Las
trabajadoras del ring en Puerto Rico
Juan Santiago
Introducción: antecedentes
Hace siglos dos mujeres con trajes largos y moños al
estilo victoriano, pelearon para ganar unas monedas y llevar pan a sus mesas.
En adelante cientos de mujeres alrededor del mundo, han trabajado como obreras del ring venciendo a rivales
dentro y fuera del cuadrilátero. Si se quiere
entender la situación del boxeo femenino en Puerto Rico hay que mirar
atrás y trasladarse fuera de la realidad
isleña. El combate mano a mano se
remonta a la antigüedad y tiene formas y significados que varían de sociedad en
sociedad. En los textos antiguos como La
Ilíada solía resentarse el combate como un duelo de poder, carácter, voluntad y fortaleza. Sin
embargo, con el advenimiento de la cristiandad, se impuso una visión negativa
de los combates que llevó a prohibirlos y borrarlos de la oficialidad. Es muy
probable que en grupos marginales como los gitanos se mantuviera la tradición
del pugilismo que renació en Inglaterra.
Entre los gitanos, en especial los de origen irlandés, surgieran varios de los
pioneros del deporte y que aún en el siglo 21 mantienen las mismas reglas del siglo 18. De los marginados, el lumpen proletariado y los esclavos,
salieron los boxeadores.
El primer boxeador americano en cruzar el Atlántico
fue Tom Molineaux, un liberto que consiguió
su libertad como premio por ganar un battle
royal de esclavos en Virginia. [1]
En Inglaterra, marineros, carniceros y
mujeres cirqueras son ejemplos de los pioneros del boxeo. Tan temprano como en
1722, se registró en un anuncio de periódico, un combate entre dos mujeres. De
la información se desprende que eran dos mujeres trabajadoras buscando dinero
extra. El premio, media corona inglesa para la ganadora. El anuncio fue un reto
público que lanzó Elizabeth Wilkinson a Hannah Hyfield[2].
El reto a través del periódico era una manera de promocionar el evento. Si se
considera que el primer campeón
reconocido, James Figg, quien reinó entre 1719 y 1734[3]
y forjó su carrera en las ferias londinenses,
se puede entender que el boxeo
femenino tuvo un génesis similar al masculino. Aunque, la perspectiva desde la
que se ha mirado la participación de las mujeres y los hombres ha influido en
el desarrollo del boxeo. Para un
trabajador del ring, el cuerpo es
instrumento y símbolo. El peleador debe moldear su cuerpo, esculpirlo
con trabajo duro y disciplina. Un cuerpo trabajado implica responsabilidad con
la profesión, deseos de ganar, fortaleza, aguante, sacrificios y dignidad. Con
el cuerpo se sufre el castigo, con el cuerpo se enfrenta al rival. Sobreponerse
al dolor infligido al cuerpo, es la victoria de la mente sobre la materia. Los
boxeadores no entran al ring semidesnudos por casualidad ni tradición vacía de
significado. El cuerpo con el que el soldado va a la guerra es el mismo con el
que el púgil entra al ring. Es el cuerpo de los músculos templados como el
metal. En este deporte se deben eliminar los puntos débiles, el
miedo no se perdona y se premia la
osadía y la tenacidad. Esa visión del cuerpo y el espíritu que lo sostiene
viene desde los antiguos griegos. En una época en que no había categorías de
pesos, los combates eran hasta la rendición o el desplome y casi todo era permitido. Por lo tanto, no era
de extrañar que la regla implícita fuera la supremacía de la fortaleza física
para imponerse en el combate cuerpo a
cuerpo. Si a esto se añade la sexualización del cuerpo femenino se tiene un
rechazo de la mujer como instrumento y símbolo adecuado para el boxeo como arte
y ciencia. No es de extrañar que los reporteros del siglo 18 y 19, al reportar
los combates femeninos pusieran
énfasis de perplejidad en las
ropas rasgadas y los torsos semi desnudos como resultados de los combates y no
en sus habilidades y desempeños.[4]
La prensa fue una de las fuerzas que tendió a censurar los combates
femeninos. Para una mujer salir de la
casa a ganarse el pan en el negocio del
boxeo fue convirtiéndose en tabú. De esta manera a medida que se regulaba el
boxeo, se iba prohibiendo la participación de las mujeres.
La mayoría de
los combatientes provenía de la clase trabajadora, aunque muchas personas de otras esferas como
la nobleza, fueron involucrándose con el auspicio de arenas, escuelas y
eventos. Con el crecimiento del boxeo como deporte y profesión, la regulación
de las peleas fue progresando
para proteger a los púgiles y al negocio. La regulación tomó
vertientes distintas con las mujeres y los hombres. Con la regulación (las reglas internas del deporte
y la legalización por parte del Estado) el boxeo femenino se fue censurando. A
medida que se fue regulando el boxeo con leyes locales, nacionales y
reglamentos internos del deporte, se fue prohibiendo la participación
femenina. Aunque los primeros dos
reglamentos de boxeo, el de Broughton en
1743[5]
y las reglas del Marqués de Queenberry 1867[6]
no prohibían el boxeo femenino tampoco tenían consideraciones para la mujer
dentro del deporte. Es probable que la desaprobación de la prensa y la percepción
generalizada de la mujer como poco apta
para un deporte de combate, fueran mermando las posibilidades de las mujeres de
avanzar en el boxeo. Hay tres elementos que dan forma al boxeo:
entretenimiento, negocio y deporte. El negocio es el estímulo primordial; el
deporte le da el carácter moral y el entretenimiento es lo que permite que se masifique. Si se desviste al boxeo de
todos sus adornos hasta dejarlo desnudo, se encuentra que se trata de un
negocio en que los contendientes y los organizadores sacan partida económica de las apuestas y las
entradas a los lugares para ver los combates.
El boxeo masculino y el femenino llegaron a Estados
Unidos en el siglo 19. El primer combate
femenino del que se tiene conocimiento ocurrió en el Hills Theater de Nueva
York en 1876, ciento cincuenta y cuatro años después de la pelea entre Wilkinson
y Jones. En Estados Unidos las mujeres solían boxear en teatros y espectáculos
de Vaudeville. Aunque muchas veces se solía calificar estos espectáculos como
“exhibiciones” para evitar la censura,
no faltaban duelos serios y de respaldo
en carteleras grandes. Aunque parezca
extraño, a principios del siglo 20, el boxeo femenino aficionado tuvo más
aceptación que en periodos más significativos en la lucha por la igualdad
femenina como la Segunda Guerra Mundial y las décadas de los 1960 y 1970. Por ejemplo,
en 1900, la inglesa Polly Fairclough[7]
fue nombrada como la primera campeona mundial. En 1901 se hizo la primera
filmación de dos mujeres practicando boxeo. En la Olimpiada de San Luis en
1904, hubo boxeo femenino como deporte de exhibición y en algunas escuelas de
la ciudad de Boston se incluía el boxeo como parte del entrenamiento físico de
las estudiantes. A medida que se fue regulando el boxeo, se fue prohibiendo en
muchos estados, la participación femenina. El escenario de trabajo para las
boxeadoras profesionales se complicó tanto que la primera licencia a una
boxeadora fue expedida en New Jersey en
1923. No fue hasta 2012, en Londres que volvió a surgir el boxeo olímpico para
las mujeres.
Luego, de
expedirse la primera licencia para boxear a una mujer, la falta de
oportunidades para trabajar en el ring y
la eliminación del boxeo aficionado casi desaparecieron a las mujeres dentro
del boxeo por los siguientes treinta años.
En octubre de 1957,
la inglesa Barbara Buttrick[8]
y la norteamericana Phyllis Kugles
fueron las primeras mujeres en boxear por televisión. La pelea fue por el
campeonato mundial peso mosca y la inglesa salió victoriosa. Ante la falta de apoyo de las organizaciones
que sancionan las peleas de boxeo, Buttrick fundó una institución internacional
para boxeo femenino, la World Boxing
Federation (WIBF). Ese legado de Buttrick tiene especial importancia para
Puerto Rico ya que las puertorriqueñas Ada Vélez y Melissa del Valle fueron
campeonas mundiales a través de esa
organización.
Los altibajos
en el desarrollo del boxeo femenino se prolongaron por varias décadas en
las que las mujeres fueron abriendo camino por medio de recursos legales como
demandas por discrimen por género. Por ejemplo, en Michigan se legalizó el
boxeo aficionado para mujeres luego de una demanda contra el estado por parte
de la estudiante Jil Lafles, de diecinueve años. No fue hasta el 1993 cuando la
USA Boxing’s Board[9]
reconoció el derecho de las mujeres a boxear, luego que una corte en Washington cedió a favor de
la demanda presentada por la boxeadora
Dallas Malloy[10].
El argumento de Malloy fue el mismo que Lafles, discrimen por género. La década de 1990, es considerada por varios
historiadores como el renacimiento del boxeo femenino. A partir de ahí se fue legalizando en diferentes países,
incluyendo a Puerto Rico que lo hizo en
1996.
El Boxeo femenino en Puerto Rico
En 1995, la puertorriqueña Dommy L. Delgado Berty, se
convirtió en la primera mujer en el mundo en presidir una comisión de boxeo
profesional. En ese momento el boxeo profesional femenino era ilegal en Puerto
Rico, aunque ya había boxeadoras aficionadas como Belinda Laracuente. Ante la
petición de entrenadores locales y bajo la incumbencia de Delgado Berty, a mediados de los años noventa, se aprobó en
reglamento de la Comisión de Boxeo Profesional de Puerto Rico que permitía y
regulaba el boxeo femenino. En una entrevista, Dommy Delgado explicó que
al plantear la necesidad de autorizar el
boxeo femenino en la Isla hubo
resistencia por parte de la
Secretaria de Recreación y Deportes, Marimer Olasagazti. De todos modos, se
aprobó bajo la premisa del derecho a la igualdad por género. [11]
A partir de la aprobación del reglamento, se incluyeron las peleas de mujeres
en carteleras locales. Belinda Laracuente contra Haydee Núñez fue la primera
pelea a nivel profesional entre dos puertorriqueñas en la Isla. Se llevó a cabo el 27 de sept. 1997, en el
Hotel San Juan Marriott, bajo la promoción de Samia De Cubas. Laracuente,
originaria de Mayagüez había iniciado como aficionada en la Isla, pero había
realizado sus primeras seis peleas profesionales en el estado de Florida y en
Perú. Núñez hizo su primera de pelea en una carrera muy corta de tan solo cinco combates. Tres años después
de esa pelea, Laracuente pelearía contra Christy Martin por el campeonato
mundial de peso junio wélter femenino, en el turno semi estelar de una
cartelera estelarizada por Félix “Tito” Trinidad y David Reid. Aunque la
puertorriqueña perdió, la crítica en la
prensa deportiva rechazó el fallo de los jueces. El desempeño
de Laracuente la presentó ante el
mundo del boxeo como una deportista talentosa, con buena condición física y con
un desarrollo técnico que evidenciaba la
capacidad de las mujeres para el boxeo. En su carrera como boxeadora, Belinda
Laracuente protagonizó la primera pelea
de título con rounds de tres
minutos en más de treinta años. Esto tiene significado especial debido a
que el tiempo de los rounds entre hombre
y mujeres varía por el argumento de que las mujeres no tienen la estámina para
combatir el mismo tiempo que los hombres12.Esa postura sobre la
capacidad de la mujer incide en el salario de las mujeres que prestan servicios
profesionales en el boxeo. La
puertorriqueña se convirtió en una
jornalera trotamundos que se
enfrentó a muy buenas peleadoras en sus propios patios. Al momento, es la
puertorriqueña con más peleas en su historial. Tiene un total de cincuenta y
ocho combates con un récord de 26-28-3 con 9 KO, una cantidad de peleas atípica
para cualquier boxeador contemporáneo.
De los trabajadores del ring, las boxeadoras son las peores pagadas,
probablemente esa sea la razón por la que Belinda Laracuente trabaje tanto para
vivir de su profesión.
Aunque que el
boxeo femenino arrancó con cierta fuerza en Puerto Rico, el impulso no duró
demasiado. Las boxeadoras solían repetir las rivales por falta de opciones y
los combates carecían del desarrollo técnico que tenían los profesionales
varones. Esto fue desalentando a las deportistas y a los promotores que son los
que pagan los servicios profesionales de las boxeadoras. ¿A qué se debe la poca
cantidad de boxeadoras en el ámbito profesional? Se podría argumentar razones
culturales y sociológicas válidas como el rechazo y el tabú hacia las mujeres
en un deporte violento como el boxeo.
Sin embargo, hay que considerar mientras el boxeo masculino lleva siglos de
desarrollo, el boxeo femenino
tuvo un inicio difícil, un periodo de censura
de casi 300 años y lleva dos
décadas de renacimiento.
En Puerto
Rico, el boxeo se rige por dos organizaciones extranjeras: la Asociación
Internacional de Boxeo (AIBA) y la American
Boxing Commission (ABC). La ABC y por lo tanto el reglamento de la Comisión
de Boxeo Profesional de Puerto Rico (CBPPR) establecen que para que una persona
adquiera una licencia de boxeador profesional debe tener experiencia amateur. La AIBA, reconoció el boxeo aficionado
femenino en 1994[12].
Solo a partir de ese momento, las organizaciones como la Federación de Boxeo
Aficionado de Puerto Rico darían paso a la participación oficial de las
mujeres. El proceso de regular, educar y promover el deporte conlleva años de
trabajo y recursos humanos y económicos que no siempre están disponibles. El
proceso de crecimiento del boxeo aficionado
va con lentitud. Por ejemplo en el 2005, se constituyó el primer equipo
femenino puertorriqueño en participar en un torneo internacional.[13]
El boxeo aficionado es la escuela del profesional. La falta de taller aficionado es una de las
razones para la escasez de boxeadoras y
el poco desarrollo técnicos de las mujeres dentro del deporte. En los dieciocho años que han pasado desde
la primera pelea de puertorriqueñas en la Isla, aproximadamente un total de 34
féminas[14]
han subido al cuadrilátero, algunas en más de dos o tres oportunidades.
Al examinar las carreras de las boxeadoras
puertorriqueñas más sobresalientes es
notable que sus carreras se desarrollaran fuera del país. Es muy común que las boxeadoras suelen pelear varias veces
con las mismas rivales. De los récords, resalta que las mismas boxeadoras de lugares y países
distantes suelen tener rivales en común aún peleando en diferentes categorías
de peso. Esto se debe a la poca cantidad de boxeadoras a nivel internacional.
Al momento la única boxeadora de ascendencia boricua en
pelear por un título mundial en
Puerto Rico fue
Marisol Miranda, nacida en el Bronx, quien perdió por KO con la
argentina Yesica Boop el 12 de septiembre de 2012[15].
Los últimos cuatro combates de título mundial celebrados en la Isla fueron con
campeonas extranjeras. A continuación se hace una mención de las
boxeadoras puertorriqueñas más destacadas y su participación[16]
en la Isla:
• Ada Vélez: Campeona peso gallo
de la FIB 2011- Nunca ha peleado en Puerto Rico.
• Amanda Serrano: Campeona súper pluma de
la FIB 2011; campeona pluma de la WIBA
2013;
campeona peso ligero de la WBO 2014.- Nunca ha peleado en Puerto Rico.
• Belinda Laracuente: Campeona GBU peso
súper ligero 2007 -Dos peleas en Puerto Rico.
• Cindy Serrano: Campeona WIBA peso pluma
en 2005; campeona WIBA peso ligero
2012; campeona UBF peso súper
pluma 2013.- Nunca ha peleado en Puerto Rico.
• Melissa del Valle: Campeona peso pluma
de la WIFB 1998- Nunca ha peleado en Puerto
Rico.
• Melissa Hernández: Campeona peso súper
gallo de la WIBA 2006; campeona de la GBU
pesos ligero 2007; campeona peso súper pluma de la WIBA 2008- Nunca
ha peleado en Puerto Rico.
En la actualidad, la CBPPR tiene registro de muy
pocas a boxeadoras activas dentro de la Isla. La participación femenina se está
dando en el ámbito de los técnicos del
deporte. Un total aproximado de 15 mujeres han fungido como entrenadoras y algunas están
activas en el boxeo aficionado
encargándose de entrenar a sus propios hijos.
Desde el 2013 hay una cronometrista, María Solís, una jue, Idalia
Parra, y una árbitro de boxeo
profesional, Melba Santos. Estas mujeres reciben igual oportunidad para trabajar que sus homólogos
varones porque la CBPPR tiene un sistema de rotación para trabajar en los
eventos. A diferencia de la situación de
los púgiles, quienes no tiene salario mínimo, sí hay una tarifa mínima
establecida para los servicios de los técnicos que trabajan en las carteleras de boxeo. En el caso de las
mujeres boxeadoras, pueden ganar hasta diez veces menos que los varones. Por
esa razón, nisiquiera las campeonas mundiales pueden vivir solventemente de su
trabajo sobre el cuadrilátero.
Diferencias del boxeo masculino
Los criterios de los jueces para evaluar las peleas
son los mismos para los contendientes de ambos géneros. Existes pocas variaciones en las reglas para
boxeo el masculino y el femenino. Por ejemplo, a las mujeres se le requieren
pruebas de embarazo. El peso de los
guantes para las mujeres es de ocho onzas hasta el peso pluma (126 libras) y
diez onzas del peso ligero (130 libras) en adelante. En los hombres sendos
pesos de guantes cambias en las categorías wélter (147 libras) y junio mediano
(154 libras) respectivamente. Las peleas
de título mundial de las mujeres son hasta diez
rounds y las de los hombres hasta doce
rounds. Este cambio de cantidad de rounds es criticado por las boxeadoras debido a que
representa una desvaloración de los títulos mundiales femeninos. En Puerto
Rico, se incluyó la regla del uso de sostén protector para
senos en agosto de 2014.[17]
Anteriormente, sólo se exigía un sostén deportivo. La diferencia es que el
protector está diseñado para difuminar el impacto de los golpes y el deportivo
para evitar el movimiento que se crea al correr o brincar. Antes de agosto, las
boxeadoras recibían golpes en áreas
sensibles sin ninguna protección. En el caso de los hombres, las áreas
sensibles como los genitales, están protegidas desde hace décadas.
Reflexiones finales
En los últimos veinte
años las mujeres se han abierto paso en el boxeo. Aún están lejos de la
equidad y quizá pasen muchas décadas antes de que la alcancen. Un ejemplo de la falta de reconocimiento de los logros
de las boxeadoras, es que en el Museo del Deporte de Puerto Rico hay una sala dedicada al boxeo y allí no se mencionan las campeonas
puertorriqueñas. Con la prensa deportiva ocurre de forma similar. Boxeadoras
como Amanda Serrano, una de las primeras diez libra por libra nivel mundial
rara vez es mencionada por la prensa.
Tal vez haya
que hacer revisiones a las leyes que regulan la organización de las carteleras
y los pagos a los púgiles. Aunque, como el boxeo es un espectáculo, las
boxeadoras tienen que seguir mejorando su nivel y trabajando para ganar la
aceptación del público, de manera que sea más rentable colocarlas en las
carteleras. El boxeo aficionado femenino tiene
trabas que hay que superar como el tiempo de los rounds y la poca
cantidad de categorías de peso. También, hay que dedicar mayores esfuerzos al
estudio científico de las repercusiones del boxeo en la salud y tomar medidas
correctivas.
El boxeo femenino dentro y fuera de Puerto Rico está
lleno de altibajos que merecen un estudio
riguroso y desde diferentes ángulos. Desde cualquier óptica hay que
reconocer que las boxeadoras
puertorriqueñas son ejemplo del
esfuerzo que hacen las mujeres en
el quehacer
diario.
Bibliografía seleccionada
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Boxing Hall of Fame Official Record Book. Nueva York: McBooks Press, Inc., 2011
Smith, M. 2014 A History of Women Boxing. Rowman
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María Luisa
Arcelay de la Rosa
Dra. Carmen Lydia Arcelay Santiago
No voy a hablar de una santa ni de una diabla, voy a presentar a una mujer amenazada con la
excomunión de la Iglesia Católica, inspiradora de una de las plenas más
conocida del sonero Mon Rivera, opresora para unos, adelantada para otros.
¿Oportunista o benefactora? Sea Ud. quien juzgue porque, a María Victoria Luisa Fundadora Arcelay de
La Rosa (María Luisa) es a quien voy a presentar con sus fortalezas y debilidades.
No hubo medias tintas. Nada detuvo el camino de esta
austera maestra hasta conquistar el respeto en el mundo impar de los negocios
en el que amasó una enorme fortuna, o en la política, donde según ella, los
hombres “vanos” campeaban por su respeto.
La historiografía puertorriqueña menciona algunas de las
ejecutorias de excelentes mujeres como Luisa Capetillo, María Roqué de Duprey,
entre otras. No obstante, ha olvidado a María Luisa Arcelay, quien apenas se
menciona. Lo poco que aparece se resume a tres o cuatro oraciones sobre algunos
datos de ella y a veces erróneos.
Enfocaremos de cómo ella pudo destacarse en el Puerto Rico
de las primeras décadas del siglo
XX, donde prevalecía la visión masculina. Nació en Mayagüez
el 7 de diciembre de 1894, en un Puerto Rico donde imperaba la necesidad y la
miseria. El endeudamiento en todos los sectores se extendía hasta los
jornaleros. La niña crece en un ambiente tenso. Estudia en las escuelas de
Mayagüez y obtiene un diploma de alta escuela. Con coraje y determinación
estudia en la Universidad de Puerto Rico donde obtiene un diploma de maestra de
inglés. Trabajó por seis años como maestra con un sueldo de setenta dólares
mensuales. Por las tardes trabajaba como secretaria en un taller. En este
empleo tuvo la oportunidad de relacionarse con comerciantes estadounidenses en
la industria de la aguja que para 1917, era próspera. Como mujer visionaria,
establece su propio taller de costura.
Esta industria absorbió a los desempleados agrícolas, les
dio trabajo a domicilio a mujeres y a niños. La mayoría de las veces se le
pagaba alrededor de dos centavos la hora. La crítica generalizada de los
historiadores a esta industria es que se explotó a los obreros. Aunque amigos,
vecinos y empleados de María Luisa dicen
que ella no lo hizo, otras obreras, a las que
tuve la oportunidad de entrevistar indican lo contrario. La historiadora
Lydia Milagro González indica que: “Los grandes talleristas estaban sometidos a
las mismas reglas terribles de competencia que sufrieron los dueños de talleres dependientes o las
comisionistas”. Todos eran intermediarias con poco o ningún control sobre la
producción, excepto el poder de regateo en los precios de hambre que ofrecían
por la labor. Se infiere que María Luisa no implantó las reglas, sino que las
siguió como hicieron todos.
En la década de 1930, la industria de la aguja se mantuvo
fuerte, a pesar de las circunstancias. Entonces la pregunta que nos hacemos es:
¿Por qué María Luisa se inicia en otras funciones, tal vez de mayor responsabilidad, como es la política, sin dejar de operar su taller?
Si reconstruimos un
poco de la historia en el siglo XX,
vemos que desde principios del siglo las
mujeres en Puerto Rico estaban activas en la política. A pesar de sus luchas no
ocupaban puestos de relevancia en sus partidos, ni siquiera tenían el derecho
al voto. Se organizaron diversos grupos como la Liga Sufragista que luchaban
por el derecho al sufragio. Entre los hombres se escuchaban frases como la
siguiente: “las mujeres no sabrán qué hacer con el voto cuando lo tengan en sus
manos.”
En este escenario entra María Luisa a la política. El
Partido Liberal fue el primero en ofrecerle una candidatura y ella declinó la
oferta porque no creía en la
independencia para Puerto Rico. A los
amigos del Partido Unión Republicana que
también le hicieron la misma oferta les dijo que sí. No obstante, según ella lo expresaba, le indicó sus condiciones para aceptar que eran las
siguientes: No hacer campaña, no aportar dinero y tener libertad de criterios.
Tenemos que ver si realmente ejerció su
criterio. El Partido Unión Republicana fue a las elecciones generales de 1932,
en coalición increíble con el Socialista. Esta Coalición obtuvo más votos que
el Partido
Liberal. Obviamente, María Luisa gana el escaño en la
Cámara de Representantes por el Distrito 16 de Mayagüez. Así pasa a la historia
como la primera mujer en ocupar un
escaño legislativo en Puerto Rico y
en Latinoamérica. Se ganaría seis
dólares por sesión, y no tendría oficina. El autor de Incidencias Parlamentarias en Puerto Rico, Néstor Rigual, reseña la
acogida positiva que María Luisa tuvo en la Cámara e inclusive en el
Senado, al inicio de la sesión inaugural
de 1933. También informa que ella fue la primera mujer en dirigir el Cuerpo
Legislativo incidentalmente, en varias
ocasiones. Perteneció a varias Comisiones y dirigió la de Industria y
Comercio.
Observamos que María Luisa
sí supo qué hacer con el voto que tenía en sus manos. Su primera
propuesta fue la Resolución Conjunta de la Cámara número 16: “Para autorizar al Negociado de Estudios
Libres a dar a los maestros de Puerto Rico cursos de exámenes libres
equivalentes al grado de bachiller”. El ser maestra la identificó con la
profesión y sometió innumerables medidas que benefician a los profesores como
las siguientes: Crear fondos para las pensiones de los maestros. Otra fue para
que la Junta de Pensiones para Maestros los ayude con préstamos y así
pudiesen tener sus hogares, además, eximirlos de contribuciones insulares y
municipales. Ella propuso enmendar la Ley de Certificaciones de Maestros y que
se debía realizar un estado actuarial de las pensiones de estos profesionales.
Otro sector marginado eran los niños y para su bienestar sometió muchas
medidas, como la de: Proveerle zapatos a los escolares, castigar el abandono,
que los niños fueran reconocidos por su padre biológico. Ella Propuso: La
creación del Instituto Vocacional para Niños Ciegos; La creación de un albergue
para la niñez y de cortes juveniles; Castigar la procreación de hijos fuera del
matrimonio; Penalizar a los padres que no alimentaran a sus hijos; Crear una
junta de censura de películas para menores; Crear un sistema de hogares de
crianza y varias medidas a favor de los niños ciegos, entre otras.
Dos medidas controversiales y de avanzada que sometió por
poco le cuestan la excomunión. Nos
referimos a la Resolución Conjunta de la Cámara número 50, del 20 de febrero de
1934, para crear la Lotería de Puerto Rico con el propósito, entre otros, de
allegar fondos para combatir la plaga blanca que no es otra cosa que la
tuberculosis.
La otra medida fue el Proyecto de la Cámara número 151 del 27 febrero de 1933, para:
“Fomentar la enseñanza y divulgación de
los principios eugenésicos, facultar el establecimiento de Clínicas
Neumalthusianas, reglamentar su funcionamiento y prohibir la inducción,
enseñanza y prácticas de aborto en dichas instituciones reguladoras de una
buena concepción…” En otras palabras, para el control de la
natalidad. Se darían consejos y educación para el uso de contraceptivos, por
ejemplo, si uno de los miembros de la pareja fuera: “anormal mental, loco
curado, epiléptico ocon tara
neuropática”, también se le ofrecería esta orientación a los criminales,
los hampones y los degenerados sociales, entre otros.
El vicario escandalizado expresó que era una pena que en la
Legislatura estuviera una mujer tan inmoral, en referencia a María Luisa.
Mientras tanto, él, jugando bingo para recaudar fondos y contemplando como
aumentaba la población de la Isla con todo y los males que esto acarreaba.
Estas fueron medidas de vanguardia sometidas por una mujer que nunca se casó y
tenía dinero. No obstante, hizo suya y trató de suplir una necesidad de la
mujer y de la sociedad en general.
Otros proyectos fueron: Para castigar la vagancia, para que
Puerto Rico tuviera la bandera
territorial, una escuela de medicina para Mayagüez, regular
la profesión de ingenieros arquitectos y agrimensores, también
la venta de café y de alcohol y
un sin número de proyectos más.
Un tema latente en el ambiente era el de los salarios
razonables. Las huelgas se difundían cada vez más, durante la primera década de
1930. En 1933 el Presidente
Franklin D. Roosevelt firmó la Ley de Recuperación Industrial Nacional
(NIRA) para conseguir salarios razonables.
Se pedía el máximo de horas de trabajo y el salario mínimo. Los
industriales se opusieron y María Luisa, desde
la Legislatura, también. Este año hubo muchas huelgas y hasta el taller
de costura de María Luisa fueron los huelguistas para invitar a sus empleados a
que se unieran al paro. Ella trató de explicar que sus empleadas no estaban
protestando y ahí mismo, la apedrearon, según la historiadora Sylvia Aguiló.
Eventualmente la Ley del NIRA fue declarada inconstitucional y los talleristas
tuvieron mucho que ver en el asunto. Ellos no cesaron de pedir para la Isla un
trato diferente porque alegaban que la industria, sobre todo, la de la
aguja, se afectaría.
El patrón se repite en 1938, con la Ley Federal de Horas y
Salarios o de Normas Razonables de Trabajo y que, según María Luisa, tambaleó
la industria de la aguja. La Ley disponía que fueran ocho horas de
trabajo, a veinticinco centavos cada una
de ellas a domicilio y cincuenta en el taller. Los industriales se oponían.
María Luisa formó parte de los comités de Puerto Rico de la Neddlework
Asociation para abogar en Washington
para que no se aplicara la Ley en la Isla. En 1939, se consideró el Proyecto en
Washington. Se crearon Comités de la Industria para revisar los salarios
regularmente y María Luisa, como se indicó, formó parte de estos organismos. La
pregunta es: ¿Por qué María Luisa se oponía a estas leyes de horas y salario
mínimo? Ella misma durante el debate y mucho tiempo después ofrece la
contestación al expresar que: esta Ley mataría la industria de la aguja, que
según indica, no podía absorber el aumento de salarios.
No obstante, y en
medio del debate entre los obreros, los
industriales y los políticos puertorriqueños,
de si se implantaba o no en la Isla la Ley de Horas y Salarios Federal,
María Luisa, con otros legisladores
somete el Proyecto de la Cámara
663 del 24 de marzo de 1939 que dice: “Para
investigar los salarios que reciben las mujeres y los niños en los
oficios y en la industria y así determinar y establecer el salario mínimo
razonable y evitar la explotación de estos trabajadores”. Este Proyecto era algo
así como uno sustitutivo criollo para contrarrestar la Ley Federal aludida. Nos
llama la atención en el Proyecto 663, donde indica que: Si en el transcurso de
la investigación se determina que una industria no puede pagar se implante un
salario menor al mínimo recomendado por el director de la División de Salario
Mínimo. Más aún: Cuando se hayan fijado salarios mínimos, si la persona es
mayor o discapacitada se puede expedir
una licencia especial para que se le baje ese salario por el tiempo que
determine el Comisionado del Trabajo o el Director de la División de Salario
Mínimo. En otras palabras, este proyecto contiene, básicamente, las enmiendas que los industriales solicitaban en
Washington para la aplicabilidad en la Isla de la Ley Federal de Horas y
Salarios, contrario a lo que los obreros deseaban que era que se implantara en Puerto Rico tal como estaba.
Detrás de la mujer fuerte y con determinación está otra
María Luisa, una mujer tierna y filántropa. Crió a su sobrino, un niño con
discapacidad física y lo quiso como a un hijo. Ayudó a sus sobrinos para que
obtuvieran sus profesiones.
Perteneció a diversas organizaciones, por ejemplo: A la
Junta de Precios y la del Racionamiento en Tiempos de Guerra y a la de
la Asociación de Industriales.
Fue cofundadora de las Altrusas
de Mayagüez y del Club Cívico y Social
de Mujeres de este pueblo en 1935.
Dirigió la Asociación de Talleristas o Industriales de Puerto Rico. Fue Consejera de la Asociación de la aguja de
la National Recovery Administration, desde 1933 a 1934. Formó parte del Comité de Industrias para estudiar la situación económica de
Puerto Rico en 1940. Integró el Capítulo Local de la Cruz Roja, entre otras. En
fin, vemos en ella a una persona que participó en tantas organizaciones y se
desempeñó cabalmente por lo que es digna de recordar y agradecer su interés en
la labor social, política y económica de Puerto Rico.
Obtuvo innumerables galardones y reconocimientos entre
estos esta que: La Unión de Mujeres de América la reconoció como Mujer de
Puerto Rico. La Liga de Mujeres Votantes le rindió homenaje, realzando
su labor en la Legislatura. La Escuela de la Comunidad de Sábalos en
Mayagüez, lleva su nombre. En el Capitolio, una de sus salas también lleva su
nombre. Fue una mujer de avanzada y luchadora por sus causas y por las personas
que amó. Fue una gran empresaria y política que aprovechó todos los recursos
que tuvo a su alcance.
Su figura es indudablemente controversial. Ella, al igual
que otras mujeres talleristas de la
industria de la aguja, representa el estereotipo de opresora en la
historiografía puertorriqueña, no así para muchos de sus compueblanos
mayagüezanos que expresan que le dio vida al pueblo en momentos de crisis.
En la política es obvio que tuvo grandes aciertos como el
Proyecto de la Lotería y el del control de la natalidad. Sin embargo, su
oposición a las leyes de justicia para
los obreros, especialmente la de Horas y Salarios, aparentemente respondía a
los intereses económicos de su grupo, aunque ella indicaba lo
contrario.
Decía el historiador Néstor Rigual: “La Representante
Arcelay honró siempre, con gran dignidad y prestancia, el cargo legislativo que
ocupó durante ocho años”. María Luisa defendió
con determinación y valentía lo que ella entendía era lo mejor para
Puerto Rico en esos momentos.
Remembering the Suttee: Women Fleeing Death by
Immolation
Kevin Kelly-Cooke
The Indian Indenture Program, which began in 1838 and continued until
1918, was an endeavor to replace labor once slavery was abolished and it was
the largest migration of South East Asia peoples in modern time. Although a
majority of the recruits were from lower agricultural classes, some of the
recruits were Brahmins, mostly widows that were either escaping the tradition
of the suttee which involved sitting on their husband’s funeral pyre or they
were widows cast out into the street when the practice was banned in 1829. This
essay explores transgenerational memories of East Indian women that fled the
suttee in Lakshmi Persaud’s Raise the
Lanterns High. These women rejected thousands of years of scripture based
tradition to come to the Caribbean in search of a new life with opportunities
that they did not have and could not envision in India. The protagonist in Raise the Lanterns High, Vasti Nadir,
feels conflicted because her mother and uncle are arranging a marriage for her
and she is not sure if she wants an arranged marriage. As the wedding quickly
approaches, Vasti feels overwhelmed by her lack of voice in the process, and
the night before the wedding she loses consciousness as she collapses face
forward on the floor and her mind travels back in time.
Vasti recalls waking up confused as she is in another place and another
time, in the Fort of Jyotika, Northern India during the 19th
century. She feels as though this is not the first time that she has been
there, and she senses that she understands what is about to happen as she
floats above the happenings. In “The Generation of Postmemory, " Marianne Hirsch stresses the importance of
this generation's "guardianship" (104) of a traumatic past that is
filled with genocides and man-made catastrophes. The author explains how
descendants of survivors and even descendants of malefactors, of traumatic
events feel so deeply connected to the previous generation's memories of
traumatic events that those memories become their memories too. As
Vasti
observes undetected by those around her, she enters the Queen’s quarters and
she recognizes the three Queens: Queen Meena, Queen Dayita both from the
northern region of India, and Queen Renu from the southern region. The three
Queens have just received word from a royal messenger that the King was killed
in battle and that his body will return to the fort in a day. The Queen’s grief
for the loss of their husband is coupled with an understanding that a suttee
will be required. The suttee is commonplace in Northern India where Queens
Meena and Dayita are from, but not in the southern region where Queen Renu is
from, so there are conflicting feelings regarding culturally required customs
in the event of a husband’s death (9294).
Queen Renu asks Queens Dayita and Meena to meet the next morning to
discuss the situation and they agree even though they understand that she will
attempt to dissuade them from following through on their duty as both wives and
Queens. Vasti’s transgenerational remembrances of this also touch upon the
status of degraded widowhood. Despite being from a province that did not practice
the suttee, Queen Renu knows she will be subjected to an abominable existence
as a surviving widow. Queen Renu thinks “What will my position be when this is
over? ...And what will become of me day to day? Here, a widow’s life is a living death. I will
be shunned and placed at the rear of the palace.” (101) With these thoughts, Queen meets with Queens
Dayita and Meena, and argues that the scriptures call for a symbolic act and
the supreme creator would not call for wives to be “put to death in that most cruel
of horrors-burned alive on a pyre-pinned down by logs while the priest, her
children and family watch and listen to her shrieks and cries for help before
she is painfully consumed.” (131) In her next breath Queen Renu proposes that
they reject the suttee and devote their lives to improving the lives of the
women in their kingdom through a school in the royal compound. The other Queens hesitantly agree, but they
know it will be difficult to convince the Royal Court, and agree they should
enlist pundits that might have a more “enlightened” interpretation of the
scriptures to help persuade the Royal Court to change tradition. Another thing
they agree on was that the royal pundit, Krishna, who is to visit them shortly,
would have to support this effort (136).
Pundit
Krishna, the highest holy man in the Kingdom of Jyotika, understands that
ensuring the suttee is performed correctly is the most important task he has
ever undergone. Pundit Krishna visits
the Queens to prepare them for the suttee. He explains to that there can be no
other duty as a loyal wife, than to perish in the flames of her husband’s
funeral pyre, thereby
“purifying”
him of his sins, as well as those sins of her maternal and paternal families.
He then explains how the people of Jyotika would pay homage to the Queens as
part of the suttee process as well as other details of the proceedings and then
waits for the Queens to grant permission for him to exit. It is then that Queen Meena presents the
Pundit with a sealed scroll and encourages him to open it and read it in their
presence. Within the scroll, they Queens
have detailed their plans to reject the suttee and to open up a school for
girls, and they also asked Pundit Krishna to assist the Queens with presenting
the proposal to the Royal Court. His
immediate thoughts are of the response from members of the Royal Court and the
crowds of people waiting to see the spectacle of the funeral pyre with the
Queens being burned alive (147-150).
Vasti’s remembrance of Pundit Krishna’s immediate
thoughts about the reaction of the people of Jyotika is critical in examining
history. Kevin Birth, in his essay
" The Immanent past:
Culture
and Psyche at the Juncture of Memory and History, " lists five distinct
methods of examining the past in cultural anthropology, one of which involves
ritual and performance. This approach is outlined extensively in Joseph Roach’s
introduction to Cities of the Dead, titled “History, Memory, and Performance” in
which he states that all acts of performance, including song, dance, rituals,
storytelling, proverbs, and customs, are forms of remembrance and recreation of
a forgotten history that was erased because of the transatlantic slave trade
(5-8). The very act of self-immolation on a funeral pyre by a widow is an act
of performance connected to history, and so is viewing and/or participation by
the crowd. While the Pundit talks to the Queens, the village is abuzz with
activity as the people await the pyre and suttee. Workers are washing and
preparing horses and elephants in anticipation of the procession for the King’s
funeral pyre. Vasti observes that:
Expectation was growing of the spectacle to come; the royal funeral
would be more deeply moving than a royal wedding, with its pomp and splendour.
..The people of Jyotika were in awe of the grand spectacle that awaited them.
Many were leaving their homes and their workshops to ensure a close view of the
Queens, of whom they had heard much but never seen. Already jostling and
pushing and shoving were taking place; anger flared here and there.
(107)
Most are
waiting to see an act that it mentioned several times in their holy scriptures,
one that has been practiced countless times over thousands of years and
elevates both the deceased King and the self-immolating Queen to an almost God
like status. Many feel blessed to see a ‘sacred’ act performed, and others
cheering, encouraging, and even ‘policing’ the event to ensure the proceedings
transpire to their end. One of the biggest proponents of banning the suttee,
Walter Ewer, Superintendent of Police in the Lower Provinces, argued that the
act as it was being conducted in British India “bore little resemblance to its
scriptural model as a voluntary act of devotion carried out for the spiritual
benefit of the widow and the deceased.” Ewer further stated that the widows
were compelled by family, who had a financial interest, and townspeople who
were enamored with the “spectacle”; and
that if the widow dared change her mind "the entire population of the
village will turn out to assist in dragging her to the bank of the river, and
in keeping her down on the pile.” (Mani 35)
With
the importance of the public performance, as well as the importance of adhering
to expected behavior, the Pundit attempts to convince the Queens to fulfill
their wifely duties via the suttee. The holy man reminds the three Queens of
the horrible existence they would endure and the degradation that they would be
subjected to if they refuse to honor their duty as widows. Pundit Krishna tells
them:
You would
be choosing a wretched existence, instead of taking the departure that enables
you to be transformed, becoming sacred and holy, immortal. Men and women will
come from afar to worship at your sculptured soles and palms. I beg you, Royal
Queens of Jyotika, to reconsider your refusal to embrace our longheld tradition
that has served us well, lifted our esteem beyond our boundaries. Would the
people of Jyotika not ask themselves, “What does it say about the King of
Jyotika, who has given his very life to protect us, if his wives will not
accompany him on his last journey?”
(153)
He goes as far as to offer them “sufficient
opium” to ensure that they not only will be apprehension free, but also will
feel no pain as they are consumed by the flames. In addition, he informs them that he will
bribe the guards, so the people of Jyotika will not know they went under the
influence of narcotics (153). The
practice of drugging the widow as a means of ensuring the suttee will be
performed as been recorded many times, with one such case being "An
Account of a Woman Burning Herself, By an Officer," which was published in
the Calcutta
Gazette in
1785. The writer noted that the widow appeared under the influence of bhang
(marijuana) or opium as she was led to the pyre and that once on top of the
pyre, she "laid herself down by her deceased husband, with her arms about
his neck. Two people immediately passed a rope twice across the bodies, and
fastened it so tight to the stakes that it would have effectually prevented her
from rising had she attempted." (qtd in kashgar.com) The use of opium ties in with the one of the
main arguments for abolition- that most widows did not voluntary commit the act
of suttee, therefore it was not in compliance with scripture.
Queen Renu stands and asks for the Pundit’s
permission to make her case, thereby positioning the argument in a form he
could not refuse. She then proceeds with four challenges, the first of which is that the Shastras, or holy scriptures, are
inconsistent regarding the practice , with some sections making cases for the
suttee while other make a case against the suttee (157). As such, there can be different
interpretations of the holy scriptures. As stated earlier, Superintendent
Walter Ewer used a scripture based argument in his campaign for abolition, but
there were others that used scripture interpretations to argue in favor of the
suttee. In 1805, Magistrate of the Behar district stopped a suttee involving a
drugged and or intoxicated twelve year old girl and asked the colonial
government for guidance on the matter of suttees. The
Secretary of the Government referred the matter to the head of the
criminal courts, Nizamat
Adlalat, who in turn sought guidance from Pundit Ghanshyam Surmono who
responded with a
Shastra
interpretation that same year, but it was not circulated until 1813. Pundit
Surmono’s response was that suttee was a religious based act for Hindus and was
meant to be voluntary and the widow can change her mind at any time with no
social stigma, so the circular stated that suttee would be permitted based on
“the government’s commitment to the principle of religious tolerance.” (Mani
33) So Queen Renu’s first challenge is
not without merit. Queen Renu’s second challenge also involves the scriptures.
She points out that the Shastras state “that the paths to God are many”,
therefore if the Queens choose a good path, such as education, then they are in
line with others seeking Dharma, or “the good.” (158). The Queen links
her third challenge directly to the King’s masculinity by stating that “King
Paresh would have felt humiliated had his soldiers thought he could not gain
salvation by his own actions.” The
final challenge is the strongest and Queen Renu presents Pundit Krishna with a
challenge that strikes at the heart of Sanatan Dharma, or core Hindu
principles. The Queen states:
As long as
our men are able to satisfy their appetites, indifferent to the pain, distress,
and dishonour they bring to others; as long as such men are able to gain Heaven
without compensating their victims; as long as such men are not seeking
forgiveness and without the need to live their lives better, but instead await
their salvation by sacrificing the lives of others on the pyre; these men will
have no incentive to lead the good life that pleases God. (159)
According
to Gaura Krishna, author of “Sanatan Dharma”, Sanatan Dharma means eternal law
or Cosmic Law, and it is the basis for Hinduism. It governs everything in the
universe including human behavior. When someone’s actions conflicts with Cosmic
Law, it causes an effect or a karma, which needs to be purged. The consequence
of the bad actions are what purges a person, therefore a person who never feels
the consequences of bad acts will never be in harmony with Cosmic Law and will
never be united with God (1-11). So Queen
Renu positions the suttee outside the foundation of Hinduism. After the final
challenge, the Queens give the Pundit three scrolls with additional reasons for
him to read in private and then Queens Renu and Meena retire so Pundit Krishna
could accompany Queen Dayita to view the King’s body.
En route to the viewing of King Prasad’s body, Queen Dayita informs the
Pundit that her personal Pundit/Advisor has passed away and requests a referral
for a Pundit worthy of such a high position. Pundit Krishna then offers his
services, which are accepted, and the Pundit concocts an elaborate plan
involving a slave girl Kala to save the Queens from the suttee. The Pundit is
sure that if the Queens can convince Kala to take their place on the pyre, that
the village will be satisfied with the culmination of a suttee and the royal
court might accept the Queens’ proposal to open a school. Ultimately though,
his plan fails and he, another Pundit the three Queens, the slave girl, and a
house boy flee the Royal Compound and travel to a port in the south where they
have heard that there are recruiters looking for workers for faraway places
“with opportunities to remake themselves and gain in prestige and wealth.”
(140) Upon arrival at the port, the recruiter takes the group to a magistrate
for registration and then they are all “climbing up the swaying steps of a
ship, bound for either the West or the East, they were not quite sure.
They were hoping it would be a place where they would be able to begin
new lives.” (266)
These
memories of the women that fled the suttee reveal the importance of individual,
collective, and trans-generational memories in the Indo- Caribbean feminist
interrogation of history, a history that is just now emerging with recent
endeavors within subaltern studies. They also reveal, contrary to popular
stereotypes, that many of the East Indian women that migrated to the Caribbean
were strong- willed independent thinkers that rejected oppressive cultural
customs and prescribed gender behavior that existed for thousands of years.
These are customs and behaviors that many modern day scholars still believe to
be accurate interpretations of Hindu scriptures, but are now being openly
challenged by Indo- Caribbean women writers, including
Lakshmi Persaud.
La
trayectoria política de la mujer en el siglo XIX: antesala al sufragio
Raquel Rosario-Rivera Ph.D.
L
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la política puertorriqueña estuvo vigente a presencia de
la mujer puertorriqueña en desde la época de nuestros aborígenes. Sin abundar
en este hecho, no debemos olvidar a nuestra cacica Yuisa, única conocida hasta
ahora como dirigente política. A partir de ese momento se calla la presencia de
la mujer en estos haberes por varios siglos.
Cuando se escuchan las voces de la Ilustración y
emergen las protestas y las luchas por conseguir una igualdad, no sólo política
sino racial y sexista, comienza un despertar de conciencia en la mujer que
tendrá su voz.
En el Segundo Trienio constitucional (1821-1823),
momento de júbilo para los liberales, hombres de vanguardia que veían a la
mujer con los mismos derechos de opinar y participar en las cuestiones políticas,
abrieron su presencia en reuniones y con derecho a opinar. Eran mujeres
pensantes y de alto cociente intelectual y hábidas del saber. Así fue que la primera mujer que se atrevió a
participar en una protesta abierta contra el Gobierno fue Josefa Zavaleta
de Arrubla, conocida como Chepita, quien fue encerrada en el Palacio
Santa Catalina. Josefa era cuñada de Matías Escuté, militar español al servicio
del Ejército Realista en Costa Firme, y que secretamente apoyaba la causa de
independencia de Venezuela y de Puerto Rico.[1]
Gracias a la ayuda de otros militares pudo escapar de su encierro, hacia su
patria Venezuela.
Fue en ese Segundo Trienio Constitucional que surge la
figura de la primera mujer independentista puertorriqueña, María de las
Mercedes Barbudo. Fue María de las Mercedes con pensamiento de corte muy
liberal, una mujer culta, de personalidad férrea, comerciante y propietaria
y, amiga de las figuras notables en la
política de ese periodo. Su presencia
era notable en las reuniones secretas de todos aquellos que formaban la
Sociedad Económica y Amigos del País, centro de aquellos que amaban a
Puerto Rico y que promovían un crecimiento económico para la Isla. Eran estos
miembros de la Sociedad quienes además,
promovían secretamente un
movimiento de independencia para lsla con el apoyo de venezolanos y
dominicanos. La participación en este núcleo de intelectuales como Demetrio
O’Daly, Diputado a Cortes en 1820, quien
en esa fecha había logrado la separación de mandos del Gobernador en “época de
Arostegui”, fue fundamental al crear un grupo sólido. Fue O’Daly muy amigo de
la figura de nuestro destacado militar fajardeño Antonio Valero Bernabé, quien
participó con los ejércitos de Simón
Bolívar – prócer admirado por venezolanos y proclamado en el Panteón de la
Patria.
La figura de María de las Mercedes
Barbudo viene a jugar un papel de suma importancia en ese trienio liberal. Su
casa era centro de reunión y organización activa para coordinar los movimientos
libertadores de Puerto Rico. No solamente ejercía dichos haberes sino que
estaba en contacto con las figuras de mayor importancia dentro de las fuerzas
de Simón Bolívar. Fue María de las
Mercedes Barbudo quien recomendó a nuestro Antonio Valero Bernabe a formar
parte de los ejércitos libertadores. Fue María de las Mercedes quien recomendó
al Licenciado Pablo Arroyo Pichardo, abogado de la Real Audiencia de Cuba, Fiscal de Justicia y Real Hacienda, auditor de Marina de Puerto
Rico y posteriormente Abogado de la República de Venezuela. Recomendó a decenas de personas como a los
presbíteros José Pérez, José Bonilla y Juan Francisco Carbonell, entre
otros, adeptos al movimiento
independentista de América y luego exiliados a
Venezuela.
María de las
Mercedes Barbudo fue descubierta por una red de espionaje que había organizado
don Miguel de Latorre y que cubría las islas menores desde Curazao hasta San
Thomas. Fue en esta isla que José de Luque, espía del Gobierno Español, abría las cartas escritas por Valero, Escuté,
Bonilla, Pérez y otros tantos dirigidas a Mercedes Barbudo. Este espía luego comunicaba
al Gobernador de La Torre de los entramados revolucionarios.
El 22 de octubre de 1824, se le hizo interrogatorio a
María de las Mercedes, en un juicio arbitrario hecho por el gobernador don
Miguel de la Torre y el fiscal Francisco Marcos Santaella. Por órdenes del
gobernador, ese mismo día, fueron dos funcionarios a registrar su casa
hallándole 23 ejemplares de periódicos de corte liberal nacionalista de
Venezuela y comunicados para ser repartidos y como le llamara el Gobernador
“proclama incendiaria” donde se promovía
el levantamiento contra el Gobierno Español.[2]
La decisión fue final y firme: el destierro. Fue encerrada en el Castillo San Cristóbal en
la vivienda del ayudante mayor del cuerpo real don Felipe Casalduc. Seis días
después, el lunes 28 de octubre de 1824, abordaba la goleta “El Marinero” de
Pedro Llauger hacia la Casa de las Recogidas en Cuba, dirigida por la Religiosas Ursulinas. Allí permaneció por
cinco meses. A mediados de abril de
1825, por petición hecha al gobernador Vives, partía hacia San Thomas y luego a
Venezuela donde llegó el 19 de mayo de 1825. Se estableció en la antigua
Caracas. Allí compartió con Esteban
Molowny, cuñado de Simón Bolívar y gran colaborador de ésta, a quien también escribía
cartas. Compartió además, con médicos y
abogados reconocidos, y escolló en el comercio caraqueño. Estamos seguros de su relación cercana a Bolívar.
Habían pasado 24 años de su destierro
cuando, el 17 de febrero de 1849, María Mercedes expiró a la edad de 76 años.
Su cuerpo fue enterrado en la Catedral de
Caracas, por ser miembro de la Cofradía de la Catedral, y amiga de los
más reconocidos políticos y militares, un privilegio que no le fue negado.[3] Allí fue enterrado Simón
Bolívar, Obispos y grandes terratenientes de Venezuela.
La presencia de Gobernadores
Militares en Puerto Rico, que evitaban la influencia de las ideas
revolucionarias que venían no sólo de la Venezuela de Simón Bolívar sino de
nuestra vecina colonia de Santo Domingo y la República de Haití, era
constantes. Pasaron 44 años antes de que
se notara la presencia de la mujer en movimientos libertadores en la Isla. Llegó el día 23 de septiembre de 1868, el día de la toma del pueblo de Lares
por las Juntas Revolucionarias.
Poco se sabía de la participación femenina en este
movimiento. Sólo fueron descubiertas una vez apresaron, a más de 630
participantes de la revuelta de la noche del 23 de septiembre. Era la
Revolución de Lares. Los revolucionarios en sus interrogatorios fueron
presionados a revelar secretos de la revolución.
De las mujeres participantes de este suceso sale a relucir
como principal protagonista femenina la figura egregia de Mariana Bracety. Se exalta
su acción por haber sido miembro suplente de la Junta Centro Bravo de Lares,
por haber cosido la bandera que recorrió los campos de Lares y de San Sebastián
del Pepino y por ser promotora del levantamiento lo que le valió el seudónimo
de Brazos de Oro. Fue Mariana Bracety la que en unión de Obdulia Valentina Serrano, en la quietud de la hacienda “El Triunfo”
del barrio La Pezuela, cosieron el
símbolo patrio con sus laboriosas
manos.
Mariana Bracety no fue la única Brazo
de Oro, nuestra hipótesis nos lleva a pensar que existían varias mujeres que
fueron conocidas como Brazo de Oro.[4] Al menos conocemos dos. Indiscutiblemente, existían féminas que
colaboraron con el movimiento y quedaron en el anonimato. Hubo una francesa,
joven y hermosa llamada Justina Rochet
Ruperto, que sin tener las ataduras
familiares que tenía Mariana, al ser mujer soltera, cumplió – como decía Pérez
Moris- “arrastrar con sus encantos a los jóvenes a la insurrección”.[5] Fue una manera de convencer a muchos de lo
justo y necesario de la causa. Se le llamaba también Brazo de Oro, pues llevaba
en sus manos comunicaciones a los miembros y a los nuevos adeptos a la
revolución. Como ella, otras mujeres también fueron participantes, aunque menos
reconocidas.[6]
Mariana Bracety fue, para muchos, una mártir dentro de la revolución. El 6 de octubre de 1868 era apresada en su casa del barrio
Pezuela de Lares y la calamidad arrastraba a su familia pues su esposo Miguel
ya había sido apresado. Los soldados registraron toda su casa. Se llevaron
documentos de su esposo y cargaron con un baúl lleno de telas. Su
calvario lo pasó camino a la cárcel de Lares – Casa del Rey- con sus
hijos de 15, 13 y 4 años,
respectivamente, quienes tuvieron que caminar varias horas con destino a su
presidio. La cárcel de Lares fue su casa durante 52 días en una pequeña
habitación que sería compartida en la más infame situación con sus dos niñas y
su hijo José Adolfo.
Durante el proceso revolucionario, la cárcel de Lares, Casa
Alcaldía, fue centro de detención de más
de 189 presos, todos varones, los que iban ubicando en las habitaciones del
primer piso, para luego ser trasladados a las cárceles de Arecibo y Aguadilla.
Mariana estuvo ubicada en una pequeña habitación del segundo piso, en incómodas
circunstancias.
Su último día en la cárcel de Lares fue el 26 de noviembre del
1868. No estaba siendo liberada, sólo se estaba siendo trasladada de la cárcel
a una casa con techo de paja, propiedad de su tío José Cecilio Cuevas, en
calidad de encierro domiciliario. Con garantía puesta por su tío, allí estaría
sin salir hasta la decisión del Juez Navascués.
Para ella y sus hijos era mejor
vivir allí que estar oyendo los
gritos y maldiciones de los presos. Mariana consiguió su libertad y pudo salir
libremente de esta casa el 29 de enero de 1869, cuando fue avisada de la
Amnistía.
Luego regresaría a su casa en Añasco.
Mariana Bracety fue la única mujer que afrontó y sufrió la pena
del encierro injustificado en la cárcel de Lares. No hubo otras mujeres
presas, al menos no pernoctaron ni tan si quiera un sólo día. No las hubo. Sólo una le acompañó por escasas
horas y fue su cuñada y solidaria por la causa de la independencia: Obdulia
Serrano de Rojas, esposa del Jefe de las
fuerzas revolucionarias Manuel Rojas
Luzardo. Creemos que su padre, don Manuel Serrano, al ser el Sacristán de la
Iglesia de Lares hubiese abogado por su hija, logrando liberarla.[7]
La figura de Obdulia
Valentina Serrano Ríos ha quedado en el anonimato, pero ella fue como
las otras esposas de revolucionarios, en
su amor a sus esposos y a su
patria, fueron apoyados incondicionalmente. Obdulia era la
esposa de Manuel
Rojas, el General de las fuerzas
armadas, promotor principal después de Betances. Madre de tres niños, apoyaba la causa y desde su hogar en la
hacienda del barrio Pezuela de Lares participaba y servía de apoyo a los que
allí frecuentemente visitaban a su esposo. Cosió la bandera que utilizó su
esposo la noche del 23 de septiembre la
que guardó celosamente hasta que se trasladó tras reunirse con éste en Santo
Domingo cinco años después del miércoles 23 de septiembre, para luego trasladarse a Venezuela donde
falleció en Boconó, Trujillo.
Debemos también
exaltar la figura de otra patriota como María
Eduviges Beauchamp, de origen francés, a la que Ramón Emeterio
Betances llamó “benemérita patriota”, exaltándola aún más que a Mariana Bracety a
quien llamó “benemérita ciudadana”. [8]
María Eduviges Beauchamp, formaba parte de una familia revolucionaria, pues tres hermanos de ella, Francisco Dorval, Pablo Antonio y Pedro y cuatro de sus sobrinos, Ramón Alcides, hijo de Pablo Antonio; y Zoilo, Dionisio, Elías, hermanos de e hijos de Francisco Dorval, participaron activamente en la Revolución de Lares. Todos fueron encarcelados, excepto su sobrino Ramón Alcides que apenas contaba con 14 años. María
Eduviges nunca fue encarcelada pero fue mencionada en los sumarios hechos a
otros implicados y cuyo seudónimo era “La Viuda”. Por estos,
se supo que ella aportaba grandes sumas de dinero
a Betances, a quien le unía una relación de médico paciente y de gran
amistad. María Eduviges fue atendida en varias ocasiones por laceraciones en su
cuerpo como resultado del maltrato que le daba su esposo, Agustín Mangual,
alcohólico empedernido e hijo de un alcalde de Mayagüez del mismo nombre. Gracias a Dios quedo viuda de ahí su
seudónimo.
Otras mujeres que se han relacionado con la gesta
la forman Dolores Cos, natural de Arecibo cuyo nombre verdadero era Dolores
González de Cos y era esposa de “Pancho
Santana”, cabecilla del Grito de Lares quien fue capturado después de haberse
arrojado por un despeñadero en el barrio Limaní de Adjuntas y haberse fugado el
5 de octubre 1868. Dolores fue una de
las que cosió otra de las banderas de Lares. Luego de la amnistía a los revolucionarios se fue a vivir a
República Dominicana, a la provincia de Samaná, donde hemos perdido su pista.
Ana Martínez Pumarejo, apoyó incondicionalmente a su esposo don Francisco José Méndez Acevedo, a su
cuñado Juan Nepomuceno y a sus hijos,
muy activos y participes de la revolución: Aurelio Méndez, Gerardo y Zoilo Méndez. Todos ellos fueron
encarcelados. Narra Andrés Méndez
Liciaga en su historia Boceto Histórico del
Pepino
Aquella valiente mujer, sin inmutarse
por nada y ante nada, sin sentir cobardía ante la presencia de su hogar de
aquellos soldados, contestó a éstos: “Mi
esposo y mis hijos están en la revo-
lución, busquenlos allí
ya que no pueden hallarlos en las faldas de las mujeres”[9]
Rosalía
Márquez se menciona como otra de las
mujeres que cosió otra de las banderas y
de quien se sabe era residente de Mayagüez.
También se menciona a Rosa Martínez, que quedaron en el
anonimato y sólo se sabe de ellas por las indagatorias. Reafirmamos el
compromiso que tenían las mujeres con la causa de conseguir la soberanía de
nuestra Isla. [10]
Romana Galindo y
Polo y María Vásquez: Algunos
historiadores han exaltado las figuras de estas mujeres, como patriotas
residentes en Vega Baja. Nos dimos a su búsqueda y la sorpresa y clarificación
nos la dio el historiador Luis de la Rosa en su obra La periferia de Grito de Lares
presenta una serie de documentos
que han sido vitales para el estudio de Lares. Son documentos que no aparecen
en los fondos documentales separados para la Revolución de Lares, por lo que la
presencia documental ha sido hallada en fondos de otros pueblos. Las
autoridades no dejaron de seguirle la pista a los implicados. Incluso no por
ser féminas, se obvió la posibilidad de interrogarlas. Así se extendió la
búsqueda hasta el pueblo de Vega Baja. Fue así que las autoridades enviaron al
alcalde una comunicación para que informara
quienes eran las personas, que delatadas y mencionadas por algunos de
los presos se encontraban en dicho
partido.
Desde Vega Baja se presentaban unas
colaboradoras que eran implicadas al levantamiento de Lares. Doña Romana Galindo y Polo al igual que doña
María Vázquez habían sido delatadas, por
una española de nombre Juana Romeu de Sáez. Esta acusación fue hecha mediante una carta dirigida al
Gobernador, donde acusaba y les daba el
título de doñas. Informaba que trabajaban de noche y de día en una bandera
republicana que pensaban poner en la Casa del Rey el sábado diez de octubre
de1868, que habían muchos armados y listos para la revolución. Las reuniones
sospechosas se estaban dando en la casa de don Pedro Portalatín.
En comunicado
del señor José María Iglesias desde Vega
Baja informo al Gobernador que, y cito
“Con respecto a la señorita doña María Vázquez y doña Ramona Galindo y Polo, efectivamente están
aquí avecindados; la primera es sexagenaria, enteramente pobre y la segunda es
una mulata de costumbres corrompidas que se emplea en oficios de coser y de
planchar. En unión al alcalde y secretario ocupé el domicilio de entrambas y
lejos de hallar efectos a que la carta refiere, solo encontré vestidos
harapientos en la perchas y baúles, y vestigios evidentes de pobreza y de
hallarse sufriendo aquellas familias los efectos de una situación enteramente
precaria.” Continuaba diciendo “de don Pedro Portalatín que se menciona en aquel escrito,
existe en este pueblo, pero es un negro crapuloso, que no entiende de ideas políticas,
sin casa ni hogar, y que casualmente lo
hizo inventada por algunos ociosos.” [11]
¿Qué intenciones
tuvo esta misiva? No dudamos que era una
de las tantas cartas de anónimas que venían a tratar de despistar a las
autoridades. La visita que hizo el alcalde a su casa demuestra este hecho. Si
eran revolucionarios o estaban unidas a un movimiento revolucionario, es
posible.[12] Sin embargo, las
autoridades no pudieron probarlo.
Francisca
Brignoni. La pieza 38 de los documentos de la Revolución de Lares se inicia
con los interrogatorios hechos a María
Francisca Brignoni.[13] Francisca Brignoni era una
morena libre, iletrada, nacida y
residente en Juana Díaz hija
natural de Juana Perfecto y que ejercía la profesión de doméstica como muchas
de su clase. Tenía al momento de su arresto, treinta años y dos hijos. Había sido trasladada a la
cárcel de Ponce manteniéndose
incomunicada en espera de alguna decisión del juez Navascués.
En el
interrogatorio, hecho el 30 de septiembre de 1868, se supo que Francisca estaba alquilada y en
esa situación estaba vendiendo unos bizcochos que no eran suyos. En visita que hiciera a la casa doña Agustina
Martínez, esposa de don Antonio López,
le había dejado saber en su conversación que
“ella estaba alquilada por meses y por
consiguiente era como si fuera esclava y que hoy día era preferible ser esclavo
a no libre porque los de esta última condición a veces no encontraban
subsistencia y tenían que trabajar para
hacerse de ella mientras que el esclavo tenía segura su manutención y demás
necesario en casa de su amo”.[14]
El apresamiento
de la Brignoni se debió a las declaraciones que fueron hechas por la señora
Martínez a los efectos que ella le había dicho que “saliese
de sus esclavos pues
estos serían libres de un momento a
otro”. (f.1). Estas declaraciones, a la vez plagadas de sentimientos pertenecientes a
esta clase trabajadora, dieron al traste con el encarcelamiento de Francisca
Brignoni el 2 de octubre de 1868 en la Real Cárcel de Ponce. Se le informó que
estaba siendo apresada por atribuírsele manifestaciones subversivas.
Nada que ver con la Revolución de
Lares.
En tal situación Navascués pidió el
interrogatorio a la señora Martínez, quien con su esposo como testigo afirmó que ella le había comentado que dejara
sus esclavos libres, porque si no,
dentro de pocos días lo serían todos. El interrogatorio hecho contradijo lo dicho por la Brignoni. Navascues solicitó un careo entre ambas
declarantes. La señora Martínez se declaró enferma para no asistir a dicho
careo, por lo que el juez insistió que enviara un facultativo para saber la
causa de su no comparecencia. Con la excusa de su condición de reumatismo
muscular en ambas piernas le impedía atravesar tantos ríos, como hay hasta
la Villa de Ponce.[15]
Brignoni fue
mantenida presa justificando que “no
puede olvidarse que uno de los objetos de la rebelión de Lares era la
emancipación de los esclavos” y en este supuesto no se le liberó. ¿Qué implicaciones tenía el apresamiento de
Francisca Brignoni? Sólo uno, que era
negra libre, y que hizo declaraciones propias de su clase y condición en un
momento determinado a la persona menos indicada. Brignoni fue víctima de los
prejuicios de la época, de los entramados políticos donde estamos segura no
había ninguna relación de una simple esclava que reconocía su servidumbre y que nada conocía de ideas políticas.
Los sucesos de Revolución de Lares afectaron a muchas familias, muchos de los
participantes perdieron propiedades, se mudaron a otros pueblos limítrofes como
Utuado, Adjuntas, Morovis, Ciales Manatí, Aguadilla, entre otros, otros empobrecieron. Decenas se separaron de
su patria que tuvieron que dejar este terruño con destino a Santo Domingo o
Venezuela. Esa experiencia dejó en un marasmo a la población que quedaría
dormida en un sueño que fue tronchado en
su desarrollo embriónico. Dolores González Cos, Isabel Serrano, esposa de
Aurelio Méndez huyeron a Santo Domingo, Obdulia Valentina Serrano a Santo
Domingo y luego Venezuela fueron vivos ejemplos del sacrificio de estas
mujeres, al tener que dejar su terruño.
Con la llegada de los estadounidenses
la mujer entraría en la participación
política a través de Uniones de Damas.
Otras se destacarían por la reclamación de igualdad de la mujer ante el
hombre y el trabajo como Luisa Capetillo. Desde 1908 se planteó el problema
del voto de la mujer. En 1917 se fundó
la Liga Femínea Puertorriqueña, la Liga Social Sufragista y la Asociación
Puertorriqueña de Mujeres Sufragistas, fundada en 1925. Décadas de lucha
hicieron posible la participación de más de 120, 955 mujeres en las elecciones
de 1932.
Los logros obtenidos en las tres
primeras décadas del siglo XX fueron
logros que se habían despertado desde el siglo anterior. Por más de un
siglo, la mujer batalló para lograr su espacio y respeto en la política
puertorriqueña. Su participación fue posible gracias a su tenacidad y perseverancia ante el
machismo arraigado del siglo XIX. Mujeres pensantes, mujeres valientes, mujeres
liberales abrieron el camino para que la mujer puertorriqueña hiciera valer sus
derechos y consiguiera la igualdad política tan deseada.
Todas estas mujeres fueron las que
plantaron la semilla de la valentía, del deber y de la conciencia para buscar
tan deseada igualdad ante los hombres. A ella le debemos la apertura de tan
ansiada realidad y de podernos parar al lado de los hombres y seguir
moviéndonos un paso más hacia adelante.
Recordemos pues a Josefa Zavaleta de Arrubla, a María de las Mercedes Barbudo,
a Mariana Bracety, a María Eduviges Beauchamp, Obdulia Valentina Serrano de
Rojas, Ana Martínez Pumarejo, Rosalía Márquez, Rosa Martínez, Dolores González
Cos, y otras que por ser protegidas y ocultadas por los revolucionarios no
fueron colocadas a la merced de las injurias políticas.
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