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Memorias VII Coloquio Cuarto Panel



Panel: Mujeres y conflictos




La participación de las mujeres en la Revolución Cubana 1956 ̵ 1959

Por Noemí Rivera De Jesús[1]

                                                “La revolución ha traído un enorme progreso para la mujer.ˮ
                                                                                                                             Teté Puebla[2]
Introducción
Las mujeres cubanas siempre han estado dispuestas a luchar por la Patria. En el caso de la Revolución Cubana de los años 50, podemos encontrar gran participación femenina. Entre las mujeres participantes se encuentra la conocida Vilma Espín, su hermana Nilsa Espín, Celia Sánchez, Clodomira Acosta, Teté Puebla, Asela de los Santos, entre otras. Pero no descartamos la idea de que existieron otras mujeres que formaron parte importante de la revolución y permanecen todavía en el anonimato. Por esa razón, resulta necesario continuar investigaciones sobre la revolución cubana contemporánea, pero enfatizando el rol de las féminas para tener un panorama histórico completo.
En muchos libros de historia general de Cuba no enfatizan a la participación femenina. Dentro de este mismo tema, resulta necesario investigar la participación de las mujeres negras en la revolución. Sin embargo, este artículo tiene una limitación que es necesario mencionar, pues fue realizado a base de libros, ediciones del periódico cubano Granma y algunas fuentes documentales. Existen fondos documentales en el Archivo Nacional de la República de Cuba y en la Oficina de Asuntos Históricos que deben ser consultados para ampliar este trabajo investigativo. Pero es necesario ciertos permisos y visado académico para poder investigar en Cuba. Las fuentes documentales utilizadas en este trabajo son de la Colección Cubana de la Universidad de Miami. Aclarado el detalle de la limitación, el objetivo de este artículo es demostrar la participación femenina en la Revolución cubana y analizar ciertos libros especializados en algunas mujeres participantes de la revolución. Las mujeres han formado parte de la revolución. Es necesario resaltar la participación de las féminas en la revolución cubana.
Vilma Espín
Comenzamos con la conocida cubana Vilma Espín, quien fue líder estudiantil, guerrillera del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, segunda mujer Ingeniero Químico en Cuba, combatiente del movimiento 26 de Julio, condecorada como heroína de la Revolución, miembro del comité central del Partido Comunista de Cuba, presidenta fundadora de la Federación de Mujeres Cubana en 1960 y esposa de Raúl Castro Ruz. Pero debemos mencionar que Espín, como los Castros, pertenecían a la alta burguesía de la provincia de Oriente. El autor Guillermo Cabrera señala que “la fotografía de la bella cubana con una gardenia al pelo negro se publicó en la portada de Life y recorrió el mundo como la imagen de la belleza guerrillera en su boda con un novio de verde-olivo, boina y extraña trenza.ˮ[3]
También ofreció discursos relacionados a mujeres que conoció durante la causa revolucionaria como Haydée Santa María y Celia Sánchez Manduley. Escribió recuerdos sobre Lidia y Clodomira. Además, no olvidó mencionar y recalcar la importancia del Pelotón Mariana Grajales.  Vilma Espín es una de las mujeres más recordadas en la política y lucha femenina en el siglo XX en Cuba. Desde muy joven y antes de la Revolución cubana, esta mujer se destacaba en las luchas estudiantiles en la Universidad del Oriente. Donde participaba en las manifestaciones en contra del gobierno de Fulgencio Batista.[4]
Celia Sánchez Manduley
En el caso de Celia Sánchez Manduley, algunos autores señalan que la mano derecha de Fidel Castro fue Celia. No solo fue secretaria de Fidel, se convirtió en la primera mujer combatiente en el Ejército Rebelde[5] y en dirigente en la provincia de Oriente de la campaña de amnistía para los prisioneros del Moncada. Sin embargo, en 1955 fue una de los fundadores del Movimiento 26 de julio. Se convirtió en la principal organizadora en Manzanillo. Un aspecto muy importante, es que fue la primera mujer combatiente en el Ejército Rebelde y perteneció a la comandancia general desde el mes de octubre de 1957.[6] Según Teté Puebla cuando hablan de Celia también se debe mencionar a Fidel y viceversa. Porque en casi todas las cosas en el territorio estuvo el pensamiento de Celia. Se le consideraba el alma de la Sierra Maestra. Celia fue encargada de organizar todas las actividades en la Sierra Maestra. Puebla señala que ¨Celia era la persona más humana, más sencilla, que había. ¨[7]
La autora Raquel La Villa postula en su artículo ¨La mujer cubana en la lucha contra las dictaduras¨ que dentro del grupo que se impusieron a los hombres en la Sierra Maestra estuvo Celia Sánchez y que antes de convertirse en secretaria de Fidel Castro, organizó a los campesinos de las lomas.[8]  Celia es considerada la primera mujer en utilizar el fusil en la gesta heroica y es conocida como la “Heroína de la Sierra.ˮ
 Luchó junto a Fidel en el combate de Uvero el 28 de mayo de 1957. Fue parte
del Ejército Rebelde desde el 23 de abril de 1957. Además, es considerada la principal promotora de la creación del pelotón femenino Mariana Grajales.[9] Celia también fue historiadora, se encargó de recopilar todas las cartas y documentación relacionada con la revolución de Fidel. En la actualidad, todas las fuentes documentales relacionadas a la revolución existen gracias a su trabajo como archivera. Murió el 11 de enero de 1980 en La Habana.  Cuando fallece era miembro del Comité Central del Partido Comunista y secretaria del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros.[10] En 1981 los niños cubanos de la Embajada de Cuba en Zimbabwe consideraron que su escuela, llevara el nombre de Celia Sánchez Manduley. Los niños cubanos de dicha escuela conocían la vida de Celia como un ejemplo a seguir. Además, los estudiantes de esta escuela cantaron el himno Nacional de Cuba y la Canción Himno a Celia Sánchez.[11]
Delsa Esther Teté Puebla, desde adolescente en la guerrilla
Conocida por muchos con el nombre de Teté Puebla se unió a la lucha para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista cuando solo tenía 15 años. Vivía en Yara y toda su familia apoyaba o participaba en el Movimiento Revolucionario 26 de julio. Puebla venia de una familia guerrillera y revolucionaria.  Abandonó sus estudios para entrar al Ejército Rebelde. Realizó muchos actos para colaborar con la causa revolucionaria como mensajera, utilizar falda para transportar útiles necesarios y hasta disfrazarse de embarazada para esconder objetos necesarios para los soldados rebeldes. A los 16 años por seguridad y al ser perseguida llegó a las montañas para unirse al Ejército Rebelde.
 Participó de la entrega de prisioneros guardias de Batista a la Cruz Roja Internacional logrando una tregua muy difícil de conseguir. Cuando consiguió la tregua tenía 17 años.  Pero fue en 1958 se convirtió en miembro fundadora y también segunda al mando del pelotón Mariana Grajales.  Desde 1959 fue directora en el Ejército Rebelde del Departamento de Asistencia a las Victimas de Guerra y sus familiares. Además, en 1963 fue encargada de educación en el Ejercito Oriental. Fue encargada, jefa y trabajó en muchas facetas del gobierno cubano. El 2 de diciembre de 2001 fue condecorada como Heroína de la República de Cuba por Fidel Castro. Esta condecoración de Heroína de la República de Cuba es considerada el más alto honor del país.
Asela de los Santos
 Natural de Santiago de Cuba, fue combatiente revolucionaria de la clandestinidad en Santiago y del Ejercito Rebelde. Participante en las luchas estudiantiles por la oficialización de la Universidad de Oriente, donde conoce a Vilma Espin y entran a la causa revolucionaria. También fue parte del movimiento 26 de julio. Durante el 1958, esta mujer realizó junto a compañeras, una serie de viajes entre Miami y Cuba para traer armas bajo las faldas. Además, en ese mismo año, se convierte miembro del Ejército Rebelde en el II Frente Oriental Frank País dirigido por Raúl Castro Ruz.[12] Además, actual investigadora en la Oficina de Historia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.[13]
Pelotón Mariana Grajales (Las Marianas)
El Peloton Mariana Grajales[14] conocidas como Las Marianas fueron la escolta de Fidel Castro. Participaron en la revolución cubana desde 1958. Pero todas las mujeres que formaron el pelotón estaban en la Sierra Maestra y colaboraban con la causa revolucionaria desde antes de 1958. Específicamente, el 4 de septiembre de 1958 se realizó una reunión que duró más de seis horas. Donde los hombres no querían que las mujeres se involucraran en combate. Los hombres decíanː ¨ ¿Cómo se le va a entregar un fusil a las mujeres con tantos hombres desarmados? ¨ Fidel Castro contestóː ¨Porque son mejores soldados que ustedes. Son más disciplinadas. ¨[15] Entonces, se formó el pelotón femenino Mariana Grajales. Su jefa fue Isabel Rielo y Teté Puebla fue la segunda al mando.[16]
El pelotón estuvo compuesto por 13 mujeres. En este pelotón estuvo Delsa Esther Teté Puebla, quien se convirtió en general de brigada en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y fue miembro fundador del Partido Comunista Cubano y de la Federación de Mujeres Cubanas. Las jóvenes vestidas de verde olivo que compusieron el Pelotón Femenino Mariana Grajales fueronː Isabel L. Rielo Rodríguez, Delsa Esther Puebla Viltres Teté, Olga E. Guevara Pérez, Angela Antolín Escalona Angelina, Edemis Tamayo Núñez La Gallega, Orocia Soto Sardina, Flor Celeste Pérez Chávez, Eva Rodríguez Palma, Lilia Rielo Rodríguez, Rita García Reyes, Juana Bautista Peña Peña, Ada Bella Acosta Pompa y Norma Rosa Ferrer Benítez.[17]
El autor Orlando Borrego Díaz señala que el papel que desempeñan las mujeres en el proceso revolucionario resulta ser de extraordinaria importancia. Además, menciona que es bueno recordar el papel desempeñado por féminas porque todavía existe una mentalidad colonial de discrimen hacia las mujeres.[18] Sin embargo, finalizada la guerra y con el triunfo de la revolucion, todas las integrantes del pelotón fueron incorporadas con puestos importantes en la construcción de la nueva sociedad cubana.
Conclusión
Resulta interesante que el tema de la Revolución en Cuba ha sido muy investigado. Pero no podemos afirmar igual para la participación femenina en la Revolución. Muchos historiadores han investigado a figuras importantes de la revolución como Fidel Castro, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, entre otros. Con relación a la participación femenina, algunos investigadores han escrito biografías de algunas mujeres importantes y conocidas como Vilma Espín y Celia Sánchez. Pero sabemos que ellas no fueron las únicas que participaron en la revolución. Debemos recordar a mujeres como Nilsa Espín quienes quedaron en el olvido, cuando participaron fuertemente con la revolución cubana. El tema de la revolución cubana es muy trabajado en Cuba. Con solo entrar a las librerías cubanas, podemos notar rápidamente la gran cantidad de libros relacionados a la figura de Fidel Castro. La revolución cubana es un tema recordado y bastante investigado por los historiadores cubanos. Aunque en Cuba existe la Federación de Mujeres Cubanas desde 1960 fundada por Vilma Espín y podemos percatarnos que desde 1960 hasta la actualidad se menciona el tema de las heroínas de la Patria cubana en las escuelas. Todavía no vemos muchas investigaciones relacionadas a la participación femenina en la revolución.
Existieron dentro de la revolución, grupos de mujeres que lucharon por el triunfo de la libertad e ideales. Muchas quedaron anónimas y es necesario que se profundice el tema de la participación femenina en la revolución cubana. Sin embargo, es necesario investigar la participación de las mujeres negras en la revolución. Hasta el momento no conocemos obra relacionada a ese tema. Mujeres como Vilma Espín, Celia Sánchez, Tete Puebla y Asela de los Santos evidencian la participación de las mujeres cubanas en la Revolución. Además, demuestran que las cubanas tuvieron más oportunidades en el área de estudios y profesiones en Cuba después de la revolución. El rol de las mujeres nunca fue olvidado en el gobierno de Fidel Castro. Con el surgimiento de la Federación de Mujeres Cubanas FMC el progreso de las féminas existió en la Cuba revolucionaria. Asela de los Santos señala que la incorporación de las mujeres a la Revolución Cubana empezó con "la participación numerosa de las mujeres en las filas del Ejército Rebelde y por el liderazgo de Fidel Castro en la lucha por la igualdad." Las compiladoras del libro titulado Emergiendo del silencio Mujeres negras en la historia de Cuba publicado en el 2016 señalan que no quedó representado en los artículos del libro la participación de las mujeres negras en la Revolución contemporánea. Esperan que su obra sirva como una invitación a los historiadores cubanos de nuevas generaciones a investigar la participación de las mujeres negras en la Revolución.  Definitivamente, es un tema para seguir investigando y que realiza una contribución a la historia de las mujeres caribeñas.













Bibliografía
Colección Cubana, Libraries Digital Collections, Universidad de Miami
Interview with Vilma Espín, May 15, 1985
Celia Sánchez, Fidel Castro's secretary
Cecilia Sánchez wearing revolutionary outfit bearing an armband with the inscription: 26 de Julio
Periódicos
Granma, 18 de junio de 1981
Granma, 23 de junio de 1981
Granma, 1982.
Sin identificar autor. En Zimbabweː Escuela Celia Sánchez Manduley. Granma, La Habana, jueves, 18 de junio de 1981, Año del XX, Aniversario de Girón, Año 17, No. 143, pág. 5.
Fuentes secundarias
Arredondo, Alberto. La historia secreta del comunismo cubano y sus purgas.
Álvarez Tabio, Pedro. Celia ensayo para una biografía. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2003.
Curnow, Ena. Leonor Ferreira Un siglo de rebeldía y pasión. Alexandria Library Publishing House, Miami, 2015.
De los Santos, Adela. “Nos dio un sentido de valor. ˮ Las mujeres en Cubaː Haciendo una revolucion dentro de la revolución. Pathfinder, Nueva York, 2012.
Diaz Castro, Tania. Uno de los suicidios más ocultados por el castrismo Nada se dice de Nilsa, la hermana de Vilma Espín, y su esposo. Se los tragó la tierra por orden de alguien.
Recuperado de https://www.cubanet.org/opiniones/uno-de-los-suicidios-mas-ocultados-por-el-castrismo/
Escalona Rodríguez, Norberto. ¨Guerreras de la Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales. ¨ Mariana Grajales Cuello Doscientos años en la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2015.
Espín, Vilma. “Sin estructuras preconcebidas ni programas diseñados. ˮ Las mujeres en Cubaː Haciendo una revolucion dentro de la revolución. Pathfinder, Nueva York, 2012.

Ferrer Gómez, Yolanda. Vilma Espín Guillois el fuego de la libertad. Editorial de la Mujer, Centro Habana, La Habana, Cuba, 2015.
March, Aleida. Evocación mi vida al lado del Che. Ocean Sur, Querétaro, México, 2011.
Puebla, Teté. Marianas en combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵ 1958. Pathfinder, 2003.
Tomas, Hugh. Cuba La lucha por la libertad. Vintage Español, Nueva York, 2011.
Sin identificar. Vilma una vida extraordinaria. Editorial Capitán San Luis, La Habana, Cuba, 2013.
Sin identificar. Mujeres y Revolución El ejemplo vivo de la Revolución Cubana. Pathfinder, 2013.


[1]Noemí Rivera De Jesús tiene una Bachillerato en Educacion Secundaria concentración en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Recinto de Ponce. Maestría en Artes de la Educacion de Currículo en Historia de la Caribbean University, Recinto de Ponce. Actualmente es estudiante doctoral de Filosofía y Letras en Historia de América en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano. Donde realiza su tesis doctoral titulada El rol de las mujeres en la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico 1892 ̵ 1900. Actualmente se desempeña como profesora de Historia y Humanidades en National University College, Recinto de Ponce y Universidad del Este, Recinto de Santa Isabel.
[2]Puebla, Teté. Marianas en combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵ 1958. Pathfinder, 2003, pág. 73.
[3]Cabrera, Guillermo. Mea Cuba.
[4]Ferrer Gómez, Yolanda. Vilma Espín Guillois el fuego de la libertad. Editorial de la Mujer. Centro Habana, La Habana, Cuba, 2015.
[5]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958. Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[6]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958. Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[7]Ibíd., pág. 34 y 35.
[8]La Villa, Raquel. ¨ La mujer cubana en la lucha contra las dictaduras. ¨ La mujer cubana. Historia e infra historia. Ediciones Universal, Miami, Florida, 2000, pág. 57.
[9]Escalona Rodríguez, Norberto. “Guerreras de la Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales.ˮ Mariana Grajales Cuellos Doscientos años en la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2015, pág. 221.
[10]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958. Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[11]En Zimbabweː Escuela Celia Sánchez Manduley. Granma, La Habana, jueves, 18 de junio de 1981, Año del XX, Aniversario de Girón, Año 17, No. 143, pág. 5.
[12]Recuperado de http://www.granma.cu/granmad/secciones/raul/asela.html
[13]Santana, Arelys. Nuestra revolucionː ni calco ni copia. Mujeres y Revolución El ejemplo vivo de la Revolución Cubana. Pathfinder, 2013, pág.11.
[14]El pelotón llevo el nombre de Mariana Grajales una mujer cubana del siglo XIX que participó en la causa revolucionaria. Todos sus hijos participaron como soldados en la revolución del siglo XIX. Es la madre del General Antonio Maceo.
[15]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958. Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 46.
[16]Ibíd., pág. 47.
[17]Escalona Rodríguez, Norberto. ¨Guerreras de la Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales. ¨ Mariana Grajales Cuello Doscientos años en la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2015, pág. 22.
[18]Borrego Diaz, Orlando. Che en la Revolución Cubana. Tomo VII Pensamiento Guerrillero. Editorial José Martí, La Habana, 2016, pág. 38, 78 y 80. La mujer presta sus servicios y puede remplazar perfectamente al hombre hasta en el caso de portar armas, aunque resulta ser muy poco en la vida guerrillera.





Juanita Ojeda: ejemplo de la Mujer Libertadora

Ponencia dictada por el historiador Miguel Antonio Reyes Walker ante el VII Coloquio sobre las Mujeres, celebrado el 15 de marzo de 2017 en la Universidad de Puerto Rico en Utuado y auspiciado por la Asociación Puertorriqueña de Investigación de Historia de Mujeres



            Al inicio del siglo XX Utuado experimentaba el mismo deterioro económico que sufrió la Isla tras la invasión.  Esto actuó en gran medida en detrimento de los aspectos físicos y sociales del municipio entre 1900 y 1940.  Aquel Utuado no era el idílico municipio de la montaña donde la vecindad vivía sin preocupaciones; donde se hacía fiesta alegre y en comunidad.  Menciona Fernando Picó en su libro Gallos peleados que: “Utuado es entonces ratero y violento, irrespetuoso, tumultuoso, sedicioso”.1
            Juanita Ojeda Maldonado nació precisamente dentro de esa vorágine social que vivió nuestro país en ese momento de nuestra historia.  Dolores Ojeda Pagán y Epifanía Maldonado de Jesús vieron nacer a su hija un 22 de diciembre de 1905.  A pesar del entorno Juanita se convirtió en uno de los ejemplos de virtud y compromiso, en una mujer libertadora.  Desde muy temprana edad, en la década de los años treinta, Ojeda Maldonado se dio a conocer como militante del Partido Nacionalista de Puerto Rico.  Los detalles de su ingreso a esta organización política no están claros pero la mención de la joven utuadeña en los expedientes del FBI data de 1936  como de persona muy activa.  Según el informe de un confidente de esa agencia federal, Juanita escondía armas de fuego en su hogar.  Sus actividades dentro del PNPR y su compromiso con la causa de la independencia eran en esencia públicas. 
            No he encontrado evidencia documental de que haya sido miembro de las Hijas de la Libertad. Es importante señalar que el capítulo de Utuado de esta organización femenina, anexa al PNPR, tuvo para 1932 una matrícula de sesenta jóvenes mujeres.2  De Juanita sí se sabe que desde muy temprano fue parte activa de la Junta Nacionalista de Utuado, en particular como tesorera, y que en 1948 presidió dicha Junta.3  A pesar que la mayoría de las acciones que se le reconocen a Ojeda Maldonado fueron de carácter recaudatorio el FBI le clasificó como “nacionalista importante” mientras que la División de Inteligencia de la Policía y la Policía Insular la consideraban “potencialmente peligrosa”, por lo tanto sus movimientos eran vigilados con detalle.  Entre sus actividades se encontraban la organización de bailes, rifas, ventas de pasteles y otras que allegaran fondos para el PNPR.  Iba de pueblo en pueblo recaudando fondos para sostener las estructuras del Movimiento Libertador. También participaba en la Asamblea Nacional como delegada de su pueblo natal. 
            La relación cercana entre Juanita y don Pedro es evidente desde temprano.  Al regreso de Pedro Albizu Campos a la Isla en 1947, Juanita estuvo presente en su recibimiento e inclusive aparece en una fotografía sentada junto a éste durante la misa a la que asistieron ese día en la Catedral de San Juan.4  Le acompañaba en diversas gestiones y le daba alojamiento a don Pedro cuando éste visitaba Utuado para alguna reunión o mitin que se llevara a cabo en ese pueblo. Su compromiso con la causa también se evidencia mediante su desprendimiento. Por ejemplo, en ocasión del recibimiento de don Pedro, Juanita confeccionó gratuitamente los uniformes de aquellos cadetes que no pudieron comprarlo.5  Entre 1948 y 1950 Juanita era muy activa dentro y fuera de Utuado, haciendo presencia en los mítines, asambleas, reuniones y conmemoraciones en distintos puntos de la Isla.
            Tras los acontecimientos de la Insurrección Nacionalista de 1950 la Policía Insular arrestó a gran número de partidarios y simpatizantes del PNPR.  Juanita fue arrestada y acusada bajo la Ley 53 de 1948 conocida como la “Ley de la Mordaza”.6 Dicha ley declaraba como delito grave el fomentar o abogar la necesidad de derrocar, destruir o paralizar el Gobierno Insular por medio de la fuerza o la violencia.  La orden de arresto contra Juanita se emitió el 21 de diciembre de 1950, casi dos meses después de los acontecimientos.  No logré documentar la fecha exacta del arresto pero sí se sabe que fue detenida preventivamente; enjuiciada por dos violaciones a la Ley de la Mordaza en relación a la Insurrección; que fue sentenciada a cumplir entre ocho y trece meses de presidio por el primer cargo y de siete a trece por el segundo más una multa que según el Artículo I de la Ley 53 podía ser de un máximo de $10,000.  Del tiempo de sentencia solo cumplió nueve meses por “exceso de preventiva”. Las sentencias fueron recurrentes, según el informe del DIP las sentencias fueron extinguidas el 17 de septiembre de 1952.
            Al ser liberada reinició sus actividades de recolección de fondos con el fin de llevar dinero, alimentos y ropa a los nacionalistas que continuaban en el presidio. El 6 de marzo de 1954 fue otra vez “encarcelada preventivamente” después del ataque al Congreso estadounidense, el 1ro de marzo del mismo año.  El juicio de Juanita y otros trece nacionalistas estaba pautado para comenzar en agosto pero se retrasó hasta el 7 de diciembre de 1954.  Es importante resaltar que, a pesar de Juanita llevar dos años viviendo en San Juan, se le juzgara en el tribunal de Arecibo y fuera encarcelada en la prisión de tal región.7  El 31 de mayo de 1955 Juanita fue sentenciada a cumplir de siete a diez años de  presidio por el delito de “asistir a una misa en Río Piedras en memoria de los nacionalistas que murieron en el ataque a Fortaleza”.8  El 6 de junio de 1955 “salió en libertad bajo fianza en apelación” y mientras esperaba la decisión del tribunal fue indultada por el gobernador Luis Muñoz Marín, el 19 de julio, haciéndose académica la apelación.
            Entre los años 1955 y 1964 Juanita Ojeda continuó sus actividades dentro del PNPR, tanto de recaudación como organizativas.  En 1961 y 1962 fue nuevamente elegida Tesorera de la Junta Nacional por la  Asamblea, posición en la cual tenía las responsabilidades de pagar la renta de la Sede Nacional del Partido en la Calle Julián Blanco esquina Ave. Ponce de León en Río Piedras, los gastos personales de Albizu y demás gastos del PNPR.  Las actividades organizativas giraban en torno a las conmemoraciones y a visitar a los combatientes encarcelados, entre ellos don Pedro.  En 1964 don Pedro fue llevado al hospital Presbiteriano tras sufrir una trombosis.  Pocas personas tuvieron acceso a la habitación de Albizu, la única que podía visitarlo era Juanita.  Por razones de salud y por insistencia internacional ante Muñoz Marín, don Pedro fue indultado por segunda vez y trasladado a la casa de Juanita en Hato Rey. Entre el 1952 o el 53 Ojeda Maldonado se había mudado de Utuado para vivir en San Juan registrándose, en los documentos policíacos y en otros, varios domicilios entre Río Piedras y Hato Rey.
            Estando al cuidado de Albizu, cosa que no era fácil por la condición de salud de éste y la situación económica en que se encontraba, continuaba cumpliendo con los demás compromisos que había asumido dentro de las filas del PNPR.  Entre sus labores como cuidadora de don Pedro se encargaba de prepararle los alimentos que le apetecían, la limpieza de la casa y buscaba satisfacer las necesidades de don Pedro para apaciguar los efectos de sus condiciones de salud. Estuvo junto a él hasta su deceso el 21 de abril de 1965 y al día siguiente, entre sollozos, junto amigos y familiares de don Pedro, Juanita cosía las banderas que decorarían la capilla ardiente.  
            Juanita no es, en sentido estricto, el ejemplo preciso de la mujer vista a través el cosmorama patriarcal del nacionalismo puertorriqueño.  Ella no se casó ni tuvo hijos sin embargo Juanita fue una mujer independiente y autosuficiente; soberana sobre sí, su cuerpo, su mente y su economía.  Toda su vida fue su propia jefa y se ganó la vida como costurera, florista y repostera.  Dedicó su vida al ideal de la independencia como su deber máximo, no por coacción ni por beneficios personales.  Del mismo modo fue amiga de todos, sin importar clase social, etnia o visiones políticas. También fue autodidacta pues, a pesar de no haber cursado estudios universitarios, dominaba cualquier tema de conversación.10   Si hablamos del rol maternal y de esposa, que promueve el punto de vista patriarcal, Juanita los cumplió a cabalidad mediante sus esfuerzos para aliviar las penas y satisfacer las necesidades de sus compañeros y las de don Pedro.  En síntesis, Juanita Ojeda Maldonado trascendió las expectativas del ideal de la Mujer Libertadora que destila el discurso albizuista.
            Su devoción a la lucha y a don Pedro fue tal que nunca se casó ni tuvo hijos, aunque se puede decir que fue la “madre” de todos los combatientes y compañeros de lucha pues nunca les abandonó.  Cumplió con don Pedro el rol de “esposa espiritual”, a la manera en que las monjas católicas son esposas de Cristo.  Después de la muerte de don Pedro, Juanita continuó aportando para el bienestar de los nacionalistas presos y participó activamente en la campaña para la excarcelación de los y las compañeras que quedaban encarceladas en prisiones estadounidenses. Inclusive fue firmante de una carta dirigida al gobernador Rafael Hernández Colón solicitando la devolución de documentación incautada por la policía durante los años posteriores al 1954 entre los cuales se encontraba evidencia médica de la radiación aplicada sobre Albizu.  También le dio albergue a Filiberto Ojeda Ríos en momentos donde éste era buscado por las autoridades.9    Como mujer luchadora por la independencia de Puerto Rico nunca descansó ni perdió su  sentido del deber.   
            Ni la cárcel ni la vigilancia constante por parte de la policía quebrantó su compromiso y aunque no empuño un arma de fuego, como lo hicieran otras compañeras, su rol en la lucha no fue menos loable.  Sin Juanita y su ejemplo de devoción patriótica casi religiosacomo soldado de fila, como abeja laboriosa e incansable, el funcionamiento interno del Partido no se hubiese podido mantener.  Juanita Ojeda merece un lugar en la historia de las mujeres, en la historia del independentismo puertorriqueño y en la historia general de Puerto Rico.
NOTAS
            1. Para más detalles sobre el Utuado de este periodo vea Fernando Picó,  Gallos peleados, 3ra  ed. (San Juan, Puerto  Rico:  Ediciones  Huracán, 2003)

            2. José  M. Dávila  Marichal, “Atención, firmes,  de  frente, marchen!:  Historia  del  Ejército Libertador  del  Partido Nacionalista  de  Puerto  Rico", (Tesis de  Maestría, Universidad  de  Puerto Rico, Recinto de  Río Piedras, 2011), p. 50.

            3. Glorimar  Rodríguez  González,  Historia del  Partido Nacionalista en  Utuado, (Puerto Rico:  Editorial  y  Taller  Abacoa, 2013), p. 186.

            4. Miñi  Seijo Bruno,  La insurrección  nacionalista en Puerto  Rico  1950, 2da. ed.  (San Juan, Puerto Rico:  Editorial  Edil, 1997),  p. 48.

            5. Jacinto  Rivera  Pérez, “Juanita  Ojeda  Maldonado:  mujer  excepcional”,  Boletín Nacional  (Puerto Rico), febrero 1988, 3, FPRenM,  Archivo  Histórico,  Colección PNPR, Fondo:  Publicaciones nacionalistas,  Carpeta:  Boletín Nacional  1980-1989. Citado en Miguel A. Reyes Walker, “El  discurso albizuista  en torno  a  las  mujeres:  el  caso de  Juanita  Ojeda,  1930-1950” (Trabajo de investigación publicable conducente a obtener el grado de Maestro en Artes con concentración en Historia de Puerto Rico y del Caribe, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2016), p. 30.

            6. Ivonne Acosta, La mordaza, (Río Piedras, Puerto  Rico: Editorial Edil, 1989), p. 68

            7. Olga Jiménez de Wagenheim, Nationalist Heroines: Puerto Rican women history forgot, 1930s-1950s (New Jersey: Marcus Wiener Publishers, 2016), p. 288.

            8. Acosta, op. cit., p. 183.

            9. Rodríguez González op. cit., p. 195.

            10. Rivera Pérez citado en Reyes Walker, op. cit., p. 35.


Enfermeras militares puertorriqueñas en la primera y segunda guerra mundial


Por: Ingrid N. Norat Figueroa

Desde el principio, es conocido que las mujeres siempre han cuidado de los enfermos y heridos de guerra. Tanto es así que han surgido como pioneras en el campo de la medicina, específicamente en el área de la enfermería, por más de un siglo. Incluso las mujeres practicaban el servicio de cuidar a los enfermos desde principios del siglo XIX, aunque no hubo organización ni educación formal o capacitación oficial hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Varios historiadores, marcan la formalización de la enfermería profesional desde el año 1850 cuando surge una de las figuras más reconocidas en enfermería, Florence Nightingale.[1] La misma fue una enfermera británica que sirvió en la Guerra de Crimea en 1854 y promovió el desarrollo de la enfermería como profesión a través de la creación de métodos y prácticas innovadoras. Estos métodos e ideas innovadoras se extendieron rápidamente a otros países como Estados Unidos, donde la formalización de la enfermería comenzó con la creación de las primeras escuelas en 1873.[2]
En Puerto Rico, las enfermeras comenzaron a dejar huellas a finales del siglo XIX. Las mismas comenzaron como parteras desde 1838 y surgieron organizaciones religiosas lideradas por mujeres que se dedicaron a cuidar de los enfermos, aunque no fue hasta 1903 que se formalizó la educación de la enfermería en Puerto Rico.[3] Dicha formalización ocurre debido a que enfermedades tropicales ajenas a los EE.UU., levantaron una preocupación por la seguridad de los soldados estadounidenses y la población en general. Por tal razón, el gobierno de los EE.UU. reestructuró el área de salud pública en Puerto Rico, formalizó la educación en medicina y estableció reformas laborales. Las primeras escuelas de enfermería en la isla fueron establecidas en San Juan, Mayagüez y Ponce.[4]
Al llegar Estados Unidos a Puerto Rico, varias congregaciones también arribaron con el comienzo de la Guerra Hispanoamericana. Algunas mujeres de la congregación de San Vicente de Paúl llegan con el ejército invasor en 1898[5] y otras enfermeras de otra congregación no identificada llegaron con la Cruz Roja Americana para la misma fecha. Estas enfermeras no identificadas se dedicaron a cuidar a las mujeres y niños de los soldados estadounidenses que se encontraban en la isla. Las mismas se establecieron por primera vez en Ponce para ayudar a los soldados que viajaban.[6] Llegaron a bordo de un barco llamado SS Lampasas acompañado por la enfermera a cargo llamada Isabelle E. Rutty. La misma fue designada más tarde como hermana a cargo de la misión auxiliar que se dirigía hacia Puerto Rico durante la Guerra Hispanoamericana. Todavía queda por investigar la existencia de una relación directa entre la congregación que llega con la Cruz Roja y las Hermanas de la Caridad de San Vicente que llegan con el ejército, ya que las fechas de llegada coinciden.
Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, la integración de las mujeres puertorriqueñas en la guerra se produjo principalmente con su participación en la Cruz Roja Americana. Esto se debió a que antes de 1944 el ejército no aceptaba mujeres puertorriqueñas en el Army Nurse Corps (ANC). Dentro de las mujeres que expresaron su deseo de participar en la guerra, se mencionó a una joven con el nombre de Eugenia L. Acevedo. Nació el 7 de septiembre de 1894 en Maunabo,P.R. Fue una enfermera puertorriqueña quien se unió a la Cruz Roja Americana en 1917 después de graduarse del Hospital Hahnemann en Chicago, Illinois ese mismo año. Fue enviada a París el 15 de septiembre de 1917 y asignada al Children’s Bureau en octubre del mismo año. Luego, fue reasignada al Hospital Base No.82 en 1918 y regresó a los Estados Unidos en 1919.[7] La misma trabajó cerca de las trincheras en Francia atendiendo y cuidando de los huérfanos y viudas de los soldados que caían en la guerra. Su sentido de patriotismo nunca le faltó, ya que la misma expresó su deseo de compartir su conocimiento y su orgullo de servir como enfermera en una carta que le escribió a su tía. Dicha carta fue publicada en el periódico La Democracia en octubre de 1917.[8] Otra mujer puertorriqueña en este período fue la Dra. Dolores Piñero. Ella fue una de las primeras doctoras puertorriqueñas en ingresar al ejército como anestesióloga. La misma logró ser la primera mujer contratada oficialmente por el ejército estadounidense en 1918.[9]
Aun así las mujeres como profesionales de la salud enfrentaron varios obstáculos a través de los años. Lucharon contra el sexismo, la falta de educación y falta de reconocimiento. Por esto, la Asociación de Enfermeras Registradas de Puerto Rico se creó en 1915 y se estableció legalmente en 1917. Entre las enfermeras practicantes surgieron activistas como Rosa González, quien luchó contra la injusticia hacia las enfermeras y la profesión. Como resultado, González publicó su libro titulado, Los hechos desconocidos, en 1929. El libro criticó las injusticias contra las enfermeras, la mala administración de los hospitales y la falta de regulaciones y servicios dentro de ellos.[10] La publicación de este libro creó conciencia y promovió una nueva etapa en el avance de las mujeres como enfermeras practicantes.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la necesidad de enfermeras aumentó enormemente y la demanda de la participación de enfermeras puertorriqueñas bilingües en el servicio militar se hizo indispensable para establecer comunicación con los soldados puertorriqueños. A partir del año 1944, el ejército comenzó a aceptar mujeres puertorriqueñas en el Women Army Corps (WAC) y el Army Nurse Corps (ANC). Enfermeras como, Carmen M. Lozano Dumler, fue una de ellas. Nació en Vega Baja, Puerto Rico el 13 de noviembre de 1921. Se graduó del Hospital Presbiteriano de Puerto Rico y se incorporó al ANC el 21 de agosto de 1944. Fue la primera mujer puertorriqueña en ser juramentada en el ejército de los EE.UU. como enfermera militar. La misma alcanzó la posición de teniente de segunda categoría dentro del ANC y ganó reconocimientos como el American Campaign Medal y World War II Victory Medal. Al ser de habla hispana, sirvió como intérprete y los soldados se identificaban con ella, por lo que se dedicó a ayudarlos a lidiar con sus emociones. [11]
Otras enfermeras militares puertorriqueñas como Rosemary Glanville Campbell, original de Ponce, nació el 2 de mayo de 1920. Se integró al ANC en noviembre de 1944 donde alcanzó el puesto de teniente de segunda categoría y ganó reconocimientos iguales a los de Dumler. Ella expresó que su experiencia dentro del ANC fue una muy memorable y su servicio a la nación le enorgulleció.[12] Elba Cintrón-Ruiz nació el 1 de enero de 1923 en Yauco, PR y vivió en Ponce. Fue una de las primeras 13 enfermeras en ingresar al ANC y alcanzar el rango de teniente de segunda categoría. Sirvió en el ANC desde el 8 de noviembre de 1944 hasta el 16 de abril de 1946. Luego ingresó al Army National Guard desde el 1980 al ‘90. Ganó dos medallas y una cinta de reconocimiento por el servicio en ultramar.[13] Medarda Rosario Rodríguez nació el 19 de abril de 1915 y vivió en Corozal, PR. Sirvió en el ANC desde 1944 hasta 1949 y luego en el ANCR (Army Nurse Corps Reserve) desde 1949 al ‘50 y regresa al ANC del 1950 al ‘52. Además de la Segunda Guerra Mundial, Rosario Rodríguez sirvió en el conflicto de Corea.[14] Eva Priscilla García, Asunción Bonilla Velasco y Olga Gregory también ofrecieron sus servicios como enfermeras registradas en el ANC.
En conclusión, se puede percibir que el aspecto militar influyó en gran medida en el comienzo y el desarrollo de la enfermería en Puerto Rico. Incluso en el comienzo, las monjas comenzaron su trabajo como enfermeras cuidando a los soldados heridos y enfermos. La llegada de los Estados Unidos a Puerto Rico demostró ser de gran importancia para la evolución de la enfermería militar y profesional en la isla debido a las reformas de salud pública. Se puede decir que el libro de Rosa González tuvo un gran impacto en la educación formal de las enfermeras que en consecuencia ayudó a que las enfermeras militares puertorriqueñas fueran reconocidas por su excelente labor. Podría decirse que el desarrollo militar de los EE.UU. en la isla facilitó la integración de las prácticas de enfermería militar y enfermería profesional.
















Bibliografía
Fuentes primarias:
            Women in the Military Service for America Regestration Rosemary Glanville Campbell. Charter Number 328205.
Women in the Military Service for America Regestration Elba Cintrón-Ruiz. Charter Number 636873.
Women in the Military Service for America Regestration Medarda Rosario Rodríguez. Charter Number 471010.
         Women in the Military Service for America Regestration Carmen M. Dumler. Charter Number 334561.

Libros:

    Anales de la congregación de la misión fundada por San Vicente de Paúl. Tomo séptimo, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del S.C. de Jesús, 1899.
  
   González Rosa, Los hechos desconocidos. San Juan, s.e., 1929.

   Las hijas de la caridad en Puerto Rico 1863-1983. Santo Domingo, Amigo del Hogar, 1983.

Prensa:

Periódico:

La Democracia, 28 de junio de 1918.

Recursos electrónicos:

Documentos de Registro de la Cruz Roja Americana, File de Irvine Mrs. Eugenia L., Eugenia Louise Acevedo, Obtenido en:

Fuentes secundarias:

Libros:

                                                                                                                                                                         
         Alberty Monroig, José F., Con novedad en la retaguardia puertorriqueña: trabajadores, mujeres e iglesias. Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1990.

         Álvarez Curbelo, Silvia y Sepúlveda Rivera, Aníbal, The Day of Small Beginnings: Los cimientos del Hospital Presbiteriano San Juan de Puerto Rico, 1904-1930. San Juan, Puerto Rico, Ashford Presbyterian Community Hospital, 2015.

         Dock, Lavinia L., Pickett, Sarah Elizabeth, and Noyes, Clara D. History of American Red Cross Nursing. New York, The Macmillan Company, 1922.

Estades Font, Eugenia, La presencia militar de Estados Unidos en Puerto Rico 1898-1918: Intereses estratégicos y dominación colonial. Río Piedras, Ediciones Huracán, 1988.

         Hernández Aponte, Gerardo Alberto,  La salud y la labor social: ministerio de las Siervas de María ministras de los enfermos en Puerto Rico (1887- 1921). San Juan, Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2013.

Pérez González, Lydia, Enfermería en Puerto Rico desde los precolombinos hasta el siglo XX. Mayagüez, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico Recinto Universitario de Mayagüez, 1997.
Picó, Fernando, Historia general de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 2006.

         Reverby, Susan M., Ordered to Care: The dilemma of American nursing, 1850-1945. United Kingdom, Cambridge University Press, 1987.
        
         Montgomery Dossey, Barbara, Florence Nightingale: Mystic, Visionary, Healer. Pennsylvania, Springhouse Corporation, 2000.

         Yost, Edna, American Women of Nursing. Philadelphia and New York, J.B. Lippincott Company, 1965.
  
Prensa:

Artículo:

         Azize Vargas, Yamila, “Los hechos desconocidos: participación de la mujer en las profesiones de salud en Puerto Rico (1898-1930)”, Puerto Rico Health Sciences Journal, núm. 1, Abril, 1990.

Recursos Electrónicos:

         Women in Military Service For America Memorial Foundation, Inc., Puerto Rican Servicewomen Answer the Call to Serve, History Archive. Obtained in: http://www.womensmemorial.org/H&C/History/historypr.html, 2/20/2014.


[1] Susan M. Reverby, Ordered to Care: The dilemma of American nursing, 1850-1945. United Kingdom, Cambridge University Press, 1987, pp. 41-43.
[2] Barbara Montgomery Dossey, Florence Nightingale: Mystic, Visionary, Healer. Pennsylvania, Springhouse Corporation, 2000, pp. 103-120.
[3] Lydia Pérez González, Enfermería en Puerto Rico desde los precolombinos hasta el siglo XX. Mayagüez, Puerto Rico, University of Puerto Rico, University of Mayagüez Campus, 1997, p. 54.
[4] Ibíd.
[5] Anales de la congregación de la misión fundada por San Vicente de Paúl. Tomo séptimo, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del S.C. de Jesús, 1899, p. 86.
[6] Lavinia L. Dock, Sarah Elizabeth Pickett, and Clara D. Noyes. History of American Red Cross Nursing. New York: The Macmillan Company, 1922, pp. 30-33.
[8] La Democracia, 28 de junio de 1918.
[9] Silvia Álvarez Curbelo y Aníbal Sepúlvedan Rivera, The Day of Small Beginnings: Los cimientos del Hospital Presbiteriano San Juna Puerto Rico, 1904-1930. San Juan, Puerto Rico, Ashford Presbyterian Community Hospital, 2015, p. 75.
[10] Rosa González , Los hechos desconocidos. San Juan, s.e., 1929, p. 7-63.
[11] Women in the Military Service for America Regestration Carmen M. Dumler. Charter Number 334561.
[12] Women in the Military Service for America Regestration Rosemary Glanville Campbell. Charter Number 328205.
[13] Women in the Military Service for America Regestration Elba Cintrón-Ruiz. Charter Number 636873.
[14] Women in the Military Service for America Regestration Medarda Rosario Rodríguez. Charter Number 471010.

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