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Ketty Cabán




Corre el año 1935 y por las calles de Utuado camina, curiosa, una niña nacida el 30 de mayo de 1929, aunque el Registro Demográfico diga otra cosa, por descuido de su muy ocupado padre, el agroindustrial Francisco Galeno Cabán Lugo. En la mañana fria y neblinosa, la niña se desplaza decidida a su primera misión de la mañana, apenas sale el sol. No es acudir a sus clases de primer grado en el Colegio San Miguel. Rafaelita Cabán busca a Sister Tarsicia, encargada de hornear las hostias que se usarán en la misa de la mañana, segura de que le obsequiará las sobrantes. La monjita lo hace, creyendo que Rafaelita las comerá, pero la niña compartirá el pan de Dios con sus muñecos y sus mascotas, porque ya la llama el camino divino, el de la fe en el Algo Mayor.
La escuela no es reto para Rafaelita. Brillante, pero de atención saltarina, prefiere internarse en su propio mundo, donde celebra misa con el atuendo que le ha confeccionado su madre, doña Esmeralda Rosa Santiago, y con la copa que se llevó de la alacena, como caliz.
A los siete años sus padres terminan la relación entre ambos, y su padre se la lleva a la hacienda de quinientas cuerdas que tiene en Viví Abajo. Allí, más sola que nunca, Rafaelita Cabán es feliz. Lo mismo imita a la cotorra que la imita a ella, que se lleva la pata en el patio para la quebrada, seguida por una bandada de patitos. Sobre todo, se sumerge en el ambiente campesino, con su música de raíces canarias y su tradición cafetalera, de donde proviene el abuelo mallorquín, el Dr. Francisco Blanes Massanet, así como el abuelastro, don Faustino Rodríguez Rodríguez, que le enseña a don Galeno los secretos del café. Cuando Rafaelita se transforme en Ketty Cabán, continuará asombrándose con el nacimiento de los primeros brotes del tabaco en las lomas y el manto blanco de las flores cafetaleras, que contemplaba en la madrugada, a caballo con su padre, volteando la finca.
Luego le cantará a esos tiempos: “Ya no se escucha en el monte / el canto del jibarito / el lelolai de la jíbara buena / que iluminó al monte / con su candidez.” Así hila su canción “Ven, jíbaro, ven”. 
Terminando su educación elemental, se da cuenta su padre que debe ofrecerle más cultura y estructura en su vida, por lo que solicita a doña Gloria Cabán Domenech, prima hermana de la niña, que se haga cargo de su crianza y educación, trasladándola a Guayama, donde doña Gloria es una joven profesora y su esposo, fiscal. Es Gloria Cabán quien la expone a la música clásica, a la literatura, a la pintura, porque se toma muy en serio la crianza de Rafaelita, ya que todavía no tiene hijos. En el Colegio San Antonio de Guayama termina su octavo grado, determinando –contra los deseos de todos- regresar con su madre a Utuado.
Las musas le tiran redes desde temprano en su adolescencia. El arte en su vida es ya inevitable.  A los 12 años compone su primera canción, “A unos ojos azules”. ¿A quién pertenecerían esos “ojos azules, claros, serenos…”?
Indómita desde pequeña, su madre decide emanciparla judicialmente a los 16 años. En Utuado, el compositor Piní Maldonado le enseña los primeros acordes. Quiere aprender piano, pero su padre rehúsa comprarle el instrumento, así que su madre le regala una guitarra. La misma guitarra que carga por todo Utuado sobre el hombro, tocando y cantando a la menor provocación, mientras se venda una mano para no escribir en la escuela superior.
Cuando está terminando la escuela superior, se enferma gravemente su padre, hasta que fallece al sufrir un tercer derrame cerebral. Va a terminar la vida de ensueño, la vida de niña privilegiada que ha vivido hasta entonces; de hija del hombre que controlaba el precio del café y el tabaco en esa era, como expresa la escritora Esperanza Mayol en su clásico libro “Islas”.
Decía un verso popular: “Cuando se muera Galeno / ¿quién lo llevará a enterrar? / Cuatro perros, cuatro gatos / y el Partido Liberal.”Así fue. En el velorio de don Galeno sólo se amanecen Rafaelita y Cachita Malaret, un personaje típico del pueblo, hoy inmortalizado por la pintora -también utuadeña- Enidsa Vázquez. Rafaelita, hija natural reconocida y protegida hasta entonces por el poder de su padre, va a tener que trabajar por primera vez en su vida, rechazada por sus compueblanos. Rechazada porque es hija natural, por los prejuicios de esa época. 
Gasta su limitada herencia en un carro convertible y en discos, que compra en el negocio musical de los Balseiro, en Arecibo. Es del legendario pianista Vladimir Horowitz el primer disco que adquiere: “Las Polonesas”. Mejor deja de comer que dejar de adquirir discos. No le interesa la música popular, lo suyo son los virtuosos, admitiría años después.
Termina la II Guerra Mundial y la joven compositora, que ya había sido dueña de un nieto de Dulce Sueño, el paso fino de todos los paso finos, encabeza la Parada del Armisticio en un imponente caballo blanco de la Policía, brioso y fuerte. La multitud cree que ella va hacienda piruetas, pero se va jugando la vida, para no caerse del inmenso animal. La artista utuadeña nunca le tuvo miedo a los retos, fueran los que fueran. Triunfó su maestría como amazona y su corazón.
Tiene todavía 18 años cuando decide grabar demos de sus primeras composiciones en los Estudios Ochoa, en Santurce. Grabaciones valiosísimas hoy, con la solista y su guitarra, si aparecieran.
Es el 1947 y en los Estudios Ochoa conoce a la compositora Sylvia Rexach, quien reconoce la calidad de la adolescente. Sylvia, ya madre y esposa, casi una década mayor que Rafaelita Cabán y muy reconocida, la invita a formar parte de su conjunto Las Damiselas, en ese momento integrado por Sylvia, Elena Rita Ortiz y Millita Quiñones. Todas compositoras. Fenómeno que no se repetirá en la historia musical de Puerto Rico. Cabán, sin embargo, no acepta, no se siente preparada. Regresa a Utuado y compra una finca en Rio Abajo, con un caballo de paso fino, que no puede sostener económicamente.
Meses después, Sylvia Rexach y Ramón Ortiz del Rivero, el inolvidable “Diplo”, productor de los espectáculos en que participa la compositora con su grupo, rompen relaciones profesionales. Elena Rita y Millita le hablan a Diplo de la guitarrista y compositora adolescente, a quien yah an grabado varios intérpretes. Entre ellos, Manuel Jiménez, “La Pulguita”. Ortiz del Rivero envía un telegram a Rafaelita, y esta vez, apremiada por su situación económica e impresionada por la convocatoria de esa gran figura, acepta unirse a la farándula sanjuanera.
Surge entonces el conjunto “Las Golondrinas”, compuesto por ella, Elena Rita Ortiz, Millita Quiñones y Daly Rosario. El éxito no se hace esperar. Simultáneamente conoce a la cantante y actriz Marta Romero, que va hacia la cima de su fama. Marta la despoja de su nombre de pila y la bautiza como Ketty Cabán. Ha nacido su nom de guerre. 
Ketty Cabán compone éxito tras éxito de ahí en adelante: “Angustia”, que grabarán primeramente unos juveniles Hispanos, luego Gilberto Monroig y con el tiempo, unos cuarenta intérpretes más. Tito Lara hará de su “Confesión” el tema de su programa; Johnny Albino graba “Un Motivo”. Diariamente es figura con Las Golondrinas en el programa radial “El Café de las Diez”, que Diplo transmite desde el muy de moda Café Palace, en la avenida Ponce de León, en la capital. 
Diplo y Sylvia remiendan sus diferencias y vuelve a surgir el conjunto Las Damiselas, que absorbe a Las Golondrinas. Se presentan en los principals teatros de Puerto Rico y van rumbo a los Estados Unidos. Tito Lara y María Esther Ortiz graban “Dos Arboles” y Marta Romero, “Lo Pagarás”. No da abasto su creatividad. La segunda version de “Angustia” en voz de Los Hispanos, tras su prresentación ante la reina Isabel II de Inglaterra, vende un millón de ejemplares. 
A Ketty Cabán, sin embargo, la inquieta el reto de la diáspora y abandona ese ciclo para aventurarse en Nueva York. Deja atrás sus éxitos y comienza de cero en la Gran Manzana, doblando cortinas de baño en una fábrica. Dos o tres semanas después, le dice adios a las cortinas, para trabajar en Woolworth’s. Allí, con su dominio del ingles, está a cargo de la sección de perfumes, hasta que llega su amigo y cantante de Las Damiselas, Félix Rafael “Ralph” Dick. Ketty le pide a su jefa que la deje salir a mediodía para almorzar con él. La jefa se niega y Ketty le deja los atomizadores en las manos, para nunca volver.
Otra vez está en el aire, pasando necesidades, pero aun así, Xiomara Alfaro, la singular cantante cubana, graba otro tema suyo que sin duda es hijo de Utuado: “La Carreta”. Corre el año 1952 y se le van abriendo las puertas de Nueva York.
Incursiona Ketty Cabán en el teatro musical, componiendo “Oye tú”, el tema para el estreno de la obra “Té y Simpatía” en español. Cabe señalar que es el debut del hoy afamado director Dean Zayas como actor y cantante.
Del arte rara vez se vive y Ketty Cabán entra al campo de la publicidad en la compañía Cort Cosmetics, division de la Coty, donde crea el perfume “C’est Soir”. El arte también tiene aroma y Ketty permanence como ejecutiva de publicidad en esa empresa durante nueve años.  Apenas tiene 31 años.
En eso le escribe su amiga y colega en la composición, Sylvia Rexach. La autora de “Olas y Arenas” le pide que regrese a Puerto Rico y la acompañe en lo que presiente serán sus últimos meses de vida. Ketty no lo duda un instante, cierra su apartamento en Nueva York, vende su automóvil y aterriza en San Juan. Lo que vio en el aeropuerto la conmocionó para siempre.  De la Sylvia que dejó unos años atrás nada queda. Sylvia está extremadamente delgada, consumida. Ha comenzado ya la cuenta regresiva que culminará unos meses después, en 1961.
Ketty hace las gestiones para montar un supermercado en Bayamón con los ahorros que trae, pero los manejos de su socia la llevan a la quiebra. Una amiga le consigue trabajo en uno de los hoteles del Condado, recién abierto.
Ketty Cabán tiene que volver a comenzar, como secretaria en el Hotel Tanamá, que se ahoga en deudas. Un mes después, el gerente desaparece y el Dr. Arturo Gallardo le entrega las llaves a Ketty con un simple mandato: “Hágase cargo.” 
A los 32 años, Ketty Cabán se convierte en la primera y única mujer gerente de uno de los hoteles de la exclusive zona turística del Condado. Más de treinta años se desempeñará en esa carrera, con un nivel de éxito tal que le ganaría el mote de “Alka Seltzer”. Mientras los demás hoteles, invariablemente regenteados por varones extranjeros, se declaran en quiebra, ella no solo mantiene el hotel de más de 100 habitaciones en números negros, sino que le elimina el más de medio millón de dólares en deudas que tenía cuando ella se encarga de su gerencia. “Alka Seltzer, nadie sabe cómo lo hace, pero lo hace.” Así rezaba el anuncio. Ketty Cabán además sería la mente creadora de la estrategia detrás del “LeLoLai Plan”, el esquema que llenó los hoteles de Puerto Rico de turistas durante los años sesenta y principios de los setenta, fenómeno que no se ha vuelto a repetir.
A mitad de la década de los 1970, Ketty Cabán comienza a fraguar otro proyecto en contra de la corriente: fundar un periódico. Ya la hotelería en gran escala le aburre y su mente, esa mente saltarina que le bulle desde niña, decide moverse a otra faceta del arte que las conjuga todas, la impresión. Ya ha sido compositora, cantante, publicista, hotelera y hasta animadora de un programa radial de un género que le provoca, el rock and roll. 
No podemos olvidar que en ese momento está componiendo rock, números como “Those”, “Beyond My Night” y “Haunted”. Por primera y única vez permite que otra creadora o creador sea coautora de una canción suya. Como deja claro en su testamento, su hija es la letrista de dichas canciones. Una de ellas sera finalista en el muy prestigioso “American Song Festival”. Ningún otro compositor o compositora de nuestro país escala esa altura. Ketty Cabán vuelve a los primeros puestos del candelero musical con “Doña Soledad”, en voz de la filinista Lydia Sosa. Poco antes, la inolvidable intérprete cubana Renée Barrios graba “Perdóname”, en producción de Tite Curet Alonso. Ednita Nazario y Gilberto Monroig graban “Amigos”. Pero Ednita se le va al frente al cantor, grabando también “No soy igual”. 
Ketty tiene ya una hija de crianza veinteañera y periodista, Fatima Seda, que le escribe el espectáculo “Había Una Vez Dos Corazones”, con las composiciones de Ketty y de Sylvia Rexach, en las voces de Sharon Riley y Dean Zayas. Estrenan en el legendario club nocturno Ocho Puertas, convirtiéndose en el espectáculo que más tiempo se presenta exitosamente allí. Se van conjuntando las estrellas.
El 11 de septiembre de 1979 abre sus puertas en periódico El Interrogador, hijo legítimo de la compositora Ketty Cabán y Fatima Seda. Circulará nacionalmente durante 11 años, hasta el 1990. A una edad en que se piensa en el retiro, Ketty emprendía la marcha en el periodismo.
Con El Interrogador, Ketty Cabán se arriezga en años donde cierran los grandes, como El Mundo y El Imparcial. Introduce las primeras computadoras Apple al mundo del periodismo, crea programas de diseño cuando no los había comercialmente y recluta una generación de periodistas que hubiesen tenido las puertas cerradas por su género. Así, Lysette Santiago se convirtió en la primera editora deportiva en un periódico, Farah Rivera y Rosa Torrens, en fotógrafas. Mas aún, soltó las riendas del convencionalismo que ataban al cronista social Iván Frontera, cambiando totalmente la nota de sociedad y farándula. Ni decir que
 trajo a Puerto Rico los diseños de inmortales como Antonio López, otro utuadeño en la diáspora. El arte necesita visionarios y Ketty Cabán, como su padre, lo era.
Con tanto trajín, no olvidó la composición. Tenía muy adentro el tema de la injusticia social y dejó el bolero muy atrás, componiendo “Ramona”, su tema preferido. “Ramona” es la dura historia de Ramonita Gil, una lavandora utuadeña de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, discriminada y abusada por ser negra. 
Estrega que estrega en el rio / la negra no sabe que existe algo mas. / La negra blanquea con brio / la ropa que el pueblo habrá de manchar…” Y concluye: “Se fue como tantas Ramonas / que por ser tan pobres / nadie ve pasar.”
“Ramona”, que escucharán durante este Coloquio en la voz del Dr. Amilcar Rivera Diaz, otro utuadeño de lujo, fue estrenada durante el homenaje que le rindiera a Ketty Cabán la Universidad de Puerto Rico (Cayey), en voz de la soprano Tamara Escribano.
Ketty Cabán, aquella niñita utuadeña inquieta y curiosa, disfrutó de incontables homenajes en vida. La Fundación Nacional Para la Cultura Popular, con auspicio del National Endowment For The Arts, grabó un disco homenaje con sus composiciones, en la voz de la cantante cubana Bertha María y arreglos de Amaury López Jackson, titulado “El Placer Fugaz del Amor”. El disco fue seleccionado uno de los diez mejores de ese año.
Otras dos canciones suyas conforman parte del repertorio en la colección “Los cien mejores discos del siglo XX”. Colección que vendió más de un millón de ejemplares.
Ketty Cabán dejó este plano a las 3:30 de la tarde del 12 de junio de 2017, tras que la abatiera su padecimiento cardíaco, que la frenó en sus últimos años. Cumplió sus 88 mayos en el Hospital Pavía de Santurce, donde no entendieron porqué había que cuidarla mejor. Apenas en marzo de 2017 fue elevada al Salón de la Fama. Quedan composiciones suyas por estrenar. Su carrera artística –que cubre más de sesenta años- no ha terminado, al contrario.

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