representados en los diversos ámbitos sociales,
pero en el derecho debe ser primordial. Por tal razón, habría que, además de
aplaudir el acceso a la educación de las mujeres, poder discriminar si dichas
mujeres realmente son representativas de la sociedad en la que se desempeñan.
Referencias
American Bar Association (2014) A Current Glance at Women in the Law,
July 2014, Commission on Women in the Profession. Chicago: ABA.
Colegio de Abogados y Abogadas de
Puerto Rico. (2014). “Las primeras cien”. San Juan: Colegio de Abogados y
Abogadas de Puerto Rico.
Pabón M., Duplantier, A., y Lacoste,
N. Women Leaders in the Areas of Higher Education, the Legal Profession and
Corporate Boards: Continued Challenges and Opportunities, 9 Socio-Legal Rev. 60
(2013).
Wald, E. (fall, 2011). “A primer on diversity, discrimination, and
equality in the legal profession or who is responsible for pursuing diversity
and why”. 24 Geo. J. Legal Ethics, 1079
Esclavitud
y Estudios de Género: una
problematización
y un acercamiento teórico para el análisis de la cotidianidad.
Héctor R. Castrillón Costa, M.A.
Como sugerimos
en el título, esta presentación la hemos preparado de forma que podamos
examinar la problemática histórica que buscamos resolver, demostrar la teoría
que hemos aplicado y el resultado del análisis que esta nos ha provisto. Este estudio es parte de mi tesis de maestría
titulada Esclavitud y Vida Cotidiana en
Naguabo entre los años 1824 y 1872, la cual defendí con éxito hace unos
meses y que persigue ampliar el análisis de esas prácticas cotidianas que se
desarrollaban entre esclavos y propietarios y que en ocasiones otras
investigaciones históricas no habían atendido.
Nos preguntamos,
¿cuál era la participación de las mujeres propietarias de esclavos en la
sociedad esclavista? ¿Necesitaban
siempre la presencia o el respaldo de un hombre para desenvolverse en el
comercio de esclavos? ¿Surgían
relaciones de solidaridad o desprecio entre mujeres libres y mujeres
esclavas? ¿Cómo reaccionaban los amos al
saber que habían procreado un hijo con una de sus esclavas? ¿Qué estrategias utilizaban algunas mujeres
esclavas para liberar a sus hijos?
Finalmente, ¿qué teorías y conceptos podrían abrirnos el camino que nos
llevase a contestarnos semejantes interrogantes?
La investigación se
realizó en el Archivo General de Puerto Rico, principalmente examinando los
Protocolos Notariales de Naguabo entre los años antes mencionados. Esta documentación ya había sido utilizada
por otros investigadores para construir trabajos que enfatizaban los aspectos
económicos de la esclavitud en Naguabo.[1] La teoría marxista que revela el comercio y
la producción económica de las principales haciendas agrícolas del municipio,
su énfasis en la clasificación de los esclavos por su sexo, edad y funciones en
el trabajo, el estudio demográfico de la población y los enfoques cuantitativos
no permitieron acercarnos a las problemáticas que nos propusimos atender. Procedimos entonces a reinterpretar estas
fuentes partiendo de un enfoque cultural que nos permitiera observar y analizar
esas relaciones cotidianas que surgieron entre los miembros de la sociedad
naguabeña en el siglo XIX.[2] Para esta presentación en particular hemos
especificado en nuestra teoría dos conceptos que nos ayudaron a resolver las
problemáticas que expusimos al principio.
Estos son vida cotidiana y estudios de género.
Para el concepto
vida cotidiana seguimos los razonamientos de Emma León quien en su obra Usos y discursos teóricos sobre la vida
cotidiana presenta una crítica importante a la visión funcionalista y
utilitarista de las relaciones cotidianas dentro de un espacio social. Plantea la autora que entender la
cotidianidad como un proceso de reproducción cuya única finalidad es satisfacer
las necesidades de supervivencia de los miembros de una sociedad, impide la
observación y el análisis de otras prácticas cotidianas que construyen las
personas fuera de los determinismos de las estructuras de poder. Así mismo, esta forma de entender la vida
cotidiana identifica como meros espectadores a los restantes miembros de la
sociedad que carecen de poder para transformar o romper los patrones de
comportamiento, esto debido a su falta de fuerza conflictiva organizada.[3] En palabras más sencillas, el desligarnos de
las visiones utilitaristas y funcionalistas nos permitió observar en la
sociedad esclavista de Naguabo en el siglo XIX, esas prácticas cotidianas que
no necesariamente están determinadas por las estructuras de poder,
particularmente las económicas y las relaciones internacionales, cuyos enfoques
ha predominado en la mayoría de las investigaciones acerca de esclavitud en
Puerto Rico.
Para el concepto género hemos aplicado tres
razonamientos de Joan Scott planteados en su ensayo El género: una categoría útil para el análisis histórico.[4] Estos
nos ayudaran en el análisis de los casos que presentaremos más adelante. Primero, el concepto estudios de género nos
permitió observar las relaciones cotidianas surgidas entre los hombres y las
mujeres miembros de una sociedad determinada.
Igual que Joan Scott, entendemos que el concepto historia de las mujeres
resulta limitante para nuestros interés, pues implica analizar las prácticas
cotidianas de ambos sexos de forma separada y diferenciada por los elementos
biológicos y no por las construcciones culturales. Esta situación nos dificultaría el
razonamiento de toda la complejidad social, asunto de mayor interés para
nosotros. Segundo, Joan Scott entiende
el género como “el campo primario dentro del cual o por medio del cual se
articula el poder”.[5] Más adelante veremos algunos ejemplos de esas
relaciones de poder entre hombres y mujeres que se manifestaban alejadas de las
estructuras dominantes de la sociedad esclavista. Tercero, Joan Scott exhorta a los
historiadores a no limitarse a la narración de las cosas que hacían las
mujeres, sino a penetrar esa superficie y plantearnos los significados de esas
acciones que realizaban.
Para alcanzar este objetivo, los investigadores debemos
integrar el estudio de las acciones cotidianas de los sujetos, la organización social junto con sus
construcciones culturales y a la naturaleza de sus interrelaciones. Explicada la aplicación que utilizaremos de
los conceptos vida cotidiana y estudios de género, procedemos al análisis de
las problemáticas históricas que nos propusimos al iniciar esta presentación.
María
Dolores Luque de Sánchez en su artículo titulado Con pasaporte francés en el
Puerto Rico del siglo XIX (1778-1850), nos
invita a prestarle “especial atención (a) las mujeres inmigrantes puesto que un
grupo de ellas rompe con el estereotipo decimonónico de la mujer pasiva. El 61% de las mujeres se desempeñaron como
propietarias en el ramo de la agricultura y el comercio”.[6] Por otra parte, Fernando Picó en su libro Ponce y los rostros rayados. Sociedad y
esclavitud 1800-1830, argumenta que en ocasiones las esposas de los
emigrados llegaban a Puerto Rico antes que sus cónyuges por lo que quedaban a
cargo de sus hogares. Esta situación
provocaba que tuviesen que asumir el control de la familia y los bienes
materiales. De la misma forma, al
enviudar muchas mujeres heredaban las riquezas y las deudas de sus difuntos
maridos, por lo que en ocasiones se vieron en la necesidad de vender algunos de
sus esclavos para saldarlas.[7] Nuestra investigación en Naguabo encontró
varias mujeres que al enviudar se volvieron a casar con otro hacendado,
consolidando de esta forma las riquezas de ambos. En otros casos algunas mujeres junto a algún hombre que les sirviese de apoderado,
asumieron las riendas de las haciendas que habían heredado, integrándose y
participando activamente en el comercio de esclavos en Naguabo.
Sin embargo, nos preguntamos ¿acaso hubo mujeres solteras
que sin la participación o respaldo de un hombre hayan participado en el
comercio de esclavos, ejecutando de esta manera prácticas cotidianas
generalmente realizadas por hombres?
Encontramos dos mujeres solteras y tres mujeres libertas que
mencionaremos a continuación.
Las dos mujeres
solteras fueron: doña Magdalena Pressus quien realizó tres ventas y una compra
de esclavos. Estas fueron: el 15 de
abril de 1842 le vendió el esclavo Luis, quien era de Martinica y tenía
cuarenta años, a don Francisco Lebrón de Humacao.[8] Luego el 3 de abril de
1843 se lo volvió a comprar.[9] El 9 de marzo de 1844 le vendió el esclavo
Larry, quien era de Guadalupe y tenía cuarenta y un años, a don Jaime
Gillespie.[10] Y el 2 de septiembre de 1847 le vendió la
esclava María Francisca, quien era francesa y tenía veintiocho años, a don
Marcos Osorio de Humacao.[11] La otra mujer soltera fue doña María Antonia
de Castro quien realizó una venta y dos compras. Estas fueron: el 24 de septiembre de 1836 le
compró la esclava Janí, quien era africana, hablaba un poco de francés y tenía
treinta años, a don Pedro Roca.12
Ese mismo día se la vendió a don Francisco Buso.[12] También el 17 de octubre de 1835 le compró la
esclava María a dos Pedro Morales.14
Las tres mujeres libertas fueron: Arce Jaques, una francesa que el
23 de marzo de 1838 le vendió el mulatico
Valentín de quince años a don Pedro Cabrera.[13]
Ysabel Rouyol, una mulata de treinta años que el 7 de enero
de 1834 le vendió la esclava Sofía de cuarenta y cinco años al Sr. Márquez de
Pirry.[14] Finalmente, María Castro quien el 8 de enero
de 1834 le compró la esclava Lorenza de cincuenta años a don Simón Santiago.17
Estos cinco casos
nos parecen señalar que en la sociedad esclavista de Naguabo, la capacidad de
participar en el comercio de esclavos no era una exclusiva de los hombres. De la misma forma, la ausencia de un
apoderado en las transacciones comerciales registradas en los Protocolos
Notariales indica, que las mujeres libres no necesariamente necesitaban
adquirir el poder de comprar o vender esclavos a través de la presencia de un
hombre. Particularmente cuando
analizamos como tres mujeres ex esclavas, que habiendo estado bajo el dominio
de las estructuras esclavistas, al liberarse, adquirieron la capacidad de
comprar y vender esclavos. En
conclusión, nos atreveríamos a sugerir que la participación en el comercio
esclavo no se circunscribía necesariamente a las representaciones o a los
significados de los roles de ambos géneros, sino al status de libre o
esclavo. En otras palabras, la condición
de esclavo era la que limita la capacidad de participar en el comercio, no el
género de las personas.
Nos preguntamos,
¿surgían entre mujeres libres y mujeres esclavas relaciones de solidaridad o
desprecio? Encontramos dos casos que
podrían arrojarnos luz acerca de esta situación. Primero, en 1836 doña Eufemia Herrera
enviudo, heredando los esclavos que poseía su difunto esposo don Mármol. Entre estos se encontraba María Torres, una
esclava de diecisiete años y quien era hija del difunto y de su otra esclava
llamada Juana. A solo semanas de la
muerte de su marido, doña Eufemia Herrera vendió a María Torres y aun cuando
encontramos que realizó otras ventas de esclavos que datan hasta el año 1847,
nunca vendió a Juana.[15] Esta transacción nos permite inferir una
posible relación problemática o de incomodidad entre la viuda y el producto de
la infidelidad de su difunto esposo. El
acto de venderla casi inmediatamente después de la muerte de don Mármol, nos
lleva a concluir que doña Eufemia Herrera utilizó su poder como propietaria
para sacar de su casa a María Torres, sin embargo permitió que la esclava Juana
permaneciera a su lado. ¿Habrá
desarrollado doña Eufemia
Herrera un tipo de solidaridad con su esclava Juana y un
sentimiento de desprecio hacia su hija María Torres? ¿Respondería ese desprecio a sentimientos
construidos culturalmente que dirigían el coraje y la vergüenza de una
infidelidad contra los hijos y no necesariamente contra la mujer?
El segundo caso ocurrió el 22 de mayo de
1847 cuando la esclava María acompañada de su propietaria doña María Ramos
presentaron un reclamo contra don Francisco Pou. Alegaba la esclava María que don Francisco
Pou la había seducido y que quedando embarazada, este le había prometido que le
otorgaría la carta de libertad a su hijo.
Don Francisco Pou contesto que el hijo no era de él y que como
pertenencia suya se lo había vendido a don Joaquín Primo residente de San
Lorenzo. El alcalde de Humacao entendió
que por tratarse de un asunto de paternidad le correspondía a la esclava
demostrar con evidencia la veracidad de su alegato. No pudiendo presentar ninguna evidencia, doña
María Ramos negociaba con don Joaquín Primo la compra del niño esclavo para
“aliviar las penas de mi criada”.[16] En este caso podemos observar como la esclava
María recurre al amparo del poder de su propietaria doña María Ramos para
enfrentar a su antiguo amo don Francisco Pou, quien respaldado por las
estructuras de dominación, tiene formas de evitar el cumplimiento de su
promesa. Así mismo podemos identificar
como la propietaria, sea por un interés sentimental de solidarizarse con una
mujer que aparenta haber sido engañada por su antiguo amo o por el interés
económico de que su esclava al reunirse con su hijo pueda ser más productiva en
sus tareas, se solidariza con su reclamo y busca la forma de ayudarle. Nos preguntamos sino no habrá un poco de
ambos intereses en la intervención de doña María Ramos en favor de su esclava
María.
Nos preguntamos,
¿cómo reaccionaban los hombres que procreaban hijos con alguna de sus
esclavas? ¿Las rechazaban o preferían
liberarlas y comenzar una familia? ¿Eran
estas mujeres esclavas totalmente inocentes y víctimas de la seducción de estos
hombres? Nuestra investigación en
Naguabo encontró cinco casos en los que un hombre libre embarazó a alguna de
las esclavas de residía en la hacienda.
Estos fueron: el 30 de febrero de 1830 don Miguel liberó a
Eugenia y a su hija Ramona.
Sin embargo, no liberó ninguno de los otros hijos que tenía Eugenia.[17] El 6 de octubre de 1832 don Francisco Miguel
liberó a Paula y a su hijo Juan
Saturnino.[18] El 30 de marzo de 1841 don Pedro Pilar liberó
a María Bibiana y a su hija
Eusebia.[19] El 13 de abril de 1841 don Pedro Donato
liberó a Petrona y a su hijo José Gregorio.[20] Finalmente, el 25 de noviembre de 1844 don
José Meléndez liberó a María y a su hijo de dos meses llamado Ciprián.[21]
Como podemos
observar, en la totalidad de los casos el hombre asumió la carga económica de
comprarle la carta de libertad tanto a la mujer como a su hijo respondiendo al
deseo de mantenerlos unidos y quizás formar una familia. También notamos como en el caso de don Miguel
ese sentimiento no se produjo hacia los otros hijos que tenía la esclava
Eugenia y que no eran de él. Rafael Díaz
Díaz en su obra Esclavitud, región y
ciudad: el sistema esclavista urbano-regional en Santafé de Bogotá, 1700-1750, desarrolla los conceptos de
“acercamiento y alejamiento” para describir la prácticas de algunas esclavas de
acercarse a la cotidianidad de sus amos para conseguir mayores espacios de
libertad en la esclavitud e inclusive la libertad.[22] Si tomamos esta aseveración como cierta y
entendemos como nos indica Joan Scott que el género es “el campo primario
dentro del cual o por medio del cual se articula el poder”, podríamos concluir
que estas relaciones cotidianas que surgieron entre estos amos y sus esclavas
son producto de lo que yo llamaría una ilusión
de dominio. Esto significa que los
amos, empoderados por las estructuras de dominación que colocan a sus esclavas
como su propiedad privada, creen seducirlas hasta llevarlas al sexo, cuando en
realidad son ellas quienes con su sexualidad los dominan a ellos con el fin de
conseguir la libertad tanto de ellas como de sus hijos. El concepto de ilusión de dominio es uno que introducimos a la discusión de las
relaciones de poder entre los géneros y que pensamos que podría ayudarnos a
esclarecer cómo se construían y que resultados se obtenían de esas relaciones
cotidianas entre hombres libres y mujeres
esclavas.
Sin duda el tema de las relaciones de
género en la esclavitud en Puerto Rico es un campo abierto que amerita la
investigación y el análisis con nuevas teorías y conceptos que nos permitan
entender esa cotidianidad que en ocasiones ha escapado el interés de la
historiografía puertorriqueña. Esperamos
que esta presentación haya provocado el interés por inmiscuirse en tan
interesante tema.
El Papel de la Mujer en el Puerto Rico del Siglo XVII
Noemí Rivera De
Jesús
Introducción
El trabajo que se presenta a
continuación es un estudio relacionado al rol que desempeñaba la mujer en el
siglo XVII en la isla de Puerto Rico. El XVII es un siglo en Puerto Rico donde
abundaba la pobreza, la necesidad de productos y la escasez de hombres en la
isla. También dicho siglo es visto por los historiadores como una herencia del
siglo XVI. La mujer siempre ha realizado aportaciones a la historia de Puerto
Rico desde la época precolombina. Pero observamos que en los libros de textos
de Historia de Puerto Rico son pocas las líneas y oraciones que aparecen
relacionadas a la importancia de la mujer en nuestra historia. Específicamente
en los siglos tempranos como los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero en este caso,
analizaremos el rol de la mujer en el siglo XVII. ¿Qué papel desempeñaba la
mujer en el siglo XVII?, ¿Cuáles fueron las aportaciones de la mujer en el
Puerto Rico del siglo XVII? y ¿Cómo sobrevivió la mujer en un Puerto Rico donde
escaseaban los hombres? Estas interrogantes motivaron a la autora a verificar e
indagar en fuentes primarias y secundarias relacionadas a la historia de Puerto
Rico para buscar los eventos de la mujer en el Puerto Rico del siglo XVII. Debemos recordar que la escasa documentación
relacionada a siglos tempranos en la isla de Puerto Rico y relacionada a la mujer
en dicho siglo es una limitación en este análisis. Pero a la vez, resulta
fascinante el intentar reconstruir el pasado de la mujer en el Puerto Rico de
siglos tempranos como el siglo XVII.
Vestimenta de la mujer
La vestimenta de la mujer en el Puerto
Rico del siglo XVII fue una vestimenta sencilla debido a la pobreza que se
atravesaba en la isla. Definitivamente, existió diferencia entre la vestimenta
de la mujer pudiente, la mujer pobre y la esclava. Abbad y Lasierra describe la vestimenta de la
mujer en el Puerto Rico del siglo XVII mencionando las diferencias de la
vestimenta común y la vestimenta utilizada para los bailes. [1]
Mientras que las mujeres blancas y pudientes utilizaban una cadena de oro en el
cuello y en algunas ocasiones algún escapulario. Además, el sombrero fue una
pieza importante de la mujer debido a la descripción de Abbad y Lasierra. El
cronista señala que tanto la mujer pobre como las pudientes siempre utilizaban
sombrero para los bailes. Pero destaca que las mujeres pudientes adornaban su sombrero
con cucuyos, cucubanos y otras mariposas de luz.[2]
El historiador Ángel López Cantos
postula que las telas escaseaban en la isla de Puerto Rico. [3]
Muchas féminas debían permanecer en sus casas y no podían visitar la iglesia
debido a que carecían de vestidos. [4] Sin embargo, la situación llegaba a tal
extremo que muchas féminas no podían cumplir con los deberes de la iglesia.
Esta situación se daba debido a la escasez de tela y vestidos. Las mujeres no
tenían vestidos decentes para poder presentarse en la iglesia. Pero se
necesitaba con urgencia ropa hecha. [5]
Según Ángel López Cantos, en la balandra holandesa conocida como " La
Catarina" encontraron piezas de la tela y otros productos pero embargaron
gran cantidad de prendas de vestir. [6]
En dicha balandra se encontraron
vestidos que pertenecían a la marinería y que deberían ser de los hombres. Pero
encontraron que la mayoría de las prendas de vestir eran para mujeres y como en
dicha balandra no venía ninguna fémina, definitivamente fueron vestidos para ser
vendidos. Este evento es evidencia del comercio de ropa usada que existía en el
siglo XVII.[7] La vestimenta de la mujer era muy compleja.
Con relación a la ropa interior era un ceñidor, un corpiño que algunos llevaban
incorporados una soya. Además, una camisa que la mayoría de las veces estaba
bordadas y con encajes. Mientras que las enaguas podían ser de distintos
géneros. Como el lienzo y el tafetán color rosado con galones de oro. [8]
El historiador Ángel López Cantos clasificó los vestidos de
las puertorriqueñas pudientes como
auténticos objetos suntuarios y de gran valor. Llegando al extremo de que un
vestido de damasco color azul y rosado, guarnecido con galones de oro costaba
300 pesos. Mientras que unos zarcillos de oro y perlas también costaban 300
pesos. [9]
Además, se desconoce las hechuras, pero si se tuvo conocimiento de las telas
que confeccionaban y los adornos que utilizaban. Los tejidos más utilizados por
las féminas eran el tafetán negro, la capichola, el raso blanco y combinados en
azul y morado, azul y rosa, el damasco adornado con puntas grandes negras, el
brocado en raso y la tela anteada, sin faltar el terciopelo. [10]
La mujer rica de la isla de Puerto Rico tenía algunos
complementos en su vestimenta que posiblemente la distinguía de la mujer pobre.
Algunos de esos elementos de distinción fueron un manto de levantar que era de
lana o tafetán. Otro de los elementos u objetos fueron los velos para la
iglesia, mangos postizos, mantones de calle de seda y de encajes, pañuelos de
Holanda, ribereados de encajes y los guantes. Mientras que en los pies llevaba
medias de seda y calcetas de hilo. [11]
En cuanto a las joyas algunas mujeres pudientes utilizaban sortijas de
diamantes, esmeraldas, aderezos de esmeraldas y rubíes. Además, utilizaban
pulseras de perlas y granates, zarcillos de perlas, gargantillas de cuentas de
oro, perlas y corales. También utilizaban rosarios de perlas y cruces con la
imagen en oro.12
El trabajo de las mujeres en el Siglo XVII
Según Eugenio Fernández Méndez,
las mujeres de la isla de Puerto Rico eran las más hermosas de todas las
indias, honestas, virtuosas y muy trabajadoras. También de lindo juicio, que
los Gobernadores Don Enrique y Don Iñigo decían que todos los hombres prudentes
se habían de venir a casar a la isla de Puerto Rico.[12]
En relación al trabajo de las mujeres Fray Iñigo Abbad y Lasierra señala lo
siguiente:
“El trabajo de las mujeres es casi
ninguno: no hilan ni hacen media, cosen muy poco, pasan la vida haciendo
cigarros y fumando en las hamacas; las faenas de casa por cuenta de las
esclavas".[13]
Al parecer, las mujeres hacían
poco o ningún trabajo doméstico. Definitivamente el trabajo en las casas era
realizado por las esclavas. Posiblemente, Abbad y Lasierra pudo observar esa
conducta de poco trabajo en la mujer pudiente que tenía esclavas. Tal vez,
Fernández Méndez se refería a la mujer pobre y la mujer esclava cuando menciona
que las mujeres en Puerto Rico eran muy trabajadoras.
Criollas blancas
Para las criollas blancas de
familias pobres el siglo XVII no fue un buen siglo, debido a que los hombres
pudientes solo se fijaban en doncellas o viudas de familias pudientes. Muchas
criollas blancas de familias pobres escogieron el claustro. [14]
Para toda doncella de familia pudiente era importante contraer matrimonio con
algún hombre pudiente y de buena familia. Lamentablemente, estas doncellas
vivieron en un siglo XVII donde escaseaban los hombres. La mayoría de la
población en la isla de Puerto Rico durante el siglo XVII estuvo compuesta por
mueres. Este evento ocasiono un problema o dilema demográfico que afectaría a
las doncellas criollas pudientes en su futuro.
Las amas de casa criollas debían realizar tareas de todos y
vigilar el cumplimiento. Además, debían cuidar de los hijos y del marido. Eran mujeres dedicadas y abnegadas ocupaban
los ratos de ocio con devociones y labores de aguja. También bordaban, tejían
medias para ellas y el resto de la familia y trabajaban en tapicería. Utilizaban
una silla baja de madera que tenía el asiento inclinado hacia el respaldo de
cuero conocida con el nombre de "turé" y "duho." Este
mueble fue adaptación del dujo que utilizaban los tainos. 16 Mientras que Fray Iñigo Abbad y Lasierra
señala que las mujeres se sentaban en banquillos y hamacas que tenían colgadas.
[15]
La mujer en la Ciudad de San Juan
El autor Federico Ribes Tovar postula
que en el año 1616 vivían en San Juan medio centenar de doncellas. Las hijas de
nobles esperaban por entrar a un convento. Pero las hijas de los hacendados que
estaban en la ruina y las nietas de los conquistadores tenían la esperanza de
contraer matrimonio con hombres de igual condición social que ellas. Además,
las posibilidades de que las nietas de los conquistadores contrajeran
matrimonio con jóvenes igual que ellas eran pocas. Este aspecto sucedía debido
a que los jóvenes distinguidos como ellas viajaban a otros lugares de América a
buscar fortuna y nunca regresaban.[16]
Hasta el momento no especifican los nombres de las nietas de conquistadores que
menciona el autor Federico Ribes Tovar en su libro La Mujer Puertorriqueña Su vida y evolución a través de la historia.
Pero el autor señala que los descendientes de los conquistadores siempre tenían
trato diferencial y al parecer eran personas muy orgullosas. Pues su orgullo
superaba la pobreza.[17]
Con la escasez de jóvenes distinguidos,
las jóvenes distinguidas muchas veces preferían el convento a un matrimonio
desigual. Pues al parecer el orgullo de estas jóvenes pudientes era tanto que
si no conseguían un matrimonio al que ellas consideraban digno, preferían
entrar en un convento. La mujer del siglo XVII tenía pocas opciones para su
futuro. Pues si esta no contraía matrimonio debía entrar a un convento. Pero
autores como Abbad y Lasierra, Federico Ribes Tovar y
Eugenio Fernández Méndez no mencionan un dato importante relacionado a
la mujer del siglo XVII. La mujer que laboraba en el burdel. Sabemos que en el
siglo XVIII existían burdeles en la isla de Puerto Rico. Pues el historiador
Ángel López Cantos menciona en su libro Los
puertorriqueños mentalidad y actitudes Siglo XVIII que los mejores burdeles
estaban en la isla de Puerto Rico.
La mujer importante elemento de la sociedad del XVII
El historiador
Ángel López Cantos postula en su libro Historia
de Puerto Rico (1650- 1700) en el año 1673 en la ciudad de San Juan la
población contaba con 1,763 almas de más de 10 años de edad. Tal cantidad se
dividía en sexos y razas. Además, el total de varones era de 627, mientras que
el total de féminas era de 1,136. Habían 792 personas blancas, 304 pardos y 667
esclavos negros. 20 Definitivamente, se puede observar con estos
datos estadísticos que el género femenino dominaba dicha población en la ciudad
de San Juan. [18]
El historiador Ángel López Cantos postula que esta
situación no sucedió en la segunda mitad del siglo XVII, sino que es una
herencia del siglo XVI. Considerando que este evento se debe a la salida de los
hombres de la isla en busca de mejores lugares donde encontrar un estilo de
vida más llevadero. [19]
Pero para resolver esta situación relacionada al desfase de sexos en la isla,
justificaron que al abundar más mujeres que hombres y estas no producir, se
convertían en una pesada carga para el cabeza de la familia. Si es que existía,
porque posiblemente en muchas familias debieron ser las mujeres la cabeza de la
familia. La mujer debía procurar los alimentos y esto daba lugar a que en
muchas ocasiones fuera un tanto dudosa.[20]
Resultó necesario enviar soldados
españoles a la isla de Puerto Rico para que estos contrajeran matrimonio con
las isleñas y pudieran poblar la isla. Además, que consideraban necesario que
abundara más el varón que la hembra. Pues al parecer, existían muchas mujeres
como jefas de familia.[21]
La idea consistía en enviar 50 hombres todos los años para el servicio del
presidio, ordenando a todos los soldados que el que se casase se le borraría la
plaza pudiendo quedarse como vecino. Esta idea tenía dos objetivos que era que
los militares pudieran dedicarse mejor a sus funciones sin las trabas propias
de la familia, y que los que deseaban casarse repoblaran la isla de Puerto
Rico.[22]
Sin embargo, la falta de hombres en Puerto Rico fue motivada por que la mayoría
de ellos emigraban a otros lugares para mejorar su situación económica. Este
evento de emigración en los hombres causó que las mujeres estuvieran en franca
mayoría y a la vez en desventaja en el momento de elegir pareja.[23]
Infidelidades
La mujer
casada conocida con el nombre de señora debía mantener respeto al padre en los
hijos. [24]
Además, no podía quejarse de las infidelidades de su esposo por que al hacerlo
sería una falta de respeto y mucho menos dialogar con alguien sobre la conducta
de su esposo. ¿Con quien se desahogaría
una mujer en el siglo XVII cuando el dialogar o escribir es necesario para
desahogarse? Ni siquiera podía dialogar con el sacerdote sobre la conducta de
su marido. ¿Qué harían las mujeres para poder desahogarse de esta situación de
infidelidad? y ¿Alguna de ellas habrá escrito una carta o un diario para poder
describir el dolor si sentía alguno sobre la conducta de su marido?
Interrogantes que talvez en un futuro
podrán ser contestadas si se encontrara algún documento de una mujer
despechada del siglo XVII. Pero debemos recordar que posiblemente la gran
mayoría de las mujeres pudientes no sabían leer y escribir por la poca
enseñanza de primeras letras que existía en la isla de Puerto Rico.
Además, la figura que representaba a una mujer feliz era la
figura de la " Santa Madre."[25]
La mujer casada debía guardar respeto a su marido y a esto se refería en ignorar sus aventuras de
infidelidad. Esta tenía que dedicarse al cuidado de los hijos y su marido y si
no tenía esclavas, debía ocuparse de la casa.29 La crianza de los
hijos fue muy importante, pero a la vez lamentable por la poca instrucción de
letras que existía en la isla. La mayoría de los jóvenes se casaban muy
temprano sin conocer instrucción y las obligaciones del cristiano y ciudadano.[26]
Matrimonio en el siglo XVII
El historiador Ángel López Cantos
postula en su libro Historia de Puerto
Rico (1650- 1700) que la unión ilegitima de los soldados con las isleñas
tenía su origen en la prohibición de contraer matrimonio con criollas. Además,
los soldados no encontraban otra salida que el amancebamiento. Muchos de los
militares que llegaban a la isla ya estaban casados y el amancebamiento
aumentaba. Pero posiblemente algunos soldados se casaban con engaño y sucedía
un delito mayor. Por esta situación del amancebamiento sucedió la prohibición
de los matrimonios secretos. Pero los matrimonios secretos continuaron como es
el caso del hijo del gobernador Juan de Robles Lorenzana con la hija del
capitán Juan de Amezquita. [27]
Otra situación que tenía el sacramento del matrimonio era
la pobreza que vivían los naturales de la isla. El historiador Ángel López
Cantos postula que cuando fallecía el marido, la viuda debía establecerse con
sus hijos en la casa de los abuelos. La mayoría de las veces se establecían en
la casa de los abuelos maternos. Además, muchas familias solían compartir su
existencia con algún negro libre.[28]
El historiador Ángel López Cantos postula que en una carta
anónima de vecinos redactaron al rey que el gobernador Aguilera y Gamboa se
había casado sin solicitar el permiso del rey. Se había caso con la hija del
contador Alonso Meléndez Valdés. La preocupación de los vecinos era tendrían
que beneficiar a los deudos de su mujer que tenía una familia muy dilatada. [29]
Baile y fiestas
Pero no importaba las situaciones
del diario vivir en la sociedad isleña del siglo XVII, también debían divertirse.[30]
Los bailes y fiestas fueron muy populares en los siglos tempranos. Tanto
hombres como mujeres iban a los bailes y fiestas. Incluyendo las esclavas y
esclavos. Pero también tenían sus normas y reglas en estos actos de
socialización y entretenimiento. Muy importante era que si algún hombre quería
bailar con la mujer que estaba bailando con otro, debía pedir licencia, pues
los hombres siempre estaban armados y como todos suelen tener la razón, el
baile solía acabar a cuchilladas.
El autor señala que también en
las fiestas asistían algunas esclavas para servir a los circunstantes. Servían
fuentes de masa hechas de harina, leche y miel, frascos de aguardiente y
tabacos para fumar.[31]
En cuanto a las fiestas, se celebran las corridas de caballos y también las
niñas las llevan sentadas en el arzón de la silla de su caballo.[32]
El cronista Abbad y Lasierra
menciona que las mujeres van con igual o mayor desembarazo y seguridad que los
hombres. Al parecer las mujeres van sentadas de medio lado sobre sillas a la
grieta con solo un estribo. Además, las mujeres llevan espuelas y látigo para
avivar la velocidad de los caballos.
Situación de la mujer
En el siglo XVII, la mujer no
firmaba documentos y tampoco podía participar de testigo sin consentimiento de
su marido. Para participar como testigo debía tener una especie de licencia con
la autorización de su marido. Como es el caso de Doña Germana de Flores quien
fue testigo de un caso en la villa de San German. Doña Germana de Flores tenía 36 años de edad
y como no sabía escribir, era su marido el que firmaba por ella.[33]
El caso de la testigo Doña Germana de Flores es ejemplo de que el marido
desidia muchas veces las decisiones de la mujer. Posiblemente, la mayoría del
tiempo siempre era el marido quien tomaba decisiones por su esposa.
En cuanto a la viuda, tenemos el caso de la esposa del
alfero Juan Ximenez Moreno de ascendencia portuguesa, su esposa e hijos eran
mantenidos por él. Su esposa era de la ciudad y pedía plaza de soldados para
los hijos de ambos. Además, en el documento se referían a su esposa como una
mujer virtuosa y de calidad, que quedó pobre y con tres hijos varones. La viuda
pedía humildemente una manutención por los servicios de su difunto marido y
plaza de soldados para sus hijos.[34]
En cuanto a la violación de las doncellas resulta
interesante analizar el caso de violación de dos mujeres en San German. Las dos
damas se acostaron con ambos hombres con palabras de casamiento y luego los dos
hombres no cumplieron su palabra. Los hermanos Andrés Martin y Juan de Quiñones
fueron los dos hombres que realizaron este tipo de violación a las dos mujeres.
Juan de Quiñones fue acusado con el cabildo eclesiástico y estuvo fugitivo. En
el caso de Andrés Martin , lo metieron a la cárcel, pero lo ayudaron a escapar.
Algunos testigos del expediente manifestaron que la justicia de San German no
daba importancias a estos casos y muchos padres de familia estaban preocupados
por sus hijas doncellas para que estas no perdieran su honra, "virginidad."
[35]
Conclusión
Definitivamente, la mujer
enfrentó muchos retos en el siglo XVII. Lamentablemente, el siglo XVII no
mejoró para la mujer. A la vez, este siglo fue una continuación del siglo XVI.
Las mujeres tuvieron que vivir en un siglo donde abundaba la pobreza,
escaseaban las telas para vestir, escaseaban los hombres y las injusticias
continuaban. Aunque abundamos un poco sobre la mujer criolla pobre y pudiente,
no debemos olvidar a las esclavas y mujeres negras. Pues ellas también son
parte de la historia.
Tenemos el caso que menciona la
historiadora Enriqueta Vila Vilar en su libro Historia de Puerto Rico (1600 -1650) de una negra que decía que
tenía en su barriga un espíritu que hablaba y se llamaba Pedro Lorenzo. [36]
Esta negra fue exorcizada en una iglesia, pero otras negras decían que también
entraba algo en su vientre y lo heredaban de unas a otras. El tema de la
hechicería, la Inquisición y las esclavas también forma parte del papel de la
mujer en el siglo XVII. Existe documentación en España donde se registraron
eventos relacionados con la mujer en dicho siglo. Como son los casos del
listado de damas de la Sociedad de la Ciudad de Puerto Rico[37],
el testamento de una mujer pudiente de San Juan[38],
mujeres dueñas de propiedades como Doña Elena de Valdés[39],
muertes como el caso de la muerte de Juana Díaz en el Capitanejo[40],
las muertes de muchas mujeres a causa de una epidemia y estas fueron nombradas
al final del documento según su condición social[41],
abortos como el terrible incidente del infante encontrado en las calles de la
Ciudad[42],
violaciones, matrimonios y otros casos de la vida cotidiana que resultan
interesante y a la vez ricos en información para analizar y estudiar el papel
de la mujer en el siglo XVII.
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