Metamorfosis:
de las Hijas de la Libertad al Cuerpo de Enfermeras de la
República
del Partido Nacionalista de Puerto Rico, 1932-1937
José
Manuel Dávila Marichal, MA
Luego
de la elección de Pedro Albizu Campos como Presidente del Partido Nacionalista
de Puerto Rico, el 11 de mayo de 1930, las mujeres comenzaron a ser reclutadas,
integradas y organizadas dentro de la colectividad, como nunca antes. No debe
extrañar esa acción, pues el nuevo presidente favorecía la participación
política de la mujer en el estado colonial siempre y cuando su compromiso
político estuviese al servicio de la lucha por la independencia de la Isla.[1]
Puerto Rico necesitaba la mujer libertadora, aquella dispuesta a dar su vida
por la libertad de la patria. A ella iban dirigidas sus prédicas: “Saludemos a
la mujer libertadora. La patria quiere sumarse inmediatamente a sus fuerzas.”[2]
El
ingreso y organización de las mujeres dentro del movimiento libertador debe
enmarcarse como parte del proceso político puertorriqueño. En 1917, como
consecuencia del Acta Jones, el asunto del voto femenino comenzó a discutirse
en Puerto Rico y fue clave en el desarrollo el movimiento feminista del país. A
partir de ese año, las mujeres puertorriqueñas, organizadas en diferentes
asociaciones sufragistas, comenzaron a reclamar
su derecho al sufragio, igualdad social y jurídica, así como una mayor
participación en la política.[3]
Años después, como parte de este proceso, las
nacionalistas también comenzaron a exigir el derecho a mayor
participación política dentro del partido. En 1932, un grupo de sesenta y dos
jóvenes nacionalistas, estudiantes de la Escuela Superior Central de Caguas,
reunidas en el hogar del Vicepresidente del Partido Nacionalista de Puerto
Rico, Luis García Casanova, tomó la iniciativa de organizar la Asociación de
las Hijas de la Libertad en esa ciudad. Lamia Azize Mawad fue electa la
Presidenta de la Asociación. En dicho encuentro establecieron los objetivos de
la entidad, que girarían en cuatro líneas de acción:
1) Por la
restauración de la república de Puerto Rico, soberano e independiente, libre de
toda imposición extraña;
2) Por la
defensa del prestigio y la honorabilidad de la institución hogareña de la
Patria;
3) Por la
infiltración, en el corazón de los hijos, de ideales que conduzcan a la acción
patriótica;
4) Por la
difusión entre el elemento femenino de la Nacionalidad, de los principios que
informan la causa nacionalista. [4]
En los propósitos de la Asociación, las jóvenes
establecieron la intención de seguir los pasos del Partido Nacionalista y
luchar por la restauración de la República de Puerto Rico y contra el proceso de desintegración de la
nacionalidad puertorriqueña, ante el avance del proyecto de americanización que
impulsaba en la Isla la metrópoli. Consideraban, además, que la obra de
redención de la patria esclavizada descansaba principalmente en la mujer, ya
que era la mujer como madre-educadora, la que perpetuaba en las futuras
generaciones los valores de la nacionalidad y formaría los futuros patriotas. Consideramos que, como sucedió con las
sufragistas, las Hijas de la Libertad justificaron su participación política
sin que ésta afectara su imagen social ante aquellos que creían que las mujeres
no tenían ni voz ni voto en la política, y que sus deberes eran con el hogar. Ante este escenario, la estrategia discursiva
de las jóvenes tenía que presentar su incorporación a la lucha como extensión
de sus funciones en el hogar, y destacar los beneficios que traería su
participación para la lucha por la independencia, como futuras madres-educadoras. Al asumir esta postura hicieron eco de las
nociones de género imperantes en la época.[5]
La noticia de la organización de las Hijas de la Libertad fue muy bien
recibida por el Partido Nacionalista. De hecho, la Junta de Damas Nacionalistas
de Río Piedras le comunicó a Azize Mawad que la felicitaba por “tan plausible
idea” y que estaban a su disposición incondicionalmente. Además, le sugirieron
que constituyera la Asociación en cada una de las escuelas superiores de Puerto
Rico.[6] La
documentación sugiere que, con el apoyo
de las Juntas de Damas del Partido Nacionalista, las Hijas de la
Libertad se organizaron en los principales pueblos de la Isla: Aguadilla,
Arecibo, Guayama, Jayuya, Ponce, Humacao, Mayagüez, Utuado, Río Piedras,
Santurce y San Juan. En sus comienzos,
la asociación operó con cierto de grado de autonomía del Partido Nacionalista.
De hecho, en marzo de 1933, las asociadas organizaron, en la ciudad de Caguas, una Asamblea Nacional Extraordinaria, en la
cual se nombró el Consejo Nacional de la institución.[7]
No obstante, con el transcurso del tiempo las asociadas se incorporarán al
Partido Nacionalista.
La prédica de Albizu Campos
sobre la importancia de la organización y la disciplina militar generó
simpatías entre las mujeres nacionalistas y algunas de ellas reclamaron una
participación más activa en la organización revolucionaria del movimiento. No
se conformaban con el programa desarrollado por las Hijas de la Libertad, ni
con los roles que les asignaban los líderes del movimiento, sino que querían
cumplir con el juramento que habían hecho, y morir junto al hombre en la lucha
por rescatar a la Patria de “las garras imperialistas.”[8]
Es por esta razón que, en julio de 1932, siguiendo la orientación de los
Cadetes de la República, las mujeres de la Junta de Damas Nacionalistas de San
Juan deciden militarizarse y adoptan un uniforme: falda negra (campana polka),
blusa blanca, chalina negra, cruz negra en el brazo izquierdo y gorrito negro
adornado con dos machetes en miniatura cruzados y una estrella, para los
efectos de la campaña y de comisiones.[9]
Las Hijas de la Libertad
también se reestructuraron e imitaron la trayectoria de sus mentoras
nacionalistas. Como parte de la reorganización militar comenzaron a usar
uniforme, que consistía en falda, blusa y gorra, “cuyos colores hacían juego
con el uniforme de los Cadetes.”[10]
Este era utilizado solamente en las paradas y conmemoraciones nacionalistas.
También se otorgaron rangos militares. Por ejemplo, Margot Adrover era la
capitana de las Hijas de la Libertad de Jayuya.[11] Siguiendo la tradición militar, a algunos de
los capítulos se les llamó batallones o divisiones; entre éstos sobresalen el
Batallón Bracetti,[12]
y la División “La Hija del Caribe.”[13] Los nombres de los batallones y divisiones de
las Hijas de la Libertad sugieren que éstas buscaban emular a aquellas mujeres
puertorriqueñas que lo habían ofrendado todo en la lucha por la independencia
de Puerto Rico. También se les exhortaba que imitaran a Juana de Arco, mártir
de la lucha revolucionaria francesa.[14]
Como parte de la reorganización, las asociadas
comenzaron a recibir instrucción militar básica. Se les enseñaba a marchar,
bajo las mismas instrucciones que los Cadetes de la República, para que
participaran junto a ellos en las actividades cívico-militares organizadas por
el Partido Nacionalista. La primera vez que la prensa informó sobre la
presencia de las Hijas de la Libertad fue el 28 de mayo de 1932, en el
periódico El Mundo, con motivo de un
mitin celebrado en Utuado, el 23 de mayo, que contó con la participación de
Pedro Albizu Campos.[15]
Ese día, las sesenta jóvenes que componían el capítulo local de las Hijas de la
Libertad marcharon por las calles de la población junto al batallón local de la
Asociación Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños, compuesto por ciento
cincuenta miembros, bajo el mando de Luis Baldoni.
Además de recibir instrucción militar, las Hijas de
la Libertad tenían la obligación de
asistir a reuniones periódicas que servían de capacitación ideológica. Estas charlas
le brindaban la oportunidad a las jóvenes -en su mayoría obreras o estudiantes-
de aprender sobre aspectos diversos que, de otro modo, no podrían conocer.
Recordemos que el sistema de instrucción pública de estos años era parte del
proyecto asimilista iniciado con la invasión estadounidense a Puerto Rico.[16]
En ocasiones, el propio Presidente del Partido Nacionalista y Comandante en
Jefe de la organización, se reunía con las organizaciones cívico-militares del
nacionalismo y los orientaba sobre diferentes temas, ya fueran históricos,
patrióticos o militares. A manera de ejemplo, Albizu les platicaba sobre el
valor y la importancia de los símbolos nacionales.[17]
Esto explica por qué el día que ocurrió la Masacre de Ponce, Dominga Cruz
Becerril, al ver caer al suelo la Bandera de Puerto Rico, se lanzó y la
recogió. Al preguntársele por qué la había recogido, en vez de salvar su vida,
ella contestó: “Porque mi maestro me enseñó que la bandera de la patria nunca
debe caer al suelo.”[18]
Dominga
Cruz afirmó que, con el pasar del tiempo, las nacionalistas comenzaron a
demandar y a luchar por un mejor puesto que el de ser Hijas de la Libertad.
Éstas querían destacarse como mujeres, no querían imitar al hombre, querían ser
enfermeras y aprender los primeros auxilios para ayudar a los Cadetes, por si
en algún momento acontecía un suceso y eran heridos.[19]
Consideramos que la idea de organizar a las Hijas de la Libertad en Enfermeras
del Partido Nacionalista, la sugirió Albizu Campos. Recordemos que este era
militar y en el juicio que se llevó a cabo en su contra en 1936, comentó que
desde hacía cinco años, tenía planificado organizar un cuerpo de enfermeras
dentro del Partido Nacionalista.[20]
De esta forma, tanto Albizu Campos como las mujeres nacionalistas no escaparon
a las nociones de género de la época, ya que el cuidado de los enfermos y de
los heridos de guerra es una de las tareas tradicionalmente asignadas a las
féminas.
En 1933, en la asamblea del
Partido Nacionalista, las damas de Mayagüez presentaron una resolución para
organizar la Cruz Roja Puertorriqueña, la cual fue aprobada.[21]
Sin embargo, este organismo no se concretó. Un año más tarde, el 23 de
diciembre de 1934, en la Decimocuarta Convención Nacional Ordinaria del Partido
Nacionalista presentaron la resolución nuevamente, firmada por Albizu Campos y
otros reconocidos líderes del nacionalismo, que leía “Las mujeres bajo la denominación Hijas de la Libertad formarán el cuadro
de enfermeras.”[22]
No obstante, ésta fue rechazada. Sin embargo, no fue impedimento para que el
Presidente del Partido terminara el acto sugiriéndole a los nacionalistas
“formar en el Cuerpo de Cadetes y a las mujeres a adiestrarse como enfermeras
para futuras emergencias.”[23]
Consideramos que el plan de militarización no fue aprobado porque no todos los
nacionalistas favorecían este proceder. Muchos veían con sospecha la
militarización del movimiento y apoyaban estrictamente la vía eleccionaria y
diplomática.
En
la asamblea de 1935, las mujeres decidieron actuar. Dominga Cruz Becerril, Hija
de la Libertad y líder nacionalista de Mayagüez, presentó la moción a nombre de
las mujeres nacionalistas de su municipio, “Yo llevé el documento de las
mujeres a la Asamblea, las mujeres querían ser enfermeras dentro del Cuerpo de
Cadetes de la República.”[24]
En la Asamblea, la petición cayó en las manos del Presidente del Partido
Nacionalista. Se suponía que cada cual leyera su moción, pero Albizu quedó
fascinado y decidió leerla, dijo: “voy a leer una resolución aquí de una dama”[25].
La resolución fue aprobada por aclamación, según Dominga Cruz, “Las mujeres
vencimos allí”. [26]
Consideramos que las mujeres triunfaron como consecuencia de la lucha que
ejerció el Presidente del partido en cuanto a la urgente necesidad de la
organización militar y de la presión de las mujeres nacionalistas; por la
ausencia de aquellos que estaban en contra de la militarización del partido; y
como mecanismo de defensa inmediata,
pues durante este período los nacionalistas eran constantemente hostigados por
las fuerzas represivas del régimen.
También,
en la asamblea de 1935, siguiendo la tradición revolucionaria de los ejércitos
libertadores hispanoamericanos, se dignificó al Cuerpo de Cadetes de la
República y al Cuerpo de Enfermeras con el nombre de “Ejército Libertador de la República.”[27]
En realidad era un nombre simbólico con connotaciones de planificación
prospectiva, ya que los Cadetes y
Enfermeras no componían un ejército formal por la ausencia de armas y equipo
militar. La Junta Nacional decretó que todos los nacionalistas tenían que enlistarse en el Ejército
Libertador, entre los días 7 y 22 de enero de 1936 .[28]
A las Enfermeras de la República se les otorgó un
nuevo uniforme que era todo blanco, y se les invitaba a asistir a cursos de
primeros auxilios, en donde debían “aprender a curar a un herido.” [29]
Su función debía ser la de auxiliar a los cadetes en alguna situación que así
lo ameritara. Además, eran instruidas en movimientos básicos militares ya que,
al igual que las Hijas de la Libertad, las enfermeras tenían el deber de
asistir y marchar en las conmemoración nacionalistas.
La educación que recibían era separada de los
hombres y se la ofrecía una enfermera o nacionalista que se considerara capaz
de desempeñar el cargo. Por ejemplo, la Directora del Cuerpo de Enfermeras de
Ponce, María Hernández, era enfermera de profesión.[30]
Sin embargo, la directora del cuerpo en Mayagüez, Dominga Cruz, no lo era,
aunque “trató de darles lecciones de primeros auxilios, pero no tuvo mucho
éxito.”[31]
A pesar de la instrucción, no se logró que todas las
jóvenes pertenecientes al Cuerpo recibieran el adiestramiento. Tampoco se
consiguió reclutar a una gran cantidad de mujeres, ya que -según Albizu Campos-
a las mujeres era más difícil hacerlas seguir el curso. La documentación nos
sugiere que el Partido Nacionalista, controlado por hombres, invirtió la
mayoría de su energía en la organización de los varones en los Cadetes de la
República. Esto se debe a dos razones principales: primero, por el elemento
práctico, era más fácil organizar a los hombres, porque precisamente componían
el grueso de la matrícula del partido. Segundo, porque los nacionalistas
consideraban que, ante la eventualidad de un posible choque armado entre los
nacionalistas y las fuerzas represivas del gobierno colonial, era más
importante concentrarse en la instrucción militar de los hombres, ya que éstos
serían los primeros en derramar su sangre en combate.
Las
Enfermeras de la República tuvieron corta vida ya que fueron desarticuladas en
1937, como consecuencia de la Masacre de Ponce. La participación de las mujeres
dentro de la estructura militar del nacionalismo estuvo al servicio del
proyecto mayor masculino sobre el orden y la jerarquía social. Por ejemplo, las
Hijas de la Libertad y el Cuerpo de Enfermeras eran rehenes de la jerarquía
militar nacionalista, cuya jefatura recaía sobre los hombres del Partido. De
hecho, la participación de las mujeres dentro de la Asociación de las Hijas de
la Libertad o el Cuerpo de Enfermeras no iba dirigida a la igualdad entre los sexos,
siempre se destacó su otredad. Por
ejemplo, esta condición se manifiesta en el hecho de que a las mujeres siempre
les tocó ser auxiliares de los cadetes. Como mencionamos anteriormente, las
enfermeras tenían el deber simbólico de llevar a cabo una misión que
tradicionalmente se le ha asignado a las mujeres, cuidar a los heridos en
guerra. También la otredad quedaba manifestada en el hecho de que, por lo
general, marchaban detrás de los hombres. En el código de honor de la
caballería nacionalista, eran los hombres, los “caballeros”, los primeros que
debían ofrendar sus vidas en el campo de batalla. Decía Albizu Campos,
“Solamente cuando el enemigo haya conseguido pasar por encima de los cadáveres
de los hombres, es que es permisible la ofrenda de la vida de la mujer, que es
la fuente de la nacionalidad.”[32] Hubo mujeres que hicieron eco de ese
discurso. Afirmaban que si los hombres no cumplían con su deber, les tocaba a
ellas hacer la Revolución. A manera de ejemplo, en octubre de 1935, la Junta
Femenina Nacionalista de Jayuya, le envió un mensaje de solidaridad a Albizu
Campos, en el cual le manifestaban que había hombres para hacer la Revolución
con él, pero que si ellos no cumplían, la harían las mujeres.[33]
También la otredad de las mujeres quedaba manifestada
al tener que ser instruidas y educadas separadas de los hombres, ya que sus
cualidades y atributos no eran los mismos. Para los nacionalistas, como señala
María Barceló-Miller, las mujeres se distinguían por su sutileza, delicadeza, generosidad,
pureza y espiritualidad.[34] A
manera de ejemplo, el día que se constituyó en Santurce la división local de
las Hijas de la Libertad, el nacionalista y estudiante universitario, Herminio
A. Concepción, se refirió a la mujer puertorriqueña de la siguiente manera: “La generosidad de
su alma y la pureza de sus sentimientos harán renacer la dignidad colectiva y
la fe de su corazón será potencia orientadora que precipitará la hora inmensa
de la proclamación de la república.”[35]
Como consecuencia de dichas cualidades, los varones asumían posturas paternales
y protectivas hacia las mujeres. El día que ocurrió la Masacre de Ponce, la
Directora del Cuerpo de Enfermeras de Mayagüez, Dominga Cruz Becerril narró que
cuando los líderes del movimiento se percataron de la presencia de la policía
en Ponce, acordaron que las Enfermeras no marcharían con la intención de
protegerlas. Luego cambiaron de opinión, pero Dominga da a entender que el
cambio respondió a la insistencia de las mujeres.[36]
A
pesar de la actitud paternalista del movimiento nacionalista y de que siempre
se destacó su otredad dentro de la colectividad, las mujeres lograron, con el
apoyo de Albizu Campos, tomar la iniciativa, adelantar sus intereses y abrir el
camino que les permitió adentrarse en la organización militar y tener una mayor
intervención dentro del Partido Nacionalista y la política puertorriqueña: en
la toma de decisiones referentes a la agrupación de las mujeres dentro de la
colectividad, organización de asociaciones exclusivamente de mujeres alrededor
de toda la Isla; en participación en cursos de capacitación ideológica e
instrucción militar, y participación activa y militante en las protestas y
conmemoraciones nacionalistas. Además, estos triunfos le permitieron a algunas
mujeres excepcionales ganarse el respeto de los hombres al demostrar que eran
poseedoras de valor, disciplina y compromiso. El respeto se manifestó en la
inclusión de algunas mujeres en los cuadros revolucionarios del movimiento
libertador. Entre ellas destacan, Blanca Canales, Candita Collazo, Julia de
Burgos y María Roura González de Quiñones Escuté. Canales, quien fue Hija de la
Libertad y Enfermera de la República, narra en sus memorias que tuvo el
privilegio de ser aceptada en el grupo de revolucionarios del Partido Nacionalista
para participar en misiones y en actividades de lucha subterránea.[37]
Collazo también fue integrante de las Hijas de la Libertad y, en 1937, fue
acusada y enjuiciada por colocar, junto a otros nacionalistas, una bomba
envuelta en una bandera de Estados Unidos en el balcón de la residencia del
Sacerdote Aguilera.[38]
La poeta Julia de Burgos fue vice-presidenta de las Hijas de la Libertad[39]
y formaba parte de un grupo nacionalista que llevaba a cabo prácticas de tiro
al blanco en una finca en Río Piedras.[40]
María Roura González de Quiñones Escuté participó en misiones clandestinas
junto a los hombres del partido.[41]
Mediante todas estas victorias, las mujeres nacionalistas lograron trascender
aquellos discursos que les consignaban como único rol el cuidado del hogar y de
los niños.
El
desarrollo del movimiento femenino en la época trujillista
República
Dominicana 1930-1961
Cristina Maldonado Caro
“La sed de sangre del dictador no se sacia
hasta que
devora sus propias entrañas”
Jean-Jacques Rousseau
La marginación y la
opresión vivida por los ciudadanos y las ciudadanas dominicanos bajo la
dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo, dio paso para la creación de
nuevas filosofías y vertientes en contra de la dictadura. El desarrollo de
grupos antitrujillistas fue clave para mostrar el descontento de las fuerzas
populares dominicanas. No obstante las mujeres dominicanas ya tenían una
responsabilidad histórica, tratándose de causas patrióticas. Las mujeres
jugaron un rol importante desde la independencia dominicana del 1844. Se habían
fundado varias aulas para el desarrollo intelectual de las damas dominicanas.
Sin embargo las mujeres fueron un foco de lucha bajo la dictadura de Trujillo.
Fueron mujeres que luchaban bajo el gobierno y en una época totalmente machista
y patriarcal. Entre las mujeres que lucharon se distinguen las hermanas
Mirabal, que lucharon frente a frente contra las políticas de opresor. No
obstante surgieron figuras como Evangelina Rodríguez y Ercilia Pepín, que
expresaron su sentir públicamente. Mientras que un sin número de mujeres
dominicanas optaron por el exilio para poder gozar de libertades que en su gran
patria no tenían. En su grosor, las mujeres exiliadas decidieron emigrar a la
isla de Puerto Rico.
A través de este estudio
recorreremos por el pasado dictatorial de lo que fue la República Dominicana de
Trujillo realzando sus puntos positivos y negativos, mientras se convivían con
cambios sociales en el mundo entero. Sin embargo, el crecimiento del movimiento
feminista se dio con la censura y la opresión de este momento histórico. Las
mujeres dominicanas, específicamente las provenientes de clases educadas se
vieron responsables de hacer proliferar este moviendo dentro de los regímenes
de la dictadura. Es por esto que actualmente algunas de ellas son consideradas
como heroínas en la historia dominicana.
Movimiento 14 de junio
El 14 de
junio de 1959, fue el día donde tropas que consistían de hombres y mujeres
exiliados/as de procedencia dominicana, llegaron a su patria en forma de
guerrillas buscando derrocar el dictador Trujillo. La expedición se organizó en
la isla de Cuba. Este movimiento no tuvo éxito, ya que al llegar fueron
capturados por las fuerzas del gobierno de Rafael Trujillo.[42] No se
descarta que fue un evento que hizo despertar a la población sumida en el
régimen de la dictadura y que creó conciencia de la falta de derechos y
libertades que los y las pobladores/as dominicanos/as vivían en ese momento
histórico. Es por este evento de explosión patriótica que se crea el movimiento
14 de junio.
El movimiento 14 de junio, tenía como misión unir a
los grupos antitrujillistas para poder planear un golpe contra Trujillo y sus
políticas de censura, opresión y desigualdad. Sin embargo el movimiento 14
de junio logró reunir a hombres y mujeres alrededor del todo el país
dominicano. El mecanismo de estar ubicados en diferentes sectores del país, le
hacía más difícil a la guardia nacional y a las fuerzas espías el poder
descubrirlos. Sus participantes en su gran mayoría eran personas educadas y que
habían tenido acceso a la universidad. No obstante algunos provenían de
familias que apoyaban la dictadura.[43]
Catalogados como “jóvenes rebeldes”, el movimiento 14 de junio logró
organizarse y crear un plan para el derrocamiento de Rafael Leónidas Trujillo.
Entre los planes del
movimiento, se hace hincapié la participación femenina en el mismo, dándoles a
las féminas un rol importante en la lucha armada del movimiento. Es en este
momento que llegan al escenario histórico las hermanas Mirabal. Aunque hay que
reconocer que la participación de dichas mujeres se dio por la por el
protagonismo directo de sus cónyuges en la lucha. Cabe recalcar que la primera
reunión del movimiento fue en casa de Patria Mirabal y su esposo Pedro.[44] Quizás es
una de las razones por las que a esta primera reunión solo van dos féminas,
Dulce María Tejada Gómez y Minerva Mirabal. Como resultado directo de la
primera reunión, sale presidente del movimiento Manolo Navares Justo, esposo de
Minerva Mirabal. Manolo y su esposa habían realizados sus estudios en derecho
en la universidad de Santo Domingo y el estado dictatorial nunca les permitió
ejercer su profesión.
Sin embargo las mujeres
jugaban un papel importante en la lucha antidictatorial. Según el Diario Internacional,
en su página web, narra cómo se dio el movimiento de “Las Mariposas”. Minerva Mirabal fue la responsable de
autodenominarse “Mariposa”, como nombre clandestino para su misión dentro del
movimiento 14 de junio. Entre las misiones que les tocaban a las mujeres
se encontraban, conseguir fondos monetarios, medicamentos y confeccionar
mochilas para la proyectada guerrilla. Mientras que fue en la casa de Patria
Mirabal, precisamente en un cuarto, el lugar de almacenamiento de las
municiones y armamentos del movimiento 14 de junio.[45]
Aunque las
mujeres si tenían participación en el movimiento 14 de junio, no tenían
tanto protagonismo decisivamente hablando como los hombres. No obstante las
féminas participantes en el movimiento no estuvieron exentas a la persecución y
al aciago de la dictadura de Trujillo. El primer miembro del movimiento en ser
arrestado por las fuerzas trujillistas fue Marcos Pérez Collado, que fue
delatado por un familiar, esto por hacer comentarios negativos de régimen en
público.[46] Desde ese momento los eventos se volvieron
turbios y los miembros del 14 de junio tuvieron que vivir con miedo a
las fuerzas del dictador.
Posteriormente los
apresamientos se hicieron inevitables, pero aún desde la cárcel continuaban con
sus ideales. Una táctica ideada en la
cárcel por Manolo que estaba siendo torturado fue mencionar a los que ya habían
sido presos o a los hijos de familias auspiciadoras del movimiento 14 de
junio y/o de procedencia burguesa en un intento desesperado para que se
detuviera el exterminio.[47]
De hecho,
muchos de los apresados por conspirar contra la dictadura de treinta y
un años, murieron por causa de las mismas torturas. Aunque la mayoría de
los participantes del movimiento no tuvieron un final muy agradable, debo
reconocer la heroica participación que gestionó este grupo. Aunque fue mucha la
sangre que se vertió, hombres y mujeres lucharon por la anhelada libertad que
no podían tener en su tierra. Sin lugar a dudas, el movimiento 14 de junio
hizo que la población viera y sintiera la indignación contra las fuerzas
dictatoriales de la República. Un sinnúmero de personas aunque no participaron
directamente del movimiento si sintieron el látigo de la dictadura. Para el
gobierno estas personas eran llamadas los “desafectos”. Es decir, el gobierno
de la dictadura les hacía expedientes sobre los encarcelados y sus familiares.
Como resultado
directo no podían ejercer trabajos en el gobierno ni en las empresas
privadas en las cuales
la mayoría aspiraba a laborar.[48]
Feminismo en la época Trujillista
“¿Cómo podría yo romper esa ola de independencia
Femenina que se extiende por el mundo?…”
Antonio Salazar
Como ya he mencionado
anteriormente el movimiento femenino en la República Dominicana tuvo auge
durante el mandato del dictador Trujillo. Aunque para la Real Academia Española
el feminismo es una doctrina social favorable a la mujer, a quien concede
capacidad y derechos reservados ante los hombres y exige igualdad, en una
sociedad patriarcal es difícil para la mujer poder encontrar la igualdad
social. Si a esto le
añadimos una dictadura que atenta contra los derechos y libertades
dentro la sociedad dominicana, la situación de las mujeres tuvo que haber sido
terrible. Sin embargo, el general Rafael Leónidas Trujillo afirmó que estaba de
acuerdo con el movimiento femenino y sus logros en las artes y ciencias.[49]
Tras la llegada al
poder, Trujillo apoya al movimiento femenino y logra conceder uno de los
anhelos para el movimiento feminista. En el país dominicano algunas mujeres se
habían organizado desde la década del los veinte y habían fundado La Acción
Feminista Dominicana. Esta organización se propuso unas metas. Entre las metas
estaban: concienciar sobre los derechos civiles y políticos, y convencer sobre
la necesidad y conveniencia de que las mujeres respaldaran la posición de apoyo
a la reelección de Trujillo.[50] En reacción a este movimiento que apoyaba a
la dictadura, para el año de 1934 se aprobó la ley de participación femenina en
las urnas. Participaron 96,427 mujeres durante la elección. Como símbolo de
gratitud, las mujeres partidarias el movimiento feminista, le otorgaron al
Presidente Trujillo la Medalla de la Paz.[51] La ley de
sufragio femenino no fue la única ley en las cuales las féminas se vieron
complacidas. Para el 1940, el Senado abolió el Código Napoleónico, que tenia
vigor desde el siglo XIX, para reconocer a las mujeres la equidad en el Código
Civil dominicano. [52] De acuerdo
con la historiadora Myrna Herrera Mora, existe
la posibilidad de que algunas feminista no se percataran de la manipulación de
la que fueron objeto.”[53]
Hay que admitir que el
dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo aceptó la aprobación de estas
leyes a favor de las mujeres, ya que el movimiento feminista respaldaba su
régimen dictatorial. Las mujeres que participaban del movimiento de la Acción
Feminista Dominicana, enaltecían la figura del dictador públicamente. Es decir,
este grupo de mujeres no atentaba con el poder y las políticas del “jefe”.
Aunque las mujeres de la AFC, estaban reconocidas como feministas, había otras
mujeres que tildaban al gobierno como patriarcal y monárquico y hasta hicieron
expresiones públicas contra el régimen dictatorial.
La primera mujer en
hacer sus expresiones públicas contra el gobierno fue Evangelina Rodríguez.
Esta dama había realizado sus estudios en Europa y gozó de las libertades y los
derechos en las cuales los ciudadanos y ciudadanas gozaban en esa parte del
mundo. Entre sus expresiones contra el dictador, Evangelina lo tildaba de
traidor, esto por traicionar el gobierno de Horacio Vázquez.[54] Por otra
parte incitaba a las fuerzas populares dominicanas a “enfrentar la tiranía”.
Como consecuencia directa a Evangelina, el Estado dictatorial la apresó. Como
otra más de las víctimas del régimen fue golpeada y luego la abandonaron a su
suerte. Aún así logró sobrevivir, pero según Myrna Herrera, Evangelina vivió en
la miseria. Se desempeñó como médica a los exiliados españoles y campesinos en
la colonia de Pedro Sánchez en el Sibao.[55]
Otra de las primeras mujeres que luchó contra el
régimen fue Ercilia Pepín a quien se le conoce por su protagonismo como
educadora en el país dominicano. Ercilia fue participante directa de uno de los
primeros atentados contra Trujillo. Los protagonistas de este atentado fueron
arrestados y asesinados por las fuerzas de la dictadura y Ercilia colocó un
lazo negro en la entrada de la escuela donde trabajaba en representación al
dolor y luto. Rápidamente fue destituida de su puesto como principal de la
escuela.[56] No obstante, hubo muchas mujeres que lucharon
desde el anonimato y no pasaron a la historia oficial.
Entre las luchas de
algunas mujeres desde el anonimato, se encuentra el silencio. El silencio de
muchas para delatar a enemigos del régimen y que fueran golpeados o hasta impedir
la muerte de los condenados. Igualmente, exilian mujeres que llevaban
materiales de aseo a las cárceles donde se encontraban esposos, hijos o
simplemente compañeros de la causa contra el régimen. A través del tiempo las
“féminas del anonimato” prestaban sus hogares para reuniones y hasta ocultar a
los prófugos de la dictadura.[57] Pero; ¿Qué
hay de las mujeres que fueron víctimas sexuales del dictador? Hubo quienes en su función de madres o
esposas solicitaron clemencia ante las autoridades para proteger algún ser
querido y pasaron por la humillación de
complacer los caprichos amorosos de Trujillo y sus secuaces.
Aunque la historia oficial invisibiliza a las víctimas
amorosas o sexuales de Trujillo, si existieron. Un ejemplo público de los
cortejos con señoritas de la sociedad ocurrió con Minerva Mirabal. En ocasión de las fiestas de San Cristóbal, a
la familia Mirabal le dio la bienvenida dos famosos personajes que se
distinguían como maipiolos,[58] oficiales
del líder dictador. Entre los maipiolos se encontraban Manuel de Moya Alonso e
Isabel Mayer.[59] Los
maipiolos buscaban que la señorita Minerva Mirabal aceptara ser una de las amantes del dictador, mientras que Minerva no
aceptó serlo y de una vez partió con su familia de la fiesta. Obviamente este
caso en particular sale a la luz por los
hechos ocurridos con las hermanas Mirabal consecuentemente.
Las luchas de hombres y mujeres dominicanos/as durante
la era de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, marcó un hito en la
historia. Fue una sociedad que luchó contra los estragos de la censura y la
falta de derechos y libertades. No obstante, las mujeres dieron un cambio a la
historia, ya que su participación revolucionó la manera de luchar por la
libertad. Sin embargo muchas de las mujeres luchadoras durante la dictadura se
convirtieron en heroínas del pasado dominicano. Actualmente muchas de ellas
continúan siendo recordadas por las sociedades en el mundo. Un ejemplo de este
legado dejado por mujeres dominicanas es la casa museo Hermanas Mirabal.
Hoy día muchos estudiantes de diversas edades visitan esa “casa museo” para
poder educarse de las luchas vividas en la sociedad durante la dictadura de
Trujillo. Esa es una de las razones por la cual las Hermanas Mirabal son tan
recordadas e idolatradas tanto en su país
como en el exilio. Sus historia ha sido recontada en novelas, películas y hasta
documentales con la misión de contarle a las futuras generaciones su gran
legado.
No me atrevería decir
como el historiador Bernardo Vega que fue una “generación perdida” la que se
vivió en los treinta y un años de dictadura. A pesar de las limitaciones en
cuanto a libertades y derechos la “generación perdida” enfrentó y se unificó
para lograr la liberación de la misma. No fue una “generación perdida” ya que
tuvieron éxito en movimientos sociales mundiales, como lo fue el feminismo. Sé
que actualmente las mujeres no poseemos la igualdad por la cual muchas mujeres
históricamente han luchado. Para la historiadora Myrna Herrera, el grosor de las mujeres dominicanas no
luchaban por un sentir de género, sino que fue una militancia contra el régimen
dictatorial. Pero si hablamos de legado que nos dejaron las mujeres
dominicanas, sin duda son un ejemplo de perseverancia y heroísmo en una época
de desdichas y cobardía.
Actualmente se ha
denominado la fecha del 25 de noviembre como el Día Nacional Contra la
Violencia de Género. Esto por ser el 25 de noviembre de 1960, el día en que las
hermanas Mirabal fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Leónidas
Trujillo. Fue una propuesta que nació en la República Dominicana, y fue
adoptada en más de sesenta países alrededor del mundo. Aunque Trujillo creyó
que las intenciones de las mujeres y los hombres contra su dictadura habían
muerto con el asesinato de las hermanas Mirabal, este acontecimiento organizó y
definió el fin de la dictadura Trujillista.
Bibliografía
Ayuso Juan José. En busca del pueblo dominicano. Primera edición.
Santo Domingo: Ediciones Librería
La Trinitaria. 2003.
Ducret Diane. Las mujeres de los dictadores. Aguilar. México.
2012.
García, Juan Manuel. La matanza de los haitianos. Editora Alpha
Omega. Santo Domingo. 1983.
Herrera Mora, Myrna. Mujeres dominicanas 1930-1961. Isla negra
editores. San Juan. 2012
Mateo, Andrés L. Mito y cultura en la era de Trujillo. Santo
Domingo. Librería La Trinitaria
el Instituto del libro. 1993
Mirabal Dedé. Vivas en su jardín. Vintage español. Estados
Unidos. 2009.
Moya Pons, Moya. Historia de la República Dominicana.
La Mujer
de la Fotografía: Una breve historia
Meredith Herrera Roqué, MA
Quiero hacerles saber cómo llegue a “la mujer de la fotografía”. Para comenzar ustedes pueden reconocer
la ardua labor que hay que recorrer cuando se está haciendo una investigación.
Esta labor se intensifica si se trata de tu tesis a nivel doctoral.
Les cuento que una noche me encontraba buscando en la red cibernética
datos sobre la vida de Juan Mari Brás[60];
para este entonces era el año 2008 y Juan Mari Brás se encontraba escribiendo
sus memorias. Lo que hacía interesante esta situación era que no me soltaría
prenda alguna si lo llegaba a entrevistar.
Continué con mi investigación en la red cibernética de pronto me
apareció una información que yo no conocía de la vida de Juan Mari Brás y que
en muchos de los documentos mencionaba el nombre de “la mujer de la fotografía”.
Abrí el enlace y de pronto me aparece “la mujer de la fotografía” que me pareció una mujer imponente,
llena de grandeza, parada en ese podio con la bandera puertorriqueña en una de
las calles de Nueva York y la gente observando y escuchándola.
Para mi sorpresa el enlace era de la Universidad Hunter College en
Nueva York y este enlace me llevaba a la biblioteca del Centro de Estudios
Puertorriqueños de dicha Universidad. Esto se me tornó más interesante hasta el
punto que se me fue de la mente Juan Mari Brás.
En ese momento me interesaba conocer que la ligaba a este líder político
de izquierda.
A
“la mujer de la fotografía” le tenían
un espacio en el Centro de Estudios Puertorriqueños con más de diez cajas de
información sobre su vida. Mis ojos, mente, cerebro y espíritu se enamoraron de
todo lo que estaba leyendo, como lo podríamos decir en la jerga puertorriqueña,
fue amor a primera vista. Todo esto significó un revés en mis estudios, pero a
su vez fue el umbral de un camino lleno de sorpresas, aventuras y cosas
nuevas. Me fui encontrando con todo lo
que se supone debe tener un trabajo de investigación a nivel doctoral, mejor
aún, abrí el caparazón de querer investigar sobre la vida de las mujeres
puertorriqueñas.
Recordando como si fuese hoy, llamé a primera hora de la mañana de un
viernes del mes de septiembre al Centro de Estudios Puertorriqueños en Nueva
York. Me atendió el señor Pedro Juan
Hernández[61],
entonces le comenté que estaría el lunes a las 9:00 de la mañana en el Centro
de Estudios Puertorriqueños para investigar sobre las carpetas de Emelí Vélez
de Vando.
Este es el nombre de “la mujer de la fotografía”, no obstante Pedro Juan se mostró
emocionado y con entusiasmo me dejó saber que allí me esperaban. Rápidamente le dije que estaría llegando a
Nueva York el domingo, que provenía de Puerto Rico y estaría alrededor de siete
días para evaluar toda la información de Emelí que estuviese en el Centro de
Estudios Puertorriqueños. Pedro Juan
Hernández me dejó saber que no había problema y que todo estaría reservado con
una mesa para que pudiese hacer mi investigación. Como podrán imaginar sin
pensarlo dos veces hice todo lo posible para llegar a Nueva York tal como le
había comentado a Pedro Juan Hernández.
Gracias al Universo todo estaba conspirando para que yo pudiese conocer
a “la mujer de la fotografía”.
Tan pronto como llegué a Hunter College en Nueva
York me orienté y me llevaron al Centro de Estudios Puertorriqueños.
Este
Centro es un lugar muy cómodo, lindo, silencioso, recogido, un lugar para
sentarse y escribir, donde se te pasen las horas más no te vas dando cuenta y
sigues con entusiasmo recopilando información, a todo esto se le suma el
excelente trato que te ofrecen el cual puede catalogarse como espectacular. Me
encontré que había una mesa que decía “reserve” y, ¿qué creen? A esta mesa le acompañaba un pequeño anaquel
con doce cajas; lo más importante era que esa era mi mesa y ahí estaba mi
información, mis fuentes primarias.
Toda la información que allí se encontraba es
personal de Emelí Vélez de Vando que data desde el año 1934 hasta el año 1996.
Mi gran reto no se quedó ahí, se había intensificado mi búsqueda y el deseo de
conocer más sobre Emelí Vélez de Vando. Al conocer los movimientos en los cuales
estuvo vinculada como por ejemplo, haber sido mandada a buscar por Don Gilberto
Concepción de Gracia[62],
para que ella lo ayudase a fundar lo que hoy es conocido como el Partido
Independentista de Puertorriqueño conocido por sus siglas el PIP. Me preguntaba:
¿cuánto bagaje lleno de sabiduría debía tener? Su carrera no se quedó ahí.
Continuó abriendo su espacio en la
historia político y social de las mujeres puertorriqueñas.
El último día de mí visita en el Centro de Estudios
Puertorriqueños del Hunter College, Pedro Juan Hernández me tenía una grata
sorpresa; se acercó y me preguntó: ¿fue
útil la información?, a lo cual le contesté que fue más útil de lo esperado.
Pedro Juan me dijo te tengo los números de los hijos de la Sra. Emelí, para que
los puedas contactar y les puedas entrevistar.
Lo cierto de toda la situación es que me quedé anonadada, yo no sabía si
llorar, sonreír, gritar; pero como buena puertorriqueña y haciéndole honor a
nuestros atributos folclóricos me levanté de la silla y le di un abrazo, más le
di las gracias por tan bonita gestión. La realidad era que me interesaba saber
todo sobre la vida de Emelí. No obstante me dijo que ya él había contactado a
una de las hijas y le dejó dicho que una joven llamada Meredith estaba
recopilando información para construir la biografía de su mamá. El comentó que la idea de que estuviesen
escribiendo sobre su madre le encantó a su hija y que se sentirían satisfechos
de poderme brindar la información que ellos tuviesen disponibles además de
ayudarme a continuar recopilando datos importantes de la vida de su madre.
Esta aventura se intensificó cuando sus hijas/o
Bertha, Gabriel y Emelí me recibieron en su casa. Les cuento que si en el
Centro de Estudios Puertorriqueños de Nueva York tenía buena información no se
podrán imaginar cuanta información había en la casa de Emelí. Todo esto fue de
ensueño, navegaba entre cartas que se escribían madre e hija mientras a su hija
le operaban de espina bífida en Moscú, diarios de sus viajes, sus carpetas,
notas de lo que ocurría en su vida, fotos, videos, entre otras cosas de
importancia histórica.
Una vez ya conocido mi relato de como llegué a “la
mujer de la fotografía” me encantarían que conocieran un poco más sobre su
vida. ¡Quien mejor que ella para poder hacer su presentación! Cito un breve
relato que ella escribió cuando se encontraba haciendo su autobiografía:
“Si le gusta leer este tipo de literatura no
me queda otra alternativa que escribir esta autobiografía mis hijos y muchos
compañeros claro incluyendo a mi marido, por años y años me han pedido que lo
hiciera no sé qué de interesante podría tener la misma, pero lo cierto es que,
una vez empecé, fui entrándome en muchos pasajes que tal vez tengan algún
interés para usted: Gracias por leerlas y aquí voy:
A pesar de estas ironías del destino diría yo pero
me encuentro en el Hospital Central de Moscú recuperando de una afección pulmonar. Ya mejorada afluyen a mi mente muchos pasajes
de mi vida:
Beatriz Soto y José Dolores Vélez procrearon
varios hijos siendo la antepenúltima una niña a quien el padre Ava insistió en
que tuviese además del primer nombre uno de un Santo; así pues me bautizaron
con el nombre de Emelí Antonia Vélez Soto nacida en el barrio Canas de Ponce a
la entrada de lo que es hoy el cementerio católico de los Padres Paúles y hasta
donde yo sé por oírlo en boca de mi madre, Terreno este donado por sus Padrinos
y padres de crianza don Polo y Cruz Barrancas, un día 2 de enero de 1917
recibida por mi abuela paterna Gabriela Mercado a las 9 de la mañana”.
Lo más impresionante
de la vida de Emelí Vélez de Vando es que cada documento que fue escrito por
ella, cada persona que lo lea puede transportarse al lugar de los hechos que
ella estaba viviendo. Tenía un don de escritura que se le podría llamar redactora
de libretos, ella describía cada detalle que sus ojos podían percibir y que sus
oídos escuchaban. Así fue su vida cada
momento vivido trascendió en la historia.
¿Quién realmente era
Emelí? Para esta pregunta puede haber varias contestaciones, pero algo si puede
ser una palabra determinantemente descriptiva
en su vida y es apasionada. Emelí era una mujer sumamente apasionada con
todo lo que hacía, con su familia, su patria, su esposo, sus hijos y todo lo
que estuviese en su mente por hacer. Era una mujer valiente, decidida siempre
luchaba por lo que deseaba, así la describen sus compañeros de lucha política,
amigos y sus hijos. Ella fue una de las pioneras de la colonia puertorriqueña
en Nueva York. Ella llegó al territorio
americano en la década de los ‘30, e inmediatamente comenzó a integrarse en las
actividades culturales y políticas de las comunidades puertorriqueñas. Esto fue
un paso importante que va marcando su camino político.
Entre otras cosas
que le apasionaban en su vida era el amor a las tablas (el teatro), ella
participó y actuó en varias de las primeras producciones de teatro
puertorriqueño presentadas en Nueva York.
Sin embargo Emelí es mayormente reconocida por su extraordinaria
dedicación a la causa de la independencia de Puerto Rico, por sus habilidades
de organizadora y por el talento que poseía al hablar en público.
En su regreso a
Puerto Rico a finales de la década de los ’40 se unió al Partido
Independentista Puertorriqueño y en 1960 fue candidata del partido para correr
por la alcaldía de San Juan. Emelí se mantuvo activa en el movimiento de
independencia hasta el final de sus días, sus esfuerzo eran incansables por
querer transformar a Puerto Rico en una república.
Emelí se mudó con
frecuencia, por lo que resultó difícil para ella obtener una educación formal.
Su escolarización temprana tuvo lugar en su escuela natal en Ponce. Después
vivió con su hermana Genoveva en el área metropolitana Santurce, donde completó
el octavo grado. Por un tiempo no muy extenso Emelí, años más tarde, se
trasladó a la casa de su hermana mayor, Otilia, en el área de Arecibo y en este
pueblo llegó a ser empleada por un corto periodo por la Administración de
Reconstrucción de Puerto Rico, (ARPR).
A la edad de
diecisiete años, se enfrentan a dificultades económicas y entonces Emelí decidió irse de Puerto Rico en
búsqueda de mejores oportunidades. En 1934 viajó a bordo del S.S. San Jacinto a Nueva York y se fue a vivir con su hermana
Adela en Brooklyn. El primer trabajo de Emelí en la gran manzana fue en Pilsen Brothers . Esta era una fábrica de
cortinas ubicada en la calle 23 en Madison Avenue, en Manhattan, donde cobraba
diez dólares por semana.
Como nos cuenta la
historia, el 21 de marzo de 1937 miembros desarmados del Partido Nacionalista
recibieron disparos por la policía insular en su intento de llevar a cabo una
marcha pacífica en ésta manifestación veinte personas murieron y más de un
centenar resultaron heridas en lo que llegó a ser conocido como la Masacre de
Ponce. Cuando la noticia llegó a Nueva York, Emelí se sentía profundamente
preocupada y triste por su hermano menor Fernando, quien era miembro del
Partido Nacionalista y la noche antes habían hablado y ella sabía a ciencia
cierta que él estaría en la manifestación. Al final lograron comunicación con
su hermano Fernando dándole la noticia que resultó ileso. Esta situación creó
un despertar de conciencia en Emelí en relación a la realidad política
puertorriqueña y poco después se unió a la Junta Nacionalista de Nueva York,
una organización que estaba vinculada al Partido Nacionalista de Puerto Rico. A
partir de ese entonces se comprometió con la lucha por la independencia de
Puerto Rico dedicando una buena parte de su tiempo a las actividades
organizadoras por los nacionalistas. Mientras ella se aventuraba como militante
del partido, fue ganando reputación como buena oradora y declamadora, lo que
hacía que la llamaran a la apertura de los altavoces principales para ser
maestra de ceremonia de los eventos. Emelí fue perfeccionando sus habilidades
en medio de un grupo de líderes de Puerto Rico que luchaban por la libertad de
Puerto Rico y que trabajaron juntos en
Nueva York.
El entusiasmo de
Emelí por su causa creó tensiones dentro de su familia en Manhattan y le dieron
en ese entonces un ultimátum. De ella querer quedarse con ellos tendría que
renunciar a su trabajo político. Emelí eligió sus actividades políticas y pasar
por la aventura de vivir sola, lo único que este cambio le resultaría en un
pequeño embate a su bolsillo. Emelí decidió dejar la casa de su hermana. Aunque
todavía era muy joven, se convirtió en parte de un círculo de mujeres con
experiencia en la organización política llamado “El Comité Femenino del Partido
Nacionalista”.
Algunas de las
mujeres que se convirtieron en mentoras y amigas de Emelí estaban estrechamente
conectadas con la directiva del Partido Nacionalista. Entre ellas se
encontraban Lolín Quintana, quién veía a Emelí como una ahijada dentro del
Partido Nacionalista, Pedro Albizu Campos, Presidente del partido, Rosa Collazo,
esposa del militante nacionalista Oscar Collazo, Consuelo Lee, esposa del líder
revolucionario Juan Antonio Coretjer, Juanita Arocho, activista y comunitaria,
Laura Meneses, esposa de Pedro Albizu Campos y Julia de Burgos, considerada una
de las más grandes poetas de Puerto Rico y de América Latina. A parte de estas
mujeres extraordinarias, algunos de los hombres que conocía y que influyeron en
su pensamiento político fueron el periodista cubano Juan Marinello, Pedro
Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer y Gilberto Concepción de Gracia.
Fue a través de las
actividades de la Junta Nacionalista que conoció a quien llegó a convertirse en
su esposo, Erasmo Vando. Él era un activista, actor, poeta y dramaturgo que
llegó a ser cautivado por su belleza y la invitó a unirse a su grupo de
actores. Erasmo Vando fue en realidad el primero en presentar teatro
puertorriqueño en Nueva York. Las producciones que incluían eran algunas de sus
propias obras y las de autores como Gonzalo O’neill. Por lo general, se
presentaban para recaudar fondos para los eventos políticos.
Emelí se convirtió
en una de las actrices favoritas de Erasmo Vando y muy pronto en su esposa. Se
casaron el 11 de junio de 1942 y desde entonces fueron perseguidos por sus
intereses políticos y artísticos. Por ejemplo, ellos ayudaron a crear la
Asociación de Escritores y Periodistas y la Asociación Pro-Independencia de
Puerto Rico en la ciudad de Nueva York. Juntos participaron en las campañas
políticas de Vito Marcantonio[63] en East Harlem.
En medio de la Segunda
Guerra Mundial, en 1944, Emelí Vélez de Vando salió de Nueva York con sus dos
hijos pequeños Bertha Borinquen y Gabriel a visitar a sus padres enfermos en
Puerto Rico. En 1945, se unió a ella su esposo Erasmo Vando. Sin embargo Emelí
tuvo que regresar a Nueva York por razones médicas, pero estuvo de vuelta en
Puerto Rico en 1948. En ese mismo año Emelí tuvo a su tercer hijo. En esta
ocasión, fue una niña a la cual nombraron Emelí Luz. Emelí Vélez, fue empleada
por poco tiempo como anfitriona para un programa de radio en WPRP en Ponce,
regresando luego a su trabajo político.
Años más tarde
desencantada del Partido Independentista Puertorriqueño, Emelí jugó un papel en
la fundación del Movimiento Pro Independencia, (MPI), donde se desempeñó como
secretaria de Acción Femenina, esta era el área de la división femenina de
dicha organización. Ella era también la coordinadora de eventos públicos para
el MPI y organizó actividades importantes como lo fue la celebración del
cumpleaños número 75 de Pedro Albizu Campos, así como las manifestaciones
contra la guerra de Vietnam. El MPI se convirtió en el Partido Socialista
Puertorriqueño en el año 1971. Emelí y Erasmo continuaron como miembros del
Partido, incluyendo a su líder Juan Mari Brás.
Además Emelí Vélez
de Vando representaba las organizaciones políticas en las que fue militante en
el caso de la independencia de Puerto Rico en los foros internacionales como en
el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. En la década de 1970,
contribuyó a organizar viajes a la Unión Soviética y a Cuba, creando el
proyecto Girasol, en ésta ocasión trabajó junto a Providencia Trabal conocida
mayormente como Doña Pupa.
Emelí Vélez de Vando
falleció en Puerto Rico el 10 de noviembre de 1999. La vida de “la mujer de la fotografía”, Emelí Vélez
de Vando, es un excelente recurso para conocer la historia política de Puerto
Rico y todo lo relacionado al tema del
desarrollo de la colonia puertorriqueña en Nueva York. Pero, sobre todo, su
vida es fuente necesaria para conocer la labor de las mujeres líderes en
los movimientos políticos de nuestro
país.
Referencias
Mari Brás,
Juan. 2001. Abriendo caminos: Selección de discursos y ponencias que son hilo
conductor del pensamiento político del autor durante el curso de cuarenta y dos
años. San
Juan, P.R.: Editora Causa Común.
Pérez Nélida, Two
Reading Rooms and the Librarian’s Office: The Evolution of the Centro Library
and Archives. Centro Journal of the Center for Puerto Rican Studies, Centro de
Estudios Puertorriqueños, Hunter College, CUNY, volume XXI, number 2, Fall
2009.
Entrevista
Providencia Trabal, 22 de Julio de 2008.
Archivo,
Serie III: Correspondencia (1919 – 1999)
Ligera
mirada a la educación de las mujeres dominicanas
y la labor
de Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña
Myrna Herrera Mora, Ph. D.
La razón no
tiene sexo, impedirle a la mujer
En mis memorias de estudiante se encuentra una visita
al Panteón Nacional, el lugar que el pueblo dominicano mantiene con guardias de
honor para glorificar a sus grandes hombres y mujeres. En este lugar se
encuentran los restos de Eugenio María de Hostos y de Salomé Ureña. Así se
pretende reconocer y mantener presente la obra educativa de este prócer
puertorriqueño y esta prócer dominicana. Recuerdo que entre mis primeras
gestiones asociadas a mis estudios estuvo visitar el panteón para compartir con
Eugenio y Salomé mi intención de investigar y recrear la participación de las
mujeres en la lucha antitrujillista. En
mi visita deseaba compartir mi intención con estos extraordinarios educadores y
solicitarles ayuda para recibir aunque fuera en migajas la sabiduría y
perseverancia que ellos poseyeron mientras recorrieron el camino que les
correspondió vivir en el siglo XIX en Puerto Rico, República Dominicana y en
otros países. Por cierto, que la figura de este maestro fue familiar desde mis
cursos primarios, ya que estudié en la Escuela Elemental Eugenio María de
Hostos de Carrizales. Así que como diría Paulo Coelho: “El Universo conspira”.
Puerto Rico, Cuba y República Dominicana poseen en
común infinidad de eventos históricos. Desde nuestros padres aruacos la
historia de estas islas ha estado unida por unos lazos que ni el tiempo ni las
circunstancias han podido desatar ni despintar. En la historia de Puerto Rico
del siglo XIX se observa los vínculos con República Dominicana a través del
exilio de Ramón Emeterio Betances y
Segundo Ruiz Belvis y el respaldo recibido en la lucha por la independencia que
conllevó el Grito de Lares de 1868. Además, estas últimas décadas del siglo
continuaron impregnadas de un intercambio migratorio significativo en la
historia política y cultural de ambos países.
Estas similitudes históricas tienen muchas vertientes,
una de éstas es la participación de las mujeres como entes activos de la
sociedad. Al igual que en Puerto Rico, desde mediados del siglo XIX en la
República Dominicana el reclamo de igualdad para y por las mujeres se vio
inicialmente en el campo educativo.
Algunas mujeres se atrevieron a denunciar la necesidad de proveer
educación a la mujer y la exigieron a las autoridades. También asumieron su
responsabilidad desempeñándose como educadoras, fundando escuelas y realizando
innumerables esfuerzos como los de María Nicolasa Billini, quien fundó el
colegio de niñas El Dominicano, en 1867. Otra educadora sobresaliente fue
Socorro Sánchez, quien fundó dos escuelas para mujeres, una en la ciudad de
Santiago y otra en la capital. Además, Sánchez fundó una biblioteca para
mujeres. Prueba irrefutable de sus
avanzadas ideas y de su sintonía con el pensamiento feminista americano y
europeo que enfatizaba la inteligencia y las aptitudes de la mujer, son estas
palabras:
Y
comprendiendo además que la mujer es un ser inteligente y sociable, que tiene
el deber y el derecho de trabajar por el desarrollo de su inteligencia y por su
perfección moral, fundé en junio de 1870 el establecimiento de educación que
modestamente dirijo con el fin de prestar mi humilde contingente en la obra de
la civilización y del progreso, ¡Dichosa yo si mis servicios llegan a ser de
alguna utilidad! [65]
Sánchez, afirmó
que uno de los problemas principales que debía resolver el gobierno y el
público ilustrado era la limitada educación que se le ofrecía a la mujer. Según ella, “pierde terreno el pensamiento de
que la educación femenina ha de limitarse a la enseñanza primaria o a lo sumo
(según los más generosos) al conocimiento de la historia, la literatura y el
cultivo de las Bellas Artes”. [66]
El pensamiento
y quehacer de estas mujeres fue adquiriendo un espacio en la historia
dominicana. Este espacio, aunque angosto y limitado, produce una diferencia en
el desarrollo de las ideas feministas. Sobre este movimiento emancipador que se reflejó principalmente a
partir de 1860, Marivi Arregui, sicóloga
y estudiosa de la mujer dominicana, afirma que hubo mujeres que podemos llamar
feministas desde finales del siglo XIX,
porque fueron conscientes de la discriminación hacia
ellas y adoptaron una posición de lucha.[67]
Otro suceso significativo en el despertar femenino a
finales de la década del setenta, fue la llegada a la República Dominicana del
educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Su biografía destaca que nació
en Mayagüez en 1839 y con sólo doce años partió a estudiar a España. En su
estadía en España experimentó la transformación de las ideas liberales y
republicanas que impactaron la nación en la segunda mitad del siglo, entre
ellas las asociadas a la participación de las mujeres. Incluso desde mediados
del sesenta se distinguió por pretender la liberación y unión de las Antillas.
En 1873, en
uno de sus viajes por Sudamérica, en Santiago de Chile, Hostos dictó varias
conferencias y de éstas escribió su famoso ensayo: “La educación científica de
la mujer”. De acuerdo a la estudiosa
cubana Yolanda Ricardo, allí Hostos definió claramente su propósito y no perdió
un momento para afirmarlo, éste era la reivindicación de la educación
científica de la mujer. Añade Ricardo:
Su visión
proyectiva sobre la mujer fue más allá de los que exigían para ella una mejor
situación social, pero no le abrían plenamente los resortes de la acción
ciudadana. En esta dirección, Hostos, no sólo equiparó la capacidad femenina
para la acción a la del hombre y abogó por que su participación social no fuera
únicamente desde la base de “las funciones privativas de la mujer”, sino que,
además advirtió su papel como elemento clave para el futuro latinoamericano.[68]
Más tarde,
en 1879 al establecerse en República Dominicana Hostos tenía la determinación
de implementar su proyecto e incluir en el proceso educativo a la mujer como
estudiante y como educadora. Inmediatamente promovió la educación superior de
ésta y fomentó el debate sobre su participación
y sus capacidades como ciudadana. Así surgieron nuevas oportunidades
para la mujer dominicana, unas asociadas con el nivel de educación y los cursos
que podía tomar y otras con las funciones que podía desempeñar en la sociedad,
como la del magisterio. Añadiendo riqueza al proceso en 1881, Hostos, junto a
la poeta y educadora Salomé Ureña, fundó el Instituto
de Señoritas para ofrecer educación superior a las mujeres.
María
Salomé Ureña Díaz nació en Santo Domingo en 1850 y murió a temprana edad, a los
cuarenta y siete años. La trayectoria de Salomé Ureña refleja su identificación
con ideas vanguardistas que rompen con los patrones patriarcales de la sociedad
dominicana. Bajo su dirección al fin en la República Dominicana el conocimiento
y la enseñanza comenzaban a ser compartidos por
hombres y mujeres de una forma más efectiva y actualizada.
Desde el
verso y la acción educativa Salomé trascendió su tiempo con la formación de
conciencias en la sociedad dominicana. Con sus más de cincuenta poemas
dedicados fundamentalmente a los temas de la patria y el progreso fue
contribuyendo con impronta indeleble al patrimonio cultural de su país. Cuando
Hostos comienza a cultivar su amistad ella es toda una figura.[69]
En 1887, en la primera graduación del Instituto de
Señoritas, Hostos, dirigiéndose a las
nuevas maestras, en su discurso, confirmó la trascendencia de este acto en la
historia de la patria y la reivindicación de la mujer. De hecho, eran las primeras
mujeres que reclamaban a la
sociedad el derecho de ser útiles fuera
del hogar.
De hecho, desde la fundación del Instituto, Salomé
Ureña estableció como norte de su esfuerzo el positivismo y el uso de la razón.
Asumió los principios feministas
no sólo de Hostos su mentor, sino de los educadores, las educadoras y los intelectuales de su tiempo. En la tercera graduación del Instituto,
dirigiéndose a las graduandas, Salomé Ureña las exhortó a concentrarse en preparar las mujeres del
futuro. Les dijo que al hacer uso de la
razón educarían en los hogares los
nuevos ciudadanos y las nuevas
ciudadanas.[70]
Salomé Ureña vio claramente cómo el sistema
educativo del país promovía la desigualdad y cómo la sociedad mantenía a la
mujer aislada de las funciones que podía realizar en igualdad de condiciones
con el hombre. En ese “preparémosla” había un proyecto revolucionario y
trascendental que estimulaba el esfuerzo de sus contemporáneas y que, a la vez,
inspiraría a sus sucesoras.
Varios profesionales e historiadores han coincidido en
sus conclusiones sobre el impacto de la obra educadora de Eugenio María de Hostos
y Salomé Ureña. Félix García Carrasco,
destacado médico e investigador dominicano, exiliado en Puerto Rico desde la
década del cuarenta, define a Hostos como opositor de la injusticia
que había mantenido a la mujer encadenada moral y socialmente a los
caprichos del hombre. Ve a Salomé Ureña
como una de las mujeres más talentosas de aquella época. Refiriéndose a ambos,
afirma que “ellos sembraron la semilla
que siguió dando cosechas, logrando que jamás volviera a decaer la contribución
de la mujer dominicana en el campo educativo y de la cultura en general”.[71] El historiador Emilio Rodríguez Demorizi
describe a Salomé Ureña como el punto de partida de las generaciones de
maestras consagradas a la instrucción y la dignificación de la mujer dominicana.[72]
Por otro lado,
Sherezada Vicioso, educadora e investigadora contemporánea, cree que la
conciencia feminista de Salomé se desarrolló
desde muy joven, entendiendo las posibilidades y las limitaciones de lo
femenino, “como una construcción social que se basa en una diferencia
biológica: la del sexo; construcción social que se transmite por la cultura y
tiene como objetivo específico el que las mujeres jueguen roles
pre-determinados por la sociedad”.[73]
En la República Dominicana, el sistema educativo impulsado
por Hostos en las últimas décadas del siglo XIX y las ideas y labor de Salomé
Ureña en el Instituto de Señoritas fueron decisivos para las expresiones feministas que cuajaron en el siglo XX. Gran parte de las
líderes feministas de las primeras décadas del siglo XX fueron impactadas por
los principios hostosianos y por el pragmatismo de Salomé Ureña. De acuerdo a
Yolanda Ricardo, el Instituto fue una
innegable fragua de futuras feministas, “constituyó la primera plataforma
educativa de importancia institucional en el proceso de la emancipación
sociocultural de la mujer dominicana”.[74]
Valentina
Peguero y Danilo de los Santos, ambos
historiadores dominicanos, describen
cómo, a partir de Salomé Ureña, la mujer dominicana dejó de ser un mero objeto
del hogar para convertirse en una trabajadora activa de la sociedad. Además
afirman que bajo su dirección se formó la primera brigada de mujeres que se
lanzó a crear conciencia a través de la educación como, por ejemplo, Luisa
Ozema Pellerano. Independientemente,
surgían otras mujeres de fuerte vocación civil como Antera Mota y Ercilia
Pepín.[75]
El Instituto de
Señoritas resultó ser el
semillero que mayores oportunidades educativas produjo para la mujer en diferentes regiones del país y, a la
vez, propagó la inquietud sobre los derechos vedados a
ésta. Sobre sus efectos Livia Veloz, una de sus egresadas, destacada poeta
y líder del movimiento feminista bajo
Trujillo, describe cómo la enseñanza se extendió por todo el territorio de la
República en las dos primeras décadas
del siglo XX. La instrucción tomó nuevos caminos para llegar al pueblo en
labios de las nuevas maestras graduadas. Los nuevos métodos producían
excelentes resultados. En las escuelas se forjaba el porvenir de la patria.[76]
Al comenzar el siglo XX, el campo de acción de la mujer dominicana se
extendió. Algunas mujeres iniciaron estudios universitarios en concentraciones
reservadas sólo para hombres, como la medicina y las leyes. Entre éstas
descolló una estudiante huérfana, pobre, negra, inteligente y visionaria:
Evangelina Rodríguez. Sus primeros años de educación los recibió en el
Instituto Preparatorio de Señoritas de San Pedro de Macorís, fundado por
Anacaona Moscoso, discípula de Salomé Ureña y tutora de Evangelina. También
tuvo como madrina de graduación a Luisa Ozema de Pellarano, estudiante pionera
del Instituto de Señoritas original y la
continuadora del plantel bajo el nombre de Instituto Salomé Ureña. En 1912,
Evangelina Rodríguez se graduó de
Doctora en Medicina y Cirugía con brillantes exámenes y notas sobresalientes.
Fue la primera mujer dominicana que obtenía este título para el ejercicio de la
medicina en el país. Años más tarde fue
a París para completar el doctorado en
Medicina. La grandeza de Evangelina no
reside sólo en superar todas las
limitaciones que le imponía la sociedad por género, raza y condición
social. Su trayectoria como médica le permitió
contribuir a la salud, a la educación y al bienestar de las mujeres y la
familia a través de su profesión y de la organización de sociedades como la
Casa de la Maternidad y la Liga Femenina de la Infancia. Fue de las mujeres
que, desde principios de siglo, internalizó la lucha contra las injusticias
sociales y políticas. Además se destacó como transgresora bajo la dictadura
trujillista. Petronila Gómez, otra mujer extraordinaria, se solidarizó desde
las páginas de la revista Fémina,
con la obra de Evangelina en pro
de la niñez y con su papel como reformadora social. También destacó el sentir
político de ambas:
Hagamos, pues, los encargados de la
prensa una seria campaña en defensa de la obra, para conjurar la mortalidad
infantil, y contribuiremos así a esta labor de bien que generosamente se ha
impuesto la Dra. Rodríguez…, Mientras tanto, un abrazo de hermana para ella,
porque sueña como yo con una República libre y fuerte, con la edificación de
seguras bases sobre las cuales habrá de descansar la futura sociedad, (1923).[77]
Antes de finalizar la segunda década
del siglo XX, la estabilidad política y social en la República Dominicana se
estremece con la invasión de los Estados Unidos en 1916. Como en la lucha por
la independencia del siglo XIX, otro
suceso político vuelve a aglutinar los esfuerzos de hombres y mujeres. Esta
invasión provoca que representantes del sector femenino se unan al sentir
patriótico y nacionalista de los hombres para rechazar la acción
estadounidense. Fueron muchas las estrategias ideadas por las mujeres para manifestar su malestar por
la ocupación de los guardamarinas estadounidenses. Para expresar su
indignación, algunas mujeres cerraban las puertas de sus hogares ante el paso
de los marinos; otras colocaban banderas dominicanas frente a sus casas. Varias
se unieron a las guerrillas, desempeñándose como gavilleras* y experimentando
vejaciones, persecución y encarcelamiento. La posición asumida por las mujeres
en este momento histórico es crucial para el fortalecimiento del feminismo. Las
mujeres se organizaron no sólo para exigir la desocupación, sino también para
reclamar los derechos que la sociedad les negaba. En esta organización
descollaron mujeres como escritoras y oradoras. Además, se creó la Junta Patriótica de Damas y algunas se unieron a los intelectuales que
promovían diferentes actividades en la expresión nacionalista de la Semana Patriótica.
Desde la revista Fémina, Petronila Gómez promovió entre los hombres un concurso de
bigotes, ridiculizando los rostros lampiños de los invasores. Otra acción
importante fue la recaudación de fondos con colectas, rifas y ventas realizada por mujeres de
diferentes estratos sociales. Hasta en Nueva York, las damas del Cibao crearon
la Asociación para la Defensa Nacional. La mujer constituyó un frente
antiimperialista y luchó muy activamente por el retorno y la devolución cabal
de la soberanía.[78]
¿Quiénes eran estas mujeres que
asumieron la transgresión política y el discurso contestario? Fueron
muchas. Algunas han sido reconocidas por
la historia, otras permanecen invisibles,
ausentes u olvidadas. Es innegable que una de las mujeres de mayor dinamismo y
audacia fue Ercilia Pepín, quien desde principios de siglo se distinguía por su
infatigable quehacer educativo en pro de la mujer dominicana arguyendo que “la
inteligencia no tiene sexo”. El
patriotismo y valentía de Ercilia Pepín se manifiesta abiertamente a través de
las conferencias y discursos en diferentes escenarios y en las exhortaciones a sus
estudiantes. Ella infiltró en sus
discípulas y en el pueblo dominicano el rechazo a la Intervención
Norteamericana.[79]
Es interesante la tendencia de las
expresiones feministas en estos años. Por un lado, algunas líderes lucharon valientemente contra la intervención
y, por otro, continuaron al tanto de los avances feministas internacionales, y
asumieron sus ideas y estrategias. Al recobrar la soberanía en 1924, el
discurso político de las feministas trascendió a la lucha por la reivindicación
de los derechos femeninos. Este discurso
se basó en la capacidad de la mujer para desempeñar diferentes papeles como el de ama de casa,
estudiante y profesional. Como en otros países, la mujer en la República
Dominicana había iniciado el proceso de liberación de los roles tradicionales y
se negaba a retroceder o a silenciar sus reclamos. Los esfuerzos
se concentraron en ampliar las oportunidades educativas para las mujeres
en diversos campos profesionales,
acceder a nuevas oportunidades de empleo y ocupar puestos
públicos. Algunas líderes reclamaban el derecho al sufragio. Las noticias
internacionales sobre los triunfos feministas en diferentes países impulsaron
la organización y manifestación de las mujeres dominicanas. Las diversas intenciones y expresiones de
las mujeres en la década del veinte contribuyeron a definir este periodo como
esencial en la evolución del feminismo en la República Dominicana.
La palabra y el ejemplo son dos
herramientas para sembrar y edificar. Euguenio María de Hostos y Salomé Ureña
fueron paradigmas del verbo y la acción que no perdió significado y que mantuvo
su relevancia en la historia de la educación y la participación de la mujer en
la sociedad dominicana. Probablemente la historia de la educación y del
feminismo en Puerto Rico sería diferente si Eugenio María de Hostos en vez de
vivir en el exilio hubiese podido regresar e implementar en la isla el proyecto
de “la educación científica de la mujer” como logró hacerlo en República
Dominicana.
[1] María Barceló
Miller, La lucha por el sufragio femenino
en Puerto Rico 1896-1935 (Río Piedras, Puerto Rico: Ediciones Huracán /
Centro de Investigaciones Sociales, 1997), p. 138.
[2] Ibid.
[3] Para más información
véase María Barceló-Miller, La lucha por el sufragio femenino en Puerto
Rico 1896-1935 (Río Piedras, PR: Ediciones Huracán / Centro de Investigaciones
Sociales, 1997).
[4] “Se forma en Caguas
la Asociación ‘Hijas de la Libertad”, El
Imparcial, 9 de marzo de 1932, p. 7.
[5] Véase María
Barceló-Miller, “Nociones de género en el discurso modernizador en Puerto Rico
1870-1930”, Revista de Ciencias Sociales/Nueva
Época, Núm. 9, junio 2000.
[6] “A la Presidenta de
“Hijas de la Libertad”, La Democracia,
18 de marzo de 1932, p. 7.
[7] “ Se organiza el
Consejo Nacional de la institución “Hijas de la Libertad”, El Mundo, 31 de marzo de 1933, p.2.
[8] “Quedó organizada la
Junta de Damas de San Juan del Partido Nacionalista”, El
Imparcial, 28 de julio de 1932, p.
4.
[9] Ibid. A pesar de que se
aprobó que el gorro estuviera adornado con dos machetes miniaturas cruzados y
una estrella, no hemos podido documentar que ese símbolo se utilizara.
[10] Juan Antonio
Corretjer, Albizu Campos, p. 74. En
este párrafo, Corretjer se confunde, ya que señala que ese era el uniforme de
las integrantes del Cuerpo de Enfermeras, cuando era el de las Hijas de la
Libertad. Como veremos más adelante, el uniforme de las integrantes del Cuerpo
de Enfermeras era distinto.
[11] “Felicita a Albizu
Campos”, El Mundo, 10 de abril de
1933, p. 2.
[12] En honor a Mariana
Bracetti (1825-1903), revolucionaria y
costurera de la bandera del Grito de Lares, en 1868.
[13] “Se organizó en Río
Piedras la rama femenina de la A.P.J.P”, El
Mundo, 22 de noviembre de 1932, p. 2. La División “La Hija del Caribe” se
llamó en honor a Trina Padilla de Sanz (Vega Baja, PR 1864 – Arecibo,
1957) poeta, ensayista activista de los
derechos de la mujer y líder del Partido Nacionalista de Puerto Rico. Para más
información véase, Félix Ojeda Reyes, Peregrinos
de la libertad (Río Piedras, PR: Instituto de Estudios del Caribe/Editorial
Universidad de Puerto Rico, 1992); Priscilla Rosario Rivera, La Hija del Caribe, Trina Padilla de Sanz
(San Juan, PR: Ediciones Mairena, 2008).
[14] “Las Hijas de la
Libertad de Humacao eligen nueva directiva”, El Mundo, 23 de octubre de 1933, p. 2.
[15] Véase “El mitin
nacionalista celebrado en Utuado”, El
Mundo, 28 de mayo de 1932, p. 4.
[16] Para más información
véase, Aida Negrón de Montilla, La
americanización de Puerto Rico y el sistema de instrucción pública 1900-1930
(Río Piedras: Editorial Edil, 1970).
[17] Para Albizu, los
símbolos nacionales eran elementos sagrados, ya que evidenciaban la existencia
de la nacionalidad.
[18] Margaret
Randall, El pueblo no sólo es testigo: la historia de Dominga (Río Piedras,
Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1979), p.56.
[20] Benjamín Torres, Pedro Albizu Campos, Obras Escogidas, Tomo
IV, p. 112.
[21] “Partido Nacionalista
celebró asamblea en Humacao -fueron aprobadas numerosas resoluciones-
discursos pronunciados”, El Mundo, 18 de diciembre de 1933, p.
18.
[22] “Resolución Núm. 15
del Partido Nacionalista”, firmada por Pedro Albizu Campos y otros miembros del partido. Una página
mecanografiada. Colección Ovidio Dávila
Dávila.
[23] “Celebró ayer
asamblea el Partido Nacionalista de Puerto Rico”, El Mundo, 24 de septiembre
de 1934, p. 19.
[24] Margartet Randall, Op. Cit., p. 40.
[25] Ibid.,
p. 41.
[26] Ibid.
[27] “Albizu Campos ordena
el reclutamiento general como una necesidad de defensa inmediata”, El Mundo, 8 de enero de 1936, p. 5.
[28] Ibid.
[29] Comunicación de Juan
Antonio Corretjer a las damas nacionalistas. Partido Nacionalista, Comandancia
del Ejército Libertador. (Sin fecha, ca. 1936) Una página mecanografiada. Colección Ovidio Dávila
[30] Miguel Echevarría y
Félix Echevarría Alvarado, La masacre del
Santo Domingo de Ramos en Ponce: relatada por dos sobrevivientes (Río
Piedras, Puerto Rico, 1993), p. 51.
[31] Entrevista personal
con el Sr. Nemesio Vera, Cadete de la República del Batallón de Mayagüez,
celebrada el día 11 de diciembre de 2008, en Moca, Puerto Rico.
[32] Carlos Carrera
Benítez, “Hombre de acción”, en Ruth Vasallo, José Antonio Torres Martino,
editores, Pedro Albizu Campos,
Reflexiones sobre su vida y su obra (San Juan: Editorial Marién), p. 30.
[33] “En solidaridad con
Albizu Campos”, El Mundo, 5 de
octubre de 1935, p. 6.
[34] María Barceló
Miller, La lucha por el sufragio femenino
en Puerto Rico 1896-1935, Op.
Cit., p. 142.
[35] “Se constituyó en
Santurce una división de la sociedad Hijas de la Libertad”, El Mundo, 2 de diciembre de 1932, p. 5.
[36] Margaret Randall, Op. Cit. , p. 50.
[37] Blanca Canales, La Constitución es la Revolución (San
Juan, Puerto Rico: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), p. 11.
[38] Ché Paralitici, Sentencia impuesta. 100 Años de
encarcelamientos por la independencia de Puerto Rico (San Juan, PR:
Ediciones Puerto, 2004), p.77. Posiblemente, como señala Che Paralitici,
Collazo fue la primera mujer independentista presa en el siglo veinte
puertorriqueño.
[39] “Se organiza el Consejo
Nacional de la institución’Hijas de la Libertad’, El Mundo, 31 de marzo de 1933, p. 2.
[40] Comunicación
personal de Isolina Rondón (1913-1990),
secretaria personal de Pedro Albizu Campos, al Dr. Ovidio Dávila Dávila.
[41] Véase Mini Seijo
Bruno, “Cinco mujeres nuestras”, Claridad,
En Rojo, 22 al 28 de diciembre de
1978, p. 5. “Nosotros no sabíamos todos los secretos del Partido, solo
ejecutábamos las acciones que nos tocaban. Se ponían diez bolos, se movían y
uno metía la mano, si le tocaba un bolo marcao, pues había que seguir pa’
lante. En el 35 o en el 36, consulta la prensa, nos mandaron a dinamitar el
puente Martín Peña y el cuartel de la policía de la Calle Loíza. Mis compañeros
de comando fueron Carlos R. Nicot y Gustavo Acevedo.”
[42] Bernardo Vega, La era de Trujillo, 1930-1961.
Extraído del texto de Moya Pons, Moya. Historia de la Republica Dominica.
Página 493.
[44] Mirabal Dedé.
Vivas en su jardín. Vintage español. Estados Unidos. 2009. Página 152.
[45] Mirabal, Dedé. Vivas en su jardín. Vintage
español. Estados Unidos. 2009. Página 155.
[46] Ibid., Página
155.
[47] Extraído del texto: Dedé Mirabal. Vivas en su
jardín. Vintage español. Estados Unidos. 2009. Página 163.
[48] Bernardo Vega, La era de Trujillo, 1930-1961.
Extraído del texto de Moya Pons, Moya. Historia de la República Dominica.
Página 448.
[49] Herrera
Mora, Myrna. Mujeres dominicanas 1930-1961. Isla negra editores. San
Juan. 2012.Pagina 52.
[50] Ibid., pagina
52.
[51] Ibid., página 53.
[52] Ibid., página 54.
[54] Herrera Mora, Myrna. Mujeres dominicanas 1930-1961.
Isla negra editores. San Juan. 2012. Página 72.
[55] Ibid., página 72.
[56] Ibid., página 73.
[57] Ibid., página 73.
[58] Se considera maipiolo a persona que se dedica a
buscarle pareja a otra.
[59] Mirabal Dedé. Vivas
en su jardín. Vintage
español. Estados Unidos. 2009. Página
98.
[60] Datos de la vida de Juan Mari
Brás: En diciembre de 1947 la paz conformista de la Universidad de Puerto Rico
fue interrumpida por un grupo de atrevidos jóvenes que tuvieron la osadía de
invitar a Don Pedro Albizu Campos a dar una charla en el campus. Albizu, quien
estaba por regresar a Puerto Rico tras una larga condena carcelaria en Estados
Unidos, era visto como el mismísimo diablo por la administración universitaria.
El entonces rector Jaime Benítez estaba empeñado en hacer de la UPR una 'casa
de estudios' apolítica que sirviera de fábrica de tecnócratas eficientes y
fieles peones para la colonia. Dijo Benítez que Albizu predicaba una doctrina
terrorista que no tenía lugar en la tribuna universitaria.
Los jóvenes independentistas fueron de todos modos a darle la bienvenida al patriota. Pero antes de partir del recinto universitario, izaron la bandera puertorriqueña, la cual estaba prácticamente proscrita, en el asta y cantaron La Borinqueña. En esos años, ambos actos eran más que suficiente para entrar en la lista de 'subversivos terroristas' del gobierno colonial. Por su insolencia contra las autoridades coloniales, los estudiantes fueron expulsados. Fue este acto de represión lo que causó la huelga estudiantil de 1948.
En sus memorias universitarias, Benítez describe a uno de los estudiantes expulsados con particular vehemencia, como quien describe a su archi-enemigo. Ese joven revoltoso, ese peligroso revolucionario mayagüezano que casi le daña la 'casa de estudios' con su herejía nacionalista. Su nombre: Juan Mari Brás.
Durante la huelga universitaria de 1948 Mari Brás tuvo que hacerle frente a la represión constantemente. Fue arrestado y encarcelado un sinnúmero de veces por sus actividades subversivas. En un día fue arrestado, apresado y liberado tres veces. A pesar de la persecución, sacó el tiempo y las energías para dirigir la campaña de su padre, Santiago Mari Ramos, para alcalde por el PIP, y dirigir con Yeyo Rodríguez el radio periódico del partido en el oeste de la Isla.
En 1949 logró ser admitido al Florida Southern College mediante la intervención de un amigo del entonces presidente de Guatemala Juan José Arévalo. Es ahí donde logra acabar su bachillerato. En el verano de 1950 cumplió una condena de cárcel por sus 'crímenes políticos' cometidos en la huelga de la UPR. De 1951 a 1954 vivió en Washington DC cursando estudios de ciencias políticas y derecho, primero en George Washington University hasta que un operativo McCarthyista del FBI causa que lo expulsen. Después continúa su grado en American University. Durante este período trabajó en la Brookings Institution como asistente de investigación.
El once de julio de 1994 Mari Brás renunció formalmente a su ciudadanía estadounidense en la embajada de Estados Unidos en Caracas, desatando así un enérgico debate en Puerto Rico sobre el tema de la ciudadanía. La líder anexionista Miriam Ramírez de Ferrer recurrió a los tribunales para quitarle el derecho a votar, pero se vio frustrada en su intención cuando el juez superior Ángel Hermida decidió el 21 de octubre de 1996 que es inconstitucional el requerir la ciudadanía americana para votar en Puerto Rico. Ramírez de Ferrer apeló al Tribunal Supremo, el cual falló el pasado 18 de noviembre en favor de Mari Brás. El significado de esta decisión está siendo debatido apasionadamente por todos los sectores políticos de Puerto Rico, y seguramente será motivo de acalorada controversia por varios años más.
Los jóvenes independentistas fueron de todos modos a darle la bienvenida al patriota. Pero antes de partir del recinto universitario, izaron la bandera puertorriqueña, la cual estaba prácticamente proscrita, en el asta y cantaron La Borinqueña. En esos años, ambos actos eran más que suficiente para entrar en la lista de 'subversivos terroristas' del gobierno colonial. Por su insolencia contra las autoridades coloniales, los estudiantes fueron expulsados. Fue este acto de represión lo que causó la huelga estudiantil de 1948.
En sus memorias universitarias, Benítez describe a uno de los estudiantes expulsados con particular vehemencia, como quien describe a su archi-enemigo. Ese joven revoltoso, ese peligroso revolucionario mayagüezano que casi le daña la 'casa de estudios' con su herejía nacionalista. Su nombre: Juan Mari Brás.
Durante la huelga universitaria de 1948 Mari Brás tuvo que hacerle frente a la represión constantemente. Fue arrestado y encarcelado un sinnúmero de veces por sus actividades subversivas. En un día fue arrestado, apresado y liberado tres veces. A pesar de la persecución, sacó el tiempo y las energías para dirigir la campaña de su padre, Santiago Mari Ramos, para alcalde por el PIP, y dirigir con Yeyo Rodríguez el radio periódico del partido en el oeste de la Isla.
En 1949 logró ser admitido al Florida Southern College mediante la intervención de un amigo del entonces presidente de Guatemala Juan José Arévalo. Es ahí donde logra acabar su bachillerato. En el verano de 1950 cumplió una condena de cárcel por sus 'crímenes políticos' cometidos en la huelga de la UPR. De 1951 a 1954 vivió en Washington DC cursando estudios de ciencias políticas y derecho, primero en George Washington University hasta que un operativo McCarthyista del FBI causa que lo expulsen. Después continúa su grado en American University. Durante este período trabajó en la Brookings Institution como asistente de investigación.
El once de julio de 1994 Mari Brás renunció formalmente a su ciudadanía estadounidense en la embajada de Estados Unidos en Caracas, desatando así un enérgico debate en Puerto Rico sobre el tema de la ciudadanía. La líder anexionista Miriam Ramírez de Ferrer recurrió a los tribunales para quitarle el derecho a votar, pero se vio frustrada en su intención cuando el juez superior Ángel Hermida decidió el 21 de octubre de 1996 que es inconstitucional el requerir la ciudadanía americana para votar en Puerto Rico. Ramírez de Ferrer apeló al Tribunal Supremo, el cual falló el pasado 18 de noviembre en favor de Mari Brás. El significado de esta decisión está siendo debatido apasionadamente por todos los sectores políticos de Puerto Rico, y seguramente será motivo de acalorada controversia por varios años más.
Ruiz Marrero,
Carmelo. Biografía de Juan Mari Brás. http://juanmaribras.org/escritos/sobre-juan-mari-bras/149-biografia-de-juan-mari-bras.html Accedido 15 de enero de 2014.
[61] Pedro Juan Hernández es el archivero mayor del Centro de Estudios
Puertorriqueños.
[62] Gilberto Concepción de Gracia nació en Vega Alta, Puerto Rico el 9 de
Julio de 1909, hijo de Ceferino Concepción y Carmen de Gracia. Estudió los
primeros grados en Vega Alta y terminó su vida escolar en la Escuela Superior
Central de Santurce. Cursó estudios universitarios en la Universidad de Puerto
Rico, de la que se graduó en 1932 tras obtener títulos de Bachiller en Administración
de Negocios y de Bachiller en Derecho. Posteriormente realizó estudios
post-graduados en la Universidad de George Washington, en Washington, D.C.,
Estados Unidos de América, en la que obtuvo grados de maestro en Derecho y de
doctor en Derecho con especialidades en Derecho de Patentes y Derecho
Administrativo. Se desempeñó en Estados Unidos, como periodista, abogado y
profesor de literatura latinoamericana.
http://www.institutogilbertoconcepciondegracia.org/biografia.shtml
[63] Abogado
italoamericano y socialista político democrático. Comenzó como miembro del
Partido Republicano y con Fiorello LaGuardia, el cambió al Partido Laboral de
América. Estaba en la extrema izquierda del espectro político estadounidense y
fue conocido a nivel nacional por su apoyo a los comunistas en la década de
1940. En representación de East Harlem, Nueva York, donde era extremadamente
popular, tenía muchos seguidores italianos étnicos y puertorriqueños. Hablaba
español e italiano. Fue elegido miembro de numerosos términos en la Cámara de
Representantes desde 1930 hasta su derrota en las elecciones de 1950.
[64] Eugenio María de Hostos. La educación científica de la mujer.
Selección, prólogo y notas de Gabriela Mora, San Juan, Editorial de la
Universidad de PuertoRrico, 1993, p. 11.
[65] Emilio Rodríguez
Demorizi. Sociedades, cofradías, escuelas, gremios y otras corporaciones
dominicanas, Santo Domingo: Editora Educativa Dominicana, 1975, p. 47.
[66] Tomás Báez Díaz. Trilogía: la mujer aborigen, la mujer en la
colonia, la mujer dominicana, Santo Domingo: Editora de Colores, S.A.,
1998, p.182.
[67] Marivi Arregui. “Trayectoria del feminismo en la República Dominicana”,
Revista Ciencia y Sociedad, Santo Domingo, Vol XIII, núm.1, enero-marzo,
1988, p.9.
[68] Yolanda Ricardo. Hostos y la mujer, San Juan, Publicaciones
Gaviota, 2011, p. 55.
[69] Ibid., p. 95.
[70] Emilio Rodríguez Demorizi. Salomé y el Instituto de Señoritas: Para
la historia de la espiritualidad dominicana, Ciudad Trujillo: Impresora
Dominicana, 1960, p.224.
[71] Félix Garcìa Carrasco. El evangelio vivo de Hostos, Manatì:
Imprenta Comercial, 2002, p. 49.
[72] Rodríguez Demorizi, Op. cit. p. 9.
[73] Sherezada Vicioso. Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897): A cien
años de un magisterio, Santo Domingo: Editora de Colores, Edición especial
de la XXIV Feria Nacional del Libro 1997, p.10.
[74] Yolanda Ricardo. La resistencia en las Antillas tiene rostro de
mujer (transgresiones, emancipaciones), Santo Domingo: Publicaciones de la
Academia de Ciencias de la República Dominicana, 2004, p. 126.
[75] Valentina Peguero y Danilo de los Santos. Visión
general de la historia dominicana, Santiago: Editora Taller, Universidad
Católica Madre y Maestra, 1981, p.349..
[76] Livia
Véloz. Historia del feminismo en la República
Dominicana, Santo Domingo, Editorial Orbe, S.A., Publicación de la
Secretaría de la Mujer, 1977, p.40.
[77] Petronila Angélica Gómez. Contribución a la Historia del Feminismo Dominicano,
Ciudad Trujillo:
Editorial Librería Dominicana, 1952, p.24-25.
* Gavilleros/as, concepto utilizado para describir a
los/as rebeldes que se unieron y desde el clandestinaje combatieron la
invasión.
[78] Valentina Peguero. Op. cit., p.36.
[79] Jaime Julia Juliá, compilador. Ercilia Pepín: Una vida al servicio
de la patria, Santo Domingo: Editorial Ciguapa, 2003, p.13.
Historia,
mujer, educación reinterpretando el pasado
Olga M. Ruiz González, MA
Se
debe educar a la mujer para que sea ser humano,
para
que cultive y desarrolle sus facultades,
para
que practique su razón,
para
que viva su conciencia,
no
para que funcione en la vida social con las funciones
privativas
de la mujer.
Cuánto
más ser humano se conozca y se sienta,
más
mujer querrá ser y sabrá ser (13)”
Eugenio María de Hostos
Los estudios sobre la historia femenina han
identificado la necesidad de reescribir la historia de la mujer por su escasez
y generalización del tema. Los especialistas de la historia de la mujer han
planteado que es necesaria la continuación de estudios cosmopolitas que giren
en torno a la historia de la mujer.
Como resultado, la “Nueva Historia” abrió las puertas a nuevas
corrientes historiográficas; tales como la historiografía femenina. Uno de los
temas de interés de la historiografía femenina fue el tema de la educación de
la mujer.
Sabemos que la historiografía surge como medio de
agrupar un conjunto de obras que permanezcan en la historia sin tiempo
determinado, por ende creando una corriente historiográfica. En cuanto a la
historiografía femenina, surgió como solución a la falta de representación y
marginación de la mujer en su sociedad. Los movimientos feministas de las
décadas del sesenta y setenta fueron los responsable del auge de la
historiografía femenina. Como resultado de la dicha corriente, surge la
necesidad de diferenciar lo que representa el hombre y la mujer como género
históricos. La palabra “género” fue utilizada por esta corriente
historiográfica para distinguir y/o alejarse de lo masculino para resaltar una
historia puramente femenina.
Existen varios artículos que intentan definir el
significado del término “género”. Esto en consecuencia ha generado una infinidad de debates entre los especialistas del tema.
Los más utilizado entre los historiadores se encuentra “…género como una construcción social de la diferencia sexual”[1].
Por otro lado, diferentes ramas de las Ciencias Sociales lo denominan como una
barrera para distinguir el hombre de la mujer como figuras de investigación.
Según, Carmen Ramos Escadón en su artículo Historiografía, apuntes para una
definición en femenino, la rama de las Ciencias Sociales es la que mejor
interpreta las diferencias de sexo y su representación especifica del género.
La historia tradicional, positivista y androcéntrica
no dio cabida a las mujeres como un organismo sustancial para investigaciones
históricas. En muchas de las ocasiones estas obras eran influenciadas por el
poder político o económico de la persona que escribe o se menciona. Los
movimientos feministas fueron los que originaron en crecimiento de los estudios
femeninos y la historiografía femenina. El mayor porciento de profesionales
feministas se produjo en los Estados Unidos y Francia. Este conjunto de mujeres
se dieron a la tarea de elaborar un marco conceptual que les aseguraba a las
féminas un acceso como grupo social en la historia. En la historia universal se
ha mencionado a la mujer como parte de sus investigaciones, sin embargo, ha
sido aislado y n(o) lo suficiente
consistente para que surgiera un corriente historiografía. Un ejemplo de esto,
son las crónicas de Alfonso de Palencia y Fernando del Pulgar sobre Isabel la
Católica.
Joan Scott se
destacó en la historiografía de la mujer en Estados Unidos. La doctora
Scott es considerada como una de las principales precursoras de los
estudios feministas. Sus trabajos se concentraron en la clase obrera femenina de
los años setenta. Scott planteó la imposibilidad de estudiar la clase obrera
dividida entre hombre y mujer. Es decir,
la necesidad de contextualizar la historia de la mujer como una perspectiva
femenina. Estas apreciaciones Joan Scott las desarrolló en el artículo Historical
American Review en 1986. Joan Scott aplicó nuevas ideas en su época, tales
como la sociología, marxismo y teorías literarias entre otras. A pesar del auge
en las nuevas ideas historiográficas, la misma no tuvo efectos inmediatos. La
intención mayoritaria de las obras fue de inclusión y rescate de la historia,
pero, con una nueva protagonista la mujer.
De igual manera, en cuanto a la creciente
historiografía europea se encuentra una de sus
principales exponente, Michelle Perrot. Perrot en unión a George Duby y
Philipe Aria publicaron el libro Historia de la vida privada. Obra
considerada como uno de los textos más completo de las mujeres europeas. Perrot
en colaboración con George Duby presentaron Historia de las mujeres de
occidente. Libro catalogado con un gran valor historiográfico en especial
sobre el tema de la mujer. Michelle
Perrot igual que Joan Scott puntualizaba la imposibilidad de estudiar la mujer
sin la división de hombre y mujer. La historiografía de la mujer no es escribir
meramente de mujeres, sino darle el reconocimiento desde ese momento a la mujer
en la historia que se escribe. Asimismo señalaba que la historia de la mujer no
debía llamarse feministas, ya que abarca un panorama cultural más amplio con la
intención de la integración. Por consiguiente, era necesario volver a
interpretar la historia de la mujer, sin embargo, desde una representación
social que sea transformadora en la historia.
La metodología
histórica en relación a la mujer se distingue como una tarea contemporánea de
redescubrir el rol de estas en los eventos históricos. La denominada historia
tradicional femenina adquiere críticas por su incapacidad de desarrollar una
metodología específica para el estudio de la mujer. De esta manera, el continuo
androcentrismo que practican conscientemente, o no, los historiadores en sus
perspectivas al momento de escribir siguen manteniendo a la mujer en un rol de
marginación y asilamiento. Los movimientos feministas en los países
industrializados fueron los escenarios que promovieron la redacción de una
historia femenina.
Otro punto a destacar en la historiografía femenina es
la carencia de diversos tipos de fuentes al momento de la investigación. La
mujer al no ser estudiada como sujeto histórico, obtiene una ausencia de
bibliografía que dificulta la tarea histórica.
Por consiguiente ante la falta de fuentes, llevo a distintas
asociaciones de mujeres o movimientos feministas a crear un modelo de archivo
privado. Para la preparación de archivos, los documentos se categorizaron
en perfil socioeconómico,
panfletos, actas de sesiones, informes
demográficos, listas de miembros, correspondencia, entre otros. Mucho de estos
proyectos se trabajó con fuentes de documentación personal de mujeres con
destacada presencia en la sociedad, o los testimonio autobiográficos.
La
historiografía de la mujer ha diversificado sus temas de investigación tales
como personajes femeninos, clase obrera, sufragio, educación, política, entre
otros. También ha sido estudiada de manera colectiva. En la historiografía de
la educación de la mujer existen diversos artículos que presentan la evolución
de la misma. La educación de la mujer en el entorno histórico ha sido expuesta
en diversos artículos en un escenario general, de pocas investigaciones
particulares a nivel internacional como en Puerto Rico.
El primer historiador que escribió sobre la mujer y la
educación figura el historiador francés Jules Michelet en Play-the child
teaching its mother. Esta obra ubica a la mujer como un sujeto sensible que
por su naturaleza de madre es una educadora. Según Michelet este proceso de
instrucción comienza con el niño hasta la madre. Michelet especifica que este
proceso es inalterable, y que la necesidad de aprender debe ser extraída por la
mujer. Esta perspectiva ideología Jules Michelet la obtiene por medio de un
proceso de observación y la redacta en forma de dialogo. Aunque Michelet
menciona a la criatura como un niño, se le brinda a la mujer como la primera
educadora en el comienzo de su vida. En resolución, este autor comenzó a
mencionar de la mujer en la historia, pero, continuó mostrando el
androcentrismo que distinguía la historiografía de la época.
Otros historiadores de la educación de la mujer en
Estados Unidos se destacan Thomas Woody, Jennifer C. Madigan, Ednah Dow
Litthehale. Primeramente, el trabajo de Thomas Woody A history of women’s
education in the United State, es calificada como una de las más destacadas obras a nivel historiográfico.
Woody la divide en dos temas de estudio; la historia de la educación de Estados
Unidos y la mujer en el aspecto educativo. Según este historiador, el interés
en la educación femenina surge del ideal progresivo de la mujer en obtener igualdad
social mediante su educación. Asimismo, este proceso de emancipación debe
realizarse con la educación más que con aspectos políticos.
Por otra parte, Jennifer Madigan hace un recorrido
histórico sobre los orígenes educativos dirigidos a la mujer estadounidense en
The education of girl and women in the United States: a historical perspective.
Los primeros centros dirigidos a la enseñanza de las niñas se originaron en la
América Colonial conocidos como “dame
school”. Estas aulas educativas estuvieron influenciadas por el modelo de
Inglaterra. Las “dame school” fueron
escuelas elementales privadas en los países anglosajones que usualmente era
enseñado por mujeres y estaban localizadas en el hogar de las maestras. Sin
embargo, en Inglaterra este modelo era exclusivo para el hombre. En Estados
Unidos hubo matricula niñas, aunque, era muy poca. Estos centro educativos se
establecían en las cocinas de las mujeres y estas en su mayoría eran mayor de
edad (older) de la comunidad. Las mujeres recibían la instrucción a horas
diferentes que los hombres. Por qué el currículo era diferente a cada sexo. Por
último, Edna Dow Litthehale Cheney dedica un capítulo en Evolution of women’s education in the
United State relata el trasfondo histórico sobre las oportunidades
educativas de la mujer en Estados Unidos en el Siglo XVIII y XIX. La colonia
hizo muy poco en educar a las mujeres. Las féminas que pertenecían a familias
pudientes en ocasiones tomaban la determinación de tomar clases privadas en
Inglaterra. Este es el caso de Anne Dudley Bradstreet que en 1656 publicó un
libro de poemas.
La historia de la educación de la mujer en América
Latina fue un transcurso tardío en comparación a Europa y Estados Unidos. En
muchos de los países latinoamericanos su proceso político predeterminó la lucha
de las mujeres a educarse. Asimismo, la iglesia católica jugó un papel
significativo en la inclusión de las niñas a la educación popular. La educación
femenina en Latinoamérica fungió como herramienta para combatir la pobreza y al
cambio social que transformara la
situación social que atravesaban en esa época. Los cambios en la
educación en Latinoamérica no fue uno paralelo, sino colectivo que se manifestó
de formas variadas. Entre los autores que se destacan en esta historiografía
educativa femenina lo conforman Marina Subirat, Alicia Itati Palermo y Uranio
A. Guango.
La demanda de las mujeres por la educación en el
territorio latinoamericano es una constante histórica. Desde el siglo XIX la educación ha sido instrumento fundamental
para diversos movimientos sufragistas. En América latina y el Caribe (ALC) la
educación de la mujer aparece con fuerza después de una serie de procesos
independentistas. En el capítulo de Uranio A. Guango Las mujeres y la
educación en América Latina: una aproximación a los dilemas y desafíos, se
señala el caso de Panamá y el Partido Nacional Feministas (PNP) y su relación
con la instrucción femenina. El partido PNP tuvo como objetivo principal la
educación de las mujeres. Teniendo como resultado, la creación de aulas
enfocadas a la mujer. Además, en su afán de proporcionar más herramientas a las
mujeres crearon bibliotecas entre otras entidades a favor del desarrollo
intelectual femenino.
En la década de 1980 en México se estableció la
historia de la mujer como una disciplina sistemática y profesional. Este grupo
de especialistas puntualizaban que la historiografía femenina se encontraba
invisible y con estos programas les otorgaba a las mujeres un rol más
protagónico. Como bien se expresa en la siguiente cita: “… unir y reconstruir las memorias de las mujeres pueden ser un primer
objetivo de la historia femenina, que saque a la luz lo que fue suprimido,
ocultando y olvidado llenando así las ‘lagunas’ de la historia”[2]. Por tanto, la historia
educativa de la mujer debe estudiarse como una construcción histórica-social.
El caso de Puerto Rico como país tuvo sus propias
características peculiares. La historiografía de la educación de la mujer se
expone de manera superficial en los libros de historia general de la educación
en Puerto Rico. Entre los estudiosos sobre la historia de la educación de la
mujer figuran: Eugenio María de Hostos, Yamila Azize Vargas, Edna Acosta-Belén,
y María de Fátima Barceló Miller. En Puerto Rico los estudios feministas
tuvieron gran auge en la segunda mitad del siglo XX. Finalizada la Segunda
Guerra Mundial y con el crecimiento del capitalismo económico; la mujer se
encontraba en un papel más notorio en la sociedad puertorriqueña. La mayoría de
los análisis concluían que “… las mujeres
han sido históricamente oprimidas en todas las ordenes de la vida social bajo
el sistema capitalista patriarcal”[3].
Los especialistas han contextualizado dos etapas la
educación de la mujer. Primero, bajo el dominio español y segundo, con el
control de Estados Unidos sobre Puerto Rico. Esta dicotomía colonial
caracterizo los escritos hacia la educación de la mujer. Los diferentes
movimientos feministas se movilizaron para crear proyectos que incentivaran el
estudio de la mujer. Entre ellos se encuentran los siguientes: Centro de
Estudios de Cursos y Servicios de la Mujer, Programas del Estudio del Género
(U.P.R.-Río Piedras), el Pro de la Mujer (U.P.R. – Cayey), Mujer y Salud (
Ciencias Médicas) y Centro Interdisciplinario de la Investigación de la Mujer
(Universidad Interamericana). Cabe señalar, que la mayoría de estas
investigaciones fueron influenciadas por las corrientes historiográficas
estadounidense. Debido a que una gran cantidad de los casos de intercambio
académico ocurrió desde Puerto Rico hacia Estados Unidos.
Las últimas décadas del siglo XIX se caracterizaron
por actitudes discriminatorias hacia la población femenina. Durante ese periodo
la educación de la mujer solo mostraba un escenario desolador y decadente. La
educación femenina durante la década 1790 pasó a un segundo plano dado que “… transcurrieron casi cincuenta años antes
de que las autoridades coloniales volvieran a impulsar la educación de la
mujer”[4]. Los organismos privados e individuos
particulares originaron varias iniciativas hacia la educación de las mujeres.
La invasión y ocupación de Puerto Rico por Estados
Unidos en 1898 dio a lugar una transformación educativa del país. El sector
femenino fue parte de estas reformas educativas. Muchos autores coinciden, que
la educación a partir de 1898 “… fue un
aparato ideológico del estado colonial norteamericano”[5]. Para cumplir con las nuevas estrategias del
gobierno estadounidense se establecieron comités investigativos sobre las
condiciones educativas prevalecientes en la isla para esa época. A partir 1900
el panorama educativo se alteró de manera fundamental. Entre las medidas más
destacas se exponen: aumento de nuevas escuelas y de nombramientos de maestros;
imposición y adopción del inglés como idioma de enseñanza; establecimiento de
escuelas mixtas; reorganización y fortalecimiento del programa de Economía
Doméstica.
Uno de los aspectos menos resaltados de la educación
en Puerto Rico es la matricula femenina en el sistema de instrucción pública e
instituciones de enseñanza superior. En las primeras décadas del siglo XX la participación activa de la mujer
institucionalizada fue una realidad predominante en ascenso. Las matriculas
disponibles confirmaban que también el hecho que la educación ha sido el factor
clave el cual la mujer puertorriqueña ha tenido la participación más amplia a
lo largo del siglo XX. En algunos casos superando la tasa de participación de
los hombre.
En Puerto Rico las instituciones educacionales, igual,
que los patrones culturales y sociales pre establecidos operaban de manera tal
que privaban a las mujeres de alcanzar un mayor nivel de igualdad. Las raíces
de la separación sexual de los roles de la sociedad de Puerto Rico estaban
establecidos en el proceso de socialización. El factor clave en este proceso fue
la escuela. Este conflicto se presentó evidenciado en los libros de textos
utilizados en el sistema escolar de la isla. Las niñas se mostraban en
actividades muy limitadas que afirmaban su pasividad, tranquilidad y fragilidad
física y emocional.
En síntesis, el panorama historiográfico de la
mujer y su educación en diferentes lugares mostro un patrón de discriminación
histórica. Cabe destacar, que los movimientos feministas fueron piezas claves
en la divulgación y promoción de la mujer como sujeto histórico. Finalmente, el
panorama historiográfico de la mujer es un terreno bastante heterogéneo, sin
embargo, nos queda demasiado por recorrer.
[1] Ramos Escadόn, Carmen, “Historiografía apuntes para una definición
en femenino”, Revista: debate
feminista, 20 1999, p.135.
[2] La presencia de las mujeres en
la historia de la educación Chihuahuense: una verdad al descubierto, 6 de febrero de 2013 (4:03 p.m.), Perrot, (1992: 80) encontrado en
[3] Rolón Collazo, Lissette &Beatriz Llenín Figueroa, ¿Quién le teme
a la teoría?, (Cabo Rojo: Editorial Educación), 2010, p.169.
[4] Barceló Miller, María de Fátima, “Estrenando
togas: la profesionalización de la mujer en Puerto Rico 1900-1930”, R.I.C.P., 99, 1992, p.59.
La mujer en la historia primera de la Universidad Interamericana de
Puerto Rico
Vilma G. Pizarro Santiago Ed. D.; Ph. D.
Introducción
La mujer, desde sus más remotas narraciones ha sido
objeto tanto de crítica como de alabanza; pero nunca de indiferencia. Doquiera
la mujer ha puesto su mano, real o ficticia, su figura ha sido causa de
debates, ha formado naciones o ha destruido reinos, ha causado guerras; ha
movido la mano de reyes a su favor y ha desatado las más agrias disputas
históricas que usualmente terminan con un punto a favor de la humanidad o a
favor de grupos humanos. Estos han sido los casos encarnados en Jezabel, en Esther, en Jael, en Helena la
Troyana y en Antígona, entre miles de otros nombres que muy bien pudiéramos
mencionar aquí. Tal vez, cautivada por
ese misterioso poder de atracción femenil, y analizada desde otro punto de
vista, la serpiente cayó bajo su embrujo y no tuvo más remedio que acercarse a
Eva en la historia que todos conocemos…
No es menos importante reconocer y estudiar la
importancia de la mujer en nuestro terruño borincano. Hacedora de generaciones
y sostenedora de nuestra patria, en Puerto Rico, la mujer se ha solidificado
como la gran batalladora de por lo menos los últimos dos siglos. No es extraño
ver cada mañana como miles de mujeres puertorriqueñas, amas de casa,
profesionales y/o trabajadoras, sostienen solas muchas de las veces, un hogar y
tratan de crear una mejor patria para sus hijos. Las vemos en los tapones de
nuestra isla, corriendo de aquí para allá, trabajando a la vez que estudiando,
criando, sosteniendo nuestra economía.
La mujer que nos ocupa en esta ponencia, no es muy
diferente a éstas. Es más, muchas de ellas fueron nuestro modelo a seguir, a
imitar. Fueron nuestro primer piso como diría José Luis González si hoy
estuviera hablando de la mujer. Del variado prisma de mujeres con el que
contamos en nuestro país, nos enfocaremos en las que primero se destacaron en
uno de nuestros más importantes centros universitarios: la Universidad Interamericana de Puerto Rico,
antes Instituto Politécnico.
Orígenes de la Universidad Interamericana de Puerto
Rico
La Universidad Interamericana fue el resultado
final del proyecto educativo de la
Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos en la isla, la cual aparece en
nuestros medios para tiempos de la invasión norteamericana con tres propósitos,
el de educar, el de evangelizar y americanizar los nuevos territorios
adquiridos por el ya establecido imperio norteamericano. Las iglesias
protestantes norteamericanas de corte histórico, se dividieron la isla en
regiones con el propósito de evangelizarla y entre éstas la presbiteriana surge
sólidamente entre otras con un afán sobre todo educador y americanizador, ya que los centros establecidos por esta misión presbiteriana
enseñaban en inglés. De acuerdo a Samuel
Silva Gotay (1997), el afán educativo de los misioneros se originaba en parte a
que los nativos pudieran leer la Biblia y con ello, salvar sus almas de acuerdo
a la perspectiva misionera de la Iglesia Evangélica.
La Iglesia Presbiteriana se establece en el área oeste
de la isla y de acuerdo a Ramón Mellado Parsons, el verdadero origen de la
Universidad Interamericana surge en el Barrio Palmarejo en el año 1906,
"como una escuela de artes y oficios [ ] que estableció Don Juan Cancio
Ortiz" (Mellado Parsons, 1979, p. 65). De acuerdo a Mellado Parsons, esa
escuela viene a ser en el 1912, el antiguo Instituto Politécnico (primer nombre
de la actual Universidad Interamericana de Puerto Rico) el cual fue dirigido en
sus comienzos por el Reverendo John Will Harris. Sin embargo, otros documentos
apuntan a que no fue este el verdadero origen de la Politécnica- aunque esta
escuela estaba bajo el ala del concilio de la Iglesia Presbiteriana- sino una
escuela establecida- sin nombre- por el
propio Harris en San Germán en el 1906.
La importancia de las esposas de los reverendos norteamericanos
El misionero norteamericano, especialmente en el caso
que nos ocupa, traía en su mayoría, una joya de gran valor; su esposa. Podemos
ver este aspecto resaltado en la obra de Nélida Agosto Cintrón, Religión y cambio social en Puerto Rico
(1898-1940):
El hecho de
que el misionero viniera acompañado de su esposa, contrario a la práctica
católica del sacerdocio célibe, fue un factor de gran importancia, ya que el
trabajo de equipo que hacían, resultó esencial en establecer unas estrechas
relaciones con la población , y especialmente en integrar a las mujeres en la
vida religiosa protestante. (p. 65)
Precisamente, la historiadora
cita también, una obra de un autor presbiteriano, Edward Albert Odell, It came to pass, sobre el papel de la
esposa del reverendo en las obras misioneras en aquellos días.
No habían
instalaciones donde los misioneros anglosajones vivieran aparte de la gente con
quien trataban. Había un misionero en el lugar, y él y su esposa llegaron a ser
parte de la comunidad. Vivían entre ellos, sirviéndoles a cada hora del día,
amándolos y a la vez, amados por ellos. (p.65)
No obstante, además de la esposa del Reverendo Harris, un sinnúmero de
mujeres autóctonas, puertorriqueñas, participaron de la creación de este
proyecto educativo y son mencionadas y ensalzadas por el mismo John Will Harris
una y otra vez en diferentes escritos. He aquí algunas de ellas y la
información que he obtenido hasta este momento.
Guillermina Nazario
Uno de estos misioneros, el Reverendo John Will Harris, quien sabía
español y anhelaba en su corazón ir a
México o a algún otro país de Latinoamérica a cumplir con el llamado misionero,
fue de alguna forma según su relato "divinamente dirigido" y
"llamado" a trabajar con la educación de la isla. En específico, el
llamado de este gran hombre era para erigir un "college" en el país.
En el 1906, al poco tiempo de haber llegado a la isla, siguió la orden de una
voz divina en su corazón y convocó a una joven muy activa de su congregación,
Guillermina Nazario- quien tenía una
licencia como maestra rural -para enseñarle a treinta niños pequeños de primero
y segundo grado, "el alfabeto, los
números, a memorizar versos bíblicos, a orar y a cantar himnos" (Riding and Roping: The Memoirs of J. Will
Harris, 2012, p. 33). Nazario y Harris al principio reunían a los niños en
el Barrio Santa Rosa en San Germán- de hecho en palabras de Harris, el sitio
donde ubicaba el plantel era un barrio de baja categoría-en una escuela sin
muebles y con una pizarra hecha de madera de pino que medía tres pies por
cuatro. Aunque la escuela luego cambió de lugar a la Calle Javilla en San
Germán; de acuerdo a Harris mismo, ese fue el comienzo del más tarde llamado
Instituto Politécnico.
Es importante notar, que los niños matriculados en esta escuela, habían
sido imposibilitados de entrar a las escuelas públicas del pa
s.
En Guillermina Nazario, J. Will Harris tuvo
una gran ayudante, ya que antes de
finalmente establecer el Instituto Politécnico, Will Harris tuvo varios
intentos fallidos de escuelas , y en varias de ellas se menciona a Guillermina
como una ayudante fiel, maestra de vocación y una mujer con visión. De hecho, Guillermina Nazario fue también
profesora del Instituto y de acuerdo a Harris, a veces sin tan siquiera cobrar
nada.
M. E. Martínez y Ana E. Martínez
Manuela
Martínez aparece en las narraciones de Will Harris para el año académico
1912-13; el año en que comienza el
Instituto Politécnico. Su trabajo
consistía en uno de profesora por 41/2
horas diarias. Mientras que Ana E. Martínez, se encargaba de atender a los alumnos, fuera del trabajo académico.
Ninguna de las dos devengaba sueldo.
Georgina Villanueva
Tenía
dieciséis años y era una recién graduada de Ashley Normal and Collegiate
Institute en North Carolina. Era la Valedictorian de su clase. Ella misma supo
del proyecto en San Germán y pidió llegar hasta allá para dictar clases en el
nuevo instituto. John Will Harris , por medio del telégrafo, la llamó de
inmediato. La alegría de la joven llegó
hasta que vió la pobreza del lugar donde le tocaba enseñar. En esa ocasión,
Will Harris y su esposa, contemplaron como las lágrimas se asomaban a sus ojos.
Sin embargo, se mantuvo por un tiempo junto a Harris y participó del sueño de
su proyecto. Harris la describe, como una mujer hecha de "hierro
verdadero".
Miss Manuela González
Una
graduada de Northfield con los más grandes honores; pequeña y tímida que llegó
al Instituto en el 1913, pero inspiraba los estudiantes a aprender y los
dirigía por el camino derecho. Su nombre está en las famosas escaleras del
Recinto de San Germán de la Universidad Interamericana que reflejan el sueño de
los primeros días. Ella es mencionada por Harris entre los que participaron del sueño y lo
hicieron realidad.
Eunice Harris
Sin esta mujer, esta página de la historia de la educación en nuestro
país, no se hubiera escrito. De acuerdo a Harris, aunque él había sido criado
en un hogar de padres cristianos, fue ella quien lo envolvió en un ambiente
carismático y de pasión por hacer la voluntad del Señor e hizo de él lo que
luego fue: Un educador con vocación y pasión y un forjador de sueños.
Eunice trabajaba buscando la comida que habría de ser preparada para los
estudiantes, se encargaba de los menús para los jóvenes estudiantes que allí se
hospedaban; preparaba el trabajo diario que conjuntamente con los estudios,
hacían por lo menos 150 niñas, asignaba chaperones, supervisaba el
laundry; entre otras muchas tareas, como
atender a los muchos visitantes de la iglesia y de los Estados Unidos que de
alguna manera se relacionaron con el proyecto educativo de su esposo. Aún a
pesar del trabajo de la crianza de sus cinco hijos, ayudó a Harris a crear un modelo curricular que moldeó el
carácter de los estudiantes que se formaron allí. De ello dieron fe muchos
estudiantes que pasaron por sus manos y luego se convirtieron en profesionales
al servicio del país
Conclusión
Este es sólo un saborcito de la zapata de la institución universitaria
que luego ayudaron a forjar, tantas otras mujeres que dedicaron su vida y
esfuerzo a hacer que este sueño educativo de Harris, tuviese feliz
cumplimiento. No hay duda que el trabajo arduo y sin esperar mucho a cambio,
tuvo su recompensa. Hoy la Universidad Interamericana, estoica y pujante aún en
medio de los vientos de crisis que soplan huracanados sobre la isla, cuenta con
once recintos, entre ellos, uno de leyes y el de optometría- único en el
Caribe- otro bebé en Caguas y con un nuevo proyecto de internacionalización que
ayude a dar a conocer no sólo la universidad, sino a nuestro país y a su
cultura en otros países. Genuinamente,
es este un proyecto nacido en el corazón de Dios y nutrido por valientes
hombres y mujeres, entre los cuales, como siempre, la mujer se lleva el
galardón. Esta historia continuará...
Bibliografía
Agosto- Cintrón, N. ( 1996). Religión
y cambio social en Puerto Rico (1898-1940). Río Piedras: Ediciones Huracán.
Mellado Parsons, R. (1979). La
educación en Puerto Rico. Hato
Rey: Publigraph.
Polytechnic Institute Bulletin. (1931). Vol. 1. No. 1.
Polytechnic Institute Bulletin. (1932). Vol. 1. No. 4.
Riding and Roping: The Memoirs of
John Will Harris.
(2012).
Editorial Universidad Interamericana
de Puerto Rico.
Santiago -Díaz, O. (2012). Recinto
de barranquitas: Un capítulo en la historia de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Cayey:
Mariana Editores.
Silva- Gotay, S. (1997). Protestantismo
y política en Puerto Rico. Editorial de la Universidad
de Puerto Rico.
Harris, J. (n.d.). "Too
many Harrises in the Polytechnic Institute..." Complaint Document Draft written to the Board of Trustees of The
Polytechnic Institute.
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