Panel: Mujeres y las bellas artes
Compositoras Puertorriqueñas de Música Clásica
Dra. Ana María Hernández Candelas
La mujer ha
tenido presencia activa en la música en América Latina desde los tiempos
coloniales hasta el presente. Han participado como ejecutantes, educadoras,
teóricas, compositoras y productoras. La primera música que se conoce en
América Latina es Teodora Ginés nacida en 1530. Ginés era una mujer de la raza
negra procedente de la República Dominicana que trabajo como tañedora de
bandola en la orquesta de la Catedral de Santiago de Cuba alrededor del año
1580 junto a su hermana, la cantante Michaela Ginés. Se le atribuye la canción
Son de la Ma Teodora que es parte de la tradición oral de Cuba.
Las mujeres eran educadas musicalmente en los conventos.
La mexicana Sor Juana Inés de la Cruz además de escritora fue profesora de
música y teorista. Se le atribuye un tratado musical y es muy posible que haya
sido compositora según la musicóloga mejicana Esperanza Pulido. En la ciudad de
San Juan, para el 1737, las monjas del Convento de las Carmelitas, eligieron
una cantora y una sorchantre. El convento contrató a José Campeche para enseñar
música para el año 1801. Ya para el 1804, se instaló un órgano en el convento y
Rosario Dávila y María Monserrate Morales fungían como organistas y cantoras.
Apesar de haber mujeres músicas
desde el siglo 16, no fue hasta el siglo 19 que un mayor número de mujeres
tuvieron acceso a la instrucción musical. Aprender música se consideraba una
ventaja para conseguir un buen matrimonio para las mujeres de clase acomodada.
Se esperaba que las mujeres pudiesen tocar o cantar en veladas en salones y
hogares. En este tiempo, las mujeres comenzaron paulatinamente a dedicarse
profesionalmente a la música como cantantes o instrumentistas. Ejemplo de ésto
son las compositoras Ana Otero (1861-1905) de Puerto Rico, Teresa Carreño
(1853-1917) de Venezuela, Teresa Tanco de Herrera (1859-1946) de Colombia y
Cecilia Aritzi (1856-1930) de Cuba. Estas compositoras y pianistas virtuosas no
solo hicieron carrera en sus países de origen sino que se presentaron en Europa,
los Estados Unidos y otros países latinoamericanos.
Ya para el final del siglo 19, las
compositoras en América Latina y Puerto Rico se unieron a los movimientos
musicales de la época junto a sus colegas masculinos. Muchas mujeres
escribieron en estilo romántico, modernista y nacionalista.
Ya para mediados de siglo XX se desarrollaron
excelentes compositoras con formación académica sólida. La puertorriqueña Genoveva
de Arteaga (1910-1991) se destacó como organista, pianista, compositora y
editora. Sus composiciones incluyen obras para piano y voz. Ya para la segunda
parte del siglo XX, Esther Alejandro de León (1947-) establecida en los Estados
Unidos, luego de estudiar en la Escuela Libre de Música de San Juan y el
Conservatorio de Puerto Rico, llevo su música a Francia, Alemania e
Iberoamérica. Sonia Morales Matos (1961) egresada de la Escuela Libre de
Música, el Berkeley College y la Universidad de Indiana, integra la música
afro-caribeña a la música clásica.
Ahora
miremos más de cerca la trayectora de cuatro compositoras puertorriqueñas.
Ana Otero Hernández (1861-1905)
La compositora y pianista, Ana Otero Hernández fue
parte de una generación de mujeres humacaeñas que se destacaron en los salones
musicales de su tiempo. Fue parte de una familia musical y estudió con su
padre, el músico español Ignacio Otero, la pianista Concepción Gedea y Don
Ramón Tinajaro. Comenzó a enseñar música en la academia de su padre desde los
14 años. Otero, recorrió la isla en giras de conciertos en los cuales dirijó
orquestas siendo posiblemente la primera mujer en hacerlo.
Más adelante estudió en Barcelona y París. En París,
su profesor, el famoso pianista Antoin Francois Marmontel la calificó de
virtuosa notable y organizó un concierto para ella en la Salle Pleyel que
recibió elojios de la crítica en Paris y Londres. Realizó giras de conciertos
en Europa, América Latina y los Estados Unidos.
Las
composiciones de Otero incluyen valses, danzas y piezas para piano. Su obra Premier Pensée (Primer Pensamiento) es
un vals que dedicó a su padre y fue publicado en Barcelona por Andrés Vidal y
Roger.
Ana
Otero estableció una academia para jovencitas en la Calle San Justo #16 en el
Viejo San Juan con el apoyo de la primera dama. Entre sus estudiantes se
encuentran Carmen Belén Barbosa, Alicia Sicardó y Monserrate Ferrer.
Monserrate
Ferrer
Monserrate Ferrer (1885-1966) fue la primera
compositora puertorriqueña en dedicarse completamente a la composición. Ferrer comenzó sus estudios musicales con la
profesora Rosa Sicardó a la edad de 6 años para luego estudiar con Ana Otero.
Estudió composición y armonía con Julio Arteaga (padre de Genoveva Arteaga). Muchas de sus composiciones fueron premiadas
en particular su Vals Ideal en la
Competencia del Ateneo Puertorriqueño y su danza Ensueño en la Sociedad de Escritores y Artistas de Ponce. Realizó
estudios en los Estados Unidos y Europa para luego regresar a Puerto Rico en
donde continuó estudios con Arístides Chabrier y con Jesús María Sanromá en el
Conservatorio de Música de Puerto Rico. Ferrer se unió al movimiento
nacionalista de los años 50 luego de conocer al compositor Héctor Campos-Parsi.
Su catálogo de obras incluye, música para
piano, voz y musica sacra. Compuso además Aguinaldos y
Villancicos. Su musica sobre el poema Amanecer
de Luis Llorens Torres ha sido interpretada por la Orquesta Sinfónica de Puerto
Rico. En sus numerosas danzas, Ferrer amplió el lenguaje armónico además de
hacer la notación más precisa para hacer más fácil la interpretación de las
mismas.
Awilda Villarini
La pianista
y compositora puertorriqueña Awilda Villarini obtuvo excelentes críticas de la
prensa especializada en Europa y las Américas. Sus conciertos en prestigiosas
salas, tales como la Salle Gaveau en Paris, Wigmore Hall en Londres, Brahms
Saal en Vienna y Carnegie Hall en Nueva York en los que incluía obras de su
autoría, fueron elogiados por críticos de
The New York Times, London Times, y el Washington Post
entre otros. Su extenso catálogo de obras incluye piezas para orquesta,
conjunto de cámara, un concierto de piano, una sonata para piano, una suite
para piano, música de cámara, música para teatro, piezas para instrumentos
solistas, piezas para voz, piezas corales, música electrónia y música popular.
Villarini ha sido comisionada por la National Endowment for the Arts, la Louis
Vogeistein Foundation y el Instituto Cultura Puertorriqueña.
Villarini describe su stilo musical como libre y
ecléctico. Su música ha pasado por diferentes etapas siendo la primera
inspirada por la música puertorriqueña y los ritmos latinoamericanos. La
segunda etapa composicional de Villarini se caracteriza por obras en estilo
modernista Europeo. Sus obras más recientes se caracterizan por un lenguaje
atonal libre inspirado por la música de Ligeti, Stockhausen y Bartók.
Las Variaciones sobre el Canto del Coquí es
una pieza intensa de cuatro minutos. El canto del coquí es el elemento
unificador de esta pieza. La pieza es retante rítmicamente. La pieza está
dividida en cuatro secciones, la primera es el tema y le siguen cuatro
variaciones.
Angélica Negrón: Quimbombó for flute, violin, cello and
percussion
Nacida en
Puerto Rico en el año 1981, Angélica Negrón fue escojida por los oyentes de la
Radio Nacional Pública (NPR) como parte de los mejores100 compositores menores
de 40 años en 2014. Negrón ha desarrollado una carrera muy existosa como
compositora con comisiones de Choral Chameleon, Janus Trio, el pianista David
Friend, MTA Festival, Cadillac Moon
Ensemble y la American Composers Orchestra.
Negrón
estudió composición en el Conservatorio de Música de Puerto Rico con el
profesor Alfonso Fuentes, obtuvo el grado de maestría con Pedro da Silva en la
Universidad de Nueva York y es candidata doctoral de la Universidad de la
Ciudad de Nueva York bajo la tutela de Tania León. La casa editorial Good Child Music publica su música.
El estilo
musical de Negrón refleja su interés en la músic pop y electrónica. En
entrevista por skype, la compositora nos contó que le place incorporar sonidos
pre-grabados que manipula electrónicamente en piezas mixtas y en sus piezas
puramente electrónicas.
Quimbombó
Commisionada
por el Cadilac Moon Ensemble, Quimbombó
es una de las pocas obras en su catálogo inspirada en música
puertorriqueña. Se estrenó en el 2010.
El nombre se refiere al vegetal de origen africano Quimbombó. Se trata de una obra de música de cámara para flauta,
percusión, violín y violoncello.
Conclusión
La historia
de las músicas y compositoras de América Latina las ha llevado del convento y
las iglesias a las salas de concierto. A pesar de contar con excelentes
compositoras en Puerto Rico, todavía falta mucho por hacer para divulgar su
legado además de visibilizarlas.
Necesitamos
cononcer más y unir esfuerzos para escribir la historia de las músicas y
compositoras de Puerto Rico. Tambíen es importante investigar para entender las
razones por las cuales todavía esta música no está presente regularmente en las
salas de concierto incluyendo la desigualdad y el discrimen por género.
Investigaciones futuras podrían poner en contexto histórico el estado de las
músicas, compositoras, directoras, profesoras y académicas en nuestro país.
La
idealización de la liberación en el film
¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Pedro Almodóvar
Por: Israel Torres Vélez
La idealización es un concepto utilizado para asumir hechos y proporcionar aproximaciones que ayuden a explicar objetos productos de un análisis. El Diccionario de la Real Academia Española define idealizar como elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía. El portal Wordreference lo expone como creer o representarse la realidad como mejor y más bella de lo que es en realidad. Es bajo este concepto que deseo exponer la idea de la liberación en el film ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Pedro Almodóvar.
El
marco histórico donde se desarrolla la trama es el periodo de transición en la
España post Franco. Este acontecimiento además es de gran importancia en el
desarrollo de Almodóvar como escritor y director. La influencia del movimiento
contracultural de La Movida Madrileña proporciona
el ambiente adecuado para la explotación de temas antes prohibidos bajo la
dictadura franquista. Tanto la transición como el movimiento contracultural
sirven de impulso para montar sobre imágenes el desarrollo de concepciones
acerca de lo real. Las mujeres que Almodóvar nos comparte son amas de casa,
cantantes, actrices, transexuales, prostitutas, madres, hijas, toreras y hasta
monjas. Es la España de los ochenta, un país en el que la mujer se estaba
incorporando al mundo laboral, en el que se aprueba la ley del divorcio y en el
que la autoridad franquista iba siendo cada vez más reducida. Gloria (Carmen
Maura) personifica el empoderamiento de las
mujeres durante la Transición después de que la moral católica significaba que
las mujeres estaban confinadas en sus casas y vestidas con faldas hasta el piso
con un rol restringido a tener hijos.
En toda época de cambio social los
relatos nuevos conviven con los antiguo, y los roles sociales de las mujeres en
los ochenta buscaron salir del encasillamiento. Están entre dos épocas, la
tradición española, católica y autoritaria, y la posmodernidad que se abre
paso. Almodóvar retrata esa lucha entre modernidad y tradición en ¿Qué he hecho yo para
merecer esto? siendo una cinta de
clase trabajadora y una crítica a la masculinidad heredada del franquismo.
Algunos conceptos para
analizar como objetivos del presente estudio: ¿Será la maternidad glorificada
la gran característica femenina? ¿Será esta película un canto de
liberación de la ama de casa? ¿Su opresión y
subordinación sugieren que la liberación tanto sexual como la equidad de género
solo pueden lograrse mediante la lucha, que a menudo requiere una acción
extrema, como la conducta criminal?
A caballo entre el patrimonio
musical afroamericano y europeo: el arte transformativo de las compositoras Margaret Bonds y Florence Price
Por Jennifer Muñiz
La Exposición Mundial de
Chicago de 1933 presentó a las compositoras Florence
Price y Margaret Bonds en un evento de gala en el Auditorium Theater. Fueron los
primeros afroamericanos que debutaron con la Chicago Symphony Orchestra, como
compositora y pianista, respectivamente. En ese momento, todos
los músicos de la orquesta eran hombres de raza blanca.
Este fue un evento histórico. Las dos mujeres ya se conocían bien:
Price fue la primera maestra de Bonds en piano y
composición. En su música, ambas utilizaron una formación clásica
rigurosa para ejercer la transformación de los
espirituales afroamericanos tradicionales hasta música de
concierto de estilo europeo. Este trabajo discutirá los obstáculos que
estas mujeres superaron al seguir profesionalmente su arte en los Estados
Unidos a principios del siglo XX, su integración de las tradiciones africanas y
europeas, y su imborrable legado.
El
espiritual afroamericano
El espiritual afroamericano es un “tipo de
canción sagrada creada por y para los afroamericanos que se originó en la
tradición oral.”[1] El espiritual
se desarrolló a partir de la cultura esclavista de los Estados Unidos, que creó
una mezcla de las prácticas religiosas tradicionales del África
occidental y las cristianas. Por ejemplo, el ritmo de la canción puede tener orígenes en los tambores de África
occidental, pero la melodía puede derivar de un himno protestante. La mezcla
de lo sagrado y secular también es típica de los espirituales: “La oposición
aparente es la fuente de la calidad del arte que nutre las necesidades
sagradas y ‘seculares,’ uniéndolos en una sola concepción en lugar de una dividida, que es
central en la estética europea moderna con respecto a la música y la
danza.”[2] Una de las
trayectorias de los espirituales afroamericanos fue un elemento
fundamental en el jazz y el blues. Sin embargo, Price y Bonds usaron lo
espiritual como material generador de la música de
concierto del estilo europeo: en sinfonías, sonatas
y canciones.
Florence B. Price (1887-1953) nació en
Little Rock, Arkansas. Su padre fue el primer dentista afroamericano en la
ciudad.[3] Ella fue a
la escuela primaria con William Grant Still, quien también se
convirtió en un distinguido compositor afroamericano. Un prodigio musical y
académicamente, Price fue a Boston, Massachusetts a la
universidad a la edad de 16 años, en el Conservatorio de Nueva Inglaterra.
Estudió con importantes compositores estadounidenses en ese momento, Frederick
Converse y George W. Chadwick. Luego regresó al sur de los Estados Unidos y
ocupó varios puestos docentes universitarios antes de conocer a su futuro
esposo, un abogado, en Little Rock. Años más tarde,
debido a expresiones violentas de prejuicios raciales en truculentos
linchamientos, Price se mudó a Chicago en 1927, a los 40 años (casada y con dos
hijos). Se involucró cada vez más en el activismo y fue miembro fundador de la
Asociación Nacional de Músicos Negros, que "buscaba crear conciencia
racial a través de la construcción comunitaria y la resistencia
organizada.”[4] En Chicago,
Price disfrutó de un momento creciente de creatividad
compositiva, y en 1932 ganó el Concurso de Wanamaker por su Sinfonía en mi menor (y
también por la Sonata de piano en mi menor). El
haber ganado el premio llamó la atención de Frederick Stock,
quien tomó la decisión de programar el estreno de la sinfonía en junio
de 1933 con la Chicago Symphony Orchestra, como parte de la Exposición Mundial.
Sonata para piano
en mi menor de Florence Price
De
similar enfoque que en la sinfonía, Price, en el primer movimiento de su Sonata para
piano en mi menor no citó espirituales reales. Ella
compuso sus propios temas que capturaban la esencia
de un espiritual en términos de ritmo, contorno melódico e
inflexiones modales. La 
Figura 1 compara dos espirituales con el tema de apertura de la Sonata para Piano de Price.

Figura 1 compara dos espirituales con el tema de apertura de la Sonata para Piano de Price.
Figura 1. Dos Espirituales afroamericanos (disponibles en el dominio público) en comparación con el tema principal de la Sonata para piano en mi minor de Price (compuesta en 1932 y publicada por G. Schirmer,
1997).
Una crítica de la grabación de la obra en 1988 afirma: “Como también es en la
sinfonía de Price, el primer movimiento es el más pesado y
elaborado. El material temático es lírico,
reminiscente de los espirituales sin citar melodías específicas. ...
[Price] es aficionada a las secuencias modulatorias ascendentes más bien místicas de
las cuales surge el material temático con un sentido de revelación.”[5] Esta
descripción capta la yuxtaposición del sentir de una herencia
afroamericana integrada con técnicas de composición europeas clásicas.
Conexión entre
Florence Price y Margaret Bonds
Florence Price se
trató con la compositora y pianista Margaret Bonds
(1913-72) en varias maneras. Bonds estudió piano con Price en
Chicago durante sus años preuniversitarios. Price dedicó su Fantasie
negre para piano a “mi talentosa
amiguita, Margaret A. Bonds,” justo antes del decimosexto cumpleaños de Margaret.[6] La madre de
Bonds, una respetada organista y profesora de piano quería que
Margaret fuera concertista de piano, pero Margaret estaba desarrollando un creciente
interés en la composición: “El ejemplo y
el estímulo de Price jugaron un papel importante en el
desarrollo de Margaret.”[7]
A los 16
años, Bonds comenzó sus estudios de música (piano
y composición) en la Universidad de Northwestern
como estudiante de Arne Oldberg. Como no había
alojamiento para afroamericanos en el campus, ella viajó durante los
primeros tres años desde su casa en Wabash Avenue en el sur de Chicago (varias
horas de viaje cada día); y
escribió ideas compositivas en el tren. Éste era el
momento del Renacimiento de Harlem en Chicago,
y su hogar era un animado lugar de encuentro para autores, músicos y
artistas. Price se mudó a la casa de los Bonds cuando estaba componiendo la
Sinfonía en mi menor. En 1934, al finalizar su Maestría en Música en la
Universidad de Northwestern, Bonds interpretó el
Concierto en re menor de Price con la
Chicago Women's Symphony. Su amistad se extendió más allá de
estos primeros años como estudiante.
La influencia de
Bonds como profesora
Como es típico entre
los músicos, el estudiante a menudo se convierte rápidamente en
el maestro de la siguiente generación. Uno de los primeros estudiantes de Bonds
fue el joven Ned Rorem (nacido en 1923), nacido en Chicago y ganador del premio
Pulitzer. Tenía diez años cuando comenzó a estudiar con Bonds. Él tomaba los tranvías de
Chicago para ir a su casa a tomar clases: "Para un niño blanco tener una profesora negra no era una
práctica común en Chicago
durante la década de 1930, ¿y hay alguna razón para no estar
orgulloso de ello? ... Margaret, diez años mayor que yo, tocaba con la
autoridad de un profesional. Una autoridad que nunca había escuchado
en una sala de estar, una autoridad derivada del hecho de que ella también era
compositora y, por lo tanto, se acercaba a la música desde
dentro, una autoridad que era contagiosa ... También me enseñó cómo anotar
mis divagaciones ... enarbolando lo efímero sobre lo
concreto.”[8]
Bonds se mudó a Nueva
York en 1939 y estudió en Juilliard con Djane Herz (piano) y Roy Harris
(composición). Había soñado con
vivir en Nueva York y escribió muchas obras importantes allí, incluidas
colaboraciones con el conocido autor Langston Hughes. Bonds continuó ganando
reconocimiento a lo largo de su vida, y obtuvo muchos honores, incluyendo un
Premio a la Mujer del Siglo, y el alcalde de
Chicago, Richard Daley, declaró el día de
Margaret Bonds. Falleció en Los Ángeles en 1972. Hoy en día, las
grabaciones de espirituales arregladas por Bonds, cantadas por Leontyne Price, son parte de
una discografía significativa.
"Troubled
Water" de Margaret Bonds
Bonds ha
descrito su estilo como “de jazz, de blues y de Tchaikovsky
todo en uno.”[9] En su
arreglo del espiritual “Wade in the Water” para piano,
titulado “Troubled Water” (“Agua turbulenta”), Bonds toma
un enfoque diferente al de la Sonata en mi menor, aunque
alcanza un objetivo similar. Bonds usa un espiritual citado como material
generador de la pieza. Bonds trata el tema “Wade in the
Water” como la base de una variación improvisatoria. El interés radica en
la estratificación de las voces, la síncopa y el
pianismo cada vez más virtuoso.
Bonds era conocida por sus extensas improvisaciones en el piano que
rara vez ponía en papel. Esta
pieza, como una improvisación escrita, da una idea de su proceso de composición.
Bonds y
Price fueron mujeres extraordinarias. Insistieron en sus
estudios de la música clásica europea en un momento en que eso
era muy inusual para los afroamericanos. Crearon un legado que perdura hoy, no
solo por la naturaleza pionera de sus logros, sino por la calidad de su música. Las
dos piezas mencionadas, la sonata para piano en mi menor de Price y “Troubled
Water”, de Margaret Bonds capturan el color armónico y un atractivo
pianismo. Las piezas también muestran dos niveles de transformación: la
evolución de las formas clásicas tradicionales para incorporar elementos vernáculos y la
transformación del espiritual, transportado a la música de
concierto.
[1] Sandra Jean Graham, “Spiritual,”
Oxford Music Online, Grove Music Online.
https://doi.org/10.1093/gmo/9781561592630.article.A2225625
[2]
Sterling Stuckey, “The Music That is in One’s Soul: On the Sacred Origins of
Jazz and the Blues,” Lenox Avenue: A Journal of Interarts Inquiry, Vol.
1 (1995), published by the Center for Black Music Research: Columbia College,
Chicago, 75.
[3]
The Caged Bird: The Life and Music of Florence B. Price, Documentario,
2015. University of Arkansas.
[4]
Amy Abscher, The Black Musician and the White City: Race and Music in
Chicago, 1900-1967, (Ann Arbor: University of Michigan Press, 2014), 42. Como anécdota, la Asociación Nacional de Músicos Negros todavía es una organización muy activa hoy en día.
[6]
Helen Walker-Hill, From Spirituals to Symphonies: African-American Women
Composers and Their Music, (Westport, CT: Greenwood Press, 2002), 182.
[7]
Walker, Spirituals to Symphonies, 146-7.
[8]
Ned Rorem, Knowing When to Stop: A Memoir, (New York: Simon &
Schuster, 1994), 64.
[9]
Walker, Spirituals to Symphonies, 159.
Angélica Figueroa de
Valldejuli y la institucionalización del interiorismo en Puerto Rico
Joemi Burgos
Puerto Rico junto a la región de América Latina y del Caribe ha
experimentado durante el siglo pasado grandes cambios sociales, políticos,
económicos y culturales por lo que existe la necesidad de documentar la
historia, en particular la historia de las mujeres, sus luchas y sus
aportaciones a la sociedad. Se presenta un análisis biográfico de doña Angélica
Figueroa de Valledejuli, pilar del interiorismo en Puerto Rico. En el análisis
se define la realidad política, social y económica del país logrando visibilizar
las estructuras coloniales y patriarcales que modelan la identidad de la mujer
puertorriqueña desde el desempeño de la profesión del interiorismo.
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