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Memorias del IV Coloquio (Duodécima Parte)



Las trabajadoras del ring en Puerto Rico
Juan Santiago

Introducción: antecedentes

Hace siglos dos mujeres con trajes largos y moños al estilo victoriano, pelearon para ganar unas monedas y llevar pan a sus mesas. En adelante cientos de mujeres alrededor del mundo, han trabajado  como obreras del ring venciendo a rivales dentro y fuera del cuadrilátero. Si se quiere  entender la situación del boxeo femenino en Puerto Rico hay que mirar atrás y  trasladarse fuera de la realidad isleña.  El combate mano a mano se remonta a la antigüedad y tiene formas y significados que varían de sociedad en sociedad. En los textos antiguos como La Ilíada solía resentarse el combate como un duelo  de poder, carácter, voluntad y fortaleza. Sin embargo, con el advenimiento de la cristiandad, se impuso una visión negativa de los combates que llevó a prohibirlos y borrarlos de la oficialidad. Es muy probable que en grupos marginales como los gitanos se mantuviera la tradición del pugilismo que renació  en Inglaterra. Entre los gitanos, en especial los de origen irlandés, surgieran varios de los pioneros del deporte y que aún en el siglo 21 mantienen las mismas reglas  del siglo 18. De los marginados,  el lumpen proletariado y los esclavos, salieron los boxeadores. 
El primer boxeador americano en cruzar el Atlántico fue Tom Molineaux, un liberto que consiguió  su libertad como premio por ganar un battle royal de esclavos en Virginia. [1] En Inglaterra,  marineros, carniceros y mujeres cirqueras son ejemplos de los pioneros del boxeo. Tan temprano como en 1722, se registró en un anuncio de periódico, un combate entre dos mujeres. De la información se desprende que eran dos mujeres trabajadoras buscando dinero extra. El premio, media corona inglesa para la ganadora. El anuncio fue un reto público que lanzó Elizabeth Wilkinson a Hannah Hyfield[2]. El reto a través del periódico era una manera de promocionar el evento. Si se considera que el primer campeón  reconocido, James Figg, quien reinó entre 1719 y 1734[3] y forjó su carrera en las ferias londinenses,  se puede  entender que el boxeo femenino tuvo un génesis similar al masculino. Aunque, la perspectiva desde la que se ha mirado la participación de las mujeres y los hombres ha influido en el desarrollo del boxeo.  Para un trabajador del ring, el cuerpo es  instrumento y símbolo. El peleador debe moldear su cuerpo, esculpirlo con trabajo duro y disciplina. Un cuerpo trabajado implica responsabilidad con la profesión, deseos de ganar, fortaleza, aguante, sacrificios y dignidad. Con el cuerpo se sufre el castigo, con el cuerpo se enfrenta al rival. Sobreponerse al dolor infligido al cuerpo, es la victoria de la mente sobre la materia. Los boxeadores no entran al ring semidesnudos por casualidad ni tradición vacía de significado. El cuerpo con el que el soldado va a la guerra es el mismo con el que el púgil entra al ring. Es el cuerpo de los músculos templados como el metal.  En este deporte  se deben eliminar los puntos débiles, el miedo no se perdona y se premia  la osadía y la tenacidad. Esa visión del cuerpo y el espíritu que lo sostiene viene desde los antiguos griegos. En una época en que no había categorías de pesos, los combates eran hasta la rendición o el desplome y  casi todo era permitido. Por lo tanto, no era de extrañar que la regla implícita fuera la supremacía de la fortaleza física para imponerse en el combate  cuerpo a cuerpo. Si a esto se añade la sexualización del cuerpo femenino se tiene un rechazo de la mujer como instrumento y símbolo adecuado para el boxeo como arte y ciencia. No es de extrañar que los reporteros del siglo 18 y 19, al reportar los combates femeninos pusieran  énfasis  de perplejidad en las ropas rasgadas y los torsos semi desnudos como resultados de los combates y no en sus habilidades y desempeños.[4] La prensa fue una de las fuerzas que tendió a censurar los combates femeninos.  Para una mujer salir de la casa a ganarse el pan  en el negocio del boxeo fue convirtiéndose en tabú. De esta manera a medida que se regulaba el boxeo, se iba prohibiendo la participación de las mujeres. 
La  mayoría de los combatientes provenía de la clase trabajadora,  aunque muchas personas de otras esferas como la nobleza, fueron involucrándose con el auspicio de arenas, escuelas y eventos. Con el crecimiento del boxeo como deporte y profesión, la  regulación  de las peleas  fue progresando para proteger a los púgiles y al negocio. La regulación  tomó  vertientes distintas con las mujeres y los hombres. Con  la regulación (las reglas internas del deporte y la legalización por parte del Estado) el boxeo femenino se fue censurando. A medida que se fue regulando el boxeo con leyes locales, nacionales y reglamentos internos del deporte, se fue prohibiendo la participación femenina.  Aunque los primeros dos reglamentos de boxeo,  el de Broughton en 1743[5] y las reglas del Marqués de Queenberry 1867[6] no prohibían el boxeo femenino tampoco tenían consideraciones para la mujer dentro del deporte.  Es probable que  la desaprobación de la prensa y la percepción generalizada de  la mujer como poco apta para un deporte de combate, fueran mermando las posibilidades de las mujeres de avanzar en el boxeo. Hay tres elementos que dan forma al boxeo: entretenimiento, negocio y deporte. El negocio es el estímulo primordial; el deporte le da el carácter moral y el entretenimiento es lo que permite  que se masifique. Si se desviste al boxeo de todos sus adornos hasta dejarlo desnudo, se encuentra que se trata de un negocio en que los contendientes y los organizadores  sacan partida económica de las apuestas y las entradas a los lugares para ver los combates.
El boxeo masculino y el femenino llegaron a Estados Unidos en el siglo 19.  El primer combate femenino del que se tiene conocimiento ocurrió en el Hills Theater de Nueva York en 1876, ciento cincuenta y cuatro años después de la pelea entre Wilkinson y Jones. En Estados Unidos las mujeres solían boxear en teatros y espectáculos de Vaudeville. Aunque muchas veces se solía calificar estos espectáculos como “exhibiciones” para  evitar la censura, no faltaban  duelos serios y de respaldo en carteleras grandes.   Aunque parezca extraño,  a principios del siglo 20,  el boxeo femenino aficionado tuvo más aceptación que en periodos más significativos en la lucha por la igualdad femenina como la Segunda Guerra Mundial y las décadas de los 1960 y 1970. Por ejemplo, en 1900, la inglesa Polly Fairclough[7] fue nombrada como la primera campeona mundial. En 1901 se hizo la primera filmación de dos mujeres practicando boxeo. En la Olimpiada de San Luis en 1904, hubo boxeo femenino como deporte de exhibición y en algunas escuelas de la ciudad de Boston se incluía el boxeo como parte del entrenamiento físico de las estudiantes. A medida que se fue regulando el boxeo, se fue prohibiendo en muchos estados, la participación femenina. El escenario de trabajo para las boxeadoras profesionales se complicó tanto que la primera licencia a una boxeadora fue expedida  en New Jersey en 1923. No fue hasta 2012, en Londres que volvió a surgir el boxeo olímpico para las mujeres. 
 Luego, de expedirse la primera licencia para boxear a una mujer, la falta de oportunidades para trabajar en el ring  y la eliminación del boxeo aficionado casi desaparecieron a las mujeres dentro del boxeo por los siguientes treinta años.  En   octubre  de 1957,  la inglesa Barbara Buttrick[8] y  la norteamericana Phyllis Kugles fueron las primeras mujeres en boxear por televisión. La pelea fue por el campeonato mundial peso mosca y la inglesa salió victoriosa.  Ante la falta de apoyo de las organizaciones que sancionan las peleas de boxeo, Buttrick fundó una institución internacional para boxeo femenino, la World Boxing Federation (WIBF). Ese legado de Buttrick tiene especial importancia para Puerto Rico ya que las puertorriqueñas Ada Vélez y Melissa del Valle fueron campeonas mundiales a través de  esa organización.
Los altibajos  en el desarrollo del boxeo femenino se prolongaron por varias décadas en las que las mujeres fueron abriendo camino por medio de recursos legales como demandas por discrimen por género. Por ejemplo, en Michigan se legalizó el boxeo aficionado para mujeres luego de una demanda contra el estado por parte de la estudiante Jil Lafles, de diecinueve años. No fue hasta el 1993 cuando la USA Boxing’s Board[9] reconoció el derecho de las mujeres a boxear, luego  que una corte en Washington cedió a favor de la demanda presentada por  la boxeadora Dallas Malloy[10]. El argumento de Malloy fue el mismo que Lafles, discrimen por género.  La década de 1990, es considerada por varios historiadores como el renacimiento del boxeo femenino. A partir de ahí  se fue legalizando en diferentes países, incluyendo a Puerto Rico que  lo hizo en 1996. 

El Boxeo femenino en Puerto Rico

En 1995, la puertorriqueña Dommy L. Delgado Berty, se convirtió en la primera mujer en el mundo en presidir una comisión de boxeo profesional. En ese momento el boxeo profesional femenino era ilegal en Puerto Rico, aunque ya había boxeadoras aficionadas como Belinda Laracuente. Ante la petición de entrenadores locales y bajo la incumbencia de Delgado Berty,   a mediados de los años noventa, se aprobó en reglamento de la Comisión de Boxeo Profesional de Puerto Rico que permitía y regulaba el boxeo femenino. En una entrevista, Dommy Delgado explicó que al  plantear la necesidad de autorizar el boxeo femenino en la Isla hubo  resistencia por parte de  la Secretaria de Recreación y Deportes, Marimer Olasagazti. De todos modos, se aprobó bajo la premisa del derecho a la igualdad por género. [11] A partir de la aprobación del reglamento, se incluyeron las peleas de mujeres en carteleras locales. Belinda Laracuente contra Haydee Núñez fue la primera pelea a nivel profesional entre dos puertorriqueñas en la Isla.  Se llevó a cabo el 27 de sept. 1997, en el Hotel San Juan Marriott, bajo la promoción de Samia De Cubas. Laracuente, originaria de Mayagüez había iniciado como aficionada en la Isla, pero había realizado sus primeras seis peleas profesionales en el estado de Florida y en Perú. Núñez hizo su primera de pelea en una carrera muy corta  de tan solo cinco combates. Tres años después de esa pelea, Laracuente pelearía contra Christy Martin por el campeonato mundial de peso junio wélter femenino, en el turno semi estelar de una cartelera estelarizada por Félix “Tito” Trinidad y David Reid. Aunque la puertorriqueña perdió, la crítica  en la prensa deportiva rechazó el fallo de los jueces.  El desempeño  de Laracuente  la presentó ante el mundo del boxeo como una deportista talentosa, con buena condición física y con un desarrollo técnico  que evidenciaba la capacidad de las mujeres para el boxeo. En su carrera como boxeadora, Belinda Laracuente protagonizó la primera pelea  de título  con rounds de tres minutos en más de treinta años. Esto tiene significado especial debido a que  el tiempo de los rounds entre hombre y mujeres varía por el argumento de que las mujeres no tienen la estámina para combatir el mismo tiempo que los hombres12.Esa postura sobre la capacidad de la mujer incide en el salario de las mujeres que prestan servicios profesionales en el boxeo.  La puertorriqueña se convirtió en una  jornalera trotamundos  que se enfrentó a muy buenas peleadoras en sus propios patios. Al momento, es la puertorriqueña con más peleas en su historial. Tiene un total de cincuenta y ocho combates con un récord de 26-28-3 con 9 KO, una cantidad de peleas atípica para cualquier boxeador contemporáneo.  De los trabajadores del ring, las boxeadoras son las peores pagadas, probablemente esa sea la razón por la que Belinda Laracuente trabaje tanto para vivir de su profesión. 
 Aunque que el boxeo femenino arrancó con cierta fuerza en Puerto Rico, el impulso no duró demasiado. Las boxeadoras solían repetir las rivales por falta de opciones y los combates carecían del desarrollo técnico que tenían los profesionales varones. Esto fue desalentando a las deportistas y a los promotores que son los que pagan los servicios profesionales de las boxeadoras. ¿A qué se debe la poca cantidad de boxeadoras en el ámbito profesional? Se podría argumentar razones culturales y sociológicas válidas como el rechazo y el tabú hacia las mujeres en un deporte violento como el boxeo.  Sin embargo, hay que considerar mientras el boxeo masculino lleva  siglos de  desarrollo,  el boxeo femenino tuvo un inicio difícil, un periodo de censura  de casi 300 años y lleva dos  décadas de renacimiento.  
 En Puerto Rico, el boxeo se rige por dos organizaciones extranjeras: la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA) y la American Boxing Commission (ABC). La ABC y por lo tanto el reglamento de la Comisión de Boxeo Profesional de Puerto Rico (CBPPR) establecen que para que una persona adquiera una licencia de boxeador profesional debe tener  experiencia amateur.  La AIBA, reconoció el boxeo aficionado femenino en 1994[12]. Solo a partir de ese momento, las organizaciones como la Federación de Boxeo Aficionado de Puerto Rico darían paso a la participación oficial de las mujeres. El proceso de regular, educar y promover el deporte conlleva años de trabajo y recursos humanos y económicos que no siempre están disponibles. El proceso de crecimiento del boxeo aficionado  va con lentitud. Por ejemplo en el 2005, se constituyó el primer equipo femenino puertorriqueño en participar en un torneo internacional.[13] El boxeo aficionado es la escuela del profesional.  La falta de taller aficionado es una de las razones para la escasez de boxeadoras   y el poco desarrollo técnicos de las mujeres dentro del deporte.   En los dieciocho años que han pasado desde la primera pelea de puertorriqueñas en la Isla, aproximadamente un total de 34 féminas[14] han subido al cuadrilátero, algunas en más de dos o tres oportunidades. 
Al examinar las carreras de las boxeadoras puertorriqueñas más sobresalientes  es notable que sus carreras se desarrollaran fuera del país. Es muy común  que las boxeadoras suelen pelear varias veces con las mismas rivales. De los récords, resalta que  las mismas boxeadoras de lugares y países distantes suelen tener rivales en común aún peleando en diferentes categorías de peso. Esto se debe a la poca cantidad de boxeadoras  a nivel internacional. 
Al momento  la única boxeadora de ascendencia boricua en pelear por un título mundial en
Puerto Rico fue  Marisol Miranda, nacida en el Bronx, quien perdió por KO con la argentina Yesica Boop el 12 de septiembre de 2012[15]. Los últimos cuatro combates de título mundial celebrados en la Isla fueron con campeonas  extranjeras.  A continuación se hace una mención de las boxeadoras puertorriqueñas más destacadas y su participación[16] en la Isla:
      Ada Vélez: Campeona  peso gallo  de la FIB 2011- Nunca ha peleado en Puerto Rico.

      Amanda Serrano: Campeona súper pluma de la FIB 2011; campeona pluma de la WIBA
                               2013; campeona peso ligero de la WBO 2014.- Nunca ha peleado en Puerto Rico.

      Belinda Laracuente: Campeona GBU peso súper ligero 2007 -Dos peleas en Puerto Rico.

      Cindy Serrano: Campeona WIBA peso pluma en 2005; campeona WIBA peso ligero  2012;  campeona UBF peso súper pluma 2013.- Nunca ha peleado en Puerto Rico.

      Melissa del Valle: Campeona peso pluma de la WIFB 1998- Nunca ha peleado en Puerto
                            Rico.

      Melissa Hernández: Campeona peso súper gallo de la WIBA 2006; campeona de la GBU  pesos ligero 2007; campeona peso súper pluma de la WIBA 2008- Nunca ha  peleado en Puerto Rico.

En la actualidad, la CBPPR tiene registro de muy pocas a boxeadoras activas dentro de la Isla. La participación femenina se está dando  en el ámbito de los técnicos del deporte. Un total aproximado de 15 mujeres han fungido como entrenadoras y algunas están activas  en el boxeo aficionado encargándose de entrenar a sus propios hijos.  Desde el 2013 hay una cronometrista, María Solís, una jue, Idalia Parra,  y una árbitro de boxeo profesional, Melba Santos. Estas mujeres reciben igual  oportunidad para trabajar que sus homólogos varones porque la CBPPR tiene un sistema de rotación para trabajar en los eventos. A diferencia  de la situación de los púgiles, quienes no tiene salario mínimo, sí hay una tarifa mínima establecida para los servicios de los técnicos que trabajan en  las carteleras de boxeo. En el caso de las mujeres boxeadoras, pueden ganar hasta diez veces menos que los varones. Por esa razón, nisiquiera las campeonas mundiales pueden vivir solventemente de su trabajo sobre el cuadrilátero.

Diferencias del boxeo masculino

Los criterios de los jueces para evaluar las peleas son los mismos para los contendientes de ambos géneros.  Existes pocas variaciones en las reglas para boxeo el masculino y el femenino. Por ejemplo, a las mujeres se le requieren pruebas de embarazo. El peso de  los guantes para las mujeres es de ocho onzas hasta el peso pluma (126 libras) y diez onzas del peso ligero (130 libras) en adelante. En los hombres sendos pesos de guantes cambias en las categorías wélter (147 libras) y junio mediano (154 libras) respectivamente.  Las peleas de título mundial de las mujeres son hasta diez  rounds y las de los hombres hasta doce  rounds. Este cambio de cantidad de rounds  es criticado por las boxeadoras debido a que representa una desvaloración de los títulos mundiales femeninos. En Puerto Rico, se incluyó la regla del uso de sostén protector para


senos en agosto de 2014.[17] Anteriormente, sólo se exigía un sostén deportivo. La diferencia es que el protector está diseñado para difuminar el impacto de los golpes y el deportivo para evitar el movimiento que se crea al correr o brincar. Antes de agosto, las boxeadoras  recibían golpes en áreas sensibles sin ninguna protección. En el caso de los hombres, las áreas sensibles como los genitales, están protegidas desde hace décadas.

Reflexiones finales

En los últimos veinte  años las mujeres se han abierto paso en el boxeo. Aún están lejos de la equidad y quizá pasen muchas décadas antes de que la alcancen. Un ejemplo  de la falta de reconocimiento de los logros de las boxeadoras, es que en el Museo del Deporte de Puerto Rico  hay una sala dedicada al boxeo y allí  no se mencionan las campeonas puertorriqueñas. Con la prensa deportiva ocurre de forma similar. Boxeadoras como Amanda Serrano, una de las primeras diez libra por libra nivel mundial rara vez  es mencionada por la prensa.
   Tal vez haya que hacer revisiones a las leyes que regulan la organización de las carteleras y los pagos a los púgiles. Aunque, como el boxeo es un espectáculo, las boxeadoras tienen que seguir mejorando su nivel y trabajando para ganar la aceptación del público, de manera que sea más rentable colocarlas en las carteleras. El boxeo aficionado femenino tiene  trabas que hay que superar como el tiempo de los rounds y la poca cantidad de categorías de peso. También, hay que dedicar mayores esfuerzos al estudio científico de las repercusiones del boxeo en la salud y tomar medidas correctivas.  
El boxeo femenino dentro y fuera de Puerto Rico está lleno de altibajos que merecen un estudio  riguroso y desde diferentes ángulos. Desde cualquier óptica hay que reconocer que las  boxeadoras puertorriqueñas son ejemplo del  esfuerzo  que hacen las mujeres en el quehacer
diario.
             

Bibliografía seleccionada


Boddy, K. 2008 Boxing: A Cultural History. Reaktion Books, LTD: London
Departamento de Recreación y Deportes. Reglamento de  Boxeo Profesional de Puerto Rico. San Juan,PR; 2014

Egan, P. Boxiana. Adamant Media: Kentucky, 1830 (reprint 2006).   

Hudson D.  y  Mike Fitzgerald. Boxing’s Most Wanted. Washington D.C: Brassey’s Inc, 2004

Primer equipo de boxeadoras Boricuas a un torneo internacional. www.forounivision.com
Roberts, J. y Alexander G.  Skutt A.  The Boxing Register: International Boxing Hall of Fame Official Record Book. Nueva York: McBooks Press, Inc., 2011

Smith, M. 2014   A History of Women Boxing. Rowman &Littlefield: Maryland  

www.wbanet.com www. aiba.org www.boxrec.com




María Luisa Arcelay de la Rosa
Dra. Carmen Lydia Arcelay Santiago
  
No voy a hablar de una santa ni de una diabla,  voy a presentar a una mujer amenazada con la excomunión de la Iglesia Católica, inspiradora de una de las plenas más conocida del sonero Mon Rivera, opresora para unos, adelantada para otros. ¿Oportunista o benefactora? Sea Ud. quien juzgue porque,  a María Victoria Luisa Fundadora Arcelay de La Rosa (María Luisa) es a quien voy a presentar con sus fortalezas y debilidades.
No hubo medias tintas. Nada detuvo el camino de esta austera maestra hasta conquistar el respeto en el mundo impar de los negocios en el que amasó una enorme fortuna, o en la política, donde según ella, los hombres “vanos” campeaban por su respeto.
La historiografía puertorriqueña menciona algunas de las ejecutorias de excelentes mujeres como Luisa Capetillo, María Roqué de Duprey, entre otras. No obstante, ha olvidado a María Luisa Arcelay, quien apenas se menciona. Lo poco que aparece se resume a tres o cuatro oraciones sobre algunos datos de ella y a veces erróneos.
Enfocaremos de cómo ella pudo destacarse en el Puerto Rico de las primeras décadas del siglo
XX, donde prevalecía la visión masculina. Nació en Mayagüez el 7 de diciembre de 1894, en un Puerto Rico donde imperaba la necesidad y la miseria. El endeudamiento en todos los sectores se extendía hasta los jornaleros. La niña crece en un ambiente tenso. Estudia en las escuelas de Mayagüez y obtiene un diploma de alta escuela. Con coraje y determinación estudia en la Universidad de Puerto Rico donde obtiene un diploma de maestra de inglés. Trabajó por seis años como maestra con un sueldo de setenta dólares mensuales. Por las tardes trabajaba como secretaria en un taller. En este empleo tuvo la oportunidad de relacionarse con comerciantes estadounidenses en la industria de la aguja que para 1917, era próspera. Como mujer visionaria, establece su propio taller de costura. 
Esta industria absorbió a los desempleados agrícolas, les dio trabajo a domicilio a mujeres y a niños. La mayoría de las veces se le pagaba alrededor de dos centavos la hora. La crítica generalizada de los historiadores a esta industria es que se explotó a los obreros. Aunque amigos, vecinos y empleados  de María Luisa dicen que ella no lo hizo, otras obreras, a las que  tuve la oportunidad de entrevistar indican lo contrario. La historiadora Lydia Milagro González indica que: “Los grandes talleristas estaban sometidos a las mismas reglas terribles de competencia que sufrieron los dueños  de talleres dependientes o las comisionistas”. Todos eran intermediarias con poco o ningún control sobre la producción, excepto el poder de regateo en los precios de hambre que ofrecían por la labor. Se infiere que María Luisa no implantó las reglas, sino que las siguió como hicieron todos.
En la década de 1930, la industria de la aguja se mantuvo fuerte, a pesar de las circunstancias. Entonces la pregunta que nos hacemos es: ¿Por qué María Luisa se inicia en otras funciones, tal vez de mayor responsabilidad,  como es la política,  sin dejar de operar su taller?
Si reconstruimos  un poco de la  historia en el siglo XX, vemos que desde principios del siglo  las mujeres en Puerto Rico estaban activas en la política. A pesar de sus luchas no ocupaban puestos de relevancia en sus partidos, ni siquiera tenían el derecho al voto. Se organizaron diversos grupos como la Liga Sufragista que luchaban por el derecho al sufragio. Entre los hombres se escuchaban frases como la siguiente: “las mujeres no sabrán qué hacer con el voto cuando lo tengan en sus manos.”
En este escenario entra María Luisa a la política. El Partido Liberal fue el primero en ofrecerle una candidatura y ella declinó la oferta  porque no creía en la independencia para  Puerto Rico. A los amigos del Partido Unión Republicana  que también le hicieron la misma oferta les dijo que sí. No obstante, según  ella lo expresaba, le indicó sus  condiciones para aceptar que eran las siguientes: No hacer campaña, no aportar dinero y tener libertad de criterios. Tenemos que ver si  realmente ejerció su criterio. El Partido Unión Republicana fue a las elecciones generales de 1932, en coalición increíble con el Socialista. Esta Coalición obtuvo más votos que el Partido
Liberal. Obviamente, María Luisa gana el escaño en la Cámara de Representantes por el Distrito 16 de Mayagüez. Así pasa a la historia como la primera mujer en ocupar un escaño legislativo en Puerto Rico y en Latinoamérica.  Se ganaría seis dólares por sesión, y no tendría oficina. El autor de Incidencias Parlamentarias en Puerto Rico, Néstor Rigual, reseña la acogida positiva que María Luisa tuvo en la Cámara e inclusive en el Senado,  al inicio de la sesión inaugural de 1933. También informa que ella fue la primera mujer en dirigir el Cuerpo Legislativo incidentalmente,  en varias ocasiones. Perteneció a varias Comisiones y dirigió la de Industria y Comercio. 
Observamos que María Luisa  sí supo qué hacer con el voto que tenía en sus manos. Su primera propuesta fue la Resolución Conjunta de la Cámara número  16: “Para autorizar al Negociado de Estudios Libres a dar a los maestros de Puerto Rico cursos de exámenes libres equivalentes al grado de bachiller”. El ser maestra la identificó con la profesión y sometió innumerables medidas que benefician a los profesores como las siguientes: Crear fondos para las pensiones de los maestros.  Otra fue para  que la Junta de Pensiones para Maestros los ayude con préstamos y así pudiesen  tener sus hogares, además,  eximirlos de contribuciones insulares y municipales. Ella propuso enmendar la Ley de Certificaciones de Maestros y que se debía realizar un estado actuarial de las pensiones de estos profesionales. Otro sector marginado eran los niños y para su bienestar sometió muchas medidas, como la de: Proveerle zapatos a los escolares, castigar el abandono, que los niños fueran reconocidos por su padre biológico. Ella Propuso: La creación del Instituto Vocacional para Niños Ciegos; La creación de un albergue para la niñez y de cortes juveniles; Castigar la procreación de hijos fuera del matrimonio; Penalizar a los padres que no alimentaran a sus hijos; Crear una junta de censura de películas para menores; Crear un sistema de hogares de crianza y varias medidas a favor de los niños ciegos, entre otras. 
Dos medidas controversiales y de avanzada que sometió por poco le cuestan la excomunión.  Nos referimos a la Resolución Conjunta de la Cámara número 50, del 20 de febrero de 1934, para crear la Lotería de Puerto Rico con el propósito, entre otros, de allegar fondos para combatir la plaga blanca que no es otra cosa que la tuberculosis. 
La otra medida fue el Proyecto de la Cámara  número 151 del 27 febrero de 1933, para: “Fomentar la enseñanza y divulgación  de los principios eugenésicos, facultar el establecimiento de Clínicas Neumalthusianas, reglamentar su funcionamiento y prohibir la inducción, enseñanza y prácticas de aborto en dichas instituciones reguladoras de una buena concepción…”  En otras palabras, para el control de la natalidad. Se darían consejos y educación para el uso de contraceptivos, por ejemplo, si uno de los miembros de la pareja fuera: “anormal mental, loco curado, epiléptico ocon tara  neuropática”, también se le ofrecería esta orientación a los criminales, los hampones y los degenerados sociales, entre otros. 
El vicario escandalizado expresó que era una pena que en la Legislatura estuviera una mujer tan inmoral, en referencia a María Luisa. Mientras tanto, él, jugando bingo para recaudar fondos y contemplando como aumentaba la población de la Isla con todo y los males que esto acarreaba. Estas fueron medidas de vanguardia sometidas por una mujer que nunca se casó y tenía dinero. No obstante, hizo suya y trató de suplir una necesidad de la mujer y de la sociedad en general.
Otros proyectos fueron: Para castigar la vagancia, para que Puerto Rico tuviera la  bandera territorial, una escuela de medicina para Mayagüez,  regular  la profesión de ingenieros arquitectos y agrimensores,  también  la venta de café  y de alcohol y un sin número de proyectos más.
Un tema latente en el ambiente era el de los salarios razonables. Las huelgas se difundían cada vez más, durante la primera década de 1930.  En 1933  el Presidente  Franklin D. Roosevelt firmó la Ley de Recuperación Industrial Nacional (NIRA) para conseguir salarios razonables.  Se pedía el máximo de horas de trabajo y el salario mínimo. Los industriales se opusieron y María Luisa, desde  la Legislatura, también. Este año hubo muchas huelgas y hasta el taller de costura de María Luisa fueron los huelguistas para invitar a sus empleados a que se unieran al paro. Ella trató de explicar que sus empleadas no estaban protestando y ahí mismo, la apedrearon, según la historiadora Sylvia Aguiló. Eventualmente la Ley del NIRA fue declarada inconstitucional y los talleristas tuvieron mucho que ver en el asunto. Ellos no cesaron de pedir para la Isla un trato diferente porque alegaban que la industria, sobre todo, la de la aguja,  se afectaría. 
El patrón se repite en 1938, con la Ley Federal de Horas y Salarios o de Normas Razonables de Trabajo y que, según María Luisa, tambaleó la industria de la aguja. La Ley disponía que fueran ocho horas de trabajo,  a veinticinco centavos cada una de ellas a domicilio y cincuenta en el taller. Los industriales se oponían. María Luisa formó parte de los comités de Puerto Rico de la Neddlework Asociation  para abogar en Washington para que no se aplicara la Ley en la Isla. En 1939, se consideró el Proyecto en Washington. Se crearon Comités de la Industria para revisar los salarios regularmente y María Luisa, como se indicó, formó parte de estos organismos. La pregunta es: ¿Por qué María Luisa se oponía a estas leyes de horas y salario mínimo? Ella misma durante el debate y mucho tiempo después ofrece la contestación al expresar que: esta Ley mataría la industria de la aguja, que según indica, no podía absorber el aumento de salarios. 
 No obstante, y en medio del debate entre los obreros,  los industriales y los políticos puertorriqueños,  de si se implantaba o no en la Isla la Ley de Horas y Salarios Federal, María Luisa,  con otros  legisladores  somete el  Proyecto de la Cámara 663 del 24 de marzo de 1939 que dice: “Para  investigar los salarios que reciben las mujeres y los niños en los oficios y en la industria y así determinar y establecer el salario mínimo razonable y evitar la explotación de estos trabajadores”.  Este Proyecto era algo así como uno sustitutivo criollo para contrarrestar la Ley Federal aludida. Nos llama la atención en el Proyecto 663, donde indica que: Si en el transcurso de la investigación se determina que una industria no puede pagar se implante un salario menor al mínimo recomendado por el director de la División de Salario Mínimo. Más aún: Cuando se hayan fijado salarios mínimos, si la persona es mayor o discapacitada  se puede expedir una licencia especial para que se le baje ese salario por el tiempo que determine el Comisionado del Trabajo o el Director de la División de Salario Mínimo. En otras palabras, este proyecto contiene,  básicamente, las enmiendas  que los industriales solicitaban en Washington para la aplicabilidad en la Isla de la Ley Federal de Horas y Salarios, contrario a lo que los obreros deseaban que era  que se implantara en Puerto  Rico tal como estaba.
Detrás de la mujer fuerte y con determinación está otra María Luisa, una mujer tierna y filántropa. Crió a su sobrino, un niño con discapacidad física y lo quiso como a un hijo. Ayudó a sus sobrinos para que obtuvieran sus profesiones.
Perteneció a diversas organizaciones, por ejemplo: A la Junta de Precios y la del Racionamiento en Tiempos de Guerra y  a la de  la Asociación de Industriales.  Fue cofundadora de  las Altrusas de Mayagüez  y del Club Cívico y Social de Mujeres  de este pueblo en 1935. Dirigió la Asociación de Talleristas o Industriales de Puerto Rico.  Fue Consejera de la Asociación de la aguja de la National Recovery Administration, desde 1933 a 1934. Formó parte  del Comité de Industrias  para estudiar la situación económica de Puerto Rico en 1940. Integró el Capítulo Local de la Cruz Roja, entre otras. En fin, vemos en ella a una persona que participó en tantas organizaciones y se desempeñó cabalmente por lo que es digna de recordar y agradecer su interés en la labor social, política y económica de Puerto Rico.
Obtuvo innumerables galardones y reconocimientos entre estos esta que: La Unión de Mujeres de América la reconoció como Mujer de Puerto Rico. La Liga de Mujeres Votantes le rindió homenaje,  realzando  su labor en la Legislatura. La Escuela de la Comunidad de Sábalos en Mayagüez, lleva su nombre. En el Capitolio, una de sus salas también lleva su nombre. Fue una mujer de avanzada y luchadora por sus causas y por las personas que amó. Fue una gran empresaria y política que aprovechó todos los recursos que tuvo a su alcance.
Su figura es indudablemente controversial. Ella, al igual que otras  mujeres talleristas de la industria de la aguja, representa el estereotipo de opresora en la historiografía puertorriqueña, no así para muchos de sus compueblanos mayagüezanos que expresan que le dio vida al pueblo en momentos de crisis.
En la política es obvio que tuvo grandes aciertos como el Proyecto de la Lotería y el del control de la natalidad. Sin embargo, su oposición a las leyes de justicia  para los obreros, especialmente la de Horas y Salarios, aparentemente respondía a los  intereses económicos  de su grupo, aunque ella indicaba lo contrario.
Decía el historiador Néstor Rigual: “La Representante Arcelay honró siempre, con gran dignidad y prestancia, el cargo legislativo que ocupó durante ocho años”. María Luisa defendió  con determinación y valentía lo que ella entendía era lo mejor para Puerto Rico en esos momentos.



Remembering the Suttee: Women Fleeing Death by Immolation 
Kevin Kelly-Cooke

The Indian Indenture Program, which began in 1838 and continued until 1918, was an endeavor to replace labor once slavery was abolished and it was the largest migration of South East Asia peoples in modern time. Although a majority of the recruits were from lower agricultural classes, some of the recruits were Brahmins, mostly widows that were either escaping the tradition of the suttee which involved sitting on their husband’s funeral pyre or they were widows cast out into the street when the practice was banned in 1829. This essay explores transgenerational memories of East Indian women that fled the suttee in Lakshmi Persaud’s Raise the Lanterns High. These women rejected thousands of years of scripture based tradition to come to the Caribbean in search of a new life with opportunities that they did not have and could not envision in India. The protagonist in Raise the Lanterns High, Vasti Nadir, feels conflicted because her mother and uncle are arranging a marriage for her and she is not sure if she wants an arranged marriage. As the wedding quickly approaches, Vasti feels overwhelmed by her lack of voice in the process, and the night before the wedding she loses consciousness as she collapses face forward on the floor and her mind travels back in time. 
Vasti recalls waking up confused as she is in another place and another time, in the Fort of Jyotika, Northern India during the 19th century. She feels as though this is not the first time that she has been there, and she senses that she understands what is about to happen as she floats above the happenings. In “The Generation of Postmemory, "  Marianne Hirsch stresses the importance of this generation's "guardianship" (104) of a traumatic past that is filled with genocides and man-made catastrophes. The author explains how descendants of survivors and even descendants of malefactors, of traumatic events feel so deeply connected to the previous generation's memories of traumatic events that those memories become their memories too. As
Vasti observes undetected by those around her, she enters the Queen’s quarters and she recognizes the three Queens: Queen Meena, Queen Dayita both from the northern region of India, and Queen Renu from the southern region. The three Queens have just received word from a royal messenger that the King was killed in battle and that his body will return to the fort in a day. The Queen’s grief for the loss of their husband is coupled with an understanding that a suttee will be required. The suttee is commonplace in Northern India where Queens Meena and Dayita are from, but not in the southern region where Queen Renu is from, so there are conflicting feelings regarding culturally required customs in the event of a husband’s death (9294).  
Queen Renu asks Queens Dayita and Meena to meet the next morning to discuss the situation and they agree even though they understand that she will attempt to dissuade them from following through on their duty as both wives and Queens. Vasti’s transgenerational remembrances of this also touch upon the status of degraded widowhood. Despite being from a province that did not practice the suttee, Queen Renu knows she will be subjected to an abominable existence as a surviving widow. Queen Renu thinks “What will my position be when this is over? ...And what will become of me day to day? Here, a widow’s life is a living death. I will be shunned and placed at the rear of the palace.” (101)  With these thoughts, Queen meets with Queens Dayita and Meena, and argues that the scriptures call for a symbolic act and the supreme creator would not call for wives to be “put to death in that most cruel of horrors-burned alive on a pyre-pinned down by logs while the priest, her children and family watch and listen to her shrieks and cries for help before she is painfully consumed.” (131) In her next breath Queen Renu proposes that they reject the suttee and devote their lives to improving the lives of the women in their kingdom through a school in the royal compound.  The other Queens hesitantly agree, but they know it will be difficult to convince the Royal Court, and agree they should enlist pundits that might have a more “enlightened” interpretation of the scriptures to help persuade the Royal Court to change tradition. Another thing they agree on was that the royal pundit, Krishna, who is to visit them shortly, would have to support this effort (136). 
            Pundit Krishna, the highest holy man in the Kingdom of Jyotika, understands that ensuring the suttee is performed correctly is the most important task he has ever undergone.  Pundit Krishna visits the Queens to prepare them for the suttee. He explains to that there can be no other duty as a loyal wife, than to perish in the flames of her husband’s funeral pyre, thereby
“purifying” him of his sins, as well as those sins of her maternal and paternal families. He then explains how the people of Jyotika would pay homage to the Queens as part of the suttee process as well as other details of the proceedings and then waits for the Queens to grant permission for him to exit.  It is then that Queen Meena presents the Pundit with a sealed scroll and encourages him to open it and read it in their presence.  Within the scroll, they Queens have detailed their plans to reject the suttee and to open up a school for girls, and they also asked Pundit Krishna to assist the Queens with presenting the proposal to the Royal Court.  His immediate thoughts are of the response from members of the Royal Court and the crowds of people waiting to see the spectacle of the funeral pyre with the Queens being burned alive (147-150).
Vasti’s remembrance of Pundit Krishna’s immediate thoughts about the reaction of the people of Jyotika is critical in examining history.  Kevin Birth, in his essay " The Immanent past:
Culture and Psyche at the Juncture of Memory and History, " lists five distinct methods of examining the past in cultural anthropology, one of which involves ritual and performance. This approach is outlined extensively in Joseph Roach’s introduction to Cities of the Dead, titledHistory, Memory, and Performance” in which he states that all acts of performance, including song, dance, rituals, storytelling, proverbs, and customs, are forms of remembrance and recreation of a forgotten history that was erased because of the transatlantic slave trade (5-8). The very act of self-immolation on a funeral pyre by a widow is an act of performance connected to history, and so is viewing and/or participation by the crowd. While the Pundit talks to the Queens, the village is abuzz with activity as the people await the pyre and suttee. Workers are washing and preparing horses and elephants in anticipation of the procession for the King’s
funeral pyre. Vasti observes that:
Expectation was growing of the spectacle to come; the royal funeral would be more deeply moving than a royal wedding, with its pomp and splendour. ..The people of Jyotika were in awe of the grand spectacle that awaited them. Many were leaving their homes and their workshops to ensure a close view of the Queens, of whom they had heard much but never seen. Already jostling and pushing and shoving were taking place; anger flared here and there.
(107)
Most are waiting to see an act that it mentioned several times in their holy scriptures, one that has been practiced countless times over thousands of years and elevates both the deceased King and the self-immolating Queen to an almost God like status. Many feel blessed to see a ‘sacred’ act performed, and others cheering, encouraging, and even ‘policing’ the event to ensure the proceedings transpire to their end. One of the biggest proponents of banning the suttee, Walter Ewer, Superintendent of Police in the Lower Provinces, argued that the act as it was being conducted in British India “bore little resemblance to its scriptural model as a voluntary act of devotion carried out for the spiritual benefit of the widow and the deceased.” Ewer further stated that the widows were compelled by family, who had a financial interest, and townspeople who were enamored with the “spectacle”;  and that if the widow dared change her mind "the entire population of the village will turn out to assist in dragging her to the bank of the river, and in keeping her down on the pile.” (Mani 35) 
            With the importance of the public performance, as well as the importance of adhering to expected behavior, the Pundit attempts to convince the Queens to fulfill their wifely duties via the suttee. The holy man reminds the three Queens of the horrible existence they would endure and the degradation that they would be subjected to if they refuse to honor their duty as widows. Pundit Krishna tells them:
You would be choosing a wretched existence, instead of taking the departure that enables you to be transformed, becoming sacred and holy, immortal. Men and women will come from afar to worship at your sculptured soles and palms. I beg you, Royal Queens of Jyotika, to reconsider your refusal to embrace our longheld tradition that has served us well, lifted our esteem beyond our boundaries. Would the people of Jyotika not ask themselves, “What does it say about the King of Jyotika, who has given his very life to protect us, if his wives will not accompany him on his last journey?”  (153) 
 He goes as far as to offer them “sufficient opium” to ensure that they not only will be apprehension free, but also will feel no pain as they are consumed by the flames.  In addition, he informs them that he will bribe the guards, so the people of Jyotika will not know they went under the influence of narcotics (153).  The practice of drugging the widow as a means of ensuring the suttee will be performed as been recorded many times, with one such case being "An Account of a Woman Burning Herself, By an Officer," which was published in the Calcutta
Gazette in 1785. The writer noted that the widow appeared under the influence of bhang (marijuana) or opium as she was led to the pyre and that once on top of the pyre, she "laid herself down by her deceased husband, with her arms about his neck. Two people immediately passed a rope twice across the bodies, and fastened it so tight to the stakes that it would have effectually prevented her from rising had she attempted." (qtd in kashgar.com)  The use of opium ties in with the one of the main arguments for abolition- that most widows did not voluntary commit the act of suttee, therefore it was not in compliance with scripture.
Queen Renu stands and asks for the Pundit’s permission to make her case, thereby positioning the argument in a form he could not refuse. She then proceeds with four challenges,  the first of which  is that the Shastras, or holy scriptures, are inconsistent regarding the practice , with some sections making cases for the suttee while other make a case against the suttee (157).  As such, there can be different interpretations of the holy scriptures. As stated earlier, Superintendent Walter Ewer used a scripture based argument in his campaign for abolition, but there were others that used scripture interpretations to argue in favor of the suttee. In 1805, Magistrate of the Behar district stopped a suttee involving a drugged and or intoxicated twelve year old girl and asked the colonial government for guidance on the matter of suttees. The
Secretary of the Government referred the matter to the head of the criminal courts, Nizamat
Adlalat, who in turn sought guidance from Pundit Ghanshyam Surmono who responded with a
Shastra interpretation that same year, but it was not circulated until 1813. Pundit Surmono’s response was that suttee was a religious based act for Hindus and was meant to be voluntary and the widow can change her mind at any time with no social stigma, so the circular stated that suttee would be permitted based on “the government’s commitment to the principle of religious tolerance.” (Mani 33)  So Queen Renu’s first challenge is not without merit. Queen Renu’s second challenge also involves the scriptures. She points out that the Shastras state “that the paths to God are many”, therefore if the Queens choose a good path, such as education, then they are in line with others seeking Dharma, or “the good.” (158). The Queen links her third challenge directly to the King’s masculinity by stating that “King Paresh would have felt humiliated had his soldiers thought he could not gain salvation by his own actions.” The final challenge is the strongest and Queen Renu presents Pundit Krishna with a challenge that strikes at the heart of Sanatan Dharma, or core Hindu principles.  The Queen states: 
As long as our men are able to satisfy their appetites, indifferent to the pain, distress, and dishonour they bring to others; as long as such men are able to gain Heaven without compensating their victims; as long as such men are not seeking forgiveness and without the need to live their lives better, but instead await their salvation by sacrificing the lives of others on the pyre; these men will have no incentive to lead the good life that pleases God.  (159)
According to Gaura Krishna, author of “Sanatan Dharma”, Sanatan Dharma means eternal law or Cosmic Law, and it is the basis for Hinduism. It governs everything in the universe including human behavior. When someone’s actions conflicts with Cosmic Law, it causes an effect or a karma, which needs to be purged. The consequence of the bad actions are what purges a person, therefore a person who never feels the consequences of bad acts will never be in harmony with Cosmic Law and will never be united with God (1-11).  So Queen Renu positions the suttee outside the foundation of Hinduism. After the final challenge, the Queens give the Pundit three scrolls with additional reasons for him to read in private and then Queens Renu and Meena retire so Pundit Krishna could accompany Queen Dayita to view the King’s body. 
En route to the viewing of King Prasad’s body, Queen Dayita informs the Pundit that her personal Pundit/Advisor has passed away and requests a referral for a Pundit worthy of such a high position. Pundit Krishna then offers his services, which are accepted, and the Pundit concocts an elaborate plan involving a slave girl Kala to save the Queens from the suttee. The Pundit is sure that if the Queens can convince Kala to take their place on the pyre, that the village will be satisfied with the culmination of a suttee and the royal court might accept the Queens’ proposal to open a school. Ultimately though, his plan fails and he, another Pundit the three Queens, the slave girl, and a house boy flee the Royal Compound and travel to a port in the south where they have heard that there are recruiters looking for workers for faraway places “with opportunities to remake themselves and gain in prestige and wealth.” (140) Upon arrival at the port, the recruiter takes the group to a magistrate for registration and then they are all “climbing up the swaying steps of a ship, bound for either the West or the East, they were not quite sure.
They were hoping it would be a place where they would be able to begin new lives.” (266)
            These memories of the women that fled the suttee reveal the importance of individual, collective, and trans-generational memories in the Indo- Caribbean feminist interrogation of history, a history that is just now emerging with recent endeavors within subaltern studies. They also reveal, contrary to popular stereotypes, that many of the East Indian women that migrated to the Caribbean were strong- willed independent thinkers that rejected oppressive cultural customs and prescribed gender behavior that existed for thousands of years. These are customs and behaviors that many modern day scholars still believe to be accurate interpretations of Hindu scriptures, but are now being openly challenged by Indo- Caribbean women writers, including
Lakshmi Persaud.    





La trayectoria política de la mujer en el siglo XIX: antesala al sufragio
Raquel Rosario-Rivera Ph.D.
 
L
la política  puertorriqueña estuvo vigente a presencia de la mujer puertorriqueña en desde la época de nuestros aborígenes. Sin abundar en este hecho, no debemos olvidar a nuestra cacica Yuisa, única conocida hasta ahora como dirigente política. A partir de ese momento se calla la presencia de la mujer en estos haberes por varios siglos.

Cuando se escuchan las voces de la Ilustración y emergen las protestas y las luchas por conseguir una igualdad, no sólo política sino racial y sexista, comienza un despertar de conciencia en la mujer que tendrá su voz.
En el Segundo Trienio constitucional (1821-1823), momento de júbilo para los liberales, hombres de vanguardia que veían a la mujer con los mismos derechos de opinar y participar en las cuestiones políticas, abrieron su presencia en reuniones y con derecho a opinar. Eran mujeres pensantes y de alto cociente intelectual y hábidas del saber. Así fue  que la primera mujer que se atrevió a participar en una protesta abierta contra el Gobierno fue Josefa  Zavaleta  de Arrubla, conocida como Chepita, quien fue encerrada en el Palacio Santa Catalina. Josefa era cuñada de Matías Escuté, militar español al servicio del Ejército Realista en Costa Firme, y que secretamente apoyaba la causa de independencia de Venezuela y de Puerto Rico.[1] Gracias a la ayuda de otros militares pudo escapar de su encierro, hacia su patria Venezuela.
Fue en ese Segundo Trienio Constitucional que surge la figura de la primera mujer independentista puertorriqueña, María de las Mercedes Barbudo. Fue María de las Mercedes con pensamiento de corte muy liberal, una mujer culta, de personalidad férrea, comerciante y propietaria y,  amiga de las figuras notables en la política de ese periodo. Su presencia  era notable en las reuniones secretas de todos aquellos que formaban la Sociedad  Económica y Amigos  del País, centro de aquellos que amaban a Puerto Rico y que promovían un crecimiento económico para la Isla. Eran estos miembros de la Sociedad quienes además,  promovían secretamente un  movimiento de independencia para lsla con el apoyo de venezolanos y dominicanos. La participación en este núcleo de intelectuales como Demetrio O’Daly, Diputado a Cortes en 1820,  quien en esa fecha había logrado la separación de mandos del Gobernador en “época de Arostegui”, fue fundamental al crear un grupo sólido. Fue O’Daly muy amigo de la figura de nuestro destacado militar fajardeño Antonio Valero Bernabé, quien participó con los ejércitos  de Simón Bolívar – prócer admirado por venezolanos y proclamado en el Panteón de la Patria. 
La figura de María de las Mercedes Barbudo viene a jugar un papel de suma importancia en ese trienio liberal. Su casa era centro de reunión y organización activa para coordinar los movimientos libertadores de Puerto Rico. No solamente ejercía dichos haberes sino que estaba en contacto con las figuras de mayor importancia dentro de las fuerzas de Simón Bolívar.  Fue María de las Mercedes Barbudo quien recomendó a nuestro Antonio Valero Bernabe a formar parte de los ejércitos libertadores. Fue María de las Mercedes quien recomendó al Licenciado Pablo Arroyo Pichardo, abogado de la Real Audiencia de Cuba,  Fiscal de Justicia  y Real Hacienda, auditor de Marina de Puerto Rico y posteriormente Abogado de la República de Venezuela.  Recomendó a decenas de personas como a los presbíteros José Pérez, José Bonilla y Juan Francisco Carbonell, entre otros,  adeptos al movimiento independentista de América y luego exiliados a  Venezuela. 
 María de las Mercedes Barbudo fue descubierta por una red de espionaje que había organizado don Miguel de Latorre y que cubría las islas menores desde Curazao hasta San Thomas. Fue en esta isla que José de Luque, espía del Gobierno Español,  abría las cartas escritas por Valero, Escuté, Bonilla, Pérez y otros tantos dirigidas a Mercedes Barbudo.  Este espía luego  comunicaba  al Gobernador de La Torre de los entramados revolucionarios.
El 22 de octubre de 1824, se le hizo interrogatorio a María de las Mercedes, en un juicio arbitrario hecho por el gobernador don Miguel de la Torre y el fiscal Francisco Marcos Santaella. Por órdenes del gobernador, ese mismo día, fueron dos funcionarios a registrar su casa hallándole 23 ejemplares de periódicos de corte liberal nacionalista de Venezuela y comunicados para ser repartidos y como le llamara el Gobernador “proclama incendiaria”  donde se promovía el levantamiento contra el Gobierno Español.[2] 
La decisión fue final y firme: el destierro.  Fue encerrada en el Castillo San Cristóbal en la vivienda del ayudante mayor del cuerpo real don Felipe Casalduc. Seis días después, el lunes 28 de octubre de 1824, abordaba la goleta “El Marinero” de Pedro Llauger hacia la Casa de las Recogidas en Cuba, dirigida por la  Religiosas Ursulinas. Allí permaneció por cinco meses.   A mediados de abril de 1825, por petición hecha al gobernador Vives, partía hacia San Thomas y luego a Venezuela donde llegó el 19 de mayo de 1825. Se estableció en la antigua Caracas.  Allí compartió con Esteban Molowny, cuñado de Simón Bolívar y gran colaborador de ésta, a quien también escribía cartas. Compartió además,  con médicos y abogados reconocidos, y escolló en el comercio caraqueño.  Estamos seguros de su  relación cercana a Bolívar.    
Habían pasado 24 años de su destierro cuando, el 17 de febrero de 1849, María Mercedes expiró a la edad de 76 años. Su cuerpo fue enterrado en la Catedral de  Caracas, por ser miembro de la Cofradía de la Catedral, y amiga de los más reconocidos políticos y militares, un privilegio que no le fue negado.[3] Allí fue enterrado Simón Bolívar, Obispos y grandes terratenientes de Venezuela.
La presencia de Gobernadores Militares en Puerto Rico, que evitaban la influencia de las ideas revolucionarias que venían no sólo de la Venezuela de Simón Bolívar sino de nuestra vecina colonia de Santo Domingo y la República de Haití, era constantes.  Pasaron 44 años antes de que se notara la presencia de la mujer en movimientos libertadores en la Isla.  Llegó el día 23 de septiembre  de 1868, el día de la toma del pueblo de Lares por las Juntas Revolucionarias.
Poco se sabía de la participación femenina en este movimiento. Sólo fueron descubiertas una vez apresaron, a más de 630 participantes de la revuelta de la noche del 23 de septiembre. Era la Revolución de Lares. Los revolucionarios en sus interrogatorios fueron presionados a revelar secretos de la revolución.
De las mujeres participantes de este suceso sale a relucir como principal protagonista femenina la figura egregia de Mariana  Bracety. Se exalta su acción por haber sido miembro suplente de la Junta Centro Bravo de Lares, por haber cosido la bandera que recorrió los campos de Lares y de San Sebastián del Pepino y por ser promotora del levantamiento lo que le valió el seudónimo de Brazos de Oro.  Fue Mariana Bracety  la que en unión de Obdulia Valentina  Serrano, en la quietud de la hacienda “El Triunfo” del barrio La Pezuela, cosieron  el símbolo patrio  con sus laboriosas manos. 
Mariana Bracety no fue la única Brazo de Oro, nuestra hipótesis nos lleva a pensar que existían varias mujeres que fueron conocidas como Brazo de Oro.[4] Al menos conocemos dos.  Indiscutiblemente, existían féminas que colaboraron con el movimiento y quedaron en el anonimato. Hubo una francesa, joven y hermosa llamada Justina Rochet Ruperto, que  sin tener las ataduras familiares que tenía Mariana, al ser mujer soltera, cumplió – como decía Pérez Moris-  “arrastrar con sus encantos a los jóvenes a la insurrección”.[5]     Fue una manera de convencer a muchos de lo justo y necesario de la causa. Se le llamaba también Brazo de Oro, pues llevaba en sus manos comunicaciones a los miembros y a los nuevos adeptos a la revolución. Como ella, otras mujeres también fueron participantes, aunque menos reconocidas.[6] 
Mariana Bracety  fue, para muchos,  una mártir dentro de la revolución.  El 6 de octubre  de 1868 era apresada en su casa del barrio Pezuela de Lares y la calamidad arrastraba a su familia pues su esposo Miguel ya había sido apresado. Los soldados registraron toda su casa. Se llevaron documentos de su esposo y cargaron con un baúl lleno de telas.  Su  calvario lo pasó camino a la cárcel de Lares – Casa del Rey- con sus hijos de 15, 13 y  4 años, respectivamente, quienes tuvieron que caminar varias horas con destino a su presidio. La cárcel de Lares fue su casa durante 52 días en una pequeña habitación que sería compartida en la más infame situación con sus dos niñas y su hijo José Adolfo.  
Durante el proceso revolucionario, la cárcel de Lares, Casa Alcaldía,  fue centro de detención de más de 189 presos, todos varones, los que iban ubicando en las habitaciones del primer piso, para luego ser trasladados a las cárceles de Arecibo y Aguadilla. Mariana estuvo ubicada en una pequeña habitación del segundo piso, en incómodas circunstancias.
Su último día en la cárcel de Lares fue el 26 de noviembre del 1868. No estaba siendo liberada, sólo se estaba siendo trasladada de la cárcel a una casa con techo de paja, propiedad de su tío José Cecilio Cuevas, en calidad de encierro domiciliario. Con garantía puesta por su tío, allí estaría sin salir hasta la decisión del Juez Navascués.  Para ella y sus hijos era mejor  vivir allí que  estar oyendo los gritos y  maldiciones de los presos.  Mariana consiguió su libertad y pudo salir libremente de esta casa el 29 de enero de 1869, cuando fue avisada de la Amnistía.
Luego regresaría a su casa en Añasco.
Mariana Bracety fue la única mujer que afrontó y sufrió  la pena  del encierro injustificado en la cárcel de Lares. No hubo otras mujeres presas, al menos no pernoctaron ni tan si quiera un sólo día.  No las hubo. Sólo una le acompañó por escasas horas y fue su cuñada y solidaria por la causa de la independencia: Obdulia Serrano de Rojas,  esposa del Jefe de las fuerzas revolucionarias  Manuel Rojas Luzardo. Creemos que su padre, don Manuel Serrano, al ser el Sacristán de la Iglesia de Lares hubiese abogado por su hija, logrando liberarla.[7]
La figura de Obdulia Valentina Serrano Ríos ha quedado en el anonimato, pero ella fue como las otras esposas de revolucionarios,  en su amor a sus esposos y  a su patria,  fueron  apoyados incondicionalmente. Obdulia era la esposa de Manuel
Rojas, el General de las fuerzas armadas, promotor principal después de Betances. Madre de tres niños,  apoyaba la causa y desde su hogar en la hacienda del barrio Pezuela de Lares participaba y servía de apoyo a los que allí frecuentemente visitaban a su esposo. Cosió la bandera que utilizó su esposo la noche del 23 de septiembre  la que guardó celosamente hasta que se trasladó tras reunirse con éste en Santo Domingo cinco años después del miércoles 23 de septiembre,  para luego trasladarse a Venezuela donde falleció en Boconó, Trujillo. 
Debemos también exaltar la figura de otra patriota como María Eduviges Beauchamp, de origen francés, a la que Ramón Emeterio Betances  llamó “benemérita patriota”, exaltándola aún más que a Mariana Bracety a quien llamó “benemérita ciudadana”. [8] María Eduviges Beauchamp, formaba parte de una familia revolucionaria, pues tres hermanos de ella, Francisco Dorval, Pablo Antonio y Pedro y cuatro de sus sobrinos, Ramón Alcides, hijo de Pablo Antonio; y Zoilo, Dionisio, Elías, hermanos de e hijos de Francisco Dorval, participaron activamente en la Revolución de Lares. Todos fueron encarcelados, excepto su sobrino Ramón Alcides que apenas contaba con 14 años. María Eduviges nunca fue encarcelada pero fue mencionada en los sumarios hechos a otros implicados y cuyo seudónimo era “La Viuda”.  Por estos,  se supo que ella aportaba grandes sumas de  dinero  a Betances, a quien le unía una relación de médico paciente y de gran amistad. María Eduviges fue atendida en varias ocasiones por laceraciones en su cuerpo como resultado del maltrato que le daba su esposo, Agustín Mangual, alcohólico empedernido e hijo de un alcalde de Mayagüez del mismo nombre.  Gracias a Dios quedo viuda de ahí su seudónimo.
Otras  mujeres que se han relacionado con la gesta la forman Dolores Cos, natural de Arecibo cuyo nombre verdadero era Dolores González de Cos  y era esposa de “Pancho Santana”, cabecilla del Grito de Lares quien fue capturado después de haberse arrojado por un despeñadero en el barrio Limaní de Adjuntas y haberse fugado el 5 de octubre 1868. Dolores fue  una de las que cosió otra de las banderas de Lares. Luego de la amnistía  a los revolucionarios se fue a vivir a República Dominicana, a la provincia de Samaná, donde hemos perdido su pista.
Ana Martínez Pumarejo,  apoyó incondicionalmente a su esposo  don Francisco José Méndez Acevedo, a su cuñado Juan Nepomuceno   y a sus hijos, muy activos y participes de la revolución: Aurelio Méndez, Gerardo  y Zoilo Méndez. Todos ellos fueron encarcelados. Narra  Andrés Méndez Liciaga en su historia  Boceto Histórico del
Pepino 
Aquella valiente mujer, sin inmutarse por nada y ante nada, sin sentir cobardía ante la presencia de su hogar de aquellos soldados, contestó a éstos: “Mi esposo y mis hijos están en la revo-
lución, busquenlos  allí ya que no pueden hallarlos en las faldas de las mujeres”[9]

Rosalía Márquez  se menciona como otra de las mujeres que cosió otra de las  banderas y de quien se sabe era residente de Mayagüez.  También se menciona a  Rosa Martínez, que quedaron en el anonimato y sólo se sabe de ellas por las indagatorias. Reafirmamos el compromiso que tenían las mujeres con la causa de conseguir la soberanía de nuestra Isla. [10]
Romana Galindo y Polo  y María Vásquez: Algunos historiadores han exaltado las figuras de estas mujeres, como patriotas residentes en Vega Baja. Nos dimos a su búsqueda y la sorpresa y clarificación nos la dio el historiador Luis de la Rosa en su obra La periferia de Grito de Lares   presenta  una serie de documentos que han sido vitales para el estudio de Lares. Son documentos que no aparecen en los fondos documentales separados para la Revolución de Lares, por lo que la presencia documental ha sido hallada en fondos de otros pueblos. Las autoridades no dejaron de seguirle la pista a los implicados. Incluso no por ser féminas, se obvió la posibilidad de interrogarlas. Así se extendió la búsqueda hasta el pueblo de Vega Baja. Fue así que las autoridades enviaron al alcalde una comunicación para que informara   quienes eran las personas, que delatadas y mencionadas por algunos de los presos  se encontraban en dicho partido.
Desde Vega Baja se presentaban unas colaboradoras que eran implicadas al levantamiento de Lares. Doña  Romana Galindo y Polo al igual  que doña  María Vázquez habían sido delatadas, por  una española de nombre Juana Romeu de Sáez.  Esta acusación fue  hecha mediante una carta dirigida al Gobernador, donde acusaba  y les daba el título de doñas. Informaba que trabajaban de noche y de día en una bandera republicana que pensaban poner en la Casa del Rey el sábado diez de octubre de1868, que habían muchos armados y listos para la revolución. Las reuniones sospechosas se estaban dando en la casa de don Pedro Portalatín.
 En comunicado del  señor José María Iglesias desde Vega Baja informo al Gobernador que, y cito 
“Con respecto a la señorita doña María Vázquez y doña  Ramona Galindo y Polo, efectivamente están aquí avecindados; la primera es sexagenaria, enteramente pobre y la segunda es una mulata de costumbres corrompidas que se emplea en oficios de coser y de planchar. En unión al alcalde y secretario ocupé el domicilio de entrambas y lejos de hallar efectos a que la carta refiere, solo encontré vestidos harapientos en la perchas y baúles, y vestigios evidentes de pobreza y de hallarse sufriendo aquellas familias los efectos de una situación enteramente precaria.” Continuaba diciendo “de don Pedro Portalatín que se menciona en aquel escrito, existe en este pueblo, pero es un negro crapuloso, que no entiende de ideas políticas, sin casa  ni hogar, y que casualmente lo hizo inventada por algunos ociosos.” [11]

 ¿Qué intenciones tuvo esta misiva?  No dudamos que era una de las tantas cartas de anónimas que venían a tratar de despistar a las autoridades. La visita que hizo el alcalde a su casa demuestra este hecho. Si eran revolucionarios o estaban unidas a un movimiento revolucionario, es posible.[12] Sin embargo, las autoridades no pudieron probarlo.

Francisca Brignoni. La pieza 38 de los documentos de la Revolución de Lares se inicia con los interrogatorios hechos a  María Francisca Brignoni.[13] Francisca Brignoni era una morena libre, iletrada, nacida y  residente en Juana Díaz  hija natural de Juana Perfecto y que ejercía la profesión de doméstica como muchas de su clase. Tenía al momento de su arresto, treinta años  y dos hijos. Había sido trasladada a la cárcel de Ponce  manteniéndose incomunicada en espera de alguna decisión del juez Navascués.
 En el interrogatorio, hecho el 30 de septiembre de 1868,  se supo que Francisca estaba alquilada y en esa situación estaba vendiendo unos bizcochos que no eran suyos.  En visita que hiciera a la casa doña Agustina Martínez, esposa de don Antonio López,  le había dejado saber en su conversación que 

“ella estaba alquilada por meses y por consiguiente era como si fuera esclava y que hoy día era preferible ser esclavo a no libre porque los de esta última condición a veces no encontraban subsistencia  y tenían que trabajar para hacerse de ella mientras que el esclavo tenía segura su manutención y demás necesario en casa de su amo”.[14]

 El apresamiento de la Brignoni se debió a las declaraciones que fueron hechas por la señora Martínez a los efectos que ella le había dicho que “saliese de sus esclavos pues
estos serían libres de un momento a otro”. (f.1). Estas declaraciones, a la vez  plagadas de sentimientos pertenecientes a esta clase trabajadora, dieron al traste con el encarcelamiento de Francisca Brignoni el 2 de octubre de 1868 en la Real Cárcel de Ponce. Se le informó que estaba siendo apresada por atribuírsele manifestaciones subversivas. 
Nada que ver con la Revolución de Lares. 
En tal situación Navascués pidió el interrogatorio a la señora Martínez, quien con su esposo como testigo  afirmó que ella le había comentado que dejara sus esclavos libres, porque si no,  dentro de pocos días lo serían todos. El interrogatorio hecho  contradijo lo dicho por la Brignoni.  Navascues solicitó un careo entre ambas declarantes. La señora Martínez se declaró enferma para no asistir a dicho careo, por lo que el juez insistió que enviara un facultativo para saber la causa de su no comparecencia. Con la excusa de su condición de reumatismo muscular  en ambas piernas  le impedía atravesar tantos ríos, como hay hasta la Villa de Ponce.[15]
 Brignoni fue mantenida presa justificando que “no puede olvidarse que uno de los objetos de la rebelión de Lares era la emancipación de los esclavos” y en este supuesto no se le liberó.  ¿Qué implicaciones tenía el apresamiento de Francisca Brignoni?  Sólo uno, que era negra libre, y que hizo declaraciones propias de su clase y condición en un momento determinado a la persona menos indicada. Brignoni fue víctima de los prejuicios de la época, de los entramados políticos donde estamos segura no había ninguna relación de una simple esclava que reconocía su servidumbre  y que nada conocía de ideas políticas.

Los sucesos de  Revolución de Lares afectaron  a muchas familias, muchos de los participantes perdieron propiedades, se mudaron a otros pueblos limítrofes como Utuado, Adjuntas, Morovis, Ciales Manatí, Aguadilla, entre otros,  otros empobrecieron. Decenas se separaron de su patria que tuvieron que dejar este terruño con destino a Santo Domingo o Venezuela. Esa experiencia dejó en un marasmo a la población que quedaría dormida en un sueño  que fue tronchado en su desarrollo embriónico. Dolores González Cos, Isabel Serrano, esposa de Aurelio Méndez huyeron a Santo Domingo, Obdulia Valentina Serrano a Santo Domingo y luego Venezuela fueron vivos ejemplos del sacrificio de estas mujeres, al tener que dejar su terruño.
Con la llegada de los estadounidenses la mujer entraría en la participación   política a través de Uniones de Damas.   Otras se destacarían por la reclamación de igualdad de la mujer ante el hombre y el trabajo como Luisa Capetillo. Desde 1908 se planteó el problema del  voto de la mujer. En 1917 se fundó la Liga Femínea Puertorriqueña, la Liga Social Sufragista y la Asociación Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas, fundada en 1925. Décadas de lucha hicieron posible  la participación  de más de 120, 955 mujeres en las elecciones de 1932.  
Los logros obtenidos en las tres primeras décadas del siglo XX fueron  logros que se habían despertado desde el siglo anterior. Por más de un siglo, la mujer batalló para lograr su espacio y respeto en la política puertorriqueña. Su participación fue posible gracias  a su tenacidad y perseverancia ante el machismo arraigado del siglo XIX. Mujeres pensantes, mujeres valientes, mujeres liberales abrieron el camino para que la mujer puertorriqueña hiciera valer sus derechos y consiguiera la igualdad política tan deseada.
Todas estas mujeres fueron las que plantaron la semilla de la valentía, del deber y de la conciencia para buscar tan deseada igualdad ante los hombres. A ella le debemos la apertura de tan ansiada realidad y de podernos parar al lado de los hombres y seguir moviéndonos  un paso más hacia adelante. Recordemos pues a Josefa Zavaleta de Arrubla, a María de las Mercedes Barbudo, a Mariana Bracety, a María Eduviges Beauchamp, Obdulia Valentina Serrano de Rojas, Ana Martínez Pumarejo, Rosalía Márquez, Rosa Martínez, Dolores González Cos, y otras que por ser protegidas y ocultadas por los revolucionarios no fueron colocadas a la merced de las injurias políticas.
 


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