Ellas en la lucha por el sufragio en la República Dominicana
Dra. Myrna Herrera Mora
Uno de los acontecimientos del siglo veinte de gran
trascendencia histórica en la
República Dominicana fue el sufragio femenino
ejercido oficialmente en las elecciones de 1942. Como sucedió en otros países
los antecedentes asociados a este evento sufragista estuvieron vinculados a la
educación y el desarrollo del feminismo. Varias líderes contribuyeron a la
evolución de la conciencia sufragista dominicana.
Trasfondo
Mientras en otros países aumentaba y
se afianzaba la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres,
en la República Dominicana, también se
manifestaron las tendencias emancipadoras.
En el siglo XIX, emergió un grupo de mujeres que abonaron el terreno y
sembraron la semilla del feminismo. Al
igual que en otros países, en la República Dominicana el reclamo de igualdad
para las mujeres se volcó inicialmente hacia el campo educativo. Mujeres feministas de la época como María
Nicolasa Billini y Socorro Sánchez, se atrevieron a denunciar la necesidad de
proveer educación a la mujer: la exigieron a las autoridades. También asumieron
su responsabilidad como educadoras, fundando escuelas y realizando innumerables
esfuerzos como los de Billini, quien fundó el colegio de niñas El Dominicano,
en 1867. Otra educadora sobresaliente
fue Socorro Sánchez, quien fundó dos escuelas para mujeres, una en la ciudad de
Santiago y otra en la capital. Además, Sánchez fundó una biblioteca para
mujeres.
El pensamiento y quehacer de estas
mujeres fue adquiriendo un espacio en la historia dominicana. Este espacio, aunque angosto y limitado,
fomentó el desarrollo de ideas feministas entre los sectores más educados.
Sobre este movimiento emancipador que se manifestó principalmente en el campo
educativo a partir de 1860, Marivi Arregui, sicóloga y estudiosa de la mujer
dominicana, afirma que hubo mujeres que podemos llamar feministas desde finales
del siglo XIX, porque fueron conscientes de la discriminación hacia ellas y
adoptaron una posición de lucha.[1]
Ginetta Candelario también confirma este quehacer feminista de las mujeres en
la
República Dominicana desde finales del siglo XIX y
su impacto en las organizaciones del siglo XX.[2]
Otro suceso significativo en el
despertar femenino a finales de la década del setenta, fue la llegada a la
República Dominicana del educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos y su
determinación de incluir en el proceso educativo a la mujer como estudiante y
como educadora. Hostos promovió la educación superior de ésta y fomentó el
debate sobre su participación y sus capacidades como ciudadana. Añadiendo riqueza al proceso, en 1881,
Hostos, junto a la poeta y educadora Salomé Ureña, fundó el Instituto de
Señoritas para ofrecer educación superior a las mujeres. Al fin, en la
República Dominicana el conocimiento y la enseñanza comenzaban a ser
compartidos por hombres y mujeres de una forma sistemática. El sistema
educativo impulsado por Hostos en las últimas décadas del siglo XIX y las ideas
y labor de Ureña en el Instituto de Señoritas fueron decisivos para las expresiones feministas que cuajaron en el
siglo XX. De acuerdo con Yolanda Ricardo, el Instituto fue una innegable fragua
de futuras feministas que
“constituyó la primera plataforma educativa de
importancia institucional en el proceso de la emancipación sociocultural de la
mujer dominicana”.[3]
Al comenzar el siglo XX, el campo
de acción de la mujer dominicana se extendió. Algunas mujeres iniciaron
estudios universitarios en concentraciones reservadas sólo para hombres, como
la medicina y las leyes. Entre éstas
descolló una estudiante huérfana, pobre, negra, inteligente y visionaria:
Evangelina Rodríguez. Sus primeros años
de educación los recibió en el Instituto Preparatorio de Señoritas de San Pedro
de Macorís, fundado por Anacaona Moscoso, discípula de Ureña y tutora de
Evangelina. En 1912, Evangelina
Rodríguez se graduó de Doctora en Medicina y Cirugía con brillantes exámenes y
notas sobresalientes. Fue la primera
mujer dominicana que obtenía este título para el ejercicio de la medicina en el
país. Años más tarde fue a París para
completar el doctorado en Medicina. La
grandeza de Evangelina no reside sólo en superar todas las limitaciones que le
imponía la sociedad por género, raza y condición social. Su
trayectoria profesional le permitió contribuir a la salud, a la
educación y al bienestar de las mujeres y de la organización de sociedades como
la Casa de la Maternidad y la Liga Femenina de la Infancia.
Durante la segunda década del siglo
XX, la estabilidad política y social en la República Dominicana se estremece
con la invasión de los Estados Unidos (1916-1924). Esta invasión provocó que representantes del
sector femenino se unieran al sentir patriótico y nacionalista de los hombres
para rechazar la acción estadounidense. La posición asumida por las mujeres en
este momento histórico es crucial para el fortalecimiento del feminismo. Las
mujeres se organizaron no sólo para exigir la desocupación militar, sino
también para reclamar los derechos que la sociedad les negaba. En esta
organización descollaron mujeres como escritoras y oradoras. Además, se creó la
Junta Patriótica de Damas y algunas
se unieron a los intelectuales que promovían diferentes actividades. Desde la
revista Fémina, Petronila Gómez
promovió entre los hombres un concurso de bigotes, ridiculizando los rostros
lampiños de los invasores. Otra acción importante fue la recaudación de fondos
con colectas, rifas y ventas, realizada por mujeres de diferentes estratos
sociales. La mujer constituyó un frente antiimperialista y luchó muy
activamente por el retorno y la devolución cabal de la soberanía.[4]
Una de las mujeres de mayor
dinamismo y audacia fue Ercilia Pepín, quien desde principios de siglo se
distinguía por su infatigable quehacer educativo en pro de la mujer dominicana,
arguyendo que “la inteligencia no tiene sexo”. El patriotismo y valentía de
Pepín se manifiesta abiertamente a través de las conferencias y discursos en
diferentes escenarios y en las exhortaciones a sus estudiantes. Ella fomentó en
sus discípulas y en el pueblo dominicano el rechazo a la intervención norteamericana.[5]
Trascendencia de la participación
femenina
Al recobrar la soberanía en 1924, el
discurso político de las feministas trascendió a la lucha por la reivindicación
de los derechos femeninos. Las noticias
sobre los triunfos feministas y sufragistas en diferentes países impulsaron la
organización y manifestación de las mujeres dominicanas. Las diversas intenciones y expresiones de las
mujeres en la década del veinte contribuyeron a definir este periodo como
esencial en la evolución del feminismo en la República Dominicana.
En el análisis de las expresiones feministas en la República
Dominicana, es necesario destacar la importancia de la publicación de la
revista Fémina. Esta revista fue el
primer vocero del feminismo dominicano.
Petronila Angélica Gómez, su fundadora, destacó su pertinencia y
utilidad para divulgar las aptitudes femeninas en diferentes campos, al afirmar
que “se necesitaba el órgano que estimulando la voluntad de nuestra noble y
patriota mujer dijera a los cuatro vientos hasta dónde llegaban su capacidad
intelectiva… Y surgió Fémina en San
Pedro de Macorís”.[6]
La revista tuvo como propósito principal ofrecer a la mujer intelectual la
oportunidad de expresarse públicamente.
Fue una especie de manual cívico que necesitaba la mujer para desempeñar
efectivamente la educación de su familia.
Sus páginas se ofrecieron para
ser leídas por las mujeres de la élite dominicana que querían contribuir con
sus ideas a la educación en los hogares. Algunos intelectuales apoyaron la revista y
publicaron en ésta. Llama la atención
que fue un vocero feminista consagrado y
reservado para la intelectualidad dominicana y las mujeres educadas, ajeno a
las expresiones de la mayor parte de la población femenina como las obreras y
las amas de casa sin escolaridad. Estas mujeres no estaban incluidas en el
discurso feminista del momento.
Las feministas también pretendían
emular lo que sucedía en el exterior. Por ejemplo, al finalizar la Primera
Guerra Mundial dos naciones dominantes reconocieron el sufragio femenino: Gran
Bretaña en 1918 y Estados Unidos en 1920. No sólo era la realidad de estos
países, sino que en la antesala a la Primera Guerra Mundial el sufragismo se
había extendido prácticamente por todos los continentes y en algunos las mujeres
ya gozaban de la franquicia electoral: Nueva Zelanda, (1893), Finlandia (1906),
Noruega (1907), Islandia y Dinamarca (1914). Otros países en el período de las
entreguerras también lo asumieron: Alemania y Polonia (1918), Holanda,
Luxemburgo, Checoslovaquia y Suecia (1919); Canadá, Austria y Bélgica (1920);
Ecuador
(1929); África del Sur y Grecia (1930); Portugal
(1931); Uruguay (1932); Cuba (1933); y Brasil (1934). En Puerto Rico se otorgó
el voto para la mujer alfabetizada en 1929 y el sufragio para todas las mayores
de veintiún años instruidas o no en 1935.[7]
Por otro lado, para 1925, Petronila
Gómez fundadora de Fémina fue
designada presidenta del comité dominicano de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas. Esta organización tenía su sede en España y
su secretaría general en Nueva York. En
su membresía había representación de diferentes países americanos. Esta distinción fue un reconocimiento a la
ardua y fructífera labor de Petronila en la organización y en el fomento del
feminismo en la República Dominicana. De
esta forma se estrechaban los lazos con una organización internacional y
aumentaba el intercambio de ideas y actividades con feministas de diferentes
países como México, Chile, Estados Unidos, España y Brasil.[8]
Otro acontecimiento fortaleció la
lucha feminista: la llegada de Abigail Mejía al país, procedente de
España. De hecho, su llegada entusiasmó
a las líderes, ya que por ser dominicana y compañera de estudios conocían de su
capacidad intelectual y de su solidaridad con las ideas feministas que
predominaban en Europa. Inicialmente, la
invitaron a dictar conferencias, luego le propusieron que asumiera las riendas
del Comité Feminista fundado en mayo de 1925, tarea que aceptó. La llegada de
Abigaíl Mejía propició la reunificación del movimiento y una amplia proyección
de los ideales feministas, desde la perspectiva de las mujeres educadas. Al regresar a la República Dominicana, trajo
consigo firmes ideas reivindicadoras y el entusiasmo necesario para reactivar a
las feministas del país. Mejía sostenía
que: “la mujer ha actuado hasta donde el hombre le ha permitido, ha sido reina,
santa, heroína, artista, sabia, madre, mujer y
muñeca, entonces: ¿Cómo no va a estar PREPARADA para votar y hasta para
no HACER NADA, como se HACE muchas veces en el Congreso?”[9]
Su definición de feminismo,
contrario a la de Petronila Gómez, fue abarcadora y revolucionaria. Denunció el modelo patriarcal y reclamó para
la mujer los mismos derechos que siempre ha tenido el hombre. Para Mejía, el
feminismo era reivindicación y liberación de la mujer de los esquemas sociales
y jurídicos. Opinaba que, las mujeres no
solicitaban un favor o un regalo. Las
mujeres estaban exigiendo el lugar que les correspondía en igualdad de
condiciones junto a los hombres. Según
ella, se acabó el tiempo de las excusas y la retórica, definitivamente “una
pide lo suyo… nada más”.[10] Abigaíl urge que se abandonen los viejos
patrones sociales androcéntricos que mantuvo el discurso feminista para asumir
el deber y riesgo de obtener la igualdad; las dudas no tienen lugar. Su discurso manifestaba las demandas del
feminismo radical que exigía la igualdad jurídica y el derecho al sufragio y que había sacudido algunas
sociedades europeas y americanas.
Las ideas y actuaciones de Abigaíl
Mejía transformaron la campaña feminista. La primera gestión de Abigaíl fue
convertir el Comité Feminista en una sociedad femenina que sus miembras
denominaron Club Nosotras o Sociedad Femenina de Cultura General: Letras, Artes
y Ciencias. En los estatutos del Club establecieron que sus integrantes serán
todas mujeres y que su lema será “Unión y Perseverancia”. Añadieron el objetivo de esta asociación:
“Despertar el espíritu de solidaridad femenina; propender al mejoramiento de
todas y crear un ambiente favorable a todas las manifestaciones de la cultura.
En esta reunión se discutió la dinámica vanguardista de la nueva organización;
sin embargo, se eludió asumir posiciones radicales como lo propuso Mejía. Se indica que “hubo un cambio de impresiones
y la escritora Abigaíl Mejía expuso un esbozo de planes para la constitución
del Club, del cual fueron unas partes aceptadas y otras no por lo avanzada de
sus ideas para el medio en el cual vivimos”.[11] A pesar de este tibio inicio enmarcado en el
fin cultural y apolítico de las integrantes del Club, entre algunas de estas
mujeres se fue gestando una nueva actitud hacia la emancipación femenina y
nuevas formas de lucha feminista en la República Dominicana.
Meses más tarde, una sección de las
integrantes del Club Nosotras, capitaneada por Abigaíl Mejía, lanzó un
revolucionario manifiesto a las mujeres del país. Como fruto de esta acción radical, se creó la
Junta de Acción Feminista Dominicana, (AFD).
Así el sector liberal del Club Nosotras, dirigido por Abigail Mejía,
asumió una posición aparentemente radical con la creación de la Acción
Feminista Dominicana al proclamar “la reinvindicación de los derechos
femeniles, pedir leyes nuevas que protejan los trabajos de las obreras, de las
maestras, de las mujeres que trabajan en general”.[12] Sin embargo,
protegiéndose de las críticas, las feministas declararon que “en lugar
de combatir al hombre, pretendían ayudarle en su mejoramiento social e
individual”, y aclararon sobre el
sufragio:
En último término, como fin de
nuestras aspiraciones, estará el derecho al voto; no tenemos ninguna prisa a
este respecto: sabemos que a veces es máxima sabia sentarse a la sombra de un
árbol de camino…y esperar…cuando la ocasión pase, nos juntaremos a ella activamente…[13]
El manifiesto pretendía entusiasmar
a las mujeres de todas las provincias, a las profesionales, a las madres,
incluía “a las contribuyentes al erario y no contribuyentes en la redacción de
las leyes, y a las pobres obreras”.14 La riqueza de este manifiesto estribó no sólo
en incluir a todas las mujeres, sino en exigir el espacio y la igualdad de
derechos para ellas por su condición de seres humanos e integrar la otra cara
de la sociedad que muchos hombres mantuvieron oculta o no estaban dispuestos a
reconocer. Hasta este momento la trayectoria del feminismo dominicano
continuaba definiéndose y lentamente se
robustecía, incluyendo a las obreras, las pobres, las analfabetas, a todas en
general.
Feministas, sufragistas y trujillistas
La década del treinta en la
República Dominicana presentó una encrucijada para el feminismo. Mientras estas mujeres reorganizaron sus
fuerzas y redefinieron sus objetivos, comenzó
un cambio en el gobierno del país que tendría grandes repercusiones en
el movimiento feminista y en su itinerario.
Nuevamente la situación política afectó la proyección de las líderes
feministas. Para 1930, la presidencia
del país fue ocupada por Rafael Leonidas Trujillo, quien controló el gobierno
durante treintiún años. Trujillo fue
astuto y sutil con las líderes feministas; asumió posiciones que le produjeron
resultados favorables para sus intenciones como gobernante y dictador.
En 1932, la Acción Feminista
Dominicana decidió celebrar su aniversario convocando a la primera asamblea
feminista del país con representación de todas las provincias. En la asamblea se trazó un plan de trabajo
que pretendía luchar contra el analfabetismo, mejorar las condiciones de
empleo, representar a las mujeres en litigios judiciales, fortalecer la familia
y combatir el alcoholismo, la prostitución y las drogas. A la vez, en un discurso en el Ateneo
Dominicano, Rafael Leonidas Trujillo elogió el desempeño de la mujer dominicana
en las artes y las ciencias y se autodescribió como seguidor y fanático del
movimiento cultural desplegado por
ellas. [14]
Muy sagazmente Trujillo hizo esas
observaciones y propuso la posibilidad de reconocer unos derechos para las
mujeres, sin profundizar en los detalles o la forma en que cumpliría su
compromiso. Las promesas y alusiones de
Trujillo entusiasmaron a la Acción Feminista Dominicana. A partir de este momento, los trabajos de la
AFD se intensificaron. La organización se propuso dos metas: concienciar sobre los derechos civiles y
políticos que reclamaba, y convencer sobre la necesidad y conveniencia de que
las mujeres respaldaran la posición de apoyo a la reelección del presidente. La
AFD participó activamente en la campaña política de Trujillo y su gente.
Por primera vez en la historia dominicana, una
organización feminista asumía la tribuna para favorecer a un líder. Las mujeres
nutrieron y reforzaron la campaña reeleccionista realizada por los
hombres. Antes de finalizar el año, el
presidente propuso al Congreso el voto para la mujer a manera de ensayo en las
elecciones del año siguiente, pero sin validez constitucional. Mediante la
aprobación del decreto Núm. 858, las mujeres dominicanas mayores de 18 años
participaron de las urnas, en las elecciones de 1934. La AFD tuvo a su cargo la
campaña y organización de este simulacro sufragista. En las urnas las mujeres
recibieron una boleta que les consultaba sobre si favorecían o rechazaban que
fuera reformada la constitución del estado “en el sentido de otorgarles el
derecho de elegir y de ser elegidas”.[15]
Se contabilizaron 96,427 mujeres
votantes que favorecieron la
reforma a la constitución.
Para las elecciones de 1938, en la
ciudad de Santiago de los Caballeros, se constituyó el Comité Nacional
Femenino, Pro Voto Electoral Trujillo. Esta iniciativa se reprodujo en todas
las provincias. En la campaña se invitaba a la mujer a participar del sufragio
simbólico de las próximas elecciones y a continuar solicitando al presidente
que siguiera guiando los destinos nacionales.
En estas elecciones, 344,909 mujeres fueron a las urnas a depositar su
voto a favor de que se enmendara la constitución. En noviembre de 1940, a
través de una Comisión de Damas, Trujillo envió un mensaje a las Cámaras
Legislativas con un proyecto de ley para solicitar los derechos civiles para la
mujer dominicana. El Senado aprobó el proyecto aboliendo el código napoleónico
instituido en el siglo XIX. Este nuevo Código
Civil reconoció que la mujer mayor de edad, soltera o casada, tenía los
mismos derechos civiles que el hombre.
Por otro lado, el periódico La Nación, a finales de 1940, publicó
con el respaldo de Trujillo, una encuesta para conocer la opinión de sus
lectores sobre el asunto del sufragio femenino. Preguntaba si se consideraba
necesaria una reforma a la constitución para incluir el voto de la mujer,
si ella estaba preparada para ejercerlo y si era oportuno el momento de
las elecciones de 1942. También pedía los fundamentos para sostener la opinión.
Hombres y mujeres de todo el país participaron de la encuesta. Éstos en su
mayoría afirmaron su deseo de que se extendiera el voto a la mujer y proveyeron
un motivo adicional para que el gobierno actuara sobre el asunto.[16]
El 5 de junio de 1941, Trujillo
dirigió un manifiesto a la mujer dominicana, anunciándole un proyecto de
reforma a la constitución para reconocer su derecho al voto y hacer posible el
sufragio en las elecciones de 1942. En el manifiesto destacó la importancia del
voto y el buen uso que le daría la mujer, los beneficios que adquirirían la
familia y la patria con los nuevos aportes de ésta en la administración del
país.[17]
El sufragio femenino se aprobó
mediante una enmienda que propuso el presidente al artículo nueve de la
constitución. Éste reconoció que: “Son ciudadanos todos los dominicanos de uno
u otro sexo, mayores de dieciocho años, y los que sean o hubieren sido casados
aunque no hayan cumplido esa edad”.[18] En las elecciones de 1942, las mujeres en la
República Dominicana ejercieron oficialmente, y
por primera vez con validez constitucional, el derecho al voto. Por
recomendaciones de Trujillo, en estas elecciones se escogieron las primeras
mujeres que participaron de la legislatura:
Isabel Mayer, la primera senadora, Josefa Sánchez de González y la
licenciada Milady Félix de L’Official, las primeras diputadas.
Conclusión
La lucha por
el sufragio femenino en la República Dominicana se alimentó con las
oportunidades educativas que obtuvieron las mujeres desde las últimas décadas
del siglo XIX y que sus frutos se manifestaron principalmente en las primeras
décadas del siglo XX. Las maestras, las licenciadas y otras profesionales
asumieron las ideas feministas que circulaban en los ambientes internacionales
y entre los/as intelectuales de República Dominicana. A la vez, la
participación política en la lucha por la independencia y luego contra la
intervención estadounidense fue creando un espacio para las mujeres fuera del
ambiente doméstico y cotidiano. En la década del veinte las expresiones de las
feministas se fortalecieron con la fundación de asociaciones o clubes
culturales y la publicación de revistas. La madurez del feminismo conllevó la
lucha por el sufragio para las dominicanas, derecho que era reconocido en
muchos países. El inicio de la dictadura trujillista en 1930 y las intenciones
del gobernante de controlar todas las esferas de poder contribuyó a considerar
los beneficios de concederles el derecho al voto. El respaldo que ofreció
Rafael Leonidas Trujillo a los reclamos de la Acción Feminista Dominicana
promovió un movimiento feminista y sufragista nacional que se reflejó en los
simulacros de las elecciones de 1934 y 1938 hasta consumarse el voto oficial
para las elecciones de 1942. Incluso, la asociación feminista y sufragista
perdió su esencia por los vínculos desarrollados con la dictadura desde el
comienzo de los simulacros electorales. Aunque se enmendó la constitución y se
reconoció el derecho al voto para las mujeres, muchas líderes se vieron
precisadas a respaldar la dictadura que reprimió la participación democrática
en la República Dominicana por más de treinta años.
Referencias
Arregui, Marivi. “Trayectoria del
feminismo en la República Dominicana”, Revista Ciencia
y Sociedad, Santo Domingo, Vol XIII,
núm.1, enero-marzo, 1988.
Báez Díaz, Tomás. Trilogía:
la mujer aborigen, la mujer en la colonia, la mujer dominicana, Santo
Domingo: Editora de Colores, S.A., 1998.
Barceló Miller, María de Fátima.La
lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico 1896-1935, Río Piedras: Ediciones
Huracán, 1997.
Candelario Ginetta, (editora). Miradas desencadenantes: los estudios de
género en la República Dominicana, al
inicio del Tercer Milenio, Santo Domingo: Editorial Letra Gráfica, Instituto
Tecnológico, Género, INTEC, 2004.
Cocco De Filippis, Daisy, (compiladora).
Madres, maestras y militantes dominicanas, (fundadoras), Ensayos selectos, Santo Domingo,
Editora Búho, 2001.
Clio,
Revista Bimestre de la Academia Dominicana de la Historia, Año VII, Núm. XXXIV,
marzo-abril de 1939.
Durán. Carmen. “Ercilia
Pepín y la lucha nacionalista”, Mujeres
sobresalientes en la historia dominicana,
Santo Domingo, Museo Nacional de Historia y Geografía y Dirección General de
Promoción de la Mujer, 1983.
Garcìa Carrasco, Félix. El evangelio
vivo de Hostos, Manatì: Imprenta Comercial, 2002.
Gómez, Petronila Angélica. “Evolución o muerte”, Revista Fémina, #1, San Pedro de Macorís, República Dominicana, 15
de julio de 1922.
Hostos, Eugenio María de. La educación científica de la mujer.
Selección, prólogo y notas de Gabriela Mora, San Juan, Editorial de la
Universidad de Puerto Rico, 1993.
Julia Juliá, Jaime, (compilador). Ercilia Pepín: Una vida al servicio de la patria,
Santo Domingo: Editorial Ciguapa, 2003.
Junta de Acción Dominicana. La Junta de “Acción Dominicana” se dirige a todas
las mujeres del país, Santo Domingo,
República Dominicana, Imprenta P.A. Gómez, 14 de mayo de 1931.
Lara Fernández, Carmen. Historia del
feminismo en la República Dominicana. Ciudad Trujillo,Impresos Arte y Cine,
1946.
Libro de Actas de la Sociedad de
Cultura General: Nosotras. Santo Domingo: Sociedad Femenina de Cultura General:
Letras, Artes y Ciencias, 1928.
Mejía, Abigaíl. Ideario feminista, Santo Domingo:
Publicaciones de la Secretaría de Educación,
Año Internacional de la Mujer, 1975.
Miller Francesca. “The Suffrage Movement in Latin American”, en
Confronting Change, Challenging Tradition: Women in Latin American History,
Gertrude M. Yeager, (editora), Wilmington: A Scholarly Resources Inc., S.R.
Books, 1994.
Peguero, Valentina y de los Santos,
Danilo. Visión general de la historia
dominicana, Santiago: Editora Taller, Universidad Católica Madre y Maestra,
1981.
Ricardo, Yolanda. Hostos y la mujer, San Juan, Publicaciones
Gaviota, 2011.
Ricardo, Yolanda. La
resistencia en las Antillas tiene rostro de mujer (transgresiones, emancipaciones), Santo Domingo: Publicaciones
de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, 2004.
Rodríguez Demorizi, Emilio. Sociedades, cofradías, escuelas, gremios y otras
corporaciones dominicanas, Santo
Domingo: Editora Educativa Dominicana, 1975.
Rodríguez Demorizi, Emilio. Salomé
y el Instituto de Señoritas: Para la historia de la espiritualidad dominicana, Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana,
1960.
Ruíz Pérez, Sonia. Eugenio María de
Hostos: Educador puertorriqueño en Chile, Segunda Edición, MMXIII, 2013.
Véloz, Livia. Historia del feminismo en la República Dominicana, Santo Domingo,
Editorial Orbe, S.A., Publicación de la Secretaría de la Mujer, 1977.
Vicioso, Sherezada. Salomé
Ureña de Henríquez (1850-1897): A cien años de un magisterio,
Santo Domingo: Editora de Colores,
Edición especial de la XXIV Feria Nacional del Libro, 1997.
Una breve
historia de Puerto Rico desde una mirada feminista
Dra. Sarah V. Platt
Resumen
La historia de Puerto Rico
desde su origen precolombino en el siglo XV y la influencia de los africanos
introducidos como esclavos durante esta época, hasta llegar a la invasión
norteamericana a finales del siglo XIX- ha creado un contexto interesante desde
el punto de vista socio-histórico para investigar el rol de las mujeres en todo
este proceso. El presente artículo investigará cómo las mujeres han participado
y continúan asumiendo un rol activo en diferentes aspectos de la sociedad
puertorriqueña. Por medio de un recorrido socio-histórico se aportarán momentos
claves en las que las mujeres reivindicaron su derecho al trabajo justo, a la
educación, al sufragio, al divorcio y a la igualdad de género para, de esta
manera, intentar reconstruir la historia de la isla desde una perspectiva menos
divulgada. A pesar de que aún queda mucho camino por recorrer en la lucha por
la igualdad de género, la historia aporta evidencia de que incluso desde el
siglo XV hasta la actualidad, las mujeres puertorriqueñas han asumido un rol
fundamental no sólo en la esfera privada, sino también como líderes políticas y
luchadoras del movimiento feminista, logrando de esta manera la adquisición de
muchos de los derechos que hoy en día poseemos.
Palabras clave: historia,
Puerto Rico, estudios de género, feminismo
Primera historia de las mujeres en Puerto Rico: las taínas
A diferencia de la mayoría de grupos femeninos de la era
precolombina, las taínas desempeñaban una importante función en su sociedad y
algunas incluso, ocupaban posiciones privilegiadas de poder. Asimismo, eran
responsables de transmitir su linaje cultural, ya que su sociedad era de
carácter matrilineal. En Puerto Rico existieron varias cacicas[1]
(Yuisa, Guayerbas, Catalina), mientras que en Europa las mujeres se
consideraban ciudadanas de segunda clase destinadas al trabajo doméstico y la
nula participación fuera del enclave doméstico. Las taínas, desde luego,
participaban en todo tipo de tarea, incluso luchaban en los conflictos bélicos
con otras tribus. También tomaban parte en rituales y ceremonias religiosas,
producían artesanías, eran agricultoras y se ocupaban del hogar y de la crianza
de sus hijos. En la religión de esta etnia fueron representadas varias deidades
femeninas y también en la literatura puertorriqueña ha quedado plasmada la
presencia de la mujer taína. Son numerosas las historias de amoríos entre
indígenas y colonizadores españoles y de las taínas que junto a sus maridos,
lucharon por defender el suelo de su tierra de los invasores que los
esclavizaron y eventualmente exterminaron por completo[2].
Invasión española (1492)
El cambio del régimen socio-político que trajo consigo el
nuevo orden colonizador impuso nuevos modelos que afectaron a la población
indígena, pero sobre todo a la mujer. En los primeros años de colonización, la
ausencia de mujeres europeas favoreció la mezcla del español con la taína y con
la africana, en relaciones regidas, en su mayoría, por el abuso de poder de
parte del colonizador. Pocas españolas fueron traídas a la Isla en el siglo
XVI, con excepción de algunas mujeres de importantes funcionarios militares.
Muchas mujeres españolas que arribaron a la Isla posteriormente, también
enfrentaron abusos por parte de sus maridos. Su participación en la sociedad
era mínima, aparte de ocuparse de las tareas agrícolas y del hogar. Tampoco
tenían acceso a la vida política, ni a la educación.
La Isla fue eventualmente poblándose de hombres y mujeres
africanas de la costa occidental del continente que fueron introducidos en el
siglo XVIII como esclavos. La mayoría de las mujeres esclavas tenían a cargo
las tareas agrícolas y del hogar. Estudios revelan que muchas de ellas
amamantaban a los hijos de sus colonos y fueron víctimas de abuso sexual por
sus dueños. Eventualmente, y con el paso de los años, afortunadamente algunas
de estas mujeres lograron comprar su independencia y la de sus hijos, y
consiguieron empleos asalariados como vendedoras ambulantes.
Educación (siglo XVI-XIX)
Las escuelas, durante la época de la colonia española,
escaseaban. Las hijas de familias pudientes solían ser educadas en casa por sus
madres o maestras privadas. Se les enseñaba a leer y escribir, también
aritmética, religión y labores de costura, tejido y bordado, entre otros
oficios. Las escuelas públicas que existían en la isla estaban divididas por
sexo y por lo tanto, las asignaturas que se impartían, también lo eran. Más
tarde a las mujeres se les enseñaba materias como la astronomía, matemática,
derecho, medicina, filosofía y teología, aunque prevalecía una idea general en
cuanto a la prohibición de la educación femenina. Eventualmente algunas mujeres
ocuparon oficios que fueron más que nada una extensión de las tareas del hogar.
A finales del siglo XIX algunas de las primeras profesiones destinadas a la
mujer fueron la educación y la enfermería y estudiar estas carreras equivalía a
una oportunidad para salir de casa y obtener un trabajo asalariado. Sin
embargo, en términos de educación superior, no fue hasta 1903 que se fundó la
Universidad de Puerto Rico.
Una de las pioneras feministas para esta época lo fue Ana
Roqué (1853-1933), astrónoma, periodista, maestra y escritora. Su participación
activa en la sociedad machista puertorriqueña del siglo XIX se consumó con la
publicación del primer periódico femenino La
mujer, en 1893. Como líder sufragista su participación en el periodismo
llegó a tal escala que hasta compró su propia imprenta y llegó a operarla junto
a otras mujeres para difundir publicaciones feministas a favor del derecho al
voto de la mujer.
Invasión norteamericana en 1898
La invasión norteamericana trajo consigo muchos cambios económicos,
sociales y políticos que también afectaron la posición de la mujer dentro de la
sociedad y su imagen social y de trabajo. En primer lugar se adoptó un modelo
capitalista en la Isla, lo que produjo que la familia dejara de servir como
unidad de producción. Este hecho subrayó la inferioridad presente de la mujer
por ser subordinada al hombre y por tener acceso limitado al mercado de
empleos.
No obstante, el feminismo del siglo IX acentuó su
participación colectiva, sobre todo en los sectores de clase media y alta y en
periódicos y revistas dedicados al tema de la mujer. Se considera que no fue
hasta que se produjo la invasión norteamericana que el movimiento feminista en
Puerto Rico se consolidó. La ideología predominante entre los grupos y organizaciones
feministas de la época consideraba que el estatus colonial de la Isla era uno
de los principales obstáculos en la lucha por la igualdad de derechos. La
población femenina no fue la única en apoyar esta convicción.
Como parte del desarrollo industrial que se llevó a cabo en
la Isla a principios del siglo XX se establecieron industrias tabacaleras y
azucareras norteamericanas, un hecho que convirtió a la mujer en una importante
fuerza de trabajo, en calidad de trabajadoras asalariadas. Junto con este cambio surgen otros que
transforman a muchas mujeres en despalilladoras, enfermeras, maestras, entre
otros oficios. Sin embargo, al verse discriminadas en cuanto a su salario, la
falta de participación en puestos directivos y la ausencia del derecho al voto,
las agrupaciones mantuvieron la convicción de que solo a través de la lucha
organizada podían reclamar estos derechos.
Sufragio y otros derechos adquiridos
La visión feminista puertorriqueña de esta época se vio
fuertemente influenciada por las luchas de mujeres europeas y norteamericanas y
tal vez por esto fueron capaces de obtener ciertas victorias. Una de las más
significativas fue la iniciativa de un grupo de mujeres que promovió que en
1908 el escritor y legislador Nemesio Canales presentara el primer proyecto de
ley en el que se concede el derecho de voto y la emancipación legal de las
mujeres en Puerto Rico. Sin embargo, la lucha por el sufragio perduró varios
años más ya que al principio el derecho solo fue otorgado a mujeres alfabetas
mayores de 21 años (1929). El sufragio universal por fin fue concedido en 1936,
convirtiendo a Puerto Rico en uno de los primeros países de América en conceder
este derecho a la población femenina.
Otro de los cambios que trajo consigo la invasión
norteamericana a Puerto Rico fue la legalidad del divorcio. En la década del
setenta también se legalizó la causal de consentimiento mutuo en el divorcio,
hecho que marcó una victoria para el movimiento feminista puertorriqueño.
Varias líderes feministas cobran auge en esta época. Entre ellas, Luisa
Capetillo (1879-1922), quien escribe y publica la primera tesis feminista en
Puerto Rico en 1911. En sus páginas exige la emancipación de este colectivo y
argumenta que igual que el hombre, la mujer es capaz de ejercer y ocupar todas
las funciones dentro de la sociedad. Capetillo luchó además por la educación
libre para las niñas.
La relación política de la Isla con los Estados Unidos
influenció significativamente el movimiento feminista en Puerto Rico. La
prolongación del derecho al voto universal femenino fue una de las más grandes
decepciones sufridas a raíz de la situación política de la colonia. Asimismo,
las desigualdades de género aún prevalecían, junto con otras problemáticas
sociales como el éxodo del campo a las ciudades, la concentración poblacional
en arrabales, la emigración a los Estados Unidos, entre otros.
Presencia femenina en la política (1940´s-1950´s)
En
la década del 40 se decía oficialmente
que el desempleo era el problema más crítico de la Isla por su naturaleza
estacional. Durante toda la década del 40, la agricultura seguía siendo la
actividad económica que más contribuía a los ingresos de Puerto Rico, aunque en
los años venideros continuaría mermando su importancia.
A raíz de la inconformidad por la situación política con
los Estados Unidos fueron varios los partidos políticos que se formaron y
disolvieron durante este tiempo, muchos de los cuales ofrecían participación a
mujeres. El Partido Nacionalista[3]
fue uno de ellos que atrajo la atención y participación de mujeres, entre ellas
la educadora y periodista, Blanca Canales (1906-1996). Lolita
Lebrón (1919-2010) fue otra de las pioneras
en el movimiento nacionalista e independentista en la Isla, quien por su
participación armada en el Partido cumplió una condena de 25 años en la cárcel
por atacar el Congreso de los Estados Unidos en 1954[4].
Su lema en la lucha política femenina era: “Si los hombres no logran la
independencia, lo logrará la mujer”[5].
El Partido Socialista Obrero[6]
y el Partido Unión Republicana[7] aunque promovían una ideología contraria en
cuanto al estatus colonial de la Isla, fueron otra de las coaliciones que
promovieron la participación femenina, sobre todo en la lucha por la igualdad
de derechos en el trabajo. El Partido Liberal[8],
que propulsaba la independencia y el autonomismo de la colonia, incluso llegó a
ser liderado por mujeres. Desde luego se puede observar un patrón entre la
participación femenina y la política puertorriqueña y es que las mujeres que
participaban en la misma, en su mayoría abogaban firmemente por la
independencia de la Isla.
En los años cuarenta, el Partido Popular Democrático (PPD),
llevó a cabo una campaña casa por casa en la que las mujeres eran motivadas a
inscribirse para votar. Felisa Rincón (18971994), una costurera y activista
política fue una de las líderes quien llevó de la mano a decenas de mujeres a
la mesa de inscripción electoral. Como parte de sus campañas para socorrer a la
población femenina se incluyó el derecho de control de reproducción, el
mejoramiento de salud pública, el acceso masivo a las escuelas y al trabajo. A
raíz de estas enmiendas la mujer puertorriqueña logró salir del hogar y obtener
cierta independencia económica. Además, se fundaron escuelas vocacionales y las
universidades abrieron sus puertas a esta población, ofreciéndoles la
posibilidad de cursar carreras como maestras, trabajadoras sociales,
enfermeras, secretarias, oficinistas y administradoras.
Segunda ola de feminismo (1960´s - 80´s)
La década de los sesenta se caracterizó por aires
revolucionarios, no solo en cuanto al movimiento feminista en Puerto Rico, sino
también en todo el mundo. En 1969 el movimiento feminista inició su
organización y comenzó a hacer eco en los medios de comunicación. Exigían
reformas y participación democrática, entre otras cosas. Se establecen durante
estos años importantes grupos feministas y las líderes de estos movimientos y
asociaciones procuraron vincular la situación femenina en Puerto Rico con el
movimiento femenino en otros países, una decisión que demostró lograr mayor
representación e inclusión para la Isla en el ámbito internacional.
La década de la mujer (1990´s)
En términos de política electoral, la década de los noventa
fue la década de la mujer en Puerto Rico. En el año 1992, Victoria Muñoz
Mendoza se convirtió en la primera mujer a postularse a la gobernación de la
Isla. En 1993, la Cámara de Representantes elige la primera presidenta en
propiedad de ese cuerpo, Zaida Hernández, mientras que en el Senado, la vicepresidencia la ocupa Luisa Lebrón en
1995. Cuatro años más tarde se postuló la primera mujer al puesto de
Comisionado Residente (Celeste Benítez). Asimismo, por primera vez en la
historia tres mujeres (Marta Font de Calero, Zaida Hernández y Sila M.
Calderón) compitieron por la alcaldía de San Juan. Aunque las mujeres en la
historia de Puerto Rico han participado de diferentes modos en la esfera
pública, el auge de su movilización política surge en el siglo XX con su
incorporación a la vida pública y el proceso político como electoras y
representantes de diversas ideologías.
¿Cuál es la situación actual?
Al finalizar el siglo XX, las mujeres alcanzaron la cumbre de su participación política con la elección de
Sila María Calderón como primera mujer gobernadora (2001-2005). Asimismo,
quince legisladoras, dos alcaldesas y 311 legisladoras municipales fueron electas,
ocupando un
26.4% de las posiciones
políticas del país, cifra sin precedentes
hasta entonces (Acevedo Gaud,
2013: 3). A nivel administrativo, bajo el
gobierno de la primera gobernadora en la historia de la Isla, se crea la
Oficina de la Procuradora de las Mujeres con el fin principal de fiscalizar la
implantación y el cumplimiento de la política pública y las leyes vigentes para
la protección del grupo social mayoritario en el país. La creación de este
organismo fue posiblemente uno de logros más significativos para las mujeres
durante esta época, ya que el discrimen y la violencia contra este colectivo
constituye un problema serio en la Isla.
Actualmente es creciente en la Isla otra gran problemática
relacionada a la desigualdad en términos de proporción de género. Los censos
poblacionales más recientes indican que por cada hombre puertorriqueño, existen
nueve mujeres en la Isla. A raíz de este desequilibrio se le ha considerado a
Puerto Rico como la Isla de las Solteras.
Muchas mujeres solteras adoptan la postura, que, sabiendo que los hombres
escasean, se conforman con relaciones que no les convienen o que de alguna
manera son abusivas. Muchas mujeres sienten presión por parte de sus familias
para convertirse en madre y los estereotipos que existen en la sociedad, por lo
general, perciben a la mujer soltera mayor de treinta años como una
rareza.
Llevamos décadas con la
custodia mono parental materna, o sea, con el divorcio. La única
responsabilidad de un hombre es la pensión y (cuidar a los hijos) dos fines de
semana al mes. Todo lo demás le toca a la mujer (…) hemos creado la idea de que
la mujer tiene más responsabilidad que el hombre frente al matrimonio y la
familia[9].
Ahora, en el siglo XXI, a pesar de haber logrado un sinfín
de derechos y mejoras en muchos sectores de la vida pública, la mujer continúa
siendo víctima de patrones machistas, sobre todo con relación a la
familia. Por esta y muchas otras
razones la lucha femenina puertorriqueña ha mostrado que aún existe una gran
necesidad por perdurar y un gran camino por recorrer.
Conclusiones
La primera historia femenina puertorriqueña tuvo como
protagonista a la mujer taína que habitó en la Isla antes de la invasión de los
colonizadores y simboliza una figura femenina vanguardista. En la sociedad
matriarcal taína las mujeres ocupaban puestos políticos, religiosos y sociales
de importancia, contrario a las mujeres españolas por ejemplo, quienes eran
consideradas ciudadanas de segunda clase. Posterior a la invasión española, se
introdujo en la Isla a la mujer africana traída como esclava a la colonia y
luego a la española, muchas quienes sufrieron abuso por parte de sus maridos o
propietarios.
Una vez Puerto Rico pasa a manos de los Estados Unidos
surge una gran transformación socio-económica en la Isla, una transición que
influenciará el movimiento femenino, que comienza a exigir derechos iguales en
el ámbito laboral y político. Los esfuerzos de la primera ola feminista recoge
sus frutos con la concesión del sufragio universal de la mujer en 1932, un
evento que marcó una importante hito en la historia femenina de la Isla, por
ser uno de los primeros países en América en conceder este derecho. Muchas
mujeres se convirtieron en activistas políticas, apoyando sobre todo los
ideales de soberanía e independencia para Puerto Rico. A principios del siglo
XXI la participación femenina en la política alcanza una cumbre al ser electa
la primera gobernadora en la historia de la Isla, Sila M. Calderón. No
obstante, a pesar de que la representación política femenina aumenta, este
colectivo continúa siendo discriminado y la lucha por la igualdad de derechos
no ha cesado.
Actualmente se calcula una enorme desigualdad de proporción
entre el número de hombres y mujeres. Esto ha generado un desequilibrio en
torno a la unidad familia, el aumento en divorcios y una gran frustración por
parte de muchas mujeres quienes se enfrentan con presión familiar, social y por
parte de ellas mismas para ser madres o tener a un hombre a su lado.
Bibliografía
Acevedo
Gaud, L. (2013). “Las mujeres entre siglos: participación y representación política
en Puerto Rico”. Río Piedras: Diálogo.
Azize,
Y. (1987). La mujer en Puerto Rico.
Ensayos de investigación. Río Piedras:
Ediciones Huracán.
Muñoz Vázquez, M. (1984). “La experiencia del divorcio desde
la perspectiva de un grupo de mujeres puertorriqueñas”. La
mujer en Puerto Rico. Ensayos de investigación. Río Piedras: Ediciones
Huracán.
Rivera Lassén, A.I. & Crespo Kebler, E. (2001). Documentos del feminismo en Puerto Rico.
Facsímiles de la historia. Río Piedras:
Editorial de la Universidad de Puerto
Rico. Recuperado de:
http://humanidades.uprrp.edu/smjeg/reserva/Estudios%20Interdiciplinarios/esin4 066/Prof%20Eva%20Prado/Documentos%20del%20feminismo%20en%20Puerto
%20Rico.pdf (febrero de 2013).
Román,
O. (2012). “Puerto Rico: la isla de las solteras”. Periódico Primera Hora.
Guaynabo,
PR.
Valle
Ferrer, N. (2006). Las mujeres en Puerto Rico. Cuaderno de Cultura Número
13. Instituto
de Cultura Puertorriqueña.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario