Erotismo, historia, raza y género en Rosario Ferré y Mayra Santos-Febres
Gladys Cuevas
¿Cómo
coinciden y contrastan las creencias sobre el género, la sexualidad y la raza
en la década del 70 y en la del 90 presentadas por autoras puertorriqueñas?
Dos figuras claves de estudio lo son: la ponceña Rosario Ferré Ramírez de Arellano y la carolinense Mayra
Santos-Febres. Con la fundación de la revista Zona de carga y descarga,
Rosario Ferré, junto a otras escritoras, inicia la literatura feminista durante
la década del 1970. Por su parte, Santos-Febres, como creadora
perteneciente a la década del 90, supera al feminismo setentista que depositaba
su protesta en el desbalance económico y social de la mujer frente al hombre,
tal como señala Luis Felipe Díaz en su libro Modernidad literaria
puertorriqueña (244). Es por esto que el
diálogo generacional suscita coincidencias y contrastes en cuanto a la
historia, la raza, el género y el erotismo en el cuento “Cuando las mujeres
quieren a los hombres” (1976) de Ferré y en la novela Fe en disfraz (2009)
de Santos-Febres.
En
primer lugar, las autoras en sus obras invierten datos históricos. “Cuando las mujeres quieren a los hombres” trata
de una herencia que deben compartir la esposa, Isabel Luberza, y la amante
prostituta del difunto Ambrosio, Isabel la Negra. Ferré jugó con un dato
histórico al otorgarle al personaje ficticio de Isabel (la esposa) el verdadero
apellido de la afamada dueña del prostíbulo más popular de Coto Laurel en
Ponce, Isabel la Negra, que en la realidad se llamó Isabel Luberza Oppenheimer.
Por su parte, la novela Fe en disfraz presenta a la historiadora
Fe Verdejo que en una de sus expediciones encuentra un hermoso traje utilizado
por Xica Da Silva y que al colocárselo queda atrapada en una doble: por un lado
la historiadora negra y por otro, una esclava. La protagonista con sus
investigaciones le da voz a historias no mencionadas por el sistema patriarcal,
pues son testimonios de esclavas que debían servirle en todos los aspectos a
sus amos. Por tanto, ambas obras invierten datos históricos como así lo
realizan con aspectos de género y raza.
En
segundo lugar, ambas escritoras seleccionaron para el personaje principal uno
femenino y de raza negra que resultará provocativa para el blanco. Ferré
en su cuento muestra con ahínco el estrato racial y por ende social al que
pertenecen Isabel Luberza (la blanca y pura dama de sociedad) y de Isabel la
Negra (la sensual amante de tez negra). Por ejemplo en el cuento resalta
el interés mundano de la carne cuando Isabel la Negra indica: “desfallecidos de
hambre frente al banquete de mi cuerpo” (28). Santos-Febres en el ensayo
“El color de la seducción” menciona que la mujer “degradada” se convierte
mágicamente en la gran seductora al conquistar al blanco “quien no puede
resistirse a la fuerza de su propio deseo” (119). La mujer negra era
vista como ser inferior, pero su sensualidad y exotismo le brindaron cierta autoridad,
ya que a pesar del prejuicio racial, Isabel la Negra “era la prueba en cuerpo y
sangre de que no existía diferencia” entre las razas “puesto que en su carne
todos se habían unido” sin importar el estatus social de aquel que fuese
cautivado. En cuanto a la novela, la protagonista es de tez oscura, vive
en los Estados Unidos, y es jefa del museo y del historiador blanco llamado
Martín Tirado, a quien pareciese convertir en su esclavo sexual. Sin
proponérselo al principio, la historiadora y todas las esclavas investigadas
fueron las grandes seductoras, puesto que, por ejemplo, Martín luego de
despedirse por Skycam de su novia blanca Agnes, entraba a sitios
pornográficos especializado en mujeres negras y eyaculaba “como un animal sobre
el teclado” (Santos 36). Estos orgasmos en vez de mitigar su apetito
sexual, terminaba queriendo más… ansiando a Fe (Santos 36). Resulta
interesante destacar que “La mujer negra en muy escasas ocasiones aparece como
personaje central. Y, cuando aparece, el tratamiento que recibe es de
esclava, sirvienta, amante…” (Ramos Rosado 349). Justamente esto sucede
al principio de las obras analizadas porque ambas protagonistas son mujeres
negras, una prostituta y otra esclava. No obstante, al final ellas
transgreden esa frontera y se posicionan.
En
tercer lugar, ambas obras presentan el poder de seducción que poseen las negras
sobre el blanco. El cuento detalla el mundo superficial de Isabel Luberza
mientras que el de Isabel la Negra “está representada tan solo por su
cuerpo, la sexualidad, lo erótico. No tiene historia ni cultura ni
costumbres, ni sentido mayor que el de su cuerpo” (Sobre piel y papel 147).
La descripción de Isabel la Negra evoca un erotismo que contrasta con la
imagen de casi santa de Isabel Luberza. En los catres de cucarachas, en
el arrabal, se aprecia la toma de poder cuando la mujer “de piernas podadora de
hombres” lo domina y lo orina “para enseñarle que las verdaderas mujeres no son
sacos que se dejan impalar contra la cama”. El frenesí por la negra surge,
tal como menciona Santos-Febres en “El ensayo como eros”, ya que “el deseo no
se alimenta de lo que conoce, sino de lo que permanece velado, inaccesible,
incomprensible…” (157). Asimismo en la novela, el deseo por lo que
permanece velado se muestra en Fe pues es lo contrario a la novia de Martín no
tan solo en raza sino en costumbres. Por ejemplo, Agnes se avergonzaba de
proveerle sexo cibernético a Martín mientras que Fe se dejaba penetrar en su
carro a plena luz del día. La lujuria por la negra se aprecia cuando
Martín:
preso
del rito no hacía más que jadear, sabiendo que, con cada caricia, la piel de Fe
recibía un mordisco del arnés, que levantaba una nueva herida. En aquella
sala vacía y con aquel extraño traje puesto, Fe Verdejo pagara en sangre el
darme placer. No pude contenerme. Me vacié en su boca, como una
ofrenda. (58)
De esta manera,
Martín, tal como un amo en la época esclavista, alimenta su lujuria en la piel
negra, exótica y sensual de la esclava. También, estas escenas sirven de
ejemplos de cómo Santos-Febres va mucho más allá al describir las escenas
eróticas en comparación con Ferré que lo realiza solapadamente.
Ahora
bien, otro elemento que ambas obras cuentan en común es el recurso del doble.
Tal como indica María Inés Lagos Pope en el ensayo “Sumisión y rebeldía:
el doble…”, el hecho de que la sociedad patriarcal “no le haya permitido a la
mujer manifestar su sexualidad ni ejercer su independencia subrayó la división
entre su ser auténtico y la conducta que esta debía adoptar para satisfacer los
dictados de la sociedad, lo cual menoscabo su identidad y contribuyó a crear
una situación de alienación” (732). Por consiguiente, al no poder
manifestar su sexualidad y libertad, la mujer poseía en su ser una parte
auténtica y otra que cumplía con lo que la sociedad patriarcal le requería. Es
por esto que el recurso del doble servirá para mostrar la dualidad entre los
deseos y lo que la sociedad señalaba como apropiado. Por ejemplo, Marie
Ramos Rosado en su libro “La mujer negra en la literatura puertorriqueña”
señala la dualidad entre las isabeles en el cuento, ya que “la sociedad ha
creado mujeres llenas de contradicciones, mujeres imperfectas que son ellas y
sus contrarios” (239). Ramos Rosado añade que Ferré resalta “que en toda
mujer existe un ser auténtico y otro inauténtico que en las sociedades
capitalistas se crean seres dividido estas mujeres en rupturas constantes.
Estas mujeres encarnan su propio ser y el otro” (239). Tal como
indica Lagos Pope, al haber compartido a Ambrosio las dos están secretamente
unidas y han vivido conscientes de la existencia de la otra. Esto se
aprecia en: “Nosotras, tu querida y tu mujer, siempre hemos sabido que debajo
de cada dama de sociedad se oculta una prostituta. (…) Porque nosotras siempre
hemos sabido que cada prostituta es una dama en potencia…” (Ferré 27).
Las isabeles se acercan, se santifican y se purifican al nivel que al
final se funden. Por ejemplo, Isabel Luberza comienza a imitar a Isabel
la Negra al pintarse siempre las uñas de “Cherries Jubilee”, el rojo más fuerte
de entonces y que le gustaba a los negros (Ferré 30). En resumen, al
Ambrosio (símbolo de patriarcado) morir, la dama y la prostituta se funden,
pues comparten una misma historia y juntas se complementan. No obstante,
a pesar que la novela también exhibe la figura del doble habrá otro desenlace a
través de este recurso.
Un
contraste entre las obras en estudio recae en el propósito de la figura del
doble en Fe en disfraz. Cabe destacar que además de Fe y su doble
de esclava, Martín, también, posee un doble. Esto se aprecia en él cuando
“como presa de un reflejo” (37) “se levantaba la fiera” (45) al nivel que
desconocía cómo se “trasmutaba en ese terrible ser de colmillos expuestos” y se
dividía en dos: uno era el historiador y el otro, el amo de aquellas esclavas
(46). Fe, en su doble de esclava, revive la historia, es decir, la mujer
“sumisa” y abusada para que él cumpla su fantasía. Por tercer año
consecutivo, un 31 de octubre, Fe convocó a Martín a desdoblarse, hecho que se
describe en la siguiente cita: “Me imagino, por ejemplo, cómo veré a Fe mutando
ante mis ojos. Se convertirá en cortesana haitiana de los tiempo de Henri
Christophe, en la mismísima Xica Da Silva, en todas esas mujeres negras, trasplantadas
por un extraño curso del azar (y de la Historia) a ese traje, a esa otra piel”
(113). Ahora bien, Martín al analizar las ansías de libertad de “su
dueña” rompe el rito al cortar el traje con la navaja toledana que una vez Fe
le regaló. Entonces, la mujer negra estará libre de esa barrera de
latigazos, cicatrices y humillaciones que arrastraba de la Historia. En
definitiva, el doble resulta efectiva para representar el papel de la mujer en
ambas obras.
A
fin de cuentas, al conocer las peculiaridades de ambas generaciones, Ferré y
Santos-Febres con sus aportaciones indudablemente resultaron ser pilares,
zapatas, madres… en la literatura puertorriqueña al transgredir el canon.
Díaz señala que Santos-Febres “es continuadora de Rosario Ferré, quien en
el cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres” reconoce muy bien el
aspecto de la oposición y alteridad que se graban en el cuerpo de la mujer”
(244). Se aprecia, tal como señala Díaz, cómo Ferré deposita mucha
energía en la denuncia y resentimiento contra el despotismo fálico mientras que
en Santos-Febres abunda más el goce perverso que lleva a la burla y la
desgracia de los significantes patriarcales, y la celebración jubilosa de las
nuevas aventuras e impresiones del cuerpo una vez superados sus escollos y
angustias (244). El diálogo generacional entre ambas obras coinciden en
posicionar al género femenino y a la raza negra. También, Ferré de un
modo sutil mientras que Santos-Febres mucho más liberal muestran al cuerpo de
la mujer irreverente ante el patriarcado. Al hacer más visibles estas
prácticas de transgresión y desobedecer los mandatos de la prohibición
falocéntrica Santos-Febres “supera la noción de la mujer ya virginal o
prostituta que ha proclamado el discurso de la ansiedad y temor masculinizantes
…” (Díaz 243). Además, la figura del doble servirá para mostrar las dos
caras que la mujer ha tenido que asumir en un sistema dominado por el hombre.
En el cuento el doble fundirá a la negra con la blanca para seguir
escalando la posición respetada que merece y en la novela el doble servirá para
liberar a la negra de las creencias y ritos que las han perseguido.
Gladys Cuevas Ortiz
Bibliografía:
Díaz,
Luis Felipe. Modernidad literaria puertorriqueña. San Juan:
Editorial Isla Negra, 2005. Impreso.
Ferré,
Rosario. Papeles de Pandora. México: Joaquín Mortiz, 1976.
Impreso.
---.
Sitio a eros. México: Joaquín Mortiz, 1980. Impreso.
Lagos
Pope, María Inés. “Sumisión y rebeldía: el doble o la representación de
la alineación femenina en narraciones de Marta Brunet y Rosario Ferré”. Revista
Iberoamericana de Pittsburgh, 1973. Web. 5 de enero de 2018.
Ramos
Rosado, María Esther. La mujer negra en la literatura puertorriqueña: cuentística de los setenta. (Luis
Rafael Sánchez, Carmelo Rodríguez Torres, Rosario Ferré y Ana Lydia Vega).
San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Editorial
Cultural, 1999. Impreso.
Santos
Febres, Mayra. Fe en disfraz. Columbia: Alfaguara, 2009.
Impreso.
---. Sobre piel y papel.
San Juan: Callejón, 2011. Impreso.
“Isabel la Negra”, olvidada por la hipocresía
Shadey Mercado Pérez
Isabel Luberza Oppenheimer o “Isabel la Negra”, era una persona de
muchos contrastes. Por un lado, era dueña y madama de uno de los negocios más
lucrativos de Ponce, Elizabeth’s Dancing Place, un centro nocturno donde se
practicaba la prostitución. Por otro lado, hacía donaciones, o las solicitaba a
sus clientes adinerados, para ayudar a la
Iglesia y a organizaciones sin fines de lucro.
Este contraste se ampara en la idea de que donde trabajas define quién
eres. Por lo tanto, como en el negocio de Isabel se practicaba el adulterio, en
esencia era considerada como adultera. Esta idea moralista, poco a poco,
provocó que su figura se fuera borrando de la historia, hasta solo ser recordada
por los cuentos, una novela, una película y una plena. Pero, la figura de
Isabel es más compleja que eso, pues logró revolucionar la prostitución y
llevarla a los estándares de calidad más altos. Esto a su vez ofreció
oportunidades a las poblaciones marginadas en Ponce en forma de becas para
estudios y cuantiosas donaciones.
Propongo estudiar las representaciones que se hacen de “Isabel la Negra”,
una vez que muere, en algunos periódicos de Puerto Rico y en la memoria
cultural que se desarrolla a partir de los cuentos de Rosario Ferré y Manuel
Ramos Otero, la novela de Mayra Santos Febres, la película de Efraín López
Neris y la plena de Toñín Romero. Intento construir un relato sobre la vida de
Isabel que reconozca sus complejidades y sus hazañas como mujer trabajadora.
La Mujer Maravillosa: Las dinámicas sociales puertorriqueñas a través de
una joven mujer espiritista
Edgardo E. Ramírez
Rivera, Ph.D.
Catedrático
Auxiliar
Universidad de
Puerto Rico – Utuado
Universidad de
Puerto Rico – Arecibo
En el Puerto Rico de 1915 se desató una euforia por
los trabajos curativos de la joven Rosario Vázquez. La llamada “Mujer Maravillosa”
tan solo tenía quince años, pero por varias semanas se convirtió en el foco de
atención de toda la Isla. Las continuas sanaciones y operaciones sin
instrumentos quirúrgicos llevaban a cientos de personas a su hogar buscando un
encuentro con la mujer que les iba a devolver la salud. Pero ¿Quién era
realmente la Mujer Maravillosa? ¿Cómo fue su acogida? ¿Qué nos dice su
experiencia sobre las mujeres? ¿Que nos dice sobre Puerto Rico?
Utilizando la prensa como fuente principal de
investigación, esta ponencia se acerca al personaje de la Mujer Maravillosa
para establecer las dinámicas sociales que se producían a través de una mujer
joven espiritista. Se arguye que a través de un estudio microhistórico podemos
identificar los distintos espacios sociales que la mujer va encontrando. Estos
espacios son limitados, y en ocasiones efímeros, pero sin duda alguna son válvulas
de escape en que las mujeres se convertían en protagonistas de su entorno
social. De esta manera el espiritismo asume igualmente un rol importante en
proveer a muchas mujeres la oportunidad de alcanzar ese espacio. Después de
todo, la Mujer Maravillosa cobraba un centavo por cada persona que atendía,
integrándose igualmente al mundo laboral. Sin embargo, las dinámicas sociales
que se van produciendo una vez la mujer asume un espacio no son necesariamente
favorables, por lo que es importante acercarnos al desarrollo y a las consecuencias
que afloran una vez la Mujer Maravillosa asume un rol protagónico.
La Mujer Maravillosa
ejemplifica la cotidianidad puertorriqueña. A través de su estudio es
permisible las preocupaciones, intereses y convicciones de una sociedad
constantemente en cambio, en especial luego de la nueva soberanía que regía en
la Isla desde el 1898.
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