Panel: Mujeres y conflictos
La participación de las mujeres en la Revolución
Cubana 1956 ̵ 1959
Por
Noemí Rivera De Jesús[1]
“La
revolución ha traído un enorme progreso para la mujer.ˮ
Introducción
Las
mujeres cubanas siempre han estado dispuestas a luchar por la Patria. En el
caso de la Revolución Cubana de los años 50, podemos encontrar gran
participación femenina. Entre las mujeres participantes se encuentra la
conocida Vilma Espín, su hermana Nilsa Espín, Celia Sánchez, Clodomira Acosta, Teté Puebla, Asela de los Santos, entre
otras. Pero no descartamos la idea de que existieron otras mujeres que formaron
parte importante de la revolución y permanecen todavía en el anonimato. Por esa
razón, resulta necesario continuar investigaciones sobre la revolución cubana
contemporánea, pero enfatizando el rol de las féminas para tener un panorama
histórico completo.
En
muchos libros de historia general de Cuba no enfatizan a la participación
femenina. Dentro de este mismo tema, resulta necesario investigar la
participación de las mujeres negras en la revolución. Sin embargo, este artículo
tiene una limitación que es necesario mencionar, pues fue realizado a base de
libros, ediciones del periódico cubano Granma y algunas fuentes documentales.
Existen fondos documentales en el Archivo Nacional de la República de Cuba y en
la Oficina de Asuntos Históricos que deben ser consultados para ampliar este
trabajo investigativo. Pero es necesario ciertos permisos y visado académico
para poder investigar en Cuba. Las fuentes documentales utilizadas en este
trabajo son de la Colección Cubana de la Universidad de Miami. Aclarado el
detalle de la limitación, el objetivo de este artículo es demostrar la
participación femenina en la Revolución cubana y analizar ciertos libros
especializados en algunas mujeres participantes de la revolución. Las mujeres
han formado parte de la revolución. Es necesario resaltar la participación de
las féminas en la revolución cubana.
Vilma Espín
Comenzamos
con la conocida cubana Vilma Espín, quien fue líder estudiantil, guerrillera
del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, segunda mujer Ingeniero Químico en
Cuba, combatiente del movimiento 26 de Julio, condecorada como heroína de la
Revolución, miembro del comité central del Partido Comunista de Cuba,
presidenta fundadora de la Federación de Mujeres Cubana en 1960 y esposa de
Raúl Castro Ruz. Pero debemos mencionar que Espín, como los Castros,
pertenecían a la alta burguesía de la provincia de Oriente. El autor Guillermo
Cabrera señala que “la fotografía de la bella cubana con una gardenia al pelo
negro se publicó en la portada de Life y recorrió el mundo como la imagen de la
belleza guerrillera en su boda con un novio de verde-olivo, boina y extraña
trenza.ˮ[3]


En
el caso de Celia Sánchez Manduley, algunos autores señalan que la mano derecha
de Fidel Castro fue Celia. No solo fue secretaria de Fidel, se convirtió en la
primera mujer combatiente en el Ejército Rebelde[5] y en
dirigente en la provincia de Oriente de la campaña de amnistía para los
prisioneros del Moncada. Sin embargo, en 1955 fue una de los fundadores del
Movimiento 26 de julio. Se convirtió en la principal organizadora en
Manzanillo. Un aspecto muy importante, es que fue la primera mujer combatiente
en el Ejército Rebelde y perteneció a la comandancia general desde el mes de
octubre de 1957.[6]
Según Teté Puebla cuando hablan de Celia también se debe mencionar a Fidel y
viceversa. Porque en casi todas las cosas en el territorio estuvo el
pensamiento de Celia. Se le consideraba el alma de la Sierra Maestra. Celia fue
encargada de organizar todas las actividades en la Sierra Maestra. Puebla
señala que ¨Celia era la persona más humana, más sencilla, que había. ¨[7]

Luchó junto a Fidel en el combate de Uvero el
28 de mayo de 1957. Fue parte

Delsa Esther Teté Puebla, desde adolescente en la guerrilla
Conocida
por muchos con el nombre de Teté Puebla se unió a la lucha para derrocar la
dictadura de Fulgencio Batista cuando solo tenía 15 años. Vivía en Yara y toda
su familia apoyaba o participaba en el Movimiento Revolucionario 26 de julio.
Puebla venia de una familia guerrillera y revolucionaria. Abandonó sus estudios para entrar al Ejército
Rebelde. Realizó muchos actos para colaborar con la causa revolucionaria como
mensajera, utilizar falda para transportar útiles necesarios y hasta
disfrazarse de embarazada para esconder objetos necesarios para los soldados
rebeldes. A los 16 años por seguridad y al ser perseguida llegó a las montañas
para unirse al Ejército Rebelde.

Asela de los Santos
Natural de Santiago de Cuba, fue combatiente
revolucionaria de la clandestinidad en Santiago y del Ejercito Rebelde. Participante
en las luchas estudiantiles por la oficialización de la Universidad de Oriente,
donde conoce a Vilma Espin y entran a la causa revolucionaria. También fue
parte del movimiento 26 de julio. Durante el 1958, esta mujer realizó junto a
compañeras, una serie de viajes entre Miami y Cuba para traer armas bajo las
faldas. Además, en ese mismo año, se convierte miembro del Ejército Rebelde en
el II Frente Oriental Frank País dirigido por Raúl Castro Ruz.[12] Además,
actual investigadora en la Oficina de Historia de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias.[13]
Pelotón Mariana Grajales
(Las Marianas)
El Peloton Mariana Grajales[14]
conocidas como Las Marianas fueron la escolta de Fidel Castro. Participaron en
la revolución cubana desde 1958. Pero todas las mujeres que formaron el pelotón
estaban en la Sierra Maestra y colaboraban con la causa revolucionaria desde
antes de 1958. Específicamente, el 4 de septiembre de 1958 se realizó una
reunión que duró más de seis horas. Donde los hombres no querían que las
mujeres se involucraran en combate. Los hombres decíanː ¨ ¿Cómo se le va a
entregar un fusil a las mujeres con tantos hombres desarmados? ¨ Fidel Castro
contestóː ¨Porque son mejores soldados que ustedes.
Son más disciplinadas. ¨[15]
Entonces, se formó el pelotón femenino Mariana Grajales. Su jefa fue Isabel
Rielo y Teté Puebla fue la segunda al mando.[16]

El pelotón estuvo compuesto por 13 mujeres. En este pelotón
estuvo Delsa Esther Teté Puebla, quien se convirtió en general de brigada en
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y fue miembro fundador del Partido
Comunista Cubano y de la Federación de Mujeres Cubanas. Las jóvenes vestidas de
verde olivo que compusieron el Pelotón Femenino Mariana Grajales fueronː Isabel
L. Rielo Rodríguez, Delsa Esther Puebla Viltres Teté, Olga E. Guevara Pérez,
Angela Antolín Escalona Angelina, Edemis Tamayo Núñez La Gallega, Orocia Soto Sardina, Flor
Celeste Pérez Chávez, Eva Rodríguez Palma, Lilia Rielo Rodríguez, Rita García
Reyes, Juana Bautista Peña Peña, Ada Bella Acosta Pompa y Norma Rosa Ferrer
Benítez.[17]

Conclusión
Resulta
interesante que el tema de la Revolución en Cuba ha sido muy investigado. Pero
no podemos afirmar igual para la participación femenina en la Revolución.
Muchos historiadores han investigado a figuras importantes de la revolución
como Fidel Castro, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, entre
otros. Con relación a la participación femenina, algunos investigadores han
escrito biografías de algunas mujeres importantes y conocidas como Vilma Espín
y Celia Sánchez. Pero sabemos que ellas no fueron las únicas que participaron
en la revolución. Debemos recordar a
mujeres como Nilsa Espín quienes quedaron en el olvido, cuando participaron
fuertemente con la revolución cubana. El tema de la revolución cubana es muy
trabajado en Cuba. Con solo entrar a las librerías cubanas, podemos notar
rápidamente la gran cantidad de libros relacionados a la figura de Fidel
Castro. La revolución cubana es un tema recordado y bastante investigado por
los historiadores cubanos. Aunque en Cuba existe la Federación de Mujeres
Cubanas desde 1960 fundada por Vilma Espín y podemos percatarnos que desde 1960
hasta la actualidad se menciona el tema de las heroínas de la Patria cubana en
las escuelas. Todavía no vemos muchas investigaciones relacionadas a la
participación femenina en la revolución.
Existieron
dentro de la revolución, grupos de mujeres que lucharon por el triunfo de la
libertad e ideales. Muchas quedaron anónimas y es necesario que se profundice
el tema de la participación femenina en la revolución cubana. Sin embargo, es
necesario investigar la participación de las mujeres negras en la revolución.
Hasta el momento no conocemos obra relacionada a ese tema. Mujeres como Vilma
Espín, Celia Sánchez, Tete Puebla y Asela de los Santos evidencian la
participación de las mujeres cubanas en la Revolución. Además, demuestran que
las cubanas tuvieron más oportunidades en el área de estudios y profesiones en
Cuba después de la revolución. El rol de las mujeres nunca fue olvidado en el
gobierno de Fidel Castro. Con el surgimiento de la Federación de Mujeres
Cubanas FMC el progreso de las féminas existió en la Cuba revolucionaria. Asela
de los Santos señala que la incorporación de las mujeres a la Revolución Cubana
empezó con "la participación numerosa de las mujeres en las filas del
Ejército Rebelde y por el liderazgo de Fidel Castro en la lucha por la
igualdad." Las
compiladoras del libro titulado
Emergiendo del silencio Mujeres negras en la historia de Cuba publicado en
el 2016 señalan que no quedó representado en los artículos del libro la
participación de las mujeres negras en la Revolución contemporánea. Esperan que
su obra sirva como una invitación a los historiadores cubanos de nuevas
generaciones a investigar la participación de las mujeres negras en la
Revolución. Definitivamente, es un tema
para seguir investigando y que realiza una contribución a la historia de las
mujeres caribeñas.
Bibliografía
Colección Cubana, Libraries Digital Collections, Universidad
de Miami
Interview
with Vilma Espín, May 15, 1985
Celia
Sánchez, Fidel Castro's secretary
Cecilia
Sánchez wearing revolutionary outfit bearing an armband with the inscription:
26 de Julio
Periódicos
Granma,
18 de junio de 1981
Granma,
23 de junio de 1981
Granma,
1982.
Sin
identificar autor. En Zimbabweː Escuela Celia Sánchez Manduley. Granma, La
Habana, jueves, 18 de junio de 1981, Año del XX, Aniversario de Girón, Año 17,
No. 143, pág. 5.
Fuentes
secundarias
Arredondo,
Alberto. La historia secreta del
comunismo cubano y sus purgas.
Álvarez
Tabio, Pedro. Celia ensayo para una
biografía. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2003.
Curnow,
Ena. Leonor Ferreira Un siglo de rebeldía
y pasión. Alexandria Library Publishing
House, Miami, 2015.
De
los Santos, Adela. “Nos dio un sentido de valor. ˮ Las mujeres en Cubaː Haciendo una revolucion dentro de la revolución.
Pathfinder, Nueva York, 2012.
Diaz
Castro, Tania. Uno de los suicidios más
ocultados por el castrismo Nada se dice de Nilsa, la hermana de Vilma Espín, y
su esposo. Se los tragó la tierra por orden de alguien.
Recuperado
de
https://www.cubanet.org/opiniones/uno-de-los-suicidios-mas-ocultados-por-el-castrismo/
Escalona
Rodríguez, Norberto. ¨Guerreras de la
Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales. ¨ Mariana Grajales Cuello Doscientos
años en la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba,
2015.
Espín,
Vilma. “Sin estructuras preconcebidas ni programas diseñados. ˮ Las mujeres en
Cubaː
Haciendo una revolucion dentro de la revolución. Pathfinder, Nueva York,
2012.
Ferrer
Gómez, Yolanda. Vilma Espín Guillois el
fuego de la libertad. Editorial de la Mujer, Centro Habana, La Habana,
Cuba, 2015.
March, Aleida. Evocación mi vida al lado del Che. Ocean Sur, Querétaro, México,
2011.
Puebla, Teté. Marianas en combate Teté Puebla el pelotón femenino Mariana Grajales en
la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵ 1958. Pathfinder, 2003.
Tomas, Hugh. Cuba La lucha por la libertad. Vintage Español, Nueva York, 2011.
Sin identificar. Vilma una vida extraordinaria. Editorial Capitán San Luis, La
Habana, Cuba, 2013.
Sin identificar. Mujeres y Revolución El ejemplo vivo de la Revolución Cubana.
Pathfinder, 2013.
[1]Noemí Rivera De Jesús
tiene una Bachillerato en Educacion Secundaria concentración en Historia de la
Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Recinto de Ponce. Maestría en
Artes de la Educacion de Currículo en Historia de la Caribbean University, Recinto
de Ponce. Actualmente es estudiante doctoral de Filosofía y Letras en Historia
de América en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto
Metropolitano. Donde realiza su tesis doctoral titulada El rol de las mujeres
en la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico 1892 ̵
1900. Actualmente se desempeña como profesora de Historia y Humanidades en
National University College, Recinto de Ponce y Universidad del Este, Recinto
de Santa Isabel.
[2]Puebla, Teté. Marianas en combate Teté Puebla el pelotón
femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵ 1958.
Pathfinder, 2003, pág. 73.
[3]Cabrera, Guillermo. Mea Cuba.
[4]Ferrer Gómez, Yolanda. Vilma Espín Guillois el fuego de la
libertad. Editorial de la Mujer. Centro Habana, La Habana, Cuba, 2015.
[5]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón
femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958.
Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[6]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón
femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958.
Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[7]Ibíd., pág. 34 y 35.
[8]La Villa, Raquel. ¨ La
mujer cubana en la lucha contra las dictaduras. ¨ La mujer cubana. Historia e infra historia. Ediciones Universal,
Miami, Florida, 2000, pág. 57.
[9]Escalona Rodríguez,
Norberto. “Guerreras de la Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales.ˮ Mariana Grajales Cuellos Doscientos años en
la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2015, pág.
221.
[10]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón
femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958.
Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 98.
[11]En Zimbabweː Escuela
Celia Sánchez Manduley. Granma, La Habana, jueves, 18 de junio de 1981, Año del
XX, Aniversario de Girón, Año 17, No. 143, pág. 5.
[12]Recuperado de
http://www.granma.cu/granmad/secciones/raul/asela.html
[13]Santana, Arelys. Nuestra
revolucionː ni calco ni copia. Mujeres y
Revolución El ejemplo vivo de la Revolución Cubana. Pathfinder, 2013,
pág.11.
[14]El pelotón llevo el
nombre de Mariana Grajales una mujer cubana del siglo XIX que participó en la
causa revolucionaria. Todos sus hijos participaron como soldados en la
revolución del siglo XIX. Es la madre del General Antonio Maceo.
[15]Puebla, Teté. Marianas en Combate Teté Puebla el pelotón
femenino Mariana Grajales en la guerra revolucionaria cubana 1956 ̵1958.
Pathfinder, Nueva York, 2003, pág. 46.
[16]Ibíd., pág. 47.
[17]Escalona Rodríguez,
Norberto. ¨Guerreras de la Sierra. Continuadoras de Mariana Grajales. ¨ Mariana Grajales Cuello Doscientos años en
la historia y la memoria. Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2015, pág.
22.
[18]Borrego Diaz, Orlando. Che en la Revolución Cubana. Tomo VII
Pensamiento Guerrillero. Editorial José Martí, La Habana, 2016, pág. 38, 78
y 80. La mujer presta sus servicios y puede remplazar perfectamente al hombre
hasta en el caso de portar armas, aunque resulta ser muy poco en la vida
guerrillera.
Juanita
Ojeda: ejemplo de la Mujer Libertadora
Ponencia dictada por el historiador Miguel Antonio Reyes
Walker ante el VII Coloquio sobre las Mujeres, celebrado el 15 de marzo de 2017
en la Universidad de Puerto Rico en Utuado y auspiciado por la Asociación
Puertorriqueña de Investigación de Historia de Mujeres
Al inicio del siglo XX Utuado
experimentaba el mismo deterioro económico que sufrió la Isla tras la invasión. Esto actuó
en gran medida en detrimento de los aspectos físicos y sociales del municipio
entre 1900 y 1940. Aquel Utuado no era
el idílico municipio de la montaña donde la vecindad vivía sin preocupaciones;
donde se hacía fiesta alegre y en comunidad.
Menciona Fernando Picó en su libro Gallos peleados
que: “Utuado es entonces ratero y violento, irrespetuoso, tumultuoso, sedicioso”.1
Juanita Ojeda
Maldonado nació
precisamente dentro de esa vorágine social que vivió nuestro país en ese momento de nuestra historia. Dolores Ojeda Pagán y Epifanía Maldonado de
Jesús vieron nacer a su hija un 22 de diciembre de 1905. A pesar del entorno Juanita se convirtió en
uno de los ejemplos de virtud y compromiso, en una mujer libertadora. Desde muy temprana edad, en la década de los
años treinta, Ojeda Maldonado se dio a conocer como militante del Partido
Nacionalista de Puerto Rico. Los
detalles de su ingreso a esta organización política no están claros pero la mención de la
joven utuadeña en los expedientes del FBI data de 1936 como de persona muy activa. Según
el informe de un confidente de esa agencia federal, Juanita escondía armas de
fuego en su hogar. Sus actividades
dentro del PNPR y su compromiso con la causa de la independencia eran en
esencia públicas.
No he encontrado evidencia documental
de que haya sido miembro de las Hijas de la Libertad. Es importante señalar que
el capítulo de Utuado de esta organización femenina, anexa al PNPR, tuvo para
1932 una matrícula de sesenta jóvenes mujeres.2 De Juanita sí se sabe que desde muy temprano
fue parte activa de la Junta Nacionalista de Utuado, en particular
como tesorera,
y que en 1948 presidió dicha Junta.3
A pesar que la mayoría de las acciones que se le reconocen a Ojeda
Maldonado fueron de carácter recaudatorio el FBI le clasificó como “nacionalista
importante”
mientras que la División de Inteligencia de la Policía y la Policía Insular la
consideraban “potencialmente peligrosa”, por lo tanto sus movimientos eran vigilados con detalle. Entre sus actividades se encontraban la
organización de bailes, rifas, ventas de pasteles y otras que allegaran fondos
para el PNPR. Iba de pueblo en pueblo
recaudando fondos para sostener las estructuras del Movimiento Libertador.
También participaba en la Asamblea Nacional como delegada de su pueblo natal.
La relación cercana entre Juanita y don
Pedro es evidente desde temprano. Al
regreso de Pedro Albizu Campos a la Isla en 1947, Juanita estuvo presente en su
recibimiento e inclusive aparece en una fotografía sentada junto a
éste durante
la misa a la que asistieron ese día
en la Catedral de San Juan.4
Le acompañaba
en diversas gestiones y le daba alojamiento a don Pedro cuando éste visitaba
Utuado para alguna reunión o mitin que se llevara a cabo en ese pueblo. Su
compromiso con la causa también se evidencia mediante su desprendimiento. Por ejemplo,
en ocasión del recibimiento de don Pedro, Juanita confeccionó gratuitamente los
uniformes de aquellos cadetes que no pudieron comprarlo.5
Entre 1948 y 1950 Juanita era muy activa dentro y fuera de Utuado,
haciendo presencia en los mítines, asambleas, reuniones y conmemoraciones en
distintos puntos de la Isla.
Tras los acontecimientos de la
Insurrección Nacionalista de 1950 la Policía Insular arrestó a gran número de
partidarios y simpatizantes del PNPR.
Juanita fue arrestada y acusada bajo la Ley 53 de 1948 conocida como la
“Ley de la Mordaza”.6 Dicha ley declaraba como delito grave el
fomentar o abogar la necesidad de derrocar, destruir o paralizar el Gobierno
Insular por medio de la fuerza o la violencia.
La orden de arresto contra Juanita se emitió el 21 de diciembre de 1950,
casi dos meses después de los acontecimientos.
No logré documentar
la fecha exacta del arresto pero sí se sabe que fue detenida preventivamente;
enjuiciada por dos violaciones a la Ley de la Mordaza en relación a la Insurrección; que fue sentenciada a cumplir
entre ocho y trece meses de presidio por el primer cargo y de siete a trece por
el segundo más una multa que según el Artículo I de la Ley 53 podía ser de un máximo de $10,000.
Del tiempo de sentencia solo cumplió nueve meses por “exceso de
preventiva”. Las sentencias fueron recurrentes, según el informe del DIP las
sentencias fueron extinguidas el 17 de septiembre de 1952.
Al ser liberada reinició sus
actividades de recolección de fondos con el fin de llevar dinero, alimentos y
ropa a los nacionalistas que continuaban en el presidio. El 6 de marzo de 1954
fue otra vez “encarcelada preventivamente” después del ataque al Congreso estadounidense, el 1ro
de marzo del mismo año. El juicio de
Juanita y otros trece nacionalistas estaba pautado para comenzar en agosto pero
se retrasó hasta el 7 de diciembre de 1954.
Es importante resaltar que, a pesar de Juanita llevar dos años viviendo
en San Juan, se le juzgara en el tribunal de Arecibo y fuera encarcelada en la
prisión de tal región.7 El 31
de mayo de 1955 Juanita fue sentenciada a cumplir de siete a diez años de presidio por el delito de “asistir a una misa
en Río Piedras en memoria de los nacionalistas que murieron en el ataque a
Fortaleza”.8 El 6 de junio de
1955 “salió en libertad bajo fianza en apelación” y mientras esperaba la decisión del tribunal fue indultada por el
gobernador Luis Muñoz Marín, el 19 de julio, haciéndose académica la apelación.
Entre los años 1955 y 1964 Juanita Ojeda
continuó sus actividades dentro del PNPR, tanto de recaudación como
organizativas. En 1961 y 1962 fue
nuevamente elegida Tesorera de la Junta Nacional por la Asamblea, posición en la cual tenía las
responsabilidades de pagar la renta de la Sede Nacional del Partido en la Calle
Julián Blanco esquina Ave.
Ponce de León en Río Piedras, los gastos personales de
Albizu y demás gastos del PNPR. Las
actividades organizativas giraban en torno a las conmemoraciones y a visitar a
los combatientes encarcelados, entre ellos don Pedro. En 1964 don Pedro fue llevado al hospital
Presbiteriano tras sufrir una trombosis.
Pocas personas tuvieron acceso a la habitación de Albizu, la única que podía
visitarlo era Juanita. Por razones de
salud y por insistencia internacional ante Muñoz Marín, don Pedro fue indultado
por segunda vez y trasladado a la casa de Juanita en Hato Rey. Entre el 1952 o
el 53 Ojeda Maldonado se había mudado de Utuado para vivir en San Juan
registrándose, en los documentos policíacos y en otros, varios domicilios entre
Río Piedras y Hato Rey.
Estando al cuidado de Albizu, cosa que
no era fácil por la condición de salud de éste y la situación económica en que
se encontraba, continuaba cumpliendo con los demás compromisos que había
asumido dentro de las filas del PNPR.
Entre sus labores como cuidadora de don Pedro se encargaba de prepararle
los alimentos que le apetecían, la limpieza de la casa y buscaba satisfacer las
necesidades de don Pedro para apaciguar los efectos de sus condiciones de
salud. Estuvo junto a él hasta su deceso el 21 de abril de 1965 y al día
siguiente, entre sollozos, junto amigos y familiares de don Pedro, Juanita cosía las banderas que
decorarían la capilla ardiente.
Juanita no es, en sentido estricto, el
ejemplo preciso de la mujer vista a través el cosmorama patriarcal del
nacionalismo puertorriqueño. Ella no se
casó ni tuvo hijos sin embargo Juanita fue una mujer independiente y
autosuficiente; soberana sobre sí, su cuerpo, su mente y su economía. Toda su vida fue su propia jefa y se ganó la
vida como costurera, florista y repostera.
Dedicó su vida al ideal de la independencia como su deber máximo, no por
coacción ni por beneficios personales. Del
mismo modo fue amiga de todos, sin importar clase social, etnia o visiones políticas. También fue autodidacta pues, a pesar de no
haber cursado estudios universitarios, dominaba cualquier tema de conversación.10 Si hablamos del rol maternal y de esposa,
que promueve el punto de vista patriarcal, Juanita los cumplió a cabalidad
mediante sus esfuerzos para aliviar las penas y satisfacer las necesidades de
sus compañeros y las de don Pedro. En
síntesis, Juanita Ojeda Maldonado trascendió las expectativas del ideal de la
Mujer Libertadora que destila el discurso albizuista.
Su devoción a la lucha y a don Pedro
fue tal que nunca se casó ni tuvo hijos, aunque se puede decir que fue la
“madre” de todos los combatientes y compañeros de lucha pues nunca les
abandonó. Cumplió con don Pedro el rol
de “esposa espiritual”, a la manera en que las monjas católicas son esposas de
Cristo. Después de la muerte de don
Pedro, Juanita continuó aportando para el bienestar de los nacionalistas presos
y participó activamente en la campaña para la excarcelación de los y las
compañeras que quedaban encarceladas en prisiones estadounidenses. Inclusive
fue firmante de una carta dirigida al gobernador Rafael Hernández Colón
solicitando la devolución de documentación incautada por la policía durante los
años posteriores al 1954 entre los cuales se encontraba evidencia médica de la
radiación aplicada sobre Albizu.
También
le dio albergue a Filiberto Ojeda Ríos en momentos donde éste era buscado por
las autoridades.9 Como
mujer luchadora por la independencia de Puerto Rico nunca descansó ni perdió su
sentido del deber.
Ni la cárcel ni la vigilancia constante por
parte de la policía quebrantó su compromiso y aunque no empuño un arma de
fuego, como lo hicieran otras compañeras, su rol en la lucha no fue menos
loable. Sin Juanita y su ejemplo de
devoción patriótica —casi religiosa— como soldado de fila, como abeja
laboriosa e incansable, el funcionamiento interno del Partido no se hubiese
podido mantener. Juanita Ojeda merece un
lugar en la historia de las mujeres, en la historia del independentismo puertorriqueño
y en la historia general de Puerto Rico.
NOTAS
1. Para más detalles sobre el Utuado de este
periodo vea Fernando Picó,
Gallos
peleados, 3ra ed. (San Juan, Puerto Rico:
Ediciones Huracán, 2003)
2. José M. Dávila Marichal, “Atención, firmes, de frente, marchen!: Historia
del Ejército Libertador del
Partido Nacionalista de Puerto
Rico", (Tesis de Maestría, Universidad de
Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2011), p. 50.
3. Glorimar
Rodríguez González, Historia del Partido Nacionalista en Utuado, (Puerto Rico: Editorial
y Taller Abacoa, 2013), p. 186.
4. Miñi Seijo
Bruno, La insurrección
nacionalista en Puerto Rico 1950, 2da. ed. (San Juan, Puerto Rico: Editorial
Edil, 1997), p. 48.
5. Jacinto
Rivera Pérez, “Juanita
Ojeda Maldonado: mujer
excepcional”, Boletín Nacional (Puerto Rico), febrero 1988, 3, FPRenM, Archivo
Histórico, Colección PNPR, Fondo:
Publicaciones nacionalistas,
Carpeta: Boletín Nacional 1980-1989. Citado en Miguel A. Reyes Walker,
“El discurso albizuista en torno
a las mujeres:
el caso de Juanita
Ojeda, 1930-1950” (Trabajo de
investigación publicable conducente a obtener
el grado de Maestro en Artes con concentración en Historia de Puerto Rico y del Caribe, Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2016), p. 30.
6. Ivonne Acosta, La mordaza, (Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Edil, 1989), p. 68
7. Olga Jiménez de Wagenheim, Nationalist Heroines: Puerto
Rican women history forgot, 1930s-1950s (New Jersey: Marcus Wiener
Publishers, 2016), p. 288.
8. Acosta, op. cit., p. 183.
9. Rodríguez González op. cit., p. 195.
10. Rivera Pérez citado en
Reyes Walker, op. cit., p. 35.
Enfermeras militares puertorriqueñas en la
primera y segunda guerra mundial
Por: Ingrid N. Norat Figueroa
Desde el principio, es conocido que las
mujeres siempre han cuidado de los enfermos y heridos de guerra. Tanto es así
que han surgido como pioneras en el campo de la medicina, específicamente en el
área de la enfermería, por más de un siglo. Incluso las mujeres practicaban el
servicio de cuidar a los enfermos desde principios del siglo XIX, aunque no
hubo organización ni educación formal o capacitación oficial hasta finales del
siglo XIX y principios del siglo XX. Varios historiadores, marcan la
formalización de la enfermería profesional desde el año 1850 cuando surge una
de las figuras más reconocidas en enfermería, Florence Nightingale.[1]
La misma fue una enfermera británica que sirvió en la Guerra de Crimea en 1854
y promovió el desarrollo de la enfermería como profesión a través de la
creación de métodos y prácticas innovadoras. Estos métodos e ideas innovadoras
se extendieron rápidamente a otros países como Estados Unidos, donde la
formalización de la enfermería comenzó con la creación de las primeras escuelas
en 1873.[2]
En Puerto Rico, las enfermeras
comenzaron a dejar huellas a finales del siglo XIX. Las mismas comenzaron como
parteras desde 1838 y surgieron organizaciones religiosas lideradas por mujeres
que se dedicaron a cuidar de los enfermos, aunque no fue hasta 1903 que se
formalizó la educación de la enfermería en Puerto Rico.[3]
Dicha formalización ocurre debido a que enfermedades tropicales ajenas a los
EE.UU., levantaron una preocupación por la seguridad de los soldados
estadounidenses y la población en general. Por tal razón, el gobierno de los
EE.UU. reestructuró el área de salud pública en Puerto Rico, formalizó la educación
en medicina y estableció reformas laborales. Las primeras escuelas de
enfermería en la isla fueron establecidas en San Juan, Mayagüez y Ponce.[4]
Al llegar Estados Unidos a Puerto Rico, varias
congregaciones también arribaron con el comienzo de la Guerra Hispanoamericana.
Algunas mujeres de la congregación de San Vicente de Paúl llegan con el
ejército invasor en 1898[5]
y otras enfermeras de otra congregación no identificada llegaron con la Cruz
Roja Americana para la misma fecha. Estas enfermeras no identificadas se
dedicaron a cuidar a las mujeres y niños de los soldados estadounidenses que se
encontraban en la isla. Las mismas se establecieron por primera vez en Ponce
para ayudar a los soldados que viajaban.[6]
Llegaron a bordo de un barco llamado SS Lampasas acompañado por la enfermera a
cargo llamada Isabelle E. Rutty. La misma fue designada más tarde como hermana
a cargo de la misión auxiliar que se dirigía hacia Puerto Rico durante la
Guerra Hispanoamericana. Todavía queda por investigar la existencia de una
relación directa entre la congregación que llega con la Cruz Roja y las
Hermanas de la Caridad de San Vicente que llegan con el ejército, ya que las
fechas de llegada coinciden.
Cuando comenzó la Primera Guerra
Mundial, la integración de las mujeres puertorriqueñas en la guerra se produjo
principalmente con su participación en la Cruz Roja Americana. Esto se debió a
que antes de 1944 el ejército no aceptaba mujeres puertorriqueñas en el Army Nurse Corps (ANC). Dentro de las
mujeres que expresaron su deseo de participar en la guerra, se mencionó a una
joven con el nombre de Eugenia L. Acevedo. Nació el 7 de septiembre de 1894 en
Maunabo,P.R. Fue una enfermera puertorriqueña quien se unió a la Cruz Roja
Americana en 1917 después de graduarse del Hospital Hahnemann en Chicago,
Illinois ese mismo año. Fue enviada a París el 15 de septiembre de 1917 y
asignada al Children’s Bureau en octubre
del mismo año. Luego, fue reasignada al Hospital
Base No.82 en 1918 y regresó a los Estados Unidos en 1919.[7]
La misma trabajó cerca de las trincheras en Francia atendiendo y cuidando de
los huérfanos y viudas de los soldados que caían en la guerra. Su sentido de
patriotismo nunca le faltó, ya que la misma expresó su deseo de compartir su
conocimiento y su orgullo de servir como enfermera en una carta que le escribió
a su tía. Dicha carta fue publicada en el periódico La Democracia en octubre de
1917.[8]
Otra mujer puertorriqueña en este período fue la Dra. Dolores Piñero. Ella fue
una de las primeras doctoras puertorriqueñas en ingresar al ejército como
anestesióloga. La misma logró ser la primera mujer contratada oficialmente por
el ejército estadounidense en 1918.[9]
Aun así las mujeres como profesionales
de la salud enfrentaron varios obstáculos a través de los años. Lucharon contra
el sexismo, la falta de educación y falta de reconocimiento. Por esto, la
Asociación de Enfermeras Registradas de Puerto Rico se creó en 1915 y se
estableció legalmente en 1917. Entre las enfermeras practicantes surgieron
activistas como Rosa González, quien luchó contra la injusticia hacia las
enfermeras y la profesión. Como resultado, González publicó su libro titulado, Los hechos desconocidos, en 1929. El
libro criticó las injusticias contra las enfermeras, la mala administración de
los hospitales y la falta de regulaciones y servicios dentro de ellos.[10]
La publicación de este libro creó conciencia y promovió una nueva etapa en el
avance de las mujeres como enfermeras practicantes.
Con el inicio de la Segunda Guerra
Mundial, la necesidad de enfermeras aumentó enormemente y la demanda de la
participación de enfermeras puertorriqueñas bilingües en el servicio militar se
hizo indispensable para establecer comunicación con los soldados puertorriqueños.
A partir del año 1944, el ejército comenzó a aceptar mujeres puertorriqueñas en
el Women Army Corps (WAC) y el Army Nurse Corps (ANC). Enfermeras como,
Carmen M. Lozano Dumler, fue una de ellas. Nació en Vega Baja, Puerto Rico el
13 de noviembre de 1921. Se graduó del Hospital Presbiteriano de Puerto Rico y
se incorporó al ANC el 21 de agosto de 1944. Fue la primera mujer
puertorriqueña en ser juramentada en el ejército de los EE.UU. como enfermera
militar. La misma alcanzó la posición de teniente de segunda categoría dentro
del ANC y ganó reconocimientos como el American
Campaign Medal y World War II Victory
Medal. Al ser de habla hispana, sirvió como intérprete y los soldados se
identificaban con ella, por lo que se dedicó a ayudarlos a lidiar con sus
emociones. [11]
Otras enfermeras militares
puertorriqueñas como Rosemary Glanville Campbell, original de Ponce, nació el 2
de mayo de 1920. Se integró al ANC en noviembre de 1944 donde alcanzó el puesto
de teniente de segunda categoría y ganó reconocimientos iguales a los de Dumler.
Ella expresó que su experiencia dentro del ANC fue una muy memorable y su
servicio a la nación le enorgulleció.[12]
Elba Cintrón-Ruiz nació el 1 de enero de 1923 en Yauco, PR y vivió en Ponce. Fue
una de las primeras 13 enfermeras en ingresar al ANC y alcanzar el rango de
teniente de segunda categoría. Sirvió en el ANC desde el 8 de noviembre de 1944
hasta el 16 de abril de 1946. Luego ingresó al Army National Guard desde el 1980 al ‘90. Ganó dos medallas y una
cinta de reconocimiento por el servicio en ultramar.[13]
Medarda Rosario Rodríguez nació el 19 de abril de 1915 y vivió en Corozal, PR.
Sirvió en el ANC desde 1944 hasta 1949 y luego en el ANCR (Army Nurse Corps Reserve) desde 1949 al ‘50 y regresa al ANC del
1950 al ‘52. Además de la Segunda Guerra Mundial, Rosario Rodríguez sirvió en
el conflicto de Corea.[14]
Eva Priscilla García, Asunción Bonilla Velasco y Olga Gregory también
ofrecieron sus servicios como enfermeras registradas en el ANC.
En conclusión, se puede percibir que el
aspecto militar influyó en gran medida en el comienzo y el desarrollo de la
enfermería en Puerto Rico. Incluso en el comienzo, las monjas comenzaron su
trabajo como enfermeras cuidando a los soldados heridos y enfermos. La llegada
de los Estados Unidos a Puerto Rico demostró ser de gran importancia para la
evolución de la enfermería militar y profesional en la isla debido a las reformas
de salud pública. Se puede decir que el libro de Rosa González tuvo un gran
impacto en la educación formal de las enfermeras que en consecuencia ayudó a
que las enfermeras militares puertorriqueñas fueran reconocidas por su
excelente labor. Podría decirse que el desarrollo militar de los EE.UU. en la
isla facilitó la integración de las prácticas de enfermería militar y enfermería
profesional.
Bibliografía
Fuentes primarias:
Women
in the Military Service for America Regestration Rosemary Glanville Campbell. Charter Number 328205.
Women
in the Military Service for America Regestration Elba Cintrón-Ruiz. Charter Number
636873.
Women
in the Military Service for America Regestration Medarda Rosario Rodríguez. Charter Number 471010.
Women in the Military Service for America Regestration
Carmen M. Dumler. Charter Number 334561.
Libros:
Anales de la congregación de la misión fundada
por San Vicente de Paúl. Tomo séptimo, Madrid, Imprenta del Asilo de
Huérfanos del S.C. de Jesús, 1899.
González Rosa, Los hechos
desconocidos. San Juan, s.e., 1929.
Las hijas
de la caridad en Puerto Rico 1863-1983. Santo
Domingo, Amigo del Hogar, 1983.
Prensa:
Periódico:
La Democracia, 28 de
junio de 1918.
Recursos electrónicos:
Documentos de Registro de la Cruz Roja
Americana, File de Irvine Mrs. Eugenia L., Eugenia Louise Acevedo, Obtenido en:
Fuentes secundarias:
Libros:
Alberty Monroig, José F., Con novedad en la retaguardia
puertorriqueña: trabajadores, mujeres e iglesias. Río Piedras, Universidad
de Puerto Rico, 1990.
Álvarez Curbelo, Silvia y Sepúlveda
Rivera, Aníbal, The Day of Small
Beginnings: Los cimientos del Hospital Presbiteriano San Juan de Puerto Rico,
1904-1930. San Juan, Puerto Rico,
Ashford Presbyterian Community Hospital, 2015.
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Estades Font, Eugenia, La presencia militar de Estados Unidos en Puerto Rico 1898-1918:
Intereses estratégicos y dominación colonial. Río Piedras, Ediciones
Huracán, 1988.
Hernández Aponte, Gerardo Alberto, La
salud y la labor social: ministerio de las Siervas de María ministras de los
enfermos en Puerto Rico (1887- 1921). San Juan, Puerto Rico, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 2013.
Pérez González, Lydia, Enfermería en Puerto Rico desde los precolombinos hasta el siglo XX. Mayagüez,
Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico Recinto Universitario de Mayagüez,
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Picó, Fernando, Historia
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Reverby, Susan M., Ordered to Care: The dilemma of American
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Montgomery Dossey, Barbara, Florence Nightingale: Mystic, Visionary, Healer. Pennsylvania,
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Yost, Edna, American
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Prensa:
Artículo:
Azize Vargas, Yamila, “Los hechos
desconocidos: participación de la mujer en las profesiones de salud en Puerto
Rico (1898-1930)”, Puerto Rico Health
Sciences Journal, núm. 1, Abril, 1990.
Recursos Electrónicos:
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Foundation, Inc., Puerto Rican
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http://www.womensmemorial.org/H&C/History/historypr.html, 2/20/2014.
[1] Susan M. Reverby, Ordered to Care: The dilemma of American nursing, 1850-1945. United
Kingdom, Cambridge University Press, 1987, pp. 41-43.
[2] Barbara Montgomery Dossey, Florence Nightingale: Mystic, Visionary,
Healer. Pennsylvania, Springhouse Corporation, 2000, pp. 103-120.
[3] Lydia Pérez González, Enfermería en Puerto Rico desde los precolombinos hasta el siglo XX. Mayagüez,
Puerto Rico, University of Puerto Rico, University of Mayagüez Campus, 1997, p.
54.
[5] Anales de la congregación de la misión fundada
por San Vicente de Paúl. Tomo séptimo, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del S.C. de
Jesús, 1899, p. 86.
[6] Lavinia L.
Dock, Sarah Elizabeth Pickett, and Clara D. Noyes. History of American Red Cross Nursing. New York: The
Macmillan Company, 1922, pp. 30-33.
[7] Documentos
de Registro de la Cruz Roja Americana, File de Irvine Mrs. Eugenia L., Eugenia
Louise Acevedo, Obtenido en:
[9] Silvia Álvarez Curbelo y Aníbal Sepúlvedan Rivera, The Day of Small Beginnings: Los cimientos
del Hospital Presbiteriano San Juna Puerto Rico, 1904-1930. San Juan,
Puerto Rico, Ashford Presbyterian Community Hospital, 2015, p. 75.
[11] Women in the Military Service for America
Regestration Carmen M. Dumler. Charter Number 334561.
[12] Women in the Military Service for America
Regestration Rosemary Glanville Campbell. Charter Number
328205.
[13] Women in the Military Service for America
Regestration Elba Cintrón-Ruiz. Charter Number
636873.
[14] Women in the Military
Service for America Regestration Medarda Rosario
Rodríguez. Charter
Number 471010.
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