Segundo
Coloquio de Investigación de Historias de Mujeres en la UPRU
Memorias
Compiladora: Sandra
A. Enríquez Seiders
Universidad de Puerto Rico en Utuado
8 de marzo de 2013
Quiero sacar a Lulú de las sombras
Nereidín Feliciano, Ph. D.
Este año, 2013, se conmemora el
centenario del nacimiento de Luz Martínez de Benítez, conocida cariñosamente
por los que la apreciamos y la quisimos como Lulú.
Y este año quiero empezar a sacarla
de las sombras.
Esta encomienda no es fácil, porque
no hay mucho escrito sobre Lulú. La mayor parte de la “encomienda”, que ya
tiene nombre, “Proyecto Lulú”, tendré que hacerla por medio de la historia
oral, que sé le alegrará el corazón a mi amiga Sandra Enríquez. Muchas de las mujeres excepcionales del
pasado siglo vivieron a la sombra de sus padres, hermanos o esposos, a veces no
por maldad, sino porque así era. La mujer era sombra.
Las mujeres de su generación fueron
las heroínas invisibles, y las más de las veces, nunca reconocidas, que
ayudaron, apoyaron, aconsejaron, asesoraron y aguantaron a los padres, hermanos
y esposos de una época en la que el hombre era el rey absoluto.
Calladas, muchas veces sumisas,
invisibles…
Pero algunas calaron hondo en la
familia, en las amistades, en los colegas y en los compañeros de oficio o de
trabajo de sus esposos. Y algunos de esos esposos fueron cariñosos, humanos,
agradecidos, considerados. Y Lulú tuvo uno de esos esposos, el amor de su vida,
Jaime Benítez Rexach, académico, abogado, reformista, político, padre,
enamorado.
Lulú nació en Yabucoa, obviamente,
en 1913. Su padre, Nicolás Martínez,
trabajaba y era hombre de confianza en la finca de la familia Villafañe y años
después trabajó, también con ellos, en la empresa de la Sal de Picot. Su madre,
Juanita, tuvo a su única hija y luego de enviudar, vivió con la familia
Benítez-Martínez hasta su muerte.
Una de las primeras y más antiguas amigas de Lulú fue
Inés María Mendoza, quien fue a vivir con los Martínez a Yabucoa, ya que su
padre, don Juan Mendoza, la encomendó a su amigo Nicolás.
Sabemos que Lulú conoció al guapo de
Jaime Benítez cuando ambos trabajaban para la causa republicana de la Guerra
Civil Española, pero aquí, en Puerto Rico. Y sabemos también que el guapo de Jaime
Benítez estaba comprometido para casarse con una muchacha, pero se enamoró de
Lulú. Y se enamoraron para el resto de la vida, como debe ser.
En un artículo de la revista Puerto Rico Ilustrado, en el año 1967,
Malén Rojas Daporta dice que “Lulú no ha robado nunca parte de las candilejas
que han enfocado a su importante esposo”, pero si lo hubiera hecho, a don Jaime
no le hubiera molestado. Al contrario, la hubiera animado a demostrar su enorme
inteligencia, su fino sentido del humor, su facilidad de análisis y su inmenso
conocimiento. Porque don Jaime la oía, le preguntaba, le consultaba. Él sabía
que tenía en Lulú a su mejor aliada, su igual intelectualmente, su socia.
Lulú estudió lo que en aquellos años
las muchachas no estudiaban y que se llamaba Administración Comercial, con una
concentración en Economía. Trabajó
también en los Laboratorios Picot. Su capacidad intelectual era enorme y su
curiosidad infinita.
Lulú leía, hablaba y discutía sobre el campo
intelectual, la filosofía, la cultura, la política nacional e internacional.
Sus lecturas incluían a los grandes autores: al gran Kafka; la economista
Barbara Ward; la historiadora Barbara Tuchman; el genial Albert Camus, y los
puertorriqueños Salvador Tió y Tomás Blanco. Y sus gustos en poesía eran
exquisitos: Palés Matos, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Nicolás Guillén, Clara
Lair y la grandísima Julia de Burgos.
Confirmamos su enorme intelecto en
una carta que le escribiera desde Nueva York en 1968 el pintor Rafael Palacios,
primer esposo de Inés Mendoza, indicándole que le enviaba el libro The Immense
Journey, de Loren Eiseley. Palacios
compara el libro con Walden, de David
Henry Thoreau, pero lo encuentra “mucho más científico, más ameno – aunque
menos filosófico – algo que francamente no lamento”. Sabemos que estos comentarios van dirigidos a
una persona que conoce bien a Walden. Palacios
también comenta con Lulú sobre sus pinturas y las críticas que ha recibido en la
prensa de Nueva York.
Encontramos entre su correspondencia
personal numerosas cartas y notas de agradecimiento, por una cena, por una
visita que ha hecho en Hispanoamérica a la hija de unos conocidos, por el
trabajo que está llevando a cabo ayudando a su esposo, y una de ellas, por
“saber ser amiga”. Una de las que más llamó la atención es de Olga Tamayo,
esposa del único Rufino, que intercede por la universidad a ver si Calder,
quien “es gordo, bueno y parece un oso viejo”, le diseña uno de sus famosísimos
móviles para la universidad. Obviamente, sabemos que no fue Calder sino Rufino
quien terminó haciendo el extraordinario mural de la Biblioteca Lázaro.
Mientras don Jaime fue rector de la
Universidad de Puerto Rico, Lulú estaba a cargo, entre otras muchísimas tareas,
de atender a los numerosos visitantes que llegaban a la Casa del Rector en el
campus. Dice Malén Rojas que en 25 años Lulú recibió alrededor de 100,000
visitantes en la Casa Rectoría, que también era la casa de la familia. Vinieron
de todas partes, de todos los países, de todas las esferas socioeconómicas,
desde el inmenso Juan Ramón y su amada Zenobia, hasta padres de estudiantes que
pedían ayuda para que sus hijos o hijas pudieran tener la oportunidad de
estudiar para mejorar la calidad de vida de su familia.
Fue también asistente de don Jaime
en la preparación de algunos de sus artículos y discursos, entre ellos un
homenaje al profesor don Sebastián González García, fallecido en esos días.
Un detalle fascinante que se publicó
el 9 de marzo de 1969 en el periódico San
Juan Star, es la anécdota de su
“conspiración” con el arquitecto John Butler para construir una casita en un
solar de su propiedad en Jájome sin que don Jaime lo supiera y llevarlo a ver
la sorpresa que le tenía. Parte de la sorpresa era un estudio en lo alto de la
casita con una vista panorámica para don Jaime y sus libros. Se menciona que
los vecinos del campo se preguntaban de quién sería “la casa que vino en un
camión”.
En otra ocasión, la vemos en una
foto estudiando los planos del famoso arquitecto Henry Klumb de la Casa del
Presidente de la universidad en lo que se conocía como la Estación
Experimental, hoy Jardín Botánico. Doña Lulú era polifacética.
Existen numerosas cartas dirigidas a
doña Lulú para agradecer, comunicar o para que intercediera en asuntos con don
Jaime, lo mismo para conseguir una casa en la Residencia de la Facultad como
para pedir ayuda económica para un estudiante brillante cuya familia no podía
costear los gastos de estudio.
Entre las cartas de doña Lulú
dirigidas a don Jaime mientras estaba de viaje por Europa, descubrimos un tono
brillante y cínico, que cuenta mucho en pocas palabras, relatando informes
brevísimos de asuntos serios sobre lo que está pasando en la universidad. Entre estos, encontramos una nota muy breve
en una tarjeta que, entre otras cosas, dice: “Espero que lo hayas pasado bien,
aunque no demasiado, en París”. Por supuesto, ella se había quedado en la Isla
a cargo de la casa y la familia.
En otra carta de ese mismo viaje le
dice: “Por fin recibí carta tuya con bastante retraso a pesar de que tantos
aviones cruzan a diario el Atlántico”. Y
continúa: “Aquí no ha pasado nada”. Y
acto seguido pasa a contarle con detalle numerosos sucesos de una huelga en la
UPR, en la que hubo arrestos, una pelea de puños entre un estudiante y un
decano porque dicho estudiante “le gritó el superlativo de cabro” al decano. Le
cuenta de las quejas que llegaron a la Casa Rectoría, quién es fiel y quién no
tanto, quién opina ella que está haciendo bien su trabajo y quién no. Además de
sus encargos personales y detallados para que le trajera del viaje. Menos mal que “no ha pasado nada”.
Nos enteramos por las entrelíneas de
las cartas que los oficiales y ejecutivos de la administración de la
universidad acudían a doña Lulú en ausencia de don Jaime para consultarle y
contarle lo que estaba pasando. Tal era la confianza que le tenía los
administradores y profesores de la universidad.
Entre las líneas de las interesantísimas
cartas que intercambiaron, doña Lulú le sugiere a don Jaime que retrase su
regreso a Puerto Rico hasta que los asuntos en la universidad se calmen un
poco, porque si él no está, los huelguistas no tendrían a quién atacar y por la
fuerza las cosas se tendrían que tranquilizar.
Y un poco más adelante, conociendo a cabalidad los detalles de los
acontecimientos, le escribe: “Mientas más de cerca veo esto, más admiro tu
resistencia y habilidad para luchar aquí”. De tu a tu, de igual a igual.
Es harto conocido el distanciamiento
de una década que hubo entre las familias Muñoz-Mendoza y Benítez-Martínez,
entre otras razones que aquí no tocan, por el asunto entre “occidentalistas” y
“puertorriqueñistas”. Como nos informa
Margarita Benítez, grandísima y dilecta amiga y la hija menor de Jaime y Lulú,
en el libro Don Jaime Benítez, entre la Universidad y la política,
éste quería incluir en la enseñanza básica de la UPR, “la riqueza del
pensamiento occidental a los jóvenes de Puerto Rico, entonces en su gran mayoría
primera generación universitaria”. (Yo no era “primera generación
universitaria”, pero aprovecho para agradecer póstumamente a don Jaime su
insistencia en que yo leyera a Pedro Salinas, a Ortega y Gasset, a Juan Ramón,
a Dostoyevski, a Cervantes y otros muchos).
Don Jaime diseñó lo que se llamó el
curso básico con el propósito de que los universitarios disfrutáramos de todos
esos gigantes de la literatura y la filosofía, siguiendo las ideas de su
maestro Ortega y Gasset. Sigue contando Margarita que un grupo numeroso de
intelectuales criollos rechazaron esta idea,
“… empeñados a su vez en afirmar la primacía del arraigo en lo propio y
del entendimiento de nuestra circunstancia y nuestra historia inmediatas, sobre
todo en momentos en que se articulaba el Estado Libre Asociado como alternativa
a la independencia de Puerto Rico”.
Al debatirse en público y en privado
las “pretensiones” de don Jaime de querer ser occidentalista, Muñoz, ni tonto
ni perezoso, y con la enorme facilidad que tenía para armar y desarmar con las
palabras, soltó esta puya que llegó rápidamente a los oídos de los Benítez:
“Lulú, que toda la vida era de Yabucoa, ahora resulta ser de Occidente”. El
agudo intelecto de Lulú, que se podía medir de tu a tu con el del Vate, le
contestó con otra aguda puya, que también llegó corriendo a oídos de Muñoz:
“Me
dicen algunas gentes
Que
se nos pone la proa
Porque
en vez de Yabucoa
Pretendo
ser de Occidente.
No
son cosas diferentes.
El
cura reza en latín.
A
Roig traen en un patín
Con
la justicia social
Que
estaba en Das Kapital
Antes
que en Muñoz Marín”
Aquí podemos apreciar la agudeza, el
conocimiento, el sentido del humor y la altura con la que Lulú se debatió como
igual con el otrora poeta bohemio, que manejaba las palabras como si las
hubiera inventado él mismo.
Éste es un aperitivo de la
investigación que ya comencé para sacar a Lulú de las sombras. Y consta: no de
la sombra de don Jaime, porque él nunca tuvo a Lulú en las sombras; al
contrario, él contaba con ella para todo. Le consultaba y la escuchaba, no como
nuestros estudiantes usan la palabra “escuchar”, que quiere decir desde
“escuchar” un mensaje de texto impersonal hasta “escuchar” un disparate en ese
sustituto de cerebro que se llama facebook,
sino en el correcto sentido de la palabra “escuchar”: prestar atención a
lo que se oye.
Quiero sacar a doña Lulú de las
sombras de nuestra sociedad machista, que en esa época y todavía ningunea a las
mujeres brillantes y las convierte en “la hija de”, “la hermana de”, “la esposa
de” y más tarde, “la mamá de” algún hombre que se merece o no a esa
extraordinaria mujer, porque las mujeres brillantes les infunden miedo a los
niños que nunca crecen en nuestra sociedad.
Ésta es mi misión y mi compromiso. Y
no importa cuánto tiempo me tome, estén pendientes, porque ¡ese libro va! Y así me ayude Dios.
Quiero cerrar este trabajo de amor,
que definitivamente NO es una diatriba en contra de los hombres (por lo menos
de algunos), con una décima de amor, que escribió el guapo de Jaime Benítez a su
amada Lulú en ocasión de su aniversario de bodas el 15 de agosto de 1981, en la
que alude a sus lecturas más amadas:
“Ni
la Jimena Lainez,
ni
Luisa, ni Beatriz, ni Laura
tuvieron
el brío y el aura
que
tiene Luz A. Martínez.
Sus
comienzos y sus fines
la
historia fiel lo repite:
que
en todos y en cada envite
de
talento y corazón
fue
Lulú la inspiración
del
joven Jaime Benítez”
La negra y la multa como trabajadoras y
empresarias en el siglo XIX
Vilma Pizarro Santiago Ed. D.;
Ph. D.
Introducción
Cuando el negro arribó a la
isla en su condición de esclavo (y uno que otro en su condición de liberto) ya
el sistema valorativo de la sociedad esclavista de entonces le había asignado
un lugar en la misma. Había sido
excluido de la estrata social
hegemónica.
Desde los albores de la conquista, el negro
había sido declarado por Juan de Torquemada desde el siglo XV en su obra Monarquía
Indiana, como descendiente de Cam, “…consecuencia directa de la maldición
que Noé echó sobre Cam… [por esto,] tenían que ser esclavos de sus hermanos”
(Manrique Cabrera 1992, 5).
En el estudio que nos ocupa, la marginación causó que
este grupo (ya en su condición de liberto) habitara con el pasar del tiempo,
por causa de su pobreza y su falta de poder, donde les fuera posible; en
tierras de otros, de donde a veces eran echados fuera (UPR, Colección
Puertorriqueña, La Gaceta de Puerto Rico,
18 de abril de 1876). Apiñados en humedales y pantanos, en basureros o en
mataderos.
No empecé este paupérrimo hábitat, sin educación formal," sin familia"
[y] "sin techo en que cobijarse " (Ibídem), los negros y los mulatos
se las arreglaron para subsistir y pelear un espacio dentro la sociedad de
aquél entonces. Para este propósito se sirvieron entre otras cosas, de oficios
rechazados por los blancos y soportaron la marginación, el ostracismo, la
criminalización, el maltrato y el rechazo por parte de la sociedad hegemónica.
Uno de los miembros de ese grupo, en este caso, lo son
las mujeres: las negras y las mulatas, las cuales lograron escalar lugares sin
precedentes en la sociedad hegemónica española con la sola motivación de sus
propias ambiciones.
Los lugares de origen de las mujeres
negras: los barrios
El siglo XVIII supuso uno de
expansión significativa en cuanto a los lugares de vivienda que se fueron
proveyendo extramuros para los libertos de esa época. El área que se desarrolló
como uno de paso entre la isleta de San Juan y el resto de la isla, Cangrejos-
incluida una sección entre el Puente de San Antonio y Puerta de Tierra- pasó a
ser una comunidad que comenzó a crecer precisamente durante ese siglo en parte
gracias a la construcción del Camino Real.
Así como Santurce, otros barrios extra muros surgieron en esos años, La
Marina (también llamada La Puntilla, y Puerta de Tierra entre otros). Hubo también comunidades de negros
intramuros: Ballajá, Culo Prieto, Hoyo Vicioso y Santa Bárbara, además de
espacios separados para vivienda en los bajos de los ricos a lo largo de la
ciudad de San Juan.
Los
negros y mulatos, así como blancos pobres y menos pobres, arrendaban y
subarrendaban los pocos espacios disponibles dentro del recinto murado. Nos menciona Díaz Soler (1994, 482) como en
la parte trasera del primer piso, luego que se pasaba el zaguán y la escalera
que daba al segundo piso, habían “habitaciones independientes” en las que
habitaban toda clase de obreros y
artesanos.
Para este tiempo podemos mencionar entre los trabajadores
negros y mulatos a: “sastres, pintores, plateros, carpinteros, herreros…” entre
otros (López Cantos 1998, 25). Así mismo, encontramos mujeres negras
vendedoras, dueñas de fondas “con pupilos o inquilinos”; las sirvientas
intramuros que realizaban las tareas domésticas y además salían a hacer las
compras al mercado (Quiles 2003, 58). También teníamos curanderos/as y
comadronas.
La curandera
Un ejemplo de la comadrona- curandera
de los barrios pobres que se extendieron hasta bien entrado el siglo XX lo
tenemos en una descripción de Pedro Juan Soto en su novela Usmail:
Porque Nana Luisa fungía de profeta
también entre despojo y santiguada, entre partos y curas de achaques del
hambreado vecindario isleño. La médica de los pobres llamábanle muchos; la
sabelona, la curalotodo. Mejor que los mismos señores de espejuelos en el
Hospital Municipal…apelando a su cabeza repletas de cosas sabiondas y a un oído
recogedor de los consejos de algún espíritu…(Soto 2003, 36-37)
Estas mujeres, quienes de acuerdo al
conocimiento popular, alcanzaban el conocimiento de plantas, y eran expertas en
sobos y en traer niños al mundo, también se utilizaban como las que hacían
despojos o curaban; las que limpiaban el cuerpo y el alma.
La
negra elegante y la coqueta
En las fotografías que tomaron los
fotógrafos norteamericanos durante el cambio de posesión que sufrió la isla,
hay unas fotografías que son mudos testigos del espacio concedido a la mujer
negra. Hay una que aparece en el libro Pictorial
History of America’s New Possessions (1899), donde el que posee los
derechos de autor, es J. M. Jordan. La fotografía tiene un subtitulo que lee “A
Porto Rico Belle”. La mujer que habita ese espacio es una negra con algún
rastro de mulata, pero definitivamente es más negra que mulata, a no ser por
sus rasgos finos. Está elegantemente vestida, con un traje de la época,
sombrero y pendiente, y tiene zapatos.
Ha sido fotografiada en una esquina y la cámara logra captar los
alrededores de la modelo. En la calle contigua a la esquina hay varias mujeres,
las que se asoman de un balcón que da a la calle, son blancas y lucen
despeinadas. Las que hablan con ellas o están paradas al frente de los
balcones, son negras y una de ellas es
mulata. Estas están muy pendientes de la actividad entre el fotógrafo y su
sujeto. Los vestidos de estas otras mujeres
no alcanzan la elegancia de la modelo y tampoco la emulan en porte. De
hecho, una mulata que observa en la
curva de la calle contigua, parece estar descalza y uno que parece un niño, que
está al lado de la modelo parece ser blanco y tiene los pies descalzos. Para
mediados del siglo XIX Adolfo de Hostos (1966, 512, 517) menciona como las
mujeres libres de color “obedecían a sus impulsos ostentosos” en una época
donde los vecinos blancos y acaudalados le daban importancia a la moda
establecida por “la dictadura suntuaria parisiense”. Citando a Coll y Toste, De
Hostos dice: “…que las mulatas vestían con la misma elegancia de las blancas”.
También nos la presenta José S. Alegría en sus estampas
del San Juan de principios del siglo XX: “Siempre había una muchacha morena y
risueña…que entre las mesas vendía dulces…y también caricias, si venía al
caso…” “…y las jóvenes cocineritas emperifolladas como polvorones o caramelos
en papel de colores, dejando percibir el perfume capitoso de la bergamota y los
polvos de Antea que eran saludadas con intencionados requiebros…” (Alegría
2000, 79). Este personaje, tanto negra como mulata, había aprendido a moverse dentro de unos
límites de “libertad social”, dentro de lo que podría llamarse de acuerdo al
concepto social creado por Enrique Dussel (Rodríguez Colón de González 2008, 15), como “altermundo”. Por eso mismo y
por muchas otras razones que hemos mencionado de tipo social, era desdeñada y
vista con desprecio, aceptada sólo para las obligaciones más bajas en el
escalafón social.De acuerdo a
Salcedo Chirinos, las mujeres de ese estrato social “…no exigían matrimonio
para guardar las apariencias después de algún encuentro sexual ilícito.
Hablando sobre el mundo laboral de la mujer (negra y
blanca en el tiempo de Luisa Capetillo- nacida en el 1879), dice Norma Valle:
…la
condición de la mujer era de subordinación, era terrible...Luisa Capetillo
vivía en un mundo hostil a la mujer, quien vivía subordinada en la familia y en
la sociedad. No podía expresarse como quería… La mujer pobre boricua era una
sumamente maltratada con la cultura del trabajo. No solamente trabajaba de sol
a sol dieciocho horas diarias, sino que tenía que criar a su hijos casi siempre
sola… eran madres con hijos a quienes llevaban y cargaban a todas partes…Así es
que el trabajo de las mujeres en el tiempo de Luisa Capetillo, era un trabajo
fortísimo y agotador…”(Valle 2006, 76-77).
La comerciante
Un observador en nuestra isla para el siglo XIX,
Quatrelles, autor de la obra Un parisien
dans les Antilles, menciona como
“[l]a clase de color libre es trabajadora, y muchos de sus miembros se
encuentran entre los principales contribuyentes” (Fernández Méndez 1975, 253).
Así mismo, el corresponsal Albert Gardner Robinson (2005), enviado por The Evening Post a la isla en el 1898
con una expedición de soldados norteamericanos, narra cómo había en Ponce una
gran cantidad de vendedores ambulantes, en su mayoría de frutas y detalla su compra a una mulata
puertorriqueña con ropa raída, sucia y escasa, de una especie de “helado”, que
no era otra cosa que leche de coco azucarada; de los cuales se ofrecían dos por
un centavo.
Otras fotografías nos muestran a la vendedora negra, sin
atisbos de ser mulata. Esta mujer es retratada en el mercado o en sus
alrededores. Sus rasgos son un poco más parecidos al gusto occidental, nariz más perfilada y
labios menos carnosos, sin embargo, con una negritud reluciente, bien oscura.
Como dice Tomás Blanco, citado en Rodríguez Juliá (2004, 137), la “de pañolones
a la cabeza”.
Había inclusive negras y/o mulatas que eran dueñas de
posadas y de tabernas, los que por supuesto eran más frecuentados por negros,
pero también por blancos. Sin embargo tanto Kinsbruner como Félix Matos Rodríguez (2001) reconocen que ni
la elite criolla, la iglesia ni el gobierno apoyaban tales actividades y los
miraban de soslayo como áreas sospechosas y altamente peligrosas contra la
moral.
Algunas de estas comerciantes lo eran libertas que venían
de islas adyacentes y aun de África, las cuales establecieron puestos ya fuera
en el mercado o en aéreas yermas en la capital que se utilizaban como mercados.
Varias se desempeñaban como dulceras, alguna que otra hacia sombreros.
También había comerciantes mulatas y algunas de estas,
casi blancas. En el mercado había además de vendedoras con sus puestos de
ventas, costureras. Estas costureras eran en muchos de los casos blancas,
otras, unas mulatas claras, quienes habían aprendido por alguna de sus
ascendencias, preferiblemente la blanca, a ejercitarse en dicho oficio. En los archivos del siglo XIX, también se
encuentran entre los oficios de muchas de las negras y mulatas en la capital,
el de costurera.
La revendona era otro tipo de mujer comerciante, quien
aprovechándose de la lejanía del mercado, revendía sus productos en la calle
San Sebastián, en el barrio intramuros decimonónico, Santa Bárbara. Esta,
llamada también mondonguera, revendía especialmente el mondongo, un guiso
criollo, muy famoso hoy entre los puertorriqueños en general y entre la clase
negra y mulata puertorriqueña de aquel
entonces.
Esta revendona, traía también otros productos que se
cosechaba en el hinterland de San Juan o en otros barrios extramuros fuera de
la ciudad, los cuales revendía a precios más bajos que los comerciantes
regulares, lo que suscitó la protesta de estos.
La
sirvienta y sus mañas de supervivencia
Otro tipo de obrero/a lo fue la sirvienta, la cual era no
solo la mulata o la negra, sino también la mujer blanca que venía de las
montañas a San Juan a mediados del siglo XIX, ante la caída del mercado de la
caña de azúcar, quien por su pobreza vivió entre los mulatos y negros que
habitaban en los barrios extramuros.
Se les exigía más sin embargo a las mujeres mulatas o
negras que trabajaban cerca o dentro de las casas de los criollos blancos
quienes debían exhibir unos códigos de decencia y respetabilidad por causa del
prejuicio que ya se tenía contra estos.
Estas actitudes de muchos de los libertos eran manipuladas por ellos
mismos para su propio beneficio, en aras de
asegurar un trabajo ante la falta de educación o de adiestramiento en
otro oficio. A la misma vez, el criollo pretendía controlar al ex esclavo con estos requisitos. Estas
conductas “sometidas” aseguraban la aceptación del ex esclavo dentro de los
límites que el mismo blanco les había puesto.
La cocinera
También comenta De Hostos que se les había encomendado a los indios y negros la confección y
producción de los alimentos para el consumo de los “colonizadores y pobladores
del siglo XVII” de tal forma que el pan cotidiano que se consumía, las tortas
de casabe, era elaborado por los negros de Cangrejos, tal y como lo habían
hecho los indios anteriormente.
Desde esa perspectiva y hasta nuestros días, igualmente la mujer negra se ganó un sitial en
nuestra cocina criolla, y eran y son aun muchas las que a lo largo de los
siglos se han destacado en la cocina y han hecho de esto un modus vivendi, para
subsistir ellas y sus familias. En el ámbito de la creación del dulce, no solo
las negras libres o esclavas puertorriqueñas encargadas de la cocina lograban
un nombre por su destreza culinaria, sino también las de otras áreas
geográficas de nuestra América Latina.
Esto es mencionado en algunas obras hispanas del siglo XIX y XX.
En medio de
un mundo patriarcal, masculino y socialmente sesgado, en el que la elaboración
de las comidas, caía principalmente sobre mujeres de clases inferiores
(cocineras negras, mulatas o blancas pobres) ; y en el que la distribución de
los alimentos en el entorno doméstico y comunitario por lo general se hacía
considerando la primacía social de los
varones , las capacidades de inventiva culinaria de parte de las cocineras
servían para sacar sus figuras del anonimato y otorgarles respetabilidad…De
aquí que muchas confecciones , como sucede aún entre nosotros, fueran asociadas
con el nombre de sus productoras (el majarete de Dolores, el arroz con dulce de
Vicenta, el manjar blanco de Colasa)…(Ortiz Cuadra 2006, 57)
Estas mujeres se
adueñaron del peleado espacio urbano habitable del San Juan decimonónico, del
espacio que se les permitía habitar. Como ejemplo de esto tenemos el dato de
cómo estas mujeres ignoraban las reprimendas oficiales, que insistían en
sacarlas de la ciudad. El resultado fue la creatividad de estas para poder
vender sus productos o sus servicios (Matos Rodríguez 2001). De hecho, de acuerdo a Rodríguez Silva
(2005, 200), las mujeres lograban obtener más contratos de trabajo que sus
“contrapartes varones”.
La conocida autora Mayra Santos Febres tiene en su
colección de ensayos de su libro Sobre
piel y papel (2005), un interesante comentario sobre las mujeres negras de
su familia que podemos conectar con este segmento anterior:
Y las mujeres de mi clan eran unas negras fuertes, duras y fieras. La
familia Febres dependía de estas mujeres para su supervivencia. De ellas
aprendía reírme alto, a no aceptar ninguna negativa por respuesta, a nombrar mi
deseo sin vergüenza. Entre mi madre y sus hermanas, ser mujer era otra cosa que
convertirse en esa criatura frágil que me enseñaron en la escuela. Las mujeres
bebían y bailaban, le montaban casa a sus hombres y los botaban de allí si
tenían que hacerlo; remeneaban las caderas, pegaban carcajadas en medio de la
calle y mantenían una familia con todos los trabajos que hicieran falta
(Santos-Febres 2005, 26).
En el Puerto Rico decimonónico, el color de la piel del
negro establecía para este último, la relación social aceptable entre la élite
blanca criolla y el negro. Podía el mulato, si exhibía una piel más clara tener
un mejor oficio, como por ejemplo, uno artesanal y en caso de ser esclavo podía
trabajar más cerca del amo o aun dentro de la casa (Negrón Portillo y Mayo Santana 2007).
La
lavandera
Algunos oficios, tuvieran la piel clara o no, como
sucedía en el Viejo San Juan, hacían que la población blanca sanjuanera
tuviera, en este caso, a las libertas en alguna estima. Un ejemplo de esto lo
eran las lavanderas, y la razón lo era, la dificultad que suponía lavar dentro
de la ciudad por la falta de agua fresca en la capital (Scully & Paton 2005). Por esta razón y con esta autoridad,
las lavanderas se arriesgaron a protestar y aun a amenazar con la huelga, por
falta de accesibilidad a las cisternas de la ciudad.
Aun y con esta gesta y esta aparente autoridad, esto, no
necesariamente le garantizaba aceptación social o acercamiento o entrada a los
círculos más elitistas del país. Sued Badillo y López Cantos citados en Alleyne
(2005) dicen que cualquier individuo “de color”, no importando la gradación de
la piel, era considerado inferior.
Sin embargo, la historia nos dice otra cosa, la lavandera
como muchas otras de sus compañeras mulatas supo conquistar un espacio, unirse
en solidaridad unas con otras y en más de una ocasión, adquirir unos derechos
que manejó con destreza para su futuro y el de sus hijos, muy a pesar de que
las mas veces por ser parte de una clase mirada con sospecha, recibió también
malos tratos. Un dato importante es que
tanto las lavanderas como las costureras eran las únicas clases de trabajadoras
del periodo decimonónico que lograban ser dueñas de su lugar de vivienda.
De acuerdo a Damiani Cósimi (en Los arcos de la memoria
1998, 65), algunas negras y/o mulatas de Santurce se dedicaban a lavar
en el “pozo pileta de las lavanderas”, área que pertenecía la sucesión de Don Bartolomé Vega,
planchaban, cosían, cocinaban y servían como domésticas para los “blanquitos”
en la carretera (lo que llamamos hoy la Avenida Ponce de León). Sobre ellas
dice José Elías Levis en su novela El
estercolero "…cuando llueve se pasan días sin poder ganar una peseta y
no quiero hablar de su desesperación si un violento aguacero moja la ropa
almidonada, casi seca ya” (Irizarry 2008, 65).
Con el auge que tuvo Santurce como
área donde las personas pudientes construían sus casas de campo en los últimos años del siglo
XIX, los negros se dedicaron más a la construcción, así como sus mujeres al
trabajo doméstico y servil. La negra o la mulata de Santurce se dedicó a ser
lavandera, planchadora, costurera, sirvienta y/o cocinera para los “blanquitos” que se habían
ubicados en casas construidas a lo largo de lo que era en aquél entonces la
Carretera Central, hoy Avenida Ponce de León. Ejemplo de estas construcciones a
lo largo de la carretera lo tenemos en
la casa o el palacete del famoso
Georgetti, la que surgió un poco de tiempo después y luego fue destruida.
Las nanas
Además de los espacios físicos que se asignaban para la
servidumbre en espacios intra y extramuros (Rodríguez Juliá 2004), uno de esos
otros pocos espacios emocionales lo eran las nanas (nodrizas) o las madres (de
leche) surrogadas. De acuerdo a Díaz
Soler, citado en Babín (1999, 37), “muchas negras esclavas se convirtieron
en madres de leche de los hijos del amo”. Esta
actitud se tornó, luego de las pérdidas del 1898, en un supuesto
recuerdo cariñoso; el cual estaba también impregnado de una nostalgia por los
tiempos que se habían ido; los tiempos en los que los grandes hacendados
criollos imponían los estatutos de aquella sociedad (Ortiz Lugo
2004; Ruscalleda Bercedóniz
2005).
La abuela de la autora de este artículo, Ana Costoso
Caro, mulata, hija de blanca y negro, se desempeñó como nodriza para la familia
de Coll y Cuchí a principios del siglo XX.
De acuerdo al testimonio de Doña Ana, se le hizo un examen exhaustivo
para poder ser nodriza de esta criatura. Marlene Duprey confirma esta
información en su libro Bioislas.
Las nodrizas eran mujeres en estado lactante, que se
alquilaban generalmente por familias acomodadas para amamantar la criatura en
etapa de lactar de las madres de aquellas familias. Para ello, se trataba de
implementar ciertos mecanismos de regulación en la selección de las
nodrizas…son excelentes ejemplares de las maneras de sistematización del examen
sobre el cuerpo de las mujeres (Duprey
2010, 103).
También Manuel Alonso en su libro El Gíbaro hace mención a esta costumbre en una estampa donde una negra es regalada al General de la Isla
para que le sirva de nodriza a su hijo que está por
nacer (Ramos Rosado 1999, 11 ).
La nana y en algunos casos la cocinera o la doméstica,
como en el caso de Palés, impactó la vida y los sentimientos de las familias
acomodadas.[1]
Eran ellas parte extendida de la familia.
Dice Fernández Méndez en su libro Salvador
Brau y su tiempo como las “negras gordas”
amamantaron a “ ‘los caballeros
de la tierra’, hombres de buenos modales y gestos suaves” (Fernández Méndez
1974, 28). De acuerdo a la literatura
existente sobre ese tema, en el caso de Palés fue la cocinera de su familia la
que ayudó a desarrollar en él la imaginación sobre los temas negristas, con sus
relatos, tal vez acompañados por un vocabulario que para el blanco, o para la
cultura “occidental, racional” (López Baralt
2009, 3 ; nota al calce ) puede sonar exótico. Más que nana, el caso de Palés Matos así como
la de muchos otros puertorriqueños blancos de fines del XIX y principios del
XX, representa como dice Tomás Blanco el caso de “madres intelectuales de toda
una generación” (citado en Babín 1999,
38), contribuyentes, según María Teresa Babín, a la educación de la
isla.
Eugenio María de Hostos por su parte, menciona a
Mercedes, su niñera, como “compañera de
sus terrores nocturnos y de sus travesuras diurnas” (Citado en Babín 1999, 37).
El alcance y la voz que en aquellos tiempos podía ejercer
una nodriza o nana, nos la presenta un evento donde una de ellas defendió su
honor con lo único que podían rescatar para levantar estandarte en una sociedad
racista y clasista como la del diecinueve. Sus propios códigos de honor,
creados a raíz del rechazo y el maltrato, eran entre otros pocos, su trabajo y
su conducta.
…Balbina
no salió para Patillas, sino que se fue a una de las propiedades que su patrón
tenía en Loíza, y desde allí le escribió al Provisor rechazando ser prostituta
y pidiendo un juicio en el que pudiera defender su honor. Ella afirmaba en ese
escrito que vivía “con la honestidad y recogimiento correspondiente a su sexo,
estado y condición” (Petición de Balbina Alonso, sin fecha). Es decir, la parda
manejaba una representación del honor que difería de la del Provisor, quien
centraba su interés en la transgresión
de la vida sexual de aquella mujer. Sin embargo, el honor que defendía Balbina
no dependía de su origen familiar, de la legitimidad de su nacimiento, de la
limpieza de su sangre, ni mucho menos del color de su piel. Ella se presentaba
a sí misma como una mujer honesta, recogida y trabajadora. El recogimiento y el
trabajo doméstico eran los elementos a partir de los cuales armaba su
representación del honor (Salcedo
Chirinos n.d., 2 )
La nana, por haber sido necesitada por el criollo, tenía
licencia para moverse en el espacio permitido y de este punto de vista era
reconocida como un ente social; no así la mujer que luego nos presenta Palés;
sensual, con identidad propia y con libertad de movimiento y de acción. Era
esta la protagonista misma del constructo literario de este autor, un
constructo que revela la verdadera personalidad mulata y negroide del
país.
La mujer que habitaba los barrios intra o extramuros de
aquél entonces era mucho más negra y mucho menos mulata y bajo la mirada
“patricia” y permisiva del criollo poseía un espacio que representaba algunos
escalafones sociales bajo la elite decimonónica. Esa negra, había aprendido a
sobrevivir y a convivir en una sociedad que le imponía un espacio. El lugar de
la negra que habitaba con los blancos o con sus descendientes blancos en una
casa, era la cocina o la parte trasera de la casa donde nadie la viera. Sin
embargo, en nuestro país, a través de sus hechos y de su trabajo, la negra y la
mulata han ido saliendo poco a poco de la cocina, para ubicarse en lugares
tales como la presidencia del Colegio de Abogados, como poetisa, como
profesora o como candidata a un puesto
político entre otras tantas ocupaciones y profesiones. Una vez ha comenzado a
escalar peldaños, nuestra mulata no se detendrá…
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“¡Arriba las de abajo!”[3]
(M. Mergal 1972)
Este trabajo presenta algunas de las
huellas que ha dejado (y continua dejando) Margarita Mergal en las últimas
cuatro décadas de la historia de nuestro país[4]. Pretende dejar por escrito “el caminar” de una mujer y el impacto que esta ha tenido
en la historia de Puerto Rico. Las
huellas de mujeres como Margarita Mergal, muchas veces se pierden al no ser
consideradas al momento de narrar y documentar la(s) historia(s) de los
países. A través de las experiencias y
del activismo de Margarita, se traza la segunda oleada del movimiento feminista
puertorriqueño, al igual que la participación de una feminista dentro del
movimiento de izquierda. Las “migas
metafóricas” de esta mujer, le dan vida a datos, fechas y eventos históricos
que ocurrieron en nuestro país desde la década del 1970 hasta el presente.
Para delinear algunas de sus huellas,
se estudiaron sus datos biográficos y sus variadas publicaciones (columnas,
artículos, ensayos y libros). También se
analizaron documentos relacionados a su campaña política del 1972 como
candidata a la alcaldía de San Juan por el Partido Independentista
Puertorriqueño (PIP) archivados en el Centro de Investigaciones Históricas
(CIH) de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras (UPR, RP). Además se incluyeron anécdotas de
experiencias y conversaciones compartidas con la profesora Mergal, al igual que
una entrevista formal que le fue realizada el 8 de junio del 2012.
Margarita Mergal es una mujer de
ilimitada sabiduría, activismo e intelecto, de amplia visión y talento. Siempre es generosa con su tiempo y su vasto
conocimiento. Dialogar con ella se
aproxima a tomar un seminario avanzado sobre la vida. Es una importante patriota que actúa a nivel
local, con visión e impacto global. Ama
los animales, (los gatos en especial), y el mundo natural. Es una extraordinaria educadora de conciencia
humanista, militancia feminista y actitud ambientalista. Es madre, compañera y amiga de muchos. Salir con ella es todo un evento, pues conoce
y saluda a todas y todos los que se encuentra en el camino siempre con un beso,
un fuerte abrazo, y una mirada que refleja total aprecio y sincero
respeto. Con cada persona entabla un
tema de conversación (a veces varios entrelazados) pues es versada en política,
filosofía, literatura, teoría (de toda clase), el mundo de las artes, asuntos
periodísticos y noticiosos a nivel local e internacional, al igual que de
proyectos hogareños[5]. Se interesa genuinamente en ti y en tu
familia. Siempre tiene un consejo que
transmite utilizando alguna referencia vivencial o académica. Te recomienda libros, artículos, películas o
documentales de todo tema, y las pocas
veces que no sabe algo sobre un tema en particular, te lo confiesa de manera
honesta y procede a recomendarte una persona, (algún conocido), que sí sepa,
dándote la siguiente instrucción: “Le dices a fulanx que yo te di su número
para que comparta información sobre el tema que investigas…”. Así llegué a entrevistar a algunxs activistas
en la Isla para mi tesis doctoral sobre el rol de las mujeres en las luchas
ambientales del país. Tesis que
Margarita dirigió con entusiasmo por cuatro años. Siempre creyó en mí y en mi trabajo. Cuando nadie más se interesó por trabajar con
el tema del ecofeminismo, a ella le apasionó.
Valoró su trascendencia. Además
simpatizó y entendió mi realidad como madre, compañera, estudiante y mujer trabajadora. Nuestras reuniones y correos electrónicos
frecuentemente concluían con palabras que me animaban
a perseverar. Me decía; “Buena
suerte con las búsquedas, y créeme que ya sé cómo con hijos[6], marido,
casa, trabajo asalariado, etc. lo difícil que es investigar”.
Conocí a la profesora Mergal en el 2005 como estudiante del curso de
Investigación en la historia contemporánea de Puerto Rico con perspectiva de
género en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, último
curso que tomaría como estudiante doctoral.
A penas había dado a luz a mi tercer hijo quien padecía de una condición
pulmonar y estaba frecuentemente internado en algún hospital. Ese semestre sería un gran reto, escribiría
desde salas de intensivo y desde la lancha hacia Vieques, (con bebé en coche),
para entrevistar a mujeres líderes de la lucha viequense como parte de mi
investigación. La profesora Mergal me
apoyó en cada momento, me brindó ánimo, me dio contactos y lecturas, me inspiró
como feminista y como madre y me retó como estudiante. Así se convirtió en mi mentora emérita.
El 8 de junio del 2012 le realicé una
entrevista formal con el propósito de escuchar (y documentar) algunos datos
sobre su vida. Me interesaba saber:
¿Cuándo se involucró en organizaciones políticas? ¿En cuáles?
¿Cómo y cuándo surgió la idea de la candidatura a la alcaldía de San
Juan por el PIP? ¿Cuáles eran las
experiencias de las mujeres en la política en aquel momento?[7] Además quería indagar sobre su perspectiva
del feminismo en Puerto Rico, al igual que su percepción del feminismo desde
que escribió en el 1992 un ensayo titulado “Puerto Rican Feminism at a
Crossroad: Challenges at the Turn of the Century”[8]. Otras preguntas que guiaron la entrevista
fueron: ¿Cómo percibe el rol de las mujeres en la política hoy día?; ¿El
feminismo está en crisis?; y ¿Cuáles fueron sus experiencias de las mujeres en
los procesos políticos en la Isla cuando participó en el PIP y luego cuando
militó en el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP)?
La profesora Mergal comenzó nuestra
entrevista hablando sobre la situación actual, mencionó que el tiempo que se le
dedica a las organizaciones se ha convertido en un elemento desorganizador por
las presiones económicas del presente lo que ha causado que la gente esté
deprimida y agobiada. Utilizó al
Movimiento Amplio de Mujeres de Puerto Rico (MAMPR) como ejemplo de lo
anterior. Dijo, “ponernos de acuerdo en
hora y día casi es imposible… [y a veces] cuando nos reunimos no hay
quorum.” Añadió que las organizaciones
también enfrentan la dificultad de pasar de una forma organizativa a otra, por
costumbres y hábitos entre otros elementos.
Según Mergal, lo anterior “abona a un retraimiento, a un individualismo
de los partidos, de las comunidades, y de las ONGs… el poco tiempo que [la
gente] tienen se lo dedican a la familia”.
Al referirse al activismo de las
mujeres dentro de los partidos políticos del país dijo, “por un lado los
partidos todos son bien macharranes, machistas y sexistas, tienen sus intereses
propios”. Esto influye la militancia de
las mujeres activas en los mismos. Para
ilustrar lo anterior, presentó el ejemplo de Albita Rivera quien le ha
confesado que es PNP primero y feminista después. Añadió que en la izquierda se planteaba que
“todo se resolvería con la independencia”, se les cuestionaba (a las mujeres)
cuál era su primera lealtad. Sobre lo
anterior dijo: “La izquierda siempre fue la onda de que el problema de las
mujeres se resuelve con la independencia, cuando esto sea república el problema
de las mujeres [se atenderá]… y eso no es de aquí, eso es bastante generalizado
en la izquierda. Esa es la famosa pelea
de Rosa Luxemburgo y de Clara Zetkin con Lenin”. Aunque criticó el machismo
dentro de los partidos, hizo hincapié en las experiencias positivas y en las destrezas organizativas aprendidas en
ambos partidos a los que perteneció.
Sobre esto apuntó; “el tener un partido organizado te da experiencia en
cómo organizar una comunidad…, te desarrollaba la capacidad de cómo se escribía
un boletín… cómo se usa un micrófono, todo ese tipo de cosa… fue una escuela de
capacidad organizativa y por el otro lado, mal que bien, y subrayo eso,
el partido siempre te daba una estructura, una dirección”.[9]
Por otra parte, Margarita subrayó que
todavía las mujeres confrontan la falta de un proyecto claro en términos de
metas y estrategias:¿Qué es lo que
queremos las mujeres? Sobre esto
dijo: “Hemos logrado unas cosas bien importantes. Yo creo que la creación de la Oficina de la
Procuraduría de las mujeres es fabuloso.
Yo he hablado con mujeres feministas de América Latina que me dicen,
“Ustedes no saben la maravilla que ustedes tienen ahí”… Sí, es una maravilla cuando la persona que está a
la cabeza es feminista y entiende lo que está haciendo, pero no cuando representa
al partido antifeminista, fundamentalista, y no se atreve a hacerle cara [a
esto]…”. Añadió que a pesar de los
logros alcanzados por las mujeres puertorriqueñas, aun experimentamos grandes
retos, como la guerra en contra de las mujeres.
Dijo: “The War on Women, ese
fundamentalismo está bien presente en Puerto Rico como colonia… Los políticos
incluyendo a los de izquierda, le tienen un pánico a hacerle frente a los
religiosos”. Son muchos los retos, sin
embargo sostuvo que sigue siendo optimista y que no cree que el movimiento
feminista desaparezca “porque la necesidad está ahí… por un lado hay problemas
y hay crisis, pero hay gente que aun lucha…” (Mergal, 8 de junio del 1972).
Al preguntarle en nuestra entrevista
sobre las mujeres en la política, repitió que los partidos políticos por su
tradición histórica, y por su óptica, tienden a ser muy machistas y muy
sexistas. Habló sobre cómo este tipo de
actitud y de discriminación aún se manifiesta en el siglo XXI apuntando a las
similitudes entre ambas luchas para
abordar que a pesar de los adelantos en el racismo y el sexismo, el discrimen
se mantiene ahí. Margarita dijo:
“yo encuentro que hay muchas coincidencias entre las luchas por los
derechos civiles, especialmente las luchas abolicionistas y contra el discrimen
racial y las luchas femeninas. Una de
esas similitudes es que ya hemos llegado a un nivel, y no lo estoy diciendo
sínicamente, donde nadie o casi nadie, salvo esa gente de extrema derecha en
algunos lugares de Estados Unidos, nadie se atreve a decir, “yo creo que los
negros son inferiores”… la gente entiende ya que es inmoral, que es incorrecto,
o que es feo decirlo... que no luce bien ser racista. Eso es un adelanto… Sin embargo tú piensas, ¿es verdad que hemos
dejado de ser racistas? Pues no, claro
que no, el racismo está ahí. El
discrimen está ahí y por eso algunas personas tenemos que seguir luchando en
contra del racismo, y yo donde quiera que me paro lo digo y establezco esa
relación, lo mismo pasa con el feminismo.
Ya hemos llegado a un nivel donde toooodoo el mundo dice, “yo creo en la
igualdad para las mujeres, yo creo que no se debe discriminar en contra de las
mujeres”. Ajá, pero mira como han subido
los datos de violencia doméstica… en
nuestro país… piensa que en Sudan ahora mismo están lapidando a una mujer y que
en Pakistán acaban de matar a un montón de mujeres porque estaban bailando en
una boda donde había hombres. De manera
que por un lado hay unas diferencias culturales enormes entre unos lugares y
otros de este planeta, que al fin y al cabo no es tan grande… vivimos bajo una
gran tapadera” (entrevista 8 de junio 2012).
Se habla sobre la globalización y como la cibernética
nos une, sin embargo, Mergal sostiene que existen abismos en términos del
discrimen por sexo y por raza en diferentes partes del mundo. Equidad no
hay. Según Margarita hay unas lagunas y abismos más grandes que el
Gran cañón de Colorado, tanto como en discrimen racial como en discrimen por
sexo. “Esa misma persona que dice, “Ah,
sí, yo creo en la igualdad, pero pues yo no quiero al novio de mi hija… no es
que yo sea racista, pero uno tiene que pensar en los niños y en el que dirán y
en el empleo” (Mergal, 8 de junio del 1972).
La profesora Mergal estableció que dicha inconsistencia en
comportamiento y discriminación también
ocurre con asuntos de identidad/orientación sexual. Afirmó que todo lo anterior se debe al
patriarcado, que según ella, “está ahí latente y a veces más que latente, muy
viva… mira que rápido entró la era cibernética y en este siglo 21 todavía
estamos batallando cosas básicas del patriarcado. Tenemos todavía mucho camino que andar.”
Durante la entrevista le comenté sobre el documental Missrepresentation [10] donde
se plantea (a través de estudios que se han llevado a cabo en Estados Unidos),
que la manera en que se critica (por sus apariencias y supuestos
comportamientos) a las mujeres en la política tiene un impacto negativo en las
generaciones más jóvenes. Sobre esto
Margarita comentó, “[en] programas de televisión de cultura popular es la
sexualidad [la que se presenta] no en términos de igualdad, mira los periódicos
de aquí, lo que cuentan son las tetas y los fondillos… La cara bonita, la mujer tiene que ser
bella. Te describen a una mujer en la
política y te describen la ropa que llevaba puesta, nunca te dicen Rivera
Schatz estaba vestido con una camisa de tal color y unos zapatos
sencillos. No, eso es a las mujeres… esa
es [una de las] influencias de los medios”.
Ella también experimentó el recibir críticas por su apariencia, “muchas
veces las criticas venían… de las feministas que me decían, o de las personas
en el partido político inclusive… una vez me dijeron que yo no era la mejor
persona para andar por los barrios y caseríos de Puerto Rico porque yo siempre
estaba muy bien arreglada y peinada. ¿Y
eso que tiene que ver?” Margarita hizo alusión a una noticia que alegaba que la
antigua primera dama, Luce Vela, se gastaba miles de dólares en peinados y
otros arreglos de belleza. Aclaró,
“ahora te digo yo…una cosa es gastarme 13 mil pesos cada seis meses[11] y otra
cosa es querer andar bien puesta. Dentro
de, en alguna medida, la definición de género tradicional, nos pintamos las
uñas y nos sacamos las cejas. Eso es
otra cosa. Yo no me dedico a eso...”
(Mergal, 8 de junio del 2012).
Para indagar sobre su percepción de la participación
femenina en la política hoy día le referí a una
cita escrita por ella en el 1992, “Women have won some political
victories, but their political participation has remained at the token level[12]”
(“Puerto Rican Feminism at a Crossroad: Challenges at the Turn of the Century”
133). Luego de analizarla respondió que
la situación sigue más o menos igual; “No tengo los datos a la mano, pero una
de las cosas que salta a la vista tanto
en Puerto Rico como en Estados Unidos y en el Reino Unido, lo mismo resaltaron en
Francia, es las pocas mujeres en la política.
En España en particular hay muchas más, allí han adelantado mucho más
que aquí… aunque están siendo atacadas
fuertemente por la derecha como en todas partes del mundo, pero hay una
tradición feminista muy larga. En
Estados Unidos el movimiento feminista está muy decaído…”.
Al preguntarle sobre su incursionó en el mundo de la
política, Margarita me habló sobre cómo la crianza que recibió de sus padres
cimentó el terreno, “mis padres mantenían un hogar de mucho respeto a las
diferencias, era un hogar muy humanista”.
Según ella, la influencia de sus profesores fue enorme. Mencionó a Aida Montilla y a Milton Pabón en
particular. Comenzó a militar en el
Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) desde que tenía 19 o 20 años;
“empecé a trabajar, a desarrollar posiciones, a tomar carta, estuve encargada
de la educación política, de ahí al
comité central de San Juan y de ahí a candidata a alcaldesa en la campaña del
72. El candidato al PNP era Carlos
Romero Barceló y Celia Cintrón del CES, era la del Partido del Pueblo que
existía en aquel entonces. Celia y yo
nos llevábamos muy bien”. Margarita aceptó
ser candidata a alcaldesa a los treinta y cuatro años. Durante su campaña Margarita identificó y
enfatizó[13] problemas que cuatro
décadas más tarde, aun nos aquejan. En
una entrevista publicada en el periódico Claridad
(18 de junio del 1972), sostuvo que en San Juan “se agudizan los problemas
básicos de Puerto Rico que son… el alto costo de vida, especialmente de los
alimentos y servicios básicos; el problema de la vivienda; la falta de
servicios adecuados, especialmente de transportación publica; los servicios de
salud, cuya situación es escandalosa en San Juan y la falta de parques de
recreación” [14].
En nuestra conversación señaló que había muy pocas
mujeres dentro del PIP y que dentro del partido se reproducía la división de
trabajo asalariado y doméstico propulsadas por el patriarcado; “las mujeres
recogían dinero, freían pastelillos, y hacían el trabajo secretarial”. En un manuscrito que ella donó al CIH,
“Socialismo y mujer”[15](1972), escribió que las mujeres “estamos sujetas a
una condición de subordinación y explotación dobles, por el sistema capitalista
colonial y por las tradiciones que nos subordina al hombre. Primero estamos sujetas al padre, luego al
marido y muchas veces hasta nuestros hijos varones. Esta condición se refleja también todo el
resto de nuestras vidas… nos sentimos dependientes constantemente”. En este documento exhortaba a las mujeres a
que sacaran cuenta de las horas de trabajo invertidas en labores domésticas y
que se unieran a la lucha para lograr que las tareas del hogar se incorporaran
al sector público de la economía, así serían liberadas de la mayor parte de su
explotación, dejándolas libres para aportar al bienestar de nuestra
sociedad. En otro documento, un
manuscrito también relacionado a las elecciones del 1972, Margarita escribió
que el PIP “como elemento de vanguardia de nuestra sociedad y conforme a su
meta de transformarla tiene que ser un elemento importante en la lucha de la
mujer... No es cuestión de alcanzar el poder, declarar el socialismo y entonces
liberarse.”[16]
Las mujeres asertivas, luchadoras, con atribución de
poder en la política sufren el que la cuestión de
género sea evadida dentro de organizaciones y causas socio-políticas no
feministas. Las organizaciones dentro
de las cuales las mujeres militan evaden las necesidades y desigualdades que
ellas experimentan. Se les presenta como excusa que no es el
momento, que es peligroso, o no es conveniente,
o que ya se resolverá más adelante a nombre de metas colectivas o por intereses
de grupo de quienes reivindican esos procesos. De esta forma se omite la causa oculta o visible de cada mujer[17].
Sus dos tribunas fueron la partidista y la universitaria. Según Margarita, donde quiera que se paraba
la gente decía, “ya viene ésta a hablar sobre las mujeres otra vez…”. Esto hizo cuando militó en el PSP y como
miembro fundadora de la Organización Puertorriqueña de Mujeres Trabajadoras
(OPMT)[18]. Compartió que abandonó el PIP por el PSP por
razones fundamentalmente ideológicas y terminó yéndose del PSP “por razones del
autoritarismo, por la jerarquía inmovible… las mismas cosas”. En la década del 1980 participó en el Centro
de Investigaciones Sociales (CERES).
Además estuvo involucrada en la fundación de la Oficina de asuntos de la
mujer antes de que se creara la Oficina de la Procuraduría de las Mujeres.
Como madre que constantemente batalla con las tareas
del hogar y las responsabilidades de lxs niñxs, quise saber cómo ella había
logrado sus dobles y triples jornadas.
Al preguntarle qué hacía con lxs niñxs, contestó que se los dejaba a su
marido, a su suegra y a su mamá. Añadió,
“Yo me divorcié de mi marido[19] pero no
de mi suegra. Ella hoy vive en un hogar
de ancianos, tiene 98 años y no pasa un cumpleaños, una navidad, un día de las
madres que yo no le lleve su regalo… siempre son las mamás y las abuelas, las
que le dan la mano a uno… sin eso, no hubiera podido de ninguna manera”. La siguiente pregunta se la hice pensando en
otro asunto que experimento en carne propia, los reclamos de mis hijxs por mis
compromisos como trabajadora asalariada.
A Margarita también le reclamaron el tiempo que ella le dedicaba a su
activismo político-feminista, “lo percibieron en alguna medida como un
abandono… ¿por qué tú no puedes ser como las demás mamás? Y yo le contestaba tranquilamente, porque te
tocó esta”. Ambas nos reímos a carcajadas
sobre lo anterior. Me aseguró que ella
se ocupaba mucho de ellxs, “a pesar de la mano de mi mamá y una suegra que me
ayudaron mucho más que el marido, yo también tenía un empleo en la yupi que me
permitía un horario más flexible, y unos jefes que también me ayudaron… al
comienzo me tocaban los peores horarios, ahí me ayudaba mi suegra que era mi
vecina porque mami también era asalariada.
Pero yo siempre buscaba la manera de acomodar mi horario de manera que
yo llevaba a los niños a la escuela… yo los buscaba y estaba el resto del día “busca
la asignación… no sales al patio... váyase a dormir”, si llego a tener un nine to five hubiese sido otra la
historia”.
Margarita aclaró que cuando estaba en la campaña del
PIP por la alcaldía de San Juan, pidió una ayudante que le asistiera con el
cuido y recogido de sus hijxs. Insistió
en el Partido que tenía una responsabilidad primaria, sus hijxs. Añadió que las mujeres de hoy tienen que
asumir las necesidades de las mujeres como propias; tienen que haber lugares
para lxs hijxs, licencias de maternidad y paternidad en los empleos y horarios
flexibles. “Esa es una de las cosas en
que yo creo que las mujeres tenemos que exigir”.[20]
Sus experiencias como profesora en la UPR, Rio
Piedras, en especial con lxs estudiantes con quien ha trabajado en la Escuela
de Comunicaciones (COPU) desde el 2005, siempre están presentes en sus
conversaciones. Durante nuestra
entrevista me habló sobre lo esencial que es la educación para lxs jóvenes y
cómo estas experiencias y el conocimiento adquirido les ayuda a saber descifrar
cómo manejar el cuadro de vida patriarcal.
“Para entender eso, tienes que estudiar” (Mergal 8 de junio 2012). Sobre qué van a hacer las mujeres de las próximas generaciones planteó que “eso les
toca a ellas ahora, yo no se lo puedo decir… a largo plazo los partidos van a
desaparecer, los jóvenes están apáticos a las jerarquías…”. Para ilustrar esto utilizó ejemplos del
movimiento Occupy en Wall Street (y
otras partes del mundo), Los indignados en España, y la primavera árabe, entre
otros. A pesar de apoyar las iniciativas
y luchas de las nuevas generaciones, subrayó la importancia de recordar las
luchas y los grandes logros de las anteriores;
“Muchas mujeres cogieron cárcel, puño y bofetá para poder tragarte una
pastilla [anticonceptiva], para poderte divorciar (aunque se les tildara de
malas mujeres), para poder tener un trabajo asalariado…”. Sostuvo que lxs jóvenes tienen una óptica
feminista, la universidad ya no es un
tránsito al matrimonio. Quieren estudiar
y continuar estudios graduados. Estas
generaciones están claras que no se van “a dedicar a limpiar fondillos, ni a
criar muchachos toda la vida y hacer arroz y habichuelas…van a hacer algo más
con la vida”. Margarita afirmó que esto
es fundamental. Continuó diciendo que
“cuando tu marido te pega, ya hemos visto lo difícil que es romper esa cadena
de la dependencia… si tú eres una mujer que no tiene educación, que no tienes a
donde ir… ¿Cómo luchas contra eso? Con
la educación, cogiendo cursos de género para entender que eso es el
patriarcado.” [21]
Margarita hizo hincapié en lo que ella entiende son
los retos de las organizaciones de mujeres y las comunitarias, al igual que de
los partidos políticos del presente: “superar el retraimiento individual,
buscar estrategias organizadoras, buscar un discurso movilizador que la gente
entienda que si no hay lucha común, no hay movimiento. Esto lo tendrán que descifrar estas
generaciones del presente y del futuro”.
Sobre lo que van a hacer las mujeres ahora, respondió
que les toca a ellas decidirlo, “yo no puedo decidir. Yo hice marchas, mítines, y pasquines,
entregué boletines [se ríe], escribí ensayos y di clases! ¿Qué van a tener que hacer los jóvenes? Inventárselas. Algo harán.
De la misma manera que nuestros viejos, decían “¿Pero tú estás
loca? ¡Eso no es así!”, y nosotros, “Sí,
esto es así” y palante y lo hicimos.
Estxs lo harán de la misma manera.
Tendrán su tropiezo, tendrán su fracaso, pero lo harán… Y así,
sucesivamente, vamos poco a poco, un escaloncito aquí y otro allá… Eso harán
lxs jóvenes ahora”.
Trazar las huellas de mujeres como Margarita Mergal (y
de tantas otras) comprueba que “no es correcto escribir la historia de Puerto
Rico sin referirse al trabajo de las mujeres” (Colón, Mergal y Torres 20). Es imperativo que continuemos reconociendo e
insertando a más mujeres en la historia de nuestros países, para así hacer la
historia más nuestra.[22]
Referencias:
“A debate en televisión: nuevo reto
de Margarita a Romero Barceló” (6). La Hora (8 de
septiembre
del 1972).
Alegría, Idsa y Margarita Mergal. La
OPMT: Sobre Firmes Cimientos Forjando el Porvenir.
Vega
Alta, Puerto Rico: Organización Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora, 2006.
Centro
de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Colección
del Partido Independentista Puertorriqueño, Cajas I, II, III y IV.
(Revisión de documentos sobre la campaña electoral del PIP del 1972 donados por
Margarita Mergal: cartas, manuscritos, recortes de periódicos, itinerarios de
campaña, informes de precintos del municipio de San Juan, entre otros).
Colón Warren, Alice, Margarita Mergal y Nilsa
Torres. Participación de la mujer en
la historia
de Puerto Rico
(las primeras décadas del siglo veinte) Folleto.
Centro de Investigaciones
Sociales, Universidad dePuerto Rico, Centro Coordinador de Estudios, Recursos y
Servicios a la Mujer (CERES). Edición
auspiciada por el Consorcio de la Equidad en la Educación del Centro de
Investigaciones Sociales en colaboración con Rutgers, Universidad del Estado de
Nueva Jersey, New Brunswick, New Jersey, 1986.
De Gonzalez, Mari V. “Candidata al PIP condena
represión” (6). Claridad (18 de junio del 1972).
Lagarde, Marcela. “Claves
identitarias de las latinoamericanas en el umbral del milenio” (13-
28). El siglo de las mujeres. Ana María Portugal & Carmen Torres,
editoras. Isis Internacional; Ediciones
de las Mujeres N. 8, 1999.
López, Raúl.
“Quieren privar pueblo de parque” (6).
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“Margarita Mergal clama por intensificar lucha”
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(14 de noviembre del 1972).
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(31 de mayo del 1972).
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del
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……. (Entrevistas sobre la crisis económica,
política y social que enfrenta el/los feminismo(s)
del 2012 y 2013, 8 de junio del 2012 y 25 de enero del 2013).
……. “¿Existen las mujeres?”. Pedagogía Vol. 30; 1995-1996 Universidad
de
Puerto Rico Recinto de Río Piedras. 22-31.
…….. “No
más violencia contra mujeres: el método pulgarcito” www.dialogo.com (7 de
diciembre del 2010).
…….. “Pliegos acusatorios, medios, opinión pública y democracia”. Dialogo (abril-mayo 2008).
……. “Puerto Rican Feminism at a Crossroads:
Challenges at the Turn of the Century” (131-
142). Colonial
Dilemma: Critical Perspectives on Contemporary Puerto Rico. Edwin Meléndez y Edgardo Meléndez, editores.
South End Press, Boston 1993.
Mires,
Fernando. “La revolución feminista”
(71-123). La revolución que nadie
soñó o la otra
posmodernidad. Libros de la Araucaria, Buenos Aires 2009. Pagán,
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Hora (6 de septiembre del 1972).
(17 de diciembre del 2008).
http://www.80grados.net/author/margarita-mergal/ (Revisión de columnas escritas
por Margarita
Mergal y publicadas en esta revista electrónica desde noviembre del 2010
hasta diciembre
Las mujeres entre siglos: participación y representación política en
Puerto Rico*
Luz del Alba Acevedo Gaud, Ph.D.
Introducción
En sociedades democráticas la relación entre género y
política se ejemplifica principalmente en la movilización de las mujeres que
reclaman participación en la vida pública y los procesos políticos, cambios en
las oportunidades y derechos ciudadanos para la mujer y representación en las
estructuras de poder decisorio. La
historia de los procesos de participación y representación política de las
mujeres se entretejen a través de las luchas, el activismo y la movilización
política de las mujeres desde los movimientos sociales (femeninos y/o
feministas), los partidos políticos y otras organizaciones de la sociedad
civil. Aunque las mujeres en la historia
de Puerto Rico han participado de diferentes formas y grados en la vida
pública, el auge de la movilización política de ellas surge en el siglo
XX. La movilización política de las
mujeres ha tenido el efecto de incorporarlas a la vida pública y al proceso
político como electoras y como representantes de diversas ideologías e intereses político
partidistas a las estructuras del poder
político. Si el siglo XX se caracterizo por las luchas de las mujeres en torno
a la participación política y conquistas en el espacio público, el siglo XXI se
perfila como uno de grandes desafíos para las luchas femeninas y feministas por
consolidar su participación en las estructuras de poder político y alcanzar
equidad de género en la representación política.
La participación política de las mujeres se refiere a
su activismo político en los diferentes espacios sociales así como a su
quehacer en las esferas estatales y partidistas. La acción política de las mujeres en las
sociedades democráticas no se limita a la dimensión institucional de la política
formal jerarquizada sino que abarca también, la dimensión social de la vida
cotidiana de las mujeres organizada políticamente de múltiples formas; en
movimientos sociales, luchas comunitarias, protestas, etc. Asimismo, la representación política, se manifiesta de diversas formas y asume diferentes
connotaciones. Cuando el activismo
político de las mujeres se centra en las estructuras formales del poder
decisorio éstas actúan en representación de los sectores sociales organizados
en partidos políticos para articular principalmente las posiciones ideológicas
e intereses de éstos. De acuerdo con Hannah Pitkin (1967) la representación
política se define a partir de
cuatro aspectos distintos pero interrelacionados: formal, descriptiva, sustantiva y simbólica. La
representación formal se refiere a las reglas y procedimientos que dirigen los
procesos políticos. La dimensión
descriptiva se refiere a la correspondencia entre las características y
semejanzas de los diversos grupos ciudadanos y los que actúan como sus representantes. La representación sustantiva
significa actuar por los intereses de los ciudadanos que se representa de forma
responsiva a sus necesidades y demandas mediante la formulación de política
pública. La dimensión simbólica se refiere al impacto que la presencia de las
mujeres en posiciones de poder decisorio tiene en el sector femenino de la ciudadanía.
En
este trabajo comienzo por trazar la trayectoria de participación política de
las mujeres en el siglo XX para examinar los límites de participación femenina
y las implicaciones para los procesos de
representación democrática para el siglo XXI.
Avances y Desafíos en la Participación Política de las Mujeres
El siglo XX se
caracterizó por las luchas para la participación política de las mujeres. Desde principios del siglo las mujeres se
destacaron en las luchas sindicales y sociales –como el voto a favor de la
prohibición (Azize Vargas, 1987; Rosario Urrutia, 1990). Pero es la lucha
sufragista, que logra conquistar el derecho al voto femenino en 1932 y el voto
universal en 1935, la que abre un nuevo espacio de participación política.
Con la conquista del voto se despierta una nueva e
importante fuerza electoral sujeta a la “seducción” partidista (promesas y
engaños) que busca la movilización del voto femenino para ampliar su base
electoral. Como respuesta autónoma de las mujeres se crea el Bloque de Mujeres
No-partidistas con el propósito de proveer orientación y educación política a
las mujeres que habrían de participar en los procesos electorales. La meta
principal era la de prevenir al sector femenino de las manipulaciones
partidistas y la necesidad de escudriñar las candidaturas de los partidos antes
de emitir el voto (Barceló Miller, 1997, pp. 150-154).
Con la puesta en vigor de la reformada Ley Electoral
reconociendo el derecho al voto de las mujeres “alfabetizadas”, se elige en
1933 la primera mujer en ocupar un escaño en la Cámara de Representantes, María
Luisa Arcelay, empresaria y propietaria de talleres de costura en Mayagüez y
miembro del Partido Unión Republicana Socialista (Arcelay Santiago, 2005). En las elecciones del 1936 la fuerza
electoral de las mujeres aumenta al levantarse la restricción de alfabetización
para la participación electoral de las mujeres. En esa elección la
representante Arcelay revalida a su escaño en la Cámara y se elige la primera
mujer senadora, María Martínez de Pérez Almiroty en representación del Partido
Liberal Puertorriqueño (Bayrón Toro, 2008, p. 217). Se abren así nuevas oportunidades para el
desarrollo de un liderato femenino en los partidos políticos, pero también se
abre un nuevo espacio de lucha política por la atracción e instrumentalización
del voto femenino por el liderato masculino de los partidos políticos.
En
las dos décadas subsiguientes la actividad
política de las mujeres dentro de
los partidos comienza a diversificarse y a aumentar su visibilidad en la vida
pública. En la década del 1940 emergen dos mujeres que desarrollarán sus dotes
de liderato al calor del populismo del Partido Popular Democrático (PPD): María
Libertad Gómez y Felisa Rincón de
Gautier. La primera fue electa en 1940 a
la Cámara de Representantes y designada presidenta interina de ese cuerpo en
1945 (Rigual, 1994). Posteriormente
resultó electa vicepresidenta de la Cámara para cuatrienio de 1953 al
1956. Su liderato en la legislatura se
extendió por cuatro términos consecutivos.
Fue, además, la única mujer entre 92 miembros que participó en la
Asamblea Constituyente de 1951 que resulto en la redacción de la constitución
de Puerto Rico (Merino Falú, 2004).
Felisa Rincón de Gautier, por su parte, se desempeñó como Administradora
de la Capital al ser designada por el PPD a dicha posición en sustitución de
Roberto Sánchez Vilella en 1946. Aunque nunca fue electa, popularmente se le
adjudica ser la primera “alcaldesa” de San Juan. Esta designación surge del
trabajo político desempeñado en la organización electoral del PPD en San Juan,
donde desarrolló una maquinaria político-partidista que le aseguro la victoria
electoral a este partido en siete elecciones consecutivas. Doña Fela, como se le apodó, fue presidenta
del Comité Municipal de la Cuidad de San Juan desde el 1938, en 1943 corrió y
resultó victoriosa en una primaria del PPD por la presidencia del Comité
Municipal de San Juan derrotando la maquinaria masculina del PPD en dicho
municipio.[23]
Luego de esto se desempeñó como “alcaldesa” de la cuidad capital por 22 años.
La
aprobación en 1952 de la constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico
sirvió de estímulo a la participación política de las mujeres y al
apoderamiento del liderato femenino del PPD.
La constitución del ELA afirma la igualdad entre hombres y mujeres en el
ámbito de la vida pública y establece, además, que la discriminación por
razones de sexo es inconstitucional.[24] En el mismo año en que se
aprueba la constitución de Puerto Rico, el número de mujeres electas a la
Asamblea Legislativa aumentó de una a
cinco, tres representantes y dos senadoras y a nivel del gobierno municipal se
elije la primera alcaldesa del municipio de Guayama, Obdulia Velásquez de
Lorenzo. La elección de la alcaldesa
Velásquez fue precedida por un proceso de luchas políticas y de resistencia y
oposición del liderato masculino de su partido que culminó en un proceso
primarista ordenado por el gobernador Luis Muñoz Marín.[25] Este proceso sirvió de base para la obtención de la
primera ley general de primarias en Puerto Rico.
En 1960 diez mujeres ocuparon el cargo de alcaldesas
de sus respectivos pueblos. De éstas,
nueve fueron electas, hecho sin precedente hasta entonces y no vuelto a igualar
en la historia política puertorriqueña (Enríquez Seiders, 2009). Las diez alcaldesas de esa época pertenecían
al PPD. En esta década mujeres profesionales, abogadas en su mayoría, traen a
la atención de la Comisión de Derechos Civiles en 1966, la necesidad de
investigar el discrimen contra la mujer en la sociedad puertorriqueña. La
legislatura de Puerto Rico acogerá estos planteamientos y comisiona a la
Comisión de Derechos Civiles para realizar dicho estudio.[26]
El
activismo político de las mujeres cobra fuerzas en la década de los setenta con
el surgimiento de nuevas organizaciones femeninas y feministas con relativa
autonomía de lo partidos políticos de la época.
En el 1972 surgió el movimiento feminista Mujer Intégrate Ahora (MIA),
en el 1975 surge la Federación de Mujeres Puertorriqueñas (FMP) y en el 1977
surgió la Alianza Feminista por la Liberación Humana (AFLH) (Torres Martínez,
s.f.; 2003; Rivera Lassén y Crespo Kebler, 2001). Estos movimientos feministas abogaban por la
justicia social que exigía se reconociera el discrimen por sexo y hacían
reclamos de igualdad de derechos primordialmente en asuntos laborales y de
salud. Las organizaciones feministas
reconocían, además, la importancia de apoyar las aspiraciones de participación
política de las mujeres electas a la legislatura. La movilización feminista de los setenta
logró la creación de la Comisión para el Mejoramiento de los Asuntos de la
Mujer, mediante la ley 57 de 30 de marzo de 1973, enmendada en 1979 mediante la
Ley 56 para dar paso a la Comisión para los Asuntos de la Mujer. Esta Comisión,
adscrita a la Oficina del Gobernador, tenía como propósito proponer políticas
públicas dirigidas a asistir en la expansión de los derechos y reclamos
sociales de las mujeres.[27] Se creó, también, en 1982 la Comisión
Especial de Asuntos de la Mujer del Senado presidida por la Senadora Velda
González.
En
los ochenta se constituyen otras organizaciones feministas como la Organización
Puertorriqueña de la Mujer Trabajadora (OPMT), Feministas en Marcha, Taller
Salud y la Coordinadora Paz para la Mujer (Azize Vargas, 1987, p. 46; Torres
Martínez, s.f., p. 155-161). El cabildeo político de las mujeres y la
movilización feminista trajo cambios significativos a la normativa jurídica que
se extendió a la década de los ochenta. Importantes enmiendas a las leyes del
trabajo y al Código Civil se lograron en los años setenta y ochenta para
incluir la no discriminación por sexo en el ámbito del trabajo y la familia.[28] A finales de los ochenta, después de ejercer
presión sobre los partidos políticos, se logró establecer la política pública
sobre hostigamiento sexual en el empleo
(Ley 17 de 1988) y violencia doméstica (Ley 54 de 1989).
En la
medida en que se fue institucionalizando la agenda feminista sobre la igualdad
de género, a través de cambios en la normativa jurídica y la creación de
estructuras gubernamentales para atender los derechos y asuntos de las mujeres,
surgen nuevas oportunidades de participación en la política partidista y de
representación en la administración del gobierno.
En términos de la política electoral, la década de los
noventa fue la década de la mujer. En
1992 se postuló la primera mujer a la gobernación, Victoria Muñoz Mendoza
Calero, 1991). Para las elecciones de
1996 se postuló la primera mujer aspirante al escaño de Comisionado Residente,
Celeste Benítez y, por primera vez en la historia, tres mujeres compitieron por
la alcaldía de San Juan (Marta Font de Calero, Zaida Hernández y Sila María
Calderón). Asimismo, en 1993 la Cámara
de Representantes elige la primera presidenta en propiedad de ese cuerpo, Zaida
“Cucusa” Hernández, mientras que en el
Senado, la vicepresidencia la ocupa Luisa Lebrón en 1995.
Como resultado de estas conquistas las mujeres pasaron,
además, a ocupar cargos tradicionalmente desempañados por hombres como la
Secretaría de Justicia y la Presidencia de la Corte Suprema.[29] A
nivel administrativo, bajo el gobierno de la primera gobernadora se crea la
Oficina de la Procuradora de las Mujeres (Ley 20 de abril de 2001) con rango de
gabinete y con funciones fiscalizadoras, de reglamentación y cuasi judiciales
(Alegría Ortega, 2003, p. 171).
Justo al finalizar el siglo XX y el inicio del XXI,
las mujeres alcanzaron el cenit de participación política con la elección de
Sila María Calderón como primera mujer gobernadora, quince legisladoras, dos alcaldesas y 311 legisladoras
municipales, alcanzando ocupar un 26.4% de las posiciones electas del país,
cifra sin precedentes hasta entonces (Tabla 1) (Acevedo Gaud, 2011, pp. 169 –
182; Acevedo Gaud, 2013, pp. 289-291).
Una mujer ocupara la vicepresidencia del Senado en el 2001, Velda
González.
Tabla 1: Elecciones Generales
Número de Mujeres Electas a Cargos Públicos 1992 – 2008
|
||||||||
Ejecutivo
|
Legislativo
|
Municipal
|
Electas
|
M / H
|
||||
Año
|
Gob
|
Com Res
|
Cámara
|
Senado
|
Alcaldesas
|
Leg Mun
|
Total
|
%
|
1992
|
0
|
0
|
4
|
4
|
4
|
253
|
265
|
21.2
|
1996
|
0
|
0
|
9
|
6
|
7
|
260
|
283
|
22.5
|
2000
|
1
|
0
|
8
|
7
|
2
|
311
|
329
|
26.4
|
2004
|
0
|
0
|
8
|
7
|
1
|
336
|
352
|
27.7
|
2008
|
0
|
0
|
12
|
11
|
5
|
337
|
365
|
28.8
|
Total
|
1
|
0
|
41
|
35
|
19
|
1497
|
1593
|
|
H+M
|
5
|
5
|
261
|
143
|
390
|
5441
|
6245
|
|
M / H
|
20.0%
|
0.0%
|
15.7%
|
24.5%
|
4.9%
|
27.3%
|
25.5%
|
Fuente: Comisión Estatal de Elecciones, Informe Estadístico Elecciones Generales, varios.
En las elecciones de 2004 tres
candidatas a senadoras por acumulación de distintos partidos fueron electas con
el mayor número de votos (María de Lourdes Santiago, PIP; Norma Burgos, PNP;
Sila Marie González Calderón, PPD). Ellas formaron parte de la decimoquinta
Asamblea Legislativa (2005-08) que
aprobó la creación del primer caucus legislativo de mujeres. El caucus
tenía como objetivo agrupar legisladoras
de diversas ideologías políticas para formular legislación referente a los
asuntos de las mujeres así como para
discutir e intercambiar experiencias sobre las diferencias entre género
que surgen en los procesos y estructuras de poder político (Acevedo,
2004). Se presentaron, además, tres
proyectos de ley de la autoría de la senadora Sila Marie González a la Comisión de Gobierno del Senado de Puerto Rico dirigidos
a aumentar la representación política de las mujeres, sin embargo ninguno fue
atendido por dicha comisión.[30]
La
creación de la Procuraduría de las Mujeres y del Caucus Legislativo de las
Mujeres completó un ciclo de luchas proveyendo el marco institucional para la
participación de las mujeres en la política y el gobierno por encima de
divisiones partidistas. La historia, no obstante, demostraría que las lealtades
partidistas serían un obstáculo a este salto cualitativo hacia una
representación autónoma.
Representación
Política Entre Siglos
Como
discuto a fondo en un artículo de reciente publicación (Acevedo, 2013), la
participación política de las mujeres en los procesos electorales como votantes
ha aumentado paulatina y sostenidamente, aún cuando la tendencia general de la
participación electoral en Puerto Rico es a declinar. Aunque las mujeres no constituyen un bloque
monolítico, ni ideológico, ni
partidista su fuerza electoral tiene potencialmente la capacidad de afectar
significativamente los resultados de las elecciones.
La
Gráfica 1 ilustra que: (1) en los últimos
cinco comicios electorales hay más mujeres inscritas que hombres, (2) las
mujeres salen más a votar, y (3) la tasa
de participación de las mujeres es más alta que la de los hombres, aún cuando
dicha participación sigue el patrón de declinación general. Podría decirse que esta tendencia a la mayor
participación de mujeres en el proceso electoral ha sido incentivada por el
aumento en el número de mujeres candidatas a puestos electivos y de mujeres
electas a ocupar cargos de representación política.
En 2008
se eligió el número mayor de legisladoras en la historia, 23 (11 senadoras y 12
representantes). Un 27.4% de los legisladores eran mujeres y la Cámara de
Representantes volvió a ser presidida por una mujer (Jennifer González),
mientras en el Senado otra mujer (Margarita Nolasco) asumió la vicepresidencia.
Se eligieron, además, cinco alcaldesas en los municipios de Cabo Rojo, Guayama,
Naguabo, Ponce y Vieques.
Con este
salto cuantitativo habría sido razonable esperar que se adelantara la agenda
feminista a nuevos espacios. Por ejemplo, equidad de representación en cargos
electivos, en cargos gubernamentales ejecutivos (de gabinete) y en puestos de
toma de decisiones. Temas sobre violencia de género y enmiendas al código de la
familia para atender necesidades de uniones de hecho, etcétera. No obstante,
entre 2009 y 2012 se presenció el desmantelamiento de la Procuraduría de las
Mujeres y el Caucus de la Mujer pareció quedar inoperante ante otros conflictos
y prioridades político-partidistas.
A pesar de los adelantos y conquistas señaladas, las
maquinarias partidistas siguen controlando lealtades y determinando
candidaturas. Ejemplo de estas dinámicas se evidencian en las candidaturas
para los escaños de senadores por acumulación y por distrito. En las primarias de 2004 para el PPD dos mujeres,
Sila Marie González y Velda González de Modestti, aspiraron a la candidatura de
senadora por acumulación. La aspirante Sila Marie González recibió el endoso de su partido y el respaldo
de la primera mujer gobernadora del país y madre de la candidata, Sila María
Calderón. El respaldo de los líderes del partido a su candidatura se basó en la
noción de una renovación generacional del liderato del PPD que buscaba
introducir caras nuevas en la política partidista (Acevedo Gaud, 2003, p.17).[31] El apadrinamiento
que recibió Sila Marie González la llevo a un triunfo electoral en las
primarias (y eventualmente en las elecciones generales de 2004) sobre los demás
candidatos de su partido para ocupar este escaño. La senadora e incumbente Velda González
aunque llegó cuarta en las elecciones primarias, no formó parte del grupo de
candidatos nuevos que el PPD impulsó. De
hecho, en las elecciones generales perdió su escaño terminando así su
participación de más de veinte años como legisladora en seis cuatrienios consecutivos,
1981–84 al 2001–04. La maquinaria reemplazó así una mujer joven sobre una
“veterana” en lugar de añadir otra mujer a su plancha.
Algo
parecido ocurre en las primarias de 2012 del Partido Nuevo Progresista
(PNP). El ex alcalde de San Juan, Jorge
Santini configuró su “plancha política” nominando para el cargo de senadoras
por el distrito 1 de San Juan a dos mujeres, una incumbente, Liza M. Fernández Rodríguez y a
una nueva contendiente, Zoe Laboy Alvarado.[32] Con el apoyo de la maquinaria del alcalde de San Juan
estas aplastaron al candidato varón en las primarias. Eventualmente, ambas
mujeres serían las portavoces de los ataques y debates del entonces alcalde
contra la candidata del partido opositor, Carmen Yulín Cruz (Acevedo, 2013,
11).
Asimismo,
el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, excluyó de la plancha para
senadores por acumulación a la incumbente, senadora Kimmey Raschke. La senadora
Raschke perdió el apoyo del liderato político y maquinaria del partido y,
consecuentemente, fue derrotada en las elecciones primarias. El trabajo legislativo de la Senadora Raschke
fue criticado públicamente por otras mujeres de su partido y por el alcalde de
San Juan. La representante por el
distrito 3 de San Juan, Albita Rivera, públicamente tildó de “vaga” a Raschke
en su quehacer legislativo.
En
estos casos ambos partidos (PPD y PNP) utilizaron su maquinaria organizativa,
recursos e influencia mediática para impulsar la preferencia del partido por
candidatas particulares e influenciar el voto de los electores afiliados al
partido. La inclusión en la plancha del
partido y el apadrinamiento del liderato político de las candidaturas femeninas
contribuye a la elección de mujeres al mismo tiempo que crea “deudas” políticas
y debilita las lealtades de género.
La
cultura política puertorriqueña sigue siendo predominantemente machista. Las
mujeres exitosas en la política electoral parecen ser aquellas que adoptan
características de liderato masculino o lealtades partidistas por encima de las
de género. Las formas en que varias de las mujeres electas hacen política
reproducen los mismos estilos de participación y representación política que
los hombres. Las maquinarias siguen siendo estructuras masculinas que pretenden
instrumentalizar candidaturas femeninas y las agendas feministas para ganar
votos, no necesariamente para adelantar la igualdad de género.
Al
iniciar la segunda década del siglo XXI, la representación de las mujeres
sufrió un reversazo significativo. El número de legisladoras se redujo de 23 a
12. Esto es, de 27% a 15% del total de legisladores en 2013. Cabe preguntarse si este sorpresivo giro es
el resultado de la cooptación de las agendas y movimientos feministas por las
maquinarias partidistas y las instituciones del estado. También sería
pertinente replantearse nuevas formas de aumentar la participación y
representación en la política y el gobierno.
Desafíos
a la Representación
Como
parte de mi investigación sobre la participación política de las mujeres,
entrevisté varias líderes que de los partidos principales de Puerto Rico. Las experiencias de las entrevistadas, que
representan ideologías partidistas diferentes, sirven para reflexionar sobre la
naturaleza de las barreras a la participación política.
Reproduzco a continuación fragmentos de las tres
líderes que contendieron en 1996 por la alcaldía de San Juan, Irma Rodríguez,
Zaida “Cucusa” Hernández y Sila María Calderón.
Según Irma Rodríguez:
No hay más mujeres en la política porque a nivel de base, a nivel de
estructuras intermedias y altas dentro de los partidos políticos no hay muchas
mujeres. Y cuando tienen visibilidad, lo
hacen de forma negativa. Muchas de ellas
proyectan actitudes bien negativas y muchas veces de mucha hostilidad.
…yo creo… Que llegan a posiciones políticas y se convierten en
hombres. Eso es lo que hace más daño. O
sea, tienen que seguir siendo femeninas, tenemos que seguir siéndolo.
... en muchas ocasiones las mujeres no apoyamos a las mujeres. Yo creo
que entre los hombres hay más lealtad entre ellos; se protegen….
[Entre la mujeres
no hay lealtad]... porque nosotras somos
producto de una cultura política machista y que los hombres...son los que toman
las decisiones y ese tipo de cosas.
La también ex presidenta de la
Cámara de Representantes, Zaida Hernández Torres afirma que no hay igualdad en la
participación política porque a hombres y mujeres se les juzga de forma
diferente. Los partidos políticos
utilizan a las mujeres para asegurar una ganancia electoral mientras sus
estructuras limitan la participación y el desarrollo del liderato
femenino. Dichas estructuras no
promueven o estimulan el crecimiento de la participación de las mujeres
en la política. En cambio a los hombres
se les tolera o acepta conductas que en las mujeres se construyen como un
fracaso y se les castiga con el voto.
Según afirma la Hernández Torres:
En algunos casos se utiliza a la
mujer porque todos los partidos políticos están conscientes de que somos el
cincuenta y dos por ciento y pico del voto y, obviamente, tienen que en sus
partidos hacer sus organizaciones, pero fíjese que la hacen como auxiliares,
mujeres progresistas, mujeres populares para mantener ese voto femenino y
luchar por ese voto femenino. Pero de
ahí a convertirse en líder hay una gran diferencia. Ellos están dispuestos a
que las mujeres hagan campaña para ellos, pero cuando una mujer decide hacer
campaña para sí misma, ahí es que empiezan los problemas grandes, los problemas
serios. …la poca promoción que se le
hace. O sea, los partidos nunca los
verás haciendo campaña para lograr que más mujeres se postulen.
Los partidos políticos en Puerto Rico han sido creados
por hombres y para hombres y sus reglamentos propenden a beneficiar a los
hombres y muy poco líder masculino quiere a su lado a una mujer como líder. Le
temen. Los hombres cualquiera puede fallar, pero se sigue votando por los
hombres. Si una mujer falla, pues lo que se dice al otro día es, pues, “Es que
es una mujer, es que no se supone que una mujer haga esas cosas”.
La ex gobernadora Sila María Calderón también opina
que hay desigualdad y que esta está enraizada en la cultura. En sus palabras:
…no hay una representatividad equitativa de esa
porción de la población que es mujer. Yo
creo que realmente las razones son razones de índole cultural, de índole
educativa, son razones más internas que externas, son las razones que tienen
que ver con tu educación, con los roles que se le asignan a cada género, con
las percepciones que las mujeres pueden tener de sí mismas y de sus
obligaciones, con las sensibilidades, con el temperamento femenino que es
distinto al masculino que es mucho más sanguíneo y la dificultad de ese
temperamento femenino para poder afrontar las dificultades, estoy reviviendo,
verdad, los problemas grandes y las sacudidas grandes que trae el proceso
político que es muy fuerte, muy agresivo, muy competitivo a unos niveles muy
grandes.
De estas voces se puede
inferir que en el siglo XXI: (1) la
participación política de las mujeres continúa siendo inadecuada porque el
número de mujeres en el liderato de los partidos políticos es muy reducido;
(2) las pocas mujeres que hay en el liderato
no proyectan una representación de calidad; (3) dentro de los partidos tradicionales las
cualidades del líder siguen representándose con atributos masculinos y las
mujeres exitosas en la política deben asumir estas características y atributos;
y (4) entre las mujeres no hay
lealtad porque han sido socializadas conforme al canon machista de la cultura
tradicional que concentra el poder y la toma de decisiones en la figura del
patriarca. Las mujeres
en vez de añadir sus cualidades y destrezas particulares a la política se
adaptan. Al adaptarse a los estilos
masculinos de hacer política su aportación e importancia se trunca.
Hay otros desafíos y
obstáculos que el espacio limitado permite sólo mencionar: cultura de violencia en el quehacer político;
dificultades en el financiamiento de campañas; cobertura desigual y prejuiciada
en los medios de comunicación; el énfasis en asuntos ideológicos —como el
estatus político— que dificulta la colaboración en agendas feministas (Acevedo,
2013, pp. 294-298).
A modo de conclusión
El desafío político fundamental a la participación y
representación política de las mujeres en el siglo XXI es establecer un balance
equilibrado entre la movilización feminista a través de organizaciones
independientes o relativamente autónomas de las estructuras partidistas y
gubernamentales y las estructuras de poder del político estatal De esta forma
las organizaciones feministas pueden ejercer liderato denunciando las
desigualdades de género en la sociedad, proponiendo políticas públicas,
ejerciendo presión colectiva para atender sus reclamos y fiscalizar las
acciones gubernamentales. Por otro lado, un aumento en la representación
política de las mujeres en las estructuras del poder formal podría servir para
establecer vínculos políticos que promuevan las agendas de la sociedad
civil. El desafío está en cómo aumentar
la representación sustantiva de la mujer en las estructuras gubernamentales en
un contexto de crisis y retrocesos en la participación femenina en la política.
De las entrevistas realizadas con líderes políticas se pueden articular,
además, dos propuestas: La primera consiste en
desarrollar un programa que provea educación política a las aspirantes a
escaños electivos sobre los procesos políticos y la administración del gobierno
a nivel estatal y municipal. Según las entrevistadas, un obstáculo importante a la participación política en
igualdad de condiciones con los hombres es la falta de conocimiento sobre los
procesos políticos y el funcionamiento de las instituciones y estructuras de
gobierno. La segunda propuesta se basa en el
establecimiento de mecanismos de cuotas para aumentar el número de mujeres en puestos
electivos. La configuración de este
mecanismo, su naturaleza, forma, nivel y extensión de su aplicación es un tema
que genera mucha controversia y mucha ambivalencia. Es claro que se necesita mucha discusión
dentro de los partidos políticos, en las esferas del gobierno y las
organizaciones de la sociedad civil sobre estas propuestas para incentivar y
proveer oportunidades de participación y representación política más
equitativas por género.
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Entre el saber y el hacer: Inés María Mendoza, de maestra a ministra sin
cartera
José Luis
Colón González, MPA
Las mujeres deben interesarse tanto como
los
hombres en las actividades de la política
y
del gobierno porque de ello depende la filosofía social, los programas de
acción social, de bienestar social en beneficio de nuestros países.[33]
Inés María Mendoza
La convocatoria de este II Coloquio
sobre Historia de las Mujeres en Puerto Rico y el Caribe busca honrar la
aportación de mujeres de las cuales no nos habla la “historia oficial”. Inés
María Mendoza Rivera es mayormente recordada por ser la esposa de Luis Muñoz
Marín, primer gobernador electo por los puertorriqueños. Sin embargo, cuando
nos adentramos a investigar su vida, encontramos que más allá de su rol de
Primera Dama de Puerto Rico, tuvo una destacada participación en los asuntos
políticos y gubernamentales que no ha sido reconocida, quizás por permanecer
bajo la sombra de uno de los líderes más destacados y trascendentales del siglo
XX puertorriqueño.
Inés María Mendoza nació el 10 de
enero de 1908 en Naguabo. Su niñez estuvo marcada por la transición de una
comodidad económica a un ambiente de estrechez y limitaciones, como resultado
del absentismo azucarero que despojó a su familia de grandes cantidades de
terrenos dedicados al cultivo de caña. Con tesón y sacrificio, la joven Mendoza
Rivera obtuvo el grado de Normal en la Universidad de Puerto Rico. Este logro
no solo le permitió trabajar como maestra y generar un modesto ingreso para
mantener su núcleo familiar, sino que le brindó la oportunidad de dar rienda
suelta a la vocación magisterial que desde niña habitaba en ella. En su Diario, expresa:
Me di cuenta de
mi vocación cuando, bajo unos árboles frondosos de mangó, reuní a los muchachos
de Río Blanco para enseñarles canciones y juegos. Tendría yo entonces doce años
y noté el gusto que me daba enseñar por la sorpresa y la alegría que me
producía el ver que los niños aprendían como por milagro.[34]
El abuso de los empresarios estadounidenses contra el
campesino puertorriqueño, la marginación y el discrimen contra la mujer desató
en la joven maestra un arraigado sentimiento patriótico que tuvo su punto
culminante durante los años de la década de 1930. Para combatir estos males y
abogar por la igualdad y dignidad de la mujer, la joven Inés Mendoza ingresó al
Comité Directivo de la Asociación Insular de Mujeres Votantes, a la que llegó
de la mano de la líder feminista Isabel Andréu de Aguilar.[35]
En
1931, con apenas 23 años de edad, y luego de ofrecer un discurso a favor de la
independencia de Puerto Rico ante la Sesión de Propaganda de la Asamblea Insular
de Mujeres Votantes, la joven maestra despertó el interés de la periodista
feminista Ángela Negrón Muñoz. Doña Jesusa, su madre, se oponía a que Negrón la
entrevistara por entender que su hija era demasiado fogosa. Sin embargo, la
periodista no se dio por vencida hasta lograr entrevistar a la joven maestra,
ya que fue su discurso el mejor, el de
más brío, el que más aplausos conquistara. Sus palabras fueron las más
emocionantes y las más sugestivas de la noche.[36]
Durante la entrevista, Inés se expresó con la claridad
y sinceridad que siempre le distinguió. Manifestó ser miembro del Partido
Nacionalista dirigido por Pedro Albizu Campos, y demandó que la constitución de
la República era inaplazable porque solo
un gobierno nuestro tendrá interés en suprimir tanto dolor. Recordemos que
estos eran los años del desempleo, las enfermedades, el hambre y de la
insistencia del gobierno estadounidense en americanizar a los puertorriqueños a
través del sistema de instrucción pública.[37] Otra de las
manifestaciones que hizo Inés María Mendoza en dicha entrevista fue en contra
de la enseñanza en inglés en las escuelas del País. Esta situación la llevó a
enfrentar una de las grandes batallas de su vida. Sobre este particular,
expresó: Ningún pueblo del mundo discute
si debe enseñarse en sus escuelas en el idioma vernáculo o no.[38]
La
lucha del idioma llevó a la joven maestra a ocupar los principales titulares de
prensa cuando denunció ante la Comisión para la Investigación de los Derechos
Civiles en Puerto Rico, que se constituyó para investigar los sucesos de la
Masacre de Ponce de 1937, el uso del inglés en la enseñanza. En su deposición, Mendoza
abogó por una educación en el idioma vernáculo porque lo contrario era
perjudicial psicológicamente y sería un grave obstáculo a la formación integral
del pueblo puertorriqueño. Para Inés, se trataba de una cuestión política.
Pocos días después de la denuncia y de su comparecencia ante la Comisión Hays,
como también se le conoció a este organismo, recibió la noticia de que su
contrato como profesora de español en la Escuela Superior Central de Santurce
no le sería renovado.[39]
Fue
durante su participación en la Comisión Hays que se cruzó por primera vez con
Luis Muñoz Marín. Antes lo había visto pasar en la Biblioteca Carnegie mientras
ella preparaba una lección para sus estudiantes en la Escuela Superior Central.
Aquel encuentro, transformó su vida y sus ideales por el resto de sus días.
Como resultado, a partir de 1938, Inés Mendoza tuvo una activa participación en
la fundación del Partido Popular Democrático. Junto a Muñoz, recorrió campos y
pueblos para que los campesinos validaran, mediante el voto en las urnas, la
justicia social proclamada en el programa de gobierno del Partido Popular.[40]
A
partir de ese momento, las vidas de Muñoz e Inés se convirtieron en una sola,
sin ella necesariamente perder su identidad. Inés María Mendoza se dedicó a
soñar y a construir junto a Luis Muñoz Marín la transformación de un nuevo
país. En su viejo Ford azul, solía acompañarlo buscando adeptos para su causa
entre los desposeídos. Fue una de las promotoras de El Batey, el periódico del Partido Popular que se imprimía con lo
que se sacaba de la venta de anuncios para promover los pilares del programa de
gobierno del PPD ante la falta de dinero para pautar anuncios en los periódicos
de circulación general y la radio. Fue precisamente a través de El Batey que el Partido Popular hizo el
primer llamado a las mujeres a través de un escrito titulado “Lean esto las
mujeres de nuestros campos”. En el mismo, se les indicaba que eran ellas las
más cerca que estaban del hambre, la necesidad y el sufrimiento del pueblo, y
que eran ellas las llamadas a ayudar al Partido Popular a combatir los grandes
intereses corporacionistas que mantenían al país sumergido en aquella
situación.
Inés Mendoza fue también la autora intelectual del Catecismo del Pueblo, la sencilla publicación
auspiciada por el Partido Popular a manera de preguntas y respuestas para
instruir al jíbaro de la importancia del voto. En la página 6 de su Diario Íntimo, así lo confirma:
Escribía para
Muñoz los pensamientos que éste soltaba al aire sobre lo que debía ser el
programa de gobierno. Bautizó con el nombre de Catecismo una serie de
explicaciones sencillas dictadas por él sobre los problemas sociales,
económicos y políticos del pueblo. “¿Qué te parece?, me dijo al dejar de
dictar. “Se me parece a un Catecismo”, le dije. Y así se quedó, se repartió y
se leyó.”[41]
En 1951, luego de aprobada la Ley 600 en el Congreso
de los Estados Unidos, el Gobierno de Puerto Rico tenía la responsabilidad de
consultar al pueblo para que expresara su respaldo o rechazo a la autoridad
conferida por dicha ley para que los puertorriqueños redactaran su propia
constitución. Consciente de la importancia de la participación de la mujer en
este proceso, Inés María Mendoza levantó su voz y publicó un mensaje en el
periódico El Mundo. A través de éste
instaba a todas las mujeres puertorriqueñas a respaldar con su voto la
redacción y adopción de nuestra constitución. En el mensaje, titulado “Unas
palabras a las mujeres de Puerto Rico”, Inés aprovechó la oportunidad para
reforzar la importancia del voto y significar la responsabilidad que como
mujeres y madres tenían con el mismo:
La gran costumbre
de la consulta en la urna electoral es la que le asegura la libre expresión de
su voluntad a nuestros hijos – para que
ellos digan cómo quieren que sea su gobierno, cómo quieren que sea su programa
de vida. La urna electoral, mis queridas amigas, es el arma de la paz. Es la
protección contra el terror que, usando balas y violencia, paraliza la voluntad
libre. La urna electoral es la entraña de toda acción creadora de los hombres
libres que viven en el estilo democrático… No hay mayor protección para la vida
de todos nuestros hijos que esta del respeto a la urna electoral. Por eso
debemos ser nosotras las depositarias de esta fe, las que acostumbremos a
nuestros hijos a usarla para expresar su voluntad, y las que les dejemos el
recuerdo de “habernos visto” usándola para decir lo que queríamos para ellos,
para el mayor bien de ellos…[42]
Cuando, como esposa del primer gobernador electo, mudó
su destino a La Fortaleza, comprendió que con su trabajo social y político
había logrado atraer a sus manos el privilegio de hacer bueno su ideario
social. Como esposa del Gobernador, ahora tendría el poder de hacer.[43] En esa dirección, brindó apoyo
y respaldo a proyectos para mejorar la vida rural, el desarrollo de programas
para fomentar el bienestar de la niñez, la conservación de la naturaleza y la
educación de la comunidad. Fue así como tomaron auge innovadores proyectos como
las Estaciones de Leche, originado por su antecesora Grace Tugwell, y se
implantaron otras iniciativas como la biblioteca rodante para llevar este vital
recurso a comunidades pobres y aisladas.
Como Primera Dama, Inés María Mendoza no limitó sus
responsabilidades a ser la anfitriona de las actividades que se organizaban en
La Fortaleza. Gracias a su compromiso como portavoz del programa de gobierno de
la administración de Muñoz Marín, se convirtió en guardiana de la cultura y del
patrimonio puertorriqueño. Una de sus primeras acciones fue revitalizar la
Mansión Ejecutiva dotándola de elementos puertorriqueños a través de obras de
arte, muebles y artesanías. Desempeñó un rol fundamental en la creación e
implantación de proyectos fundamentales como la División de Educación a la
Comunidad, la DIVEDCO, en 1949, y el Instituto de Cultura Puertorriqueña en
1955. Gracias a la influencia de Inés María, el gobernador Muñoz Marín
favoreció la selección del joven arqueólogo Ricardo Alegría -su discípulo de la
Central High- para la dirección ejecutiva del ICP.
De igual forma, cuando Inés María Mendoza tenía que
criticar alguna situación, lo hacía con la misma vehemencia y firmeza. Durante
los años 50 se le atribuía a Muñoz un estilo dictatorial de gobierno. Inés hizo
su propio análisis y en una comunicación confidencial “al Gobernador” detalló
los elementos que a su juicio generaron aquella percepción. Repartió críticas
por igual: falta de sensibilidad en algunos jefes de agencias, exceso de
delegación burocrática, y falta de comunicación entre el Ejecutivo y los
legisladores del PPD. Su intervención en los asuntos de gobierno era tomada con
respeto y seriedad por parte de los miembros del gabinete del Gobernador. Como
cuestión de hecho, era considerada por algunos como el poder detrás del trono.
Por más de una década la Primera Dama se mantuvo en
contacto con el pueblo a través de columnas y ensayos que se publicaban en los
principales periódicos del país, e intervino en los asuntos políticos del
Partido Popular Democrático. Ejemplo de ello quedó demostrado el 16 de agosto
de 1964, cuando Luis Muñoz Marín anunció a la Asamblea General del Partido
Popular en Mayagüez su retiro definitivo de la política electiva. El reclamo
incesante del público para que no lo hiciera ahogó las expresiones de Muñoz.
Ante el contundente estribillo de “cuatro años más” que detuvo el mensaje del
máximo líder del PPD, doña Inés se apoderó del micrófono para expresar: Silencio. Yo les suplico dejen a mi esposo
vivir… ustedes se lo deben, dejen que se vaya… Déjenlo vivir.
Poco más de quince años después de aquella histórica
asamblea de Mayagüez, doña Inés Mendoza volvió a ser noticia. En abril de 1980,
luego de varios quebrantos de salud, falleció don Luis Muñoz Marín, su
compañero de luchas. El País se encontraba sumergido en la ansiedad y
desesperanza provocadas por la violencia, opresión y violación de derechos
civiles que caracterizó la gobernación de Carlos Romero Barceló. Ausente Muñoz,
Inés Mendoza absorbió la responsabilidad del llamado a la unidad y a la
militancia para tratar de derrotar a Romero. El 25 de julio de 1980,
escasamente cuatro meses antes de las elecciones, al dirigirse a los miles de
Populares que se congregaron en el Estadio Hiram Bithorn de San Juan para
conmemorar la Constitución del Estado Libre Asociado, doña Inés acuñó la
célebre frase, ¡SIN MIEDO!, para que
el Partido Popular Democrático no se amilanara en su intento de rescatar a
Puerto Rico.
Convencida del rol de la mujer en los asuntos
políticos del País, en 1984, en un artículo titulado La participación de la mujer en la política, doña Inés estableció
que la democracia de la sociedad estaba sustentada en la figura de la mujer:
La participación
activa de la mujer, protectora de la urna electoral, es deber como guardiana
que ella es del talento de sus hombres, de la inteligencia de sus hijos, de la
honestidad de la vida pública. Todo esto está dentro de la urna electoral con
la participación política limpia y noble de la mujer puertorriqueña.[44]
En este escrito, a manera de testamento político, doña
Inés pronunció su famosa “Letanía de alabanza de las mujeres ilustres de Puerto
Rico”, no solo para consignar la aportación de las mujeres puertorriqueñas al
desarrollo político de la Isla, sino también para dejar meridianamente claro
que era en la figura de la mujer que estaba la esperanza del País:
Lola
Rodríguez de Tió, ayúdanos; María Bibiana Benítez,
ruega por
nosotros; Alejandrina Benítez, Rosa Labrador,
Luisa
Pimentel, Ana Roqué de Duprey, danos la paz; Luisa
Capetillo,
Concha Torres, Julia de Burgos, haznos la justicia;
Juana
Rodríguez Mundo, María Libertad Gómez, rueguen por
nosotros
todas. Es la letanía que en la religión se alaba a su
mujer
ejemplar y le pide amparo. Yo las invito a ustedes hoy,
las millones que hay que sufrieron, lloraron, bregaron
con la
escasez,
los sacrificios, la ignorancia y el dolor de Puerto Rico, santas mujeres
puertorriqueñas:
rueguen, rogad por nosotros, rueguen por Puerto Rico en este
fin de
siglo en que nos toca otra vez levantarlo en vilo con los brazos, sostenerlo
en nuestro
regazo, protegerlo y salvarlo de la desesperación.[45]
Transcurrido
el tiempo, las palabras de doña Inés aun esperan por terreno fértil. Aunque las
mujeres constituyen el 52 por ciento del electorado del País, cada vez son
menos las que están dispuestas a participar de la política activa. Doña Inés
María Mendoza demostró con sus hechos y acciones que no se necesita un escaño
legislativo para decir y hacer; que no hay puesto o título mayor que el deber
ciudadano; que por encima de una insignia o de una papeleta, está el compromiso
moral de contribuir a forjar un mejor mañana.
En
medio de la crisis de principios y valores democráticos, de la intolerancia, de
la violencia y la desesperanza que enfrentamos los puertorriqueños, hoy se hace
imperativo que contemos con más ministras sin cartera como doña Inés María
Mendoza. Su obra invita, su valentía… inspira.
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su vida interior en sus diarios y
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Mariana Bracety: una patriota que no claudicó
Raquel Rosario
Rivera, Ph.D.
La figura de Mariana Bracety ha estado plagada de mitos y
de historias recreadas por sus
biógrafos. La falta de un compromiso genuino de investigación documental sobre
ésta mujer ha permitido crear unas imaginaciones alejadas de la verdadera
historia de ésta patriota, que viene a exaltar la figura de la mujer
puertorriqueña. Apenas se empiezan a
abrir las puertas de la presencia de mujeres que ejercieron influencia social y
política en la historia de nuestros pueblos.
La ausencia de la figura femenina en nuestros libros de historia, ha
motivado a otras mujeres, profesionales de la historia, a buscar toda posible evidencia que permita
reconocer las acciones que ejercieron estas mujeres en momentos determinados. [46]
Por ser hija de un venezolano y una puertorriqueña, tuvo
la presencia genética de dos culturas que
supieron aportar, mediante las figuras de sus padres, sólidos
conocimientos de dos naciones que intentaron gobernarse por mismas y que
luchaban por su independencia.
La educación de Mariana sería
fundamental para fortalecer sus ideas, su pensamiento y su propia independencia
intelectual en pos de definir lo que
políticamente era necesario para su patria.
Su amor a la Venezuela de Bolívar lo obtendría a través de lecturas que
tenía su padre, que era otro amante de la libertad y propulsor de que los pueblos tuvieran sus propios gobiernos no sometidos a imperios castrantes. Apenas sabemos
de su desarrollo educativo, pero no es necesario saberlo, cuando su formación
se reflejaba en su elegante firma y en
su amor por la lectura que la
encausaría a fortalecer sus propias ideas. Su madre, María Antonia Cuevas, iletrada,
procuró que sus hijos no carecieran de lo que en juventud no tuvo, una
educación propia de la época: la de maestros privados, que le dieran la formación educativa básica:
saber leer y escribir. Ella se encargaría de ser una autodidacta del
intelectualismo de la época, pues le gustaba leer mucho. Estas lecturas le dieron la formación para poder
entender las acciones de los gobiernos dictatoriales y militares de Puerto Rico
y el Caribe. Sus lecturas le compusieron los elementos para reconocer que Puerto Rico necesitaba un cambio político
inmediato.
Nació un 29 de julio de 1825 en la hacienda Santa Rosa,
del barrio Anones de Mayagüez, propiedad de su padre y fue bautizada con el
nombre de Ana María. Fue la décima descendiente que procreó el matrimonio de
Antonia Cuevas y Francisco Bracety, que la formaron siete niñas y tres varones.
No llegó a conocer a su padre, pues falleció cuando ella apenas contaba con
tres años. Su padre falleció en 1828.
Pasó su niñez entre el barrio Anones de Mayagüez y el barrio Rio Cañas
de Añasco, donde su padre les dejó una hacienda de mucho valor económico. Supo
por las historias contadas entre su familia, que su padre Francisco, era
natural de la isla Margarita en Venezuela y que fue capitán de una goleta de su
propiedad llamada La Monserrate, por
lo que solía tener ausencias prolongadas.
Le contaron de las hazañas de su padre para ayudar a Juan Sánchez Ramírez,
aquel patriota dominicano que intentó liberar a Santo Domingo del dominio
francés en 1808. Era su padre quien llevaba papeles, víveres, armas y patriotas
dominicanos para lograr la independencia de la vecina colonia.[47] Era una época de
guerra, por lo que Bracety fue apresado en par de ocasiones, y devuelto a
Mayagüez.
Ya adolescente, en
sus visitas a Añasco, Mariana conoció a un joven quien sería su primer
esposo, José Adolfo Pesante, hijo del
más rico hacendado de Añasco, don José Pesante. Se casó cuando contaba 25 años
de edad, precisamente el día de su
onomástico, 29 de julio de 1850. Con
José Adolfo Pesante, cuatro años más joven que Mariana, procreó tres hijos: Antonia,
Ramona y José Adolfo. En 1855 la
epidemia del cólera morbo azotó a Puerto
Rico trajo estragos en la Isla afectado a 25,820 personas que fallecieron a
consecuencia de este mal.[48] En Añasco
fallecieron 1,792 personas entre ellas José Adolfo Pesante cuando apenas sus
hijos eran infantes.
Mariana se mantuvo en estado de viudez durante cuatro
años cuando el amor volvió a sonreírle y conoció en Añasco a Miguel María Rojas
Luzardo, un joven venezolano recién llegado al pueblo. Este joven, a quien
Mariana le superaba por siete años de edad, se enamoró perdidamente de la joven
de lánguidos ojos. Cuatro meses después de su matrimonio nacía la niña Wecensla
Higinia.[49] Dos años más tarde, el hermano de Miguel, Manuel Antonio
Rojas, compró una hacienda de café en el barrio Pezuela y Mirasol de Lares, a
la que le dio el nombre de “El Triunfo.” Manuel invitó a su hermano a vivir en
una casa aledaña a la gran casona de los Rojas Serrano, lugar que residirían
por cinco años.
Las
conversaciones de su esposo Miguel y de su cuñado Manuel Rojas Luzardo
influenciaron a Mariana a abrirse a las nuevas ideas, a los nuevos cambios.
Formó parte de las células revolucionarias y fue miembro de Centro Bravo Núm.
2, organización revolucionaria del pueblo de Lares. Allí fue nombrada miembro
suplente. Participó en las reuniones con
sus ideas y promocionando un cambio para
la Isla. Estaba muy consciente de que
debía haber una revolución, y que Puerto
Rico fuese gobernado por los suyos. Reconocía que el gobierno, con sus
impuestos, estaba ahogando a la clase trabajadora, que limitaba los derechos
políticos de la población, y que coartaba sus libertades. Ella fue víctima de esos abusos, cuando en
una ocasión por poco pierde a su único esclavo, Marcos. Mariana era muy pobre y
esta situación agravaría más su situación económica. Aunque tuvo a su esclavo
Marcos desde pequeño, no pudo darle la libertad, que tanto promovía. Creció con
él y junto a él. Gracias a éste pudo sobrevivir
los tiempos de una vida precaria. Marcos fue alquilado para realizar
trabajos de panadero y fueron sus ingresos los que ayudaron a Mariana y su
familia.
No existe duda que Mariana cosió la
bandera que recorrió los campos de Lares y de San Sebastián del Pepino.
Confirmamos con su hija de crianza, Polita, que si cosió la bandera junto a
Obdulia Serrano en la quietud de la hacienda “El Triunfo’ del barrio La
Pezuela. Mariana cosió el símbolo
patrio, con sus laboriosas manos, con hilo dorado, pero no sólo con los tejidos
que cortó y despuntó, sino en el alma de
los que querían ver a su patria libre y soberana. Era el símbolo de aquellos
que, caminado hacia la lucha, no
despegaban sus ojos de lo que la bandera simbolizaba: el sudor y sacrificio de
muchos labradores, campesinos, amas de casa y gente humilde, que tenían una esperanza puesta en aquella
gesta. No fue la única que cosió una
bandera patriótica, pues hubo otras banderas como otras costureras, pero fue la
más conocida.[50] Fue tan
conocida por ello que le llamaron Brazo de Oro, por la que se le distingue.
Mariana Bracety no fue la única Brazo de Oro, nuestra hipótesis nos lleva a
pensar que existían varias mujeres que fueron conocidas como Brazo de Oro.[51] Al menos conocemos dos. Indiscutiblemente, existían féminas que
colaboraron con el movimiento y quedaron en el anonimato. Hubo una francesa,
joven y hermosa llamada Justina Rochet Ruperto, que sin tener las ataduras familiares que tenía
Mariana, al ser mujer soltera, cumplió – como decía Pérez Moris- “arrastrar
con sus encantos a los jóvenes a la insurrección”.[52] Fue una
manera de convencer a muchos de lo justo y necesario de la causa. Se le llamaba
también Brazo de Oro, pues llevaba en sus manos comunicaciones a los miembros y
a los nuevos adeptos a la revolución. Como
ella, otras mujeres también fueron participantes, aunque menos reconocidas.
Debemos también exaltar la figura de otra patriota como María Eduviges
Beauchamp, a la que Ramón Emeterio Betances
llamó “benemérita patriota”, exaltándola aún más que a Mariana Bracety a
quien llamó “benemérita ciudadana”. El grupo de mujeres que se ha relacionado
con la gesta la forman Obdulia Valentina Serrano Ríos, esposa de Manuel Rojas,
con otras implicadas como Dolores Cos,
Ana Martínez, doña Joseíta, Rosalía
Márquez y Rosa Martínez.[53] Otras, como María Eduviges Beauchamp, quedaron en el
anonimato y sólo se sabe de ellas por las indagatorias. Reafirmamos el
compromiso que tenían las mujeres con la causa de conseguir la soberanía de
nuestra Isla.
Mariana fue, para muchos, una mártir dentro de la revolución. El 6 de octubre de 1868 era apresada en su casa del barrio
Pezuela de Lares y la calamidad arrastraba a su familia pues su esposo Miguel
ya había sido apresado. Los soldados registraron toda su casa. Se llevaron
documentos de su esposo y cargaron con un baúl lleno de telas. Su
calvario lo pasó camino a la cárcel de Lares – Casa del Rey- con sus
hijos de 17, 15, 13 y 4 años,
respectivamente, quienes tuvieron que caminar varias horas con destino a su
presidio. La cárcel de Lares fue su casa durante 52 días en una pequeña
habitación que sería compartida en la más infame situación con sus tres
hijas. Su hijo José Adolfo se quedó con
su tío José Cecilio Cuevas en el pueblo de Lares.
Durante el proceso revolucionario,
la cárcel de Lares fue centro de apresamiento de más de 189 presos, todos
varones, los que iban ubicando en las habitaciones del primer piso, de la Casa
Alcaldía. Mariana estuvo ubicada en una pequeña habitación del segundo piso, en
incómodos catres.
Fue la única mujer que afrontó y
sufrió la pena del encierro injustificado en la cárcel de
Lares. No hubo otras mujeres presas, al menos no pernoctaron ni tan si quiera
un sólo día. No las hubo. Sólo una le
acompañó por escasas horas y fue su cuñada y solidaria por la causa de la
independencia: Obdulia Serrano de Rojas,
esposa del Jefe de las fuerzas revolucionarias Manuel Rojas Luzardo. Creemos que su padre,
don Manuel Serrano, al ser el Sacristán de la Iglesia de Lares hubiese abogado
por su hija, logrando liberarla.[54] Ni sus niñas ni ella padecieron alguna enfermedad que
les aquejara, a excepción de las
incomodidades de ella y de las dos niñas
mayores, ya adolescentes, en su tránsito mensual de mujer. Y es preciso aclarar que la condición de
salud de Mariana fue normal. Se ha mencionado por algunos autores y por la niña
que crió, Polita, de un posible aborto en la cárcel. Ángela Negrón Muñoz
menciona que “Durante su encarcelamiento abortó un hijo que al ser detenida llevaba
en su seno.”[55] Hemos descartado con toda certeza este suceso, por documentos en nuestro poder.[56] Los informes que
presentaran los alcaldes, luego de la amnistía, tuvieron que ser específicos en
cuanto a los gastos incurridos en el
proceso. El alcalde de Lares, Rodulfo Guerrero, tuvo que presentar los gastos
médicos de los presos. Sólo hubo dos presos
que requirieron ayuda médica, uno fue Manuel Rosado, “el leñero” a quien
se le colocaron 12 sanguijuelas, el
29 de septiembre de 1868, a un costo de 6
pesos. El otro preso que recibió ayuda fue Eugenio Román a quien le colocaron 4
sanguijuelas a un costo de 2 pesos.
“Tengo
el honor de remitir a V.E. los antecedentes sobre gastos extraordinarios en la
insurrección de 1868 para que en su vista sirva
VE disponer que por el estado se reintegre a los fondos de caminos de
este pueblo las cantidades que supliera en aquella época.” [57]
Su último día en la cárcel de Lares
fue el 26 de noviembre del 1868. No estaba siendo liberada, sólo se estaba
trasladando de la cárcel a una casa con techo de paja, propiedad de su tío José
Cecilio Cuevas, en calidad de encierro domiciliario. Con garantía puesta, allí
estaría, sin salir, hasta nuevo aviso. Para ella y sus hijas era lo mejor que estar oyendo los gritos y maldiciones de los presos. Mariana consiguió su libertad y pudo salir
libremente de esta casa el 29 de enero de 1869, cuando fue avisada de la
Amnistía.
Mariana siempre tuvo en su mente el
ideario de Betances, el ideario de la libertad, aunque no lo practicó hasta que
fue apresada, esa experiencia le sirvió para valorizar el don preciado de la
libertad. Mariana tenía un esclavo y sabemos de él por una carta que le
escribió al gobernador en ocasión de no haber pagado un impuesto. Asi decía en
estos términos:
“Inmensa ha sido, Excmo. Sr., la pena que sintió mi corazón al recivir
hoy por un particular la nueva de que
hiva a perder aunque sin culpa el único recurso que cuento para subvenir a las
imperiosas necesidades de mi familia que se compone de tres hijas, de un esposo
que a consecuencias de los continuos
ataques epilépticos que desde muy atrás sufre como lo prueva el
credencial que respetuosamente acompaño, ha quedado en deshuso de la razón, un
hijo tullido* y mi avanzada edad se me ba haciendo ya imposible ganar la vida
cociendo como lo hacía antes, y aún lo
sigo haciendo trabajosamente; y en tan aflictivas circunstancias en que me
hayo amenazada tan de cerca por
la miseria máxima en la actualidad que
el temporal ha destruido todos los frutos alimenticios, he deliberado animada
por la convicción que me asiste de los filantrópicos y umanitarios sentimientos que V.E. tanto enaltecen ocurrir.”[58]
Esta carta nos deja ver la pobreza que estaba viviendo Mariana. En los momentos de reflexión que vivió en el
encerramiento de cincuenta y dos días de cárcel, entendió el valor de la
libertad, un derecho inalienable a todos los humanos. Mariana entendió los
cuarenta y cuatro años de privación de libertad que tuvo a su querido Marcos.
Esa reflexión le serviría para darle la libertad una vez saliera de la cárcel.
Así fue. Mariana, voluntariamente, le dio la libertad a Marcos en 1869. Tuvo
que vivir la experiencia de la privación, para entender el apreciable valor de
la libertad y lo aplicó. Marcos fue libre cuatro años antes de concederse la
libertad a los esclavos en Puerto Rico.
Ambos entraron a una nueva etapa de sus vidas, a tener mayor felicidad.
En el año 1871, su esposo Miguel Rojas, quien padeció de epilepsia, falleció a la edad de 38 años. Cuatro años más tarde, en abril de 1875,
contraía nuevamente nupcias con un joven aguadillano de origen italiano llamado
Santiago Laviosa. Otra vez Mariana volvía a casarse con un caballero 20 años más joven que ella. De este matrimonio no
hubo descendencia, aunque adoptaron a un niño al que le llamaron Juan Laviosa.
Se ha especulado mucho sobre los últimos anos de Mariana. Apenas vivió con su esposo Santiago unos 13
años, pues se separó de este, posiblemente por desavenencias propias por la
diferencia de edad. Volvió a vivir en la casa del pueblo, la que le perteneció
a José Adolfo Betances. Viajaba continuamente a Mayagüez a visitar a sus tías,
Las Cuevas, y se mantenía leyendo continuamente y haciendo la caridad a muchos.
Mariana tuvo sus limitaciones económicas como familiares. Fue una mujer en todo
el sentido de la palabra. Esposa responsable, buena madre, trabajadora,
intelectual, segura de sí misma y encaminada hacia un norte. Vivió con Polita,
una negrita que adoptó desde 1887 cuando tenía cinco años y que fue su hija
adoptiva hasta su muerte. Tenía un sentido de humanidad incalculable e hizo la
caridad a muchos en su amado Añasco.
Se
ha mencionado por otros historiadores que Mariana padeció de afasia y que a
consecuencia de esto murió. Antes de la llegada de los norteamericanos, Mariana
tuvo paralizado su rostro a consecuencia de unos ataques del corazón. Su corazón debilitado, tal vez por la
cantidad de sufrimientos, fue minando
poco a poco su salud. Jamás volvió a decir una sola palabra, sólo Polita la entendía
y la ayudaba en todos los quehaceres del hogar. Dejo de respirar un 24 de
febrero de 1903 a las doce del mediodía a consecuencia de una endocarditis
crónica.
Mariana
fue una patriota que sufrió por
amor a su patria. Mantuvo siempre
erguida su cabeza, mantuvo claro sus ideales, y nunca se arrepintió de sus
acciones, porque fue leal a su vida, la de sus compañeros, la de la Sociedad y
la de su patria. Sólo la muerte calló su
voz, pero sus ideales se mantuvieron vivos porque Mariana fue una patriota que nunca claudicó.
.
El partido republicano y la lucha por el sufragio femenino
Yolanda Martínez Viruet
“No puede haber libertad donde no hay igualdad, donde el derecho y el
deber no obligan lo mismo al uno que a
la otra”
Ricarda López de Ramos
Casellas
En su libro “Ricarda López de Ramos Casellas, tizas,
conciencia y sufragio”, nos dice la Dra.
Sandra Enríquez Seiders, que luego de la
invasión norteamericana en 1898, el Partido Liberal Fusionista y el Partido
Autonomista Puro u Ortodoxo tuvieron que reorganizarse. Los puros, bajo el liderato del Dr. Celso
Barbosa, lograron un manifiesto en marzo de 1899, en la que se proponía la
creación de un nuevo partido. Es así
como el 4 de julio de 1899, y luego de una Asamblea, quedó fundado el Partido
Republicano Puertorriqueño. Así mismo,
los liberales, lidereados por Luis Muñoz Rivera, aprobaron el 1 de octubre del
mismo año el manifiesto y el programa del Partido Federal.
En el primer programa político del Partido
Republicano, aprobado el mismo día de su fundación, se estipuló y cito “Fieles
a los principios de la Constitución Federal y al régimen de la autonomía local
que de aquella se deriva, proclamamos el imperio de la libertad y de los
derechos individuales, especialmente el del sufragio universal, para todo
ciudadano americano, rico o pobre, nacido o no en el país” (Constitución del
Partido Republicano Puertorriqueño, 28 de marzo de 1898. Bolívar Pagán, I, pp. 35-38).
En el preámbulo de ese documento se afirmaba: “Siendo
ahora territorio y mañana Estado de la Unión Americana, se realizan
satisfactoriamente los más perfectos ideales de un pueblo como el
puertorriqueño…” Nos dice María de Fátima
Barceló Miller, en “La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico
1896-1935”, “Es evidente que se daba por hecho, en un futuro muy cercano, la
anexión de Puerto Rico como estado de la Unión.
Bajo este convencimiento se dio por descontado que la isla tendría todos
los poderes garantizados en la Constitución federal, entre ellos, la suficiente
autonomía para legislar y fijar los requisitos que habrían de tener los
electores locales, como se estaba haciendo en los restantes estados de aquella
nación”.
El retraimiento electoral del Partido Federal en las
elecciones de 1900, las primeras que se
celebran bajo la bandera estadounidense, permitió que los republicanos coparan
los escaños de la Cámara de Delegados. (Sobre los motivos del retraimiento de
los federales, véase, Pagán I, pp75-76; Scarano, p. 627). En ese mismo año, el delegado republicano por
Guayama, Pedro María Descartes, presentó
el primer proyecto de ley dirigido a
otorgarle a la mujer puertorriqueña, el derecho al voto. (Lidio Cruz Monclova,
Historia de Puerto Rico, Siglo XIX, vol. 3, pp. 471-476).
El proyecto que sometió Descartes, el H.B. 41 del 15
de diciembre de 1900, declaraba que la mujer estaba “…en aptitud de ejercer el derecho electivo;
y por lo tanto, puede votar como el hombre.”
Se añadía que, “la edad y condición para ejercer tal derecho serán la
mayoría de edad señalada por la ley, y saber leer y escribir”. (Biblioteca
Ateneo Puertorriqueño, Colección Antigua, Primera Asamblea Legislativa, Primera
Sesión, 3 de diciembre 1900 a 31 de enero 1901). Ahora bien, este proyecto no
otorgaba el sufragio a las mujeres en igualdad de condiciones que al varón. La
ley electoral vigente, impuesta por el gobierno militar norteamericano en 1899,
permitía votar a los hombres mayores de 21 años, que supieran leer y escribir o
que pagaran contribuciones al gobierno. (Bolívar Pagán I. p.75; José Trias Monge, Historia
Constitucional de Puerto Rico. San Juan, Editorial Universitaria 1980, vol. I,
p.279). El proyecto de Descartes,
eliminaba esta última condición para las
mujeres. Es decir, el requisito
indispensable para que estas ejercieran el voto era la literacia y no su
solvencia económica, alternativa ventajosa que gozaban los hombres analfabetos
con recursos económicos. De otra parte,
el proyecto no reconocía el derecho de
las mujeres a aspirar a cargos electivos, como escaños legislativos, alcaldías
o comisionado residente.
Al parecer, este proyecto fue una iniciativa
particular de Descartes, y no contaba con el respaldo de su partido. El proyecto no fue considerado ni discutido
por la Cámara, que estaba dominada en su totalidad – los 35 escaños – por los
republicanos. En la prensa del país se
reseñó que los delegados no le prestaron mucha atención, (“Legislative Assembly
of Porto Rico-13th day”, The San Juan News, december 18, 1900, p. 1) lo que
sugiere que esta primera generación de legisladores republicanos entendía por
sufragio universal, el masculino universal.
Cuando en 1903 el Consejo Ejecutivo modificó la ley
electoral vigente, y se estableció el
sufragio universal masculino, que declaraba capacitados para votar a todos los
hombres mayores de 21 años, aunque no supieran leer ni escribir, ni fueran
propietarios ni contribuyentes, el Partido Republicano eliminó de sus programas
de los años subsiguientes el asunto del derecho electoral. (Véase los Programas
del Partido Republicano años 1904, 1913 y 1915. En Pagán I. p.50)
La
Coalición, la Alianza y el voto femenino
Al iniciarse la
década de 1920, la atmósfera político-partidista en la Isla se complicó. El Partido Unión, que copaba los cargos
electivos del gobierno desde 1904, se había convertido en una colectividad
esencialmente autonomista, aunque todavía contaba con el respaldo del sector
independentista. Pero las gestiones que
el presidente del partido y del Senado Antonio R. Barceló realizo en 1922 a
favor del Proyecto Campbell, con el cual se pretendía establecer un Estado
Libre Asociado con los Estados Unidos, disgustaron a los independentistas que
militaban en la colectividad. Estos se
retiraron de la Unión y formaron su propia entidad bajo el nombre de Partido
Nacionalista. El éxodo independentista
de las filas unionistas, sumado al aumento de las fuerzas republicanas y
socialistas colocó en una posición muy vulnerable al Partido Unión. El resultado de las elecciones de 1920, en
las cuales solo se obtuvo una escasa mayoría absoluta (51.5 por ciento), le
presagiaba serios problemas para la contienda de 1924. Las continuas noticias sobre las
negociaciones entre el alto liderato socialista y un sector de los republicanos
para concretar un pacto electoral, aumentó sus temores. (García y Quintero, p.
102).
Por su parte, el Partido Republicano también tenía sus
fisuras. Un sector del alto liderato
ponderaba la posibilidad de lograr un entendimiento con los unionistas como
única vía de lograr una victoria electoral.
Los que respaldaban esta iniciativa, en su mayoría, estaban vinculados o
identificados con los grandes inversionistas e intereses del capital
norteamericano en la Isla y sentían la amenaza obrera a nivel económico; en
general temían a la revolución de los rojos.
(Debe recordarse que estos son los años del “pánico
rojo” que estremeció a los demócratas occidentales, sobre todo a los Estado
Unidos, luego del triunfo de los bolcheviques en Rusia. Scarano, p. 655; García
y Quintero, p. 102).
Otra fracción del Partido Republicano, compuesta por
los elementos menos identificados con los grandes intereses azucareros
norteños, no compartía estos temores y no estaba dispuesta a aceptar un pacto
con las llamadas “fuerzas vivas del país” que, a su entender, no era otra cosa
que los representantes de esos intereses.
Se propuso, entonces, un pacto con el Partido Socialista. De esta forma se pretendía aminorar el
impacto de la casi consumada alianza entre los unionistas y los republicanos
más conservadores. Después de todo,
pensaban, la amenaza roja no era tan peligrosa y el ideal anexionista los
hermanaba.
De esta forma, quedaron abiertas las avenidas para el
realineamiento de los principales partidos políticos insulares. Alianzas y coaliciones colorearon el
caleidoscopio político insular durante los siguientes 16 años de lucha
política. En 1924 el Partido Unión y el
sector más conservador de los republicanos ratificaron el acuerdo que creaba un
bloque electoral que se conoció como la Alianza Puertorriqueña. Los republicanos disidentes, encabezados por
Rafael Martínez Nadal, que contemplaban un pacto con los socialistas, se
retiraron del partido y fundaron uno nuevo llamado Republicano Ortodoxo (luego
Constitucional Histórico) que acompaño en la papeleta de votación al Partido
Socialista bajo el nombre de la Coalición.
Ahora bien, ¿Cómo se inserta el sufragismo en este
entramado partidista? Todas las
colectividades, aunque con distintas
preocupaciones y motivos, volcaron su mirada sobre los 300,000 votos, cifra en
que se calculaba la fuerza electoral femenina que podían decidir las futuras
contiendas electorales. (Azize, p.
103). La Alianza incluyó en su programa
una reforma electoral en la que, sin distinción de sexo, se le concedía el
derecho al sufragio solamente a los alfabetos y a aquellos electores que
hubiesen votado en las elecciones anteriores y que por su edad no estuvieran en
condiciones de aprender a leer a
escribir. (Pagán, I, p. 233). La
Coalición, por su parte, se comprometió a conceder el sufragio universal. (Pagán,
I. p. 131).
La primera asamblea del recién creado Partido Republicano
Puro, (por quien optó Ricarda López de Ramos Casellas), se celebró en San Juan
durante los días 28 y 29 de junio del 1924.
A la asamblea asistieron 160 delegados y cientos de seguidores de toda
la Isla. En la misma se adoptó la
plataforma del partido y se aprobó por unanimidad el pacto con los
socialistas. Igualmente se eligió el
Comité Territorial del partido “rompiendo con todos los prejuicios y
precedentes al nombrar a una mujer por cada distrito para formar parte del alto
organismo. (“Magna Asamblea del Partido Republicano Puro”, El Mundo, 30 de
junio de 1924, p. 1).
Fue Ricarda López de Ramos Casellas la que propuso en
dicha asamblea que se designaran, además de los representantes varones, siete
mujeres, una por cada distrito, con voz y voto para formar parte del Comité
Territorial. La resolución fue aprobada
y se nombró a seis mujeres allí presentes incluyendo a Ricarda López por el
distrito de San Juan y quedó pendiente el nombramiento de la representante por
el distrito de Humacao. Finalizado todos
los nombramientos fueron invitadas a pasar al escenario y recibir el aplauso de
todos los delegados. (Ibíd.). El Partido
Republicano fue el primer partido político que le dio participación a las
mujeres, ocupando posiciones importantes en la dirección del mismo, aún
cuando las mujeres no votaban.
Años más tarde,
Ricarda expresó en una entrevista; “Por primera vez en la historia de nuestra
Isla se levantó una mujer a reclamar los derechos del sexo en una asamblea
política. Aquella reunión de hombres que se celebraba para salvar su credo, su
plataforma y su ideal de la conspiración que se tramaba para hacerlos
desaparecer, ese partido fraguado en la tormenta de todos los elementos,
llevado a la derrota eleccionaria una y otra vez por los acaparadores del poder
y del derecho de la libre conciencia del ciudadano, al reunirse para salvar el
honor colectivo de aquella confabulación no tuvo inconvenientes en oír a la
mujer y considerar su petición. No
disfrutábamos de la franquicia electoral, pero nuestra voz y nuestro voto
valían allí tanto como el de los miembros masculinos. (“Conversando con las principales feministas
del país: Ricarda López de Ramos
Casellas” El Mundo, 26 de enero de 1930)
En 1925, la Dra. Marta Robert fue comisionada para que
representara a las mujeres de Puerto Rico ante el Congreso Panamericano que se
llevó a cabo en Washington. En esa
Asamblea la Liga logró el apoyo de tres clubes sufragistas de Estados Unidos:
el Partido Nacional de Mujeres, la Liga Internacional de Mujeres Votantes y la
Liga Nacional de Mujeres Votantes. (“Liga Social Sufragista adquiere la
protección de las tres agrupaciones más fuertes en la historia del sufragio
femenino” El Mundo, 25 de mayo de 1925, p. 3”).
La afiliación a esas organizaciones facilitó el
cabildeo de la L.S.S. en el Congreso de los Estados Unidos. Así,
por ejemplo, ante los titubeos de la asamblea legislativa de Puerto Rico
en lo relativo a extenderles la franquicia a las mujeres, la liga recurrió al
Partido Nacional de Mujeres para que movilizara sus contactos en las altas
esferas del gobierno estadounidense. Fue
de este modo que, en noviembre de 1927, el Partido Nacional de Mujeres presento,
a través del senado Hiram Bingham, un proyecto de ley que concedía el sufragio
femenino en Puerto Rico. (El proyecto
Bingham enmendaba el Art. 35 de la Ley
Jones al añadirle la especificación de que el derecho al voto no podía ser
denegado por razón de sexo.”) Por su
parte, en diciembre de ese mismo ano el Representante Edgar R. Kiess,
Presidente de la Comisión de Asuntos Insulares de la Cámara de Representantes
de Estados Unidos presento ante ese cuerpo un proyecto similar. (“No veo la
razón por que las mujeres de Puerto Rico
no han de tener el voto lo mismo que si residieran en los Estados Unidos” El
Mundo, 28 de noviembre de 1927, p.3).
Los senadores de la Alianza criticaron severamente a las sufragistas,
pero en especial a la L.S.S. por haberse dirigido al gobierno norteamericano
para solicitar una franquicia cuya concesión era prerrogativa de la Asamblea
Legislativa Puertorriqueña. Las tildaron
de anti-patrióticas por desacreditar a los legisladores del patio en el foro
federal al hacerles creer que ellos, caprichosamente, se negaban a concederles
el sufragio.
La postura de la Alianza fue la que se impuso tanto en
el Senado como en la Cámara de Representantes.
El 14 de febrero de 1929, el Senador unionista-aliancista Manuel A.
García Méndez, presento el Proyecto del Senado 2. Este proyecto les concedía el voto a todos
los hombres y mujeres mayores de 21 años que supieran leer y escribir y,
además, limitaba el derecho a los nuevos electores varones que, al igual que
las mujeres, tendrían que estar alfabetizados.
Conservarían el derecho los electores analfabetos que hubiesen
participado en anteriores elecciones. El
proyecto fue aprobado en el Senado y en la Cámara en votación partidista.
Por su parte, el liderato republicano de la Coalición
defendió el sufragio universal sin restricciones por sexo o literacia. Rafael Martínez Nadal fue el principal
portavoz de los republicanos puros coalicionistas a favor del voto para todas
las mujeres. Al igual que Tous Soto,
Martínez Nadal pensaba que al extenderles ese derecho a las mujeres se daba un
importante paso de avance hacia el progreso y la modernización de la
sociedad. Pero, difería en lo relativo a
las condiciones bajo las que se les concedería.
Contrario a Tous, que argumentaba que el voto era un privilegio y que
como tal se podía limitar, Martínez Nadal consideraba un derecho del que debían
gozar todos los ciudadanos incluyendo las mujeres. Era un acto de justicia que se amparaba en la
enmienda XIX de la Constitución de los Estados Unidos. Y, pese a que esta no se
aplicaba a la Isla por su situación de territorio no incorporado, el Senado y
la Cámara tenían la facultad para legislar sobre la materia. Para Martínez Nadal, la concesión del
sufragio femenino era también un instrumento que perseguía, a manera de
antesala a la anexión, la igualdad de los puertorriqueños con el resto de sus
conciudadanos norteamericanos. Según él,
en varios estados de la unión el índice de analfabetismo eran tan o más elevado
que el de Puerto Rico y no por eso se les privaba del derecho electoral. Consideraba, que si se continuaba dilatando
la concesión del voto a las mujeres, las autoridades metropolitanas podrían
interpretarlo como una falta de madurez política. (“Para contestar a unas
manifestaciones”, El Mundo, 8 de marzo de 1928, p.1). Concluía que eran los intereses partidistas
de los líderes de la mayoría los que se anteponían a los derechos ciudadanos
porque veían en la franquicia universal una amenaza al copo electoral que
disfrutaban.
Las
asociaciones político-partidistas femeninas
Luego de la aprobación del P. del S. 2, que le
concedió el sufragio a las mujeres alfabetizadas, el electorado femenino
comenzó a organizarse. Las primeras
iniciativas en esa dirección correspondieron a las mujeres del Partido
Republicano Puro. De hecho, esa
colectividad había sido la primera en incorporar a la mujer en sus organismos
directivos a nivel central como vocales.
(“El Parlamento Insular debió haber considerado hace ya tiempo que era
necesario reconocer a nuestras mujeres el derecho del sufragio”. El Mundo, 9 de
mayo de 1928, p.1). En agosto de 1930,
las republicanas puras fundaron la Asociación de Mujeres Republicanas Puras
(A.M.R.P.) con el propósito de “…velar y defender los derechos de la mujer
dentro de dicha colectividad y ayudar a su organización y a la propaganda del
ideal que sustenta el partido”. (“Se formará Asociación de Mujeres Republicanas
Puras”, El Mundo, 6 de agosto de 1928, p. 1).
La líder del nuevo club, Ricarda López de Ramos Casellas, señalaba la
necesidad de constituirse en una fuerza que “…por razón de ella nos oigan y
atiendan nuestras demandas”.
Una de las primeras gestiones que realizo la A.M.P.R.
para aumentar su participación en la dirección de la colectividad fue exigir
que en cada comité municipal se nombrara, por lo menos, una mujer como delegada
de la Asamblea Extraordinaria del partido que se efectuaría en Aguadilla, el 20 de septiembre de ese
año. (“El Bloque de Mujeres Republicanas
Puras gestiona representación para la mujer en la asamblea extraordinaria del
partido”, El Mundo, 20 de agosto de 930, p.3).
No tardaron en apuntarse el primer triunfo. En dicha Asamblea las mujeres tuvieron
representación como delegadas propietarias y de bloques locales con voz y voto,
en igualdad de condiciones con los hombres.
De otra parte, lograron que se reformara el reglamento en lo relativo a
la constitución de los comités municipales y de distrito. Se aprobó, además, aumentar las vice-presidencias
del partido a tres y que una de ellas fuera ocupada por una mujer. En ese mismo acto resulto electa para ocupar
el cargo la Dra. Marta Robert. De este
modo se convirtió en la primera mujer en ser elegida para un alto rango en la
dirección central de un partido político en Puerto Rico. En ese momento, Ricarda López de Ramos Casellas,
escribió “ Tenemos motivos para estar contentas como mujeres y como
republicanas; como mujeres por los derechos que hemos conquistado, como
republicanas por ser nuestro partido el primero que reconoce nuestros derechos
y hace justicia a la capacidad femenina”, El Mundo, 27 de septiembre de 1930.
P. 1).
Cuando a las filas del Partido Republicano Puro se
reintegraron los republicanos disidentes de la alianza y se constituyó, en
forma, la Unión Republicana, la A.M.R.P. se disolvió y se fundó en abril de
1932, la Asociación de Mujeres de la Unión Republicana (A.M.U.R.).
Se inició una vigorosa campaña en todos los pueblos de
la Isla para que las mujeres de la Unión Republicana participaran en las
primarias del partido respaldaran la
candidatura de María Luisa Arcelay, candidata por esa colectividad a la Cámara
de Representantes. En la campana que se
desarrollo para impulsar la candidatura de María Luisa Arcelay se recalco que
el respaldo a esta no debía estar fundado en su sexo, sino en sus convicciones
y credo republicano y en su compromiso con la lucha para alcanzar la estadidad
federada para la isla. En las palabras
de la propia Sra. de Ramos Casellas: “Las mujeres no podemos votar por un
candidato por el solo motivo de ser mujer”. (“Doña Ricarda Ramos Casellas se
dirige a las mujeres de la Unión Republicana”. La Correspondencia, 28 de
octubre de 1932, p.1). Las mujeres del sector republicano canalizaron sus
fuerzas para adelantar sus ideales políticos e intereses partidistas.
Las elecciones se llevaron a cabo en 8 de noviembre de
1932 con los siguientes resultados: Partido Liberal 170,168 votos; Unión Republicana 110,794; Partido
Socialista, 97,438 y Partido Nacionalista, 5,257. Aunque los liberales obtuvieron la mayoría de
los votos, el triunfo correspondió a la Coalición de los republicanos y los
socialistas por un margen de 38,064 votos.
La Coalición gano seis de los siete distritos senatoriales y eligió 14
senadores. Gano, además, 28 de los 35 distritos representativos y eligió 30
representantes. Santiago Iglesias Pantín,
fue electo Comisionado Residente en Washington.
Por su parte, el partido Liberal eligió cinco senadores y nueve
representantes. (Fernando Bayron Toro,
Elecciones y partidos políticos en Puerto Rico (1809-1976) Editorial Isla, Inc.
1977, p. 177).
Después de casi diez años de componendas, arreglos y
acuerdos partidistas, la Coalición, que desde sus orígenes se comprometió a
conceder el sufragio universal, llego al poder en enero 1933. Con pleno dominio de Cámara y Senado era de suponer que, tal como había
prometido cuando era minoría, una de las primeras leyes que aprobaría el nuevo
parlamento coalicionista seria el sufragio universal.
Sin embargo, durante los primeros dos años de gestión
legislativa el sufragio universal no estuvo en la agenda de los legisladores
coalicionistas. Otros asuntos acapararon
su atención. Un examen en conjunto de
las Actas del Senado y la Cámara y de la prensa de Puerto Rico revela que
durante los años 1933 y 1934 las prioridades legislativas se centraron en la
discusión y el análisis de la política del Nuevo Trato en Puerto Rico,
impulsada por el Presidente Roosevelt, y las violentas huelgas de los
trabajadores de la caña a finales de 1933 y principios de 1934. No fue sino hasta 1935 que se revivió la
promesa del sufragio universal.
El 12 de febrero de 1935, a menos de dos años para las
próximas elecciones, el senador socialista Bolívar Pagan presentó el P. del S. 51 para establecer el sufragio
universal en la isla. El proyecto disponía
que todo ciudadano de los Estados Unidos, hombre o mujer, mayor de 21 años
tendría derecho al voto. El 20 de
febrero de 1935 se llevó a votación en el pleno del Senado y fue aprobado por
unanimidad. (“Acta del 20 de febrero de 1935”, Actas del Senado de Puerto
Rico). Un mes más tarde, el 25 de marzo
de 1935, el gobernador Blanton Winship firmó la ley que estableció el sufragio
universal en la isla. (“El Gobernador Winship firmó la ley que establece el
sufragio universal, Texto integro de la ley”, El Mundo, 26 de marzo de 1935,
p.1.). Para las elecciones de 1936 el
número de votantes inscritos se elevó a 764, 602. Hubo unos 311,864 nuevos electores de los
cuales se calcula que alrededor de 156,900
eran mujeres. Sumadas a las
120,995 que se inscribieron en 1932, hacían un total de 277,895. (Isabel
Picó “Women and Puerto Rican Politics Before Enfranchisement”, pp.
415-420).
El sufragio femenino era una realidad. La lucha de las mujeres por obtener el
derecho al voto en igualdad de condiciones que los hombres habían triunfado.
Bibliografía
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Barceló Miller, María de Fátima, “La
lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico
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Rico, 1980-1983
Valle Ferrer, Norma, “Luisa Capetillo, historia de una
mujer proscrita”, Rio Piedras, Editorial Cultural, 1990
Ponentes
Nereidín Feliciano, Ph. D.
Nereidín
Feliciano tiene un trasfondo interdisciplinario, ya que posee un bachillerato
en Arte, una maestría en Relaciones Públicas y un doctorado en Historia. En los veinte últimos años ha enseñado en
varias instituciones universitarias en Puerto Rico y ha participado en
congresos y seminarios dentro y fuera del país.
Pertenece
al Grupo de Estudios sobre la Biografía (GEB) y a la Asociación Puertorriqueña
de Historiadores, Archired-Red de Archivos de Puerto Rico, Fundación Cultural
Educativa, entre otras organizaciones profesionales. Ha publicado ensayos y
reseñas en el libro La biografía en
Puerto Rico; en las revistas Signos y
San Juan City Magazine; en las revistas cibernéticas Cuarto Propio y Tinta fresca y en el periódico El Nuevo Día. Ha ofrecido
ponencias en congresos, la Feria de Libro de Puerto Rico y la Fundación Luis
Muñoz Marín, entre otras.
Además,
la Profesora Feliciano es calígrafa profesional y ha tomado seminarios y
talleres con calígrafos de renombre mundial, entre ellos Guillermo Rodríguez
Benítez, Charles Pearce y Donald Jackson, calígrafo de la Reina de
Inglaterra.
Entre
sus trabajos caligráficos se destacan doctorados honoris causa, el único
pergamino que se le otorgó a Raúl Juliá en vida en Puerto Rico, las tarjetas de
mesa (place cards) para la cena de su Santidad Juan Pablo II durante su visita
a Puerto Rico y haber diseñado y ejecutado pergaminos para cinco receptores del
Premio Nobel, Oscar Arias, Desmond Tutu, Jody Williams, el Dalai Lama y Mario
Vargas Llosa.
Vilma Pizarro, Ph. D.
Vilma
Pizarro es nacida en Nueva York de padres puertorriqueños, pero regresó a la
isla, pequeña, justo para empezar sus estudios en la escuela elemental. Es
madre de cuatro hijos y abuela de cuatro nietos. Ha sido maestra y profesora
por 36 años. Terminó en el 2006 un doctorado en Currículo con
concentración en inglés en la UPR, y recientemente, logró su anhelo de toda la
vida: un doctorado en Historia de Puerto Rico del Centro de Estudios
Avanzados. Actualmente se desempeña como catedrática asociada en la Universidad
Interamericana de Barranquitas como profesora de inglés, educación e historia. Vive en Bayamón con su esposo Milton
Nieves
Roxanna D. Domenech
Cruz, Ph. D.
Roxanna
D. Domenech Cruz es madre de tres hijos (Guillermo,
Luna y Guillén) y tía de múltiples sobrinos y sobrinas. Estudió su bachillerato
en Humanidades con concentración en Estudios de mujeres y de género de Smith College, su maestría en
Educación con especialidad en Diversidad cultural y desarrollo de currículo de
UMASS, Amherst y su doctorado en Historia de Puerto Rico y el Caribe en el
Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Es profesora
interdisciplinaria en el Departamento de Humanidades de la Universidad
Metropolitana, Cupey, donde dicta cursos en el área de inglés y de historia.
Además imparte un curso especializado de Lectura y pensamiento que diseñó para
estudiantes de primer año. Las historias de las mujeres, los retos que
enfrentan, los malabares que hacen para cumplir con sus dobles y triples
jornadas y cómo algunas se convierten en activistas comunitarias, le sirven de
inspiración en su diario vivir y en sus escritos.
Luz del
Alba Acevedo Gaud, Ph.
D.
Catedrática y ex directora del Departamento de
Ciencias Políticas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Ph.D. en Ciencias Políticas de la Universidad de Illinois en Chicago, 1992. Ha
sido profesora de Estudios de la Mujer en la Universidad del Estado de Nueva
York en Albany (1991-1995) y en la Universidad de Northeastern Illinois en Chicago
(1987-1990). Como investigadora ha
ganado becas de la National Science Foundation (NSF) y de la National Endowment
for the Humanities (NEH) para realizar un estudio sobre el género y la política
en Puerto Rico.
Formó parte del colectivo de investigadoras
feministas latinas que publicó el libro Telling
to Live Latina Feminist Testimonios (Duke University Press, 2001). Este
libro recibió el Gustavus Myers Outstanding Book Award otorgado por el Gustavus
Myers Center for the Study of Bigotry and Human Rights, Boston, Massachusetts,
en noviembre del 2002. Entre
sus publicaciones recientemente
encuentra, Feminism in High Heels? Sila
María. Calderón, the First Woman Governor of Puerto Rico (pp. 169 – 182). En
Cynthia Barrow Giles (Ed.), Women in
Caribbean Politics. Jamaica: Ian Randle Publishers, 2011 y Género y Procesos Electorales en Puerto
Rico, Ámbito de Encuentros, Vol. 6,
Núm. 1, 2013.
José Luis
Colón González, MPA
José Luis Colón González nació en Vega Baja, Puerto Rico. Posee un
bachillerato en Educación Secundaria con concentración en español y una
maestría en Administración Pública, con concentración en Administración de
Personal, ambos de la Universidad de Puerto Rico. Se ha desempeñado como
asambleísta municipal, maestro de escuela, director de Asuntos Culturales,
Representante a la Cámara, asesor legislativo y asistente de investigación. Es
miembro fundador del Grupo sobre el Estudio de la Biografía, concentrándose en
el estudio de la biografía política en Puerto Rico.
Algunas de sus publicaciones son: Jorge
Font Saldaña: un hombre para todos los tiempos (2008); Caribe China: ventana a la
modernidad (2008), Palmira Cabrera de
Ibarra: la trayectoria de una líder (2011) y Dr. Leopoldo Figueroa: el ideario de un decano 1886-1969 (2012).
Además, es coautor junto a la Dra. Yolanda Cordero de “El
fortalecimiento del principio de mérito y la profesionalización del servicio
público puertorriqueño”, en Un modelo
organizativo para la Rama Ejecutiva, de la Escuela Graduada de
Administración Pública, Universidad de Puerto Rico, (2009). Actualmente
cursa estudios conducentes al grado de Doctor en Filosofía con concentración en
Historia de América en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto
Metropolitano, donde se desempeña como Ayudante Ejecutivo de la rectora
MarilinaWayland.
Raquel Rosario Rivera, Ph. D.
Actualmente ocupa la posicion de Catedrática, de la Universidad de Puerto
Rico en Bayamón. Entró en 2009 como Académica de Número Academia de Historia Puertorriqueña. Ha publicado
varios libros relacionados a historia, genealogia y emigración : Las
primeras familias pobladoras de Caguas (2005); La llegada del cíclope:
percepciones de San Ciriaco a cien años de su visita. (2000); María de las
Mercedes Barbudo: Primera mujer independentista de Puerto Rico. 1773-1849.(1997); La Real
Cédula de Gracias de 1815 y sus primeros efectos en Puerto Rico. (1995) y; Los emigrantes llegados a Puerto Rico
procedentes de Venezuela entre 1810-1848. (1992)
Acaba de terminar el libro Mariana Bracety: una patriota que no
claudicó que estará viendo luz este verano. Está actualmente realizando
estudios Sabáticos para terminar la investigacion sobre la revolucion de Lares
titulada Los hijos y las hijas de la
revolución, donde presentará una vision mas clara de quienes fueron los
personajes participantes en esta gesta.
Yolanda Martínez Viruet
Es utuadeña y posee un bachillerato y una maestría en
Artes y Ciencias con concentración en Justicia Criminal de la American
University en Bayamón. Completó una certificación de Estudios Avanzados
conducentes a Doctorado en Derecho de la Universidad del País Vasco
(España). Actualmente trabaja en
su tesis sobre María Libertad Gómez Garriga. Es Mediadora de Conflictos
certificada por el Negociado de Métodos Alternos y el Tribunal Supremo de
Puerto Rico y pertenece a la Asociación por la Historia de Utuado. Hace
17 años trabaja para la Autoridad de Energía Eléctrica en la Oficina del
Administrador Regional en Arecibo. Vive en Manatí junto a su esposo Félix
Díaz y se declara enamorada de la historia....
[1]Sin
embargo Scarano (n.d.) un poco debate esta idea mencionando como estas familias
que incluían a los negros entre sus íntimos sirvientes, no eran necesariamente
tan benignos a la hora de explotarlos. Hablando sobre la relación de la elite
con el Otro (en su caso, el Otro era el jibaro), este autor cita a Gerald Sider
en su presentación sobre como estas relaciones –entre dominador y dominado- se
llevan a cabo: “ …dentro de una matriz de incorporación y distancia” (Scarano
n.d., 1421; traducción nuestra).
[2] El título de este ensayo fue inspirado en el artículo “No
más violencia contra mujeres: el método Pulgarcito” escrito por Margarita
Mergal y publicado en www.dialogodigital.com el 7 de diciembre
2010. Mergal cita a Enrique Gil Calvo y sugiere utilizar “el método del cuento de Pulgarcito,
que para no perderse en el bosque fue dejando un reguero de huellas allí por
donde cruzaba, a fin de poder después volver a encontrar su propia pista”. Margarita nos dice que al ir dejando por
escrito “las migas metafóricas de nuestro caminar por la vida no nos
perdemos en el trajín de la vida moderna.”
[3] Consigna de la campaña electoral del Partido Independentista
Puertorriqueño (1972) utilizada en el género femenino en un manuscrito de
Margarita archivado en el CIH en la Colección del PIP, Caja I, Cartapacio #5,
Documento #46a, titulado “Socialismo y mujer”.
[4] Este trabajo es la primera parte de una investigación biográfica sobre
Margarita Mergal más extensa.
[5] Margarita escribió una columna en El
Vocero desde el 1998 hasta el 2012 y desde el 2010 es columnista en la
revista electrónica 80 grados (http://www.80grados.net/author/margarita-mergal/).
[6] Margarita tiene dos hijos, Margarita Hernández Mergal y Luis Hernández
Mergal.
[7] Es importante mencionar que aunque le hice estas preguntas durante la
entrevista, le brindé el espacio a Margarita para que respondiera como ella
quisiera. Compartió información que no
se incluye ya que ella me pidió que no grabara alguna de sus respuestas.
[8] Ensayo publicado en Colonial Dilemma:
Critical Perspectives on Contemporary Puerto Rico (South End Press 1993).
[9] Esto se evidenció en los documentos redactados por
Margarita (y otros miembros del PIP) archivados en el CIH, de la UPR (Colección
del PIP, Cajas 1-4).
[11] “Fortaleza pagó comisión por los peinados” por Manuel Ernesto Rivera
(5/6/2012) http://www.noticel.com/noticia/125091/1347800624000
[12] Se utiliza la palabra “token” en este caso como por cumplir con la
cuota de mujeres en la política.
[13] “Candidata PIP condena represión” (6).
Claridad (18 de junio del 1972).
[14] Centro de Investigaciones Históricas (CIH), Colección del Partido
Independentista Puertorriqueño (PIP), Caja III, Cartapacio #3, Documento
#271.
[15] CIH, Colección del PIP, Caja I, Cartapacio #5, Documento 46ª.
[16] CIH, Colección del PIP, Caja # I, Cartapacio #7, Documento 55b.
28). El siglo de las
mujeres. Ana María Portugal &
Carmen Torres, editoras. Isis
Internacional; Ediciones de las Mujeres N. 8, 1999.
[18] En un correo electrónico (enero 2013) compartió lo siguiente:
En el PIP, fui miembro del Comité de San Juan a
cargo de Educación política y en el Comité Ejecutivo del partido a cargo de
Ciencias Sociales. También fui miembro del Comité Nacional de Educación
Política y candidata a la alcaldía de SJ, elecciones 1972 y miembro fundador
del Comité de Mujeres del PIP. En el PSP estuve poco tiempo, fui miembro
del Comité de la Mujer que dirigía Lolita Aulet y dirigí el Comité de
Profesores del PSP en el Recinto de R.P. Estaba en esta tarea durante la
huelga del 81. En la Federación de Mujeres de Puerto Rico fui miembro
fundador y miembro del Comité de Educación. Fui miembro de la APPU hasta
que me jubilé y por varios años miembro de su Junta de Directores. Fui
miembro fundador de la OPMT.
en la historia de las mujeres de mi generación… o tienes
un marido concientizado, al menos lo suficiente o te divorcias. Tan complejo/sencillo
como eso. No conozco una sola mujer que haya pasado por lo que yo pasé,
sea por la profesión, por la política, el sindicalismo, el activismo de lo que
sea, de paso, incluyendo las tareas religiosas en aquellas sectas cristianas
que permiten el liderato femenino, que no diga lo mismo y te aseguro que
conozco a muchas… Asumir el feminismo es a veces doloroso.
[20] CIH, Colección PIP, Caja II, Cartapacio #11, Documento #209a “Acuerdos tomados en la reunión del pasado
sábado 14 sobre el funcionamiento electoral de San Juan”.
[21] Es importante mencionar el rol que Margarita ha tenido en la educación
con perspectiva de género a nivel local e internacional. Ella fue
miembro del Servicio Universitario Mundial, una organización internacional
afiliada a la ONU, dedicada a promover la educación universitaria, electa
Secretaria de Asuntos Internacionales del Comité del SUM de Puerto Rico, electa
representante a la Junta de Directores Internacional con sede en Ginebra por la
comunidad de comités de la América Latina y Secretaria Tesorera de la Junta de
Directores Internacional. Además fue
miembro fundador de CERES en el Centro de Investigaciones Sociales, UPRRP, un
grupo dedicado a la investigación en asuntos del género.
[22] Paráfrasis de “La mujer se ha insertado en la historia y la va hacienda
suya paso a paso” (Participación de la mujer en la historia de Puerto Rico
(las primeras décadas del siglo XX, 52).
[23] Doña Fela se enfrentaría en primarias a Roque Román, candidato de
varios miembros del gabinete del gobierno Tugwell / Muñoz. Muñoz no tomó
partido y Doña Fela triunfó por sus propias fuerzas (Morales, 2003, p. 53 –
68).
[24]
Véase la Sección I, Artículo II, Carta de Derechos, Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto
Rico, 1952.
[25] En esta ocasión el gobernador Luis Muñoz Marín había mantenido
neutralidad ante los reclamos de las mujeres del PPD que apoyaban la candidatura
de Velásquez de Lorenzo. Gallart (1997, p. 69) narra cómo fue la intercesión de
la Primera Dama, doña Inés Mendoza, ante las protestas en Fortaleza de la
mujeres de Guayama, la que lleva a Muñoz a conceder la primaria en la que
Velásquez de Lorenzo triunfará.
[26] La Comisión de Derechos Civiles rinde el primer informe sobre el
“alegado discrimen contra la mujer trabajadora en las distintas esferas del
país” en el 1972 bajo el título La
Igualdad de Derechos y Oportunidades de la Mujer Puertorriqueña.
[27] Se crearon oficinas de asuntos de la mujer en varios municipios con el
propósito de ofrecer servicios de referidos y orientación (Alegría Ortega,
2003, p. 171; Azize Vargas, 1987 p. 46).
[28] Los cambios más importantes fueron: la eliminación de consideraciones especiales
en el trabajo nocturno para la mujer; autorizar a las madres a escoger el
momento del descanso antes o después del alumbramiento; la enmienda en 1976 el
Código Civil para eliminar disposiciones arcaicas relacionadas a la dote y
obediencia de la mujer al hombre (Vicente, 1987, pp. 182 – 184; Alegría Ortega,
2003, pp. 172 - 173).
[29] Miriam Naviera Rondón, ocupa el cargo de Juez del Tribunal Supremo en
1985 bajo la administración Rafael Hernández Colón. En 2003 fue designada Juez
Presidente hecho que fue seguido por el nombramiento de dos juezas a dicho
tribunal (Anabelle Rodríguez y Liana Fiol Matta). La primera mujer en ocupar la
secretaría del Departamento de Justicia fue la licenciada Carmen Rita Vélez
Borrás en 1976.
[30] P del S 2519 “La
participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas electorales,
y en los espacios en donde tradicionalmente se toman las decisiones en el
País”; PS 2520 “Enmienda a la ‘Ley Electoral de Puerto Rico’, con el objetivo
de asegurar la presencia equitativa del hombre y la mujer en cargos
electivos”; y PS 2521 “Para garantizar
una participación equilibrada de
ambos géneros en los nombramientos para secretario(a)
o jefe de agencia.”
[31] Hasta ese momento Sila Marie González se había desempeñado como “primera dama” durante la administración de la exgobernadora
Sila María Calderón y no había participado en la política partidista.
[32] Zoe Laboy comienza en la política electoral en las primarias de 2012
por el PNP, pero no es nueva a la
política partidista. Bajo la
administración del exgobernador Pedro Roselló fue parte del gabinete como
Secretaria de Corrección.
[33] Lilliana Ramos Collado e
Ivette Fred Rivera, eds., Largo saber,
breve palabra: citas y pensamientos de Inés María Mendoza. San Juan, Puerto
Rico: Fundación Luis Mu ñoz Marín, 2010,
p. 62.
[34] Daisy Sánchez, La que te llama vida: Inés M. Mendoza Rivera, su vida interior en sus
diarios y cartas. San Juan, Puerto Rico: Grupo Editorial Norma, Inc., 2007,
p. 18.
[37] Ver Aida Negrón de Montilla, La americanización en Puerto Rico y el
sistema de instrucción pública 1900-1930. Segunda edición, San Juan, Puerto
Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990.
[38]Sánchez, óp. cit., p. 39.
[39]Ver Carmelo Rosario Natal, ed., Doña Inés María Mendoza y la batalla del
idioma: cartas 1937-1938. San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Muñoz
Marín, 2004.
[40]Sánchez, óp. cit., p. 47.
[42]Inés María Mendoza, “Unas palabras a
las mujeres de Puerto Rico”. Archivo Fundación Luis Muñoz Marín, Sección IV,
Colección Inés María Mendoza, Serie 4, Discursos.
[43]Lilliana Ramos Collado, ed., Inés María Mendoza: en sus propias palabras.
San Juan, Puerto Rico: Fundación Luis Muñoz Marín, 2008, p. 19.
[44] Inés María Mendoza (s.f.). La participación de la mujer en la política.
Archivo Fundación Luis Muñoz Marín, Sección IV, Archivo Inés María Mendoza,
Serie 4. Discursos, Cartapacio 63, Documento 1.
[45]Lillliana Ramos Collado e Ivette
Fred Rivera, eds. Largo saber, breve
palabra: Citas y pensamientos de Inés María Mendoza. San Juan, Puerto Rico:
Fundación Luis Muñoz Marín, 2010. p. 89.
[46]
Recientemente se han realizado nuevos estudios sobre la mujer en las manos de las doctoras Sandra Enríquez,
Carmen Alicia Morales, Nieve
Vásquez, Yamila Azize y Nereidin Feliciano, entre otras.
[47] Existe un
Diario de don Juan Sánchez Ramírez sobre la reconquista de la parte española de
la isla de Santo Domingo, hecho con su puño y letra. El mismo fue transcrito
por Del Monte y Tejada, Antonio: Historia de Santo Domingo, Sociedad Literaria de Amigos del País, Tomo
III, págs. 301- 325.
[48] Informe de José Lemery, Capitán General de
Puerto Rico, fechado el 26 de enero de 1856. Legajo Biblioteca Nacional de
Madrid
[49] De Wecensla Higinia no se supo más, al
parecer falleció de meses. Hemos buscado en los libros de Defunciones de Añasco
y de Lares, sin que aparezca alguna nota de su muerte. En estos tiempos por las
distancias enormes entre los campos y la Iglesias, muchos de los fallecidos
eran enterrados en los campos, cerca de árboles.
[50] Hemos
constatado la existencia de al menos 6 banderas patrióticas de diverso origen
[51] No podemos olvidar que en las Sociedades
Secretas, las mujeres ejercían una labor de apoyo y acorde con sus oficios,
como aconteció en la Revolución Francesa.
[52] Pérez Moris,
José: Historia de la insurrección de
Lares. Editorial Edil, Río Piedras, 1975, pág. 206.
[53] Hasta ahora, no hemos encontrado en los
documentos existentes del Archivo General de
Puerto Rico, alguna nota que nos menciones estas otras mujeres. A
ninguna se les hizo indagatorias y solo tenemos referencia de otros autores,
que no mencionan de dónde sacaron la información.
[55] Ángela Negrón
Muñoz: Mujeres de Puerto Rico: desde el período de colonización hasta el primer
tercio del siglo XX. Imprenta Venezuela, San Juan 1935. Pág.42.
[56] Un aborto puede conllevar unas consecuencias
fatales para la mujer, como son la pérdida de sangre o flujo sanguíneo
constante, debilidad, baja de hemoglobina y otras condiciones que pueden llevar
hasta la muerte. En los escritos oficiales no hubo mención sobre este
particular. Un aborto es un proceso
evidente que de haber acontecido, se hubiera
tenido que documentar, pues Mariana Bracety era la única mujer que fue presa, y el hecho hubiera sido conocido.
[57] Informe del alcalde Rodulfo Guerrero, 9 de mayo de
1869. En éste aparecen listas de raciones, pagadas por soldados, listas de Tiendas cobrando por
sogas, cerraduras, velas, tablas, barriles de harina. conducción de presos. Las
reclamaciones de los gastos incurridos en Lares se continuaban reclamando al 4
nov. 1873 por la suma 1,965 escudos con 285 mils. Estos dineros se habían
utilizado, en ocasión de la insurrección, de los Fondos de Caminos y los
necesitaban con urgencia, para componer los caminos del municipio. Colección
privada de Haydeé Reichard.
[58] A.G.P.R. Gob.
Esp. Caja 486. Carta de Mariana Bracety al gobernador José Julián Pavía, 12 de
noviembre de 1867.
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