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Memorias X Coloquio Panel IV Mujeres: arte y escritura

 La Evolución, 1902: el discurso político, hispanófilo, criollista y feminista de Ana Roqué Geigel de Duprey

Elga M. del Valle La Luz, PhD

 

Ana Roqué funda el periódico La Evolución en 1902, en la calle San Francisco #18 en Viejo San Juan. La línea editorial de este periódico demuestra, tal y como lo señala su título, la evolución del discurso que revela una evidente madurez a nivel social, político y feminista. Roqué va a tener voz propia en lo que concierne a opinar sobre los asuntos públicos, sin temor alguno. De igual forma, utilizó esta publicación para la promoción identitaria y cultural puertorriqueña. 

De La Evolución, se conservan en archivo seis ejemplares correspondientes a febrero, marzo y abril de 1902.  En los mismos, aparece como directora y administradora Ana Roqué Geigel aunque, al igual que en La Mujer, periódico que fundó en 1894, su hija Hortensia Duprey Roqué apoyó la gestión de su madre e inclusive publicó columnas en algunos de ellos. 

Esta publicación, dirigida, administrada y compuesta por mujeres, según lo hace constar Roqué en la portada, se convierte en un manifiesto de lucha, afirmación y transparencia feminista. Un periódico dirigido por mujeres en una sociedad en que los medios de información eran totalmente controlados por hombres, compuesto por mujeres en una época en que a las mujeres no se le concedía voz para opinar y manifestar sus posturas, y administrado por mujeres en momentos en que la mujer no era reconocida como ciudadana con capacidad de propietaria, era un verdadero acto de valentía. De cada edición se reproducían mil quinientos ejemplares que se vendían a dos centavos, y como en La Mujer, aparecerían aportaciones de autoras, principalmente en las secciones dedicadas a creatividad literaria. 

Por otro lado, permea un discurso hispanófilo y criollista, constante, y un llamado a la unidad puertorriqueña para resistir la asimilación y la claudicación de la identidad cultural del pueblo puertorriqueño. La hispanofilia no era un defecto del pensamiento, menos aún en el caso de los puertorriqueños, sobre todo si se mira desde lo que implicó el proceso de cambio de metrópoli.  En un abrir y cerrar de ojos, Puerto Rico pasó de España a Estados Unidos. A meses de la recién aprobada Carta Autonómica en 1897, Estados Unidos invadió Puerto Rico y no reconoció la validez del documento. El país pasó de ser hispanoparlante a tener que incorporar el inglés, de un sistema de creencias y valores cimentados en el legado de las instituciones españolas pasó a incorporar nuevas creencias, la incursión del protestantismo, y un sistema de valores y costumbres distintos. Abrazar la hispanofilia y afirmar el criollismo fue una actitud totalmente comprensible ante el desgaste de la confianza en la promesa que representaba Estados Unidos. Con las políticas asimilistas y la devaluación de la hispanidad evidentes en la toma de decisión de Estados Unidos con respecto a Puerto Rico, la hispanofilia y el criollismo representaron una opción viable para recuperar la ruta del progreso. En el caso de Ana Roqué, esta defendió los valores legados de España, no solo en La Evolución sino también en manuscritos y en su producción discursiva y literaria, por otro lado, reconoció y defendió la identidad y la cultura criolla y criticó la asimilación, así como las costumbres estadounidenses que entendía que atentaban contra el legado de la Madre Patria.

En el ejemplar número ocho, impreso en febrero de 1902, Roqué publicó una columna titulada “Como se regenera un pueblodesde la cual exhortó, de manera contundente, al avivamiento patrio bajo el enunciado “La patria muere, os preciso sacrificarse por la patria”.[1] En el texto, Roqué aseveró “Querer es poder, y la unión nos hará fuertes”, “¿Quién desoirá la voz de un pueblo honrado, cuando al unísono demanda libertad y justicia?”.[2] Este reclamo por la unidad era similar al que hacía Rosendo Matienzo Cintrón, y que allanaba el camino a la fundación del Partido Unión en 1904. Cabe señalar que Matienzo rechazaba el pasado hispano y Roqué era hispanófila. Sin embargo, la idea de la unión de los puertorriqueños que Matienzo defendió en sus apariciones públicas en el Ateneo Puertorriqueño en San Juan y en Ponce, fueron aplaudidas y reseñadas en La Evolución, en los meses de febrero y marzo de 1902. Mientras Roqué llamaba “apóstol” a Matienzo, exhortaba a sus lectores a que las palabras del político repercutieran y permanecieran inmarcesibles en el corazón de los puertorriqueños. Utilizando la frase latina con la que se inicia el rito eucarístico católico Sursum corda (levantemos los corazones), Ana Roqué exhortaba los puertorriqueños a renovar la esperanza: “Sursum corda, puertorriqueños. El pueblo que no quiere morir, no muere. La voluntad, la virtud, el trabajo y el esfuerzo, nos harán hermanos del pueblo americano, jamás enemigos. ¿Por qué temer?”[3]

En una narración satírica, titulada “El tío Samuel”, Ana Roqué elaboró una analogía sobre la relación colonial de Puerto Rico con Estados Unidos y las repercusiones divisionistas experimentada por los sectores federalista y republicano. Con gran ingenio y jocosidad, Roqué narró cómo Boricana (sic) (Puerto Rico) siendo viuda de un español con dos hijos, Federico (federalistas) y Repurico (republicanos), se casa con el Tío Samuel (Estados Unidos). Este último, se casaba por interés con la joven y le convenía la continua tirantez en la relación de los dos hermanos, que acabarían por destrozarse y el tío, a quien otorga características diabólicas, sería el único beneficiado.

Por otro lado, el feminismo es tema constante en los ejemplares que permanecen en archivo. Cabe señalar que La Evolución incluye publicaciones escritas por hombres a favor de las causas de las mujeres. En carta abierta publicada el 15 de febrero de 1902 por don Juan Cuevas Aboy, pedagogo ponceño, en La Evolución, éste hace un llamado apelando al reconocimiento de la importancia de la mujer en la sociedad progresista:

La mujer es factor principalísimo en el problema del progreso en sus distintos órdenes y usted que así lo interpreta, va a la vanguardia rodeada de sus distinguidas compañeras proclamando muy alto que la dama puertorriqueña, vale por su raza, por su virtud y por su talento.[4]

En febrero de 1902, Ana Roqué define el feminismo como “el avance que la mujer viene realizando en el mundo en la conquista del derecho que le asiste como ser humano que es, al ejercicio de todas las profesiones, y a pensar y obrar con relativa libertad”.[5] Como educadora y feminista, creía en el derecho de la mujer a educarse, sin embargo, una vez más se afirmaba en el conservadurismo, propio del feminismo burgués, al expresar el derecho a una “relativa” (sic) libertad de las mujeres. Por otro lado, esta afirmación podría inferirse que obedecía a seguir invitando a hombres de la elite criolla que se sumaran al reconocimiento y respaldo al derecho al voto para las mujeres y a la garantía de expresión e intervención de estas en asuntos relacionados a la política del país.  

Otro de los esfuerzos por adelantar el feminismo en Puerto Rico y sobre todo para ganar adeptos a la causa sufragista, fue poner en perspectiva lo que ocurría en otras partes del mundo. En la columna titulada “El feminismo”, Ana Roqué habló sobre los adelantos de las mujeres francesas en la causa del sufragio, representadas por Marguerite Durand y el periódico feminista La Fronde. Simultáneamente, criticaba las ínfulas de superioridad del discurso antifeminista europeo en comparación al muy diferente panorama que vivían las feministas en Estados Unidos.

Para concluir, La Evolución nace y muere en 1902. Posiblemente, algunas de las razones obedecieron a la falta de apoyo económico al rotativo, que a Roqué le ofrecieran la oportunidad de fundar el Liceo Ponceño, como aduce la publicación El Carnaval en abril de 1902, o por el boicot que le hizo el Sistema Postal de los Estados Unidos, y al que hace referencia doña Ana en la publicación de La Evolución del 9 de marzo de 1902. Dado el discurso anti asimilista, anti transculturista, pro unión, de afirmación hispanófila, criollista y feminista de La Evolución, se puede argüir que el hecho de que el servicio postal estadounidense le negara la tarifa postal de segunda clase, de la que gozaban los periódicos en Puerto Rico,  a Ana Roqué fue una manera de boicotear indirectamente la publicación. No es posible saber esto con certeza, pero su súbita desaparición, y la necesidad de Roqué de buscar otra fuente de ingreso, posiblemente más estable, lleva a pensar que cada uno de los factores mencionados incidieron en ello. Afortunadamente, la carrera periodística de doña Ana y su ánimo de seguir educando y afirmando el feminismo y la identidad cultural puertorriqueña, no cesó.

 

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